La teoría monetaria de Marx

La política monetaria y la planificación económica bolchevique.

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La teoría del dinero de Karl Marx es uno de los aspectos menos comentados por economistas o marxistas contemporáneos (de Brunhoff, 1973, p. 7). Sin embargo, es un punto de partida fundamental para aproximarnos a lo que ocurrió en la Rusia Soviética con el dinero y la política monetaria. Para comprenderla en su profundidad, comenzaremos con la teoría del valor de Marx, para luego adentrarnos en su teoría del dinero.

2.1. La teoría del valor

Marx sostiene que para comprender cualquier sociedad humana hay que analizar cómo se organiza para producir y reproducirse (Marx y Engels, 1971, pp. 19-27). La clave para entender los desarrollos no se encuentra en el mundo de las ideas, sino en el mundo material: cómo y con qué instrumentos los seres humanos reproducimos nuestra vida. Esta producción de la vida se lleva adelante mediante el trabajo humano, la transformación consciente del medio para apropiarlo, que es un atributo social de la humanidad. La definición del trabajo como atributo social es profunda: no existe ninguna sociedad humana que se parezca a un náufrago en una isla, a lo Robinson Crusoe o Tom Hanks. Cualquier sociedad humana contiene una densa y rica capa de diferentes relaciones sociales y una cierta división del trabajo. La humanidad, para sobrevivir y reproducirse, necesita del otro, tiene relacionarse socialmente. La contradicción es que, si bien el trabajo humano es un atributo social, no trabajan “las sociedades”, los que efectivamente trabajan son los individuos. Entonces un hecho histórico fundamental de las sociedades humanas es cómo se organiza, cómo se articula este trabajo, que se realiza de manera individual pero que es en realidad social.

En la Edad Media europea, sintetiza Marx, todas las personas se relacionan entre sí de manera directa por lazos de dependencia personal: siervos y terratenientes, vasallos y señores (Marx, 2002, p. 94). La producción social se lleva adelante de acuerdo con esas relaciones sociales establecidas entre las personas. Los productos del trabajo, que se realizan de manera individual (o familiar), ingresan en el metabolismo social como servicios o prestaciones en especie. “Las relaciones sociales existentes entre las personas en sus trabajos se ponen de manifiesto como sus propias relaciones personales […]” (Marx, 2002, p. 95). Es decir, el trabajo social se organiza de acuerdo con relaciones sociales establecidas, que son relaciones diáfanas, directas entre personas. Uno ocupa un determinado lugar en la sociedad, en la producción y el consumo social de acuerdo con lo que es, a la clase o casta a la que pertenece.

En el capitalismo nos enfrentamos a la riqueza, sostiene Marx, como a un enorme cúmulo de mercancías (Marx, 2002, p. 43). Las mercancías son productos de trabajos humanos, privados e independientes, que se enfrentan (se cambian) entre sí en el mercado (Marx, 2002, p. 52). No hay una organización directa del trabajo: “Si los objetos para el uso se convierten en mercancías ello se debe únicamente a que son productos de trabajos privados ejercidos independientemente los unos de los otros” (Marx, 2002, p. 89). En contraposición a la organización del trabajo social en base a las relaciones sociales portadas por cada persona -a que clase o casta pertenece, siervo, señor, por ejemplo-, en el capitalismo el trabajo se ejerce de manera privada e independiente, nadie lo organiza de forma consciente. Sin embargo, ningún productor[2] en el capitalismo es “autosuficiente”, necesita ser parte del metabolismo social para poder reproducirse. Los productos de trabajos individuales recién pueden ser parte del trabajo social en su conjunto, ser parte del metabolismo social, por medio del intercambio de los productos del trabajo, las mercancías.

La ley del valor es la que regula el trabajo social en un modo de producción que no lo organiza de manera directa. De lo que trata la teoría del valor es de entender cómo, por qué y en qué proporciones pueden intercambiarse estos productos del trabajo humano, las mercancías.

“1 quarter de trigo = a quintales de hierro. ¿Qué denota esta ecuación? Que existe algo común, de la misma magnitud, en dos cosas distintas, tanto en 1 quarter de trigo como en a quintales de hierro. Ambas, por consiguiente, son iguales a una tercera, que en sí y para sí no es ni la una ni la otra. Cada una de ellas, pues, en tanto es valor de cambio, tiene que ser reducible a una tercera” (Marx, 2002, pp. 45-46).

Y este algo común, para Marx, no puede ser ninguna propiedad natural de la mercancía, ya que ellas son las que las hacen útiles, hacen a su valor de uso y “salta a la vista que es precisamente la abstracción de sus valores de uso lo que caracteriza la relación de intercambio entre las mercancías” (Marx, 2002, p. 46). Sólo resta una propiedad que puede igualar a las mercancías, y esta propiedad es la de ser todas producto del trabajo humano. Claro que existen diferentes tipos de trabajos productivos concretos, pero

“con el carácter útil de los productos del trabajo se desvanece el carácter útil de los trabajos representados en ellos y, por ende, se desvanecen también las diversas formas concretas de esos trabajos; estos dejan de distinguirse, reduciéndose en su totalidad a trabajo humano indiferenciado, trabajo abstractamente humano” (Marx, 2002, p. 47).

En esta definición hay varios elementos fundamentales para comprender la teoría del valor de Marx. En primer lugar, el trabajo humano tiene dos facetas, por un lado, es concreto, transforma la materia de una manera específica; y por el otro, el trabajo humano desde un punto de vista abstracto, en el que todo el trabajo se iguala como simple gasto de energía, y se mide por su duración. Este último es el que determina el valor de una mercancía. Esto no significa que cuanto más perezoso sea un trabajador más va a valer el producto de su trabajo, ya que Marx está considerando el trabajo abstracto desde un punto de vista social: es el promedio del tiempo de trabajo el que determina el valor de una mercancía, el tiempo de trabajo abstracto socialmente necesario para producirla:

“Es solo la cantidad de trabajo socialmente necesario, pues, o el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de un valor de uso lo que determina la magnitud de valor […]

[…] El tiempo de trabajo socialmente necesario es el requerido para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción vigentes en una sociedad y con el grado social medio de destreza e intensidad del trabajo” (Marx, 2002, p. 48).

