Lali, Gramsci, Milei, la ignorancia y la conspiración

Es una cosa difícil siquiera empezar a hablar sobre el posteo de Milei acerca de Lali y Gramsci. El delirio y la ignorancia son mayúsculos. Pero detrás de la estupidez hay algo peligroso: la divulgación de teorías de la conspiración de la extrema derecha por el hombre que tiene el puesto de presidente de Argentina.

0
7

¿Será que Chiquititas y Floricienta son un producto de la infiltración marxista en la industria cultural argentina? Eso parece pensar Milei. Tratando de darle aires de importancia a su pelea con Lali Espósito es que despotricó contra el «Gramsci Kultural» en Twitter. Intenta darle importancia a sus delirios, que su «pelea» no sea lo que es: una mezcla del presidente de un país hostigando a una artista desde el poder con un mandatario comportándose como panelista de un programa de chimentos de mal gusto.

La raíz del problema argentino no es político y/o económico, es moral y tiene como consecuencias el cinismo político y la decadencia económica. Este sistema está podrido y por donde se lo toca sale pus, mucha pus, muchísima” escribió Milei sobre Lali y Gramsci. Mención aparte al hecho de que uno de los voceros de la cruzada contra el lenguaje inclusivo en nombre de la «defensa del idioma» escriba «mucha pus» en vez de «mucho pus».

Gramsci señalaba que para implantar el socialismo era necesario introducirlo desde la educación, la cultura y los medios de comunicación. Argentina es un gran ejemplo de ello. Cuando uno expone la hipocresía de cualquier vaca sagrada de los progres bienpensantes, se les detona la cabeza e inmediatamente acuden a todo tipo de respuestas emocionales y acusaciones falsas y disparatadas con el objetivo de defender a capa y espada sus privilegios” continuó Milei. Y luego: «Por lo tanto, lo más maravilloso de la batalla cultural llevada a la política versada sobre el principio de revelación es que cuando uno señala las vacas sagradas del edificio de Gramsci, automáticamente genera una línea de separación entre los que viven de los privilegios del Estado y las personas de bien».

La extrema derecha usa desde hace mucho ese espantapájaros. En Argentina en particular, los más notorios defensores del planteo de que el aparato educativo y cultural está en manos de marxistas inspirados por Gramsci son los genocidas. En su defensa del genocidio y de su propio gobierno, en el año 2010, Jorge Rafael Videla dijo: «A ese ejército al que represento en estas circunstancias, y al que quiero desagraviar denunciando una campaña sistemática de desprestigio, con vistas a su destrucción como institución de la república objetivo intermedio para subvertir la nación, a la manera de Gramsci». Para Videla, el repudio a su régimen y su genocidio fue un producto de una táctica gramsciana.

Los ecos de la mentalidad fascista detrás de este planteo comienzan a ser obvios. Después de todo, Gramsci escribió sus célebres Cuadernos de la cárcel en la prisión que le impuso el régimen de Mussolini.

No debería ser necesario ni siquiera explicar algo sobre el pensamiento de Gramsci. Porque simplemente no tiene nada que ver con nada. Respiremos hondo, seamos pacientes y digamos algo al respecto. Uno de los planteos más famosos de los Cuadernos es que una clase económica dominante no puede serlo si no es también hegemónica. Una clase social es hegemónica en la medida en la que puede no solamente dominar sino también dirigir a las «clases subalternas». Sin la dirección ideológica, política y cultural de la sociedad, ninguna clase social puede ser económicamente dominante. Para lograr eso, necesita de organizaciones políticas, educativas y culturales propias.

A este planteo se lo ha presentado como una novedad completamente inédita en el pensamiento marxista antes de Gramsci. Lo cierto es que eso no es cierto. Ya en 1847, antes del Manifiesto Comunista, Marx y Engels habían escrito que «la ideología dominante de toda época histórica es la ideología de la clase dominante». Lenin, en el ¿Qué hacer? cita aprobatoriamente el planteo de Engels de que la lucha de clases tiene tres aspectos: la lucha económica, la lucha política y la lucha ideológica. La novedad de Gramsci es en realidad su análisis específico del rol de los «intelectuales» y sus organizaciones en la sociedad. Sus aportes a la filosofía política son más amplios, pero esa es una de sus grandes innovaciones en lo que refiere a la manera de entender las relaciones políticas en las sociedades de clases.

