Argentina: Un escenario de lucha de clases intensificada después del balotaje

A 10 días de la segunda vuelta.

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La coyuntura nacional sigue “aspirada” por las elecciones. Ha sido una ronda interminable y ahora espera su resolución con el balotaje del domingo 19. Luego del triunfo de Massa en la primera vuelta del 22 de octubre, la coyuntura en cierta forma se distendió; el dólar blue tendió a caer y de momento es como que la campaña electoral –interminable- está suspendida en el aire.

Sin embargo, con el debate del domingo que viene (12 de noviembre) la campaña de cara al antidemocrático balotaje va a volver y seguramente en la última semana de campaña haya nuevamente “vértigo” (se verá).

Resultado incierto

Lo primero a señalar es que el resultado electoral para el balotaje es totalmente incierto. El corte social del voto sigue siendo el mismo que señalamos para la primera vuelta: en los sectores concentrados de trabajadores y trabajadoras, entre la juventud más formada, en las clases medias progresistas, etc., tiende a votarse por Massa afirmativamente, o por Massa contra Milei, u otras opciones que no son el voto a Milei.

Sin embargo, entre las clases medias altas, los sectores populares más precarios, en el interior del país, etc., está claro que el acuerdo de Milei con Macri y Bullrich (y de Macri y Bullrich con Milei), le lleva una parte de los votos que obtuvo Juntos por el Cambio en octubre. También una parte importante del voto de Schiaretti iría a Milei.

Por otra parte, sectores de la intelectualidad, artistas, etc., algunos periodistas de importancia, están inclinándose por Massa, pero también está toda la parte de Juntos que se abstiene de sentar posición (aunque no apoyan a Milei, está claro eso), desde Larreta, Carrió hasta las filas mayoritarias del radicalismo, con lo cual la “ecuación matemática” del balotaje está abierta y es muy difícil anticipar un resultado final más allá de que va a ser, casi inevitablemente, por pocos puntos.

La realidad es que en los últimos días no terminó de volver la “tensión” por los resultados. El dólar blue cayó, como ya señalamos, y la inflación del mes de octubre en CABA no alcanzó los dos dígitos (aunque estuvo cerca). Sin embargo, no es de descartar que la próxima semana vuelva dicha tensión expresada en la discusión del voto y el cambio de votos en los lugares de trabajo y estudio, en los barrios, etc. Habrá que ver en dicho contexto si en el balotaje se vuelve a expresar la “ola democrática y social” de amplios sectores de trabajadores y trabajadoras que votaron a Massa, no por Massa, sino contra Milei.

Lógicamente, no da lo mismo quién gane. No se puede apostar a que un gobierno de Milei (y parte de Juntos por el Cambio) sería más “débil” que la promesa de gobierno de unidad nacional de Massa. Esto es falso. Los grises y los matices entre diferentes gobiernos están ahí, en el análisis marxista, precisamente porque expresan distintas relaciones de fuerzas. Y, a priori, un gobierno de Milei -es decir, de extrema derecha, algo inédito en la Argentina-, desde ya que sería más peligroso para el movimiento de masas que un gobierno de Massa -que también sería reaccionario e intentará avanzar con contrarreformas contra el movimiento obrero y de masas-, que podría ser un gobierno con más mediaciones, aunque se presente como de “unidad nacional”.

Sin embargo, aunque expresen diferentes relaciones de fuerzas (de ahí que muchos trabajadores afirman que votarán a Massa no porque les guste sino porque prefieren “elegir el enemigo”), esto no quiere decir que un eventual triunfo de Milei y Villarruel sería “el fin del mundo”. Acá hay que hacer desde ahora mismo un ejercicio de relativización. Estamos hablando de elecciones, es decir, no del terreno directo de la lucha de clases, una lucha de clases en la cual las relaciones de fuerzas aún no están probadas. Habrá que no perder el tiempo con cada cosa que diga o haga un eventual gobierno de Javier Milei, sino prepararse para salir a las calles con elementos de frente único y unidad de acción para enfrentarlo.

La propia burguesía está dividida frente a la eventualidad. Massa les da más confiabilidad en relación a la gobernabilidad y a medir hasta donde desafiar al movimiento de masas. Es verdad que hay hartazgo con el kirchnerismo y sus “tejes y manejes”, pero también es cierto que el Mercosur, la vigencia del peso, etc., les da competitividad y mercado al menos para todo el sector industrial (por ejemplo, el sector automotriz, una de las industrias más importantes del país).

Por su parte, Milei, otorga muchísima menos confiabilidad. Lo de “plan de lucha de la burguesía contra Milei”, elemento que es parte del balance del PO de las elecciones de octubre es un delirio reaccionario, pero sí es verdad que no toda la burguesía está dispuesta a embarcarse en la aventura que puede significar un gobierno del liberfacho.

