La coyuntura mundial después de Bolsonaro

Siglo XXI, polarización y lucha de clases. Charla de Roberto Sáenz, dirigente del Nuevo MAS argentino y la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie.

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Voy a hacer algunas definiciones internacionales más generales, y en el fondo es reflexionar sobre algunas determinaciones de nuestra militancia, es decir, en qué contexto militamos. Brasil se ha discutido mucho, entonces va a estar incluido, pero en lo más general.

Yo he estado yendo muchísimo a Brasil, se los digo a modo de ejemplo, el día anterior a la elección había compañeros que se pusieron a llorar, había mucho temor, había preocupación. Obviamente que ahí había que inclinar la vara para el otro lado, son todos compañeros muy jóvenes. También he viajado mucho a Costa Rica, donde hay muchísima despolitización, entonces es otro contexto. Este año también he estado en Francia, que es al revés, hay mucha politización, el país es muy dinámico y hay mucha tradición política, aunque las corrientes del trotskismo son pequeñas. Entonces la idea es dar definiciones generales.

Son todas definiciones bastante sencillas, y contrastadas por la experiencia de la corriente. Hay un par de fenómenos internacionales que son muy determinantes en los acontecimientos en general.

El primer elemento central es que el mundo tiende al socavamiento de su estabilidad, de su equilibrio. Por donde miren la situación mundial, hay socavamiento de las condiciones de estabilidad y tendencias que se vienen desarrollando, donde la pasividad, el pacifismo, las mediaciones democrático-burguesas tienden a verse socavadas por un choque más directo entre las clases sociales. Por una dinámica que está marcada por ciertas relaciones críticas, que no es solamente como le va a la economía mundial. Son cosas más estructurales del capitalismo, de la estabilidad del sistema capitalista que adquieren dramatismo y que pueden contener consecuencias dramáticas, pero también potencialidades revolucionarias, que es lo que falta en este período.

Porque falta mucha radicalidad todavia. Faltan muchas pruebas en la lucha de clases más fuerte, la más directa. Esto no tiene nada que ver con tener un abordaje sectario de la realidad, o que con una o dos herramientas se hace todo. No tiene nada que ver con no tener capacidad de maniobra política ni nada por el estilo. Pero tiene que ver con cierta gimnasia política, falta de lucha de clases más dura. No porque no queramos, sino porque en muchas partes del mundo los desarrollos han estado relativamente mediatizados.

Quizás acá estamos muy lejos, pero en la prensa internacional hay mucha preocupación de que en la guerra en Ucrania haya uso de armas nucleares. No voy a entrar específicamente a la guerra en Ucrania, pero es evidente que además del elemento nacional y el derecho a la autodeterminación, también hay un elemento de choque entre potencias mundiales, entre Rusia y Estados Unidos, elementos interimperialistas.

Lo que importa para las relaciones críticas de pérdida de la estabilidad es que la posibilidad de que haya un choque nuclear entre potencias imperialistas no se habla desde 1962. El temor a la barbarie nuclear estuvo presente en varias generaciones, pero después desapareció de la escena. Y ahora el tema nuclear vuelve a aparecer en 2022, ¿qué significa? Es verdad que ahora existen las armas nucleares tácticas, que no son iguales a las estratégicas, pero su poder destructivo es diez veces el de las de Hiroshima y Nagasaki. Entonces tenes elementos que marcan una temporalidad crítica, de ruptura del equilibrio mundial.

Ese es otro concepto del que hemos hablado mucho, el de equilibio. Cuando la cosa está equilibrada los desarrollos políticos están en el centro, pero cuando el péndulo se desequilibra, los desarrollos se hacen más extremos.

