Memorias de un melómano sarnoso Charlie Watts: el stone impasible

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  • Watts fue siempre la base rítmica a la que se aferraron Jagger y Richards como compositores e intérpretes.

Articulo de nexos

Hugo García Michel

Muchos creen que se trataba del mayor de los Rolling Stones originales. En realidad, no: la piedra rodante más antigua es el exbajista del grupo, Bill Wyman, nacido en 1936 y quien, a pesar de sus problemas con la próstata, hoy disfruta de su proyecto The Rhythm Kings, a los 84 años. Charlie Watts acababa de cumplir 80 el pasado mes de junio (de hecho, contra lo que muchos piensan, el benjamín de los primeros Stones es Keith Richards, nacido a fines de 1943 y unos meses más joven que Mick Jagger; la piedra de en medio era el finado Brian Jones, quien llegó al mundo en 1942).

Watts falleció este martes 24 de agosto, en un hospital de Londres, luego de que a principios de mes decidiera no ser parte de la inminente gira estadounidense de los Rolling Stones, llamada No Filter, que dará inicio el próximo 26 de septiembre en la ciudad de Saint Louis, Missouri. Según se sabe, el baterista renunció a dicha gira por consejo médico, ya que acababa de ser operado y necesitaba reposar algunos meses. Hasta ahora no se sabe debido a qué fue intervenido y si su muerte tuvo que ver con complicaciones derivadas de la cirugía. Pero hay versiones de que padecía cáncer de garganta.

Charles Robert Watts nació en Londres, el 2 de junio de 1941. A los 13 años, sus padres le regalaron su primera batería y jamás se separó de ese instrumento. Amante del jazz (en 1958 empezó a tocarlo, en una banda de Middlesex llamada Jo Jones All Stars y en 1961 pasó al blues, como baterista de Alexis Korner), quizá jamás se imaginó que estaría en un grupo de rock durante cerca de seis décadas, pero cuando en enero de 1963 fue llamado a integrarse a aquel naciente quinteto londinense de nombre The Rolling Stones, no dudó en aceptar. Fue como firmar un pacto con el diablo, ya que jamás dejaría a la agrupación (aunque en algún momento tuvo un proyecto alterno: la numerosa banda de jazz The Charlie Watts Tentet, con la que lanzó dos discos, en 1993 y 1996).

Dueño de un estilo fino, preciso y discreto, más cerca en ese sentido de Ringo Starr que de Ginger Baker, Keith Moon o John Bonham, para hablar de bateristas contemporáneos suyos, Watts fue siempre la base rítmica a la que se aferraron Jagger y Richards como compositores e intérpretes. Ciertamente, no fue el más carismático de los Stones y solía ser serio y callado. Aunque durante cierta etapa se vio envuelto en la vorágine que rodeaba al conjunto, jamás provocó los escándalos que alguna vez llevaron a la cárcel a sus dos prominentes compañeros. Sin embargo, a mediados de la década de los ochenta empezó a abusar de la bebida y las drogas. Se hizo adicto a la heroína y le costó mucho salir de ello. “Llegué a ponerme tan mal que hasta Keith Richards me pidió que me moderara”, diría en son de broma años después.

Hombre de pocas anécdotas, tuvo una muy notable que en estos días se ha estado repitiendo en los medios y en las redes sociales, pero que vale la pena mencionar aquí. Ocurrió en 1984, cuando los Stones se reunieron en Amsterdam, Holanda, para planificar su siguiente álbum (Dirty Work, que aparecería en 1986) y la gira que lo acompañaría. Se cuenta que una noche, Jagger y Richards salieron de juerga y al regresar a su hotel, cerca del amanecer, acompañados de algunas personas, decidieron continuar la fiesta en la habitación del guitarrista. Totalmente ebrio, Mick subió al cuarto de Charlie y tocó, golpeando la puerta con fuertes manotazos. Este se encontraba profundamente dormido y no le hizo gracia que lo despertaran y mucho menos que Jagger le gritara eufórico desde afuera: “¡¿Dónde está mi baterista? ¿Por qué no bajas al dormitorio de Keith y te unes a nosotros?!”. Watts no respondió. Se levantó, fue directo al baño, se afeitó, se puso un elegante traje de los que le confeccionaban los exclusivos sastres de Savile Row, se anudó una corbata de seda y se calzó unos zapatos italianos (siempre se distinguió por su buen vestir). Bajó a la habitación de Richards. Llamó a la puerta con gran tranquilidad y fue el propio Jagger quien le abrió con una grande y beoda sonrisa. Sin pronunciar palabra alguna, Charlie le propinó un tremendo puñetazo en la cara que hizo trastabillar al sorprendido vocalista, quien cayó sobre una mesa llena de viandas. Entonces todos los azorados presentes escucharon la voz firme de Watts al escupir las siguientes palabras: “¡No me vuelvas a decir que soy tu baterista! ¡En todo caso, tú eres mi chingado cantante!”. No dijo más. Dio media vuelta y regresó a su cuarto.

En lo personal, siempre sentí una gran simpatía por Charlie Watts. Desde que escuché por primera vez a los Stones, en 1965, a los diez años, gracias a que en la radio tocaban temas como “The Last Time”, “Get Off of My Cloud” y “(I Can’t Get No) Satisfaction”, su música me sedujo y los secos golpes de su baterista me parecieron muy llamativos. Yo era ya absolutamente beatlero en ese entonces, pero Jagger y compañía me encantaron con esa música tan diferente, basada en un género que desconocía y que más tarde y hasta la fecha me fascinaría: el blues.

Gracias a la colección de discos de Sergio, mi hermano mayor, y a las revistas de rock que compraba (Notitas musicalesMéxico cantaPop…), pude conocer los nombres de los cinco integrantes de aquellos Rolling Stones iniciales: Keith Richards, Mick Jagger, Brian Jones, Bill Wyman y, claro, Charlie Watts.

Descanse en paz el elegante y (casi) impasible baterista de los Stones.

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