Además, para ser mercancía, un bien cualquiera debe ser útil, debe ser un objeto para el uso. De otra manera, es un gasto inútil de energía, y no va a ser reconocido como parte del trabajo social. No se puede perder de vista que en la teoría de Marx el valor es una relación social. No está garantizada la cambiabilidad de una mercancía solo por el hecho de que alguien se esforzó en hacerla, de la misma manera que no está determinada su magnitud de valor por el simple hecho de que un individuo haya realizado determinado esfuerzo físico o mental. Las mercancías tienen una forma natural -qué son, para qué sirven- y una forma de valor. Sin embargo, a diferencia de la primera, esta última no tiene una existencia palpable en la misma mercancía. No hay una estampa que indique cuál es su valor. Su objetividad como valores no surge de ninguna propiedad “natural” de los productos del trabajo, sino que es expresión de la misma unidad social, el trabajo humano. Por lo tanto, el valor solo puede ponerse de manifiesto como una relación social en el intercambio: “Es sólo en su intercambio donde los productos del trabajo adquieren una objetividad de valor, socialmente uniforme, separada de su objetividad de uso, sensorialmente diversa” (Marx, 2002, p. 88). Y, a su vez, sólo los productos de trabajo humano realizado de forma recíprocamente independiente pueden enfrentarse como mercancías (Marx, 2002, p. 52).

Marx pasa a desarrollar entonces las distintas formas del valor. La primera, la forma simple, aquella que relaciona dos mercancías entre sí: x cantidad de mercancía A = y cantidad de mercancía B. Estamos diciendo que en x mercancía A e y mercancía B existe la misma magnitud de valor, en ellas se encuentra contenido el mismo tiempo de trabajo socialmente necesario, y, en virtud de eso, pueden intercambiarse en esa determinada proporción. La mercancía A expresa su valor en la B, y la B hace de material para la expresión del valor de A (Marx, 2002, p. 59-60). El valor de A se expresa de manera relativa en la mercancía B, A toma una forma relativa de valor y B la de equivalente. Una mercancía no puede expresar su valor en sí misma, siempre necesita otra que funcione como equivalente. Se puede expresar de manera relativa el valor de A en B o a la inversa, el valor de B en A, en cuyo caso A sería la mercancía equivalente. Una mercancía no puede ocupar ambos roles simultáneamente, sino que estos son excluyentes.

Volviendo a la primera forma de valor, mercancía A = y mercancía B, vemos que sólo se expresa el valor de A en la mercancía B. Esta aparece en cuanto “forma de existencia del valor, pues sólo en cuanto tal es ella lo mismo que el lienzo [la mercancía B]” (Marx, 2002, p. 61). La mercancía B, puesta en esta singular posición en el intercambio, importa más que fuera de esta relación. Estamos diciendo que x mercancía A vale y mercancía B, el valor de la mercancía A se expresa directamente en el cuerpo de la mercancía B, y la mercancía B aparece como directamente intercambiable por A en esa relación. Esto último debe ser resaltado: en un mundo donde ningún productor tiene asegurada la posibilidad de enajenar su mercancía, B aparece como directamente enajenable en su relación de equivalente de A. Este desarrollo es fundamental para comprender la teoría del dinero de Marx. Y es que, en la relación entre dos mercancías, la mercancía equivalente sufre importantes transformaciones. La mercancía B sigue siendo el producto de un trabajo concreto cualquiera. Sin embargo, al ocupar ese lugar en la forma de valor, la mercancía equivalente se convierte en la encarnación del trabajo abstracto humano, en la encarnación del valor. El trabajo concreto, privado, necesario para producirla, se transforma en su contrario, trabajo bajo la forma directamente social.

En el momento en que todas las mercancías, al establecer sus relaciones sociales, expresan su valor simultáneamente en la misma mercancía equivalente, esta se convierte en el equivalente general. La relación de valor de las mercancías con ella se convierte en la forma socialmente vigente. En esta relación todas las mercancías aparecen con su forma relativa de valor, menos una, que queda apartada como equivalente. Todas las demás quedan excluidas de poder tomar esa forma. La mercancía equivalente general es la única que, por ocupar ese lugar, se convierte en producto de un trabajo directamente social, es directamente intercambiable por cualquier mercancía en el mercado (Marx, 2002, pp. 71-72). La mercancía cuya forma natural funciona socialmente como equivalente, se convierte en mercancía dineraria y funciona como dinero, tiene vigencia social general (Marx, 2002, p. 85). Su función social específica es ser equivalente general, y monopoliza esta función. Es la expresión de valor correspondiente al mundo de las mercancías. Si bien existen una serie de mercancías que a lo ancho del mundo y a lo largo de la historia han ocupado este papel de equivalente general de todas las demás, en la modernidad ese lugar lo ocupó una mercancía en particular: el oro. El oro se enfrenta a las otras mercancías como dinero, es decir, como mercancía directamente enajenable, directamente social, pero ello se debe a que anteriormente se contraponía a ellas como mercancía. Para Marx el dinero es una mercancía, pero no igual a cualquier otra: tiene la particularidad de que, a diferencia de las demás, tiene el monopolio social de la cambiabilidad directa.

2.2. La teoría del Dinero

2.2.1. El intercambio

Ya vimos anteriormente que una mercancía no viene al mundo con su valor estampado en la etiqueta. Debe acreditarse como valor de uso, es decir, como objeto que satisface una necesidad. Su utilidad para otros es algo que sólo puede demostrarse en el intercambio, en el mercado. Ahora bien, este intercambio debe realizarse con arreglo a una proporción, es decir, de acuerdo con su valor. Recién puede ser consumida, por último, por su comprador, que es quien la realiza como valor de uso (Marx, 2002, p. 105). Este proceso tiene una contradicción: el vendedor quiere, por un lado, intercambiar su mercancía por una que tenga valor de uso para él, desde este punto de vista a él se le aparece como un proceso individual. Mientras que, por otro, quiere cambiarla por una que tenga su mismo valor. Desde ese punto de vista, el intercambio es un proceso social general, no individual: se trata de validar socialmente su propio trabajo individual. A todo poseedor de mercancías una mercancía ajena que le interese se le aparece como equivalente particular de la suya, y la suya propia como equivalente general de todas las demás. Por ejemplo, el propietario de la mercancía A, en cuanto ingresa al mercado, pretende intercambiar su mercancía con cualquier otra, esta se le aparece como equivalente general del conjunto de las mercancías B, D, E o F que le interesa adquirir. Sin embargo, esto debería aplicar a todos los propietarios de mercancías que asisten al mercado y les interesa adquirir otras mercancías. Es evidente que esto es imposible, todas las mercancías no pueden ser equivalente general simultáneamente. Si esto fuera así, los productos de trabajos privados no se compararían entre sí realmente como mercancías, sino como meros productos del trabajo, su intercambio estaría sujeto a la eventualidad de que en el mercado se crucen dos propietarios que tengan interés en enajenar su mercancía con la del otro. Es decir, el intercambio se basaría en la casualidad. De este proceso no puede surgir espontáneamente, por acuerdo de los participantes, el equivalente general: el dinero no es producto de un contrato social o acuerdo (Marx, 2002, p. 106, Starosta y Caligaris, 2017, pp. 78-81). Por ello el dinero, si bien en el análisis anterior aparece como un corolario “histórico” de la teoría del valor, en realidad es imprescindible para que pueda existir el intercambio de mercancías. Sin dinero, es decir, sin un equivalente general con vigencia social que funcione como dinero, no puede existir intercambio de mercancías:

