Argentina: En alerta frente a Milei

Texto preparado a partir de un informe el domingo pasado (26/11) en el Comité Central del Nuevo MAS.

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Javier Milei volvió de los EE.UU. aparentemente con el apoyo institucional de la gestión Biden para iniciar su gestión. También el FMI recibió al “Toto” Caputo a priori con la idea de otorgarle el apoyo a la espera de negociar un nuevo plan con el fondo y que la Argentina salde próximamente un vencimiento por 4000 millones de dólares.

En estas líneas continuaremos el análisis que venimos realizando sobre lo que adelanta Milei y sus límites, un análisis –una previsión- que parece confirmarse a estas horas con claridad.[1]

  1. Una crisis que es la suma de todas las crisis

Lo primero es dar cuenta más profundamente del contexto en el cual llega Milei al gobierno. El contexto es el de una nueva crisis histórica en la economía del país, amén de una grave crisis social. No entraremos en este texto en los detalles específicamente económicos de las cosas. Pero lo que está claro es que una forma de regulación económica, vinculada a la administración de la economía por la vía inflacionaria, entró en crisis, acercando el país nuevamente a una hiperinflación.

La falta de divisas, heredada tanto de problemas estructurales como de la legitimación del gobierno de Alberto Fernández de la deuda impagable contraída por Mauricio Macri, agotó las reservas del país.

Tal es el extremo al cual se llegó que la vivencia inmediata es prácticamente de una híper inflación: hace meses que no hay precios y la carrera de remarcaciones no para. Sobre todo en esta transición –con elementos de “vacío de poder”- entre un gobierno y el otro, se ha desatado una carrera loca por los precios, que además se vincula con la devaluación del dólar oficial que podría venirse.

Hoy día el dólar oficial está algo en torno a los 370$, mientras que los dólares financieros y el dólar blue se están alineando algo en torno a los 850 (promedio; el blue está más alto). Sin embargo, muchos analistas señalan que el dólar -oficial- de referencia histórico debería estar algo en torno a los 650$. Pero es imposible saber a ciencia cierta en estos momentos en qué cifra fijará el nuevo gobierno mileidista el tipo de cambio.

Sí se sabe que el plan dolarizador aparece de momento archivado. Entre otras miles de razones porque requeriría una devaluación muchísimo mayor y porque además, detalle no menor, requeriría de un aporte de divisas frescas de magnitud que no está en los cálculos de nadie.

También aparece archivado –al menos, de momento- la idea de “cerrar” el BCRA, cuestiones que colocan cierta medida a las cosas.

De cualquier manera, lo que nos interesa acá que es precisar un concepto sobre la “sobre-votación” de Milei del 56% en el balotaje (exagerada sideralmente por las reglas de juego del balotaje y el arbitraje a derecha del régimen). Amén de ser un voto que se decantó de manera reaccionaria (aunque de todos modos tenga contradicciones en su seno, y falsas expectativas que se chocarán con la realidad, en al menos algunos segmentos de este voto), y no haberse dado en el núcleo más orgánico de la clase obrera que votó por Massa contra Milei y en defensa de sus derechos (algo que el PO y el PTS se negaron a reconocer y mucho menos dar cuenta del fenómeno), expresa en cierto modo –obviamente que de manera reaccionaria y por derecha- la crisis del capitalismo argentino y una forma de regulación económica inflacionaria que no deja de ser un tributo a las relaciones de fuerzas, relaciones de fuerzas que Milei parece proponerse desafiar (aparentemente, en un grado cada vez más decidido hacia una política de shock económico, en seguida lo veremos).

La crisis que vive el país es una crisis excepcional: una suerte de crisis de todas las crisis porque se trata de una crisis económica (inflación en niveles de casi el 200% anual), social (pobreza en un 40%), el crecimiento sideral de la precarización laboral, crisis de la educación y la salud, crisis de la infraestructura nacional, una crisis política del sistema de partidos (sobre todo de Juntos por el Cambio, luego veremos el tema del peronismo), extractivismo y crisis climática, etc.

La suma de esas crisis en un contexto de contención por parte de las direcciones tradicionales de la lucha de clases, operando el régimen político todo el año hacia la derecha, es lo que dio lugar como subproducto electoral al minoritario gobierno de Javier Milei. Como “ley de la naturaleza” (en realidad, ley del mercado), “dejará correr” un duro ajuste económico en la búsqueda de otro tipo de regulación: una economía recesiva, lo que implica ajuste y despidos (es decir, otro ancla que la economía inflacionaria).

