La iglesia católica argentina se lava la cara respecto a su rol en la dictadura

“La verdad los hará libres”, es el título del libro en el que se realiza una investigación sobre la documentación eclesiástica sobre la última dictadura militar.

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“En el escenario prolijamente montado en la Universidad Católica Argentina, Luis Liberti, fue el encargado de tipificar la actuación de la jerarquía de la Iglesia frente a la dictadura, evitando señalar nombres (que sí aparecen en los libros) y eligiendo establecer lo que él mismo denominó ‘posicionamientos’. Una primera caracterización se hace con ‘los obispos que optaron por el diálogo’ con el régimen militar de ‘una manera sistemática y permanente’, algo que tuvo su más clara expresión en la llamada Comisión de Enlace que funcionó entre 1976 y 1982, (22 reuniones) con la pretensión de intercambiar información entre los obispos y los secretarios generales de las Fuerzas Armadas” (Página 12, Washington Uranga, 19/4/23)

“La verdad los hará libres”, es el título del libro en el que se realiza una investigación impulsada por la Conferencia Episcopal Argentina sobre la documentación eclesiástica (parcial según los presentadores) sobre la última dictadura militar, presentado en la Universidad Católica Argentina.

En los últimos meses, una catarata de disculpas, arrepentimientos, reconocimientos de culpas, han irrumpido de parte de las jerarquías y figuras de la Iglesia católica en la Argentina sobre su participación en el genocidio.

¿Por qué será? Ellos no participan de las elecciones, no dependen del voto popular, ¿por qué este año es el año del arrepentimiento?

Aunque a las jerarquías de la Iglesia no las proclama el voto popular, sí el “ambiente popular” las condiciona. Más aún en un momento de gran inestabilidad política, social, en el que muchos “no saben para dónde disparar”. Y la Iglesia, como cabal defensora de los intereses de la sociedad capitalista y sus sagradas instituciones, se quiere sacar las manchas más oprobiosas que la cubren, como su participación y apoyo directo a la última dictadura militar.

El miedo no es zonzo y las jerarquías eclesiásticas no lo son ni un ápice

En pocos meses, han aparecido un notable número de ediciones con diferentes autores “reconociendo” la participación de la “sagrada” institución en los crímenes de la dictadura.

Más aún, monseñor Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, realizó una visita al casino de oficiales del ex centro clandestino de la ESMA, con declaraciones posteriores reconociendo que hubo un “error” de parte de la institución, pero no tanto…

Lo novedoso es que realizó una visita a ese lugar de la Memoria, que es un símbolo de los vejámenes de la última dictadura militar y al cual no concurren los negacionistas, ni los cómplices, sentando un precedente de parte de las jerarquías eclesiásticas…

Pero la Iglesia, como parte de la sociedad capitalista, fundamental en la defensa de sus instituciones, conoce mejor que muchos que el mundo está convulsionado y que Argentina es una debacle nacional y popular… Que las próximas elecciones, hasta ahora, han abierto más crisis e incógnitas que certezas y, por lo tanto, hay que ponerse en primera fila para contener los posibles futuros (mediatos o inmediatos) estallidos sociales.

Para poder cumplir ese rol, necesita ubicarse como una referencia política con autoridad, como lo fue con la guerra de Malvinas (en esa oportunidad tuvo que aterrizar el mismísimo Santo Padre que vive en Roma para calmar a la plebe insurrecta). Sin llegar a ese punto extremo, sí sabe perfectamente que pueden darse situaciones de disconformidad y repudio a esta situación tan apremiante y abre el paraguas antes de que llueva.

Y una de sus manchas más atroces, y no se la puede sacar de encima, es su apoyo y participación explícita en los crímenes de la última dictadura. Entonces, entrega una parte de los archivos, escribe algunos documentos autocríticos… y el resto de los archivos los mantiene bien guardados bajo siete llaves y no denuncia a ningún colaborador directo en el genocidio ni da datos que ayuden a encontrar nuevos colaboradores del genocidio o nuevos nietos recuperados…

Es una astuta maniobra política para “decir algo” y “seguir callándose la boca”. No pueden lavar sus culpas con agua cristalina, porque la que está en su poder ya está manchada con sangre.

Las nuevas generaciones, con su pelea implacable anticapitalista, pondrán en su lugar a las cúpulas eclesiásticas que nos quieren engañar lavando sus culpas con agua estancada. Los archivos en manos de todas las jerarquías del poder eclesiástico, militar, civil, deben ser entregados a sus verdaderos dueños: los organismos de derechos humanos y familiares que siguen la pelea en las calles y en los tribunales por más Memoria, Verdad y Justicia.

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