“Sólo pueden relacionar entre sí sus mercancías en cuanto valores, y por tanto sólo en cuanto mercancías, al relacionarlas antitéticamente con otra mercancía cualquiera que haga las veces de equivalente general […]

[…] Esa cristalización que es el dinero constituye un producto necesario del proceso de intercambio, en el cual se equiparan de manera efectiva y recíproca los diversos productos del trabajo y por consiguiente se transforman realmente en mercancías” (Marx, 2002, pp. 105-106).

Merece la pena resaltar un elemento, que será de utilidad para entender algunos de los problemas de la revolución rusa. La forma mercancía, el intercambio de equivalentes en el mercado, “ […] refleja la relación social que media entre los productores y el trabajo global, como una relación social entre los objetos, existente al margen de los productores” (Marx, 2002, p. 88). El dinero, en su rol de equivalente general, permite el intercambio de mercancías, y por lo tanto es el garante de las relaciones sociales entre productores privados e independientes, que se expresan como una “relación social entre objetos”. Veremos más adelante qué ocurre cuando el instrumento previamente válido para funcionar como dinero pierde esa capacidad, y se ponen en juego las relaciones sociales mismas.

Para Marx, entonces, el dinero no es un simple accesorio en el intercambio. Es necesario para que pueda existir la producción y el intercambio de mercancías, de productos del trabajo realizado de manera privada e independiente destinados a ser intercambiados en el mercado. Para muchos autores, que Marx critica, esto convierte a la mercancía dineraria, el oro, en un símbolo, cuyo valor depende de este rol que se le asigna socialmente. Pero en la teoría de Marx, el valor del oro está determinado como el de cualquier otra mercancía, por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlo. El intercambio le da su forma específica de valor que lo caracteriza, pero no hace imaginario el valor del oro (Marx, 2002, pp. 110-112). Si bien cuando nos enfrentamos a los hechos consumados parece que todas las mercancías reflejan su valor en el dinero por el hecho de que este es dinero, en realidad esto es a la inversa, una mercancía es dinero por el hecho de que todas las demás representan en ella sus valores (Marx, 2002, p. 113).

2.2.2. Las funciones del dinero

Marx desarrolló el dinero como parte integrante de un modo de producción en el que el trabajo se realiza de forma privada e independiente y se valida socialmente en el intercambio. El dinero es el equivalente general, la mercancía directamente intercambiable por cualquier otra. A continuación, Marx desarrolla las diferentes formas o funciones del dinero, que deben ser tomadas globalmente: “de ahí que las funciones del dinero deban ser ahora analizadas unas con respecto a las otras y dentro de un orden fijado por las necesidades de la determinación completa de la forma dinero” (de Brunhoff 1973, p. 18). Veremos a continuación las distintas funciones del dinero y sus articulaciones.

i. Medida de los valores

La primera de las funciones del dinero es servir a las mercancías como material para expresar su valor. Es, justamente, en virtud de esta función que la mercancía dineraria funciona en primer lugar como dinero: detenta el monopolio de la expresión del valor de todas las demás mercancías, el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas. Es la medida general de los valores.

La expresión del valor de una mercancía cualquiera en la mercancía dineraria es el precio. En la sociedad capitalista no hace falta comparar todos los productos entre sí para saber cuánto valen, con mirar el precio alcanza: la forma precio tiene vigencia social general.

Para poder cumplir este rol de medida de los valores, el dinero no necesita estar presente realmente, sólo necesita aparecer de manera ideal. Cuando un productor dice que su mercancía vale 2 gramos de oro, no está implicando que esos 2 gramos estén presentes, solo está estableciendo una relación de valor entre su mercancía y el oro: que el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla es igual al de producir 2 gramos de oro (Marx, 2002, p. 117). Los valores de las mercancías se transforman en distintas cantidades de oro figurado, que necesitan, para expresarse, de un patrón de medida, que en originariamente era su peso.

Las funciones del dinero en cuanto medida del valor y patrón de los precios son diferentes. En la primera, el oro funciona como encarnación del trabajo humano abstracto. El patrón de los precios, en cambio, relaciona cantidades distintas de oro entre sí, independientemente de la cantidad de trabajo contenida en las diferentes mercancías o en el oro mismo. El patrón permite comparar el precio de varias mercancías: “El patrón de los precios, por ende, desempeñará tanto mejor su función cuanto más invariablemente una y la misma cantidad de oro oficie como unidad de medida” (Marx, 2002, p. 120). Pero al mismo tiempo, “si el oro puede servir como medida de los valores, ello se debe únicamente a que él mismo es producto del trabajo, y, por lo tanto, potencialmente, un valor variable” (Marx, 2002, p. 120). En tanto patrón de los precios es importante la invariabilidad: que siempre se haga referencia a la misma unidad de medida y que no se cambien sus relaciones entre sí. En cambio, para la función de medida de los valores, la variabilidad es fundamental: el oro sirve en cuanto dinero en primer lugar porque es mercancía, producto del trabajo humano. El tiempo de trabajo necesario para producirlo, y por ende su valor, son siempre variables.

