Estados Unidos: histórico proceso de reorganización obrera

El 2023 viene siendo un año muy activo en el movimiento sindical de Estados Unidos. Los últimos meses de verano en el norte del mundo vieron aflorar una gran cantidad de conflictos, huelgas, elecciones sindicales y acciones de todo tipo, configurando lo que numerosos medios llaman el “hot labor summer” (verano sindical caliente).

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Demonstrators in support of fast food workers protest outside a McDonald's as they demand higher wages and the right to form a union without retaliation, Monday, July 29, 2013, in New York's Union Square. Activists say hundreds of workers have walked off their jobs. They are demanding a minimum wage increase and calling for better benefits. (AP Photo/John Minchillo)

Incluso el Washington Post, importante diario estadounidense, llegó a titular, refiriéndose a una de las ciudades que viene siendo epicentro del proceso, que “La ciudad de Los Ángeles se convierte en la Ciudad de los piquetes” a mediados de agosto cuando confluyeron la huelga de guionistas y actores de Hollywood con el paro de 11.000 trabajadores estatales de esa ciudad.

Aumento de las huelgas y la pelea por los sindicatos

Es conocida en todo el mundo, con gran impacto mediático, la ya histórica huelga de guionistas comenzada en mayo, que ya lleva más de 120 días. Hace casi 2 meses se ha sumado a este proceso el sindicato de actores, confluyendo ambos gremios por primera vez en más de 60 años en una huelga conjunta, en este caso contra los grandes negociados de las empresas de streaming y el uso de la inteligencia artificial para destruir puestos de trabajo. A esa pelea, quizás la más resonante hasta el momento, se le suman una infinidad de conflictos como el mencionado paro de estatales de Los Ángeles, de trabajadores de hoteles (que también han tenido un gran impacto en esa ciudad), del personal de salud en hospitales, de trabajadores de cadenas de comida rápida, de Starbucks y muchos otros.

Y todo esto sin olvidar que estuvieron muy cerca de ir al paro los más de 300 mil trabajadores de la empresa logística UPS, quienes habían votado masivamente la autorización a los Teamsters, su sindicato, para ir una huelga en caso de no lograr un contrato[1] para el 1 de agosto. De haber sucedido habría sido un hecho de un impacto nacional enorme, afectando las cadenas de suministro de todo el país, ya que UPS es la empresa logística más importante de EE.UU. Finalmente, a pocos días de vencerse el plazo, la empresa, presionada ante la inminencia del paro hizo una oferta con importantes concesiones y mejoras en las condiciones de los trabajadores, configurando un acuerdo muy progresivo que se aprobó por el 86% de los votos de los afiliados. De todas formas, la amenaza de este paro, los “piquetes de práctica” y la fuerza exhibida por los trabajadores dejaron la sensación (como plantean varios activistas de base del sindicato) que de haber ido al paro se podría haber logrado arrancarle un contrato aún mejor a la patronal, porque había fuerzas para pelear.

Hoy, el principal foco de atención está en los trabajadores de las automotrices de Detroit, nucleados en la UAW (United Auto Workers). Estos trabajadores ya votaron autorizar a su sindicato a llamar a la huelga en caso de no lograrse un contrato para el próximo 14 de septiembre, fecha en que vence el plazo del contrato. Hoy lo más probable parece ser que esto se confirme, ante lo cual la UAW podría lanzar una enorme huelga contra las “big three”, las tres compañías productoras de autos más importantes de Detroit, General Motors, Ford y Stellantis (ex Chrysler), que implicaría la entrada en escena de 150mil trabajadores.