Pero la confusión ya está instalada. Tanto enemigos como simpatizantes le atribuyen a Gramsci un «giro» en el marxismo que pondría el foco en lo cultural en vez de lo económico. No paran de atribuirle, incluso, el programa de una supuesta «batalla cultural». Las únicas menciones a algo parecido por parte de Gramsci son cuando nombra la Kulturkampf. En alemán, la «batalla cultural» del gobierno militar reaccionario de Bismarck con la Iglesia católica.

¿Qué tiene que ver todo esto con Lali? Nada, ciertamente. Pero en las cabezas cuasi pensantes de la extrema derecha se inventó una teoría de la conspiración fascistoide en torno a Gramsci. Escucharon por ahí que Gramsci le da importancia a lo cultural -que a nadie se le ocurra la idea de que leyeron algo- y entonces le pusieron su nombre a todo lo que no les gusta. No es solamente Gramsci, también es la Escuela de Frankfurt.

A lo largo de su extensa dominación, la clase capitalista se ha dado muy diversas instituciones para gobernar la sociedad. A veces democráticas, a veces dictatoriales, según las circunstancias. No hay que confundirse: que representen a una misma clase social no hace automáticamente amigas a esas organizaciones. A veces, pueden ser enemigas mortales. Las más duras y extremas, enemigas de todo disenso, ven infiltración marxista en cualquier cuestionamiento democrático de sus regímenes y sus masacres. Así, en su testimonio en el 2010, Videla veía «triunfo del marxismo» en el alfonsinismo, la democracia post 83′ y en el Juicio a las Juntas.

Lali no es, claro está, representante de ninguna organización política o cultural de ese tipo. La realidad es más simple. Es una artista de ideología democrática que ve en los delirios de Milei lo que son: delirios.

La novedad que trae Milei es la de las nuevas teorías de la conspiración de la extrema derecha, que reciclan las teorías de la conspiración de fascistas y neonazis. Agustín Laje, aliado «intelectual» de Milei, es uno de los propagadores de esa basura. Milei simplemente repite los tópicos de la teoría de la conspiración conocida como «marxismo cultural». Ya hablamos de esto en otro artículo titulado «Agenda 2030»: la teoría de la conspiración filo-nazi defendida por Milei en el debate presidencial. Repetimos lo ya dicho:

No estamos diciendo «fascista» o «nazi» como insulto fácil. La teoría del «marxismo cultural», asociada a la de la «Agenda 2030», adquirió su forma actual por la vía de los autores Paul Weyrich y William Lind. A nadie debería sorprender lo que estamos por contar: estos dos repugnantes seudo intelectuales participaron de conferencias negacionistas del Holocausto para hablar, precisamente, de su teoría del «marxismo cultural». Tampoco nadie debería sorprenderse si se entera que los nazis denunciaban una cosa con un nombre muy parecido, aunque igualmente ficticio: el «bolchevismo cultural».

 

La «teoría» de Weyrich y Lind dice más o menos así: un cónclave de judíos alemanes, nucleados en la «Escuela de Frankfurt» se infiltraron en la cultura para imponer desde ahí la subversión de los «valores occidentales». Así lo afirmó Lind, por ejemplo, en una conferencia que dio en el año 2000 con el título «Los Orígenes de la Corrección política». Los aliados de Milei Agustín Laje y Nicolás Márquez, en su increíblemente estúpido best-seller «El Libro Negro de la Nueva Izquierda«, repiten palabra por palabra ese bulo antisemita. La única diferencia es que, prudentemente, eliminaron la palabra «judíos» del planteo original. No es para nada casual que Laje haya rápidamente apoyado a Milei en sus declaraciones contra «el globalismo».