Los precios se expresan entonces en las denominaciones dinerarias de un determinado patrón. Es la denominación dineraria del valor de las mercancías. Esto no significa, para Marx, que el precio de una mercancía deba ser en todo momento exactamente igual a su valor. Una mercancía cuyo valor puede ser igual al de dos libras de oro, puede venderse en determinado momento por más o menos que esa cantidad. De nuevo, ninguna mercancía tiene inscripta en ella su magnitud de valor. En la forma del precio está implícita la posibilidad de que diverjan este con su magnitud de valor. No es un defecto de la forma precio, sino la forma en la que funciona una sociedad de productores privados e independientes: “la norma sólo puede imponerse como ley promedial que, en medio de la carencia de normas, actúa ciegamente” (Marx, 2002, p. 125) y también “¿Qué pensar de una ley que sólo puede imponerse a través de revoluciones periódicas? No es sino una ley natural, fundada en la inconsciencia de quienes están sujetos a ella” (Marx, 2002, p. 92)[3].

El precio implica que una mercancía es exactamente lo mismo, en tanto magnitud de valor, que una determinada cantidad de dinero, del equivalente general. Pero, sin embargo, para que el poseedor de esa mercancía pueda hacerse con el equivalente, necesita que esta comparación deje de ser ideal para transformarse en real, es decir, que un comprador intercambie realmente su mercancía por esa cantidad de dinero. La función del dinero en tanto medida de los valores, en la que se lo necesita de manera puramente ideal, necesita de la aparición del dinero real, en tanto medio de circulación.

Marx también analiza qué ocurre cuando dos mercancías distintas, por ejemplo, oro y plata, sirven simultáneamente como medida del valor. Todas las mercancías expresarán sus valores en oro y en plata de acuerdo a la relación que exista entre ellos. Se puede intentar fijar una tasa de intercambio estable entre ellas, por ejemplo, mediante una ley de convertibilidad. Sin embargo, si esa relación de cambio legal es distinta a la realidad del valor del oro y la plata, el sistema bimonetario entrará en crisis, en un proceso en el cual el metal subvaluado es retirado de la circulación, y el metal sobrevaluado lo reemplaza, demostrando así que “la duplicación de la medida del valor contradice la función de la misma” (Marx, 2002, p. 118). Este fenómeno será de importancia para comprender las relaciones entre el chervonetz y el rublo durante 1923 y 1924 en la Rusia soviética.

ii.   Medio de circulación: crítica de la teoría cuantitativa del dinero

Hemos señalado más arriba como el intercambio de mercancías configura un determinado metabolismo social, mediado por el dinero como concreción material del valor. Un productor cualquiera tiene en sus manos el producto de su trabajo, que no tienen ninguna utilidad para él, y quiere una mercancía que sí le sea útil. Para eso necesita intercambiar su mercancía por dinero, es decir, vender para poder comprar. Es lo que Marx señaló como el salto mortal de la mercancía, el momento en el cual el productor necesita validar su trabajo como trabajo social. Ese proceso es, desde el punto de vista del propietario del dinero una compra, el intercambio del equivalente general por un valor de uso.

Para el vendedor el proceso termina cuando él se transforma en comprador, cuando enajena su dinero por una mercancía útil. Pero este no es el final del proceso de circulación del dinero. Como ya vimos, del otro lado de una compra hay una venta, otro productor que acaba de vender su mercancía y ahora tiene dinero para comprar. Este proceso de circulación mercantil es esencialmente diferente del “intercambio directo de productos del trabajo”, el trueque. En este último no solo es necesaria la coincidencia fortuita de necesidades, sino que el proceso se termina en cuanto se intercambian los productos. En la circulación mercantil, en cambio, el dinero no desaparece, siempre hay un poseedor de dinero que puede convertirse en un nuevo comprador. Para Marx, es un error pensar que, dado que toda compra es una venta y toda venta es una compra, debe existir un equilibrio entre las compras y las ventas. Es evidente que el número de ventas en determinado momento necesariamente es igual al número de compras. Pero lo particular de la circulación mercantil es que un vendedor no necesita convertirse automáticamente en comprador. “La circulación derriba las barreras temporales, locales e individuales opuestas al intercambio de producto, y lo hace precisamente porque escinde[4], en la antítesis de venta y compra, la identidad directa existente aquí entre enajenar el producto del trabajo propio y adquirir el producto del trabajo ajeno” (Marx, 2002, p. 139). El dinero, en cuanto mediador de este proceso de circulación mercantil, actúa como medio de circulación, y debe aparecer de manera real en el intercambio.

Resta responder la pregunta de cuantos medios de circulación es necesario que existan en una economía capitalista para que esta funcione, y cual es (si es que hay) la relación entre esta cantidad y los precios de las mercancías. En este terreno Marx es crítico de la teoría cuantitativa del dinero, que resume de la siguiente manera:

“La teoría de la circulación de Hume se resume en los principios siguientes: 1] Los precios de las mercancías en un país están determinados por la cantidad de dinero (real o simbólico) que se encuentra en él. 2] El dinero circulante en un país representa a todas las mercancías que se encuentran en él. En la misma proporción en que aumenta el número de los representantes, es decir del dinero, a cada representante le tocará una parte mayor o menor de la cosa representada. 3] Si aumentan las mercancías, disminuirá su precio o aumentará el valor del dinero. Si aumenta el dinero, a la inversa, aumentará el precio de las mercancías y disminuirá el valor del dinero” (Marx, 2008, p. 151).

En otras palabras, Marx considera un error creer que el precio de las mercancías está determinado por la cantidad de dinero. En su teoría la masa de dinero que funciona como medio de circulación está, por el contrario, determinada por los precios de las mercancías y la cantidad de estas que se intercambian y la velocidad del curso dinerario, el número de veces que se utiliza la misma pieza dineraria en un lapso de tiempo. Si bien los elementos son los mismos que en la teoría cuantitativa de Hume, la causalidad se encuentra invertida. Es el valor del oro y el tiempo de trabajo necesario para producir las mercancías los que determinan sus precios, y de allí, suponiendo una determinada velocidad del dinero, se determina la cantidad de dinero que circula.

