Tributo a George Breitman

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  • Homenaje a uno de los fundadores de la Cuarta Internacional, uno de los primeros cuadros del trotskismo.

Ernest Mandel

Estas palabras introductorias son tomadas del libro Tributo a George Breitman. Escritor, Organizador, Revolucionario FIT: New York 1987, páginas 69-72.

Versión del Marxist Internet Archive

Traducción por Delfina Castellú.

Ernest Mandel envió estos saludos en nombre del Secretariado Unificado de la IV Internacional. Uno de los líderes del Partido Obrero Socialista Belga y de la Cuarta Internacional, es muy conocido internacionalmente como conferencista y autor marxista, especialmente por sus trabajos sobre economía marxista. La reaccionaria legislación estadounidense prohíbe la afiliación a la Cuarta Internacional, pero el SWP y los otros grupos afines a la Cuarta Internacionalista permanecen en solidaridad fraternal cola Cuarta Internacional.

Con George Breitman, la Cuarta Internacional ha perdido al último superviviente del núcleo de cuadros que fundó el Partido Socialista de los Trabajadores1 y aseguró la continuidad del marxismo revolucionario en América del Norte durante medio siglo, siendo también un pilar de dicha continuidad a escala mundial. Aquellos que, como George, se decidieron en los años treinta a apoyar a Trotsky contra Stalin, a construir nuevos partidos revolucionarios en lugar de intentar operar a través de las organizaciones tradicionales de la clase trabajadora, no actuaron porque esta era la solución más fácil a los problemas de la lucha de clases a nivel nacional e internacional. Por el contrario, fueron muy conscientes del hecho de que eligieron el camino difícil, que estaban nadando contra la corriente. Sus oponentes en el movimiento obrero se apoyaron en enormes aparatos, los de los sindicatos de masas y los de un estado poderoso, la URSS. Tenían tremendos medios materiales a su disposición, todos los cuales no podían dejar de ejercer un poder de atracción sobre muchas personas. Además, tenían la credibilidad política de la fuerza. Dirigían a las masas. Eran exitosos, o al menos eso suponían muchos.

Solo había un pequeño problema con estos poderosos oponentes. No actuaron consistentemente en interés de la clase trabajadora. En momentos decisivos de la historia mundial, aniquilaron la oportunidad que tenían los trabajadores de dar un salto hacia el socialismo. Causaron terribles derrotas. Lo habían hecho en Alemania en 1918-1919. Lo habían hecho en China en 1927. Fueron responsables de la terrible derrota que significó el ascenso sin oposición de Hitler al poder en 1933. Habían impedido a los trabajadores estadounidenses construir un partido laborista independiente de los patrones durante el ascenso del Congreso de Organizaciones Industriales2 en los años treinta. Frustraron las posibilidades revolucionarias españolas y francesas en 1936. Y la lista se alargaría una y otra vez: en el final de la Segunda Guerra Mundial, más tarde en Indonesia, en mayo de 1968 en Francia, luego en Chile, en Portugal, en Irán.

Aquellos que respondieron al llamado de Trotsky para la Cuarta Internacional entendieron que era necesario desafiar a estos embaucadores de la clase trabajadora. Había que desafiarlos en el campo del programa y la teoría. Había que desafiarlos en el campo de acción. No había nada dogmático ni sectario en ese desafío. Significó actuar codo a codo con millones de trabajadores en todo el mundo, negándose a subordinar sus luchas en curso, sus esfuerzos instintivos, su resolución y sus esperanzas, a frenos y restricciones que en última instancia expresan los intereses de fuerzas sociales ajenas a la clase trabajadora. Eso es lo que la generación de George empezó a comprender. Eso es lo que la historia ha demostrado desde entonces, una y otra vez.

Construir un nuevo partido revolucionario, una nueva internacional revolucionaria que fuera contra la corriente, contra la presión de las grandes maquinarias burocráticas y contra los efectos desorientadores y desmoralizadores de las derrotas provocadas por dichos aparatos, requirió no solo una gran lucidez y profundas convicciones sobre el futuro de la clase obrera y de la revolución socialista. También requería grandes cualidades morales: coraje, resolución, paciencia, firmeza de carácter y fuerza de voluntad, la capacidad de resistir las tentaciones políticas e individuales. Todas estas cualidades rara vez se encuentran en un solo individuo, pero George Breitman las reunía a todas en un alto grado.

