Europa: avanza la organización contra la ‘uberización’ del trabajo

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  • Al lado del crecimiento de las nuevas tecnologías y los nuevos modos de explotación que les corresponden, comienza a levantar cabeza la organización de los trabajadores precarizados.

Renzo Fabb

Según datos de la Comisión Europea, el 11% de la población económicamente activa de ese continente trabaja o ya trabajó para plataformas digitales; ya sea de reparto, estilo Rappi, o de transporte, como Uber.

Pero de la mano de la universalización de estas nuevas formas de precarización laboral, también la organización de los trabajadores de estas apps va en crecimiento. Buscan que se les reconozcan sus derechos laborales.

Esta semana se realizó en Bruselas el II Foro Internacional Contra la Uberización del Trabajo, de la que participó el SITRAREPA de Argentina. Se trata de un encuentro internacional de activistas y trabajadores de apps en el que discuten estrategias para avanzar en su reconocimiento laboral por parte de las empresas y los gobiernos.

Ayer, representantes de estos colectivos de ‘uberizados’ se reunieron con el Secretario de Trabajo de la Unión Europea, reclamando su reconocimiento en la legislación laboral europea. El mes pasado, el parlamento europeo aprobó un texto que reclama la incorporación de estos trabajadores al universo de los derechos laborales, así como exige la transparencia de los algoritmos utilizados por las aplicaciones. El escrito se aprobó a pesar de la oposición de los parlamentarios de la ultraderecha, como los españoles de Vox.

Es que las nuevas formas de trabajo precario basadas en el capitalismo de plataformas, la big data y la inteligencia artificial constituye el principal desafío para las nuevas generaciones que se suman a las filas de la clase trabajadora. Pero la novedad es que su extensión también es una amenaza para los trabajadores bajo relaciones laborales tradicionales.

Distopías

Estas tecnologías están traspasando los límites del delivery o el transporte de personas: «Los algoritmos están entrando en los hoteles. Además de ser mujeres precarias, ahora tenemos un móvil que nos dice el tiempo que podemos estar en cada habitación. Exigimos que se controlen los algoritmos para que no entren en todos los sectores de la sociedad». Las palabras son de una de las representantes de trabajadoras de hoteles y activistas contra la uberización que elevaron sus reclamos ante las autoridades europeas.

El modelo Uber está llegando a lugares insospechados, incluso allí donde a primera vista parecería imposible, como la atención psicológica. En España, un fuerte revuelo se ha generado por el crecimiento de la aplicación Therapy Chat durante la pandemiauna plataforma para tener una sesión con un psicólogo de manera online y on demand.

No importa el día y la hora, el usuario solicita una sesión como quien pide un Uber. Según la atención recibida, puede puntuar al profesional que lo atendió con un puntaje que va de 1 a 5 estrellas. Los psicólogos con mejor puntaje escalan en un ranking que determina cuan beneficiosamente los tratará el algoritmo de selección. «Te obligan a retener al paciente, porque si no, no cobras la hora», dice Isabel, que comenzó a trabajar en Therapy Chat en marzo de 2020, en pleno confinamiento por la pandemia. Renunció unos meses después, luego de que recibiera pedidos de citas en horario de madrugada, ya que técnicamente no tienen jornada laboral, lo que hace que de algún modo estén todo el día «en el trabajo», incluso aunque eso signifique no poder dormir. Claro que pueden no aceptar los pedidos que le llegan, pero serán castigados por el algoritmo.

Estos trabajadores cobran apenas una comisión por cada sesión, ya que la mayor parte de lo que el usuario paga se lo lleva la empresa. Dicha remuneración suele ser de menos de la mitad de lo que cobraría por hora un psicólogo en una sesión tradicional. No obstante, como suele suceder en estos casos, no son consideramos empleados de Therapy Chat, sino trabajadores autónomos.

El uso de la inteligencia artificial en beneficio de la explotación laboral ha llegado incluso al límite de que en algunas empresas la oficina de recursos humanos sea reemplazada por un algoritmo. Si el mismo detecta que el trabajador no cumple con los niveles de productividad y eficiencia que la empresa establece, lo notificará y posteriormente, si no se «corrige», lo despide. Una de las mayores empresas que aplican este tipo de tecnología es Amazon, cuya utilización de la inteligencia artificial al servicio de la explotación toma ribetes distópicos.

En agosto pasado, una empresa rusa de software despidió a 150 trabajadores en menos de un segundo: lo decidió y ejecutó el algoritmo de la empresa. Los empleados fueron informados por un mensaje automático enviado por la propia máquina, por lo que en ningún momento del proceso de «reestructuración del personal» hubo contacto directo entre humanos. El hecho fue tan escandaloso que hasta los propios directivos de la empresa tuvieron luego que disculparse con los trabajadores despedidos, aunque no los reincorporaron.

Resistencia

Pero en este sombrío panorama, la clase trabajadora está aprendiendo a abrirse camino. El hecho es que todos estos nuevos mecanismos de explotación y atropellos patronales están siendo uno de los principales factores movilizadores de toda una nueva camada de activistas sindicales y obreros, jóvenes en su mayoría.

Así, los repartidores por aplicación ya están organizando el que será su segundo paro internacional, para mediados de noviembre. En España, vienen de conseguir un importante paso adelante con la aprobación de una Ley, en mayo pasado, que obliga a empresas como Rappi o Glovo a reconocerlos como trabajadores.

Algo similar sucedió hace un mes en Grecia, cuando luego de una inmensa huelga, los repartidores conquistaron contratos por tiempo indeterminado, contra el intento de la empresa de considerarlos «autónomos».

Como vimos, ahora los reclamos no se restringen al reconocimiento de derechos laborales, sino a la democratización y la transparencia de los algoritmos utilizados por las empresas. Los trabajadores exigen que haya una regulación y una garantía de transparencia en cómo están programados, a medida que esta tecnología comienza a expandirse al servicio de exprimir hasta la última gota de sudor de los trabajadores, como si fueran material descartable.

En todo este contexto, convocatorias como el reciente Foro internacional realizado en Bruselas, o experiencias nuevas y pujantes como el SITRAREPA en Argentina, son puntos de apoyo fundamentales para enfrentar la superexplotación, la única perspectiva de vida que nos ofrece el  capitalismo del siglo XXI.

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