Como vimos, en la teoría de Marx la premisa de la circulación del dinero es la existencia de mercancías que se intercambian de acuerdo con sus valores. El dinero hace circular mercancías que ya tienen precios, que ya han sido igualadas al dinero en tanto medida de los valores. La velocidad del dinero, la cantidad de veces que una misma pieza dineraria se intercambia por una mercancía en un lapso de tiempo, depende de la fluidez con que se realicen las sucesivas metamorfosis de las mercancías, es decir, de la rapidez con la que los vendedores se convierten en compradores. Un aumento en la velocidad del dinero hace que se necesite una menor cantidad de medios de circulación. Por el contrario, en momentos de crisis, cuando los vendedores retienen su dinero y no lo lanzan inmediatamente a la circulación para comprar nuevas mercancías, se desploma la velocidad del dinero y se genera la apariencia de que la misma crisis es causada por la escasez de circulante, aunque este no se haya modificado. Marx es tajante en que las crisis del capitalismo no pueden salvarse incrementando “desde afuera” la cantidad de medios de circulación. De todas formas, admite que errores por parte de los reguladores pueden generar una crisis específica por una reducción real en el circulante (Marx, 2002, p. 148).

Marx no considera que ninguno de los elementos que hacen a la determinación de la cantidad de dinero que funciona como medio de circulación, sea el valor del dinero, el valor de las mercancías, los precios y la cantidad de las mismas que se intercambian o la velocidad del dinero sean estables o deban considerarse constantes. El valor de las mercancías, incluyendo el oro, está en constante revolución producto de cambios técnicos producidos en las distintas ramas de la producción. La velocidad del dinero puede aumentar o disminuir, incluso de manera brusca. Del hecho de que la masa de medios de circulación esté determinada por la suma de los precios de las mercancías intercambiadas y la velocidad del curso del dinero se desprende que tiene que existir algún mecanismo para expandir o contraer la masa de medios de circulación. El oro debe poder entrar al proceso de circulación o salir de él dependiendo de la necesidad (Marx, 2008, p. 94). Más adelante ahondaremos en la tercera función del dinero, el atesoramiento, que es el mecanismo que permite la expansión o contracción de la cantidad de dinero en circulación.

Otra forma de ver este proceso de determinación de la cantidad de dinero que circula es que, dados los valores de las mercancías y la velocidad del dinero, la cantidad de circulante depende del valor del dinero. En los períodos históricos en que se ven aumentos de precios junto con el incremento del dinero circulante esto se debe, para Marx, a la disminución de su valor, como ejemplifica con el descubrimiento de las minas de plata en América en los siglos XVII y XVIII.

iii. Medio de circulación: el dinero como moneda

El dinero que se utiliza en la circulación no circula como lingotes o fracciones de lingote, sino como moneda, que es dinero acuñado por el estado. En el mismo proceso de circulación las monedas sufren todo tipo de pormenores, como el desgaste, que disocian su valor metálico del valor que representan en tanto monedas. El dinero en tanto medio de circulación se disocia del oro en cuanto medida de los valores, y esto habilita que, en la circulación, pueda reemplazarse al oro por símbolos sin ningún valor, como billetes de papel. Marx se refiere específicamente al papel moneda estatal de curso forzoso, dejando por ahora de lado al dinero bancario o dinero crediticio.

La ley que regula la circulación de los billetes de papel es que deben circular en la cantidad en que debería circular el oro en tanto medio de circulación representado por esos papeles. Sin embargo,

“si el papel excede de su medida, esto es, supera la cantidad de monedas áureas de igual denominación que podrían circular, a pesar de todo habrá de representar dentro del mundo de las mercancías — dejando a un lado el riesgo de descrédito general— sólo la cantidad de oro determinada por las leyes inmanentes de ese mundo, y por tanto la única que puede ser representada. Por ejemplo, si la masa de billetes representara dos onzas de oro por cada onza, lo que ocurriría de hecho es que 1 libra esterlina se convertiría en el nombre dinerario de  de onza, digamos, en vez del de  de onza. El resultado sería el mismo que si el oro hubiera sufrido modificaciones en su función de medida de los precios. Los mismos valores, pues, que antes se representaban en el precio de 1 libra esterlina se expresan ahora en el precio de 2 esterlinas” (Marx, 2002, p. 156).

El papel moneda para Marx está condenado a simbolizar al oro solo en una de sus funciones como dinero, la de medio de circulación. La vigencia social objetiva se la da el estado, mediante la imposición de su curso forzoso. Pero el curso forzoso estatal no permite violar las leyes de la circulación mercantil. El papel moneda sólo puede representar la cantidad de oro que debería circular de acuerdo a las leyes analizadas anteriormente. El estado que emite papel moneda parece abolir la ley económica, parece tener el poder de transformar papel en oro, pero esto no es más que una apariencia. Nadie puede impedirle al estado intentar colocar en circulación tantos billetes como quiera, pero una vez que los envía al mercado pierde todo el control. Una vez que los billetes abandonan las imprentas públicas se encuentran a merced de las leyes de la circulación, que iguala a la fuerza la cantidad de signos de valor con la cantidad de oro en cuyo nombre circulan.

“El alza o la baja de los precios de las mercancías con el aumento o disminución de la masa de billetes de papel — esto último allí donde los billetes de papel constituyen el medio de circulación exclusivo— sólo es, pues, la puesta forzosa en vigencia, mediante el proceso de la circulación, de la ley —mecánicamente violada desde afuera— en el sentido de que la cantidad del oro circulante está determinada por los precios de las mercancías, y que la cantidad de los signos de valor circulantes está determinada por la cantidad de moneda de oro que los mismos representan en la circulación. Por consiguiente, y, por otra parte, el proceso de la circulación absorbe y, por así decirlo, digiere cualquier cantidad de billetes de papel que se desee, porque el signo de valor, cualquiera sea el título de oro con que ingrese en la circulación, se comprime, dentro de la misma, convirtiéndose en signo de la cantidad de oro en lugar de la cual podría circular” (Marx, 2008, p. 110).

