La huelga del Metal en Cádiz llega firme a su octavo día

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  • La huelga no tiene fecha límite y su resultado permanece abierto. Pero una cosa es segura: en Cádiz, los obreros del metal se han puesto de pie. Y con ellos podrían comenzar a hacerlo miles de trabajadores más en la región. 

Agustín Sena

En el Estado Español, la huelga general de los metalúrgicos de Cádiz llega al octavo día firme y haciendo ruido. Esta mañana, los sindicatos mayoritarios y las patronales de la Federación de Empresarios del Metal de Cádiz (FEMCA) volvieron a reunirse sin alcanzar un acuerdo.

La huelga comenzó en el marco de la negociación del nuevo Convenio Colectivo para el gremio. La intención de la FEMCA es congelar los salarios de 22.000 trabajadores, eliminando uno de los ítems del mismo. Pero esa parece haber sido tan sólo la chispa que encendió la pradera, como señalábamos hace algunos días desde el Estado Español.

Los trabajadores del metal de Cádiz han atravesado ya varias décadas de ataques patronales y resistencia obrera. En los ’80 y ’90, las patronales avanzaron en la desindustrialización de la región, en lo que los metalúrgicos llamaron «el cambio al sector servicios» de la Provincia de Cádiz. Para los trabajadores que mantuvieron sus trabajos, las condiciones de contratación, de trabajo y los salarios fueron fuertemente recortados.

Por poner un ejemplo, hay metalúrgicos de Cádiz que han pasado por 50 fábricas distintas en un período de 25 años. La metalurgia parece haberse convertido en un «empleo exprés».

Esas experiencias de las últimas décadas parecen estar todavía muy presentes en la memoria colectiva de los trabajadores de Cádiz. Y no sólo de los metalúrgicos. En esta semana de huelga, los obreros del metal han reunido la simpatía de estudiantes, trabajadores de la salud, jubilados, trabajadores desocupados y vecinos de la región.

Pero en la memoria colectiva no persisten sólo las derrotas y los malos tragos, sino también las tradiciones y métodos de lucha de los trabajadores. Esos métodos son los que afloraron en los últimos días: el paro de actividades, el piquete por fábrica y la movilización.

Solidaridad

Hoy martes, estudiantes de la ciudad de Cádiz se plegaron a la movilización de los metalúrgicos tras convocar un paro estudiantil en solidaridad. Junto a un sector de los metalúrgicos, marcharon hacia el Puente Carranza en una columna que reunió a 4.000 personas.

En el camino cosecharon la solidaridad de los trabajadores del Hospital Puerta del Mar, que salieron a saludarlos a la calle. «No queremos que la Bahía sea otra Benidorm», coreaban. «La Bahía» es Cádiz, y Benidorm es una de las ciudades hoteleras más grandes de Europa. No casualmente: hacia varios años atrás, el gobierno español decidió convertir a Benidorm en lo que es ahora: un negocio para empresarios hoteleros y especuladores inmobiliarios.

El grito de los trabajadores de Cádiz no es ingenuo. En estos pocos días de huelga, la necesidad de frenar los ataques a los trabajadores del metal parece haberse impuesto en la opinión pública. Con altos niveles de precarización y una desocupación de casi el 25%, la clase obrera de Cádiz no parece dispuesta a ser «trasladada al sector servicios», como se hizo con Benidorm.

En el Puente Carranza, los efectivos policiales reprimieron la movilización con balas de goma, gases lacrimógeno y palazos. Durante una hora resistieron los obreros de metal, a botellazo limpio y con el apoyo que los vecinos de Cádiz coreaban desde los balcones. Tal fue el rechazo de la población hacia la represión, que el propio alcalde de Cádiz, José María González, tuvo que salir a despegarse. Le tiró el fardo al subdelegado del Gobierno en Cádiz, José Pacheco, al que hizo responsable de la represión y le pidió la renuncia.

Hasta la burocracia neoliberal del PSOE y los congénitamente tibios de Unidos Podemos han expresado su apoyo público a la huelga. Los medios de la derecha, por otro lado, española piden cárcel y represión para los huelguistas.

Mientras tanto, aparecen los primeros signos de desconfianza entre los trabajadores respecto a la actuación de sus representantes. Ocurre que no todos los sindicatos han sido admitidos en la mesa de negociación con las patronales, sino únicamente los mayoritarios.

La huelga no tiene fecha límite y su resultado permanece abierto. Pero una cosa es segura: en Cádiz, los obreros del metal se han puesto de pie. Y con ellos podrían comenzar a hacerlo miles de trabajadores más en la región.

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