¿Abrir las escuelas? ¿Cómo?

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  • El debate sobre la situación de la educación en todo el mundo durante la pandemia.

Robert Bartlett

A seis meses del comienzo de la peor crisis sanitaria en los últimos 100 años, en la mayor parte del mundo no hay señal alguna de que esté bajo control. En Estados Unidos, produjo desempleo en masa, expuso la enorme brecha entre los ricos y los pobres, y promete expandirla, a menos que los movimientos sociales impulsados por el Black Lives Matter y la organización de los docentes y la comunidad puedan continuar redefiniendo el panorama político, social y económico.

Hasta mediados de marzo, cuando los gobernadores y los alcaldes tomaron medidas drásticas con órdenes de resguardarse, cerrar negocios y escuelas para ralentizar el esparcimiento del virus, muchas personas seguían con sus vidas con un creciente sentimiento de miedo con respecto a lo que podría suceder. La mayoría de los docentes de escuelas se enteraron pocos días antes de que sus escuelas serían (correctamente) cerradas.

Imaginemos cómo una sociedad socialista le haría frente a esta crisis.

En primer lugar, ya habría priorizado la infraestructura que la gente necesita. Se habría construido hospitales y salitas médicas barriales siguiendo un modelo de salud pública. Es decir, llevaría adelante medidas sostenibles y preventivas, a diferencia del abordaje de alta tecnología y gastos elevados que se emplea en el país hoy.

Las investigaciones examinarían cómo se transmite el virus y qué medidas pueden tomarse para interferir la transmisión. Hasta el desarrollo de la vacuna, las personas contagiadas serían aisladas para prevenir que propaguen el virus. Esto quiere decir que se les brindaría comida, alojamiento y cuidados adecuados mientras sus sistemas inmunes estuvieran lidiando con la enfermedad. Para aquellos cuyo sistema inmunológico desencadenara una reacción excesiva, habría disponibles cuidados médicos adecuados.

En segundo lugar, las escuelas ya estarían reorganizadas. Todas las viejas debilidades de la educación pública (edificios que se caen a pedazos, pobremente ventilados, el financiamiento desigual, las aulas abarrotadas, el insuficiente acompañamiento social y emocional) habrían sido reemplazadas por escuelas y jardines bien mantenidos y ricos en recursos. Al reducir significativamente el tamaño de los cursos, pequeños grupos de estudiantes (de cinco a siete estudiantes) podrían llevar adelante clases presenciales.

En tercer lugar, la semana laboral se habría reducido con licencias con goce de sueldo. Si la gente se enfermara, no se esperaría que fueran a trabajar.

En cuarto lugar, el aprendizaje sería visto como un proceso que dura toda la vida. Se implementarían una variedad de estilos de enseñanza y aprendizaje. El control de la currícula y el poder de cambiarla no estaría dirigido por los “estándares básicos comunes” o los consejos escolares locales, sino por equipos de docentes que son los verdaderos expertos en cómo adaptar sus materias en función de las necesidades de sus estudiantes y los desafíos de la enseñanza remota.

En quinto lugar, se desmantelaría la producción industrial de alimentos y se detendría la destrucción de los bosques. Esto minimizaría el peligro de la transmisión de virus de los animales a los seres humanos.

En su lugar, en la economía capitalista actual nos enfrentamos con múltiples dilemas de una naturaleza más social que científica. Sobre todo, la parálisis económica ha generado el desempleo en masa más grande desde la Gran Depresión de 1930. Y ya que la economía se basa en lo que es rentable (no en lo que es necesario), ahora nos enfrentamos con la necesidad de reabrir los negocios.

Para hacer eso, es necesario que abran las escuelas para que los padres puedan ir a trabajar. Sin embargo, no hay lineamientos claros acerca de qué medidas es necesario llevar adelante para que las escuelas sean seguras. El hecho de que esto suceda a dos meses de las elecciones presidenciales se suma a la presión que impone Trump.

Mientras que los contagios en Estados Unidos se mantienen por encima de los 50.000 por día, el gobierno de Trump piadosamente declara que la educación es esencial. En otras palabras, los niños, los educadores y el personal de mantenimiento son todos descartables.

