El Comunismo de Guerra: entre la guerra civil y la desmonetización del rublo

La política monetaria y la planificación económica bolchevique.

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El recrudecimiento de la guerra civil a gran escala contribuyó a la imposición de mayores medidas centralizadoras de la economía. En primer lugar, era fundamental reorganizar el conjunto de la industria para satisfacer las necesidades del Ejército Rojo. El 28 de junio de 1918 el gobierno promulgó un decreto nacionalizando todas las grandes ramas de la industria. Durante el resto del año se fue avanzando en las restantes ramas. (Carr, 1966b, pp. 176-177). Hacia finales de 1920 este proceso culminó con la nacionalización de toda empresa con más de 5 trabajadores si contaba con maquinaria y con más de 10 si no contaba con equipos (Carr, 1966b, p. 178). El objetivo no era simplemente nacionalizar establecimientos fabriles individuales, sino ponerlos a trabajar bajo un mando único por rama, un proceso de “trustificación” de la industria, promovida por el Estado. Esta centralización no estaba guiada por una lógica económica sino política y militar: la necesidad de concentrar las decisiones productivas para poder dar cuenta de las necesidades del frente militar. Como señaló Trotsky años después, el Comunismo de Guerra no era un régimen económico propiamente dicho: no tenía una lógica de reproducción ampliada[15], de aumento de la producción, sino simplemente era el régimen que permitía disponer de los recursos disponibles para las necesidades de la guerra (Trotsky, 2001, pp. 28-30). Incluso cuando ello implicaba descapitalizar el país, agotar sus reservas de materias primas, maquinaria y fuerza de trabajo. Veremos en este capítulo hasta qué punto esto fue así, y no un paso en el camino de la construcción del socialismo, como algunos bolcheviques pensaron.

El problema agrícola se demostró dramático en esos años. La política bolchevique de impulsar las demandas de los campesinos en lo que respecta a la propiedad de la tierra impulsó un fuerte aumento de las pequeñas propiedades familiares (Carr, 1966b, p. 171). A nivel económico esto significó una importante disminución de la productividad, ampliamente relacionada en el marxismo con la producción en escala. Pero quizás más relevante que la productividad es que la pequeña producción familiar tiende a disminuir la producción de mercancías para el intercambio. Cuanto más pequeña es la parcela de tierra de la que dispone una familia, mayor proporción de su producto será para autoconsumo familiar, escapando del mercado y del intercambio.

Además, comenzó a gestarse lo que muchos autores describen y que sintetizamos como una rebelión silenciosa del campesinado contra el impuesto inflacionario. Como vimos, en el caso del campesinado este impuesto dependía de tres factores: 1. el efectivo atesorado por los campesinos, que veía depreciar su valor; 2. la aceptación del monopolio de los cereales, que imponía unos términos del intercambio desfavorables para la producción agraria; y 3. el atesoramiento momentáneo entre la venta de los cereales y la compra de las mercancías manufacturadas. En la base de los tres puntos se encontraba la producción para el mercado, para el intercambio: el retroceso al autoconsumo familiar implicaba la imposibilidad de obtener recursos del campesinado mediante la emisión de dinero.

Los inicios del Comunismo de Guerra coinciden no solo con el comienzo de la guerra civil, sino con la profundización de una serie de medidas por parte de los campesinos para escapar del peso de este impuesto. Este fenómeno no comenzó con el gobierno soviético, Carr (1966b, p. 120) lo rastrea hasta el comienzo mismo del monopolio de cereales del gobierno provisional, cuando comenzó a gestarse un mercado negro para escapar al control del gobierno. Pero a mediados de 1918 la situación comenzó a agravarse a niveles insostenibles.

En primer lugar, un continuo proceso de desatesoramiento que Arnold (1937, pp. 51-52) ya identifica con la primera gran derrota rusa en la guerra en 1915 y Dobb (2012, p. 75) en 1916. Este proceso se agravó a lo largo de años de depreciación monetaria. El campesinado ruso tardó en cambiar sus hábitos, pero finalmente dejó de mantener reservas en papel moneda producto de la sistemática depreciación de las mismas.

Pero el mayor problema era la negativa por parte de los campesinos de vender más productos de los estrictamente necesarios para comprar los productos manufacturados que necesitaban de manera inmediata. Al escasear dichos bienes, especialmente al recrudecer la guerra civil[16] y requerir de todo el esfuerzo industrial para sostener al ejército rojo, esto significó el cese de comercialización de granos a los precios fijados por el monopolio de cereales.

En el fondo, admitía Lenin, lo que se requería de los campesinos es que hicieran un “crédito” a los trabajadores y el estado como forma de contribuir a la victoria en la guerra civil (Carr, 1966b, p. 235). La negativa a vender a los precios impuestos significó, por parte de los campesinos, la negativa a dar “crédito” al estado soviético, en el fondo, la negativa de sostener la carga del impuesto inflacionario.

El Comunismo de Guerra en el campo fue una consecuencia de este hecho: los recursos que no podían ser obtenidos de manera voluntaria mediante la emisión de dinero debieron conseguirse mediante el reforzamiento de la legislación (proveniente del gobierno provisional) que impedía la libre comercialización de cereales a precios de mercado y las requisiciones:

“Se realizaron emisiones más voluminosas para obtener suministros del campo. Pero la depreciación de la moneda y la escasez de bienes de consumo industriales en las aldeas, hizo que el campesinado fuera reacio a vender sus productos al estado.

El gobierno, por lo tanto, recurrió a la compulsión para obtener suministros agrarios” (Davies, 1958, p. 28).

Esta interpretación ubica al Comunismo de Guerra como una consecuencia, y no una causa de la desintegración de la moneda rusa en este período.

Las requisas de cereales se realizaban bajo criterios muy estrictos: se calculaban las necesidades de la familia campesina y se la despojaba de todo el excedente producido por sobre esas necesidades (Carr, 1966b, pp. 153-155).

Si, como vimos, en el capitalismo son las mercancías las que portan las relaciones sociales entre las personas, entre las clases sociales, entre el campo y la ciudad, lo que se estaba viviendo con la crisis industrial, el sabotaje, y la negativa de los campesinos a vender su producción de manera voluntaria era una ruptura de esas relaciones sociales. Un proceso peligroso, que implica la desintegración social, y de los cuales la desmonetización del rublo es su consecuencia más notoria. Desde ese punto de vista el Comunismo de Guerra fue el intento de mantener la cohesión social por la fuerza en una sociedad donde la relación social anterior, la ley del valor, el intercambio de mercancías, se había roto. Y la principal relación social que salvar es, obviamente, la alimentación de la clase obrera, la nueva clase dominante. La alimentación de las ciudades y el suministro al ejército rojo eran los dos objetivos del Comunismo de Guerra, y desde ese punto de vista puede argumentarse que fue una política exitosa para prevenir la desintegración social en el momento más peligroso de la revolución.

“De acuerdo con las cifras del Comisariado de Suministros, las recolecciones de cereales aumentaron, a medida que el aparato de recolección se fortalecía, de 107 millones de puds[17] en 1918-19 a 221 millones al año siguiente y 283 millones en 1920-21; y esto se reflejó en un pequeño incremento en la ración de los trabajadores en 1920 y 1921. Al mismo tiempo, el alivio generado a la situación por esas medidas extraordinarias no podía ser más que de corta vida. El deterioro económico había llegado a un punto en el que los únicos recursos que las medidas extraordinarias podían obtener eran estrictamente limitados y de corto plazo -stocks existentes de cereales y combustibles y materias primas, una cierta reserva de energía humana que la propaganda y la organización militar podían utilizar. Cuando estos stocks se agotaron, no quedaba nada. Intentos de explotar hasta la última gota de energía humana rápidamente debieron retroceder ante el agotamiento físico. La compulsión a los campesinos produjo un drástico recorte de la superficie sembrada y la aniquilación de la iniciativa individual-económica de mejorar las condiciones de la agricultura. El capital fijo llegó rápidamente a un estadío de depreciación en el cual una mayor depreciación causaría su caída absoluta en desuso. Hacia el final de 1920 el “Comunismo de Guerra”, como una extraordinaria serie de medidas para enfrentar una extraordinaria situación de deterioro económico, había llegado a su final” (Dobb, 2012, pp. 75 y 76).

Esta política generaba claros desincentivos a la producción de alimentos. En el Comunismo de Guerra, la escasez de alimentos se trataba como un problema de recolección y distribución, no de producción. Es dramática, por ejemplo, la reducción de la producción de cultivos industriales (lino, madera, oleaginosas, algodón) registrada por el III Congreso de Consejos de la Economía Nacional de toda Rusia de enero de 1920 (Carr, 1966b, p. 172), que ilustra cómo la economía rusa estaba retrocediendo a niveles previos a los alcanzados antes de la guerra. Los ataques al intercambio mercantil no significaban un avance en el desarrollo económico, sino incluso un retroceso con respecto al incipiente capitalismo ruso de principios del siglo XX. Lenin afirmó el 21 de abril de 1919: “El Comunismo de Guerra fue impuesto por la guerra y el colapso. No fue, y no podría haber sido, una política correspondiente a las tareas económicas del proletariado. Fue una medida temporal” (Dobb, 2012, pp. 82-83).

En las ciudades los intercambios se signaron por las recomendaciones de Sokolnikov durante el I Congreso Ruso de Consejos de la Economía Nacional: se impusieron precios fijos, que eran aumentados de forma periódica pero siempre a un ritmo menor al aumento de los precios en el mercado negro. Esto llevó a que rápidamente los productos con controles de precios (la mayoría de los productos de consumo popular) fueran entregados por las cooperativas de distribución del estado de manera prácticamente gratuita (Carr, 1966b, pp. 212-213). La contracara de esto era el racionamiento de los productos distribuidos por el estado. A medida que el racionamiento provocó descontento en la población urbana, hacia 1920 se reemplazó directamente por el pago de la mayor parte de los salarios en especie. Cualquier tipo de comercio por fuera de la distribución estatal y de las cooperativas de comercio estaba prohibido. Sin embargo, trabajadores y campesinos crearon un mercado negro paralelo a la distribución estatal, donde los campesinos vendían sus mercancías agrarias y los obreros mercancías producidas en sus fábricas, obtenidas mediante el pago del salario en especie o apropiadas ilegalmente (Carr, 1966b, pp. 243-244). El intercambio entre el campo y la ciudad lo llevaban adelante los “bolseros”, que en un principio aceptaban dinero en efectivo a precios exorbitantes para luego pasar a intercambiar sobre la base del trueque (Carr, 1966b, p. 243).

Desde el punto de vista monetario y financiero, Gukovsky, que estaba a favor de un abordaje más conservador de la política monetaria, fue reemplazado por Krestinsky, en general afiliado al ala izquierda del partido. Las dificultades eran pasmosas. La centralización y nacionalización de la banca no había producido ningún milagro desde el punto de vista del financiamiento de la industria rusa, y el repudio de las deudas, si bien evitaba que nuevos recursos se destinaran a su pago, no resolvía el problema del acuciante déficit fiscal. Krestinsky intentó recaudar un impuesto extraordinario revolucionario, un impuesto directo a la riqueza y los ingresos, que resultó en un nuevo fracaso, terminando de extinguir las esperanzas bolcheviques, registradas en su programa económico, en los impuestos directos (Carr, 1966b, pp. 247-249). La única real fuente de financiamiento público resultó ser la requisa de productos agrarios, una suerte de “impuesto en especie”, no calculado en base a una tasa y una base imponible sino en base al “excedente” de lo producido sobre las necesidades más básicas. Ya hemos señalado anteriormente el daño que causaron las requisiciones sobre la producción agraria.

Para 1919 se había agotado la capacidad de los soviets locales de recaudar sus propios impuestos -el agotamiento de stocks que menciona Dobb (2012, pp. 75 y 76)-, siendo sus gastos progresivamente absorbidos por el gobierno central. Al esfuerzo de financiar a los gobiernos locales se le sumó el financiamiento de la creciente industria nacionalizada que, lejos de producir ingresos para el estado, se encontraba agotada por la guerra, necesitada de inversiones de capital y, además, producía no con criterios de eficiencia y búsqueda de ganancia sino con criterios administrativos en función de ganar la guerra civil. Para aquellos recursos que el estado no podía entregar “en especie”, la industria necesitaba dinero para poder procurarlo en el mercado negro (Arnold, 1937, p. 68).

Las necesidades de financiamiento de la industria terminaron de liquidar al nacionalizado Banco del Pueblo. Es que el criterio centralizador del período indicaba que la industria debía ser financiada no por un banco, con criterios capitalistas de crédito comercial o industrial, sino directamente por el presupuesto a pedido del Supremo Consejo de la Economía Nacional, que era quien efectivamente organizaba la producción bajo el Comunismo de Guerra. El organismo de financiamiento debía estar interconectado con el de planificación, no podían tener criterios distintos (Carr, 1966b, p. 256). Por ello las funciones del Banco del Pueblo fueron sistemáticamente absorbidas por el Comisariado del Pueblo de Finanzas, que comenzó a financiar a la industria como cuentas del presupuesto del estado. Esta centralización, que seguía la lógica de la guerra civil, nuevamente no contemplaba ningún criterio de eficiencia económica. Las últimas funciones formales del Banco del Pueblo, la emisión monetaria y la confección de los presupuestos del estado, fueron trasladadas por decreto el 19 de enero de 1920 a la Administración Central de Presupuesto y Contabilidad, un órgano del Comisariado del Pueblo de Finanzas (Arnold, 1937, p. 70-71).

