El sábado por la mañana, un joven de 18 años llamado Gendron Payton ingresó armado a un supermercado en Buffalo, Nueva York. Equipado también con un chaleco antibalas, un casco y una cámara que lo transmitía todo en vivo, comenzó una matanza que dejó 11 muertos y 2 heridos, la gran mayoría personas negras.

La brutal masacre comenzó en el estacionamiento de la tienda, y continuó en el interior del local. Cuando la policía llegó, unos minutos después, el joven se entregó. Increíblemente, en un país donde los asesinatos policiales de personas negras desarmadas son moneda corriente, Payton fue detenido por la policía sin causarle ni un rasguño, a pesar de estar fuertemente armado y haber cometido una masacre.

A través de su actividad en las redes sociales e incluso por una inscripción racista que llevaba en el arma que utilizó ese día, pudo constatarse que el asesino es un supremacista blanco, adherente a teorías conspirativas, simpatizante de la ultraderecha y del ex Presidente Donald Trump.

Eso se condice con el evidente rasgo racista del ataque. La tienda se ubica en un barrio de población mayoritariamente afroamericana. Casi todas las víctimas son personas negras.

Se trata de una brutal muestra de la cara más feroz de los crecientes movimientos supremacistas y ultraderechistas en los Estados Unidos. Desde el ascenso al poder de Donald Trump y el clima mundial de polarización política, estos sectores radicalizados han ido ganando protagonismo en la vida política estadounidense. Se trata de la misma base social que protagonizó el intento de toma del Capitolio que buscaba impedir la asunción de Joe Biden.

Racismo, supremacismo y conspiranoia

A través de su actividad en internet y de un «manifiesto» que circula en las redes sociales que se estima sería de su autoría, pudo corroborarse que Payton adhería a un conjunto de ideas profundamente racistas y antisemitas, articuladas en un relato delirante que plantea una conspiración mundial contra la gente blanca.

Payton es un adherente de la llamada «teoría del reemplazo», una teoría conspirativa que afirma que existe un plan para disminuir la población blanca de occidente en favor de los negros y los «migrantes». A través de ese reemplazo se promoverían ideas «de izquierda» para la destrucción de occidente. Todo esto estaría articulado tras las sombras por una élite mundial conformada por banqueros y judíos.

Este nivel de delirio sería gracioso si no fuera extremadamente peligroso, tal como demostró la masacre en Buffalo del sábado pasado. Se trata de ideas muy familiares a las que adhiere el grupo trumpista QAnon, cuyos varios de sus adherentes protagonizaron la toma del Capitolio en apoyo a Donald Trump, en enero de 2021.

En noviembre del año pasado, seguidores de QAnon se reunieron en Dallas para esperar la aparición/resurrección del hijo de John F. Kennedy, quien falleció en un accidente aéreo en 1999. Según sostuvieron, su muerte fue una conspiración, y ese día iba a «resucitar» para anunciar que acompañaría a Trump en la fórmula presidencial en 2024.

La masacre de Buffalo es otra muestra del peligro y la brutalidad que encarnan los trumpistas y la ultraderecha, que están dispuestos a defender la opresión racista, sus privilegios y a la clase capitalista con los métodos del fascismo, y para ello cuentan también con el apoyo y la complicidad de la policía. Es la cara más feroz de la polarización política que atraviesa EE.UU.

La clase trabajadora, los jóvenes, las comunidades negras, latinas e inmigrantes han sabido construir fuertes instancias de lucha y organización -como el movimiento Black Lives Matter- que son más importantes que nunca para ponerles un freno a los ataques de los supremacistas y neo-nazis.