El contrapeso a todo esto es que, primero, la materialidad de la sociedad tiene que legitimar un ajuste de este tipo y eso no es tan fácil y, segundo, que si bien las condiciones inflacionarias ayudan a hacer pasar un ataque de este tipo, el desafío puede ser demasiado grande y el país estallar en “mil pedazos”.

Todos los desarrollos están para ser probados, como hemos señalado varias veces, porque el procesamiento exprés de esta suma de todas las crisis por la vía electoral tiene que traducirse ahora en un procesamiento por la base de la sociedad, en las y los trabajadores, y de esto es imposible adelantar una resultante.

También es un hecho –aunque de otro orden- que la burguesía puede dividirse o está ya dividida frente a Milei en tanto que gobierno minoritario. Un sector burgués puede ganar dinero y regularse por la vía extrema neoliberal, pero otro sector burgués, y de importancia sobre todo en los núcleos de la clase trabajadora, no.

Estos elementos colocan interrogantes sobre la futura evolución de la gestión mileidista y son elementos de mediación en relación a lo que se viene que, de todas maneras, parece cada día más inclinarse para un ataque de shock contra los trabajadores.

  1. Un plan de guerra contra los trabajadores

Señalamos desde agosto que el plan que adelantaba Milei era una «declaración de guerra contra la clase trabajadora”. Es real que en el camino Milei parece haber ido postergando para el futuro alguna de sus medidas más audaces –amen de no tener volumen político para ello, al menos de momento- como la dolarización o el cierre del BCRA.

Sin embargo, eso es secundario en estos momentos. Con idas y venidos y crisis todos los días en la constitución del gabinete, la base parlamentaria para su gobierno y demás, cuestiones que veremos más abajo, de todo modos lo que parece irse configurando es un ataque en regla contra la clase trabajadora (el intento de llevar adelante dicho ataque).

Sin entrar en detalles técnicos, acá hay medidas de dos tipos diferentes, ambas profundamente anti-obreras. Por un lado, está la ya señalada devaluación que reducirá los salarios reales de inmediato a la mitad (hay mucha fragmentación salarial, no todo el mundo gana miserias aunque también es verdad que apareció el último periodo el fenómeno de los “trabajadores pobres”).

De cualquier manera, sea cuál sea el nivel salarial que se tenga –si se gana miseria, es peor- el zarpazo sobre el salario real vendrá inmediatamente en cuanto se deje correr la devaluación (se verá hasta qué nivel se la deja correr). Además, ya mismo el salario se está desvalorizando por la remarcación de precios que se vive a estas horas.

Parte de este problema son los amenazas de que “no se pagarían los aguinaldos sino hay plata”, aguinaldos de los cuales en muchas familias trabajadoras depende sus vacaciones (en el caso de la provincia de Buenos Aires, Kicillof pidió a la legislatura provincial endeudarse por 150 millones de dólares para poder hacerle frente).

En segundo lugar, ya comenzaron en varios lugares las amenazas de despidos. No tenemos sistematizado en cuantos lugares esto está ocurriendo; y es un contraste con la situación en la cual venimos en la Argentina hace muchos años, en la cual no ha habido mayormente despidos.

En tercer lugar, está la supuesta “ley ómnibus”, por intermedio de la cual se comenzaría por el ataque al sector estatal. Acá está la trampa de que Milei haya hecho campaña contra la “casta”, que supuestamente se trata de un ataque a los “políticos” y que, en realidad, sería –será- un ataque a las y los trabajadores estatales. Se habla ya de la posibilidad de 65.000 despidos en el Estado, como denunciaron los dirigentes de ATE.

Luego están la serie de privatizaciones y contrarreformas que podrían venirse. Hay que tener atención en este punto: no todo puede pasar así porque sí. Partiendo de organizarse desde abajo en los lugares de trabajo porque sin eso no existe nada, el ajuste que pase como “ley de la naturaleza” (ley del mercado, repetimos), no requiere de tratamiento parlamentario, pero las contrarreformas sí lo requieren.

Lógicamente, la burguesía y las cámaras pueden alinearse tranquilamente con dichas contrarreformas mientras que no toquen sus propios intereses, pero tampoco es sencillo que todo pase sin pena ni gloria.