Durante los primeros meses de la revolución, el Banco del Pueblo siguió emitiendo los billetes de diseños anteriores a la revolución. En 1919 comenzó a emitir las “notas de crédito de 1918”, también conocidas como “piatakovkis”. En 1920, una vez que el Comisariado del Pueblo de Finanzas se hizo cargo de las emisiones, comenzaron a emitirse los “tokens de cuenta”, que pasaron a ser conocidos como “sovsnaks”, “token soviético”. Todos estos billetes estaban denominados en rublos. Arnold señala que billetes de distintos diseños tenían en el mercado diferentes valores, llegando los viejos romanov a valer más de 5.000 sovsnaks[18]. El gobierno aprovechaba este hecho para emitir una pequeña cantidad de romanovs y tener mayor poder de compra en el mercado (Arnold, 1937, pp. 78-82).

El gobierno central debía hacerse cargo de los gastos de la industria y de los gobiernos locales, con un aparato impositivo débil y sin posibilidad de endeudarse. El único camino posible era el de una emisión monetaria cada vez más fuera de control. El 26 de octubre de 1918, el gobierno decretó el aumento de la capacidad de emitir papel moneda no respaldado en un 200%.

Tabla 2: Emisión monetaria e inflación 1914 – 1921
Año Porcentaje de incremento de la cantidad de dinero con respecto al año anterior Tasa de inflación
1914 77,00% 28,70%
1915 92,00% 10,00%
1916 63,00% 105,00%
1917 198,00% 606,00%
1918 122,00% 690,00%
1919 267,00% 1376,00%
1920 419,00% 635,00%
1921 1400,00% 1616,00%
Fuente: Arnold, 1937, p. 92.

 

Este incremento en la emisión monetaria llevó a un incremento todavía mayor en los precios de la economía. Este fenómeno debe ser analizado particularmente. Al comienzo del proceso inflacionario, los aumentos de precios son menores al incremento de la emisión monetaria. El gobierno logra apropiarse de esta manera de una parte de la producción social. Sin embargo, cuando las relaciones sociales se deterioran, el gobierno pierde esta capacidad: sobreviene la hiperinflación, en la que los aumentos de precio son muchísimo mayores que los incrementos en la cantidad de dinero. Por el contrario, el gobierno corre por detrás de los aumentos de precios. El dinero comienza a tener cada vez menos valor, no solamente cada billete individual, sino todo el dinero de la sociedad.

Desde el punto de vista de la teoría del dinero de Marx, están ocurriendo dos fenómenos simultáneamente, en el terreno propiamente monetario y en el de la producción e intercambio de mercancías. En primer lugar, como hemos visto, Marx señala que el aumento en la circulación de papel moneda sin respaldo, por encima de las necesidades de la circulación, implica un aumento de los precios en la misma proporción. Sin embargo, Marx no considera la posibilidad del atesoramiento del papel moneda, dejando esta función del dinero en manos del dinero metálico, del dinero mercancía. Sin embargo, en los hechos el papel moneda puede y es atesorado en las sociedades modernas. En el comienzo del proceso inflacionario, no todo el papel moneda emitido está condenado a la circulación, parte del mismo es atesorado por las distintas clases sociales rusas. Con el pasar de los años, el deterioro de la situación económica, la caída de la producción y la intensificación de la depreciación del papel moneda, cada vez hay menos incentivos para el atesoramiento del papel moneda. En el Comunismo de Guerra tenemos varios actores que pueden poseer papel moneda: las empresas estatales, cooperativas de comercio, instituciones públicas; los trabajadores; los campesinos y otros pequeños productores privados. Hemos visto que las empresas públicas dependían del constante financiamiento público, su capacidad de atesoramiento era marginal. Los trabajadores buscaban gastar sus ingresos monetarios lo más rápidamente posible. Y los campesinos fueron modificando sus costumbres, vendiendo estrictamente lo que iban a comprar en el momento, sin atesorar dinero en efectivo y deshaciéndose de sus reservas anteriores como vimos ut supra. A medida que las políticas del Comunismo de Guerra avanzaron, instalando pagos en especie a los trabajadores, requisiciones en especie al campesinado y prohibiendo el comercio privado, hubo cada vez menos interés en contar con papel moneda. El hecho de que los bolseros, esos pequeños comerciantes que conectaban en el mercado negro a obreros y campesinos comenzaran imponiendo pagos exorbitantes en dinero para luego pasar a comerciar en base al trueque es un síntoma claro de este proceso. El rublo de papel estaba perdiendo una de las funciones del dinero, la de medida de los valores y reserva de valor, y por lo tanto estaba dejando representar efectivamente al dinero: el rublo se estaba desmonetizando.

Además, la cantidad de dinero necesaria para la circulación dependía para Marx de su velocidad y de la cantidad y valor de las mercancías que debían intercambiarse. La destrucción económica producto de la guerra, la revolución y la guerra civil redujo fuertemente la producción rusa. Markevich y Harrison (2011, p. 680) dan cifras para el período 1913 a 1928 muy esclarecedoras: en 1919 la producción en el territorio soviético era un 54% menor a la de 1914.

Tabla 3: ingreso neto nacional en Rusia soviética (1914=100)
Año Agricultura Industria de gran escala Industria de pequeña escala Total industria Total
1913 109 94 102 96 102
1914 100 100 100 100 100
1915 103 104 80 98 105
1916 85 89 90 89 95
1917 87 69 80 72 84
1918 67 29 75 42 51
1919 58 16 50 25 44
1920 54 16 45 24 43
1921 49 15 50 25 39
1922 59 21 55 30 45
1922/23 67 29 60 38 52
1923/24 88 38 73 48 68
1924/25 108 59 85 66 86
1925/26 113 84 93 86 99
1926/27 116 95 102 97 105
1927/28 120 111 102 109 112
Fuente: Markevich y Harrison, 2011, p. 680. Los autores calculan el ingreso neto nacional para el territorio soviético de entreguerras. Esto es significativo, ya que, con la derrota en la guerra, la pérdida de Finlandia, Polonia, parte de Ucrania, Estonia, Letonia, Lituania, el ámbito de utilización del rublo se redujo territorial y productivamente. En 1914, la diferencia entre el ingreso neto del Imperio Ruso, excluyendo a Polonia y Finlandia, ya era un 14% mayor al de los territorios que conformarían luego de la guerra civil la Unión Soviética.

 

Las cifras de Markevich y Harrison tienen en cuenta la producción, pero la economía de guerra de esta etapa en particular, reducía fuertemente la cantidad de mercancías arrojadas al mercado, incluso mucho más agudamente de lo que se reducía la producción propiamente dicha.

