La tarea del momento es frenar el genocidio sionista en Gaza

Se abre una crisis política internacional por el conflicto en Palestina.

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“Esta vez es realmente una catástrofe para toda la población de Gaza –más de dos millones de personas están bajo fuego y afectadas por esta guerra y escalada debido al asedio total’, afirma Hamdouna, prediciendo un crítico aumento en el desplazamiento interno de personas [al cierre de este texto ya existen 200.000 personas desplazadas], más allá de la falta de lugares de resguardo [búnkeres antiaéreos y cosas así].

“Hay una verdadera preocupación acerca del abastecimiento de agua. Tengo agua para un día, máximo, y no se realmente si puedo conseguir más. Tampoco tengo idea de las posibilidades de abastecimiento de alimentos. Pero hay incluso restricciones en las posibilidades de movimiento, hacia cualquier lugar donde pueda ir a salvo a un supermercado, incluso tampoco sé si camines cisternas pueden llegar hasta mi casa. Todos estos hechos hacen peores las cosas, agregándoles los bombardeos intensivos que nos están machacando todo los días’, agrega Hamdouna.

“Yo creo que este es un castigo colectivo para la población de Gaza como tal. Los civiles no están a salvo, no puede acceder a sus necesidades básicas –agua y comida. El sector de la salud se está deteriorando bajo el impacto de la cantidad de personas heridas’, afirma.

“Todos los aspectos de nuestras vidas se han visto afectados. La electricidad es una preocupación mayor, tenemos a lo sumo tres horas por día hasta ahora y la planta de electricidad en Gaza acaba de anunciar que en pocos días no habrá electricidad tout court. Esto impactará el acceso sanitario, e incluso la seguridad alimentaria, por no olvidarnos de los problemas de comunicación.

“El agrega: ‘Siquiera puede abrir mi laptop para tomar notas –estoy tratando de conservar la electricidad en mi casa para cargar mi teléfono. Como trabajador humanitario siquiera puedo trabajar desde mi casa para responder a la crisis” (Ruth Michaelson, The Guardian, 10 de octubre de 2023).

Para abarcar lo que pasa hoy en Palestina hay un plano de principios, un plano político y un plano de análisis.[1]

  1. Nuestro apoyo a la causa palestina es incondicional

El plano de principios es que nuestro apoyo a la causa palestina es incondicional. Esa es la palabra clave en el terreno principista: incondicional.

Cuando una dirección, aunque no sea nuestra dirección, representa una reivindicación legítima, haga lo que haga nuestra defensa de la causa es incondicional. La defensa es incondicional.

La palabra es defensa, no apoyo. Eso está ligado a la política, donde es evidente que la política de Hamas no es la nuestra.

Pero eso es secundario en el terreno principista, que es del cual hay que partir. Los acontecimientos que se están viviendo desde el sábado 7 de octubre no tienen nada que ver con el 11 de septiembre, nada que ver.

Porque el ataque a las Torres Gemelas, terrorista, reaccionario, no representaba a nadie, ninguna reivindicación progresista. Posaba de hacerlo, pero no había ninguna causa legítima detrás, sino simplemente una fracción marginal de la burgusía saudí. Y las víctimas fueron todos/as trabajadores/as inocentes.

No tiene nada que ver con el ataque de Hamas. Eso fue una explosión de cólera, ira, de barro, de lodo y de sangre, de gente que vive en el barro y en el lodo y en la sangre.

Es esto. En estas condiciones, los palestinos son gente que no tiene derecho a vivir. El Estado de Israel les ha prohibido su derecho a la existencia y de una manera cada vez más barbárica.

Entonces, el resultado del barro y el lodo, solo puede ser barro y lodo, no puede ser otra cosa. Aunque, obviamente, en la política claramente no estamos con Hamas. En las condiciones de Gaza y Cisjordania, por lo demás, que no conocemos de primera mano y no podamos hacer elucubraciones de miles de kilometros de distancia, seguramente es muy difícil hacer una política revolucionaria, socialista (aunque sabemos que existen diversas corrientes dentro del movimiento palestino incluso todavía algunas laicas e incluso de izquierda y que, eventualmente, tengan un sentido de política de masas, socialista).[2]

Los artículos de Roberto Ramírez al respecto de las cuestiones principistas, son muy sólidos.