Un problema central que tenemos acá es que la burocracia sindical, sobre todo la CGT (pero también la CTA) no han movido un dedo en todos estos años. Han vivido del mecanismo de las paritarias y de la “compensación salarial” (lo que no evitó el deterioro salarial de conjunto, evidentemente), pero ahora no se sabe si el gobierno mileidista les habilitará paritarias ni en qué nivel.

La CGT se puso en estado de alerta con un pliego de reclamos que incluye las paritarias, los despidos, la legislación laboral, etc., pero con sus palabras no alcanza: hay que verlos actuar en los hechos. Ya sabemos lo traidores que son, aunque eso no nos tiene que llevar a una posición sectaria sino de exigencia y denuncia, de frente único y unidad de acción siempre manteniendo nuestra política independiente (volveremos sobre esto).

La idea que hay que retener acá es que Milei parece inclinarse por una orientación de shock. Hay analistas burgueses que señalan que un gobierno mileidista se nos hace “inimaginable”; que se juega los 4 años de presidencia en dos meses.

Y no dejan de tener razón: Milei parece preparar un zarpazo sobre todo económico y social. Y hay que prepararse para eso: organizar desde abajo la lucha y resistencia a lo que adelanta Milei en los días previos a su asunción.

No existe tarea más importante que alertar frente a lo que se viene en todos los casos, asambleas, reuniones de activistas, etc., donde sea esto posible al tiempo que también se señala que puede enfrentárselo, que es muy factible que le estalle el país, que no puede llevarse puesta la sociedad, que existen todo tipo de mediaciones e intereses afectados eventualmente para lo que quiere hacer, etc.

  1. Un gobierno que no termina de constituirse

¿Qué contradicción existe a todos estos desarrollos? Que a diez días de su asunción el gobierno mileidista no termina de constituirse.

Como señalamos, se trata de un gobierno minoritario. Es escuálido en diputados y senadores, no tiene ningún gobernador, etc. Cristina Kirchner, en una traición mayúscula, salió a decir que “a la LLA le corresponden ambas presidencias de la cámara” para lavarse las manos del balance desastroso y traidor de los K.

Sin embargo y más allá de esto, la debilidad “institucional”, por así decirlo, de Milei es un hecho que no puede dejarse de lado en el análisis. Hay que medir las fuerzas propias y las del enemigo.

Las dificultades en la constitución del gabinete y la presidencia de las cámaras refleja al menos dos tipos de problemas: uno es, quizás, la veleidad enclenque del mileidismo (del minoritario y lleno de arribistas partido LLA), de tener la mayor cantidad de puestos de importancia que sean posibles.

Pero sospechamos que existe otro tipo de problema: el grado de ataque que se apresta a lanzar Milei. Milei prepara un plan de guerra contra las y los trabajadores, como estamos señalando (una parte del cual actuará automáticamente, por así decirlo).

Sin embargo, todo tiene medida y proporciones. Necesita una mayor base de sustentación que la que tiene. El 56% que obtuvo es una votación abrumadora… pero no dejan de ser votos. Obviamente, le dan una determinada legitimación a sus ideas. Pero con los votos de un balotaje no alcanza para constituir un gobierno.

De ahí los problemas e indefiniciones que sigue teniendo la constitución de su gabinete que tiene que ver con problemas de política (que no podemos definir por adelantado aunque el ataque que viene es un eje ordenador): ¿un gabinete para qué política? ¿Quién se juega a hacer “el trabajo sucio” del mismo?

En torno a esto viene expresándose una crisis en la formación del gobierno. Los funcionarios entran y salen aunque parece haber algunas confirmaciones como la de Caputo, Bullrich, la ministra de capital humano (que absorbería varios ministerios), etc.

El dato acá es que la “desprolijidad” en la constitución del nuevo gobierno significa desgaste por anticipado. La editorial de Morales Sola el pasado domingo 26/11 titulada “Las certezas de Javier Milei” es significativa, porque se trata de un texto muy corto cuya única certeza era la confirmación para el cargo de Ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino…

Lógicamente, los días corriendo posteriormente hasta este texto y Milei estuvo y volvió de los EE.UU. donde habría obtenido reconocimiento institucional para su gobierno habiendo viajado el embajador Stanley para acompañarlo. También lo llamó el Papa Francisco en señal de reconocimiento, amén que el kirchnerismo le cedió traidoramente toda la cancha y el régimen lo entroniza institucionalmente (lo del régimen operando desde antes de la PASO hacia la derecha fue otro dato que solamente nuestro partido advirtió negándose desde el primer minuto a levantar el cierre electoral).