 

¿Qué se sabe acerca del SARS-COVID 2?

Sabemos que casi más del 40% de los infectados no presentan en ningún momento síntomas externos, no obstante contagian el virus. Detectar a estas personas requiere testeos en una escala mucho mayor a la que se ha llevado adelante en los últimos seis meses de pandemia.

Los testeos son limitados por el tipo que se utiliza, un test de la reacción en cadena de la polimerasa (PCR por sus siglas en inglés) que requiere hisopos, pipetas y reactivos químicos para procesarlo, y porque son caros (150 dólares o más por test). Sin embargo, el capitalismo ha centralizado la producción en los lugares de bajo costo y emplea una distribución «just in time», asegurando que con cualquier crisis estos suministros vitales sean escasos.

A su vez, los tests dependen de máquinas automatizadas, pero caras, para que procesen las muestras , y esto resulta en un estancamiento en el proceso. Puede tardar días o hasta una semana recibir los resultados. Aunque hubiera un número adecuado de rastreadores entrenados, tal retraso hace que ya sea demasiado tarde para que su tarea sirva de algo. La privatización del sistema de salud lleva a una forma de “producción ajustada” donde las decisiones con respecto al personal, número de camas y número de hospitales se basan a partir de los márgenes de ganancia.

La tasa de muertes entre las personas que contraen el virus se estima a nivel internacional entre el 0,5% al 1%, las muertes registradas actualmente se hallan en las 750.000, con los Estados Unidos con 175.000. Sin embargo, incluso los que sobreviven no tienen asegurada una recuperación completa.

Entre los efectos secundarios más graves se encuentran las enfermedades prolongadas, la evidencia de coágulos de sangre que provocan derrames cerebrales, daño permanente a los pulmones y anormalidades neurológicas. Algunos han pasado por cirugía para que se les reemplacen completamente los pulmones. La mortalidad es más grande entre los más viejos, pero gente de todas las edades ha muerto de COVID-19.

Estudios acerca del virus han llegado a conclusiones acerca de la transmisión que difieren de lo que se remarcaba inicialmente. Es un virus respiratorio, y la principal forma de transmisión es a través de pequeñas gotas expulsadas cuando aquellos infectados (incluyendo a la gente asintomática) esparcen partículas virales al hablar, respirar, toser o estornudar. Las partículas más pesadas caen rápidamente, mientras que las más ligeras quedan en el aire y se alejan.

Los estudios han señalado que una distancia de seis pies1 es razonable para evadir las partículas más grandes, pero las más pequeñas tienden a seguir esparciéndose. Sin embargo, por ahora no hay investigaciones concluyentes acerca de la diferencia entre estos dos modos de transmisión. No sabemos qué porcentaje concierne a cada una ni cuál es una distancia segura para las partículas aerosolizadas.

Limpiar las superficies no hace ningún daño, pero ponerse el barbijo es mucho más efectivo para limitar el esparcimiento del virus. Los espacios cerrados son mucho más peligrosos que estar al aire libre. En los casos en que grandes cantidades de personas se contagiaron del virus, se evidencia el factor común de la pobre ventilación, con muchas personas en proximidad por largos períodos de tiempo.

El crucero Diamond Prince, los frigoríficos, las prisiones y los geriátricos comparten esas características, como las escuelas de hoy en día.

Los índices desproporcionados de mortalidad entre las comunidades negras y del medio oriente son más una consecuencia de la pobreza que de “malas elecciones de vida». Los pobres tienen más probabilidades de tener trabajos «esenciales», menos probabilidades de poder trabajar en casa, de tener una licencia por enfermedad paga o cobertura de atención médica. A su vez, es más probable que compartan espacios reducidos con familias extensas y que cuando se enfermen (como tienen poca cobertura médica o poco tiempo de enfermedad pago) probablemente no busquen cuidados médicos.

¿Cuál es el riesgo relativo de los contagios de COVID-19 y la transmisibilidad de los niños infectados? Un estudio de 55.000 personas que contrajeron el virus revela que casi el 80% de las muertes fueron de mayores a los 65 años, menos del 1% eran menores de 18 años.