La UAW en 2019 había lanzado una huelga de 6 semanas contra la General Motors, la primera en una automotriz en muchos años. Pero luego de la misma la burocracia, que terminó cayendo en desgracia involucrada en casos de corrupción, acordó un contrato que habilitaba despidos. Hoy se encuentra al frente Shawn Fain, quien se hizo cargo del sindicato a principios de este año en la primera elección directa en la historia de la UAW. Hoy, Fain declara que está dispuesto a enfrentar a las tres compañías por una serie de reclamos que él mismo caracteriza como “audaces”: aumento de sueldo del 46%, terminar con el sistema salarial por “niveles”,  la reducción de la jornada laboral, aumentos en las pensiones, restitución de beneficios que habían sido recortados por las empresas años anteriores. Todo esto abre la puerta a un potencial conflicto de enorme importancia.

En lo que va del año, se han producido 247 huelgas que involucran a más de 340.000 trabajadores, según la Universidad de Cornell. De confirmarse la huelga automotriz, estaríamos ante un importante salto superando los 450mil los huelguistas en el año. Esto haría que el 2023 pase a ser el segundo año con más huelguistas en más de 30 años, llegando a un número cercano al registrado en 2018 al calor de una inmensa huelga de maestros, que es hoy el “record” desde 1989.

A todo este proceso se suma la inmensa oleada de nueva sindicalización, que reporta novedades prácticamente todos los días. El caso más conocido viene siendo el del Starbucks Workers United, que pelean por incorporar una a una las miles de tiendas de esta empresa en todo el país. Pero en prácticamente todos los rubros de trabajo existen peleas, que son sumamente arduas por lograr constituir los sindicatos, y luego, una vez constituídos las empresas deben reconocerlos y establecer sus primeros contratos, a lo que frecuentemente se niegan.

En Estados Unidos formar un sindicato es una pelea enorme que configura una verdadera guerra de clase. Primero es necesario conseguir que un 30% de los trabajadores firmen una “tarjeta” pidiendo conformarlo. Luego, la Junta Nacional de Relaciones Laborales autoriza a organizar una votación, en la que hay que obtener más de la mitad de los votos afirmativos para poder establecer el sindicato. Y esto debe hacerse en cada local, es decir, en el caso de Starbucks, tienda por tienda. Por supuesto, las patronales aprovechan este método para desarrollar todo tipo de prácticas antisindicales feroces como despidos, amenazas o persecución, para intentar evitar la conformación de los mismos. Es muy conocido el caso de Amazon, donde Jeff Bezos gastó 4,3 millones de dólares en consultores para romper el sindicato.

El recomienzo de la oleada sindical

Es evidente que hay un relanzamiento de la pelea sindical en Estados Unidos. Desde la década del 80 se viene de un contexto de caída de la sindicalización, marcada por el neoliberalismo, los ataques a los derechos de los trabajadores, la salida de muchas industrias recolocadas por los capitalistas en otros países, y la proliferación de nuevos empleos en sectores no sindicalizados, todos elementos que debilitaron a la clase obrera durante años. Sin embargo, los últimos años, con el creciente cuestionamiento al capitalismo, se vive un alza de la pelea sindical, con la aparición de nuevos sindicatos que se formaron o pelean por formarse, con movimientos como el Fight for 15 (pelea por 15 dólares de salario mínimo por hora) y con las huelgas que crecen.

Además, se vive un rebote de los efectos reaccionarios y atomizadores de la pandemia, que sumados a la situación económica (el 9% de inflación de 2022 fue el registro más alto en décadas) se expresan en reclamos más fuertes y profundos de los trabajadores. Es que en los últimos años, y sobre todo durante la pandemia, los empresarios acumularon superganancias como nunca. Eso es lo que se expresa en la pelea de los Teamsters de UPS y en los reclamos de UAW, que exige el 46% de aumento en los sueldos.