En el ‘87, la situación del movimiento palestino era cien mil veces mejor que ahora desde el punto de vista político y social (presumimos esto sobre la base de la eventualidad del avance fenomenal de elementos de barbarie amén del giro a la extrema derecha brutal que significa el gobierno de Benjamín Netanyahu). Cuando fue la primera Intifada, que efectivamente fue con piedras, fue conscientemente sin armas, se dividió a Israel y al ejército que estaba reprimiendo gente: abrió una crisis política descomunal en el Estado sionista con métodos de movilización de masas.

Además, la coyuntura, aunque venía fea, justo antes de la caída del Muro e inicios de la ofensiva neoliberal, no era una coyuntura internacional tan compleja como la que estamos viviendo ahora. Más que una coyuntura, una nueva etapa que parece haberse abierto entrados ya al siglo XXI que reabre la época de crisis, guerras, barbarie y revoluciones pero que parece iniciarse con el péndulo al comienzo girado a la derecha (recordemos que siempre insistimos que un péndulo que se va muy a la derecha, puede rebotar tremendamente hacia la izquierda).

En Gaza las condiciones de vida son las del ghetto de la Varsovia. Gaza es Stalingrado. De esas condiciones de vida solo puede surgir Hamas, dicho exageramentemente pero para que se entienda el ángulo principista e incondicional de nuestra defensa de la causa palestina.

Hamas ganó las elecciones libremente en 2006 porque Hamas mantuvo la consigna, aunque en formato islamista que no es el nuestro (evidentemente), de una Palestina unificada. Mientras que la OLP había capitulado respecto a esa consigna asumiendo la consigna de los “dos Estados” que lo eran sólo en el papel. Fue la capitulación histórica de Arafat en los Acuerdos de Oslo del 2003 que despertaron al comienzo ilusiones pero que, en el fondo, la Autoridad Nacional Palestina sólo buscaba un miniaparato propio…

Los desarrollos no son políticamente mecánicos, pero, insisto, es muy difícil que del barro, la sangre y el lodo no salga barro, sangre y lodo. Es difícil que no tenga como consecuencia una suerte de “venganza indiscriminada”.[3]

Hay que tener en cuenta el testimonio de la compañera universitaria, en la entrevista que reproducimos de Mediapart en izquierda web, que es un medio que se delimita también de Hamas. Pero ella dice: “todos estábamos esperando esto”, y no hace ninguna crítica, ninguna crítica. ¿Por qué? Porque no se soporta más esa situación de humillación cotidiana en Gaza y Cisjordania (tener en cuenta que desde que Hamas ganó las elecciones en Gaza en 2006 la política sionista ha sido de bloqueo y asfixia. Sólo recordar que se vivieron de esa fecha hasta el conflicto actual 4 guerras contra los gazatíes).

Entonces, el problema de principios es que la defensa del pueblo palestino es incondicional, dirija el que dirija, haga lo que haga. Porque la responsabilidad política por los muertos israelies (y, evidentemente los multiplicados a la n potencia palestinos), es de Netanyahu, del Estado israelí (y del imperialismo en general), y de nadie más.

En este caso, el sentimiento anticolonial en los países dependientes como la Argentina empatiza, quizás más en los sectores populares que en la clase media donde ocurre todo lo contrario, forma opinión “antiimperialista” o “anticolonial” respecto a los gazatíes o los palestinos, es decir, es progresiva desde el punto de vista principista (que es el punto de vista principal del cual hay que partir para abordar el conflicto en curso).