Otro elemento de socavamiento de la estabilidad es el ecológico. Pero les voy a poner un ejemplo un poco más político, que es bastante evidente: la preocupación por Brasil. ¿Por qué? ¿por qué también preocupación en el imperialismo por Bolsonaro? Por la amazonía, el amazonas. Y Bolsonaro es una especie de piromaníaco con la amazonías. Por supuesto, Lula también trabaja para los capitalistas y para el negocio maderero y de los cultivos. Pero el «imperialismo verde» siente que con Lula al menos se puede hablar, y con Bolsonaro ni siquiera eso. Son burgueses, obvio, pero no son todos iguales.

Todo el problema ecológico es una catástrofe. ¿Vieron lo de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5° para 2030? Bueno, eso ya fue superado. Entonces es un gran elemento de inestabilidad, aunque el tema ecológico no es que dé lugar a grandes movilizaciones, es más complejo el tema. Da lugar a mucha sensibilidad en la juventud, y con una conciencia universal, porque la conciencia ecológica no es reivindicativa. Es una oportunidad, porque si hablás con un compañero que de lo único que te habla es del salario, es muy difícil captarlo. En cambio la ecología remite a lo general, y ahí entra la política. Por eso es que en el tema ecológico la conciencia ultra-difusa anticapitalista tiende a entrar, porque el elemento ecológico es sistémico, arrastra a toda la humanidad.

Después, por supuesto que aunque estemos lejos el tema de que la guerra vuelva al centro de Europa es un dato. No es lo mismo Ucrania que Irak. Porque Irak no planteó el enfrentamiento entre potencias militares, pero Ucrania y Taiwán sí, ya es otra cosa. Eso habla de otro fenómeno que también estuvo relegado durante muchas décadas: el elemento geopolítico, el enfrentamiento entre potencias. ¿Cual fue la última guerra interimperialista? La Segunda Guerra Mundial, que terminó en 1945, pasó mucho tiempo.

Hay que entender qué significa esto. Hay un tema nuevo, por ejemplo, que es el rearme militar internacional, que es un dato clásico del imperialismo. Yo no soy especialista en el tema, pero la cuestión volvió no sólo por el debate por el carácter de Rusia o China, sino también por la cuestión del armamentismo, que no estaba en la agenda.

Europa ya se venía armando hace décadas antes de la Primera Guerra Mundial. Y muchos socialistas lo naturalizaban y creían que no iba a pasar nada. Y otros socialistas revolucionarios como Rosa, Lenin o Trotsky, tuvieron la sensibilidad de saber que eso no era gratuito. Pero después de la Segunda Guerra Mundial hubo una tendencia al desarme que duró varias décadas. Por eso el actual rearme es una novedad. Y el peligro nuclear es una cuestión grave.

Obviamente que nuestro abordaje del tema es anticapitalista. No pacifista, porque queremos hacer la revolución primero, pero anti-militarista y por el desarme, pero no pacifista en el sentido abstracto, no somos Ghandi. Si somos pacifistas tout-court desarmamos a la clase obrera en su lucha.

Esto también responde a la pregunta por de donde viene la polarización mundial. Y viene un poco de ahí.

¿Qué es la polarización mundial? Hay una polarización doble, no simple. Una es la clásica, más o menos reivindicativa o más o menos radicalizada, es burguesía y proletariado, los de arriba y los de abajo. Pero ahora lo que estamos viviendo no es sólo esa polarización, es también la división de la burguesía. La división de con qué mecanismos enfrentar la inestabilidad en el mundo, y eso es un tema nuevo. Y en eso hay otro tema nuevo que es: «¿seguimos con la democracia burguesa o no?».

Lo que me importa es que quede el concepto: la polarización es entre los de abajo y los de arriba pero también entre los de arriba, que no es cierto que a nosotros no nos importe ni que pensemos que sean todos iguales, y esto expresa los elementos de ruptura del equilibrio mundial.