En la circulación de billetes pareciera que se invierten las leyes de la circulación del dinero. El dinero circula porque tiene valor, y la cantidad de dinero circulante está determinada por la suma de los precios de las mercancías que se intercambian y la velocidad con la cual la misma pieza dineraria cambia de manos. Dado el valor de las mercancías, la cantidad de dinero que circula depende de su propio valor. Solo determinada cantidad de oro puede ingresar en la circulación, el resto es expulsado de ella. Con el papel moneda pareciera ocurrir lo inverso, que tiene valor porque circula (Marx, 2008, p. 110). El estado lanza a la circulación cualquier cantidad que desee, que está condenada a circular. El precio de las mercancías en billetes de papel estará determinado por la cantidad de papel moneda en relación con el oro que simboliza. El poder aparente del estado de crear valor, de comandar trabajo privado imprimiendo billetes, sucumbe a las leyes inmanentes de la circulación de dinero (Marx, 2008, p. 108). Es importante aclarar que esta relación simbólica entre el papel moneda y el dinero metálico no viene determinada por su convertibilidad. Estudiando el tálero prusiano de papel, Marx afirma que “para los billetes no convertibles la convertibilidad no se comprueba en la caja del banco, sino en el cambio cotidiano entre el papel moneda y la moneda metálica de la que aquella lleva el título” (Marx, 2007, pp. 56-57). Es decir que la relación simbólica entre el papel moneda y el dinero, el oro, no está dada por una ley de convertibilidad, una norma bancaria, sino por el rol social del oro y el rol que cumple el papel moneda en su reemplazo. La relación entre el papel y el oro está, en última instancia, fuera de las manos del estado, es una relación social que remite a la creación de valor, a la productividad del trabajo y a las necesidades sociales de medios de circulación.

Las dos primeras funciones del dinero que analizamos tienen una relación estrecha. El rol del dinero como medio de circulación es el que efectivamente garantiza en la práctica su rol como medida de los valores. La función del dinero como medida de los valores es la condición de la función del dinero como medio de circulación, pero esta última completa necesariamente a la primera (de Brunhoff, 1973, p. 25). La tercera función del dinero, el atesoramiento, permite terminar de comprender los alcances de la crítica marxista de la teoría cuantitativa del dinero y el mecanismo de regulación de la masa de medios de circulación.

iv.  Instrumento de atesoramiento

En la teoría monetaria de Marx no es la cantidad de dinero circulante la que determina los precios, sino a la inversa, los precios y la velocidad del dinero son los que determinan la cantidad de dinero en circulación. Surge la pregunta de cómo se regula esta ley económica, que ocurre cuando se necesitan más medios de circulación, o, al contrario, necesita contraerse su cantidad. Para poder garantizar las leyes de la circulación de dinero, es necesario que su cantidad sea variable. Quién posee dinero, en la sociedad capitalista, posee poder social, el poder de apropiarse de una parte de la riqueza social producida de manera privada e independiente por el trabajo humano (Levín, 2010, p. 288). En la primera función del dinero este aparece de manera ideal como medida de los valores de las demás mercancías. En la segunda, aparece de manera real en el intercambio. En la tercera, el atesoramiento, vuelve a aparecer en tanto dinero, en tanto equivalente general real de todas las demás mercancías. El dinero tiene la particularidad de poder acumularse sin límites. Y es el representante general de la riqueza social, por lo que esa acumulación ilimitada tiene una lógica económica. El atesoramiento cumple la función de permitir la expansión y contracción de la masa de medios de circulación. Cuando hay más oro del que es necesario en la circulación, este se acumula como tesoro. Cuando hay necesidad de medios de circulación, los tesoros se monetizan nuevamente. Este es el mecanismo regulador que lleva la causalidad desde los precios de las mercancías hacia la cantidad de oro circulante. En El Capital Marx no considera la posibilidad de atesorar papel moneda emitido por el estado. Por eso hace hincapié en que el billete de papel está condenado a circular y por eso las leyes que lo gobiernan son las contrarias a las que gobiernan la circulación del dinero metálico. Queda planteada la posibilidad de que si, por las razones que sea, se comienza a atesorar riqueza social no bajo la forma de dinero metálico sino bajo la forma de papel moneda, las leyes que gobiernan al papel moneda puedan asemejarse a las del dinero metálico.

El atesoramiento cumple un rol fundamental en sostener las otras dos funciones del dinero: “el retiro de la mercancía [dineraria] de la circulación en la forma del oro es, pues, el único medio para mantenerla constantemente dentro de la circulación” (Marx, 2008, p. 117). Es decir, la posibilidad de retirar dinero de la circulación le permite al dinero seguir cumpliendo con su rol de medio de circulación y de medida de los valores.

v.    Medio de pago final

Existe la posibilidad de separar cronológicamente la venta de una mercancía con la realización de su precio, su pago. El vendedor se convierte en acreedor y el comprador en deudor. Aquí el dinero se introduce no ya como medio de compra, sino como medio de pago final: “el dinero ya no es el mediador del proceso. Le pone punto final, de manera autónoma, como existencia absoluta del valor de cambio o mercancía general” (Marx, 2002, p. 166).

Existe en cada momento una necesidad de dinero real en tanto medio de pago final. Esta necesidad está determinada por la suma de los precios de las mercancías vendidas a plazo y por la velocidad del dinero que funciona como medio de pago. Esta última depende de dos variables, la concatenación de relaciones entre acreedores y deudores y el lapso que media entre los distintos plazos de pago. La concatenación de pagos se lleva a su máxima expresión cuando se concentran, por ejemplo, en los bancos, en los que solo se necesita dinero circulante para cancelar el saldo entre deudas y acreencias. Cuanto más concentrados están los pagos, menor será la cantidad de medios de pago necesarios en la circulación.

Cuando los poseedores de mercancías comienzan a utilizar las deudas de un tercero para adquirir otras mercancías, se abre paso al dinero crediticio que, a gran escala, comienza a reemplazar a las monedas y los billetes de papel en las transacciones corrientes. Estas últimas quedan limitadas esencialmente al comercio al por menor (Marx, 2002, pp. 170-171).

Con el desarrollo del sistema de pagos y compensaciones y de dinero crediticio, se extiende la apariencia de que, en realidad, el dinero no es más que un símbolo que puede ser reemplazado por la figura “puramente ideal” del dinero de cuenta. Esta ilusión se termina, en el desarrollo de Marx, con las crisis, cuando se exacerba la contradicción entre el dinero de cuenta y el dinero como medio de pago final, efectivo. En las crisis los individuos, que previamente podían estar conformes con sus saldos de dinero de cuenta, exigen dinero real contante y sonante (Marx, 2002, pp. 168-169). “Esta súbita reversión del sistema crediticio en el sistema monetario suma el terror teórico al pánico práctico, y los agentes de la circulación se aterran ante el secreto impenetrable de sus propias relaciones económicas” (Marx, 2008, p. 137).

