El mundo, bajo la amenaza de una sequía global

Una sequía mundial se está desarrollando al calor del cambio climático, con temperaturas en aumento a nivel global y niveles hídricos históricamente bajos en prácticamente todos los continentes, amenazando el suministro de alimentos, energías y el transporte global que debería encender las alarmas a en todo el mundo.

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El cambio climático es una realidad cada vez más acuciante. Se estima que desde el comienzo de la era industrial a esta parte, las temperaturas globales se alzaron en 1,2°C, acelerándose en los últimos años y acercándose peligrosamente al límite de 1,5°C que el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de la ONU advierte cómo la frontera de cambios irreversibles. El norte global está atravesando uno de los veranos más cálidos de su historia, con temperaturas récord y bajísimas precipitaciones. En esta nota abordaremos la sequía generalizada como un problema global que se agrava al calor de la creciente desigualdad social y la política de las principales potencias, pero del que curiosamente se habla muy poco.

La prolongada ola de calor y escasez de precipitaciones que están llevando a los principales ríos del mundo a niveles extremadamente bajos son unas de las señales de advertencia más explícitas del cambio climático a nivel ambiental y social. Así como lo vemos en el Paraná, está pasando en el Rhin, el Támesis y el Danubio en Europa, el Colorado en EEUU y el Yangtze en China. Estamos a las puertas de una emergencia hídrica mundial, pero los gobiernos del mundo están más centrados en garantizar los negocios de las grandes empresas que en evitar el colapso ecológico.

Nos referiremos en particular a sus efectos sociales y económicos, que ya se hacen sentir en todo el mundo. Ríos secos que develan secretos del pasado, interminables filas de personas que se abren paso en el desierto entre vegetación seca y animales muertos, empresarios especuladores que queman bosques, humedales y combustibles fósiles para rascar hasta el último dólar de la devastación ambiental, toneladas de granos acopiados mientras millones pasan el hambre más absoluto, ciudades que apagan la luz del otro lado de una frontera bélica son algunas de las imágenes que nos devuelve este mundo pospandémico.

El ejemplo de los Estados Unidos es significativo. Los bajos niveles de agua en el Colorado y otros ríos importantes tienen efectos disruptivos sobre las cosechas y la generación de energía. Es uno de los motivos por los cuales en 2020 el agua comenzó a cotizarse en el mercado de futuro de la bolsa de Wall Street. No es algo menor, ya que EEUU es el principal emisor de gases de efecto invernadero y un paladín internacional de los subsidios a la energía fósil. Recientemente el presidente Biden anunció un modesto paquete de subsidios a empresas que incursionen en tecnologías “verdes”, pero no tienen un impacto sensible en la situación.

Hasta la última gota

Los ríos son parte vital del desarrollo de la vida en la tierra. Son fuente de agua potable y hogar de incontables especies animales y vegetales, además de servir como medios de transporte eficientes y económicos y una fuente de energía alternativa a los combustibles fósiles. De no revertirse, las bajantes que estamos observando a nivel global tendrán un grave impacto sobre los costos de transporte y energía, sin contar sus consecuencias ecológicas.

No en vano las principales civilizaciones del mundo se erigieron en los márgenes de importantes ríos continentales. Hoy en su gran mayoría están en niveles bajísimos, algunos directamente secos y se advierte que la tendencia se profundizará en los próximos años. En su bajante revelan historias que otrora tapara el agua: Barcos de la segunda guerra mundial en el fondo del Danubio, huellas de dinosaurios en el lecho del Paluxi en Texas y las ominosas “Hungersteine”, las “piedras del hambre” alemanas, talladas en el medioevo en el lecho del Elba para advertirle a las generaciones futuras la dureza de la sequía. “Cuando me vas, llora” reza la más famosa de ellas, de 1616.

Estas revelaciones nos ponen en alerta sobre algo que en realidad no es nuevo. En nuestro país Mendoza lleva más de una década en emergencia hídrica y el Paraná se encuentra en bajos históricos hace por lo menos tres años, en EEUU la cuenca del Colorado lleva 23 años de sequía, Europa vive su peor sequía en 500 años, China desde que tiene registros históricos y el cuerno de África, una de las regiones más pobres del mundo, vive su peor sequía en cuatro décadas, prácticamente sin precipitaciones en los últimos cuatro años y se estima que no lloverá en lo que queda del 2022.

Las imágenes de animales muertos y millones de personas viviendo como refugiados o migrando masivamente ocasionalmente aparecen en las publicidades de la ONU o alguna fundación de caridad, pero nada hacen para obligar a que se tomen las medidas de fondo que se requieren para cambiar este curso: La reducción drástica de emisiones de carbono y una política de transición ambiental que contemple las necesidades de millones de desplazados climáticos. Sólo se anuncian promesas de buenas intenciones y subsidios a empresas que encaren “teconologías verdes”. Una vez más, el negocio del colapso ecológico.

Europa está viviendo la peor sequía en los últimos 500 años, con un promedio de un 30% de reducción de caudal en sus ríos. El Obseervatorio Europeo de Sequías (EDO por sus siglas en inglés) de la Comisión Europea reporta que 47% del continente se encuentran en estado de “alerta”, es decir que el suelo se está resecando, mientras que el 17% está en “alerta”, lo que significa que la vegetación muestra alteraciones por la falta de agua.

 

Como se observa en esta imagen, los países más gravemente afectados son España, Francia, Alemania, Hungría y Rumania así como el norte de Italia. El mismo informe advierte que las condiciones excepcionalmente secas podrían prolongarse por varios meses más, afectando las cosechas y generando condiciones para incendios forestales como los que se vienen observando en los últimos años. Se proyecta que las cosechas caerán un 16% el maíz, 15% la soja y 12% el girasol, en comparación con el promedio de los últimos 5 años y ya hay restricciones para el consumo hogareño de agua en el Reino Unido, Francia y España.