El riesgo de enfermedades graves se concentra entre la gente más grande también, pero algunos chicos contrajeron el virus y murieron por él, y todos los que tienen el virus pueden transmitirlo. Un estudio reciente de Corea mostró que los niños menores de 10 años transmitían el virus con una eficiencia del 50% en relación con los adultos, mientras que los que tenían entre 10 y 18 años lo transmitían en el mismo nivel que los adultos. Un estudio menor acerca de los niños debajo de los 5 años descubrió que la carga viral en los pañuelos era entre 10 y 100 veces más alta que la de los adultos.

El estudio muestra que los niños no son inmunes. Las escuelas no son cielos libres del virus. De hecho, suponen un riesgo de transmisión de la escuela a la casa y viceversa.

 

La respuesta de la salud pública

Las ilusiones en lo político, la estupidez absoluta y un ojo puesto en Wall Street implicaron que el gobierno federal perdió el tiempo durante los primeros meses. El decrecimiento en el testeo no es solo por una falta de planeamiento y la lenta respuesta de los organismos como los Centros para el Control de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), sino también se debe al vaciamiento del sistema de salud pública estadounidense desde que Reagan fue presidente.

La negativa por parte del gobierno federal de asumir la dirección de la producción de los Equipos de Protección Personal (PPE por sus siglas en inglés) y de los insumos para el testeo necesarios permitió la escalada de precios y la especulación en todos los niveles. Cada gobernador tuvo que competir contra los otros para poder obtener los materiales necesarios.

A mediados de agosto, el promedio de testeos diarios ronda los 750.000, pero parece haberse estancado. Este número todavía se queda corto con respecto a lo que se necesita para rastrear eficazmente y frenar el esparcimiento del virus.

Existen tests rápidos de antígeno, similares a los que se usan en las pruebas de embarazo, que pueden utilizarse para detectar las partículas virales que provocan la producción de anticuerpos. No son tan sensibles como los tests PCR, pero tienen la ventaja de dar resultados en unos 10 a 15 minutos y son más baratos, probablemente a 1 dólar el test si su producción se hiciera a gran escala.

Si se priorizara la producción de un test así, sería posible testear a todos cada día, simplemente por medio de la saliva en un tubo de solución salina y sumergiendo una tira reactiva en la solución.

Al mismo tiempo, podría hacerse testeos a la población de riesgo como los trabajadores agrícolas y a los de las plantas de procesamiento de alimentos, a los presos tanto como a los chicos en las escuelas y al personal. Los resultados rápidos de testeo permitirían una cuarentena inmediata y un seguimiento de los contactos eficaz.

Cualquier escenario en que fuera posible una reapertura más segura de las escuelas tendría que aumentar el testeo y el rastreo. De otra manera, será difícil reducir el riesgo de transmisión.

 

¿Qué tan efectivo es el aprendizaje remoto?

Aun si las escuelas hubieran estado preparadas para la enseñanza online en el caso de una emergencia sanitaria, ningún educador llevaría adelante la enseñanza a distancia como si fuera equivalente a las clases presenciales. La realidad de la enseñanza online le dio a los padres una mejor apreciación de lo difícil que es enseñar.

Es verdad, hay recursos en línea que pueden ser útiles para complementar el plan de estudios, pero la capacidad de interactuar con los estudiantes está casi completamente perdida. La Secretaria de Educación de Estados Unidos, Betsy DeVos, nunca anotaría a sus hijos a una escuela “chárter” online, y nosotros tampoco deberíamos haberlo.

Las deficiencias en la enseñanza online en realidad reflejan las disparidades en la sociedad. La falta de recursos educativos en los barrios más pobres o en las zonas rurales se replican en la enseñanza remota: falta de notebooks, imposibilidad de acceso rápido a internet, pobre infraestructura para aprender softwares nuevos, un traspaso a presentar las clases vía computadora y el efecto de clases largas e impersonales.

Lo más importante es la falta del contacto empático entre docentes y estudiantes, la dificultad que tienen los estudiantes más jóvenes para concentrarse y los obstáculos que se les suman a los estudiantes con un Plan Educativo Individualizado y a los que están aprendiendo el inglés.