  1. La política y los métodos de Hamas no son los nuestros

Después está la política. Desde el punto de vista político no estamos con Hamas. No es nuestra política ni nuestros métodos. Pero ese elemento es subsidiario ahora. Sobre todo, en este preciso momento en el que la campaña imperialista es feroz. Si hubiera una coyuntura internacional distinta, obviamente, se le podría dar otro peso a la delimitación de Hamas. Pero en este preciso momento es un problema subordinado.

Otra cosa es lo que hace Hamas dentro de Palestina, su política islamista, reaccionaria, homofóbica, machista. Son islamistas y reflejan la bancarrota del nacionalismo burgués. En definitiva, son enemigos de la izquierda. Como Jomeiní en Irán, con la revolución iraní, que masacró a 5.000 militantes de izquierda, aplastó los famosos consejos obreros que se pusieron en pie durante el alza revolucionaria de 1979 que tiró abajo al Sha de Irán.

En fin: nuestra política, en todo caso, es la de la primera Intifada, de masas, con métodos de lucha de masas, pero eso no tiene caso ahora en medio de la feroz campaña antipalestina e islamofóbica en favor del Estado de Israel, que es un Estado de opresores (ya volveremos sobre esto).[4]

La Franja de Gaza es el “gheto de Varsovia” de los palestinos. Sus habitantes “son animales”, afirmó el Ministro de Defensa de Netanyahu. Estamos en el siglo XXI y se trata mejor a los animales que a la gente –a los humanos- de Gaza (lógicamente que está bien que se pelee porque se trate humanitariamente a los animales).

Tienen también cerradas las salidas por Egipto, tienen acorraladas a 2 millones de personas y con una orden de evacuación de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) de un millón de personas hacia el sur de la franja, algo imposible de concretar (aunque ya comenzó el desplazamiento de cientos de miles en condiciones de barbarie inimaginables).[5]

Y, mientras tanto, los medios imperialistas internacionales califican a Hamas como “organización terrorista”. Estamos en contra de semejante caracterización porque fueron electos: son el gobierno legítimo de la Franja de Gaza (aunque sus métodos y su política no sean los nuestros, repetimos). Decir que son “terroristas” es calificar de terrorista a todo el pueblo palestino para deslegitimar la justeza de su causa en tanto pueblo oprimido.

Por otra parte, la sociedad israelí venía muy dividida. La sociedad israelí es el opresor, pero eso no quiere decir que entre los opresores no pueda haber divisiones progresivas. Aquí aplica la vieja consigna de Marx “un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre”. Eso no quiere decir que dentro de Israel, entre la ciudadanía israelí, no solamente árabes israelíes sino judíos israelíes, no haya quienes se ubiquen a la izquierda, contra su carácter de opresor.  Eso sería bueno que ocurra y una política socialista revolucionaria debería aspirar a ello como una de las formas de frenar el genocidio en Gaza amén de luchar por una Palestina laica, libre y socialista.

En todo caso, no se puede descartar que dentro de Israel (como en el resto del mundo ya está ocurriendo), se comience a dividir la población en la medida que el FDI ingrese efectivamente en Gaza y profundice la matanza que ya está ejecutando. Sería progresivo que la población israelí se divida.

En lo inmediato, la coyuntura internacional es reaccionaria. Eso es un hecho y también es un hecho que la mayoría de la población en Occidente de momento –pero, quizás, sólo de momento- está comprando el discurso sionista e imperialista.

Pero las cosas podrían darse vuelta y, además, los ribetes del conflicto abierto del Estado sionista contra Gaza parecen ser más explosivos que la guerra en Ucrania. Podría afirmarse sin temor a equivocarse que se ha abierto una crisis política y de polarizacion internacional que habrá que ir viendo día a día cómo evoluciona.

Las cosas –la coyuntura internacional- se puede revertir como respuesta a la masacre. Qatar acaba de amenazar con suspender el envío de gas al mundo sino habilitan la conexión de electricidad y agua a Gaza. También han comenzado las movilizaciones de masas pro-palestinas en el mundo árabe así como grandes movilizaciones (ahora prohibidas) en Londres, en varios puntos de Estados Unidos, movilizaciones reprimidas pero insistentes en París, etc.