Además, las autoridades soviéticas tomaron medidas en favor de que las empresas del estado utilicen cada vez menos dinero en efectivo. Por ejemplo, el 2 de mayo de 1918 el gobierno decretó que todo el dinero del que dispusieran las instituciones y organismos del estado debía depositarse en el Banco del Pueblo, y todos los futuros pagos realizarse a través de registros dentro del banco (Arnold, 1937, p. 88). Esto remplazaba la utilización de papel moneda por dinero de cuenta, y además reducía fuertemente la demanda de dinero como medio de pago final. Ya señalamos ut supra que Marx mostraba que la demanda de dinero como medio de pago final es menor en la medida en que se concatenan y concentran los pagos, y la concentración en una misma entidad bancaria de los registros de todas las empresas nacionalizadas es una de las mayores concentraciones que podría imaginarse. El propio gobierno, además de restringir al mercado por la vía de las requisas y los pagos en especie, restringía el propio universo de circulación monetaria, reduciendo aún más su demanda y contribuyendo al incremento de su depreciación[19].

Katzenellenbaum (1925, pp. 76-77) señala que los partidarios de la “concepción mecánica de la teoría cuantitativa del dinero”, entendiendo por ello aquellos que consideran que la velocidad del dinero es estable, no pueden explicar este fenómeno, salvo que se deba a la caída en la producción, pero que “es muy difícil sostener que el volumen de intercambio de mercancías en Rusia a principios de 1923 sea de 40 o 50 veces menos que a principios de 1917, aparte del hecho de que no hay forma de probarlo”. Con la información sobre la producción recabada por Markevich y Harrison (2011) podemos hacer un cuadro con las identidades básicas de la teoría cuantitativa del dinero, de manera aproximada. Podemos acercarnos a las transacciones realizadas por la vía del índice de la producción total y al valor de las mercancías por el índice de precios. Como hemos mencionado, esto no es más que una aproximación, ya que no hay información adecuada sobre qué porcentaje de lo producido se intercambiaba como mercancías y que parte era requisado y repartido “en especie”. Esto es fundamental porque en la teoría de Marx, aquellos productos confiscados y repartidos en especie no forman parte del universo de las mercancías que hacen a la necesidad de circulante en la economía mercantil. Sin embargo, con esa salvedad podemos ver los datos en la tabla 4, donde se presenta el índice de producción, el índice de precios, la cantidad de dinero en circulación y un residuo, que podemos emparentar con la velocidad de circulación del dinero de la teoría cuantitativa, como el resultado de realizar [20].

Tabla 4: producción, cantidad de dinero, precios y velocidad del dinero 1914-1922 (1914 = 100)
Año Ingreso neto Papel moneda en circulación Precios Velocidad
1914 100 100 100 100
1915 105 177 129 76
1916 95 340 142 39
1917 84 554 290 44
1918 51 1.651 2.049 64
1919 44 3.665 16.187 193
1920 43 13.449 238.915 763
1921 39 69.802 1.756.025 984
1922 45 1.047.023 30.133.381 1.301
Fuente: Arnold, 1937, p. 92 y Markevich y Harrison, 2011, p. 680. El índice de precios y cantidad de papel moneda en circulación corresponde al 1ero de enero de cada año.

 

En la tabla 4 puede observarse lo que ya hemos mencionado, en los primeros años de la guerra la emisión monetaria no impactó en la misma proporción en el incremento de los precios. Las primeras emisiones quitaron oro de circulación, lo que en sí mismo no es inflacionario, y hubo una tendencia a atesorar una parte de las nuevas emisiones de papel moneda. Esto comenzó a revertirse en 1916 y se profundizó en 1917 cuando el gobierno provisional utilizó de manera prácticamente exclusiva la emisión monetaria como mecanismo de financiamiento. Los bolcheviques tomaron las riendas del gobierno cuando la velocidad de circulación del dinero no paraba de aumentar, sintetizando las tendencias mencionadas: desatesoramiento, pasaje a la economía “natural” de trueque y requisas, acortamiento entre el momento de venta y de compra por parte de los campesinos, reducción en la necesidad de circulante por parte de las empresas del estado atadas a la contabilidad del Banco del Pueblo.

La “naturalización” de la economía en el Comunismo de Guerra fue un retroceso con respecto al intercambio de mercancías. Una vuelta al “intercambio directo de productos”, que no solo limitaba económicamente a la sociedad, sino que socavaba la base del Estado Obrero para financiarse mediante una emisión monetaria indiscriminada. Eso puede verse en las cifras provistas por Preobrazhensky, Yurovsky, Davies y las propias en base a los datos de emisión mensual e índices de precios mensuales de Katzenellenbaum y Arnold, que señalan como el valor real de la emisión monetaria del estado se deterioró sistemáticamente, poniendo en cuestión el último (y prácticamente único) instrumento de financiamiento que le restaba al gobierno soviético además de la requisa a los campesinos (tabla 5).

Tabla 5: Valor real de la emisión monetaria (en millones de rublos de 1913)
Año y semestre Davies Yurovsky Preobrazhensky Cálculo en base a los datos de Katzenellenbaum y Arnold
1918 1er 372 409 525 372
1918 2do 162 151 161
1919 1er 114 116 386 128
1919 2do 108 109 122
1920 1er 60 61 186 68
1920 2do 60 61 65
1921 1er 36 34 146 39
1921 2do 143
Fuentes: Davies, 1958, p. 31, Yurovsky, 1925, p. 28, Katzenellenbaum, 1925, pp. 56, 57, 70, 74 y 75 y Arnold p. 91. Si bien hay algunas diferencias entre cada uno de los cálculos realizados, los resultados son similares.

 

El Comunismo de Guerra es una consecuencia de la pérdida de capacidad del gobierno de financiarse de otra manera que no sean las requisas a los campesinos. Pero, al mismo tiempo, las políticas del Comunismo de Guerra llevaban a una disminución aún mayor de esa capacidad de financiarse, especialmente a partir de la reducción de los ingresos reales producto de la emisión monetaria. El piso de ingresos reales producto de la emisión monetaria se encuentra a principios de 1921, los últimos meses de funcionamiento del Comunismo de Guerra. En el final de este proceso, la proclama de Marx de que el estado no puede crear valor de la nada mediante la emisión monetaria llega a su punto cúlmine. El papel moneda deja de ser dinero. Ya dejó de ser reserva de valor, y se expresó cuando comenzó el proceso de desatesoramiento sistemático. También deja de ser medio de circulación, cuando los productores de mercancías prefieren avocarse al trueque. Y, con el desplome sistemático de su valor, era cada vez más difícil utilizarlo como medida de los valores, como veremos a continuación.