Él era lo que todos los cuadros revolucionarios deberían esforzarse en ser: un revolucionario completo, en casa en la biblioteca y también en la acción de los piquetes, un escritor talentoso y un organizador distinguido, excelente para organizar campañas electorales y para ayudar a otros a desarrollar teoría, un editor destacado y un verdadero líder obrero. Sus cualidades de educador y divulgador, derivadas de un raro don de percibir lo esencial y de expresarlo de forma clara y sencilla para que muchos lo puedan comprender, no le impidieron ser al mismo tiempo un pensador profundo e independiente, uno de los pocos en nuestro movimiento que han hecho una contribución genuina al desarrollo de la teoría, en su caso en el campo del nacionalismo negro, y más en general el nacionalismo de los explotados y oprimidos de todo el mundo.

Conocí a George cuando estaba en Europa después de la Segunda Guerra Mundial y, como observador, ayudé a reconstruir un centro funcional para nuestro movimiento mundial. Como el participante más joven en ese esfuerzo, aprendí mucho de él. De hecho, si quisiera destacar a las personas de las que más aprendí durante los años posteriores a la guerra, nombraría a dos líderes del SWP: Morris Stein y George Breitman. Esta colaboración sentó las bases de una amistad que duraría casi cuarenta años. Fue interrumpido una vez, después de la escisión de nuestro movimiento en 1953. George y yo estábamos en campos opuestos de esa división. Pero justo después de esa escisión intercambiamos una serie de cartas que se hicieron públicas, la única correspondencia que mantuvo un diálogo entre los dos sectores del movimiento escindido. Seguro que ambos discutimos acaloradamente a favor de nuestras, en ese momento diferentes, causas. Pero si uno vuelve a leer estas cartas hoy, no puede dejar de sentir que detrás de los argumentos había un deseo sincero, incluso desesperado, de evitar que se quemen todos los puentes, de mantener abierta una vía para curar la herida. Es por eso que los faccionalistas a ultranza de ambos bandos desaprobaron esa correspondencia. Por eso ambos estábamos tan felices cuando la ruptura se revirtió en 1962-1963, y sentimos que de una manera modesta habíamos preparado esa reunificación a través de nuestro diálogo inicial.

Cuando George y sus camaradas comenzaron a ser acosados, molestados y condenados al ostracismo dentro del SWP porque continuaban defendiendo el programa de la Cuarta Internacional, la abrumadora mayoría de sus cuadros y militantes no tuvieron dificultad en defenderlos y permanecer a su lado en esa terrible experiencia, incluso después de su inaceptable expulsión. Se lo debemos a nuestra tradición leninista de firmeza programática y de defensa de la democracia obrera, que comienza ante todo dentro de nuestras propias filas. Seguiremos haciéndolo en el futuro.

George Breitman comprendió más que nadie la importancia de la experiencia histórica, de la continuidad histórica y de las causas históricas para dar a los trabajadores y al movimiento obrero el impulso y la confianza en sí mismos necesarios para realizar las gigantescas tareas a las que se enfrentan. Es lamentable que no haya llegado a enterarse antes de dejarnos que acabamos de obtener una gran victoria histórica: el rechazo total por parte del Partido Comunista Chino de todas las calumnias criminales lanzadas por Stalin y sus secuaces contra León Trotsky y sus seguidores en los años treinta.

Esta victoria es simbólica para aquellos que vendrán a nosotros. No hay futuro en este mundo para el estalinismo, el reformismo, la socialdemocracia, los farsantes o los nacionalistas burgueses. ¡El futuro pertenece a la clase obrera, del socialismo revolucionario a la IV Internacional! Siguiendo los pasos de Jim Cannon y George Breitman hacia un partido revolucionario de vanguardia de la clase trabajadora estadounidense. Avanzando en los pasos de Lenin y Trotsky hacia una vanguardia revolucionaria internacional del proletariado mundial.


1Socialist Workers Party (SWP) de los Estados Unidos. El principal partido de la Cuarta Internacional en vida de Trotsky.

2Congress of Industrial Organisations (CIO). Central sindical alternativa a la corrupta burocracia sindical de la AFL, surgida en la década de los 30’ con el impulso combativo de las bases de trabajadores estadounidenses. Se fusionó años después con la AFL, adaptándose al régimen imperialista, formando la actual AFL-CIO.

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