Basta de amenazas golpistas de Bolsonaro: ¡Al neofascismo se lo derrota en las calles!

0
18

 

  • Una coyuntura en la cual están siendo medidas las relaciones de fuerzas que decidirán por el avance de las amenazas golpistas o por la derrota del gobierno. 

Antonio Soler

Estamos en una coyuntura en la cual están siendo medidas las relaciones de fuerzas que decidirán por el avance de las amenazas golpistas o por la derrota del gobierno. Como la a correlación de fuerzas no aparece mágicamente, sino que es el resultado de condiciones objetivas y el resultado de los enfrentamientos, la disposición, organización y tácticas de lucha son elementos decisivos. Por eso, es fundamental que todos los sectores participen en la convocatoria por Fuera Bolsonaro y Mourão este 7 de septiembre, para retomar las luchas y construir acciones de masas para aplastar el neofascismo en Brasil, que quiere imponer una derrota histórica a la clase trabajadora.

Hace semanas que la movilización oficialista del próximo 7 de septiembre ocupa un lugar central en los medios de comunicación debido a la creciente preocupación por las amenazas de Bolsonaro al régimen.

Este aumento de la preocupación se debe a que, a partir del lento pero creciente proceso de descontento, pérdida de popularidad, aislamiento internacional y el debilitamiento del gobierno, Bolsonaro y su movimiento neofascista movilizarán a sus bases deseando imponer una correlación de fuerzas más favorable para contrarrestar la perspectiva de la derrota electoral en 2022, amenazando que no entregarían el poder debido a la falta de confiabilidad con el sistema de votación electrónica.

El actual bloque de poder no es estable y puede caer ante la presión de la oposición en las calles. Sin embargo, el blindaje que ejerce el Presidente de la Cámara, la instrumentalización de la Fiscalía General de la Nación, el control de la Policía Federal y la amplia presencia de funcionarios de las Fuerzas Armadas en su gobierno le han permitido a Bolsonaro avanzar con sus amenazas al resto de los poderes[1] y de desconocer los resultados de las próximas elecciones. Si ello se llevara a cabo, podría generar una agitación política de extrema derecha con resultados imprevistos.

No podemos perder de vista que Bolsonaro es un gobierno bonapartista (autoritario) electo producto de maniobras reaccionarias -golpes parlamentarios y judiciales con la tutela del Alto Mando de las Fuerzas Armadas- que ahora busca clausurar el propio régimen político por el cual fue electo. Aunque debilitado, tiene la intención e incluso las herramientas para imponer ataques que le quiten el control a otros poderes o cualquier otro contrapeso, sean reglas legales, soberanía popular o derechos democráticos.

Es importante decir que Bolsonaro, a pesar de su debilitamiento, aislamiento y sin las condiciones favorables para un golpe como en el ’64, sigue siendo peligroso. Aún cuenta con apoyo político en sectores de la agroindustria, negocios y servicios, camioneros, policías militares y en la baja oficialidad del ejército. Es decir, puede crear un clima de agitación de extrema derecha totalmente desfavorable a nuestras luchas contra el avance de las reformas ultraliberales, por el salario, el empleo y el derecho a organizarse y luchar.[2]

Bolsonaro responde a su debilitamiento con amenazas

Los indicadores económicos, sociales y políticos no son favorables para el gobierno, y demuestran sus dificultades para reproducir su proyecto de poder en 2022.[3] Sin embargo, aún no existe una decisión mayoritaria de la gran burguesía y la oligarquía política de sacar a Bolsonaro del poder, ya que el juicio político significaría interrumpir las contrarreformas que aún están en curso (privatización del Correo, Reforma Laboral y Reforma Fiscal). Podría incluso abrir camino a frenar la ofensiva reaccionaria que permitió el establecimiento de un nivel cualitativamente más alto de explotación y opresión sobre la clase trabajadora.[4]

