Paul Levi y algunos «izquierdistas»

0
17

 

Leon Trotsky

Versión al castellano de Matteo David desde “Paul Levi and Some „Lefts‟”, en The First Five Years of the Communist International, Volume 2, – Trotsky Internet Archive. Nota de Trotsky: “La carta es la respuesta a una misiva de uno de los camaradas alemanes más antiguos que me pedía que opinase sobre la escisión del grupo oportunista de Levi”. Publicada por primera vez en Pravda, número 4, 6 de enero de 1922. Traducción de Germinal

Estimado camarada,

Usted me pide que exprese mi opinión sobre la política de la llamada Organización Comunista de Trabajadores (KAG), y al pasar usted se refiere al hecho de que Paul Levi, el líder de la KAG, está abusando de mi nombre al afirmar que soy virtualmente su copensador.

Debo confesar francamente que después del Tercer Congreso Mundial no he leído un solo artículo de Levi, así como no he leído, sinceramente, muchas otras cosas mucho más importantes. Ciertamente, he visto en periódicos publicados por Levi, que por casualidad he encontrado, extractos de mi informe en el Congreso  Mundial. Algunos camaradas me informaron que casi me habían inscrito como miembro del grupo de Levi. Y si estos camaradas eran muy “izquierdistas” y muy jóvenes, lo mencionaban con horror, mientras que los que eran algo más serios se limitaban a una broma. En la medida en que soy totalmente incapaz de inscribirme entre los muy jóvenes (para mi tristeza) o entre los “izquierdistas” (lo que no siento en absoluto), mi reacción a esta noticia no fue en absoluto trágica. Déjeme confesar que todavía no veo ninguna razón para cambiar mi actitud.

Por la naturaleza del caso, me pareció, como todavía me parece, que la decisión relativa a Levi adoptada por el congreso de Moscú es perfectamente clara y no requiere enmiendas. Por decisión del congreso, Levi fue colocado fuera de la Internacional Comunista. Esta decisión no fue en absoluto adoptada en contra de los deseos de la delegación rusa, sino por el contrario con su participación bastante manifiesta, ya que que fue la delegación rusa la que redactó la resolución sobre la táctica. La delegación rusa actuó, como de costumbre, bajo la dirección del comité central de nuestro partido. Y como miembro del comité central y miembro de la delegación rusa, he votado a favor de la resolución que confirma la expulsión de Levi de la Internacional Comunista. Junto con nuestro comité central no vi ninguna otra opción. En virtud de su actitud egocéntrica, Levi había arropado su lucha contra los burdos errores teóricos y prácticos relacionados con los acontecimientos de marzo con un carácter tan pernicioso que a los calumniadores de los independientes no les quedaba nada por hacer excepto apoyarle y acompasar sus gritos con él. Levi se opuso no sólo a los errores de marzo, sino también al partido alemán y a los trabajadores que habían cometido estos errores. En su temor de que el tren del partido sufriera un descarrilamiento tomando una curva peligrosa, Levi, a causa del miedo y el rencor, cayó en tal frenesí que diseñó una “táctica” de salvación que lo envió abajo por el terraplén. El tren, por otra parte sin embargo, aunque fuertemente sacudido y dañado, bordeó la curva sin descarrilar.

Levi decidió entonces que la Internacional Comunista era indigna de su nombre a menos que obligara al partido comunista alemán a aceptar a Levi una vez más como su líder. La carta de Levi al congreso estaba escrita exactamente en ese espíritu. No nos quedaba más remedio que encogernos de hombros. Un individuo que habla tan acaloradamente sobre el régimen dictatorial de Moscú, exigió que Moscú, mediante una decisión formal, lo impusiera para liderar al partido comunista cuyas filas él había abandonado con una energía tan notable.

No quiero decir con esto que yo considerase a Levi irremisiblemente perdido para la Internacional Comunista desde el congreso. Yo estaba demasiado poco familiarizado con él como para extraer conclusiones categóricas de una manera u otra. Sin embargo, tuve la esperanza de que una lección cruel no pasara desapercibida y que Levi, tarde o temprano, encontraría su camino de regreso al partido. Cuando dos días después del congreso un compañero que se marchaba al extranjero me preguntó qué le quedaba por hacer ahora a Levi y sus amigos, le respondí, aproximadamente, esto: “No me siento en absoluto llamado a ofrecer ningún consejo a Levi, porque la carta del camarada Lenin a la Convención de Jena sugiere su intento de entender que una expulsión del ex presidente del partido, aprobada por un congreso mundial, no es algo susceptible de ser corregido con ataques de histeria. A menos que Levi esté dispuesto a ahogarse en el pantano de los independientes, debe someterse silenciosamente a una decisión que es dura pero que él mismo ha provocado y, mientras permanece fuera del partido, seguir trabajando como soldado de base para el partido hasta que éste vuelva a abrirle sus puertas”.

