Cómo fue concebida la Cuarta Internacional

85 años de la fundación de la Cuarta Internacional.

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Tomado de marxists

Agosto de 1944

(Transcrito de Prensa Obrera nº 238, 24 de agosto de 1988)

Jean van Heijenoort fue secretario de León Trotsky desde 1929 a 1940 y, naturalmente, militante revolucionario internacionalista. En el artículo que sigue, publicado en agosto de 1944, resume vivamente la década de luchas teóricas y organizativas que llevó a la fundación de la IV- Internacional.

Nuestro movimiento tiene el derecho a considerarse el representante y el portaestandarte histórico del socialismo revolucionario. Está al final de una cadena cuyos eslabones fueron la Liga Comunista de Marx y Engels, la Asociación Internacional de Trabajadores (Primera Internacional), la Segunda Internacional, el partido Bolchevique de Lenin y la Internacional Comunista. Pero para establecer los comienzos específicos de nuestro movimiento es necesario comenzar con el año 1923 en la URSS.

 

La Oposición de Izquierda

La Revolución de Octubre estableció el primer Estado Obrero, pero permaneció aislada. “Sin revolución en Europa”, dijo Lenin repetidamente, “pereceremos”. La historia confirmó la veracidad de estas palabras, pero a su manera. La degeneración apareció en el propio aparato del nuevo régimen, en el partido que condujo la revolución hacia la victoria.

La resistencia a la corrupción del partido provino da Trotsky. La lucha comenzó en el otoño de 1923. El 8 de octubre, envió una carta al Comité Central y a la Comisión Central de Control denunciando el sofocamiento del derecho a criticar al partido por parte de sus miembros. Este es el primer documento de nuestro movimiento. Puede ser comparado a lo que fue para los bolcheviques la famosa votación sobre los estatutos del partido en 1902.

Comenzando con la cuestión del régimen interno del partido, la lucha creció progresivamente hasta incluir todos los problemas de la táctica y estrategia revolucionarias. Fuera de la URSS, aparecieron grupos opositores en la mayoría de las secciones de la Internacional Comunista. Las conexiones de esos grupos entre sí y con la Oposición Rusa permanecieron precarias. Muchos de esos grupos nacieron en oposición a alguno de los aspectos de la política stalinista. Su solidaridad política estaba lejos de ser completa. Un grupo que resultó de gran importancia para el futuro de nuestro movimiento, la Oposición de Izquierda en el partido comunista norteamericano, apareció tardíamente en escena en 1928.

La cohesión organizativa de la Oposición de Izquierda Internacional no fue seriamente emprendida hasta el momento de la expulsión de Trotsky de la URSS y de su arribo a Turquía en febrero de 1929. La primera Conferencia Internacional de la Oposición de Izquierda tuvo lugar en París en 1930.

La política de la Oposición en relación a la Internacional Comunista, tanto en su conjunto como frente a sus varias secciones, permaneció igual desde 1923, en una palabra: la reforma. Pese a haber sido expulsados por la fracción en el poder, los grupos trotskistas se consideraban parte de la Internacional, su fracción de izquierda, exactamente como cada grupo se consideraba fracción del partido comunista nacional en cada país. Su objetivo era convencer a los miembros del partido de lo correcto de sus puntos de vista, para ganar la mayoría y para colocar a la organización en el curso correcto. La política era esencialmente la misma frente al Partido Bolchevique en la URSS como frente a cualquier otra sección de la Internacional. El nombre del movimiento, la Oposición, expresaba y simbolizaba esta política.

Trotsky escribió un documento político de carácter programático, titulado La Oposición de Izquierda Internacional, sus tareas y métodos en diciembre de 1932, inmediatamente después de su regreso a Prinkipo desde Copenhague, donde había tenido la oportunidad de encontrarse con treinta de los más importantes dirigentes de la Oposición Internacional. Un capítulo de este documento fue titulado “Fracción, no Partido”. La perspectiva trazada allí era la misma que en los años precedentes, a saber, la reforma de la Internacional Comunista y de cada una de sus secciones. No obstante resonó una advertencia:

Una catástrofe histórica como la caída del Estado Soviético arrastrará seguramente a la Tercera Internacional. Análogamente, una victoria del fascismo en Alemania y el aplastamiento del proletariado alemán difícilmente permitirán a la Comintern sobrevivir a las consecuencias de su ruinosa política”.

Una de esas dos advertencias se convertirá pronto en una terrible realidad. El 30 de enero de 1933, Hindenburg, cabeza constitucional de la República de Weimar, elegido con el voto de la Socialdemocracia, llamó a Hitler a formar un nuevo gabinete.

Durante tres años la Oposición de Izquierda había hecho sonar la alarma por el ascenso del fascismo alemán. En una serie de artículos y panfletos, que por su claridad y pasión revolucionaria figuran entre las mejores producciones de su pluma, Trotsky reveló la naturaleza del fascismo y mostró tas consecuencias de una victoria fascista para los obreros alemanes, para el movimiento obrero internacional, para la URSS, para Europa y para todo el mundo. Señaló también los medios para combatir ese peligro: el frente único de los partidos obreros. Comunista y Socialdemócrata, para la defensa activa de las organizaciones obreras frente a los gusanos nazis, una lucha defensiva que, en caso de triunfar, se convertiría en ofensiva.

 

El colapso del Partido Comunista Alemán

Los dirigentes de los dos partidos obreros oficiales rivalizaban en su impotencia frente a la amenaza fascista. La dirigencia socialdemócrata se aferraba desesperadamente a una democracia que se negaba a sí misma en medio del caos económico y de agudos conflictos sociales y políticos. Los stalinistas actuaban de acuerdo con la “genial” teoría de su líder de que era necesario aplastar primero a la socialdemocracia antes de luchar contra el fascismo. Habían hecho causa común con los Nazis en el famoso plebiscito de Prusia en agosto de 1931. Cuando la amenaza fascista se tornó inminente, clamaban con altanería “¡después de ellos será nuestro turno!”.

Cuando Hitler formó su gobierno el 30 de enero de 1933, no todo estaba perdido. Las organizaciones obreras estaban aún intactas. En las siguientes semanas los Nazis actuaron muy cautelosamente. En febrero, Trotsky declaró en una conversación: “La situación en Alemania es similar a la de un hombre en el fondo de un abismo enfrentado a una pared de piedra. Para salir es necesario aferrarse a las rocas con las manos desnudas y sangrientas. Es necesario tener coraje y voluntad, pero es posible. No todo está perdido”.

Las direcciones oficiales de los partidos obreros permitieron que se escurriera la última oportunidad. Frente a su pasividad, Hitler se tornó más audaz. El nunca esperó obtener una victoria tan sencilla. A comienzos de marzo la cruda provocación del incendio del Reichstag le permitió establecer firmemente en forma definitiva a su régimen. Las organizaciones obreras fueron barridas.

La reacción de Trotsky no tardó en producirse. Escribió un artículo titulado La tragedia del proletariado alemán. Fue fechado el 14 de marzo de 1933 y tenía como subtítulo: “¡Los obreros alemanes se levantarán – el stalinismo Jamás!”. La idea central del artículo era que, en Alemania, el partido comunista había fracasado en su misión histórica, de que estaba sentenciado a muerte como organización revolucionaria. De este modo, no había otra alternativa que renunciar a la política de reformarlo y proceder a construir un nuevo Partido Comunista alemán. Cuando Trotsky escribía que el stalinismo no se levantaría nuevamente, se refería al stalinismo en Alemania. En relación a los partidos comunistas de los demás países, especialmente el partido bolchevique ruso y a la Internacional Comunista considerada en su conjunto, la línea siguió siendo la de antes, la de la reforma.

En las semanas siguientes otros artículos elaboraron esta posición y respondieron a las objeciones levantadas en su contra. En las filas de la Oposición de Izquierda estas objeciones fueron mínimas. Provinieron mayormente de ciertos camaradas de la sección alemana, la más directamente involucrada; Estas objeciones mantenían un carácter secundario o sentimental: quizás sería mejor esperar antes de hablar de un nuevo partido cuando el oficial está bajo los golpes de una represión brutal, etc. Pero la lección de los acontecimientos era tan clara que la necesidad de un cambio en la vieja política no fue cuestionada seriamente.