Las dificultades en la constitución del gobierno muestra sus fragilidades. Desde el minuto uno señalamos que era un error caracterizar a Milei (como hizo el PTS) como “gatito mimoso” o como hizo el PO que se jugó a que “ganaba Massa” (y todavía sigue ordenándose alrededor del gobierno saliente y no del entrante), era un error.

Por nuestra parte, alertamos sobre la “declaración de guerra contra la clase obrera” que expresaba su candidatura –y eventual gobierno- y señalamos que presentarlo como un gobierno “débil” desarmaba. Y sin embargo, el gobierno de Milei tiene enormes problemas que operan como factores de mediación, por así decirlo.

Por un lado, es un gobierno peligroso. Ese no es un factor mediador, evidentemente, pero el hecho que pueda llegar a hacer estallar el país si se pasa de rosca, el elemento de “apuesta” que entraña, otorga un evidente elemento de inestabilidad.

Por lo demás, es un gobierno minoritario. ¿Qué significa esto? Significa que la burguesía pueda alinearse detrás de él y también dividirse, que su base de sustentación es endeble y que, quizás, no todo el mundo esté dispuesto a pagar el costo político de sus medidas.

Lógicamente, todo debe probarse en la experiencia y es la experiencia misma de la lucha de clases la que nos dará los alcances y límites de las cosas. Esto no lo puede resolver el NMAS ni el resto de la izquierda: deberá probarse en la experiencia, en la lucha de clases.

  1. Gobierno y régimen político

El análisis respecto de la relación entre el gobierno y el régimen tiene importancia para no impresionarse frente al nuevo gobierno. Para nada para disminuir los peligros que entraña, pero si para medir sus alcances y límites.

El triunfo electoral de Javier Milei no significa un cambio de régimen político en el país que, como señalamos en “Un análisis materialista del gobierno de Javier Milei”, es, a priori, un gobierno dentro del régimen político existente.

Desde ya que nos encontramos frente a la versión gubernamental más derechista que ha dado el régimen de la democracia de ricos en 40 años. Pero todavía sería adelantarse demasiado sobre su carácter, si gobierno de extrema derecha o gobierno extremadamente reaccionario, cuando aún no está constituido su elenco.

Señalamos en nuestro primer texto de análisis posteriormente al balotaje que hay que diferenciar entre los dichos y las palabras del mileidismo. Lógicamente, parte de la mecánica de estos gobiernos de extrema derecha o extremadamente reaccionarios es jugar todo el tiempo a asustar.

Pero no hay que dejarse impresionar: el carácter del gobierno lo dará su conformación real. Y, como señalamos ya, su base de sustentación no es ni la de Trump ni la de Bolsonaro. Trump tuvo -y tiene- atrás al Partido Republicano, partido centenario del bipartidismo yanqui.

Por su parte, Bolsonaro tenía atrás, amén de otros puntos de apoyo que no podemos desarrollar acá, a unas FFAA brasileras incomparablemente más fuertes que las argentinas (le dieron ministros y funcionarios de todos los pelajes a su gobierno).

En el caso del mileidismo, la representante de las FFAA en su gobierno es Victoria Villarruel. Pero por el momento esta figura aparece relativamente “raleada” en la conformación del gobierno. Cristina Kirchner y Villaruel tuvieron una “amigable” reunión de transición que hace parte de las canalladas y traiciones del kirchnerismo.

Pero no le vemos envergadura real –al menos, no de momento- para hacer más que gestos testimoniales.

Esto no quiere decir que por abajo no haya polarización. Señalamos en su momento que la barbarie en las palabras antecede la barbarie en los hechos. También que dichas palabras tienen que traducirse en hechos, hechos que por ahora han ocurrido sólo muy marginalmente.

Desafiar el régimen político, el Nunca Más, las conquistas democráticas (en materia de libertades democráticas y derechos de organización), la conquista del derecho al aborto y el matrimonio igualitario, etc., no es tan sencillo.

No negamos que pueda ocurrir si el gobierno de Milei se fortalece. Pero por el momento sería tocar otras “fibras sensibles” que, por lo demás, también expresan relaciones de fuerzas y en una circunstancia que, como ya señalamos, expresa también relaciones de fuerzas y consensos tranversales, policlasistas, que también muchos analistas le señalan a Milei “dejar de lado” y dedicarse a lo principal que quiere la burguesía: el ajustazo económico.