Así es como se ve una teoría de la conspiración. Los defensores de quienes dominan el mundo a la vista de todos, los capitalistas y sus políticos, necesitan inventarse unos dominadores secretos para echarles la culpa de todo lo que no les gusta y de todos los problemas. A esos dueños secretos de la sociedad se les puede atribuir absolutamente todo impunemente. Desde el mismo momento en que alguien está dispuesto a creerte sin prueba alguna, todo es creíble. Así fue con los simpatizantes de Hitler, que veían judíos actuando en secreto en todos lados.

Sirve también para darle una explicación a lo que no se quiere entender. Para ellos, los trabajadores serían más felices libres sin aumentos salariales, ni limitación de la jornada laboral. Explican entonces la lucha sindical con una infiltración marxista cultural. Las mujeres deberían desear ser amas de casa e incubadoras de nuevas personas. Explican entonces el feminismo con una infiltración marxista cultural. Las personas LGBT son un ataque marxista cultural contra la «familia tradicional». La «crisis moral» de la que habla Milei es todo eso. Y su respuesta es negarles a los que luchan su derecho a la existencia atribuyendo todo a una conspiración.

El delirio debería ser lo suficientemente obvio para cualquiera dispuesto a pensar. ¿Qué organización marxista-gramsciana es la que infiltró a Lali Espósito en la industria cultural argentina? ¿Cómo lo hizo? ¿Desde qué lugar de influencia? ¿Qué ideología del «Gramsci Kultural» es la que propaga Lali Espósito? Estas preguntas tendrán respuestas diferentes según la originalidad de la imaginación del simpatizante de la teoría de la conspiración que intente darlas.

Lo mismo se aplica a cuando Milei dijo que el cambio climático es «una mentira del socialismo». ¿Qué organización «socialista» logró infiltrarse en absolutamente todas las instituciones científicas del planeta, sin excepción, para propagar esa mentira? ¿Con qué objeto? ¿Cómo lo hizo? Seguramente habrá respuestas muy originales. Después de todo, esta gente ve «socialismo» hasta en el FMI, la ONU y el Banco Mundial. De la misma manera que los nazis veían judíos detrás tanto del comunismo como del capital financiero internacional.

Lo que no es una conspiración es lo que se puede demostrar. Lo que es poderoso a la vista de todo el mundo. Por ejemplo: ¿quiénes tienen interés en darle difusión a los delirantes negacionistas del cambio climático? Obviamente, los responsables del cambio climático. Se nos ocurre, por ejemplo, la ultrarreaccionaria Fundación Atlasfinanciada entre otras por la empresa petrolera multinacional ExxonMobil.

 

No hay que caer en simplificaciones, que a veces se pueden convertir en conspiranoia «de izquierda». Ni ExxonMobil ni la Fundación Atlas son responsables únicos del ascenso de Milei. Pero que cumplieron un rol no se puede discutir, de la misma manera que lo cumplieron los medios de comunicación voceros de los intereses de los ricos. Éstos, sobre todo, convirtieron a este donnadie sin partido ni organización en alguien capaz de disputar y ganar la presidencia. Y eso tampoco podría haber pasado si no hubiera emergido una tendencia hacia la derecha dentro de la sociedad producto de la frustración con el gobierno «progresista».

Conspiraciones hay muchas. Lo que no puede haber, lo que no puede existir, es la dominación de un país en secreto, ni el control de su producción cultural. Ni hablar del mundo entero. La mentalidad conspiranoica de la extrema derecha emerge de querer defender a los dueños del mundo y echar responsabilidades de sus crisis en otros lugares. No hay ninguna infiltración gramsciana en Lali Espósito. Milei simplemente necesita darse una explicación reconfortante de por qué alguien puede estar en desacuerdo con él. Y recurre para eso a las cloacas ideológicas más profundas.

Sumate a la discusión dejando un comentario:

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí