Argentina: Un escenario de degradación social con consecuencias inciertas

Este año Argentina va a elecciones presidenciales con un dato que condiciona todo el panorama: la crisis estructural de un proyecto capitalista agobiado por el parasitismo de la burguesía y el FMI.

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Crisis de fondo que realza los elementos de crisis coyunturales, como el incremento de la desigualdad y la degradación social, la inflación descontrolada y el deterioro permanente de las condiciones laborales y la vida cotidiana, hechos que de conjunto transmiten la sensación contrastable que el país se desfonda.

La incertidumbre generalizada que genera el panorama decadente tiene expresiones sociales disímiles en las que conviven la bronca y la movilización (como se registra por estas horas con un 8M que vuelve a copar las calles), la histeria (de sectores de clase media que se inclinan hacia la derecha), cierta desmoralización ante el fracaso del gobierno (sobre todo en los sectores posibilistas K) y la apatía (expresión retrógrada que rechaza la política como forma colectiva de acción por la búsqueda económica/individual de resolver los asuntos).

Por su parte la burguesía aparece de momento sin claridad ni unidad alrededor de qué rumbo tomar para salir del pantano. Entre la dolarización de la economía favorable al agro y un modelo con elementos proteccionistas para sostener la industria no se ha esbozado un plan coherente. El único punto de partida común es la certeza de que las condiciones de trabajo y vida de las masas trabajadoras (aun deterioradas) no pueden continuar como hasta ahora.

Esta incertidumbre tiñe toda oferta electoral de los candidatos de FdT y de JxC: una cosa es candidatearse, otra es ganar las elecciones, y otra muy distinta es gobernar sobre todo teniendo en cuenta que la salida capitalista a la crisis requiere medidas extremas que implican ir al choque con las conquistas que conservan los trabajadores y sectores populares hace 20 años por lo menos. Quién pretenda sacar al país de la crisis estratégica en la que se encuentra, por una vía capitalista, deberá enfrentar una relación de fuerzas (y un nivel de industrialización relativamente alto para ser un país tercermundista) que ha sido el verdadero impedimento para hacer de éste un país neoliberal a tono con la media mundial.

En el medio del espectro un “amplio” centro político (que por el momento aparece como preferible por la burguesía) apuesta a resolver esta crisis cepillando las conquistas de los de abajo, pero conservando las bondades del régimen político. Por un lado,el sector más abiertamente neoliberal (JxC) caso Larreta que intenta ganarse la confianza del conjunto de la burguesía, y Bullrich o su variante más reaccionaria. Y por otro el sector liberal-social (PJ-Kirchnerismo) de Alberto Fernández y Cristina Fernández, cuyo fracaso de gobierno actual más la inexistencia de un plan alternativo que le diseñó el FMI, los ha sumergido en el desánimo y la indefinición.

En los extremos asoma un debate estratégico que encierra tanto peligros como posibilidades. Por un lado, la defensa a como dé lugar del sistema para ir a un capitalismo sin límites y que sólo puede lograrse con zarpazos bonapartistas, expresada en el proyecto retrógrado de Milei. Y por otro, la perspectiva anticapitalista para refundar el país en beneficio de las y los trabajadores, que tire a la basura la podrida estructura de la burguesía decadente, y que defienda de manera incondicional las conquistas del movimiento de masas (desde el derecho a la organización hasta las conquistas sociales, culturales y económicas) como punto de partida para ir más allá. Perspectiva que defiende Manuela Castañeira y el Nuevo MAS.

Vivencias de un país decadente

El inicio del año político puso de manifiesto la agudeza de la crisis a la que nos referimos. En su discurso de inicio de las sesiones ordinarias en el Congreso Alberto Fernández dijo:  «La Argentina es la energía que el mundo está necesitando». Cinco horas más tarde la mitad del país y amplios sectores de la industria quedaron sin luz. El incendio de un pastizal había afectado un tendido fundamental para el transporte de energía eléctrica, lo cual no hace más que demostrar la decadencia del capitalismo argentino, incapaz de garantizar alternativas de suministros ante una eventualidad tan probable como que se prenda fuego el pasto en épocas con 38 grados de calor. ¡No!, si se prende fuego un pastizal hasta el presidente puede quedar hablando estupideces de cara al país y al mundo.

Trenes frenados a mitad de camino y con la gente abriendo las puertas a la fuerza y caminando por las vías hasta la estación más cercana; salitas de salud y hospitales desbordados por la concurrencia masiva de niñes, adultos y mayores con malestar por el calor y la falta de agua (consecuencia del corte de luz), son algunas de las escenas que se vieron ese día. Muestra de las consecuencias de una burguesía nacional e internacional que explota y expolia sin invertir un centavo en mantenimiento ni mejoras, ni en tendido eléctrico, ni en trenes, ni en salud.