Para poder hacer frente a los pagos, se acumulan sumas de dinero en tanto medio de pago, que se restringen de la circulación, pero no como en el atesoramiento, para acumularlos, sino para volver a volcarlos en la circulación en las fechas de pago pactadas. Esta forma de extraer parte del dinero de la esfera de la circulación se suma al atesoramiento como forma de regular las leyes de la circulación de dinero.

vi.  Dinero mundial

En la anterior forma del dinero este se utiliza para saldar intercambios. En el mercado mundial, el dinero vuelve a aparecer bajo su forma natural, como encarnación del trabajo humano en general. Para el comercio mundial, no sirven de nada las monedas acuñadas por el estado y sus billetes de papel, sino que se utiliza el dinero como lingotes de oro. A medida en que se desarrolla el intercambio entre las distintas naciones, el dinero mundial se utiliza cada vez más como medio de pago final para saldar los balances de las balanzas comerciales entre países. Para hacer frente a estos pagos, los estados constituyen reservas de dinero. Sin embargo, un país capitalista moderno no tiene el objetivo mercantilista de construir enormes reservas en metálico:

“Los países de producción burguesa desarrollada reducen los tesoros concentrados masivamente en las reservas bancarias, al mínimo que requieren sus funciones específicas. Con alguna excepción, una repleción extraordinaria de esas reservas por encima de su nivel medio, es índice de estancamiento de la circulación mercantil o de que se ha interrumpido la fluencia de las metamorfosis experimentadas por las mercancías” (Marx, 2002, p. 177).

2.3. Debates y algunas conclusiones alrededor de la teoría marxista del dinero

A partir del desarrollo de la teoría del valor y del dinero de Marx, podemos plantear algunos debates que iluminarán los desarrollos que estudiaremos durante los primeros años de la revolución rusa.

En primer lugar, es fundamental la concepción de Marx de que el dinero es una mercancía, pero que, a diferencia de todas las demás, tiene cambiabilidad general, representa de manera directa trabajo social. Eso les otorga a los poseedores de dinero el poder de comandar trabajo ajeno, de convertir su dinero en capital, y acrecentar ese capital con la explotación del trabajo asalariado. Muchos críticos de la sociedad capitalista han encontrado en el propio dinero la fuente de todos sus males, por ejemplo, las corrientes del llamado por Marx y Engels (2011, pp. 80-94) “socialismo burgués o conservador”, que ven en el lugar especial que tienen el oro y la plata en el mundo de las mercancías la razón de las crisis del capitalismo (Marx, 2007, pp. 48-49) y de las miserias de los explotados y oprimidos. En función de esa caracterización, promueven cambios en el ámbito de la circulación dineraria para amortiguar las contradicciones sociales del capitalismo sin modificar las relaciones sociales de producción, sin afectar la producción de mercancías. Si la forma dinero, al tener el monopolio de la cambiabilidad directa, beneficia a los poseedores de dinero por sobre los productores directos, y, en última instancia, a los capitalistas por sobre los trabajadores, la solución a ese problema es la simple abolición del dinero[5], o la invención de un “dinero-horario” o “bono-horario”[6], que refleje directamente el tiempo de trabajo necesario para producir las mercancías.

En la teoría de Marx, la abolición del dinero no puede provocar en sí mismo una transformación de las relaciones sociales de producción, al contrario, mientras haya intercambio de mercancías, deberá haber dinero. Hay una razón por la cual en el intercambio mercantil se diferencian las formas de valor y de precio, como vimos más arriba. Esta diferencia, que permite que el precio de una mercancía sea diferente en determinado momento a su valor, es necesaria en un mundo de productores privados e independientes, donde la organización del trabajo social se realiza de forma indirecta a través del mercado. La separación de los precios y los valores permite expresar las perturbaciones de la oferta y la demanda, aunque sea en última instancia el valor el que rige la ley de movimiento de los primeros (Marx, 2007, pp. 62-63). Pretender eliminar la diferencia entre precios y valores, que brota de la forma en la que se organiza la producción, a través de una reforma en el terreno de la circulación, es para Marx una utopía condenada al fracaso. O peor aún, pretender de esta manera terminar con las desigualdades sociales, que se expresan en el capitalismo como diferencias en la relación con el dinero: los que lo tienen y los que lo necesitan. La diferenciación entre clases sociales en el capitalismo no surge del concepto abstracto del dinero, sino de una desigualdad real entre quienes son propietarios de los medios de producción y quienes no. En el mejor de los casos, el pretendido “bono-horario” será lo mismo que el dinero, pero con una diferente denominación. Estaremos ante un intento artificial de abolir el dinero, y por lo tanto estéril desde el punto de vista de superar las contradicciones y miserias del capitalismo. Recién podrá “abolirse” el dinero cuando la humanidad supere el modo capitalista de producción y ya no viva en una sociedad de productores de mercancías, sino que la transforme en una asociación de hombres y mujeres libres, sin explotación ni opresión, en la que estos emplean de manera consciente todas sus fuerzas de trabajo de manera organizada, es decir, directamente social (Marx, 2002, p. 96). Esta asociación de hombres libres, o comunismo, no es para Marx el producto de las ideas de las personas, sino que tiene su base material en el desarrollo de las fuerzas productivas, de la capacidad -natural e históricamente determinada, no ilimitada- del ser humano de transformar a la naturaleza de manera creciente. El comunismo es visto por Marx como un estadío superior, desde el punto de vista productivo, al capitalismo. Veremos en el caso concreto de la revolución rusa cuáles son las consecuencias reales de la desaparición del dinero en una sociedad donde no se ha llegado a un desarrollo tal de las fuerzas productivas que permita pensar en una superación del modo de producción capitalista, y por lo tanto del intercambio de mercancías.

En segundo lugar, Marx rechaza la teoría cuantitativa del dinero, en la que la cantidad de dinero determina el precio de las mercancías, sino que establece la causalidad de manera inversa, desde la productividad del trabajo, el tiempo socialmente necesario para producir, a los precios de las mercancías y desde estos hacia la cantidad de dinero circulante. El mecanismo que permite esto es la retracción de dinero de la circulación, ya sea para atesoramiento o para utilizarlo en un futuro como medio de pago final, tanto en el mercado nacional como en el mercado mundial.

