El “genocidio” de libros en la dictadura argentina: entorpecer el avance de la clase obrera y la juventud

Inauguran en Argentina una muestra sobre la quema masiva de libros (se estima en un millón y medio) que se realizó en junio de 1980 en medio de la dictadura.

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“En dos camiones, las 24 toneladas de libros fueron trasladadas desde el depósito de la editorial, en O’Higgins y Agüero -hoy Crisólogo Larralde- destrucción.” (Infobae, 7/4/23)

La semana pasada se puso en exhibición una muestra sobre la quema masiva de libros (se estima en un millón y medio) que se realizó en junio de 1980 por orden del teniente coronel y juez, Héctor Gustavo de la Serna, quien ordenó la destrucción de estos ejemplares de la editorial Centro Editor de América Latina (CEAL). Los números pueden ser cuestionados, seguramente, porque no hay registros “legales”, como no lo hay de la masacre de decenas de miles de luchadores/as a lo largo y ancho del país. Pero en ambas situaciones, los datos históricos hablan por sí mismos. Y en esta muestra, la millonaria estimación es sobre la base de los editados y prohibidos de dicha editorial.

Hubo muchos más que no fueron parte de esa acción destructiva, pero que también eran prohibidos y podían significar desaparición y tormentos para quien los llevara consigo. Desde ya, cualquier publicación que, siendo de izquierda o de luchadores/as independientes, informara sobre las drásticas medidas de secuestro, desaparición y muerte que había puesto en marcha en forma masiva la dictadura o de los ataques a las condiciones laborales, de estudio y de vida a lo largo y ancho del país.

Está presente en la muestra la obra de un “grande”, Héctor Germán Oesterheld (víctima de la dictadura, así como sus cuatro hijas) con la presencia de la edición de El Eternauta.

Oesterheld junto a varios ejemplares de su publicación, Hora Cero.

Cuentan los/as trabajadores/as de prensa que recogieron el testimonio histórico de la quema de libros que éstos estaban tan empapados de humedad, que se “resistían” al fuego. Tomaron fotos que atestiguan esta afirmación.

Los militares a cargo de la tarea se pusieron nerviosos y tuvieron que echar nafta sobre ellos para poder cumplir con su cometido.

Los libros se “resistieron”, más adelante los/trabajadores/as y la juventud

Una demostración más de que la última dictadura militar fue un ataque en regla a una generación de luchadores/as que habían dado un paso importante en la pelea contra el sistema capitalista y sus instituciones. Paso adelante que lo quebraron a costa de mucha sangre, sudor y lágrimas. Y también intentando desterrar de la faz de la tierra los avances no sólo ideológicos, sino también humanos y culturales que eran un síntoma peligroso de emancipación de todos los explotados y oprimidos.

Fue un golpe fuerte en la nuca pero no nos pudieron cortar la cabeza: la memoria histórica continúa en las nuevas generaciones. Los libros ardieron, pero las ideas anticapitalistas, con sus matices, sus avances y sus puntos controversiales, recorren el mundo y alientan la dura lucha presente y la que tenemos por delante.

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