Explosiones en los gasoductos Nord Stream: tensión y acusaciones de sabotaje

Varios países europeos denuncian sabotaje y levantan sospechas sobre Rusia por las explosiones en los gasoductos Nord Stream. El clima se enrarece y se profundiza la crisis energética en Europa.

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Entre la noche del lunes y la mañana del martes se conocieron tres filtraciones de gas al Mar Báltico, por donde pasan los gasoductos rusos Nord Stream 1 y 2. Las investigaciones rápidamente determinaron que las fugas se produjeron por algún tipo de explosión que dañaron las tuberías. Por la simultaneidad y el carácter de las explosiones, es prácticamente un hecho que no fue un accidente, sino una acción provocada.

Era lo que le faltaba a la ya tensa situación europea signada por la guerra, la inflación y la crisis energética. Suecia, Dinamarca y Noruega calificaron el hecho como un «sabotaje». A su vez, autoridades ucranianas hablaron directamente de «ataque terrorista planificado», y apuntaron a Moscú.

Las explosiones generaron escapes de gas que desde hace tres días producen torbellinos que van desde los 200 metros hasta un kilómetro de diámetro sobre la superficie del Mar Báltico. Las fugas se ubican cerca de las costas de Dinamarca y Suecia.

Los gasoductos, que en su mayoría son propiedad de la empresa estatal rusa Gazprom, transportan el gas desde Rusia hacia Alemania a través del mar. A pesar de que Rusia cortó la provisión de gas a Europa a principios de este mes, las tuberías continúan con gas en su interior.

Una vez desatado el conflicto bélico sobre territorio ucraniano, los dos ductos que transportaban gas ruso a Europa se volvieron objeto privilegiado de la pulseada geopolítica entre Rusia y los países europeos.

El Nord Stream 1 fue inaugurado en 2011 y, hasta antes de la invasión de Rusia a Ucrania, constituía la principal vía de aprovisionamiento de gas en Alemania y otros países. Tras el inicio del conflicto y la paulatina reducción de la provisión de gas, Alemania se vio obligada a recurrir a mercados alternativos, pagando precios mucho más elevados. El Nord Stream 2, por su parte, fue inaugurado a principios de este año, pero no llegó a utilizarse por el estallido de la guerra.

Acusaciones y sospechas

Las primeras investigaciones sísmicas determinaron que es altamente improbable que se haya tratado de un accidente. Por lo que se trataría de explosiones provocadas, y enseguida fue catalogado como un acto de sabotaje. Pero, ¿quién lo perpetró y con qué objetivo? Aunque la respuesta no está para nada clara, los gobiernos occidentales no tardaron en levantar sospechas sobre Rusia.

El Kremlin, por su parte, también consideró la posibilidad de que se trate de un sabotaje, y expresó «extrema preocupación» por los hechos. Washington manifestó estar «a disposición» para averiguar qué fue lo ocurrido.

Como las tuberías ya no estaban proveyendo de gas, no están tan claro los motivos de una acción semejante. Investigadores y analistas de Europa esbozan varias hipótesis, entre las que se encuentran motivaciones de tipo políticas y económicas.

Por un lado, en caso de que el perpetrador fuera Rusia, el sabotaje podría ser un mensaje intimidatorio por parte de Putin. Se trataría de mostrar su capacidad operativa, que puede dañar infraestructura fuera de sus fronteras, de hecho sobre la plataforma marítima de otro país.

El «efecto intimidación» se daría en un momento clave de la guerra para Rusia, luego de sufrir una serie de retrocesos tras la contraofensiva ucraniana y de decretar la movilización parcial. Rusia motorizó esta semana una serie de «referéndums» de escasa credibilidad sobre los territorios ucranianos que todavía ocupa. El objetivo es preparar el terreno para su anexión y forzar así una eventual conclusión de la guerra. Claro que entre los deseos y la realidad parece haber un largo trecho. Es difícil imaginar hoy un resultado de la guerra favorable para Rusia justo cuando las fuerzas ucranianas, con el apoyo armamentístico y financiero de occidente, vienen recuperando territorios clave.

Es importante, sin embargo, siempre tener en cuenta que «en una guerra, la primera víctima es la verdad». Las acusaciones cruzadas no tienen por ahora ninguna prueba ni base. 

Además, las explosiones coincidieron con la inauguración de otro gasoducto: el Baltic Pipe, que une Polonia con Noruega y que tiene como objetivo explícito minimizar la dependencia europea del gas ruso. Por lo que no faltaron quienes leyeron el hecho como una advertencia en el plano económico de la guerra.

En ese sentido, otra hipótesis es la de la alteración de los mercados. El ataque a los gasoductos, aunque en la práctica no tiene consecuencias debido a que la provisión de gas ya estaba cortada, sí alteró nuevamente el mercado energético, haciendo subir los precios. Sólo en las últimas 24 horas, los contratos de entrega de gas para el mes próximo aumentaron un 17%.

Esto agrava aún más la crisis energética europea, que se prepara para un invierno con políticas de racionalización energética y precios por las nubes. Un profundo factor de inestabilidad no sólo para las economías, sino también para el humor social y la política interna de los países afectados. Además, puede llegar a empeorar las previsiones inflacionarias.

Se trata sin embargo mayormente de especulaciones, y todavía hay muy poca claridad de los hechos. Mucho menos alguna prueba concreta de que Rusia esté detrás del ataque, al menos por el momento. Lo que es seguro es que el clima en Europa sigue enrareciéndose.

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