Esta polarización incluye a un ala más radicalmente atrincherada en que la burguesía mantenga las conquistas que le arrancó a la clase obrera en los últimos 40 años, una especie de neoliberalismo al cubo. Es la ultraderecha o extrema derecha. Incluso aunque en el camino queden las libertades democráticas. Eso es un peligro para los de abajo, pero también es una discusión entre los de arriba, sobre hasta donde se puede ir.

Es en eso que es interesante Brasil. Lula o Bolsonaro es el debate de si incendiamos Brasil o no. Un debate real de la burguesía. Eso se expresó también en la ruptura de los piquetes bolsonaristas. La realidad no es que las rupturas de los piquetes eran sólo ideológicas, era que en los barrios no podían salir a trabajar. Los piquetes eran de clases medias y medias altas. Y del otro lado los laburantes de los barrios populares.

Lo que no quiero es que se pierda el concepto de que obviamente la polarización viene de dos lugares. Que es el lugar clásico de la lucha de clases -aunque falta radicalidad- y la división burguesa alrededor de cómo sostener el capitalismo voraz del siglo XXI, que es el heredado de la experiencia riquísima pero frustrada de la revolución socialista del siglo pasado.

El mundo en el que vivimos abordado desde el punto de vista de la lucha de clases, y abordado desde un acontecimiento que sucedió antes de la generación de la mayoría de ustedes, incluso casi que me antecedió a mi también, y tomando la economía como una constante -el capitalismo va a seguir hasta que no lo derrumbemos- es un mundo donde el primer intento de revolución socialista no pudo prosperar. Porque las revoluciones se burocratizaron y se perdieron. Y obviamente, si tu adversario fracasa vos vas más lejos.

Todas estas ideas de que volvimos al siglo XIX en materia de relaciones laborales, que se perdieron conquistas, que está todo mercantilizado, que todo se compra y se vende, etc., surgen justamente porque todos los elementos de contrapeso a esa dinámica irrefrenable de la mercantilización y la ganancia se debilitaron porque las primeras revoluciones socialistas del Siglo XX, que fue una experiencia extraordinaria, se perdieron. El mundo en que vivimos es subproducto de eso, de algo que ya ocurrió, no que ocurre ahora.

Entonces estan esas dos grandes determinaciones, por supuesto que con mucha desigualdad. Hay regiones del mundo donde subsisten muchas conquistas democráticas, otras que no. No es lo mismo los países imperialistas centrales, que los grandes países que quieren ser imperios en reconstrucción, como China y Rusia. No es lo mismo América Latina, con mucha tradición de lucha, y al mismo tiempo cada país es diferente, etc.

El punto es que la línea de falla del capitalismo mundial trae dramatismos. Que no podemos saber bien hasta qué punto van a llegar. Y trae polarización. Tanto entre los de arriba y los de abajo como entre los de arriba, sobre como gestionar los asuntos. Es una cosa clásica, que algunas corrientes son bestias y no lo ven, y dicen que son todos los burgueses iguales, como en la noche donde todos los gatos son pardos.

Tomemos como ejemplo Estados Unidos. Suele decirse que la política yanqui es divisiva. Sigue siendo todavía la principal potencia mundial. Sin embargo, la lucha política burguesa está a un nivel fraticida. Y eso para la burguesía es malísimo, porque no logra pasar acuerdos. Eso revienta a la burguesía, más allá de que a la clase obrera todavía le falta mucho para ponerse de pie.

Estamos entrando en un mundo donde la burguesía entra en batallas fraticidas, y eso es un dato político. Si lo podemos explotar desde el punto de vista de la revolución es extraordinario. Pero, para que se den una idea, de 500 candidatos republicanos 300 eran negacionistas del resultado electoral de hace dos años.

Claro, Xi Jinping le dice a Biden: «es mejor la autocracia, no hay discusión y se hace lo que se dice». En el medio no hay ni un derecho en China. Y además es capitalista, no ha quedado nada del anticapitalismo. Nosotros defendemos frente a las dictaduras a la democracia burguesa, porque contiene las libertades democráticas de la clase obrera. Lo que Trotsky llamaba las instituciones de la democracia obrera dentro de la democracia burguesa. Por ejemplo los sindicatos, o los partidos de izquierda, que obviamente en China no hay.

