Bolsonaro en caída

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  • La caída de la popularidad del gobierno nos pone en mejores condiciones para la lucha.

Antonio Soler

En este ambiente de creciente crisis, la popularidad de Bolsonaro, que lleva de forma irrefrenable hasta el momento una política abiertamente genocida, alcanza su peor momento desde junio del año pasado.[1]

Según un informe del instituto Datafolha, el 54% de la población clasifica el desempeño de Bolsonaro en relación al combate de la pandemia como malo/pésimo. En el informe anterior, realizado en enero, ese porcentaje era del 48%. Ya los que la encuentran óptima/buena era del 26% y pasó al 22%, y los que la encuentran regular fue del 25% para pasar al 24%.[2]

Ese es un cambio de percepción significativo, en tanto que, en cerca de dos meses hubo un crecimiento del 6% de la población que considera la acción del gobierno ante la pandemia pésima.

No solo es en relación a la pandemia que la imagen de Bolsonaro se deteriora, su reprobación subió 4 puntos, pasando del 40% al 44% en relación a enero. El porcentaje de los que lo aprueban no tuvo una alteración significativa, quedando con cierto margen de error, su aprobación cayó del 31% a 30% y quienes consideran su imagen regular pasó del 26% al 24%.

Genocidio, ultraliberalismo y ataques a los derechos democráticos 

La catástrofe sanitaria en Brasil ya superó las 285 mil muertes, con 2.639 en las últimas 24 hs, la disponibilidad de camas en hospitales en varias capitales está colapsada y la falta generalizada de medicamentos llega a afectar hasta a quienes necesitan intubación. La situación es tan grave y de total descontrol de la pandemia en el país que siendo el 2,7 % de la población mundial, solo en esta semana fuimos responsables por el 23% de las muertes por Covid-19 en el mundo, o sea, de cada 4 personas que murieron a causa de la enfermedad en el mundo, 1 era de Brasil.

Pese a esta situación, Bolsonaro sigue con su política genocida[3]. Eso se demostró con el  nombramiento de Marcelo Queiroga como titular del Ministerio de Salud esta semana.

Queiroga, un médico bolsonarista, substituye al anterior ministro y cómplice al frente del ministerio, el General Educado Pazzuelo, quedando al frente de la situación sin que haya cambio alguno con relación a la orientación del combate de la pandemia fuera indicado.

Bolsonaro y su bando, además de la política genocida, actúan diariamente contra los derechos económicos, sociales y políticos de las masas.

Las contrarreformas están en curso en el Congreso, entre otras, están la aprobación de la autonomía del Banco Central, el congelamiento salarial, la recategorización de empleados públicos y los concursos públicos, la privatización de la distribución del gas natural y la tramitación de la reforma administrativa para quitar derechos a las y los trabajadores estatales que hacen a los escalafones más bajos del sistema.

Con relación a los ataques a los derechos democráticos, Bolsonaro no se queda solo en las sucesivas provocaciones en relación al cierre de las instituciones del régimen democrático. El presidente terminó con los consejos deliberativos, pública decretos para permitir el armamento de su base de apoyo, pone a los órganos policiales al servido de su familia y, también, persigue a los sectores críticos de su política como la Ley de Seguridad Nacional.

Pero, también crece la presión política por el abierto colapso del sistema de salud – que puede desembocar en una crisis funeraria de grandes proporciones -, el aumento vertiginoso de la miseria, el creciente miedo al contagio y la caída acentuada de su popularidad – es un indicador importante del rápido cambio de humor de la población con relación al gobierno – pueden tornarse la combinación de los elementos necesarios para dar impulso a la movilización de sectores populares, de la juventud y de la clase trabajadora contra Bolsonaro.

La unidad de acción no se puede confundir con un frente político

En este contexto de abierta y creciente catástrofe sanitaria, combinada con los ataques a los derechos económicos, sociales y políticos, precisamos de una respuesta política a la altura.

Aprovechando la caída de la popularidad de Bolsonaro, es necesario como centro de nuestra política, exigir inmediatamente que se decrete un confinamiento a nivel nacional, una ayuda equivalente a un salario-mínimo, la vacunación para todos/as y la garantía de los derechos democráticos. Además de eso, precisamos saber construir y señalar salidas políticas que pasan por una combinación de la lucha por el Impeachment de Bolsonaro y de Mourão, por Elecciones Generales y por una Constituyente democrática que barra con todo el legado autoritario de la dictadura militar.

Como todos saben, en tanto, para luchar por el necesario confinamiento a nivel nacional, un salario universal de emergencia, la vacunación y el fuera Bolsonaro, es necesario construir la unidad de todas las fuerzas que dicen representar a los explotados y oprimidos. Para nosotros, este es el centro de la táctica política a desplegar hoy. Por esta razón, el debate que ya está instalado en torno de la táctica electoral de cara al 2022 es importante, pero la mayoría de las veces no han sido planteadas en conexión con las demandas de la lucha directa y se ha confundido unidad de acción con un frente político.

Con relación a la táctica electoral para 2022, en primer lugar, asumir que Lula configura la “polarización” contra Bolsonaro es incorrecto. Pues, en rigor, de un lado tenemos un neofascista y, del otro, un “reformista flaco” que, junto con su partido y aliados, ha capitulado sistemáticamente ante la ofensiva reaccionaria – línea política que es en parte responsable por el avance del reaccionarismo en los últimos años.

Entonces, para que esta pseudopolarización pueda convertirse en una polarización real, sería necesario que Lula de hecho asuma una política radical contra el gobierno y los patrones, comenzando por convocar a la lucha directa por un confinamiento a nivel nacional, por un salario universal de emergencia, vacunas para todos, en defensa de los derechos democráticos y por el Fuera Bolsonaro.

En ese sentido, la dirección de nuestro partido, el PSOL, tiene que exigir sistemáticamente que Lula rompa con la conciliación con los partidos de la clase dominante y con la patronal, que convoque a la lucha y asuma un programa anticapitalista.

Esta exigencia corresponde a las necesidades reales de la lucha de clases, por eso precisan ser planteadas e instaladas sistemáticamente en el debate político público. Pero, teniendo se en consideración la trayectoria política lulopetista, eso parece estar muy lejos de su perspectiva.

Para finalizar, junto con la batalla por la unidad de acción para derrotar el genocidio en la lucha directa, no menos importante es poner en pie un proyecto de frente de izquierda con un programa anticapitalista. Este proceso tiene que tener como premisa innegociable la construcción, junto a la vanguardia y sectores de masas, de una alternativa político-electoral de izquierda independiente del gobierno, de los patrones y de la burocracia. De otra forma, estaremos desarmando y retrasando, aún más, la necesaria construcción de una dirección alternativa de izquierda a la vieja estrategia de conciliación de clases lulista.

 


[1] La popularidad de Bolsonaro fue mejorando en el segundo semestre del año pasado por el impacto que tuvo la ayuda económica de emergencia y el retroceso táctico de la ofensiva golpista, pero esto solo se pudo consolidar con el retroceso parcial del movimiento social que enfrentó en las calles las amenazas golpistas de Bolsonaro.

[2] Datos obtenidos en https://www1.folha.uol.com.br/poder/2021/03/governo-ve-rejeicao-recorde-de-bolsonaro-na-pandemia-como-reflexo-das-mortes.shtml

[3] Estimula la aglomeración, no provee a los estados y municipios con insumos necesarios, lo que llevó a la falta de oxígeno en Manaos, actúa contra la compra de vacunas y el establecimiento de convenios para la producción de vacunas.

 

Traducido del portugués por Luz Licht

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