4.1 Bujarín y Preobrazhensky: ultraizquierdismo y romantización del Comunismo de Guerra

En diversos textos del período importantes teóricos del bolchevismo como Bujarín y Preobrazhensky se explayaron sobre las virtudes de la abolición del intercambio, señalando que, si bien pudo haber errores o excesos, fue una política consciente que tendía a la superación del modo de producción capitalista. En su folleto La economía política del período de transición, Bujarín señala que, al finalizar la guerra civil, la estructura del Comunismo de Guerra -la administración del intercambio entre el campo y la ciudad- debía sostenerse y consistía en un paso adelante en el proceso revolucionario (Howard and King 1989, pp. 292-294). En el artículo “Trabajo común para el fondo común”, publicado originalmente en el periódico bolchevique Pravda, y luego en el órgano de la III Internacional “The communist”, Bujarín (1920) ofrece una arenga contra el intercambio libre de productos, señalando que era la administración del trabajo y la distribución la que podía salvar a la sociedad rusa del caos. Había una fuerte idea de que la desintegración de las relaciones sociales fundadas en la producción de mercancías, en el valor, era un paso en el camino de la transformación socialista. Desde un punto de vista monetario, la desmonetización del rublo se veía como un fenómeno deseable y, además, inevitable. El rublo aún existía, pero estaba condenado a perecer, en un plazo aparentemente corto. Por ejemplo, en el artículo Papel moneda en la época de la dictadura del Proletariado, de 1920, Preobrazhensky dedica

“[…] este trabajo incompleto al instrumento cuya perfección e inmenso esfuerzo inspiró la escritura de estas páginas: la imprenta del Comisariado del Pueblo de Finanzas. El gobierno revolucionario de Francia pudo sobrevivir y hacer la guerra gracias a la emisión de papel moneda; los asignados fueron lo que salvó a la gran Revolución Francesa. El papel moneda de la República de los Soviets ha apoyado al nuevo poder durante el período más difícil de su existencia, cuando no era posible pagar los costos de la guerra civil a través de impuestos directos. ¡Gloria a nuestra imprenta! Es verdad, no le queda mucho tiempo de vida, pero ya ha completado tres cuartos de su trabajo. En los anales de la gran revolución proletaria, junto con los cañones, rifles y ametralladoras de nuestra época, el mecanismo de la ametralladora del Comisariado del Pueblo de Finanzas ocupará un lugar de honor. Esta ametralladora disparó al orden burgués por la espalda, en su sistema monetario, y transformó las leyes de la circulación monetaria en el régimen burgués en un medio para destruir ese régimen y una fuente para financiar la Revolución” (Preobrazhensky, 2014, p. 733).

Por un lado, asigna un rol realista a la emisión monetaria descontrolada: el último recurso para ganar la guerra y para terminar de expropiar las reservas monetarias de la burguesía, los terratenientes y, agregamos nosotros, el campesinado. La ubica como un instrumento de la guerra de clases, para luego señalar que “no le queda mucho tiempo de vida”, expresando que la desmonetización del rublo marcaba un rumbo deseable.

Más adelante en el mismo texto Preobrazhensky teoriza por qué no es un problema la liquidación del medio general de los intercambios. Según el dirigente bolchevique, si la salud y la fuerza de la sociedad burguesa, capitalista, se encuentra en el incremento en la cantidad de mercancías vendidas, en la “nueva sociedad” se encuentra en la cantidad de productos directamente distribuidos. Y esta relación la interpreta como la lucha entre las mercancías y los “productos”, una lucha entre el mercado libre y el Comisariado del Pueblo de la Alimentación (2014, p. 757).

No hay en el texto una real mención a la cantidad total de bienes de uso producidos, sino que la importancia se asigna a la forma en que esos bienes de uso se producen e intercambian: como mercancías o productos.

En este proceso de reducción en la cantidad de bienes de uso-mercancías y aumento de los bienes de uso-productos, es lógico para Preobrazhensky que, incluso sin emisión monetaria, el valor del papel moneda se reducirá, ya que hay menos mercancías por las cuales intercambiar el stock existente.

Pero en caso de que sobreviviera durante el período de transición un sector “pequeño burgués”, en este caso el campesinado, existe una oportunidad para que el Estado Obrero se apropie sistemáticamente de recursos a partir de la emisión monetaria:

“Si la imprenta funciona bien entonces no hay nada que pueda impedir al gobierno agregar ceros. En lugar de 10 rublos, el billete se puede imprimir de 10 millones. Y esos 10 millones se pueden intercambiar por un saco de cebollas o un par de botas en el mercado libre. Esto no es un problema si los salarios de los trabajadores están en cuatro quintas partes naturalizados [pagados en especie] y el quinto restante sea ajustado de acuerdo a la inflación.

Esta perspectiva puede horrorizar a la gente común […] Pero no hay nada terrible en esto para el Estado Socialista […]” (Preobrazhensky, 2014, pp. 758-759).

Preobrazhensky no niega el efecto inflacionario de la emisión de cantidades ingentes de signos monetarios. Tampoco tiene fantasías acerca de que la emisión monetaria “cree valor de la nada”: tan solo permite al estado apropiarse de parte del valor generado en la sociedad. Pero subestima profundamente el rol del dinero, con todas sus funciones, en una economía en transición, y por lo tanto subestima los problemas que trae aparejada la desvalorización acelerada de la moneda, un tópico común entre el ultraizquierdismo bolchevique de la época. En el fondo Preobrazhensky sostiene que el estado obrero está en condiciones de reemplazar el mecanismo de la ley del valor. En las páginas siguientes explica como el estado podría fijar precios en el marco de una fuerte depreciación del papel moneda producto de la emisión. Para regular los precios, el poder obrero tiene las siguientes opciones:

  1. Intentar fijar los precios al valor del momento de la revolución. Pero, sostiene Preobrazhensky, está establecido con “irrefutable claridad” que es imposible fijar los precios del mercado libre de esta manera.
  2. Tomar los precios de base al momento de la toma del poder por parte del proletariado y establecer las relaciones entre los distintos productos. Si los precios del mercado son 25 rublos por una libra de manteca, 500 rublos por un par de botas, 100 rublos por una libra de harina, entonces puede establecerse que un par de botas vale 5 veces más que una libra de harina, que a su vez vale 4 veces más que una libra de manteca. Si el estado emite billones de rublos, simplemente debe ajustar esas proporciones a la depreciación del papel moneda. Estos nuevos precios no serán producto de la fantasía, sino que se basarán en la “verdadera relación entre los distintos productos y el papel moneda en circulación”. Ante cada emisión, el gobierno simplemente deberá corregir los precios de esta manera (Preobrazhensky, 2014, pp. 764-765).

El análisis de Preobrazhensky es interesante, pero se aparta profundamente de la teoría del valor de Marx. Lo primero que admite es que la desvalorización creciente del rublo socava su capacidad de servir como medida de los valores. Sin embargo, esto no sería un problema.

Pero, como vimos en el capítulo 2, es imposible para los productores de mercancías (y también para el estado, incluso cuando ocupa el rol de productor) conocer el valor de las mercancías. El valor de las mercancías y su relación entre unas y otras solo puede conocerse de manera indirecta y por aproximaciones sucesivas a través de la propia dinámica del proceso de intercambio mercantil. Es un error profundo creer que las proporciones entre los precios de distintas mercancías ¡en medio de una guerra y en el momento previo a una revolución! son el índice correcto para toda la eternidad (o por lo menos para el período de la transición) para planificar la economía. En el fondo lo que expresaba Preobrazhensky, entre otros autores en este período ultraizquierdista de un sector del partido Bolchevique como Bujarín, era la idea de que se podía planificar la economía de la transición sin recurrir en ningún momento a los mecanismos del mercado y de la ley del valor, sino exclusivamente a través de decisiones o reglamentaciones desde el estado. Esto se expresó en el riquísimo proceso de intento de elaboración de un presupuesto “en especie”.

4.2 El presupuesto

En el primer año luego de la revolución, el presupuesto del estado comprendía los gastos de la administración central, sociales, culturales y de defensa. Los soviets locales y la industria nacionalizada recibían recursos desde el centro, pero no se incluían dentro del presupuesto, salvo por los ferrocarriles, que se encontraban en el mismo desde el zarismo. Incluso Davies señala que, en esos primeros meses, los “créditos bancarios” del Banco del Pueblo eran una fuente de financiamiento más importante para la industria que el presupuesto del estado: eran en realidad un subsidio público a la industria nacionalizada. (Davies, 1958, p. 30)

Con la profundización del Comunismo de Guerra, la nacionalización total de la industria y la centralización, esto se hizo insostenible: la administración y dirección de la industria debían estar acompañadas, institucionalmente, por su financiamiento.

A mediados de 1918, con la prohibición de la comercialización privada de productos, la mayoría de las compras y ventas de las empresas se hacían a los precios fijados por el estado, sensiblemente menores a los del mercado negro. Esto llevaba a que ninguna empresa pudiera ser autosuficiente, ya que la compra de materias primas en el mercado negro y el pago de los salarios superaba con creces los ingresos de las ventas. La única manera que tenía la industria de hacerse con los recursos monetarios para funcionar era a través de asignaciones del estado.

Rápidamente el Comisariado de Finanzas comenzó a pedir a los administradores de la industria que estimen el presupuesto de sus unidades productivas, en aras de la centralización absoluta de las necesidades financieras. Para el 4 de marzo de 1919 todas las empresas nacionalizadas se encontraban dentro del presupuesto de la administración central. Todos sus ingresos debían ir como ingresos del tesoro, y todos los gastos se hacían con partidas presupuestarias previa aprobación de las estimaciones.

Davies señala algunos problemas en este sistema, donde la falta de recursos llevaba a las empresas a esconder de la administración sus ingresos, para poder utilizarlos para pagar los salarios o comprar materias primas cuando se retrasaban las partidas presupuestarias. El 23 de enero de 1919 se prohibió la exigencia de pago en efectivo, cheque o transferencia monetaria a cualquier institución soviética: todas las liquidaciones debían hacerse a través del tesoro. El acceso al mercado negro se prohibió de manera taxativa el 15 de julio de 1920 (Arnold p. 107). Estas junto con el resto de las medidas estudiadas en este capítulo -requisiciones o impuesto en especie, pago del 93% de los salarios en especie (Nakamura, 2017, p. 16)- fueron quitando cada vez más bases a la utilización del dinero, reduciendo cada vez más la “base imponible” del impuesto inflacionario: “Lejos de considerar en su interés producir un incremento de la demanda de dinero en el país, el gobierno sistemáticamente adoptó nuevas medidas para contraerla” (Yurovsky, 1925, p. 35).

La política de contribuciones recolectadas por los soviets locales también fue puesta en cuestión durante el Comunismo de Guerra. Rápidamente los stocks de bienes y dinero sobre los cuales se realizaron las colectas se agotaron, y se hizo necesario centralizar los impuestos en el estado nacional, así como absorber los presupuestos locales y fusionarlos con el del estado nacional. Esto se expresó institucionalmente en la lucha entre el Comisariado de Finanzas y el de Asuntos Internos, con el primero abocando por la mayor centralización posible y el segundo por la iniciativa de los soviets locales. Al igual que con la industria, el Comunismo de Guerra decantó la discusión en favor del Comisariado de Finanzas, que tomó en sus manos el conjunto de los instrumentos financieros y presupuestarios del país, así como en su momento las funciones del Banco del Pueblo.

Con el Comunismo de Guerra y las expectativas que generó en el partido bolchevique, el presupuesto adoptó un rol mucho más importante al de cualquier estado capitalista. Con la economía nacionalizada el presupuesto no solo administraba los gastos del estado, sino la producción industrial del país. El programa del Partido Comunista (Bolchevique) de 1919 expresaba:

“22. En la época en la que los medios de producción expropiados a los capitalistas comenzaron a socializarse, el estado deja de ser un aparato parasitario parado por encima del proceso productivo; comienza a transformarse a sí mismo en una organización que realiza directamente la función de dirección de la economía del país y en este sentido el presupuesto del estado se transforma en el presupuesto del conjunto de la economía nacional” (Partido Comunista Ruso 1961, p. 123).

Parte del programa financiero del bolchevismo era la disciplina presupuestaria y la austeridad, en comparación con el estado Zarista, que sostenía la corte y la guerra imperialista. Dicho programa puede rastrearse en clásicos del leninismo o el marxismo, textos como El estado y la revolución (Lenin 1997, pp. 11 y 51), El dieciocho brumario de Luis Bonaparte (Marx, 2023, p. 186), donde Marx retrataba al estado francés como un espantoso organismo parasitario que taponaba todos los poros de la sociedad francesa, o La Guerra Civil en Francia, donde Marx reivindica a la Comuna de París como un gobierno “barato”, en oposición al estado capitalista “vampiro” (Marx y Engels, 1984, p. 150).

Entre 1918 y 1920 hubo un enorme esfuerzo por parte del Comisariado de Finanzas para exigir a los diferentes departamentos que ajusten sus demandas de presupuesto. En 1918 las demandas presupuestarias se redujeron en un 29,6%, en 1919 en un 33,1% y en 1920 en un 15,4% con respecto a las iniciales. Eso explica en parte el pequeño alivio presupuestario constatado en 1918.