Hoy hay algo que se mueve que no existía en los últimos años. El movimiento sindical que recomenzó es un hecho, todos los días hay nuevos sindicatos, nuevas campañas, conflictos. Es también la campaña de sindicalización que recorre el país, con los casos resonantes de Amazon y Starbucks. Por supuesto, se trata de una guerra inmensa contra las patronales y el Estado, que invierten miles de millones de dólares para evitar que los sindicatos se constituyan, y se parte de un piso bajo, con mínimos históricos en la tasa de sindicalización. Pero la sensación que se vive es que el rebote es un hecho: según una encuesta realizada por Gallup, en 2022 un 71% de la población de Estados Unidos aprueba los sindicatos, un record que no se veía desde 1965. “Hoy ser parte de un sindicato es cool” nos decía una compañera joven del SEIU cuando viajamos en abril a Los Angeles al Primer Congreso Internacional de Trabajadores por Plataformas.

Una pelea llena de potencialidades

La pelea por construir los sindicatos, por aumentos de salarios y mejores condiciones laborales, contra las prácticas antisindicales de las empresas, plantean una guerra directa, un choque con las patronales que habían logrado imponer una derrota al movimiento sindical en EE.UU. pero hoy se enfrentan a un movimiento que recomienza y se encuentra a la ofensiva.

Por supuesto, aún se trata de un movimiento inicial, pero que evidentemente contrasta con la situación de algunos años atrás. Existen nuevos dirigentes independientes como es el caso de Amazon Labor Union. También otros que expresan una mayor combatividad que la burocracia tradicional, o de un clasismo-reformista, que se expresa en corrientes como Teamsters for a Democratic Union (sector reformista, vinculado al DSA, pero que expresa una linea más abierta y de conflicto con las empresas, a diferencia de los dirigentes tradicionales de los Teamsters, profundamente burocráticos, vendidos a las empresas y vinculados a la mafia) o el mencionado caso de Fain de la UAW, electo por votación directa por primera vez en la historia del sindicato.

Está claro que no se trata de un movimiento revolucionario socialista, existen límites importantes tanto en la ubicación reformista de estos nuevos dirigentes, su confianza en un partido patronal como son los demócratas e incluso en el propio Biden (que se autodenomina “presidente prosindicatos”, una estafa total, que ha tenido un capitulo resonante el año pasado cuando evitó la huelga de ferrocarriles) y la falta de apelación a la base de los sindicatos para llevar las peleas hasta el final. Pero son un reflejo de una nueva situación en el movimiento obrero de Estados Unidos

Pero también es un movimiento lleno de potencialidades. El auge del movimiento sindical es un reflejo del recomienzo de la experiencia histórica y las críticas al capitalismo que recorren el mundo. Hay algo nuevo que se mueve por abajo, con un protagonismo claro de trabajadores jóvenes y muy jóvenes, como se ve en Amazon y Starbucks. Es un movimiento que conecta con otros fenómenos de combate al sistema: vinculados al Black Lives Matters, a los reclamos de la población migrante, a la pelea del movimiento LGBT como en el caso de Starbucks[2]. En el mundo más polarizado que estamos viviendo, donde crecen los cuestionamientos al capitalismo y se avecinan grandes choques, el resurgir del movimiento sindical en Estados Unidos, un país con una enorme clase trabajadora, tiene inmensas potencialidades. Podemos estar a días de un salto en este proceso de confirmarse el paro automotriz. Lo que es claro es que este movimiento llegó para quedarse y tiene muchos capitulos más para contar, que debemos seguir con mucha atención para pelear por una salida de los trabajadores.


[1] Son una especie de equivalente a los convenios colectivos de trabajo de Argentina, que se firman por una duración de 4 años y establecen salarios y condiciones laborales, que se “acuerdan” entre los sindicatos y cada empresa.

[2] Durante junio estalló un importante conflicto en más de 150 tiendas de Starbucks, muchas de las cuales cerraron o entraron en huelga durante varios días y tuvieron protestas en sus puertas. El reclamo de lxs trabajadorxs, además del reconocimiento del Sindicato, estaba muy marcado por la negativa de la empresa a mostrar decoraciones y tomar medidas para la comunidad LGBT en el mes del Orgullo.

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