Ah, ¡pero cuando hay luz! Por estos días los docentes de varios colegios y escuelas del gran Buenos Aires suspendieron las clases por cuenta propia ante la falta de ventiladores y la imposibilidad de dar clases con temperaturas tan altas que descomponen a los pibes en las escuelas. Son escenas de la vida cotidiana que se pueden multiplicar por miles y que dan de conjunto un panorama de los múltiples elementos de crisis que alimentan la sensación de un país sin rumbo.

El ritmo inflacionario imparable (que dejó en stand by la candidatura de Massa) es otro látigo cotidiano que hace imposible saber cuánto valen las cosas. La falta de referencias, o la ausencia de precios es uno de los problemas coyunturales más acuciantes para el día a día de cualquier trabajador, y un problema general para el funcionamiento de la economía. La inflación de febrero estuvo en un 6%, al igual que enero, y acumula prácticamente un 100% de inflación interanual.

Esta presión inflacionaria hace del día a día de las y los trabajadores una carrera agotadora, mientras que el salario real no ha dejado de caer desde el 2014 a la fecha. La convivencia entre la degradación salarial con horas extras de trabajo y/o sobre ocupación (dos o más trabajos) no implica la posibilidad de “estar mejor”. Por el contrario, se ha vuelto condición excluyente para llegar a fin de mes, mientras varias ramas de la producción (entre ellas las automotrices) trabajan a full para exportar gran parte de la producción y hacer grandes negocios. Si la presión salarial y de condiciones de vida de los trabajadores no ha irrumpido aún en la escena con movilizaciones, se debe a la doble contención entre el chaleco de fuerzas que significa la burocracia sindical y cierta compensación paritaria que, siempre a costa de degradar el salario, acompaña desde lejos la inflación.

Dejemos apuntado que otro elemento que da cuenta de la decadencia capitalista del país es el alcance que ha logrado el narcotráfico en Santa Fe, y particularmente en Rosario, y que es instrumentalizado por la derecha con el discurso que el mismo se resolvería con más fuerzas de seguridad en la calle. Desconociendo que desde el 2014 a la fecha ha habido 8 tandas de refuerzos policiales, lo cual tuvo un nulo resultado por la obviedad que el narcotráfico sólo puede existir en un entramado de convivencia con el Estado, del cual son parte las fuerzas represivas.

Ante este flagelo real de la vida de los rosarinos, que recientemente tomaron cartas en el asunto por cuenta como respuesta al asesinato de un niño de 11 años, destruyendo varios bunkers del narco, el gobierno nacional ha aprovechado para lavarle la cara a las fuerzas armadas, habilitando el acceso de las mismas a la ciudad para supuestas tareas de urbanización. Un operativo oportunista y de derecha para legitimar a los militares, a semanas de un nuevo aniversario del golpe genocida.

La acumulación de contradicciones, desde lo más simple y arduo de la diaria hasta los elementos más profundos y estructurales, hacen que las consignas reivindicativas aparezcan relativamente abstractas (¿cuánto pedir, por ejemplo, de aumento salarial cuando la inflación parece incontenible? lo cual no quiere decir que haya que desestimarlas, pero deben ligarse al problema sistémico) a la vez que las discusiones de fondo cobran sentido concreto. Cuando las costuras del sistema, sus fallas, quedan al descubierto como un imposible de resolver por los mecanismos habituales dejan picando una pregunta estratégica: ¿Qué hacer para salir de la crisis en la que nos ha metido el capitalismo?

Ni el PJ/Kirchnerismo ni la derecha y Milei son alternativa

En JxC se expresa una discusión real de cómo llevar adelante los programas neoliberales. Larreta intenta ensayar un programa económico que pueda hacer síntesis entre las ambiciones de la burguesía del agro y la burguesía industrial, con ataques al movimiento de masas (ver la declaración donde afirmó que si es elegido presidente cerrará el Ministerio de la Mujer) pero cuidando ciertas formas discursivas. Por otro lado, Bullrich con un programa más abiertamente reaccionario y represivo, pero en los marcos del régimen democrático burgués.

El Frente de Todos, sin candidatos de momentos -salvo Scioli que perdería inevitablemente en caso de ser la mejor apuesta del peronismo-, aparece con menos discusión programática, pero con serias dificultades políticas ante las altas probabilidades de perder habida cuenta del ajuste que llevaron adelante durante toda la gestión. Cristina Kirchner, potencialmente la mejor candidata para el frente, se encuentra condicionada por varios factores contradictorios que hacen a la indefinición: el más importante, la falta de programa alternativo al del acuerdo con el FMI que ha asumido su gobierno, lo que la llevaría encarar un gobierno con más ajuste y a dilapidar el capital político del kirchnerismo. En caso de presentarse y perder, la posibilidad real de quedar a merced de las causas judiciales en su contra. Y en caso de no presentarse, la posibilidad de desmoralizar a su base social cuya esperanza descansa en que sea candidata una vez más. Por el momento, la definición conservadora del kirchnerismo ha sido replegarse en la provincia de Buenos Aires a la espera de un triunfo de Axel Kicillof.