Hay una tercera definición muy importante, que hay que saber entenderla. Que es el problema de lo que nosotros llamamos el reinicio de la experiencia de la clase trabajadora y la juventud. Creo que la definición es suficientemente equilibrada, porque cuando hablamos de reinicio hablamos de algo que recién está empezando, que es inmaduro, que tiene mucho de corte con la experiencia anterior. Pero que también tiene vida, por eso es un reinicio, sino estaríamos en una situación de derrota.

Hay compañeros de corrientes trotskistas, por ejemplo la corriente europea que viene del mandelismo que dicen que la situación internacional es contrarrevolucionaria. La palabra esa remite a derrotas con sangre. Por ejemplo, en Brasil, ¿hubo derrota con sangre? No, y eso que Bolsonaro fue muy peligroso. Entonces, ¿la situación internacional es contrarrevolucionaria? No, para nada. Es una situación con muchos elementos reaccionarios, pero que además hay un reinicio de la experiencia histórica en las nuevas generaciones que constituyen la inmensa mayoría de la clase obrera mundial. Y que tiene diez mil maneras distintas de expresarse, no es sólo lo laboral. Ahí entra el movimiento de mujeres, el ecologista, hasta Greta Thunberg diciendo que hay que destruir el capitalismo, más allá de que la apañan. Entonces hay que saber ver lo que se tiene frente a los ojos.

Yo en general peleo para no tener un abordaje sectario de las cosas. Eso fue muy peleado por las generaciones viejas, pero el partido expresa más a las generaciones jovenes, con todas sus dificultades y su madurez. Pero lo importantes es quedarse con el extraordinario reinicio de la experiencia histórica, porque como decía Trotsky el movimiento revolucionario se renueva por generaciones, y ese reinicio todavía no es revolucionario. Pero como el capitalismo es injusto, y los jovenes tienen expectativas, te chocas con un mundo muy injusto, y ahí reaccionas.

No tiene nada que ver con la generación anterior, nostálgica posibilista, gente que mira para atrás. Y la gente joven no mira para atrás, mira para adelante. Por eso esta etapa es muy distinta a la de los años ’90 que fue una etapa de derrota. No tiene nada que ver con lo de hoy, que no es fácil, pero es otra cosa.

Yo en la década de los ’90 me milité todas las puertas de fábrica de la zona norte, no nos daba pelota nadie, era una época de derrota. Si podías hablar con alguno hablabas de salario, imposible hablar, por ejemplo, de ecología. Era otra generación. Hoy capaz haces una charla de ecología con compañeros del neumático y te vienen más compañeros y compañeras que si hablas de salario y condiciones de trabajo. Eso está lleno de vida, vida inmadura, pero vida al fin. Eso también sirve para entender al partido, que no puede sobrepasar tanto a la madurez por encima de la que tiene realmente la lucha de clases.

Es recomienzo, no todavía una etapa de radicalización política de las nuevas generaciones de la clase obrera y la juventud. Todavía está todo lleno de estupideces, todo el mundo es exclusivista, el tema de las mujeres es genial, pero en general se toma de manera exclusivista, todo “mujeres, mujeres, mujeres”; no, pará… La perspectiva socialista es universal; tiende puentes, no es exclusivista: toma los problemas particulares pero los vincula a una perspectiva histórica, universal, el socialismo.