Uno de los problemas más obvios es la participación de los estudiantes. No se ha reunido mucha información, pero las Escuelas Públicas de Chicago publicaron información que muestra que durante la semana del 11 de mayo solo un 60% de los estudiantes se loguearon al menos 3 días de la semana y que un 25% no se loguearon para nada. Estos números muestran los desafíos a los que los educadores se enfrentan.

Castigar a los estudiantes que no llegan a loguearse es contraproducente para un ambiente educativo. No obstante, en el acomodado condado de Oakland, Michigan, una estudiante de 15 años con dificultades para el aprendizaje fue sentenciada a un reformatorio durante la pandemia. Su crimen: no lograr completar su tarea virtual. Sacada de la corte con esposas, Grace estuvo detenida desde mediados de mayo hasta el 11 de agosto. Por supuesto, era afroamericana. Afortunadamente, el movimiento Black Lives Matter protestó y eventualmente la liberaron para que volviera con su madre.

La Academia Estadounidense de Pediatría (AAP por sus siglas en inglés) sacó un informe el 21 de junio que pedía un regreso seguro a las escuelas para otoño. La idea central del documento es que los efectos negativos de estar fuera de la escuela superan los riesgos de que los estudiantes estén en la escuela. Señalaron que el COVID-19 parece actuar diferente que la gripe en los niños y que el riesgo de efectos graves y el índice de transmisión puede que sea más bajo.

Desde el reporte de la AAP, el cuidadoso estudios acerca de los niños coreanos que mencioné antes muestra una diferenciación en la transmisión entre aquellos menores a los 10 años y los que superan esa edad. Esto contradice algunas de las hipótesis más esperanzadoras de la APP, como lo hace el informe del 30 de julio “Los niños y el COVID-19: Reporte de los datos del Estado” (“Children and COVID-19: State Data Report”) que sacaron la AAP y la Asociación de los Hospitales de Niños. Concluía que al menos 338.000 niños estadounidenses habían dado positivo, habiendo sido 97.000 hacía dos semanas.

También fue decepcionante leer que la sugerencia de la AAP era que tres pies2 entre los estudiantes era suficiente distancia. La investigación que documenta la diseminación en aerosol defiende enérgicamente que la distancia debería ser mayor. La AAP parece decir que las necesidades educativas de los estudiantes superan las necesidades sanitarias. ¿Por qué la sociedad tendría que ser obligada a tomar una decisión así?

Los trabajadores de las escuelas y los padres de los niños temen que la escuela será tachada de descartable solo para que “la economía” pueda seguir adelante. No sorprende que una encuesta de las Escuelas Públicas de Chicago mostrara que un 80% de las familias negras y latinas dijeron que no mandarían a sus hijos a la educación presencial.

 

¿Precauciones para que las escuelas sean seguras?

Sabemos que la exposición prolongada a partículas virales en aerosol es un riesgo clave. Si el número de casos de COVID-19 en la comunidad fuera bajo, o fuera a disminuir, ¿qué medidas habría que tomar para evitar que las escuelas sean otro potencial foco de infección y propagación?

Se necesitarían grandes cantidades de dinero para acondicionar las escuelas y contratar más personal. La Federación Estadounidense de Docentes estima que las escuelas necesitarán 116.000 millones de dólares para proporcionar más personal (de instrucción, de salud y de custodia), Equipamiento de Protección Personal, suministros de limpieza, transporte, tecnología y apoyo social y emocional. La Asociación de Superintendentes Escolares estima el costo en 200.000 millones de dólares.

Actualmente, no hay dinero asignado por el Congreso, y muchos presupuestos estatales puede que pierdan dinero este año y el próximo, en lo que ya era un presupuesto desfinanciado.

Las medidas que se deben tomar en las escuelas incluyen la reducción drástica del tamaño de las clases, con no más de una docena de niños en las clases de primaria, la mejora de la infraestructura de las instituciones escolares y la contratación de más maestros, ayudantes, enfermeros y trabajadores sociales, así como custodios.

