El Reino Unido frente a la nueva variante del virus

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  • La realidad es que la nueva cepa se detectó en setiembre. En noviembre, alrededor de una cuarta parte de los casos en Londres eran de esta nueva variante. Y para diciembre representaba casi dos tercios de los casos. Mientras tanto, a pesar de los ruegos y advertencias de numerosos científicos, hasta hace pocos días Boris Johnson aseguraba los festejos navideños para los londinenses, con escasas restricciones.

Marcelo Buitrago

Los asesores científicos del gobierno advirtieron que la inacción podría costar decenas de miles de vidas y correr el riesgo de un «desastre económico, humano y social», con la nueva tensión extendiéndose por el Reino Unido y el extranjero. (The Guardian 21/12/2020)

Tras el anuncio de Boris Johnson de la implementación de un bloqueo en Londres y el sudeste de Inglaterra con motivo del avance de una nueva cepa de coronavirus, potencialmente mucho más contagiosa, una avalancha de  prohibiciones de vuelos desde Reino Unido se extendió por la mayoría de los países de Europa. A esto se sumó la decisión de Francia de cerrar el Euro túnel por 48 horas y la suspensión de todo el transporte de carga desde el Reino Unido, por el mismo lapso.

El transporte de carga desde Inglaterra al continente se realiza por el puerto de Dover en un 90%, lo que ha provocado el caos con miles de camiones en espera, lo que provoca la ausencia de condiciones sanitarias mínimas para los choferes.

Johnson compite con Trump en  la combinación de cinismo y negacionismo: su primera reacción al inicio de la pandemia fue literalmente no hacer nada, informando a la población que “lamentablemente muchos seres queridos morirán”; ante la amenaza de cientos de miles de muertos tuvo que retroceder, aplicando cuarentenas como la mayoría de los gobiernos, pero siempre buscando la oportunidad de eliminar las restricciones. Así, cuando en Junio presentó su plan de “vuelta a la normalidad”, instó a la población a viajar al trabajo a pie o en bicicleta, una burla para los trabajadores de las  grandes ciudades que viven a decenas de kilómetros de sus trabajos. Ahora anunció que “tan pronto como se nos informó cómo gobierno de la rápida transmisibilidad de esta nueva cepa… presentamos toda la información necesaria a la OMS y tomamos medidas rápidas decisivas al dia siguiente para frenar la propagación de la variante en el Reino Unido”.

Pero el mensaje de los funcionarios de salud y los científicos fue muy diferente. En una declaración conjunta, los directores de salud pública del Gran Manchester dijeron que “cualquier persona que llegue a la región desde un área de nivel 4 o desde Gales, que también está en efecto cuarentena, debe aislarse por sí mismo durante al menos 10 das.”

La realidad es que la nueva cepa se detectó en setiembre. En noviembre, alrededor de una cuarta parte de los casos en Londres eran de esta nueva variante. Y para diciembre representaba casi dos tercios de los casos. Mientras tanto, a pesar de los ruegos y advertencias de numerosos científicos, hasta hace pocos días Boris Jhonson aseguraba los festejos navideños para los londinenses con escasas restricciones.

Y ahora enfrenta una intensa presión para imponer otro bloqueo nacional en unos días, ya que más de 40 países prohibieron las llegadas desde el Reino Unido en un esfuerzo por evitar una nueva variante de coronavirus de rápida propagación: Los asesores científicos del gobierno advirtieron que la inacción podría costar decenas de miles de vidas y correr el riesgo de un «desastre económico, humano y social», con la nueva tensión extendiéndose por el Reino Unido y el extranjero.

“La lección que creo que hay que aprender sobre este virus … es que es importante adelantarse a él en términos de acciones», dijo Patrick Vallance en una conferencia de prensa junto a Johnson. «Creo que es probable que aumente la cantidad de la variante en todo el país y, por lo tanto, creo que es probable que las medidas deban aumentarse en algunos lugares a su debido tiempo, no reducirse».

Andrew Hayward, miembro del Grupo Asesor Científico para Emergencias del gobierno, dijo que la nueva variante tenía el potencial de extenderse por el Reino Unido y el extranjero, abogando por un cierre nacional: “Básicamente, lo que realmente estamos haciendo es tratar de reducir la transmisión hasta que podamos proteger a la mayor cantidad posible de personas vulnerables…no podría darles una estimación precisa … pero mi opinión es que será en la escala de decenas de miles de vidas.

Un aumento de la transmisibilidad, incluso con exactamente la misma tasa de mortalidad por persona, provocará muchas, muchas más muertes, a menos que se aumente la eficacia de nuestras medidas de control».

Dijo: “Necesitamos restablecer nuestra estrategia y pasar rápidamente a una estrategia de Covid cero del tipo que muchos han estado proponiendo. Esto implicará reglas de distanciamiento social más estrictas pero más racionales en todo el país, y finalmente hacer lo que deberíamos haber hecho desde el principio: construir el tipo de programas de prueba, viaje, aislamiento y apoyo que tienen en los países del lejano oriente.

Suena caro, pero la alternativa bien podría ser un colapso catastrófico en la confianza en la capacidad del país para controlar el virus y el desastre económico, humano y social que seguiría».

Es que la alternativa impulsada por las patronales y los gobiernos capitalistas de todo el mundo de “vuelta a la normalidad” priorizando la economía se demuestra como un fracaso rotundo: la libertad de mercado minimizando la pandemia termina cediendo no solo ante el alto costo de vidas, sino también ante la imposibilidad del funcionamiento normal de la actividad económica. Ahí están los miles de camiones en Dover cortando la cadena de suministros, mientras Francia da vueltas sobre como reabrir su frontera con el Reino Unido, “pero solo a sus propios ciudadanos, residentes franceses y profesionales como conductores de camiones, todos los cuales tendrán que proporcionar una prueba negativa reciente” sin que este claro cuando entrarían en vigencia las medidas. Los cuatro años de discusión del Brexit sobre la libre circulación y los problemas fronterizos los pasaron por arriba la realidad de la pandemia 24 horas después del anuncio del sábado de Johnson.

Y mientras los países europeos aplican medidas de cierre de frontera, en otro planeta, la Comisión Europea recomendó a los 27 estados miembros que suspendieran las prohibiciones de vuelos y trenes desde el Reino Unido y que reabrieran las rutas de carga para «garantizar que las cadenas de suministro esenciales sigan funcionando», incluidas las vacunas Covid, como si se fabricasen solo en Reino Unido.

En el mismo sentido, como si la formalidad se impusiera a la salud pública recordó que “los ciudadanos del Reino Unido todavía tenían derecho a la libre circulación hasta el 1 de enero” y «deberían estar exentos de otras restricciones temporales siempre que se sometan a una prueba o cuarentena».

Un hecho que alerta sobre la gravedad de la situación es que el descalabro británico ha hecho que pase casi inadvertida la aprobación de condicional por 12 meses de la vacuna de Pfizer en la Unión Europea, desde su fecha prevista del 29 de diciembre. Ya había presiones de varios países, incluida Alemania, de adelantar esa fecha y este nuevo episodio dinamitó cualquier posible postergación, lo que le permitiría a varios países iniciar sus campañas de vacunación en forma inmediata.

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