Bueno, eso cuesta. ¿Por qué? Porque hay despolitización, porque hay bajo nivel de marxismo, bajo nivel de lectura, porque cuesta salir del localismo. Y son también cosas que presionan al partido y a la corriente, cuesta elevar la mirada. Hay cosas del capitalismo que te facilitan ampliar tu mirada, pero hay que tener guita, viajar por ejemplo. ¿Ustedes saben que la Argentina está en el culo del mundo, no? Eso nos protege del mundo también, y por eso acá hay relaciones de fuerzas que, aunque no son revolucionarias, son más favorables a la clase trabajadora que las que se dan en el mundo. Si no estuviéramos en el culo del mundo, Milei, por ejemplo, habría llegado antes, sería un fenómeno que tendría década y media y no cuatro años: llegó con la pandemia, llegó tarde. La Argentina tiene lo que se llama las ventajas del atraso, o de que estamos más cerca de los pingüinos que de Europa. Pero eso tiene una contradicción, y es que nos hace muy exclusivos, muy exclusivistas.

Hay un reinicio de la experiencia de la juventud trabajadora, y este retorno a la lucha de contingentes clásicos de la clase trabajadora como está sucediendo en Europa occidental, el movimiento de mujeres, incluso el movimiento lgbt que está creciendo un montón, el movimiento ecológico, etc.; el tema en el que hemos insistido tanto y que se va comprendiendo de a poco, el de los repartidores y otros oficios que trabajan por aplicación como en Starbucks, Amazon, etc., que es un mundo por conquistar. Con el Sitrarepa estamos organizando un encuentro para abril del año que viene junto con el sindicato de comercio de Los Ángeles, porque hay también una brizna de internacionalismo en algunos sectores.

En repartidores, nos están llegando fotos de muchos países, como Miammar, donde la juventud trabajadora tuvo mucha participación en la rebelión. Lo masacraron el levantamiento, fue una rebelión muy dura, pero no fue una revolución, porque son las dos caras: el reinicio con mucha riqueza pero muy inicial, no es una ola de radicalización mundial como fue, por ejemplo, el Mayo francés.

Pero el Mayo francés también se fue acumulando, no nació de un repollo. En Francia, después de la 2da. Guerra Mundial, si no eras del PC estabas frito, porque el PC apareció como el que derrotó al fascismo.¿Qué vino después de la 2da. Guerra? La guerra por la emancipación de Argelia, de la que se habla poco. ¿Qué hizo el PC? Estuvo en contra de la emancipación de Argelia, estuvo a favor del coloniaje del Estado francés, y ahí se empezó a desprestigiar. Esa guerra fue terrible, una guerra civil con bandas fascistas pro dominación francesa en Argelia, la OAS, con base social masiva en la Capital de Argelia, blanca y de origen francés, y con base social masiva en Francia, y con el PC a favor de la dominación francesa. Sartre y otros intelectuales, con todo su centrismo, empezaron a sacar declaraciones a favor de la independencia de Argelia. Y sectores del trotskismo como Michel Pablo hacían armas para Argelia, y hacías de correo y campaña financiera, aunque eran partidos pequeños. Diez años después vino el Mayo francés, con el PC muy debilitado en la juventud aunque no en la clase obrera–por eso no triunfó el Mayo francés–, y la juventud se hizo anarquista, trotskista o maoísta.

En la época del Mayo francés, que fue cuando en la Argentina vino el Cordobazo, la definición de todo el trotskismo era que una ola de radicalización barre el mundo, empezando por la juventud y después llegando a la clase obrera; incluso en los países dominados por el estalinismo, como en la Primavera de Praga en el 68. Bueno, no estamos en ese nivel, obvio, pero posiblemente estemos en un nivel previo, lo que pasa es que los procesos históricos no son rápidos, y la transición histórica produce todo tipo de momentos, de presiones, mientras tanto se vive, se milita, se lucha, se sufre.

La perspectiva es clave para un militante, no se trata de una utopía, sino de una perspectiva materialista, con la convicción de que la lucha de clases cambia las cosas y que la lucha de clases tiene sus tiempos, que no son los de la vida personal ni los de cada organización en particular. El tema clave es si la organización está viva en la lucha de clases, si tiene empatía con la lucha de clases, la sensibilidad para responder y estar al lado de donde se genera la historia, los fenómenos, las luchas.

