Arte y pandemia: «El triunfo de la muerte» (1562)

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  • La peste negra acabó con el 50% de la población de Europa. Brueghel ha reflejado estos hechos con una de las obras más impactantes de la historia del arte.

Por Facundo Oque

Las artes plásticas han servido en el pasado para dejar testimonio de las fuertes imágenes de los acontecimientos históricos decisivos. Por supuesto que la imaginación de los creadores es fruto de su época, y también hay en ella un punto de vista y enfoque determinado.

En el caso de las grandes pandemias sufridas por la humanidad, nos han dejado algunas de las obras pictóricas más impactantes de la historia del arte universal.

El triunfo de la Muerte es una de las obras más conocidas del pintor flamenco Pieter Brueghel el Viejo. Un óleo sobre tabla de 117 cm de alto x 162 cm de ancho, pintado hacia el año 1562 de la Escuela flamenca del siglo XVI.

La obra representa la embestida sufrida en europa por la peste negra, epidemia que costó la vida al 50% de la población del viejo continente y que alcanzó su máxima expresión entre 1347 y 1353.

La obra forma parte actualmente de la colección del Museo del Prado (Madrid)​. En esta nota pretendemos analizar algunas de sus imágenes, iconografía y simbolismo.

Nos basaremos para ello en las observaciones de Alejandro Vergara, experto del Museo del Prado, a quien citaremos para las observaciones técnicas, y complementaremos con observaciones y opiniones del autor de esta nota.

Introducción

Brueghel se basa pare crear sus imágenes en una conocida tradición de la literatura medieval, «La Danza Macabra».

En estas historias, los esqueletos reúnen a los distintos estamentos sociales (nobleza, clero y campesinos) para danzar alrededor de una tumba manifestando lo efímero de las desigualdades sociales y los bienes materiales ante a la finitud de la vida.

En el cuadro tenemos al emperador muerto quien lanza a sus legiones de esqueletos y demonios a la batalla final contra la humanidad. Esta guerra sin cuartel, esta batalla campal de la que todos intentan huír no deja a nadie indiferente. Todos son afectados ya sean aristócratas, campesinos, bufones o monjes.

Las expresiones culturales que desdibujaban las desigualdades sociales (como las fiestas de carnaval) eran, en el medioevo, un modo de canalizar la bronca popular de una sociedad sumamente injusta y férreamente estamentada.

Brueghel da rienda suelta a la imaginación en esta escena apocalíptica de pesadilla como ya había hecho su predecesor el Bosco en varias de sus obras.

Composición

En primer lugar, con respecto a la composición, se observa que el cuadro «No tiene una jerarquía clara. Todo está repartido por todas partes».

La escena se nos presenta como una totalidad desbordante. Miremos a donde miremos, la peste nos aborda en un completo desorden.

Simbolismo e iconografía

«Hay un reloj en una pared con un esqueleto que mueve las agujas. Es para transmitir la idea de que ha llegado tu hora. Anuncian la hora del fin».

El cuadro tiene un fuerte simbolismo teológico. En el mismo, la peste como la hora del fin, del apocalipsis, de la muerte, es un castigo hacia la humanidad por parte de seres demoníacos que por doquier atacan y muestran relojes a sus víctimas indefensas, los humanos.

«El rey, la Iglesia, el peregrino, el soldado elegante, los enamorados… nadie escapa a la muerte. Esta secuencia inferior es la única parte del cuadro ordenada formalmente.».

La peste afecta a todos sin distinción de clases. La situación ha roto completamente el orden social, político y económico. El rey observa como los esqueletos se llevan su riqueza, su armadura no puede protegerlo del embate de la peste. Los bienes materiales pierden todo valor ante la llegada de la hora final.

«Corta el hilo de las parcas, el hilo de la vida, es una referencia clásica frecuente en la poesía, la pintura y los grabados: cuando se quiere representar el destino de la vida, se hace con una mujer hilando. A esta le va a atropellar un carro en el que los esqueletos han recolectado calaveras».