El asedio y ataque a Gaza es un evento con un dramatismo descomunal y de alguna manera eso puede hacer estallar la coyuntura internacional con consecuencias todavía impredecibles (hasta el momento, que yo sepa, China no ha dicho esta boca es mía). Es un genocidio en curso. Porque el castigo es colectivo, y eso es genocidio. El gobierno de Netanyahu está haciendo responsable a toda la población gazatí por la acción de Hamas. Eso es castigo colectivo. Y el castigo colectivo, repito, es la definición precisa de genocidio (aun con todas sus contradicciones de agencia imperialista tradicional –y no tradicional- la ONU está haciéndose cargo de alertar sobre la cuestión así como otras organizaciones humanitarias).

Por otra parte, también hay que señalar que este no es un problema “religioso” (o una “guerra de religiones”). Es un problema nacional: la ocupación de un pueblo oprimido por uno opresor. Ese es el origen del problema y cuando su origen la circunstancia era “laica” por así decirlo. El origen del problema fue la creación del Estado de Israel en 1948 y la guerra que declaró el sionismo para desplazar de sus casas, localidades y ciudades a un millón de Palestinos, los habitantes nativos de estas tierras.

La cuestión religiosa será, en todo caso, un componente de la cuestión nacional como puede serlo el idioma, determinadas tradiciones, determinada ocupación de territorio lo que sea. Pero el tema es nacional y no religioso. Que la gente tenga la religión que quiera o que sea atea, eso es secundario en este nivel del problema. De ahí que la única solución de fondo posible es acabar con el Estado opresor e ir a la consigna, al programa tradicional de la causa palestina: un Estado libre, común, no racista, laico y socialista donde convivan todas las personas tengan la religión y el origen nacional que tengan.

  1. Se abrió una crisis política internacional

La situación es dramática, pero se puede dar vuelta. Se puede dar vuelta porque, efectivamente, empezó un genocidio. A los judíos los nazis los hicieron responsables colectivamente de los problemas de Alemania. El castigo colectivo fue de 6 millones de asesinados en los campos de exterminio (amén de los 50 millones de muertos en la guerra imperialista, de los muertos que puso la ex URSS –cuya guerra antinazi fue una gesta popular contra la barbarie-, etc.).

El sionismo, aunque parezca paradójico y es sin duda trágico a la vez, es nazi por eso.[6] Porque utiliza métodos de castigo colectivo. Están castigando al pueblo, a todo el pueblo gazatí y de Cisjordania (en los últimos días en Cisjordania se han incrementado los enfrentamientos entre palestinos y el FDI). Eso puede generar una respuesta, una ola democrática internacional a favor del pueblo palestino.

La cantidad de muertos del lado gazatí va a crecer y crecer y crecer. Y la sensibilidad va a crecer. Y eso va a ser una oportunidad política para una marcha mundial, para una marcha contra la guerra como en 2003 contra la invasión a Iraq, que fue una marcha histórica.

Ojalá hubiera una jornada mundial. Acá, en la Argentina, está difícil porque empalma con una coyuntura muy adversa. Pero si hay una jornada mundial, podría tener impacto acá. Pero hay que tener la cosa clara: si hay una jornada mundial de respuesta es porque hay un genocidio, una jornada mundial que deberá quebrar la prohibición reaccionaria de marchar impuesta por gobiernos como el de Macron en Francia.[7]

Por otra parte, es muy rápido para decir si la acción Hamas fue efectiva o no. Para mí, en este momento, es un error sacar esa conclusión. No lo sabemos.

Gilbert Achcar plantea lo contrario: que es una “porquería”, que fue “una acción desesperada”. Me parece exagerado ese planteo. No parece una acción desesperada (al menos no militarmente), porque fue una acción bien planificada. Una acción convencional, básica, de guerra de guerrillas contra un ejército cibernético (quizás algo intermedio entre una acción “terrorista” en el sentido de acción minoritaria de un grupo minoritario y una guerra de guerrillas representativa de un colectivo mayor, no podemos precisarlo aun).[8]

Las consecuencias todavía están por verse. Por ejemplo, por ahora lograron un gobierno de unidad nacional de Israel, aunque el país está muy dividido respecto de este personaje Netanyahu (un verdadero provocador profesional). Además, se ha abierto una crisis política internacional y un escenario de polarización mundial explosivo, así que habrá que ver los desarrollos para sacar conclusiones más claras sobre los acontecimientos desencadenados el sabado 7 de octubre.

Hay que tener cuidado porque los métodos del barro y del lodo no son nuestros métodos. Y tal vez en este momento no hay ningún espacio para otro método. Pero siguen sin ser nuestros métodos. Y sin embargo, desnudaron una falla de seguridad enorme del Estado de Israel y sin duda le abrieron una enorme crisis política (pensar que se habla de la crisis más grave desde la guerra de Ion Kippur en 1973).[9]

Pero para que el pueblo opresor se divida, tiene que haber otra política. La coyuntura es difícil, aunque aspiramos y apostamos a que se da vuelta. Pero las épocas de crisis, guerras y revoluciones también pueden comenzar con momentos reaccionarios y de sangre (de hecho, esa parecer ser la norma histórica).[10] Es el planteo de “Socialismo o Barbarie” de Rosa Luxemburgo en su folleto Junius escrito recordamos en prisión al comienzo de la Primera Guerra Mundial.

  1. Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre

Un pueblo opresor no puede ser realmente libre. Así fue con la clase obrera inglesa en relación a Irlanda. Así fue también con el apoyo al sur esclavista en la Guerra Civil de Estados Unidos. Un pueblo opresor es opresor como pueblo tal, como el pueblo inglés era opresor de Irlanda. En Palestina esto es aún peor porque es un pueblo de colonizadores, todos, hasta la gente más buena y más bondadosa. Lamentablemente, un ciudadano de Israel es opresor (ciudadano no árabe). Aunque sea la persona más bondadosa del mundo. Ahora, si esa persona se empieza a movilizar con la bandera de rechazo al genocidio y, eventualmente, con la bandera de Estado palestino o incluso de Estado binacional[11], ahí deja de ser opresor. Tiene que militar por el pueblo oprimido para dejar de ser opresor.

La de Palestina es una colonización al viejo estilo; no es una colonización clásica del siglo XX (al menos la de su segunda mitad, que en realidad fue un proceso de descolonización hasta cierto limitado punto).[12] La colonización de nuevo estilo “siglo XX” es semicolonial (o país dependiente), como el imperialismo yanqui, que te controla la economía, aunque tengas “soberanía política” (alcances y límites de esto en cada caso). Colonial y semicolonial y, menos que menos, carácter dependiente,  no es lo mismo.[13] La colonia propiamente dicha, como por ejemplo los ingleses en la India en el siglo XIX, son algunos colonos que controlan a todos los “indígenas” (originarios). Pero también pueden ser muchos colonos porque los originarios son una población (bastante) desarrollada.

Y porque era Palestina una población bastante desarrollada, entonces son muchos colonos que controlan a muchos colonizados, a más colonizados (la población árabe-israelí, que es creciente, entraría en esta categoría de ciudadanos de segunda en el Estado de Israel).

Ahora, dentro de los opresores hay gente buena, hay gente progresista, etc.; sería un error pensar que todos los israelies son “malos”. No es así. O que todo Israel está colonizado. No es tampoco así. Hay también vida política y democrática. Si no fuera así, no hubiera habido marchas contra Netanyahu alrededor del tema del poder judicial y del régimen político (de los opresores).

Entonces, sí es un pueblo opresor. Por eso es que la salida no es el Estado de Israel, ni la solución de los dos Estados, porque uno es un bantustán (ghetos aislados tipo Cisjordania o franjas hacinadas como Gaza). La salida es una Palestina única, en donde convivan pacíficamente todos los orígenes y todas las religiones, aunque no es un problema religioso, repito, es un problema nacional. Y socialista, porque sin revolución socialista incluso en la región que una los pueblos, no es posible.

