Sudáfrica: la represión se cobró 117 muertos y 2200 detenidos

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  • En los últimos días, se extendieron por Sudáfrica enormes movilizaciones de masas, desencadenadas por el juicio contra el expresidente Zuma pero motivadas por las terribles condiciones de vida de la inmensa mayoría de los sectores populares.

Agustín Sena

El gobierno de Cyril Ramaphosa mantiene una represión brutal e intenta militarizar el país.

Desigualdad, pobreza y pandemia

Las movilizaciones en el país africano comenzaron con motivo de la condena a cárcel efectiva del expresidente Zuma, que ejerció el cargo entre 2009 y 2018. Se lo estaba juzgando por causas de corrupción que involucraban a funcionarios públicos en ese período. Pero lo que comenzó como una respuesta popular a la condena se convirtió en la expresión callejera de la bronca acumulada por millones de sudafricanos ante la extrema pobreza, así como de las contradicciones sociales y étnicas que persisten en el país africano desde hace décadas.

El Partido del Congreso, al que pertenecen tanto Zuma como Ramaphosa y, antes, Nelson Mandela, se encuentra en el gobierno desde el fin del apartheid, en 1994. Pero bajo su mandato el Estado sudafricano se ha convertido en un reguero de escándalos de corrupción política. En respuesta, el gobierno de Rampahosa ha intentado dar una imagen de cierta «limpieza» del Estado mediante el enjuiciamiento de Zuma.

El problema es que gran parte del pueblo sudafricano veía en Zuma a un gobernante «del pueblo» ya que el mismo proviene de la etnia Zulú, la etnia mayoritaria en Sudáfrica. Al mismo tiempo, junto a las tensiones raciales, la enorme mayoría de la población vive en condiciones paupérrimas, con números de desocupación que llegan al 34% y que no bajan de cifras similares desde hace años. En esta combinación de tensiones de clase y étnico – raciales radica la causa del enorme estallido social que recorre Sudáfrica, y que muchos analistas han marcado como la mayor conmoción social desde el fin del apartheid.

A esto hay que sumar las consecuencias sociales de la pandemia, que se desató con particular fuerza en una sociedad con condiciones de vida tan precarias como la sudafricana. Con 2 millones de casos, Sudáfrica atraviesa una situación sanitaria muy delicada, en la que se suman la proliferación de las variantes beta y delta, así como un ritmo de vacunación lentísimo.

El gobierna intenta aplastar la movilización

En este cuadro, las movilizaciones han derivado en saqueos masivos por parte de los sectores más empobrecidos de la población, que irrumpieron en más de 800 comercios en la última semana. Lejos de siquiera intentar satisfacer las demandas populares, el gobierno de Ramaphosa avanza en un enorme despliegue militarista. 25.000 efectivos de las Fuerzas Armadas fueron desplegados en todo el país, particularmente en Johannesburgo (el centro político y económico del país) y la provincia oriental de KwaZulu – Natal. 91 de los muertos fruto de la represión se han dado en esa provincia, mientras que los restantes 26 corresponden a Johannesburgo. Se han realizado además 2203 detenciones a lo largo y ancho del país.

Pero el gobierno está lejos de haber controlado la situación. Las movilizaciones y saqueos no cesan y a eso se empiezan a sumar indicios de choques sociales y étnicos. En algunas zonas del país, como Durban, grupos de comerciantes y ligados a la etnia india comenzaron a patrullar las ciudades y a tomar represalias contra manifestantes que habían efectuado saqueos. Este tipo de linchamientos dejó un saldo de 20 muertos en la localidad de Phoenix.

Sudáfrica permanece conmocionada, lejos de cualquier atisbo de normalidad. Es la postal del capitalismo africano, marcado por una desigualdad social exasperada y tensiones raciales que, a casi treinta años del apartheid, no han desaparecido. La pandemia y la negligentes gestiones capitalistas de la misma no han hecho sino agudizar esos problemas.

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