Brasil supera las 100 mil muertes por Covid-19

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  • Derrotar a Bolsonaro para contener la catástrofe sanitaria.

Antonio Soler

En todo el mundo, el número de contagiados por el nuevo coronavirus se aproxima a las 20 millones de personas, y 730 mil víctimas fatales. El epicentro de los contagios hoy es América Latina, con destaque para Brasil que ocupa el 1º lugar de contagios y de muertes en la región y el 2º en el mundo.

El sábado pasado (8/8), en el territorio nacional, la pandemia alcanzó el marco de 100 mil muertos y 3 millones de contagiados. En relación al ranking mundial, Brasil ocupa la 2ª posición en números absolutos, quedando apenas atrás de los EUA – país también gobernado por un negacionista -, que tiene 160 mil muertos por la enfermedad. Pero si tenemos en cuenta la proporción de la población de Brasil con relación a la de los EUA, ya estamos en el mismo lugar y podemos en breve superar incluso al país del norte.

De cada 7 muertes en el mundo por la Covid-19, 1 ocurre en Brasil, tenemos un promedio diario de cerca de mil muertes. La Covid-19 se ha tornado la tercera causa de muertes en el país, quedando atrás apenas de las enfermedades cardiovasculares y del cáncer. Por aquí la pandemia está fuera de control y no tenemos señales de una caída en el número de contagios y de muertes.

Esta no es una catástrofe natural que no podría haber sido evitada. En Brasil el primer caso ocurrió después de dos meses de que la epidemia haya afectado a China y ya haya impactado en Italia. O sea, tuvimos la “ventaja del atraso”, un sistema universal de salud y recursos disponibles, pero no pudimos aprovecharlos por cuenta de los intereses económicos (ganancia) de la clase dominante, del negacionismo genocida del gobierno y de la complicidad de las oligarquías políticas.

Bolsonaro es un genocida

El neofascista Bolsonaro, sin duda alguna, tiene el papel central en la previsible y evitable hecatombe sanitaria que vivimos, comenzando por su negacionismo en relación a la gravedad de la pandemia (“sólo una gripecita”), por incentivar y organizar aglomeraciones, inclusive antidemocráticas contra el STF (Supremo Tribunal Federal) y el Congreso, no articular nacionalmente el combate a la pandemia y propagandizar falsos medicamentos (cloroquina).

El jueves pasado (6/8), Bolsonaro al lado del general Eduardo Pazuello, quien es Ministro Interino de Salud hace casi 90 días, en su habitual live semanal, ante 1000 muertes diarias y de romper la marca de 100 mil muertes en el país por la Covid-19, dijo que “la gente lamenta todas las muertes (…) Pero vamos a continuar la vida y buscar una manera de zafarse de este problema”, “el STF decidió que las medidas restrictivas eran de competencia exclusiva de los gobernadores e intendentes” y que “puede ser también que, más tarde, no se compruebe que esto [uso de la cloroquina] haya sido tan eficaz así, o hasta ineficaz. Paciencia, sucede”.

Una declaración como esta es sólo la síntesis reiterativa del discurso que viene teniendo desde el inicio de la pandemia el sociópata, neofascista, genocida y negacionista que está al frente del poder central en Brasil, pues su línea argumentativa es siempre la misma: niega la importancia de la hecatombe sanitaria, hace nulo caso de las millares de vidas perdidas, se des responsabiliza del papel central que tiene la presidencia de la república en el combate de las crisis nacionales y, en un cinismo tosco, intenta des responsabilizarse de la propaganda que ha hecho desde el inicio de la pandemia de una medicación peligrosa y que no tiene ninguna comprobación científica de su eficacia para el tratamiento de la Covid-19.