Los maestros siempre han luchado por la reducción del tamaño de las clases. La educación funciona mejor cuando los estudiantes reciben una atención más individualizada. Por experiencia personal, puedo decir que cuando el número de estudiantes supera los 20 en la escuela secundaria, e incluso menos en los grados de primaria, ya no es posible hacer un seguimiento de cada estudiante. En medio de una pandemia, reducir dramáticamente el tamaño de los grupos no sólo es pedagógicamente mejor, sino que la reducción hará más difícil la transmisión de partículas virales.

En cambio, el impulso de abrir las escuelas sin tener en cuenta las amenazas a la salud está amenazando con provocar un éxodo de los profesores mayores si no se les permite trabajar a distancia. Esto llega en un momento en que se necesitará más, no menos, personal en medio de la escasez de profesores.

Lo más importante es mejorar la ventilación, permitiendo que se abran las ventanas y actualizando el sistema de filtración de aire con filtros de partículas de alta eficiencia (HEPA por sus siglas en inglés) o MERV 13, capaces de eliminar las partículas de aerosol virales y el aire que circula entre la habitación y el exterior. Además, es necesario instalar estaciones para el lavado de manos en las aulas, y disponer en todo momento de provisiones de equipo de protección personal, como mascarillas y desinfectantes para las manos.

Hay que prestar atención en la elaboración de detalles como la forma de limitar las interacciones en las zonas comunes, la creación de pequeños grupos o pods3 de estudiantes que estén aislados de otros grupos, que haya un espacio de tiempo para que cada estudiante se lave las manos, y la instalación de tapas en los inodoros (sí, se pueden esparcir partículas del virus cuando se tira la cadena del inodoro). Esto implica planificación y es extraordinariamente costoso, mucho más que los pálidos costos sugeridos.

Muchas escuelas están notoriamente sucias, como resultado de la reducción de personal y/o la subcontratación de la limpieza a empresas privadas como Sodexo o Aramark. Aunque se cree que la transmisión viral a través del tacto no es tan significativa como la transmisión por aerosol, mantener un edificio limpio ayudará, y reforzará la idea de que las escuelas están tomando todas las medidas posibles para mantener a las personas seguras. Además, muchas escuelas tienen graves problemas estructurales, como demostraron los maestros de Detroit hace unos años cuando hicieron huelga por las ratas en la escuela y los techos que se caían.

En el regreso a clases ideal, habría testeos diarios o frecuentes de los estudiantes y el personal. Eso detectaría los contagios antes y limitaría la transmisión, pero en ausencia de pruebas masivas o focalizadas habrá casos confirmados de infección y es necesario establecer protocolos para hacer frente a eso. El tamaño más reducido de las clases, los grupos y las interacciones limitadas reducirán el número de personas que necesitan ser rastreadas, pero cualquiera que haya estado en contacto con una persona infectada necesita ser testeada de nuevo y tal vez entrar en cuarentena por 14 días. Se necesita estar listos en caso de que eso suceda.

Tiene que existir un apoyo social y económico sólido para los estudiantes y sus familias, que les permita ponerse en cuarentena cuando sea necesario. Si alguna vez se dudó de la necesidad de la cobertura médica universal, hoy resulta crucial.

¿Qué han hecho las escuelas para prepararse para la reapertura? En general, se les pidió que prepararan tres planes: para las clases online, para las clases presenciales y para una combinación de ambas. Para acondicionar la escuela probablemente consiguieron más desinfectante, máscaras y termómetros e instalaron algunas estaciones de lavado de manos.

Tal vez han hecho algunos planes para minimizar el contacto entre las clases, como cancelar las clases de música y arte y hacer que los niños coman su almuerzo en sus escritorios.

La experiencia del aprendizaje online durante la primavera debería haber impulsado a los distritos y los departamentos de educación a trabajar enérgicamente para mejorar el acceso a Internet y planificar cómo el contenido de las clases puede presentarse online de una mejor manera. En su mayoría, eso no sucedió en cuanto que esperaban que el virus desapareciera «mágicamente».