Distorsiones económicas y energéticas 

Los ríos son a su vez una de los principales medios de transporte de mercancías al interior de los continentes. El transporte fluvial es una alternativa barata y mucho menos disruptiva ecológicamente que el transporte en camiones -como prevalece inexplicablemente en Argentina-. Las bajantes históricas están afectando la navegabilidad de las principales hidrovías del mundo.

En Alemania, el caudal del Rin es extremadamente bajo llegando en algunas regiones al mero medio metro. Se trata de la principal vía fluvial comercial de la Unión Europea y una de las más transitadas del mundo. Su bajante afecta la capacidad de carga de los barcos, lo que tiene un impacto directo en los precios de los productos, sumando a la inflación Europea y mundial. Se prevé que de no recuperar un poco de caudal, dentro de poco el tránsito fluvial podría tener que detenerse por completo.

Lo propio ocurre en China, que está viviendo su ola de calor más severa y prolongada desde que se tiene registro con temperaturas máximas y mínimas históricamente altas y una extensa sequía que está afectando gravemente el caudal del Yangtze, el mayor río del país y el tercero más largo del mundo (detrás del Amazonas y el Nilo), en cuya cuenca se asientan 450 millones de personas y un tercio de los cultivos chinos que ya están viendo caídas importantes en sus cosechas. El 19 de agosto el gobierno de Xi Jinping declaró el alerta nacional por sequía.

La escasez de lluvia y las temperaturas insólitamente altas están afectando al conjunto de los cursos y reservas de agua del país y se reporta que 66 ríos ya se encuentran completamente secos. Esto afecta el comercio, la generación de energía y la producción agrícola, lo que puede tener impacto a nivel global, afectando las cadenas de suministros y los precios de los commodities a nivel mundial por la posición que ocupa China en el comercio mundial.

Preocupación por los alimentos 

Contra la preocupación que recorre el mundo por las bajas cosechas, China mantiene reservas de alimentos a niveles históricamente altos. Fuentes gubernamentales declararon en noviembre que el gigante asiático tiene reservas para sostener su demanda de alimentos por un año y medio y desde los Estados Unidos se estima que de lo que va del 2022, el 69% de las reservas mundiales de maíz, el 60% del arroz y el 51% del trigo están almacenados en silos Chinos. Mientras países enteros se enfrentan a hambrunas sin precedentes, las grandes potencias especulan con las reservas de alimentos y los precios de los commodities.

Así también ocurre con otras potencias centrales que, si bien no están tan robustamente abastecidas, cuentan con el capital para importar la mayoría de los granos y alimentos que no puedan producir. Por supuesto esto pone nuevamente presión sobre los precios internacionales de alimentos. Aunque esto pueda suponer nuevas ganancias para países productores, como vemos en el caso Argentino las más de las veces las ganancias de esa producción terminan siendo acaparadas por productores y exportadores privados, en muchos casos subsidiarios del capital extranjero. Eso sin contar los efectos de las sequías en los propios países, como estamos viendo con la bajante histórica del Paraná.

Del otro lado del espectro se encuentran los países pobres y en emergencia alimentaria. África está experimentando su peor sequía en 40 años y se estima que va a continuar. La falta de lluvias afecta especialmente hace cuatro años a Kenia, Somalia, Sudán, Uganda Etiopía, Yibuti y Eritrea, en la península conocida como el “cuerno de África”, una de las zonas más pobres del mundo que enfrenta una catastrófica hambruna que afecta a más de 37 millones de personas y motoriza procesos migratorios que desplazan poblaciones enteras en busca de alimentos para sobrevivir. Los desplazados climáticos son las víctimas que frecuentemente no llegan a las tapas de los diarios y portales de noticias.

Se estima que la falta de lluvia, motorizada por el cambio climático, continuará lo que queda de este año afectando gravemente las cosechas, el ganado y el propio acceso al agua potable de la población, que se ve obligada a sobrevivir en base a las donaciones de países ricos del centro del mundo quienes son, a su vez, los principales impulsores del cambio climático a través de la quema de combustibles fósiles y la protección de las industrias extractivistas mientras se limitan a mandar algunos millones de dólares en ayuda humanitaria a las regiones que sufren las consecuencias más gravemente.

Cambiar la corriente

La sequía es un efecto del cambio climático, pero también es causante de muchas otras perturbaciones ambientales. Hasta este punto nos referimos centralmente a los efectos económicos y sociales de las sequías en regiones densamente pobladas del norte del mundo, donde se está atravesando un verano inusualmente cálido y seco aunque con efectos de desplazamiento como lluvias torrenciales e inundaciones en otras regiones donde esto no es lo usual y que de ninguna manera compensa o se equilibra con las sequías.

Los efectos de la sequía afectan a la vida en general, no sólo a la vida humana, de maneras que son más diversas que la mera falta de agua. No sólo cambia el paisaje porque se seca, se pierde vegetación que colabora a enfriar las regiones y limpia el aire. Otro efecto esperable, de sostenerse este curso es la migración o desaparición de especies o el aumento de la población de otras con efectos nocivos. Las aguas cálidas y estancas son a su vez caldo de cultivo para microorganismos como bacterias y algas que afectan la calidad y potabilidad del agua.

La sequía debe ser una señal de alarma global, el agua es un bien escaso y necesario para la vida. Es necesario tomarla como un problema global en lugar de como una sumatoria de problemas regionales, especialmente en momentos que vivimos eventos climáticos y ambientales extremos en todas partes del mapa y los propios científicos advierten que hay que revertir el curso ya. Tamaño tarea no puede quedar en manos de los políticos, gerentes y especuladores que nos dejaron este problema.

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