Lo que tenemos hoy es un estado de guerra permanente porque la lógica de la colonización es la expansión permanente.

Todo esto tiene que ver con una coyuntura que arranca por derecha, pero puede girar a la izquierda. En este “primer acto” del drama, todo el mundo cerrando filas con el pueblo palestino.

Hay que comenzar explicando por qué es un problema de principios la defensa incondicional de la causa palestina. Y hay que tomar la medida del terreno: pulgada a pulgada. Y donde hay una pulgada a favor, aprovecharla, y otra pulgada a favor, aprovecharla, y otra pulgada a favor, aprovecharla.

La cosa se va a dar vuelta, las movilizaciones por Palestina van a crecer, y hay que luchar por ello.


[1] Este corto texto es una desgrabación corregida del autor de un informe dado en el Comité Ejecutivo del Nuevo MAS el pasado viernes 13 de octubre.

[2] Afirmamos esto último a modo de hipótesis de trabajo a verificar en análisis ulteriores más sopesados.

[3] De cualquier manera hay que verificar bien todos los hechos. El mundo actual de las redes sociales y las guerras y contra guerras de imágenes e información sobre todo cuando no se está en el terreno, obliga a ser muy cautos en todas las afirmaciones.

[4] Roberto Ramírez en sus notas nos recordaba que el Estado de Israel funge como el Estado 51 de los Estados Unidos.

[5] Al parecer la Franja de Gaza es una de las regiones del mundo con mayor densidad poblacional.

[6] Enzo Traverso trata con bastante profundidad y equilibrio en sus obras el final del progresismo judío el rotundo giro a la derecha de la comunidad judía internacional en las últimas décadas (lo que no quita que no queden sectores progresistas y de izquierda en el judaísmo internacional y el propio Israel, evidentemente –el diario israelí Haarez sería parte de este último segmento pero no hemos podido verificarlo para este corto texto).

[7] Con la excusa de un atentado a un docente en el norte de Francia, atentado que repudiamos, obviamente, Macron puso a toda Francia en una suerte de “Estado de emergencia” creando un clima reaccionario en el país.

[8] Las guerrillas tradicionales de los años 70 o incluso más atrás en el tiempo tenían más representación social que los grupos terroristas tipo los islámicos, aunque también hubo terrorismo populista en Rusia en el final del siglo XIX, con lo cual, desde la izquierda, si bien ni el terrorismo ni la guerra de guerrillas son nuestros métodos, que son la acción de masas, sin embargo tampoco las descalificamos per se. Depende del contexto aunque nunca es nuestro método que es la acción de masas (la guerra de guerrillas podría ser un factor auxiliar de una política socialista de masas, pero esa es una cuestión en la que no podemos profundizar acá).

[9] En aquella oportunidad Egipto y Siria se lanzaron a una guerra convencional con Israel para recuperar los  territorios perdidos en la “Guerra de los seis días” (1967). Finalmente, Israel la cedió a Egipto el desierto del Sinaí (una franja de tierra al parecer sin gran importancia estratégica) y que recordemos no mucho más (Jerusalén quedó entera en manos sionistas, etc.).

[10] En cierto modo, los acontecimientos en curso parecen como un “retorno” a ciertas condiciones de la primera mitad del siglo XX (retorno entre comillas porque todos los desarrollos en curso en este siglo XXI son originales de este nuevo siglo).

[11] Una discusión programática que no vamos a desarrollar acá ni tenemos estudiado lo suficiente su eventuales derivaciones.

[12] Tampoco tenemos espacio para desarrollar acá esta cuestión. Sólo la ponemos a modo ilustrativo y a sabiendas requiere un estudio ulterior sobre todo de nuestra parte respecto del mundo árabe.

[13] Marcelo Yunes tiene un estudio a este respecto sobre todo dedicado a Latinoamérica.

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