Muchos intelectuales de la izquierda quieren ya sacar conclusiones por adelantado del gobierno en ciernes de Milei. Se anticipan demasiado. Pierden de vista que falta en la Argentina un procesamiento por parte de la lucha de clases de todo lo que adelanta Milei.

La comparación con Brasil es pertinente porque es cercana. Brasil procesó la llegada de Bolsonaro desde el 2013 o, al menos, desde el golpe parlamentario que destituyo a Dilma Roussef a mediados de 2016.

Acá no ha pasado nada parecido aunque si un larguísimo y extenuante año electoral arbitrado hacia la derecha y sin gran lucha de clases.

Es verdad que ha habido una determinada degradación en las relaciones de fuerzas sobre todo en materia de fragmentación del movimiento obrero. Pero incluso las herencias del 2001, y ni hablar de 1983 (sus conquistas sociales y democráticas), no están probadas.

La elección de Javier Milei expresa lo a derecha que está, sobre todo, el interior del país. También una suerte de “revancha” del país inorgánico contra el país orgánico expresado en los núcleos más concentrados de las y los trabajadores.

Pero no se pueden adelantar conclusiones de procesos no concluidos a partir de un resultado electoral, por impactante que sea el mismo.

El balotaje parió una resultante electoral extremadamente a la derecha, eso es así. Una resultante que adelanta un ataque económico de enorme magnitud. Eso también es un hecho. Sin embargo, sería completamente erróneo adelantarnos a una resultante que tiene que ser procesada en la lucha de clases y que tienen todos los grises y mediaciones de los cuales venimos intentando dar cuenta también.

  1. La traición del peronismo

Nos detendremos ahora en la traición histórica que acaba de consumar y está consumando el peronismo. No solamente que no tuvieron un programa alternativo al ajuste inflacionario sin fin y que legitimaron la deuda con el Fondo contraída por Macri, no solamente que, lógicamente, jamás sacaron los pies del plato del capitalismo porque son sus administradores (al menos en la forma que tenía el capitalismo argentino hasta el momento, veremos cómo sigue la historia), sino que su rol institucional asegurándole una transición “pacífica” al gobierno de Milei es una traición en sí misma.

La campaña hacia el balotaje de Massa jugó la carta “democrática” y social pero perdió por knock out por la pésima situación social del país.

Ahora el gobierno del Frente de Todos se retira de la escena sin pena ni gloria. El kirchnerismo jugó al triunfo de Milei porque no tiene un programa alternativo a administrar las miserias del capitalismo argentino.

Cristina se juega la carta de Lula en Brasil. Dejar que Milei gobierne “tranquilamente” y, sobre los despojos que deje, que el peronismo pueda volver al gobierno.

No nos parece claro que el peronismo se vaya a dividir. Se presentó de manera unificada en las elecciones y tiene enorme poder territorial y sindical. Hace falta un ascenso de la lucha de clases para quebrarlo; con elecciones no alcanza.

Sí es un hecho la crisis enorme de JxC, aunque tampoco hay de momento definiciones de peso sobre su reconfiguración.

  1. La política de la izquierda

La realidad es que la izquierda desarmó durante toda la campaña electoral. Abordaron de manera rutinaria lo que no era –ni es- rutinario. En su momento le señalamos al PTS que estaba realizando una campaña electoral normal en condiciones anormales (las que se abrieron luego del triunfo de Milei posteriormente a las PASO).

También insistimos que había que orientarse a lograr una respuesta extraparlamentaria –es decir, no puramente electoral- frente al fenómeno de Milei. Una y mil veces insistimos que la crisis económica y social del país podía parir un fenómeno como el que se apresta hoy a gobernar (aun en medio de crisis y marchas y contradicciones, como ya señalamos).

Al final de una campaña electoral extraordinaria encabezada por nuestra compañera Manuela Castañeira, donde nos esforzamos al máximo por un programa claramente anticapitalista que afectara la ganancias con el planteo de 500.000$ de salario mínimo, dimos un giro “anti-electoral” anticipándonos a la situación extraordinaria que parecía venirse (¡y que se vino!).

Fue un gravísimo error político que Myriam Bregman desarmara en el debate presidencial con la caracterización de Milei como “gatito mimoso”; no alertó sobre el problema que significaba el mismo más allá de todos los límites que tiene y del carácter minoritario de su gobierno.