Entonces, son esas tres definiciones las que sirven para comprender el mundo en el que estamos parados: estamos en una encrucijada donde hay relaciones críticas que socavan la estabilidad mundial; hay una doble polarización, y un recomienzo de la experiencia histórica.

Les doy un ejemplo muy importante. Cuando hicimos el plenario en Brasil antes de las elecciones, había compañeros que estaban bastante asustados.“Les dijimos imagínense que Bolsonaro gana las elecciones. Tiene que probarse eso en el terreno de la lucha de clases, las relaciones de fuerzas no están probadas”. Después de las elecciones, lo genial no fue tanto el festejo masivo en las calles, sino lo que pasó con los piquetes que intentaron hacer los bolsonaristas. Y lo que asustó a la burguesía no fue el festejo ni el resultado electoral, que fue muy parejo, sino la polarización que se abrió a partir del lunes con los piquetes. ¿Vieron la imagen de ese bolsonarista al que lo atropellan y lo llevan en el capó de un camión? Lo llevaron 8 kilómetros a más de cien km por hora, eso quiere decir que el conductor lulista estaba dispuesto a matarlo. Y eso no es joda. Así es Brasil, pasa del carnaval a la masacre sin solución de continuidad. Cuando el tipo acelera con el auto y se lleva puesto el piquete, Bolsonaro va desesperado a las redes a decir que terminen los cortes, y terminaron. ¿Eso quiere decir que el bolsonarismo dejó de ser un peligro? Para nada, pero te muestra que si seguía esa historia se podía pudrir todo en Brasil.

La Argentina tiene 45 millones de habitantes, Brasil tiene 220, son otras proporciones; no es China, pero si Brasil explota es una reacción en cadena de una bomba atómica estratégica. Y pueden creerse la ideología de que “somos un pueblo manso, de fútbol y carnaval”, pero el que se llevó puesto al bolsonarista 8 km no tenía una conciencia individual, fue una conciencia social que dicha “en argentino” sería: “no me vas a cagar la vida, te piso la cabeza”. Además, los militantes, cuando vamos a una acción, tenemos algún tipo de autocontrol; el laburante tiene otra dinámica. El partido acelera pero cuida, se maneja con cierta sensibilidad entre el pedal y el manubrio; el laburante pasa de cero a cien. Se la pasa diciendo “no, para qué, no sirve”, pero cuando pasa a la acción va hasta el final. Y además te toman todo literal: “dijimos que hacíamos la revolución, y ahora yo quiero fusilar a este tipo y vos no lo querés fusilar”; durante las revoluciones Rusa y Francesa, el terror revolucionario se institucionalizó, pero no para exacerbarlo sino para limitarlo.

Bueno, en Brasil no se llegó a eso, no murió nadie, pero hubo un elemento de reacción popular independiente, a pesar de todos los intentos del PT de frenar cualquier reacción frente a los piquetes bolsonaristas, y eso también habla de la situación internacional, así como el hecho de que la campaña electoral fue toda sobre dios y religión: hay tendencias y contratendencias. A la tendencia del movimiento de mujeres, por ejemplo, le correspondió una contratendencia de fusión entre iglesia y Estado, de la religión como hecho directamente político: esa es la base de Trump y de Bolsonaro, en el plenario había compañeros que decían que su mamá votaba a Bolsonaro por miedo de que la echaran de la iglesia. Esa es la novedad de Brasil, la religión como política: este es mi catecismo, y esta es mi política: dios, patria, familia… Entonces Lula se adaptó a eso y entró en el terreno de Bolsonaro haciendo una campaña religiosa.