No obstante, cuando uno vuelve su memoria hada ese mes de marzo de 1933, no puede negarse que la nueva política fue una sorpresa para los miembros de la Oposición de Izquierda. La actividad diaria de cada una de las secciones estaba centrada exclusivamente alrededor del Partido Comunista, y desarrollar una nueva línea, aun cuando fuera en una sola de nuestras secciones, significaba quebrar una tradición que contaba con diez años. La gran autoridad de Trotsky hizo posible efectuar el cambio de línea rápida y cohesionadamente. Sin él, las lecciones de los acontecimientos de Alemania seguramente habrían sido asimiladas en nuestras filas, pero ¿después de cuántos meses de discusión?

El problema de la Tercera Internacional en su conjunto no podía dejar de plantearse. Después del colapso del partido comunista alemán, el comité ejecutivo de la Internacional giró una resolución en abril que declaraba que la política seguida por el partido comunista alemán “hasta y en el momento del golpe de estado de Hitler fue totalmente correcta”.

Esto no es asombroso: el comité ejecutivo bajo las órdenes de Stalin, simplemente cubría a Stalin, quien imponía su fatal línea política al partido comunista alemán. Pero el hecho decisivo fue que todas las secciones de la Internacional aceptaron la resolución de Moscú y de este modo se convirtieron en igualmente responsables por la histórica catástrofe en Alemania. Los miembros que denunciaron la línea llevada adelante, o simplemente la cuestionaron, fueron expulsados. La política de reforma había perdido todo realismo.

El 15 de julio de 1933, Trotsky, bajo el seudónimo de G, Gurov, envió a las secciones de la Oposición un artículo titulado: Es necesario construir un nuevo partido comunista y una Internacional. Aquí la perspectiva de una reforma fue definitivamente abandonada. Después de la lección de los acontecimientos, el cambio fue decisivo: “Hablar de ‘reforma’ y reclamar la readmisión de los oposicionistas en los partidos oficiales debe ser definitivamente dejado de lado como utópico y reaccionario’’, escribió. Y aprovechó la oportunidad para formular un valioso consejo general: “Lo más peligroso en política es convertirse en prisionero de las propias fórmulas, que eran adecuadas ayer, pero están privadas de todo contenido hoy”.

El 20 de julio, un segundo artículo titulado “No es posible permanecer más tiempo en la misma ‘Internacional’ con Stalin, Manullsky, Lozovsky y Cía.”, respondía a posibles argumentos contrarios a la nueva posición.

El cambio de política coincidió con el cambio de la residencia de Trotsky. El 17 de julio dejó Estambul y el 24 desembarcó en Marsella. Al día siguiente se instaló cerca de Saint-Palais, en la costa atlántica. Fue un gran cambio en su vida personal. Mientras estuvo en la isla de Prinkipo, el arribo de un visitante era un pequeño acontecimiento cada cuatro o seis meses; en Francia, Trotsky estuvo en condiciones en las siguientes semanas de encontrarse con prácticamente todos los miembros dirigentes de los grupos oposicionistas europeos y con unos cuantos de ultramar.

Cuando Trotsky desembarcó en Marsella, la traducción de su primer artículo sobre la necesidad de una nueva internacional había alcanzado difícilmente a las direcciones de las diversas secciones. Los dirigentes trotskistas de Francia, Bélgica, Alemania, Italia, etc., rápidamente tomaron el camino hacia Saint-Palais, y allí en el estudio de Trotsky, o bajo los árboles de su jardín, participaron en largas discusiones. Prácticamente no existió oposición a la nueva orientación. El giro hacia un nuevo partido en Alemania tres meses antes había quebrado una larga tradición y abierto nuevas perspectivas. Las discusiones no versaron tanto acerca de la necesidad de una nueva Internacional, sino más bien sobre los caminos y los medios para llevarla a cabo: ¿cómo construirla, cómo construir nuevos partidos?

 

La nueva Internacional

Algunas voces plantearon la pregunta: ¿no hemos esperado demasiado? ¿No debimos haber reconocido la necesidad de una nueva Internacional mucho antes? A esto Trotsky respondió: “Esta es una pregunta que podemos dejar perfectamente en manos de los historiadores”. Él estaba convencido profundamente y sin dudas que el cambio de política hubiera sido incorrecto unos años antes, pero se rehusó a discutir estas cuestiones porque carecían de interés práctico e inmediato.

Una cuestión que llevó gran parte de la discusión fue la de la URSS. Es importante examinar cómo eso fue planteado entonces. El documento de diciembre de 1932 que ya hemos mencionado y que aún seguía la línea de la reforma, señalaba:

Más aguda y clara es la cuestión (de la reforma) en la URSS. La política de un segundo partido allí implicaría la política de la insurrección armada y una nueva revolución. La política de fracción implica la línea de la reforma interna del partido y del estado obrero”.

En el artículo de abril de 1933 que señalaba la necesidad de un nuevo partido en Alemania pero que al mismo tiempo retenía la política de reforma para la Internacional Comunista, Trotsky escribió:

Si la burocracia stalinista llevara a la URSS al colapso… entonces serla necesario construir una Cuarta Internacional”.

El problema era: ¿cómo descartar la política de reforma del partido bolchevique y al mismo tiempo retener la perspectiva de reformar el estado obrero? ¿Cómo proclamar la Cuarta Internacional antes de que la burocracia stalinista hubiera llevado a la URSS al colapso?

El problema de la URSS fue el gran obstáculo en la mente de Trotsky antes de alcanzar la conclusión de que no quedaba otra alternativa que formar una Cuarta Internacional. Poco antes de su artículo del 15 de julio, dijo en una conversación en Prinkipo: “desde abril hemos estado a favor de la reforma en todos los países excepto Alemania, en donde estamos en favor de un nuevo partido. Ahora podríamos adoptar una posición simétrica, por ejemplo, en favor de un nuevo partido en todos los países excepto en la URSS donde estaríamos en favor de la reforma del partido bolchevique”. (Esta posición, hasta donde yo sé, no fue nunca puesta por escrito). Pero estaba claro para quienes lo escuchaban que sus ideas sobre este tema estaban solamente en proceso de formación y que aún no habían sido alcanzadas las conclusiones.

La solución a este problema es, como ya es bien conocido, la distinción entre una revolución social y una revolución política. Esta solución ya estaba perfilada en los primeros documentos, en julio, los que hablaban de la necesidad de una nueva Internacional.

Por otro lado, en el verano de 1933, las discusiones acerca de la naturaleza de la URSS fueron numerosas: no solamente estaba la bancarrota stalinista en Alemania, sino que las primeras experiencias económicas de Hitler, Rooswelt, así como el estado corporativo italiano dieron origen por todos lados a teorías sobre “el capitalismo de Estado”.

Trotsky entonces clarificó su posición en relación a la URSS en un largo artículo titulado La naturaleza de clase del Estado Soviético fechado el 1º de octubre de 1933. Este artículo elimina definitivamente la perspectiva de una remoción pacifica de la burocracia, y clarifica la fórmula utilizada en los documentos de julio sobre la nueva Internacional. En lo fundamental ésta es la posición que hemos mantenido hasta el presente. (Sobre la cuestión de una analogía histórica con el Termidor fue hecha una corrección en febrero de 1935).

Otra cuestión requirió una gran dosis de atención en las discusiones de Saint- Palais: la de nuestras relaciones con otras organizaciones. La Oposición de Izquierda tenía su atención focalizada exclusivamente sobre los diversos partidos comunistas. Nuestra organización fue creada, con algunas raras excepciones, con miembros expulsados de los partidos comunistas y de las ligas de juventudes comunistas. Toda nuestra actividad estaba subordinada a la perspectiva de la reforma. Tan temprano como el 15 de junio de 1933, esto es, antes del giro en favor de una nueva Internacional, Trotsky envió a las secciones de la Oposición de Izquierda un artículo, Las organizaciones de la Izquierda socialista y nuestras tareas, en el que señalaba un nuevo campo de actividad: la victoria del fascismo alemán produjo una crisis en la socialdemocracia. La Comintern estaba perdiendo sus poderes de atracción. Podíamos esperar que las organizaciones centristas de la izquierda giraran hacia nosotros. Era necesario, por lo tanto, volver nuestra atención y nuestros esfuerzos en esta dirección.

