Las vacunas contra el COVID en el mapa de la desigualdad mundial

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  • Mientras que las principales potencias del mundo compraron miles de millones de dosis por adelantado, cientos de países continúan sin aplicación alguna y con bajísimas perspectivas de inmunización.

Marian Busch

Los desastres humanitarios de los que el capitalismo es capaz ya eran evidentes mucho antes de la proliferación de la pandemia, pero la extrema mezquindad con que se trata la única solución posible para salvar miles de vida, lo hacen aún más patente. Mientras que las principales potencias del mundo compraron miles de millones de dosis por adelantado, cientos de países continúan sin aplicación alguna y con bajísimas perspectivas de inmunización.

El mapa de la desigualdad en el mundo bajo el dominio del capitalismo imperialista es algo que a nadie escapa. La concentración de riqueza en los países económicamente dominantes, la subyugación de las economías del tercer mundo, la diferencia en los estándares de vida. Sin embargo, hay momentos en que esta desigualdad que todos conocemos se vuelve a mostrar con tanta crudeza que nos sigue sorprendiendo. Este es el caso de lo que ocurre con la distribución de la vacuna contra el Covid19.

Luego de un año de pandemia, con un mundo sacudido de principio a fin y más de dos millones de muertes, la vacunación es la gran esperanza de miles de millones. Sin embargo, según reveló la OMS la semana pasada, hasta ahora el 95% de las vacunas existentes se concentran en tan solo 10 países . Estados Unidos, China, Reino Unido, Israel, Emiratos Árabes Unidos, Italia, Rusia, Alemania, España y Canadá reunen el 95% de las 28 millones de dosis aplicadas hasta el momento del informe, estando el restante 5% distribuido entre los otros 36 países que comenzaron sus planes de vacunación. Un país como Guinea recibió 25 dosis de la vacuna, o sea un 0,00006 por ciento del total de vacunas aplicadas. Mientras que Estados Unidos vacunó a 12 millones de personas, China a 10 millones, Reino Unido a 4,3 millones e Israel a 2,4 millones. Argentina, apenas va por las 200.000 dosis aplicadas.

Claro que incluso considerando ese desbalance, siguen siendo tan solo 46 los países donde se está aplicando la vacuna. El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaró al respecto que el mundo está al borde de un “catastrófico fracaso moral”.Esto nos indigna, pero no debería sorprendernos demasiado. Hace tiempo venimos hablando de la imposibilidad del capitalismo para enfrentarse a sus propias catástrofes. De esta forma, una de las principales solicitudes de un petitorio liderado por India y Sudáfrica y firmado por 99 naciones agrupadas en la Organización Mundial de Comercio es que se libere el derecho comercial de patente de las vacunas, cosa que, por supuesto, los laboratorios y los países que lideran la producción y registraron sus fórmulas no tienen ningún interés en hacer. ¿Quién quiere salvar vidas – e incluso gran parte de la economía mundial – cuando se puede exprimir aún más el mercado farmacéutico? El siguiente mapa interactivo confeccionado por Our World In Data permite apreciar lo que decimos. Atención a las enormes zonas blancas, donde aún ni una sola vacuna ha sido aplicada.

Otro hecho que aporta a la enorme irracionalidad del capitalismo, es que la proliferación de la pandemia en países de menores recursos económicos, no implica el fin de la misma en los que garantizaron su propia vacunación. Este “salvese quien pueda” de las grandes potencias ni siquiera garantiza su propia seguridad, ya que el riesgo mientras la pandemia continúe creciendo en cualquier rincón del mundo es la aparición de nuevas cepas, que constantemente ponen en entredicho la utilidad de las vacunas ya existentes para las nuevas variaciones del virus.

Una nota publicada anteriormente por IzquierdaWeb señalaba que con los modelos actuales de producción de la vacuna, la población mundial solo podría estar cubierta en 2023 o 2024. La escases de la vacuna es uno de los factores que profundizan gravemente la desigualdad, ya que aún hay mucho elemento de especulación. Durante este mes, tanto AstraZeneca como Pzifer-BionTech anunciaron que entregarán a la Unión Europea muchas menos dosis de las anunciadas. Esta escases que afecta a los propios paises de centro hace que estos especulen comprando enormes dosis de vacunas que aún falta mucho para que puedan ver, como es el caso de Canadá con sus 358 millones de dosis de 7 vacunas diferentes. El que no puede especular comprando con anticipación, se queda sin nada, o arriesgándose a una sola variante. Una reciente nota de BBC Mundo recordó que en la pandemia de H1N1, las principales potencias mundiales compraron tantas vacunas que al final tuvieron que descartarlas o revenderlas.

En esa misma nota se hablaba del mecanismo Covax, o Fondo de Acceso Global para vacunas Covid19. Este es una iniciativa de la OMS a la que al momento adhieren al menos 172 naciones que tiene como objetivo intentar reducir la enorme desigualdad en la disponibilidad de vacunas según estados. Esta semana se conoció que Pfizer-BionTech donaría 40 millones de dosis de su vacuna a este sistema, mientras que AstraZeneca destinaría 150 millones . El objetivo de la OMS es que este programa cuente con 2000 millones de dosis a distribuir entre más de 190 países que no accederían de otro modo a la vacuna. Claro que los propios ejecutores del programa admiten que eso no cubriría ni el 20% de la población de esos países, y que las mismas potencias que promueven esta suerte de caridad con la vacuna son las que ya compraron para sí mismas cantidades de dosis enormemente mayores que las que recibe Covax, mientras que los laboratorios nucleados en esas potencias que donan generosamente sus dosis son los mismos que ponen precios astronómicos y no piensan liberar una sola fórmula. China, la Unión Europea y Rusia aún no planean participar de la iniciativa.

Mientras la vacunación avanza a cuentagotas, la pandemia aún nos trae muchas más incertidumbres que certezas. Lo que podemos decir ciertamente es que la irracionalidad de este sistema nos conduce de una catástrofe humanitaria a otra. Tras producir una pandemia global devastadora, la distribución global de la solución es una auténtica vergüenza que debe incitar a la reflexión sobre qué mundo debemos construir. La competencia de mercado y el dominio de la burguesía son una amenaza para cada vida de este mundo. La clase trabajadora, aquella que verdaderamente produjo las vacunas, es la que debe encargarse de poner fin a un sistema que ya no se aguanta más.

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