Hay elementos que marcan una tendencia a la modernización, y otros a la regresión, a quitar conquistas de la revolución burguesa, movimientos restauracionistas, cosas que tampoco se habían visto antes. En EEUU se ganaron los plebiscitos por el derecho al aborto, y al lado de eso tenés a millones de personas que se creen cualquier cosa; nadie lee nada ni siquiera por internet, todo son los grupos de whatsapp, entonces es todo fake. La extrema derecha apela a sentimientos irracionales, al prejuicio, que es la conciencia popular más básica, la menos trabajada, la más inmediata, porque para no ser prejuicioso hay que trabajar. La anticiencia hay que entenderla, porque venimos de una etapa muy de la ciencia, no es fácil de comprender, es como de la barbarie nazi. ¿Cómo se cae de un pensamiento humano que es una conquista de las revoluciones burguesas, que tiene elementos de verosimilitud en la realidad, a la irracionalidad?

Ese es un elemento nuevo, donde el fake es la irracionalidad; esa pelea no está ganada, no está resuelta ninguna pelea, y cualquier pelea que ganás te la pueden sacar, el derecho al aborto lo están queriendo voltear permanentemente; para ganar de una vez por todas hay que hacer la revolución.Todo lo que ganes te lo pueden sacar porque se trata de relaciones de fuerzas vivas, que van y vienen, están abiertas. Todo lo que les digo supone peligros, desafíos y lucha, no hay nada ganado definitivamente, pero si hay lucha hay vida.

Otra dificultad es que es muy difícil trascender a una conciencia anticapitalista revolucionaria, la pelea se hace larga, no se pasa tan fácil de la acumulación a la revolución. Nosotros nunca fuimos una corriente objetivista que anunciara revoluciones a la vuelta de la esquina, siempre dimos cuenta de las dificultades. En Argentina las relaciones de fuerzas no están resueltas, y es difícil resolverlas por izquierda y por derecha también. La realidad transita por los extremos pero termina en el centro. Ya sabemos que en la Argentina es difícil resolver las cosas por derecha, ya lo vimos el 18 de diciembre de 2017 con Macri, pero también es difícil resolverlas por izquierda; la izquierda tiene protagonismo en la vanguardia, tiene votos, etc., pero las masas nos son ajenas a todos los partidos de izquierda. Entonces se intentan sustituciones, como el PO con los desocupados, pero lo cierto es que la conciencia promedio queda en un nivel progre posibilista, entonces por derecha es muy difícil que se cierren las cosas, y por izquierda sigue siendo una etapa constructiva de acumulación.

En esta etapa constructiva, el partido y la corriente tienen una ubicación extraordinaria, y hay que saber verla. Lo que tenemos es mucha inexperiencia organizativa, pero una ubicación política extraordinaria; transmitir una visión de los acontecimientos con tanta claridad es resultado de un esfuerzo de años, un esfuerzo por empatizar, conocer, entender. Por ejemplo, si querés entender el problema de las migraciones, podés ir a diez mil lugares, pero vas a París y entendés el problema, los barrios alejados del centro son pueblos enteros de gente de color, riquísimos, interesantísimos; en Francia los de origen africano son los más excluidos. Argentina es más homogénea en su estructura de clases, la corriente te permite entender. Brasil por ejemplo fue el último país en abolir la esclavitud, y eso se ve en la forma de ser de la gente, en la sumisión, igual que en EeUu; Brasil y EeUu tienen mucha empatía.

En Argentina, entonces, las corrientes quedan como en un corralito de peleas y de líos porque hay mucho protagonismo de la izquierda revolucionaria pero es muy difícil llegar a las masas. Las perspectivas pueden ser más o menos largas pero son apasionantes, y eso no significa que no sean delicadas: las guerras, por ejemplo, brutalizan las relaciones humanas; que la vida esté valorizada es una conquista, mi vieja es huérfana de guerra, le mataron al padre y a la madre la mandaron a un campo de concentración. Pero esa conquista puede estar amenazada también. No hay revolución sin contrarrevolución.

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