Las medidas sanitarias de enfrentamiento a la pandemia no fueron tomadas, fueron insuficientes o saboteadas, no permitiendo la seguridad sanitaria, el aislamiento social y las condiciones de existencia de la mayor parte de la población. Cuando las medidas fueron tomadas, aunque ineficientes, lo fueron contra la voluntad de Bolsonaro Así, la responsabilidad de Bolsonaro sobre el cuadro actual es incontrovertible:

– En cuanto a todos los especialistas, el Ministerio de Salud (Luiz Henrique Mandetta y después Nelson Teich, los dos exonerados por no concordar con el discurso negacionista de Bolsonaro) y la OMS afirmaban la necesidad del aislamiento social, Bolsonaro alentaba encuentros, actos y eventos sin que las personas estuviesen minimante protegidas.

– La renta de emergencia, creada contra la voluntad del presidente – que ahora la quiere capitalizar electoralmente, es un paliativo que demora en llegar a las personas y está lejos de dar cuenta de las necesidades básicas de cerca de 50 millones de brasileros.

– La transferencia de recursos del gobierno federal a los estados y municipios para combatir la pandemia, aprobada por el Congreso, aun no llegó al 35% del valor previsto.

– La ley creada para garantizar acciones de emergencia en comunidades indígenas, barrios precarios, etc. fue sancionada con vetos de obligatoriedad al acesso al agua potable, servicios de salud de media y alta complejidad y oferta de emergencia de camas hospitalarias y UTIs.

Obviamente que Bolsonaro es el responsable central, pero los otros poderes de la república y de la clase dominante también son responsables por esta catástrofe al permitir que continúe en el poder y que medidas eficientes no sean aprobadas y puestas en práctica.

El genocida apostó al contágio de las personas diciendo que se podría retomar la normalidad con la famosa “imunidad de rebaño” sin dar nada para el testeo en masa, la capacidad de atensión del sistema de salud y las condiciones financieras básicas para que las y los trabajadores tuviesen derecho al aislamiento social, en tanto no haya otra forma eficiente de contener el contagio y la propagación, lo que hace es que la mayor parte de los contagiados y muertos por la Covid-19 sean trabajadores/as, pobres y negros.

Bolsonaro, su gobierno, la oligarquía política y la clase dominante sabían lo que debía haberse hecho para evitar la catastrofe: crear las condiciones para garantizar a las masas trabajadoras el aislamiento social y quebrar así la cadena inmediata de transmisión del virus para que el sistema de salud pudiese organizarse ante el aumento súbito de pacientes y para que fuese hallado el tiempo para que los tratamientos y vacunas sean desarrollados.

En tanto, escogieron otro camino. Bolsonaro no tuvo la menor preocupación por las vidas que se perderían, porque tenía la certeza que las víctimas fatales serían en su amplia mayoría las y los trabajadores más precarizados, las y los negros y periféricos. O sea, no la clase y los sectores de la sociedad que quiere atraer para su base electoral con un acercamiento político a sectores de la clase media, que muestran el mayor desprecio dado su resentimiento personal, darwinismo social y orientación neofacista.

Con conciliación no se enfrenta la pandemia

La naturalización de la catástrofe sanitaria – con la apertura de bares, restaurantes, academias y centros comerciales – lleva al comportamento irracional, como si la pandemia estuviese bajo control, en una curva epidémica decreciente con todos ya inmunizados.

Esto no es un problema de “ignorancia de las masas”, como muchas veces quiere hacerse creer, sino que tiene razones materiales bien palpables, y no en la irresponsabilidad de ellas. Ocurre por cuenta de la necesidad de subsistir de la mayoría que precisa salir de casa para sobrevivir, por la falta de testeos y, consecuentemente, la subnotificación de contagios y muertes y, del negacionismo de Bolsonaro, de otros gobernantes y de parte de la clase dominante.

Vivimos en un país de enorme desigualdad social, racional y regional con fuerte impacto en las condiciones sanitarias de la amplia mayoria de las personas, lo que puede explicar este número aterrador de muertes. Además de esa desigualdad histórica y estructural, vivimos una correlación de fuerzas políticas también muy desigual desde la ofensiva reaccionaria abierta en 2015 que culminó con la elección de Bolsonaro en 2018.