Acá hay que entender una cuestión de importancia. Es verdad que en nuestros análisis señalamos desde hace meses que vivimos una coyuntura 2023/2024 donde la burguesía busca definiciones para hacer de la Argentina un país más normal (es decir, más ajustado a los criterios todavía en cierto modo –aunque bajo cuestionamiento en ciertos aspectos- neoliberales que rigen el capitalismo mundial[1]). De ahí que la burguesía y los medios hayan arbitrado hacia la derecha durante todo el año, durante las PASO e incluso hasta algunos días antes de las elecciones de octubre. La levantada de los cierres electorales los días previos a las PASO fue parte de esto: hacer girar la coyuntura electoral hacia la derecha.

Sin embargo, está clarísimo que su “ficha” predilecta era Juntos por el Cambio, Larreta o Bullrich (incluso entre ellos expresaban ciertos matices sobre cómo abordar las relaciones de fuerzas no probadas en el país). En esta circunstancia, es probable que a sectores del círculo rojo burgués (otra cosa son los burgueses más de a pie, con cero pensamiento estratégico) les esté comenzando a parecer que Milei ya es demasiado. Y no solamente por la eventual afectación al régimen democrático burgués del 83, sino también porque medidas como la dolarización (de implementarse) así como el “cierre del BCRA” (de implementarse) puede afectar más sus negocios que la crisis inflacionaria sin fin que está viviendo la Argentina en los últimos años y que podría terminar en una híper. Tener o no tener una moneda nacional no da lo mismo.

Por lo demás, de todas maneras, un resultado electoral con Milei triunfante (un escenario completamente plausible a estas horas), podría resultar en una crisis de gobernabilidad de enorme magnitud en el corto o mediano plazo. Es que si Milei y Villarruel ejecutan alguna de las medidas que han esbozado, es factible, muy factible que a pesar del rol traidor de las direcciones tradicionales, el país estalle.

La burguesía y el régimen burgués no tuvieron ningún plan de lucha contra Milei. Tampoco es verdad que la elección de octubre la dio vuelta el aparato peronista (como esbozó el PTS). La realidad es que existió una desigual pero muy real deliberación en los lugares de trabajo, y que con centro en la clase trabajadora se expresó una respuesta democrática y popular en defensa de las libertades democráticas, de organización y de lucha, en defensa de los convenios de trabajo y las indemnizaciones, en defensa de las jubilaciones, etc. Cuestiones, varias de ellas, que Massa y su esbozo de gobierno reaccionario de “unidad nacional” pretende descargar contra el movimiento de masas, pero que no solo no serían un identikit a Milei, sino un gobierno de crisis en un escenario donde la propia burguesía “cacarea” pero tiene la preocupación de hasta dónde se puede desafiar las relaciones de fuerzas en la Argentina.

La traición de las direcciones tradicionales   

Todo el año electoral estuvo marcado por la contención de las direcciones tradicionales hacia las y los trabajadores. Frente a un gobierno con las peores estadísticas en materia inflacionaria, de caída del salario real, de aumento escandaloso del nivel de pobreza, en una situación casi hiperinflacionaria (la vivencia por abajo es a ese nivel; no existen precios en estos momentos en la Argentina), no se le ha realizado un solo paro general.

El gobierno, el régimen político, el peronismo, el kirchnerismo y las direcciones de la CGT y la CTA operaron todo el año para mantener las cosas en el estricto terreno electoral. El régimen político operó claramente a derecha dejando correr a Milei (¡y hasta alentándolo desde los medios de comunicación de masas!) hasta el 31%.

Frente al resultado, la traición del kirchnerismo ha sido mayúscula porque no solo quedó completamente paralizado sino que Máximo Kirchner señaló en polémica con Kicillof, que “Milei es un fenómeno pasajero”, que no pasa nada si llega al gobierno… Cristina Kirchner hace sus speechs y habladas en las que en el fondo no dice nada porque no cuenta con un programa alternativo y parece jugar a que llegue Milei y luego vuelva alguna versión del peronismo sobre los “despojos” que eventualmente deje éste (despojos que tienen que ver con la aplicación de algunas contrarreformas antiobreras y antipopulares que el peronismo o los K no estén dispuestos a imponer, aunque si gana Massa de todos modos se vienen –de todos modos puede ser que con más mediaciones, se verá-.

El kirchnerismo y el peronismo no han convocado, siquiera, a algún acto electoral de masas. Todo se mueve en el estricto terreno del aparato, de los medios, de la burocracia sindical por abajo, etc., es decir, todos medios insuficientes para frenar la oleada reaccionaria que expresa Milei, y cuya respuesta se expresó espontáneamente en la remontada de Massa el pasado domingo 22/10.

Y a esto hay que sumarle, y de manera cualitativa, la verdadera traición de la CGT (y la CTA, aunque su envergadura es menor), que no han sido capaces de convocar a ninguna medida de lucha ni contra el ajuste ni contra la extrema derecha, en un escenario donde por partida doble (más peligroso Milei, pero también Massa) se vienen ajustes y ataques hacia las y los trabajadores, donde estaba planteado romper con la rutina electoral,  en una coyuntura que es una “aspiradora electoralista” (aunque existieron y existen luchas, evidentemente), donde sólo se pelea en el terreno del voto.