Sin embargo, el caos monetario no facilitaba el control presupuestario. No solo el rublo se depreciaba todos los meses, sino que lo hacía de forma irregular en cada período y zona geográfica, y de manera heterogénea con respecto a cada mercancía. Esto significaba que el valor real de cualquier estimado había cambiado (en general disminuido) para el momento en que efectivamente se sancionaba legalmente. El pasaje a presupuestos bianuales en julio de 1918 no logró resolver el problema. En general los presupuestos se transformaron en una “declaración post factum de las intenciones financieras del gobierno para un período ya transcurrido” (Davies, 1958, p. 36).

Esto llevó a que el control presupuestario fuese cada vez más difícil. Para 1920 los estimados de los distintos organismos se consideraban “aprobados por el gobierno” al momento de ser presentados. Esto no expresa un simple descontrol del gasto. Ya vimos que el proceso de desmonetización del rublo ponía en manos de los organismos administrativos del estado la función y la responsabilidad de administrar las relaciones sociales de todo el país.

El caos presupuestario en realidad expresa un alto grado de desorganización social. Para 1921 ni siquiera se seguían compilando los estimados de los diferentes departamentos. En marzo de 1921 se abolieron las comisiones presupuestarias de los diferentes comisariados e incluso la comisión presupuestaria interdepartamental del Comisariado de Finanzas: fue el fin de la compilación de presupuestos monetarios durante el Comunismo de Guerra (Davies, 1958, pp. 37-38).

Sin embargo, era necesario planificar la economía, justamente por este rol de centralización de las relaciones sociales que personificaba el estado soviético. Para eso, y como parte de la ideología que vislumbraba la próxima desaparición de la moneda, se comenzó a trabajar en la idea de realizar un presupuesto calculado no en rublos, sino en especie, a fines de volver a tomar el control de las finanzas y la planificación.

El principal problema era cómo encontrar un sustituto para el dinero, a fines de poder expresar de manera homogénea el conjunto de bienes y servicios a disposición del presupuesto. Era imposible encontrarlo en las obras de Marx, que consideraba fantasiosas las teorías socialistas que buscaban el reemplazo del dinero por bonos horarios (ver la crítica del capítulo 2). Uno de los proyectos era el señalado por Preobrazhensky anteriormente: contabilizar a partir de proporciones fijas basadas en los precios de 1914. Otra idea fue establecer una “unidad de trabajo”, llamada tred, o “unidad de energía”, ened.

La propuesta era que la unidad de medida fuera el producto “normal” de un trabajador de una complejidad “normal” en un determinado período de tiempo. Debían ajustarse las mayores o menores complejidades y productividades del trabajo. En el fondo, se buscaba un reemplazo del dinero que cumpliera el rol de representar de manera directa el valor, el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir un bien. Nuevamente, no existe ningún mecanismo en la teoría del valor de Marx para “conocer” a priori los valores de las mercancías, y el que cumple ese rol de manera efectiva en el capitalismo es el dinero. Para poder realizar los cálculos, y aproximar a la productividad normal y las habilidades normales se pretendía utilizar las escalas salariales de los diferentes oficios de antes de la revolución.

Arnold (1937, p. 109) cita la propuesta más avanzada para resolver el problema de la conversión de trabajo complejo a trabajo simple para poder realizar un catálogo general de precios de los productos soviéticos en treds. El catálogo se debía basar en los precios previos a la guerra. Los precios previos a la guerra serían convertidos en treds, dividiéndolo por la cantidad de rublos de oro correspondientes a un tred, este último calculado a partir de la comparación del costo de producción de ese bien en términos de rublos de oro o treds.

Tanto la propuesta de Preobrazhensky como la de los treds buscaba que el estado asigne “valores” a las diferentes mercancías de acuerdo a criterios más o menos objetivos, pero que no tienen nada que ver con la ley del valor. Para planificar la producción en cualquier sociedad, ya sea una sociedad de productores libremente asociados o de unidades productivas independientes como el capitalismo, es fundamental poder considerar de manera dinámica las productividades del trabajo. El tiempo de trabajo socialmente necesario para producir mercancías se encuentra en constante cambio, e incluso más en un período de cambio tecnológico, de incorporación de maquinaria y equipos nuevos, de aumento de la escala. ¿Por qué el valor del cereal debería ser el mismo en una sociedad con una gran explotación agraria con maquinaria agrícola de primera generación que en el campo ruso atrasado de 1914? ¿O el valor de cualquier bien de consumo manufacturado antes de la guerra y después de la destrucción de la economía? ¿O después de la electrificación de la industria? En el mejor de los casos se estaba creando una nueva moneda, atada al patrón oro previo a la guerra, con la contracara de que, en lugar de tener en cuenta la realidad económica y productiva soviética de 1921, se basaba en la realidad económica y productiva de la Rusia de los zares.

Davies (1958, p. 44) es muy agudo cuando señala que el proyecto del tred intentó fijar precios exclusivamente basados en la cantidad de trabajo contenido (más allá de la imposibilidad de descubrir realmente esa magnitud), sin contemplar la inversión en capital constante, bienes de capital y materias primas. En términos de la teoría marxista de los precios es el problema teórico del pasaje de valores a precios de producción: estos últimos están basados en los valores de las mercancías, pero ajustan el precio en función de la relativa composición orgánica de los capitales en cada rama productiva (Marx y Engels, 1995, pp. 219-251). Planificar a partir de precios-valores en lugar de precios de producción beneficia con precios relativos más altos a aquellas ramas de la industria que cuentan con una mayor proporción de utilización de mano de obra que capital constante. Incentivar desde la planificación central que las distintas ramas de la industria utilicen menos maquinaria y más mano de obra castiga la inversión e impulsa directamente el subdesarrollo de las fuerzas productivas.

Estas propuestas pueden servir para resolver el problema de la unidad de medida, pero no pueden resolver el de la planificación racional, con criterios de productividad, de economizar el tiempo de trabajo. Sí pueden servir para impulsar una planificación administrativa, burocrática, con criterios políticos más o menos arbitrarios.

4.3 Ingresos, déficit fiscal y la crisis del Comunismo de Guerra

Hemos visto en la tabla 5 el derrumbe del valor real de la emisión monetaria del estado. Hacia el final del Comunismo de Guerra la producción de papel moneda era la industria que ocupaba más trabajadores en Rusia, 13.616 trabajadores en enero de 1921 (Yurovsky, 1925, p. 29). Cómo hemos argumentado y muestran los datos, el proceso de desvalorización de las continuas emisiones de papel moneda comenzó antes del Comunismo de Guerra, y fue una de las causas que llevaron a su implementación. Sin embargo, las medidas asociadas al mismo contribuyeron aún más a reducir la demanda de dinero, colaborando con el proceso mismo de desmonetización del rublo y poniendo en cuestión una de las únicas fuentes de financiamiento monetario del estado soviético.

