La tarea estratégica es pasar la experiencia del siglo pasado por el tamiz de un balance que permita sacar las lecciones del caso, las que a nuestro modo de ver sirven más bien para reafirmar de manera enriquecida las enseñanzas generales del marxismo revolucionario, y no para alimentar una recaída en el pensamiento anarquista, lo que sería un retroceso respecto de cuestiones bien adquiridas por el movimiento revolucionario.
En todo caso, no se puede decir que el anarquismo haya pasado la “prueba de la práctica” de manera exitosa durante el siglo pasado. Más allá de un papel marginal en la Revolución Rusa (¡y de que haya estado varias veces en frente único con la contrarrevolución durante la guerra civil!), el único lugar donde el anarquismo fue poderoso fue España.
En todo caso, marxistas revolucionarios y anarquistas compartimos una veta revolucionaria, pero los límites orgánicos de los segundos expresan una inmadurez congénita en lo que tiene que ver con los medios para llegar a los fines (el comunismo), en lo que hace al aprendizaje concreto de las experiencias revolucionarias del siglo pasado.
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