La burocracia lulista y ‘psolista’ trabajan con la misma estrategia de «desangrar» a Bolsonaro hasta 2022 que se manifiesta en varios frentes de acción: desde la burocracia hasta los Estados y municipios que administran, pasando por el Congreso y por las direcciones sindicales. Impulsar la movilización es contrario a los intereses de quienes impulsan la línea de la conciliación de clases para 2022, ya que cualquier gobierno que sea resultado de un movimiento desde abajo que abra una correlación de fuerzas más favorable para los trabajadores y sus demandas está lejos de la perspectiva de este sector. En otras palabras, la burocracia más sumisa, conciliadora y traidora del mundo está interesada en que la clase no esté a la ofensiva para tratar de evitar los inevitables choques con el bolsonarismo y el gran capital.

A pesar de la creciente tensión que tiende a choques inevitables antes de 2022, esta estrategia conciliadora de la burocracia es uno de los elementos que le permiten a Bolsonaro mantenerse en el poder. Pero Bolsonaro y sus aliados son conscientes de las dificultades para mantener su proyecto mediante las elecciones del año que viene, así como de una ruptura directa con el régimen. Dentro de este escenario desfavorable más general[5], el bolsonarismo busca retomar el protagonismo en las calles para mantenerse con vida hasta 2022 y crear las condiciones para una reñida disputa en la segunda vuelta electoral, lo que crearía condiciones para favorables para cuestionar los resultados.

Como fue derrotado en la Cámara de Diputados en relación al proyecto del voto impreso para 2022, tiene al CPI responsabilizándolo por miles de muertes por Covid-19, el STF impulsando investigaciones y arrestos que afectan directamente al presidente y simpatizantes, así como la recuperación económica es más lenta de lo necesario para recuperar su popularidad, la política reaccionaria y golpista quiere entrar en escena a un nuevo nivel con la movilización más amplia de su base de apoyo.

Ahora Bolsonaro procura movilizarse en las calles de manera más masiva y con amenazas de violencia, directamente apoyado en sus bases al interior de las fuerzas represivas estaduales, que es un intento de llevar al tensión con el régimen a un nuevo nivel.

En este punto, es importante que se reafirme que no se trata solamente de una retórica golpista, sino de una fuerza política extraparlamentaria que busca cuestionar directamente al régimen, lo que podría traer graves consecuencias para la organización y la lucha de los trabajadores, los derechos democráticos más importantes que podemos tener en cualquier régimen.

¿Podrá movilizar a decenas, cientos de miles el día 7 del mes y a partir de entonces imponer una situación más peligrosa? No se sabe, porque es preciso ver este movimiento directamente y cómo se desarrollará, así también cómo se organizará el otro lado: la clase obrera y la izquierda. Pero hay señales importantes de que estas manifestaciones tendrán mucho más peso que las anteriores y ciertamente serán más peligrosas, ya que movilizarán a la policía y otros grupos armados, y que podrían generar otro nivel de tensión política en el próximo período.

Romper con el electoralismo para derrotar al golpismo en las calles

Estamos en una situación que está a punto de colocar la polarización política en un nivel diferente y que será determinante para evaluar la correlación real de fuerzas entre clases y sus sectores, correlación que obviamente también depende de la capacidad de movilización de la izquierda.

La determinación de dicha correlación de fuerzas no pasa por la resistencia ofrecida por el STF y el Senado, ni por las acciones del MBL, sino principalmente por la acción de masas en las calles y la organización de la lucha de la clase obrera. Por ello, los actos del 7 de septiembre tienen un peso específico.

En tanto el gobierno amenaza con su aventura golpista, la izquierda del orden (PT, PCB, una parte de la dirección del PSOL) deposita centralmente sus esperanzas en las instituciones burguesas, las mismas que protegen al régimen que fue responsable de la destitución de Dilma, la prisión a Lula y la victoria de Bolsonaro. Es preciso romper con esta lógica.