Tenía menos razón para emitir declaraciones especiales con respecto a Levi, porque la carta del camarada Lenin a la Convención de Jena del Partido Comunista de Alemania[1] expresaba exacta y completamente el punto de vista que yo junto con el camarada Lenin defendí en el Tercer Congreso Mundial no sólo durante las sesiones plenarias, sino especialmente en las sesiones de la comisión y durante las conferencias con diversas delegaciones. La delegación alemana es muy consciente de ello. Pero cuando me enteré (y esto ocurrió dos o tres semanas después del congreso) de que Levi en lugar de subir pacientemente el terraplén había comenzado a proclamar ruidosamente que toda la trayectoria del partido y de toda la Internacional Comunista debía redirigirse hacia el lugar preciso donde él, Paul Levi, había ido a parar y, con ello, Levi empezó a construir todo un “partido” sobre la base de esta filosofía egocéntrica de la historia, me vi obligado a decirme que el movimiento comunista no tenía otro recurso (por deplorable que fuera) salvo rubricar una cruz sobre Levi.

Por cierto, debo mencionar que en una ocasión estuve a punto de intentar desentrañar ciertos “malentendidos” sobre mi posición, inventados no sólo por los seguidores de Levi, sino también por algunas “izquierdistas”. Esto fue en el momento  de la Convención de Jena. No sin asombro me enteré de que esta convención del partido se había diferenciado con la mayor imprecisión de ciertos puntos de vista míos, no especificados, al mismo tiempo que se solidarizó completamente con las resoluciones del Tercer Congreso. Pero entre este congreso y yo, sin embargo, no había habido malentendidos en absoluto. Sin embargo, al reflexionar, deseché el asunto. Durante el mismo congreso, un grupo de izquierdistas, a quienes la Internacional Comunista había hecho retroceder bruscamente, trataron de camuflar la envergadura de su retirada: “Si bien estamos retrocediendo hacia la derecha, nunca iremos (¡el cielo no lo permita!) tan hacia la derecha como Trotsky”. Para este fin, los estrategas de izquierda, cuyos pies tuve que pisar en varias ocasiones en el congreso cumpliendo mis deberes para con el partido, trataron de presentar las cosas como si mi posición estuviese, en algunos aspectos que sólo ellos comprendieron, “a la derecha” de las posiciones del Tercer Congreso, expresadas, entre otras cosas, en la resolución sobre la situación económica e internacional que el camarada Varga y yo escribimos. Esto no era una cosa fácil de probar y nadie intentó probarlo. El comité central de nuestro propio partido, incluso antes de la apertura del congreso, tuvo que corregir ciertas desviaciones izquierdistas en nuestro medio[2].

La resolución sobre la situación y las tácticas internacionales fue minuciosamente editada por nuestro comité central. En vísperas del congreso mundial y tras él, presenté dos informes[3] ante nuestra organización del partido de Moscú (la más fuerte en el sentido ideológico y organizativo) en la que defendí la posición del comité central sobre las cuestiones en discusión en el congreso. La organización de Moscú aprobó nuestro punto de vista incondicional y unánimemente. Ambos de mis informes de Moscú han sido publicados desde entonces en alemán como un libro: Nueva Etapa. Si algunos izquierdistas continúan murmurando que reconozco, o me inclino a reconocer, que el capitalismo ha restablecido su equilibrio y que, por lo tanto, la revolución proletaria está relegada al sombrío futuro, entonces sólo puedo encogerse de hombros una vez más. Después de todo es necesario pensar y expresarse un poco más coherentemente. Por todas estas razones consideré la resolución de Jena antes mencionada como el último eco de la confusión de marzo y la venganza inofensiva de los “izquierdistas” por la severa lección que les enseñó el Tercer Congreso.

Dos o tres veces durante este período he tenido la ocasión de familiarizarme con los escritos del camarada Maslow y de sus copensadores más cercanos. No sé si también se debe poner una cruz sobre ellos, es decir, si se debe renunciar a toda esperanza de  que estos camaradas puedan algún día aprender algo, pero hay que afirmar en todo caso que no aprendieron nada en el congreso. Es imposible considerarlos como marxistas. Convierten la teoría histórica de Marx en automatismo y, en buena medida, le añaden subjetivismo revolucionario desenfrenado. Los elementos de este tipo se pasan fácilmente al extremo contrario en el primer momento de los acontecimientos. Hoy predican que la crisis económica debe agravarse incesante e ininterrumpidamente hasta la dictadura del proletariado. Pero mañana, si alguna mejora de la coyuntura económica les da en la nariz, muchos de ellos se transformarán en reformistas. El Partido Comunista de Alemania ha pagado demasiado caro por su lección de marzo para permitir una repetición de ella, incluso en una forma diluida. Se me ocurre, por cierto, que es muy dudoso que las izquierdistas conserven el mismo estado de ánimo que con el que entraron en las batallas de marzo y convocaron a otros a seguirlos. Han conservado primordialmente sus prejuicios y se consideran honrados por defender la fraseología de marzo y la confusión teórica. Con esta obstinación impiden que los trabajadores alemanes aprendan. Es inadmisible permitir esto.