A la extrema derecha, Milei, el candidato que en forma individual recoge según las encuestas el mayor porcentaje de intención de votos (en la suma de los candidatos de las coaliciones podría perder, pero no deja de ser un dato) encarna un proyecto reaccionario que dialoga con la desmoralización y la desesperación de sectores medios, y que podría arrastrar a sectores más amplios en las próximas elecciones. Presenta un programa ultra capitalista y un discurso que esboza un ataque bonapartista a las libertades democráticas (de organización, movilización, defensa de la salud, la educación y un largo etc.) con el contrapeso que de momento no ha hecho carne en un movimiento reaccionario en las calles, a la vez que no deja de ser un peligro potencial real la “simpatía” retrógrada que ha logrado en sectores masivos.

El futuro debe ser anticapitalista

Por último, la izquierda se encuentra sometida a una doble discusión: una de ellas impulsada por el FITU, resulta superficial y de corta mira, que se circunscribe al debate de cargos que aburre y que demuestra una inercia conservadora (de adaptación institucional) ante la magnitud de los problemas actuales. La profundidad de la crisis parece haber generado también desorientación en las filas del FITU frente al hecho real que la izquierda no es -ni por cerca- la tercera fuerza nacional, en el marco de una coyuntura corrida a la derecha. Y en este mismo marco, presentan  consignas de campaña que se limitan a reivindicaciones parciales (al estilo “6 horas de trabajo”) y no plantean un debate anticapitalista, única forma realista de plantear una alternativa de fondo ante tamaña crisis.

Por nuestra parte, como ha expresado recientemente Manuela Castañeira en diversos medios “opinamos que la izquierda tiene que presentar una alternativa unificada a nivel nacional; nosotros vamos a trabajar en este sentido”. Y es en ese sentido que hemos llamado a la unidad de la izquierda en Neuquén, Río Negro y recientemente en Salta, sin respuesta por parte de ninguna fuerza integrante del FITU.

Consideramos que la unidad de la izquierda debe servir para abrir un debate estratégico sobre el rumbo del país, partiendo del rechazo a la continuidad de un sistema económico y social decadente, y proponiendo  una salida anticapitalista -como antídoto contra el derrotismo posibilista K-, y que tenga como horizonte la satisfacción de las necesidades de las y los explotados y oprimidos.

Si la coyuntura en lo inmediato aparece dominada parcialmente por elementos reaccionarios y corrida a la derecha, no es descartable que como ocurrió el 8 M y como podría ocurrir también el 24 de Marzo (además de futuros eventos de la lucha de clases que no se pueden descontar), sectores masivos ingresen en la pelea y contribuyan a torcer hacia la izquierda el clima político y social. Una tarea de primer orden para la izquierda es no regalarle nada al Kirchnerismo que demuestra pusilanimidad a cada paso, y disputarle su base social con un programa anticapitalista claro, señalando los límites de sus intervenciones en cada acción.

Lejos de esto, el PO ha sido el abanderado en negarse a disputar la Plaza de Mayo el próximo 24 de marzo al cual iremos por segunda vez consecutiva en un horario de medio día, mientras los sectores democráticos masivos que podrían ser nuestro auditorio, se encuentran almorzando. Esta política le regala en bandeja el horario central al kirchnerismo y no le disputa la base social a un gobierno que ha demostrado ser pérfido a la hora de defender las conquistas democráticas y que ha implementado un ajuste en regla. Cuando lo que debe primar es la disputa para arrebatar la dirección de sectores de masas al kirchnerismo, que demuestra pusilanimidad también a la hora de contrarrestar las tendencias a derecha y extrema derecha.

El Nuevo MAS viene de realizar un exitoso campamento que puso en debate las miserias del sistema actual y su degradación, y levantará bien alto las banderas del anticapitalismo como alternativa para las y los de abajo, a la vez que denuncia tanto al gobierno ajustador y a la derecha neoliberal y derecha extrema. La decadencia del sistema actual encierra tanto peligros a derecha como oportunidades a izquierda. La lucha de clases y una campaña política que dispute la conciencia al posibilismo ambiente y enfrente a los ultraderechistas pueden abrir paso a un país donde gobiernen las y los trabajadores en favor de las mayorías oprimidas.

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