La otra fuente de financiamiento -no monetario- eran los productos en especie que el estado comenzó a recaudar por la vía de las requisas, y lo producido por la industria nacionalizada. Esta recaudación logró compensar la caída en los saldos reales recaudados en la imprenta. Ya hemos citado a Dobb (2012) con cifras sobre el incremento en las toneladas de cereales requisados (pp. 75-76). También Arnold (1937, p. 95) ofrece cifras que respaldan esa idea. Yurovsky (1925, pp. 23-24) cita al experto ruso S. A. Golovanoff que afirma que para 1920 los ingresos totales del estado llegaban a 1.726 millones de rublos de 1913, pero que los ingresos monetarios eran de tan solo 126 millones, un 7,3%. La cifra de 126 millones de rublos de 1913 como valor real de la emisión monetaria es bastante cercana a la que presentamos en la tabla 5. Este dato es importante para ubicar en su justa medida la importancia de la emisión monetaria para el régimen del Comunismo de Guerra: hacia el final del mismo más del 90% de los ingresos se obtenían “en especie”, alimentando realmente las ilusiones en la posibilidad de avanzar rápidamente a la eliminación total de la moneda.

El límite de este proceso era que para 1921 la economía seguía cayendo (ver tabla 3). Rusia seguía “viviendo de su capital” (Dobb, 2012, p. 71) y ese capital se depreciaba sin cesar. Para poner en marcha la economía hacían falta recursos extraordinarios, pero el Comunismo de Guerra había agotado los stocks, tanto materiales como morales de la sociedad rusa. También hacía falta poder planificar la economía, y la destrucción de la unidad monetaria atentaba sistemáticamente contra cualquier intento, no solo de planificación, sino incluso de contabilidad económica.

La sociedad rusa organizada de esa manera en el Comunismo de Guerra logró dos objetivos: ganar la guerra civil y alimentar (en la medida de lo posible) a los obreros de las ciudades. Pero para ir más allá, determinar la productividad del trabajo en distintas unidades productivas a fines de maximizar el rendimiento del trabajo, acumular capital, avanzar en el desarrollo tecnológico y productivo, incentivar el crecimiento de la producción agraria, cualquier objetivo relacionado con el desarrollo económico, era necesario organizar la sociedad de otra manera. La última propuesta destinada a incrementar la superficie cultivada, diezmada por el desincentivo a la producción individual que significaron las requisas, fue la de fijar por ley un área mínima que era obligatorio sembrar. Una conclusión lógica (y absurda) del Comunismo de Guerra: la organización de la producción por medio de la coerción generalizada. La propuesta fue aprobada pero no llegó a ser efectiva (Dobb, 2012, pp. 120-121). No es el objetivo de este trabajo juzgar a los bolcheviques y sus medidas. El Comunismo de Guerra fue un conjunto de medidas desesperadas tomadas por el jóven gobierno de la inexperta clase obrera rusa para ganar una guerra civil feroz y derrotar a todas las potencias imperialistas de la época. Pero sí es necesario entender que, más allá de garantizar el triunfo en la guerra -¡qué no es poca cosa!- no había nada para rescatar en él en el terreno económico o social. La aspiración marxista es la liberación de la humanidad de toda explotación y opresión. Un decreto del gobierno obligando a una familia campesina a sembrar una mayor cantidad de tierras de las que esa familia quiere no tiene nada que ver con la libertad, sino más bien con la esclavitud.

Luego del triunfo en la guerra civil y con el trasfondo de la rebelión de la base naval de Kronstadt de marzo de 1921, que impulsaba centralmente las demandas del campesinado contra las requisas y el monopolio estatal de cereales, junto con el pasaje del campesinado de la “rebelión silenciosa” contra el rublo a alzamientos armados en el campo contra las requisas (Dobb, 2012, p. 121), el partido bolchevique resolvió abandonar finalmente la política del Comunismo de Guerra, junto con todas sus ideas acerca de un presupuesto en especie y el tred, y embarcarse en la Nueva Política Económica (NEP, por sus siglas en ruso). Pronto se llegó a la conclusión de que una nueva manera de organizar a la sociedad rusa debía comenzar por restaurar una moneda como dinero, como medio de circulación, pero también como medida de los valores, reserva del valor e instrumento de atesoramiento.

 


[15] La reproducción ampliada, en el esquema económico de Marx, es aquella en la cual se reinvierten las ganancias para incrementar la producción de manera contínua.

[16] Como señala Eric Toussaint (2019) la mayor parte de la escasa producción manufacturera era destinada a sostener el ejército: “en 1920, el Ejército Rojo absorbía el 50% de la producción industrial, el 60% del azúcar, el 40% de los suministros de grasa, el 90% de los calzados para hombre, el 40% del jabón y el 100% del tabaco.”

[17] Un pud es un equivalente ruso de 16,88 kilogramos.

[18] Arnold lo atribuye principalmente a la posibilidad de derrota soviética en la guerra civil y restablecimiento de la dinastía Romanov en el gobierno, además de la escasez relativa de estos billetes (1937, p. 82).

[19] Además de la ideología en favor de la rápida desaparición del dinero que comenzaba a gestarse en muchos dirigentes bolcheviques, evidentemente otro de los motivos de este tipo de medidas, que en última instancia afectaban la capacidad del gobierno de financiar gastos reales mediante la emisión de papel moneda, era la dificultad de distribuir las enormes cantidades de dinero en efectivo que hacía falta para operar. Arnold por ejemplo menciona la “hambruna de moneda [currency famine]” que generaba la aceleración de los aumentos de precios (p. 96). A favor de la utilización del libro de cuentas del Banco del Pueblo para la realización de todos los pagos se encontraba también la necesidad de controlar los gastos e ingresos de los distintos Comisariados y las empresas nacionalizadas.

[20] No es correcto hablar de velocidad de circulación del dinero en términos marxistas en este caso por varias razones. En primer lugar, porque para Marx el único dinero que tiene velocidad de circulación es el que efectivamente circula. El dinero que sale de la circulación y es atesorado no tiene “velocidad de circulación cero”, sino que en realidad dejó de cumplir una de las funciones del dinero, la de ser medio de circulación. En segundo lugar, el residuo no se calcula sobre las mercancías efectivamente en circulación, sino sobre un índice de producción. Un índice de “bienes de uso” que no tiene en cuenta qué porcentaje de los mismos se intercambiaron como mercancías y cuales como “simples productos del trabajo”.

Por lo tanto, este indicador puede sobreestimar la cantidad de mercancías y la cantidad de dinero realmente en circulación. Un aparente aumento en la velocidad de circulación del dinero puede estar escondiendo en realidad una disminución de los bienes de uso vendidos como mercancías, o una aparente reducción de la velocidad de circulación del dinero, ocultar un incremento en el atesoramiento.

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