En tercer lugar, cuando analiza el papel moneda de curso forzoso emitido por el estado, Marx es muy tajante con respecto a que el estado es impotente para crear de la nada riqueza social, valor. Por más billetes que emita, en cuanto estos entran en la circulación se les aplican las leyes de la circulación de dinero, que lo equiparan bruscamente con la masa de dinero metálico que deberían representar en la circulación. Esta ley se aplica mediante la desvalorización del papel moneda y el aumento generalizado de los precios de las mercancías. Puede apropiarse de parte del valor creado en una sociedad, pero no crearlo de la nada. Sin embargo, no se puede perder de vista la ubicación más general de la teoría monetaria de Marx. El rechazo a la teoría cuantitativa es fundamental para comprender que, si bien el estado no puede resolver los grandes problemas de la economía recurriendo a la emisión monetaria, esto no significa que toda emisión sea necesariamente inflacionaria. La capacidad de una moneda de papel de ser retraída de la circulación, por ejemplo, para su atesoramiento, puede crear un margen en el cual la emisión de ese billete no sea inmediatamente inflacionaria. La creación de papel moneda para reemplazar dinero metálico, que sale de la circulación, tampoco es necesariamente inflacionaria.

 


[2] Marx habla a lo largo de los primeros capítulos de El Capital de “productores de mercancías”. Esto no significa que su teoría busque explicar la pequeña producción artesanal ni nada por el estilo, sino simplemente que en su análisis del valor aún no necesitó introducir determinaciones más concretas. Productores de mercancías en el capitalismo somos los trabajadores, que vendemos nuestra fuerza de trabajo, pequeños productores, pero principalmente grandes empresas, que constituyen como un “todo” una unidad productiva.

Dentro de una fábrica una consultora o un call center no opera la ley del valor: la producción se organiza de acuerdo a un plan y cada cual tiene posiciones establecidas de acuerdo a un organigrama: empleados, gerentes, etc. La ley del valor opera hacia afuera, cuando esa empresa sale a vender su producción en el mercado. La ley del valor también opera en la relación entre la empresa y sus trabajadores: los segundos le venden su fuerza de trabajo a la primera.

[3] Además de esta distinción fundamental entre valores y precios, que se encuentra en el principio de su obra, Marx suma la transformación de los valores en “precios de producción” en el tomo 3 de El Capital (Marx y Engels, 1995, pp. 219-251).

“En resumen, los precios de producción surgen de la distribución del plusvalor producido por los obreros de cada capital individual de acuerdo con el monto del capital invertido. De esta manera, hay una transferencia de plusvalor desde las empresas que tienen mucha mano de obra (capital variable) y relativamente poco capital constante (maquinaria, materia prima, etc.), que son las que crean más valor, y las que tienen proporcionalmente menos mano de obra y más capital constante. A esta relación entre capital variable, el que produce plusvalor, y capital constante, Marx la llamó composición orgánica del capital.

El motor de este proceso es la tendencia a la igualación de las tasas de ganancia entre distintas ramas de la industria, y se lleva adelante mediante la competencia. En otras palabras, los precios de producción son aquellos que permiten que todas las empresas de tamaño medio, que son aquellas que por su tamaño y concentración (ya sean fábricas, empresas dedicadas al comercio o consultoría o empresas agrícolas) tienen una productividad normal respecto a su rama, tengan la misma tasa de ganancia. Esa tasa de ganancia se desprende, a nivel global, de todo el plusvalor producido por los obreros y apropiado por el conjunto de los capitalistas, dividida por el total del capital invertido por los burgueses.

La teoría marxista del valor y los precios de producción es compleja y requiere un estudio específico. Lo central es: 1) el trabajo humano es el único creador de valor. 2) El plusvalor es el valor creado por los trabajadores no remunerado por los capitalistas. Es lo que produce el obrero por encima de su salario. 3) Toda ganancia o renta en el capitalismo es plusvalor, trabajo realizado por los obreros y no remunerado mediante el salario. 4) En el capitalismo existe una tendencia a la igualación de las tasas de ganancia entre distintas ramas de la industria, producto de la competencia entre empresas y producto de que cada capitalista busca invertir en las mejores ramas. Esta tasa media de ganancia no cae del cielo, sino que se desprende, directamente, del plusvalor producido por los trabajadores. 6) Los precios de producción son aquellos que permiten la igualación de las tasas de ganancia. Es importante tener en cuenta que las leyes económicas para el Marxismo no se aplican de forma mecánica. Cada burgués debe validar su carácter de capitalista medio en el mercado. Es decir, debe validar su capacidad de obtener una tasa de ganancia media.” (Manini, 2020).

Existe una relación dialéctica entre ambas dimensiones, valores y precios. El valor, el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir las mercancías, es el fundamento. Pero en la realidad concreta del capitalismo y el mercado, no es el valor el que se expresa, sino los precios de producción, basados en él pero necesariamente diferentes. La distinción entre valores y precios de producción será importante para los debates acerca de una nueva unidad de medida durante el final del Comunismo de Guerra.

[4] Esta escisión entre compra y venta crea para Marx la posibilidad de la crisis, producto de las propias contradicciones de las mercancías.

[5] “Por consiguiente, en la misma medida en que se consuma la transformación de los productos del trabajo en mercancías, se lleva a cabo la transformación de la mercancía en dinero. Júzguese, según esto, cuán sagaz es el socialismo pequeñoburgués, que eterniza la producción de mercancías y al mismo tiempo pretende abolir la ‘antítesis entre el dinero y la mercancía’, y por tanto el dinero mismo, ya que éste sólo existe en esa antítesis. Sería como querer abolir el papado y mantener en pie el catolicismo” (Marx, 2002, pp. 106-107).

[6] “Preguntarse por qué el dinero no representa de manera directa el tiempo mismo de trabajo — de suerte, por ejemplo, que un billete represente x horas de trabajo—, viene a ser lo mismo, simplemente, que preguntarse por qué, sobre la base de la producción mercantil, los productos del trabajo tienen que representarse como mercancías, ya que la representación de la mercancía lleva implícito su desdoblamiento en mercancía y mercancía dineraria. O por qué no se puede tratar al trabajo privado como si fuera trabajo directamente social, como a su contrario” (Marx, 2002, pp. 115-116).

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