Sin embargo, Betsy DeVos y varias legislaturas estatales están tratando de implementar represalias sobre los docentes de escuela pública que están altamente sindicalizados y dispuestos a luchar por una educación de calidad y por sus derechos. DeVos ha dictaminado que las escuelas públicas y privadas deben dividir los fondos federales proporcionados bajo la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica contra el Coronavirus (CARES), independientemente de las necesidades económicas de cada escuela.

Unas pocas legislaturas están considerando proyectos de ley que obligarían a los distritos a testear en todos los niveles de grado. Como esto requeriría un informe a los subcomités de asignaciones, puede que sea usado como una presión sobre aquellos distritos que «fallen».

Los proyectos de ley de este estilo muestran las limitaciones de los planes de estudio rígidos, basados en estándares, donde los que administran se centran en el cumplimiento de los objetivos de aprendizaje planteados por el estado. En realidad, tanto los estudiantes como los trabajadores de la educación tienen un profundo interés acerca de esta crisis en desarrollo. En biología, sería lógico adaptar el plan de estudios a aspectos de la reproducción viral, cómo los virus se apropian del metabolismo celular, la naturaleza celular de la vida, cómo el virus entra en las células, la respuesta del sistema inmunológico y así sucesivamente. La naturaleza del proceso científico y de la investigación se expondría y estudiaría a medida que se desarrolla en tiempo real.

Las matemáticas podrían estudiar la modelización de las tasas de crecimiento viral, los costes económicos de la producción de vacunas y tests, y cómo se analizan los datos mediante análisis estadísticos. En historia y literatura podrían estudiar los numerosos ejemplos de plagas y pandemias como la peste negra, la epidemia de gripe de 1919 y la introducción de la viruela en las Américas y su diezmo de la población nativa americana. Todos los temas pueden personalizarse y hacerse más significativos.

 

¿Las escuelas están listas para abrir?

Desde una perspectiva de seguridad, no. La falta de tests y medidas de salud pública ha llevado a un aumento generalizado de los casos de COVID-19 en la mayor parte del país. Contraponer las necesidades de la educación presencial de los estudiantes a la seguridad es injusto para los niños, los padres y el personal de la escuela.

Quienes priorizan la reapertura de las escuelas van desde aquellos como los pediatras que sí entienden las necesidades educativas y sociales de los niños hasta los políticos como Trump y DeVos que cínicamente quieren abrir las escuelas para promover sus agendas. Nunca han apoyado adecuadamente la financiación de la educación pública.

Las encuestas publicadas el 27 de julio por la Kaiser Family Foundation indican que por un margen de 2 a 1, el público cree, por razones de seguridad, que las escuelas deberían abrir, no antes, sino que más adelante. Entre los padres de color la proporción es de 3 a 1. Del 71% al 22% de las personas creen que las escuelas necesitan más recursos para abrir con seguridad, entre los padres de color los números van del 82% al 17%.

Entre los padres, la preocupación alta o media sobre la posibilidad de que los maestros, estudiantes o miembros de la familia se infecten oscila entre el 79%, y el 69% y los padres de color muestran un 10% más de preocupación. Los padres también están preocupados por que sus hijos se queden atrás en su formación académica y necesitan los servicios que ofrecen las escuelas, como desayunos y almuerzos. [14]

El curso más prudente es tomar las medidas necesarias para controlar el virus en la comunidad y proporcionar los recursos que mejoren el aprendizaje a distancia. Mientras tanto, las planificaciones deberían comenzar por proporcionar los medios para una reapertura segura de las escuelas cuando la presencia viral en la comunidad sea baja y esté disminuyendo.

El proceso poco transparente sobre si abrir o cómo abrir las escuelas por parte de los distritos locales y la falta de directrices claras por parte de organismos como los CDC que sugieren el distanciamiento social «si es posible», hacen que estas decisiones, en su mayoría unilaterales, sean particularmente estresantes para los padres y el personal de las escuelas. La gente desconfía, con razón, de las decisiones que no se centran ni en la ciencia ni en la seguridad.

Y lo que es más importante, los maestros y los padres han quedado en general fuera de la planificación escolar. Es necesario crear comités de seguridad en los que participen padres, alumnos, profesores y personal y empoderarlos para que celebren debates públicos sobre las medidas que deben adoptarse para que las escuelas vuelvan a abrir sus puertas en condiciones de seguridad. Estos espacios deben continuar una vez que las escuelas vuelvan a abrir sus puertas.

La presión de los maestros y de la comunidad ha impedido que se abran varias escuelas, incluidos los grandes distritos de Chicago y Los Ángeles. La Federación Estadounidense de Maestros ha dado el paso sin precedentes de permitir que se hagan huelgas si no se dan las condiciones de seguridad para permitir la apertura de las escuelas. [15]

Si se estudiaran las desigualdades en la sociedad, que muestran un mayor impacto en las comunidades negras y del medio oriente marginadas durante COVID-19, y el movimiento Black Lives Matter, puede que los estudiantes lleguen a ver la educación como algo más que las materias que se ven obligados a estudiar, sin saber realmente cómo van a ponerlas en uso. Se podría demostrar la relevancia de la educación. El descuido tanto de la educación como de la salud pública podría vincularse al vasto movimiento social que ha crecido en respuesta al racismo y la desigualdad sistémicos.

Nadie puede predecir cuándo se desarrollará una vacuna y cuán efectiva será. Hasta entonces, debemos seguir exigiendo las condiciones que proporcionen una educación segura e igualitaria hoy y cuando las escuelas vuelvan a abrir sus puertas.


Notas

[1] https://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/hcp/planning-scenarios.html

[2] Nature 16 June 2020 “How deadly is the coronavirus? Scientists are close to an answer”.

[3] PMC 13 June 2020 “Transmission of COVID-19 virus by droplets and aerosols: A critical review on the unresolved dichotomy”.

[4] Nature, 8 July 2020 “Mounting evidence suggests coronavirus is airborne — but health advice has not caught up”.

[5] CDC “Characteristics of Persons Who Died with COVID-19 — United States, February 12–May 18, 2020” 17 July 2020 “TABLE 1. Demographic characteristics of decedents reported through national COVID-19 case-based and supplemental surveillance, by data source — United States, February 12–May 18, 2020”.

[6] JAMA Network, 30 July 2020 “Age-Related Differences in Nasopharyngeal Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus 2 (SARS-CoV-2) Levels in Patients With Mild to Moderate Coronavirus Disease 2019 (COVID-19)”.

[7] CDC October 2020 “Contact Tracing during Coronavirus Disease Outbreak, South Korea, 2020 ”.

[8] MedRxiv 8 September 2020 “Test sensitivity is secondary to frequency and turnaround time for COVID-19 surveillance”, New York TImes, 3 July 2020 “A Cheap, Simple Way to Control the Coronavirus”.

[9] Chicago Sun TImes 27 May 2020 “Four in 10 CPS students take part in online learning 2 days a week or fewer, new data shows”.

[10] NBC News, 17 July 2020 “who was jailed after not doing homework”.

[11] US News, 10 August 2020 “As Schools Reopen, Report Shows 97,000 U.S. Kids Infected With COVID in Late July”.

[12] American Academy of Pediatrics, “COVID-19 Planning Considerations: Guidance for School Re-entry”.

[13] See “Chicago abandons in-person school plan,” by Kathleen Foody, Detroit Free Press, 6 August 2020

[14] KFF 27 July 2020 “KFF Health Tracking Poll – July 2020”.

[15] AFT, 28 July 2020 “AFT President Confronts America’s Triple Crisis, Says Nothing is off the Table if Authorities Fail to Deliver Funding and Safety amid Virus Surge”.

1 Más o menos, unos 1,80 metros.

2 Menos de un metro de distancia (0,9144 metros).

3 Se los llama learning pods o pandemic pods. Son pequeños grupos de estudiantes (normalmente de tres a diez niños) que aprenden juntos fuera del aula pero presencialmente. Más información en https://www.nytimes.com/article/learning-pods-coronavirus.html?auth=link-dismiss-google1tap

Artículo de International Viewpoint

Traducción para Izquierda Web de Florencia Alegría

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