Después de todo lo que ha ocurrido desde el Tercer Congreso Mundial, no tuve motivo para que me sorprendiera la conducta de Levi al hacer públicos los documentos relativos a las jornadas de marzo. Las falsas opiniones tácticas que se manifestaron en los acontecimientos de marzo condujeron naturalmente a consecuencias prácticas concretas. La equivocación de la táctica encontró su expresión en errores y estupideces cometidos por un número entero de espléndidos partidarios. El congreso condenó los errores y señaló el camino correcto. La parte más importante y valiosa de aquellos camaradas que en su día habían cometido errores, o los había aprobados, se sometió al congreso no por temor sino por convicción. Después de la realización de este trabajo curativo y educativo, se sacan documentos del propio bolsillo o del de alguien más (equivale a lo mismo), documentos que ya no pueden enseñar a nadie nada nuevo, sino que sólo pueden proporcionar una gran satisfacción moral a los burgueses y a la escoria socialdemócrata. Para hacerlo hay que añadir una transgresión personal a un pecado político.

Igualmente de ciega en su venganza es la tardía publicación de Paul Levi del artículo crítico de Luxemburgo contra el bolchevismo. En el transcurso de estos últimos años todos hemos tenido que aclarar muchas cosas en nuestra propia mente y aprender mucho bajo los golpes directos de los acontecimientos. Rosa Luxemburgo realizó este trabajo ideológico más lentamente que otros, porque tuvo que observar los acontecimientos desde un lugar lateral, desde las fosas de las cárceles alemanas. Su manuscrito recientemente publicado caracteriza solamente una etapa particular en su desarrollo espiritual y tiene, por lo tanto, importancia biográfica pero no teórica. En su día Levi se opuso firmemente a la publicación de este folleto. Durante cuatro años de la revolución soviética este manuscrito se mantuvo bajo llave. Pero cuando Levi, calculando mal las fuerzas del movimiento, cayó del tren del partido y bajó al terraplén, decidió hacer el mismo uso del viejo manuscrito que el que hace con los documentos “reveladores” arrancados de bolsillos ajenos. De este modo, ha demostrado una vez más que todas las cosas, tanto positivas como negativas, adquieren significado para él dependiendo únicamente de cómo se relacionan personalmente con Paul Levi. Él es la medida de todas las cosas. ¡Qué monstruoso egocentrismo intelectual! La persona de Levi es la premisa psicológica de Levi para su actitud política hacia el Partido Comunista de Alemania y hacia toda la Internacional Comunista.

La organización creada por Levi está obligada, por la misma naturaleza de las cosas, a atraer a todos aquellos que accidentalmente salieron de las filas del partido comunista y que exigen, sobre todo después del trastorno de marzo, el primer pretexto conveniente para dirigirse a las colinas. Sería demasiado incómodo para ellos regresar inmediatamente a los independientes. Para estos cansados peregrinos, Levi ha arreglado algo de la misma naturaleza que un sanatorio o casa de descanso para los críticos. Su nombre es el KAG. La clase obrera alemana no tiene ningún uso terrenal para esta institución. La clase obrera alemana ya posee su propio partido revolucionario. Este último aún está lejos de superar todos sus dolores de crecimiento. Todavía les esperan pesadas pruebas y tribulaciones tanto externas como internas. Pero es el partido genuino de la clase obrera alemana. Crecerá y se desarrollará. Conquistará.



[1]
  Lenin escribió el 14 de agosto de 1921 una carta a la Convención de Jena del Partido Comunista de Alemania, convención que se celebró a fines de agosto de 1921. La carta se publicó varios meses después en La Internacional Comunista, número 19, del 17 de diciembre de 1921. Lenin afirmaba: “Defendí y tuve que defender a Levi por cuanto sus adversarios se limitaban a vociferar acerca del „menchevismo‟ y del  „centrismo‟  y  se  negaban  a  ver  los  errores  de  la  acción  de  marzo  y  la  necesidad  de  explicarlo  y corregirlos. […] Levi tuvo que ser expulsado por violar la disciplina. […] …la prudencia con que consideré en el Congreso los errores de Levi, me permite decir ahora con tanta más seguridad que él se apresuró a confirma las peores suposiciones.” (Lenin, “Carta a los comunistas alemanes”, en Obras Completas, Tomo XXXV, Akal Editor, Madrid, 1978, páginas 434 y 435).

[2]  Estas desviaciones izquierdistas consistieron en la falta de previsión de ciertos camaradas en cuanto a los peligros para el desarrollo de la revolución proletaria de las tentativas de aventuras putschistas como tendencias en la misma Internacional Comunista. LT

[3]  Se trata de La situación mundial Una escuela de estrategia revolucionaria.

Sumate a la discusión dejando un comentario:

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí