¿La nueva lucha de clases?

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  • Acerca del libro “La nueva lucha de clases”, de Slavoj Zizek.

Martiniano Rodriguez

El reconocido intelectual de izquierda, Slavoj Zizek, publicó en el 2016 el libro “La nueva lucha de clases, los refugiados y el terror”, que se inserta en diversas discusiones actuales (y no solo la cuestión de los refugiados).

En el mundo vemos el avance de sectores de derecha, neo fascistas, populismos de derecha, etc; que ponen en tela de juicio el mundo moderno pero con elementos xenófobos, machistas y retrógrados en todo sentido. Pero poco de habla de cómo superar desde la izquierda estos movimientos que cobran fuerza.

Zizek, tomando como base la cuestión de los refugiados y la xenofobia, retoma esta discusión. ¿Cómo nos vamos a parar no solo frente a esta problemática sino frente a la derecha que agita el fantasma del terrorismo? Para ello hace un análisis de Europa, de como se conformó el problema de los refugiados y como la socialdemocracia o “liberalismo de izquierda” trata de salir al cruce de las tendencias que existen en este continente.

El terrorismo, el islamismo extremo, es la contra cara del imperialismo y la xenofobia blanca, occidental y cristiana. A decir del autor, cuando un gay es atacado por los grupos ultra ortodoxos islámicos, o cuando realizan atentados, atacan la cultura occidental; así como los blancos atacan a los extranjeros. Ambos ven su modo de vida en peligro, y reaccionan de la peor manera. “La defensa retrógrada que lleva a cabo Mugabe de un estilo concreto de vida (el autor habla de los ataque a los gays en Zimbabwe) encuentra su imagen especular en lo que está haciendo Viktor Orbán”[1]. La izquierda liberal, frente a esto, ha sido pocos menos que posición moral donde nada se puede hacer para no romper la libertad de expresión, de circulación, pero sobre todo la libertad del capital.

En primer lugar explica la cuestión de los refugiados tomando una idea de Sloterdijk: el capitalismo creó un mundo interno para pocos (un paraíso sin terrorismo, pobreza extrema, etc.) y un mundo externo para la mayoría que sería todo lo contrario[2]. Habría una especie de burbuja sin muros aparentes que separa los Estados consolidados y una cultura homogénea cristiana y occidental, de los estados en descomposición o que nunca llegaron a tomar forma donde abunda la pobreza, la violencia, etc.

En definitiva, el culpable de los males es un capitalismo neo liberal, que mercantilizó todo y excluyó a la mayoría del mundo, lo cual llevó a diversos problemas que hoy “entran” en Europa trastocando las creencias y valores de allí. En particular, la mercantilización de la agricultura llevó a que muchos países pierdan autonomía alimentaria (ya que su nueva preocupación es la agricultura para exportar), lo cual lleva a aumentos en precios de los alimentos, problemas con la tierra, y en el peor de los casos, hambrunas.

Estos problemas llevan a la violencia y las inmigraciones, como las que hoy está viviendo toda Europa. O sea, Europa genera el problema o es parte del problema, pero no tolera sus consecuencias. Lo mismo con las invasiones, que no ayudan a resolver problemas, generan nuevos como el terrorismo que se expresan en atentados en Europa (aunque sea una violencia esporádica, es vivida muy intensamente dentro de ese mundo interior, aunque fuera de la burbuja es corriente).

En esto podemos darle la razón, la profundización del capitalismo, hoy con cara neoliberal, ha llevado a desastres ecológicos y económicos que han provocado inmigraciones masivas, sin mencionar el imperialismo del siglo XIX y las constantes invasiones que han dejado miles de problemas étnicos y religiosos sin resolver o agravados. La causa hay que buscarla en este capitalismo cada vez más agresivo, que penetra en todos lados en busca de ganancias pero no se hace cargo de los problemas que engendra.

Y, cada vez más, las burbujas se vuelven una tentación para aquellos que quedaron afuera, no solo hay que ver Europa, desde Centro América se arman caravanas que recorren miles de kilómetros para llegar a Europa.

Hoy la libertad es solo para la mercancía y el capital, no para las personas, ya que “…están surgiendo nuevas formas de Apartheid.”[3]

Ahora, Zizek se va a concentrar en las críticas. En primer lugar, hay que reconocer lo anterior según este intelectual y después dejar de lado las salidas morales. A los refugiados no hay que aceptarles todo porque son unas pobres personas que sufren, porque eso es el alimento de los movimientos anti inmigración. Cita varios casos, donde los socialdemócratas (y podríamos agregar parte de la izquierda propiamente dicha), donde asesinatos o violencia sobre todo sexual es minimizada para no quedar como racistas. Algunos llegan a entender al terrorismo islamista como un aliado en la lucha contra el capitalismo, solo porque estos atacan a las potencias imperialista dentro y fuera de su país donde son oprimidos. Incluso el “…tabú izquierdista que hay que abandonar es el de prohibir cualquier crítica al islam tachándola de islamofobia”[4].

Este modelo que solo toma los problemas desde lo moral estaría perimido, agotado. Y sin dudas, agregaríamos, que la crítica no debe ser moral si queremos solucionar algunos de los problemas de este mundo de manera definitiva.

La lógica de Zizek continúa, una vez demostrado que no se puede seguir partiendo de un punto de vista moral, puesto que hoy se impone un capitalismo autoritario: “…este nuevo capitalismo global funciona mejor si se organiza políticamente según los así llamados ‘valores asiáticos’, esto es, de manera autoritaria”[5]. Por esto mismo, hoy hay que volver a la idea crítica de igualdad y derechos, no hay que bajarse de ninguna pelea por imponer estos derechos, sean sexuales, económicos o políticos. Menos hay que hacerlo por la idea de no caer en un aparente racismo cultural, de querer imponer una idea cultural eurocéntrica.

Acá Slavoj Zizek pareciera introducir la idea que hay que volver a pelear por un Estado de Bienestar.[6] Sin dudas podemos afirmar nosotros que hay que pelear por los derechos elementales de todos los seres humanos del planeta, sin importar su cultura, pero hay que superar el Estado de Bienestar si queremos realmente resolver los problemas que el autor menciona.

Para pelear por estos derechos, continúa el libro, no hay caer en que se está imponiendo una suerte de «dogma europeo». El mejor ejemplo es la pelea por los derechos de las mujeres, que algunos no quieren dar amparados en que es «su cultura» y ellas lo aceptan.

En este punto, hay en Zizek una idea que desde nuestra corriente hemos desarrollado de manera muy fuerte. Nos dice, hablando del problema de las mujeres musulmanas y de los negros en Estados Unidos, “…les están permitiendo luchar por sí mismas, asumir el riesgo”; “… lo primero que deberíamos aceptar es que la liberación de los negros tiene que ser obra de los propios negros, no un regalo de los blancos buenos y liberales..”[7]. Tiene razón, los sujetos tienen que tomar en sus manos los asuntos que les conciernen, es la forma de que ese sujeto se transforme en un sujeto de cambio real, de que pasa a la acción para transformar el entorno. Lástima que esta idea en Zizek termina olvidada y desdibujada.

En la última parte, llamada ¿Qué hacer? (un raro homenaje a Lenin), desarrolla su salida frente a estos problemas y la agotada salida moral del liberalismo de izquierda. Reconocer que si bien es una idea desarrollada en el Europa, la cuestión de los derechos es una idea más avanzada que lo que impera en el mundo islámico de donde viene la mayoría de los refugiados. Dejar de lado el miedo al eurocentrismo, porque esos derechos son liberadores. Para lograr esto, primero nos menciona la necesidad de “construir puentes entre “nuestra” clase trabajadora y la “suya”, para que se unan en una lucha solidaria”[8]. La primera parte parece interesante, pero una vez más cae en el olvido con el correr de las pagina, para tomar fuerza la parte menos interesante: la «lucha solidaria».

El capitalismo tendría, sigue el autor, 4 antagonismos: el desastre ecológico, el fracaso de la propiedad privada (expresado sobre todo en las nuevas formas de comunicación y acceso al conocimiento), el nuevo apartheid que se vive en varios puntos del globo y los nuevos descubrimientos tecnocientíficos. Todo esto hace imposible la reproducción infinita del capital que han propuesto algunos. De esta forma, Zizek borra del mapa el antagonismo central del capitalismo, la necesidad de explotar a la mayoría de las personas en beneficio de una minoría, ya que el propone “Cuando era joven, el intento de regular el bien común se llamaba comunismo. Quizás deberíamos reinventarlo.” (las cursivas son muestras)[9]. También nos dice “La principal lección que hay que aprender, por tanto, es que la humanidad debería prepararse para vivir de una manera más nómada y flexible”[10], ¿nos sugiere adaptarnos a estos problemas?

El gran problema de Zizek en este libro, es que con la buena intención de querer superar el “clásico marxismo”, criticando las salidas progresistas incluso, nos habla de proyectos universales, ideas universales, pero pierde vista puntos muy importantes del marxismo clásico que se han mostrado insuperables en la práctica, como ser la organización (de la cual ni hay mención que forma o tipo debería desarrollarse). El sujeto (que se va perdiendo) terminamos siendo todos, perdón lo extenso pero vale la cita: “¿Quién se pondrá al frente de esta tarea? ¿Quién será el agente de la recuperación de los bienes comunes? Sólo existe una respuesta correcta para los intelectuales izquierdistas que esperan con ansia la llegada de un nuevo agente revolucionario, y es un antiguo dicho hopi con un maravilloso giro dialéctico hegeliano de la sustancia del sujeto: “nosotros somos aquellos a los que esperamos””[11]. «Todos» no es nadie. Quién es ese «todos», la respuesta debería ser los trabajadores, las mujeres, las minorías, etc. Esto ya lo ha demostrado la historia, y coincide que aquello que a la mitad del libro decía Zizek y se olvida al final: la liberación será obra de los oprimidos, nadie puede reemplazarlos.

La izquierda ha olvidado esta lección y prefiere hablar de los partidos políticos, o de algún iluminado en el congreso o a la cabeza de la lucha, pero no es así, a la cabeza de la lucha de las mujeres deben estar las mujeres, a la cabeza de la lucha contra la opresión sexual deben estar el movimiento LGTTIB y las mujeres, a la cabeza de la lucha contra la opresión del capitalismo debe estar su enemigo mortal: los trabajadores.

Sin dudas tiene razón Zizek de dejar de lado cualquier moralismo para imponer la libertad a la que este sistema socava constantemente, pero la salida no es una abstracta solidaridad mundial construida por un abstracto nosotros, es casi el mismo error que le achaca a los liberales de izquierda, que por cierto tampoco serán los que enfrenten seriamente a los movimientos xenófobos, que solo los alimentan y los toleran, son el obstáculo para eliminarlos. En definitiva, el autor reconoce el problema (el capitalismo neo liberal), pero no le da salida; si el problema es el capitalismo, la destrucción de este es la única solución.


[1]Zizek, Slavoj: “La nueva lucha de clases, los refugiados y el terrorismo”, Editorial Anagrama, 2016, Barcelona. Pagina 79.

[2]Opcit, pagina 11.

[3]Ídem pagina 63.

[4]Ídem pagina 27.

[5]Ídem pagina 25.

[6]Ídem pagina 26.

[7]Ídem paginas 76 y 77.

[8]Ídem pagina 74.

[9]Ídem pagina 118.

[10]Ídem pagina 117.

[11]Idempagina 122.

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