La movilización más grande de las últimas semanas ha sido la Marcha del Orgullo, organizada de manera bastante independiente el pasado sábado 4 de noviembre y que contó con un documento que llamaba a enfrentar el ajuste, a no votar a Milei, pero que no explicitaba el voto a Massa ni el apoyo al oficialismo (un documento muy progresivo a pesar de sus limitaciones).

En la izquierda, el premio al oportunismo electoralista se lo llevó el PTS que hacia octubre hizo una campaña electoral normal en condiciones anormales; no se le ocurrió en dos debates presidenciales plantear que la CGT debía llamar a un paro general activo urgentemente tanto para enfrentar las calamitosas condiciones de vida subproducto del ajuste inflacionario del gobierno, como al peligro de la extrema derecha gobernando el país.

Las posiciones de la izquierda

Las posiciones de la izquierda hacia el balotaje son un ejemplo de pérdida de la brújula política. Nos vamos a dedicar solamente al PTS y al PO. Del PTS ya señalamos que su comportamiento electoralista hacia octubre naturalizó una campaña electoral arbitrada hacia la derecha y extrema derecha, sin sacar de ello ninguna conclusión política. Hicieron una campaña electoral normal aunque no se entiende entonces porque oscurecieron sus carteles después de las PASO… (¿sería para dialogar con los votantes de Milei?).

Ahora están llamando a lo que en Brasil la vanguardia llamo “voto en blanco avergonzado” en referencia a la posición de su corriente en el balotaje entre Bolsonaro y Lula. Una política de doble estándar: por arriba, en los medios, no son claros, aunque llaman a no votar a Milei ni a Massa. Por abajo su militancia dice que van a votar en blanco y pretenden cuestiones como que nuestro partido llama a votar a Massa cuando está clarísimo que planteamos que no se debe votar a Milei ni tener confianza en Massa, que salvo Milei, proponemos libertad de acción en el voto.

Por el contrario, en nuestro partido no tenemos doble estándar: lo que dicen por arriba nuestras figuras, lo que señalamos en nuestra política pública, lo decimos también por abajo. No somos cobardes políticos. Lógicamente que también arbitramos la presión hipócrita del massismo y el kirchnerismo de votar a Massa.

Un argumento tanto del PTS como del PO es que el balotaje es una “maniobra del régimen”. ¡Chocolate por la noticia! Pero también es una maniobra del régimen todo el sistema electoral y el piso proscriptivo, ¡pero de eso nunca se habla! Evidentemente el balotaje es lo más antidemocrático que hay: es la creación de falsas mayorías para forjar un gobierno más fortalecido arbitrariamente que no expresa la suma de los votos a su fuerza libremente (por así decirlo). Sin embargo, no se puede decir gracias no fumo en relación al mismo porque existe y obliga a las masas a fijar posición, sea cual sea ella.

Por su parte, el PO también llama a no votar ni a Milei ni a Massa, aunque tampoco fija una posición de voto. Lo que importa entender acá es que Milei y Massa no dan lo mismo. Aunque nuestro partido no llama a votar a Massa ni acrítica ni críticamente, sino, simplemente, a no votar a Milei y el resto libertad de acción, en la posición de voto se expresa algo que no solamente es táctico (atención que como tal el voto es táctico, no algo de principios como parece creer el PTS), sino un problema político que ni el PTS ni el PO parecen ver: a priori un gobierno de Javier Milei y uno de Sergio Massa expresaría otras relaciones de fuerzas al menos en el terreno electoral; otro tipo de legitimidad en todos las casos a ser probada en el terreno real de la lucha de clases.

No distinguir en la política respecto del tipo de gobierno, no es parte de la tradición del marxismo revolucionario. Trotsky dio cátedra que no todo gobierno es igual, que hay que defender las conquistas de la democracia obrera en el seno de la democracia burguesa.

Desde ya que un gobierno de Milei no sería “fascista” hasta por el hecho que esas no son las circunstancias internacionalmente –en general-, que no tienen formaciones extraparlamentarias, etc. Pero de ahí a no distinguir los tipos de gobiernos y no elegir el enemigo a enfrentar, existe un largo trecho.

El problema de la política para el balotaje del PTS y del PO es un problema político: al no distinguir los tipos de gobiernos le terminan haciendo el juego a la versión más derechista de ellos (Milei), igualando en el plano político (obvio que son socialmente gobiernos burgueses ambos, Milei y Massa), lo que no se puede igualar.

¿Y todo por qué? Porque supuestamente de esta manera se defendería mejor la “independencia” de sus organizaciones, que no se vería afectada en nada con una posición clara de no voto a Milei sino lo contario: el diálogo con el movimiento de masas alrededor de no dejar llegar a Milei al gobierno sería más claro, lo mismo que el diálogo con los votantes que no confían ni un milímetro en Massa pero que no quieren votar a Milei.

En todo caso nuestro partido ha fijado una posición clara y en cualquier escenario, sea el gobierno de extrema derecha de Milei o sea el reaccionario gobierno de unidad nacional de Massa, hay que prepararse para una lucha de clases intensificada.


[1] Un capitalismo mundial en plena crisis geopolítica, hay que decirlo, y cuyos desarrollos en este instante tienen fuertes elementos de incertidumbre alrededor de la crisis en Gaza.

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