Por su parte, el PO sacó una declaración política larguísima haciendo lo que no se debía hacer: jugándose a un pronóstico electoral, que las elecciones las tenía ganadas Sergio Massa (y hasta el día de hoy el PO no parece dar cuenta de que las elecciones las ganó Milei).

Por lo demás, la posición de voto de ambas corrientes fue una vergüenza. El PTS y el PO igualaron en la táctica electoral lo que era –y es- inigualable: la eventualidad de dos gobiernos burgueses muy distintos. No supieron apreciar los matices ni ver los peligros que entrañaba –que entraña, aunque esté todo abierto y todo tiene medidas y proporciones en la lucha de clases- un eventual gobierno de Milei.

Nuestro partido llamó a no votar a Milei con claridad. Además, planteamos que no había que darle la menor confianza a Sergio Massa y que salvo Milei dábamos “libertad de acción”. Diferenciamos en la táctica lo que era –y es- diferente en la política; en el análisis.

Lógicamente que un gobierno de Sergio Massa hubiera aplicado también un duro ajuste. Pero no hubiera configurado un peligro como el de Milei cualquiera que sea el futuro de este.

No alertar sobre Milei, no tener una política extraparlamentaria para frenarlo, fue un grave error de estas corrientes.

  1. “A mí no me toques”

La tarea del momento es preparar la respuesta a los ataques que se apresta a lanzar Javier Milei. En los lugares de trabajo hay preocupación y se entiende. La amenaza de deterioro salarial, la amenaza de despidos en el sector privado y público, los estados de alerta y movilización que ya se anunciaron en los medios públicos, la preocupación entre la docencia, etc., son todos elementos que configuran un estado de alerta y movilización frente a las medidas que se apresta a lanzar el nuevo gobierno.

La primera tarea es alertar frente al gobierno que viene. Señalar que el gobierno de Milei es un peligro y que más allá de su carácter minoritario se apresta a lanzar un ataque. Las herramientas en la tradición del marxismo revolucionario son clásicas y están probadas por la lucha de clases histórica: la unidad de acción y el frente único son fundamentales para enfrentar los ataques que vienen. Hay que apoyarse en la experiencia de la propia clase trabajadora. Hay que impulsar la respuesta pero no inventar nada. No hay que estar ni un milímetro por delante ni uno por detrás de las relaciones de fuerzas reales.

La primera tarea es plantear: ¡con nosotros no te metas! Incluso en muchos lugares de importancia del interior del país que se votó por Milei entre las y los trabajadores, nadie se espera lo que se viene. No hay que pelearse con los votantes de Milei, sino con Milei y su gobierno, que es algo muy distinto.

A partir de la respuesta lugar por lugar hay que ir construyendo una respuesta más de conjunto, una coordinación real de los sectores que salgan a luchar lo mismo que apoyar a todos los sectores que estén en lucha para constituir un polo independiente (que tomará la forma que diga la experiencia).

Como no se puede confiar ni un milímetro en la burocracia sindical, la orientación por abajo es la primera y fundamental: donde haya una respuesta, donde un sector diga “¡A mí no me toques!”, hay que rodear de solidaridad ese sector.

Lógicamente que los sectores donde dirige la izquierda, gremios, comisiones internas, centros de estudiantes, el movimiento de desocupados independiente, etc., son puntos de apoyo para esto.

En este marco, hace falta también una política de exigencia a la burocracia sindical (denuncia y exigencia). Sin depositar un gramo de confianza en ella, hay que exigirle medidas de lucha por gremio y nacionales y un paro general activo contra el ajustazo o cualquier otro zarpazo que lance el gobierno mileidista.

Habrá que acompañar la experiencia que haga la clase trabajadora. Se viene de muchos meses “aspirados” por las elecciones y quizás, en un primer momento, a las y los trabajadores y la juventud les cueste salir. Habrá que aguantarse ese momento.

Sin embargo, también es probable que sus medidas caigan pésimo y que la realidad pegue un giro de 180 grados. Es muy difícil anticiparse porque tampoco se sabe de manera certera cómo será el ordenamiento de sus medidas. Pero hay que ponerse en guardia.


[1] Realizamos este informe en el marco de nuestro texto producido inmediatamente después de las elecciones titulado “Un análisis materialista del gobierno de Javier Milei”, así como también el texto que sacamos inmediatamente después de las PASO titulado “Milei: una declaración de guerra contra la clase trabajadora”.

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