De hecho, toda la atmósfera política, nuestra orientación en favor de una nueva internacional, el arribo de Trotsky a Francia, atrajeron efectivamente sobre nosotros los ojos de organizaciones que, en diferentes períodos y bajo diversas circunstancias, habían roto con la Segunda y la Tercera Internacionales. Fueron numerosas las visitas a Saint-Palais de dirigentes de estas organizaciones (SAP alemán, ILP inglés, OSP y RSP holandés, etc.). El partido holandés de Sneevliet (RSP) se declaró dispuesto a unirse a nuestras filas inmediatamente.

La excitación provocada por la vergonzosa bancarrota de las dos Internacionales en Alemania fue tan grande que por lo menos catorce organizaciones que no pertenecían a ninguna de las dos Internacionales decidieron unirse. No obstante, estaban lejos de tener un programa común. Criticar a las organizaciones oficiales en artículos y discursos es una cosa. Emprender la construcción de una nueva Internacional es otra cosa. Nuestra organización decidió participar en la Conferencia de los catorce grupos realizada en París a fines de agosto de 1933. Nuestra política era clara: sacar las conclusiones de los acontecimientos hasta el final, proponer nuestro programa de construir una nueva Internacional, denunciar a quienes pretendían permanecer equívocos y ambiguos. Junto a unas pocas organizaciones que reconocían la inmediata necesidad de una nueva Internacional (SAP, RSP, OSP), nuestra organización suscribió un documento programático conocido con el nombre de Declaración de los cuatro. Algunos meses más tarde, el SAP habría de renegar de su firma.

La conferencia de París resultó ser el máximo esfuerzo del que eran capaces los grupos centristas. Careció de resultados. Todas sus perspectivas se revelaron gradualmente como vacías, no realistas, excepto una: la creación de una nueva Internacional. La fundación formal de la Cuarta Internacional tuvo lugar cinco años más tarde, en 1938.

Once años han pasado desde aquel verano de 1933 cuando fue concebida la Cuarta Internacional. Sus progresos han sido lentos, incluso muy lentos para nuestras esperanzas. Nació en medio de derrotas provocadas por las viejas organizaciones oficiales de la dase obrera. Mientras que una derrota impulsa a los mejores elementos de la vanguardia a examinar sus causas y a construir una mejor organización, sus efectos sobre la clase en su conjunto son la desorientación, la desmoralización y la pasividad. Toma años erradicar sus marcas, una nueva generación que no haya conocido el cinismo debe levantar su cabeza.

Encontramos en nuestra senda el cuerpo podrido del Comintern, una organización que ha utilizado el inmenso prestigio de la victoriosa Revolución Rusa precisamente para desorientar, desorganizar y aplastar, cuando fuera necesario, la emancipación revolucionaria de la dase obrera.

Siguiendo a las derrotas en una serie de países, una catástrofe se abatió sobre los pueblos, una nueva guerra mundial. Durante cinco años hasta ahora, cientos de millones de hombres se han visto enfrentados con los horrores de la guerra, pero hoy en día el sonido del cañón no puede ahogar por más tiempo la melodía de la rebelión. A través de Europa los puños se están cerrando. En el día de mañana decenas y centenares de millones se levantarán para reclamar una rendición de cuentas al viejo orden, que generó opresión, miseria y guerra. Tomando conciencia de su fuerza, arrojarán a un lado a sus falsos dirigentes, los pérfidos agentes del enemigo. Precisarán un estandarte de acero. Hay sólo uno: el nuestro, el estandarte de la Cuarta internacional, el del Partido Mundial de la Revolución Socialista.

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