«Parece el único que se resiste. Pero aquí no hay nada que dé lugar a la esperanza. Está aislado sobre este paño blanco. Las figuras de Bruegel son muy creíbles. En sus rostros hay una tristeza o un miedo real, generan empatía emocional».

La espada envainada y la expresión del hombre, con los hombros caídos y el rostro expresando desazón expresan la inutilidad de pelear. La resistencia es inútil frente a la situación.

«No sé lo que quiere decir, pero lo pintó exactamente igual el Bosco en El carro del heno. Es una cita que reconocerían los conocedores del Bosco de entonces».

«La muerte es un tema muy de la época porque era una presencia constante: los niños morían al nacer, había peste, guerras… Este es el cuadro de Bruegel más oscuro y pesimista con diferencia. Aquí no hay salvación ni Dios; esto es definitivo: llegan los ejércitos de la muerte y se llevan toda la vida al infierno».

El escepticismo del cuadro está marcado por la gravedad de la situación que se estaba viviendo. Una verdadera epidemia que parecía venir a exterminar la vida en su totaliad.

«Evoca la distancia de manera maravillosa. Hay una línea del horizonte muy elevada. Se transmite que hay una distancia enorme, que las casitas ya son pequeñas».

En la distancia se ve que también hay fuego y humo. La escena que nos presenta el cuadro no es un hecho aislado, sino una realidad total que se extiende más allá de los límites del propio recorte de las imágenes ante nuestros ojos.

«A los autores contemporáneos los inspira el cine, la televisión… Al Bosco y a Bruegel los ilumina la cultura clásica, la religión cristiana, lo satírico a través del humor y la cultura popular recogida en proverbios y fábulas como las de Esopo. El proverbio del pez grande se come al pequeño lo pintan mucho el Bosco y Bruegel. Aunque aquí estos peces dan más idea de putrefacción, de muerte».

La comida era uno de los medios de propagación de la peste.

«Son lo demoniaco, el mal. Muestran la presencia del mal en la Tierra, que estamos en un mundo lleno de trampas puestas por el demonio».

Una de las explicaciones de la presencia demoníaca es que la peste era interpretada como castigo hacia la humanidad por sus pecados. Una manera de explicar la tragedia histórica culpabilizando al propio pueblo.

«Es la puerta del infierno, una especie de nave o un vehículo en el que se los van a llevar. ¡Qué maravilla el esqueleto de arriba tocando el tambor! Está marcando el ritmo con el que avanzan los ejércitos de la muerte».

Los tambores son un símbolo de la guerra. La peste se representa como un ejército enemigo con legiones de esqueletos y demonios.

«No se han enterado. La muerte viene por detrás. Les está engañando tocando música. La música es seducción. Cuando los pintores quieren hablar de amor y seducción como algo ilícito, pintan la música».

Estas obras del pasado contrastan fuertemente con las formas gráficas que los artistas contemporáneos han elegido para representar la actual pandemia. Obras en las que se reiteran barbijos, papel higiénico y plástico. Sin embargo, el contraste entre ambas temáticas e iconografía podría ser tema para un estudio específico en un futuro artículo.

Seguramente este siglo XXI que se inicia con la pandemia del coronavirus y una gran crisis económica en puerta nos traerá nuevas imágenes y formas artísticas de expresión que se grabarán a fuego en nuestra memoria y las de las generaciones futuras.

A diferencia de la Europa del siglo XIV, la sociedad moderna, con sus avances tecnológicos y científicos, tiene en sus manos herramientas para superar la pandemia y las injusticias sociales y económicas. Sin embargo, la gran crisis humanitaria y social en curso muestra los límites del capitalismo para responder verdaderamente en defensa de la salud y la vida del pueblo trabajador.

Esta crisis traerá nuevo arte y, muy probablemente, abra perspectivas para vislumbrar una nueva sociedad construída sobre nuevas bases.

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