Esta correlacción de fuerzas política asociada a las condiciones estructurales permite que hayamos alcanzado las 100.000 muertes, los 3 millones de contagiados y estabilizado (sic) en 1000 muertes por día sin que una onda de indignación barra a Bolsonaro y todos los cómplices del poder. Eso no es todo. Aquí cabe decir que la ofensiva reaccionaria en todo su curso hasta nuestros días sólo pudo ocurrir debido a una línea inquebrantable de acobardamiento de las direcciones burocráticas de los movimientos sociales ante esa ofensiva reaccionaria, de las instituciones políticas de la clase dominante y del gobierno de Bolsonaro.

Para hablar del momento más reciente y ligarlo directamente a la coyuntura y correlación de fuerzas actual, durante todo este año los dirigentes burocráticos del PT y de la CUT no impulzaron um cambio de coyuntura cuando comenzaron los cacerolazos contra el gobierno, no impulsaron la resistencia de los trabajadores de las categorías esenciales y perdieron meses para ingresar con el pedido de impeachment. Como si no bastase, cuando las torcidas (hinchadas) organizadas antifascistas desencadenaron la lucha contra la escalada autoritaria polarizando al país para enfrentar efectivamente a Bolsonaro, sabotearon el proceso de resistencia directa al gobierno genocida en nombre de la gobernabilidad (sic) y de una, quien sabe, futura salida electoral en 2022.

Obviamente que la responsabilidad por la catástrofe sanitaria que vivimos es de Bolsonaro y de la clase dominante, pero la correlación de fuerzas política construída en los últimos años que permitió que llegaramos hasta este punto tiene en la capitulación sistemática de la burocracia un elemento central que no puede ser soslayado.

El gobierno ante el cerco investigativo y de la reacción del movimiento reculó tácticamente en su escalada para cerrar el regimen político, pero sin recular en su negacionismo, darwinismo social y estrategia autoritaria. En tanto Bolsonaro esté en el poder no se puede combatir la pandemia de forma eficiente, eso está más que demostrado por los números presentados, la dinámica de la pandemia y las medidas gubernamentales. Por esa razón, para salvar vidas, es preciso revertir totalmente la línea política que está siendo llevada por la mayor parte de las organizaciones políticas que están al frente de los movimientos, de los sindicatos y partidos políticos.

Estas organizaciones dirigidas por la burocracia, en vez de apostar a la lucha directa – huelgas en curso, acciones callejeras con distanciamento y otras – están construyendo frentes político-electorales con los partidos de la clase dominante, los mismos que son cómplices del genocidio sanitario bolsonarista. Cabe a nuestro partido, PSOL, apostar a la lucha directa, como la huelga de los Correos que se aproxima, la lucha contra el retorno a las aulas, en apoyo a las huelgas de sectores que están llevando luchas aisladas y a las acciones de enfrentamiento político callejeras con seguridad sanitaria, única forma de enfrentar y de revertir esta catástrofe.

Estamos en un momento electoral importante, la primer elección bajo este gobierno, por eso nuestra política electoral debe estar en sintonía con un programa, candidaturas de lucha e independientes de los patrones y de la burocracia. Nunca con alianzas con partidos burgueses o de trabajadores-burgueses, como el PT y otros, como está haciendo la dirección del PSOL en muchas ciudades, pues esa táctica en nada contribuye con la necesidad de derrotar a Bolsonaro y enfrentar la catástrofe sanitaria, sólo atrasará la necessidad de superar esta dirección entre las y los trabajadores y oprimidos. Es posible derrotar a Bolsonaro y a la pandemia, pero para eso es preciso apostar a la mobilización de las y los trabajadores.

Traducido del portugués por Luz Licht

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