Una fracción de las FARC vuelve oficialmente al combate guerrillero

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Por Claudio Testa

Días atrás, a fines de agosto pasado, un grupo importante de dirigentes de las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en una especie conferencia de prensa clandestina, anunciaron lo que ya era un secreto a voces: Las FARC “oficializaban” su división. Una parte de ellas, encabezada por Iván Márquez y Jesús Santrich, anunciaban que retomaban el combate.

Junto con otros comandantes de las FARC, volvían a tomar las armas “impactados por la traición del Estado al acuerdo de paz de La Habana”, Márquez se dirigió directamente a los miles de excombatientes que hacen su tránsito a la vida civil en los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR). “Les reiteramos autocríticamente que fue un grave error haber entregado las armas a un Estado tramposo, confiados en la buena fe de la contraparte”, declaró.

Iván Márquez no es una figura menor en las FARC. Encabezó, junto con Rodrigo Londoño (alias “Timochenko”), las largas negociaciones de paz en La Habana con los representantes del Estado colombiano, presidido en esos momentos por Juan Manuel Santos.

Esas negociaciones culminaron el 26 de septiembre de 2016 en un Tratado de Paz entre el Estado colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia que fue anunciado al mundo con bombos y platillos, desde la ciudad colombiana de Cartagena de Indias. Transmitida por TV a todo el planeta la ceremonia de la firma, recordemos que ella recibió las más diferentes bendiciones, desde Washington a Moscú, pasando por Caracas y El Vaticano.

La frutilla del postre fue otorgar el Premio Nobel de la Paz al presidente de Colombia Juan Manuel Santos… aunque para eso fue necesario bajar la cortina mediática que ocultase los crímenes atroces cometidos por su gobierno previamente a la (supuesta) “paz”.

Por nuestra parte, no fuimos parte de ese coro de aplausos casi universal. Comprendiendo y respetando los anhelos de paz de los trabajadores y el pueblo de Colombia, alertamos que esos acuerdos escondían fenomenales trampas, comenzando porque la aplaudida “paz” consistía en el desarme unilateral de una de la partes en guerra… mientras que la otra –el Estado– seguía armada hasta los dientes.

Simultáneamente, alertamos, sobre los precedentes históricos de acuerdos semejantes, que en Colombia casi siempre terminaron en la masacre del bando insurrecto que ingenuamente se desarmaba a cambio de papeles firmados y promesas incumplidas.

Lamentablemente, los hechos han venido ratificando esas alertas. Pero no estamos contentos de haber acertado en nuestros pronósticos, porque eso ha implicado un río de sangre.

Centenares de asesinatos impunes

Efectivamente, aún no habían dejado de resonar los bombos y platillos mediáticos que celebraban mundialmente la “paz” en Colombia, cuando ya comenzaban los asesinatos… Y no sólo de ex guerrilleros que en cumplimiento de los pactos dejaban sus armas. También comenzaron a generalizarse los ataques y muertes a activistas y líderes sociales, organizaciones comunales, sindicatos, etc.

La cifra de muertes además es tema de discusión, porque ya no incluye simplemente a ex guerrilleros, sino, en general a cualquiera que tenga alguna actuación o relevancia campesina, barrial, sindical o lo que fuere.

Las estimaciones van desde unos 400 muertos hasta como mínimo al doble de esa cifra, según los sectores que se consideren.

Esas muertes reflejan que han vuelto a multiplicarse organizaciones y pequeños grupos, en un arco iris donde la acción “política” de los asesinatos se combina con el narcotráfico, los “cultivos”, el amedrentamiento de vecinos y votantes en el actual período de elecciones, etc.

Los grupos paramilitares hacen además campañas de terror dirigidos a sectores específicos, desde los maestros y sus organizaciones hasta los que en las próximas elecciones se atrevan a proponer la votación  a candidatos de izquierda o incluso meramente “progresistas”.

Otro ejemplo del clima que se quiere imponer, lo da un volante de un grupo paramilitar dirigido específicamente contra el sindicato de maestros y profesores, llamado FECODE (Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación)

En éste, les dicen a los profesores de FECODE que “es el momento de limpiar este país, muerte a todos los colaboradores de las guerrillas, llamados líderes sindicales y sociales”. Estos son una selección de sus principales párrafos:

“Es el momento de limpiar este país. Muerte a todos los colaboradores de las guerrillas, llamados líderes sindicales y sociales, malparidos que apoyan y promueven las políticas izquierdistas al resto de la gente, supuestamente para defender los derechos humanos.

“Lo que en verdad son es guerrilleros camuflados entre los civiles. Patrocinan marchas y protestas campesinas y de los estudiantes de Universidades para volverlos futuros guerrilleros.

“Ustedes, malparidos de FECODE, están impulsando, disque por la defensa de la vida, una campaña por los derechos humanos. En el camino nos vemos…”.

Después de nombrar una serie de dirigentes de gremios de profesores y docentes; el panfleto promete que serán asesinados:

“Sabemos donde viven ustedes, malparidos, y los demás miembros de FECODE. Los combatiremos y mataremos como igual a ustedes, guerrilleros camuflados. Vamos a matarlos guerrilleros dobles. Sabemos de sus intenciones en la política de apoyar candidatos en las alcaidías y diputados de pensamiento izquierdista. Los tenemos en la mira del cañón.”… Y así siguen las amenazas a los “llamados líderes sindicales y sociales” que por supuesto no son más que guerrilleros disfrazados que merecen la muerte… Algo que en Colombia suele no ser una mera amenaza.

 

La salida no es organizar las FARC bis en algún monte inaccesible

La multiplicación de los asesinatos no sólo de ex guerrilleros sino, en general, de activistas sindicales, campesinos y sociales, está marcando un momento reaccionario que, lamentablemente, las políticas de las divididas direcciones de las FARC no ayuda a combatir.

La fracción encabezada por Timochenko que queda en la legalidad, se ha acomodado al parlamentarismo. No criticamos, por supuesto, que participe en la campaña electoral que ahora está en desarrollo. Lo que hay que rechazar es esa adaptación total al electoralismo y al parlamentarismo, un rasgo que comparte con experiencias similares de grupos ex guerrilleros en América Latina y otros continentes.

Por el otro, la fracción rupturista Márquez-Santrich, no es tampoco alternativa. El rechazo a la adaptación reformista-electoralista de Timochenko no puede ser el regreso a una “Nueva Marquetalia”, el pequeño y casi inaccesible territorio en las montañas del Tolima, donde Manuel Marulanda Vélez (Tirofijo) fundó a mitad del siglo pasado su legendaria república independiente.

No decimos que, ante el peligro de los grupos paramilitares alentados por el actual gobierno de Iván Duque, no haya que armarse.

¿Pero con qué política? ¿La de reconstituir en alguna de sus montañas otro grupo guerrillero, las FARC bis? ¿O la de impulsar la más amplia unidad de acción con el activismo de las organizaciones de masas amenazadas, para enfrentar –en todos los terrenos– a los grupos fascistoides y a su gobierno?

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