El centro de la política de nuestra clase pasa por la más amplia unidad en la acción -incluso con sectores de la clase dominante- para derrotar al neofascismo. Dicha unidad nada tiene que ver con compartir manifiestos políticos, alianzas electorales, foros de debate o cualquier alianza duradera o política, como están haciendo el PT y sectores mayoritarios del PSOL.

Diferentes son los frentes de lucha que hoy se materializan principalmente en el Frente Fora Bolsonaro, un frente amplio que tiene la capacidad de movilizar a importantes sectores de la clase trabajadora, pero que por la política de su liderazgo no organiza la movilización desde la base, no se vinculan a luchas específicas de sectores de trabajadores que muestran una disposición fundamental a la lucha, limitando el programa solo a la exigencia de impeachment. Todo ello dentro de la estrategia lulista de llevar la pelea a 2022.

En relación a la necesidad de movilizar para derrotar al neofascismo, la ausencia de Lula en las movilizaciones es un crimen político que la dirección del PT justifica con malabares retóricos afirmando que su presencia produciría aglomeraciones. En realidad, Lula y el PT quieren ganarse el apoyo de la clase dominante para gobernar, por lo que no quieren ser identificados directamente con los que protestan en el movimiento Fora Bolsonaro. Sin embargo, en una situación donde la batalla por masificar las luchas es la piedra angular de la política y en una situación donde se dan pruebas definitivas de correlación de fuerzas, no utilizar todos los medios para convocar es una traición histórica más de Lula y compañía.

Finalmente, considerando estos elementos, debemos tener claro que estamos plenamente en condiciones de repudiar las amenazas golpistas, ya que a pesar de que la tentativa no cuenta con apoyos internos ni externos, dada la pasividad y cobardía de la izquierda se pueden construir las condiciones para que el golpe sea una realidad. Una lección básica de toda la historia es que la correlación de fuerzas no se construye al margen de la lucha directa entre clases, en este sentido, cuanto más cedamos el espacio en las calles al bolsonarismo, mejores serán sus condiciones para imponer una situación en que su golpe puede eventualmente materializarse.

Desde el punto de vista táctico, las tareas para el 7 de septiembre y para todo el próximo período pasa por defender frente a la dirección y la base del PSOL para que se lleve a cabo la más amplia unidad de acción en las calles para que podamos construir verdaderas barricadas políticas para que el bolsonarismo no avance, por la demanda de que el Frente Fora Bolsonaro organice Comités Anti-neofascistas desde las bases con todos los sectores, y por la exigencia de que Lula tiene la obligación de convocar y participar en las manifestaciones callejeras.

Sumado a esto, y considerando que la derrota del neofascismo precisa de las herramientas más poderosas de nuestra clase, tenemos que exigir que las centrales, partidos y movimientos unifiquen las luchas por sus reivindicaciones específicas en una huelga genera por Fuera Bolsonaro y Mourão, por elecciones generales realmente democráticas para construir una salida política en interés de los explotados y oprimidos.


[1] La elección de Bolsonaro fue consecuencia directa de que el STF no concedió la legítima solicitud de hábeas corpus a Lula tras su condena y encarcelamiento en segunda instancia para que  fuera candidato en 2018. Sin embargo, hoy Bolsonaro tiene en el STF su oponente número 1 – como tuvo al Congreso antes del acuerdo con el “Centrão” -. Este poder, por su naturaleza y composición, no puede ser cooptado directamente por el gobierno. Solo puede nombrar Ministros cuando abran vacantes después de la jubilación por edad, pero puede estar sometido a partir de una ruptura directa del orden y su giro autoritario, con incumplimiento de sus decisiones o presiones de otro poder. Así, el STF se ha erigido como contrapeso a las medidas gubernamentales que atacan directamente al régimen con el arresto de bolsonaristas que defienden directamente el cierre del STF, etc. Pero, como ya ha sucedido en otras ocasiones, como en la mencionada denegación del hábeas corpus a Lula, no es garantía de defensa de derechos.

[2] Además, todavía cuenta con una mayoría en la Cámara de Diputados para evitar el juicio político que le ha dado el “central” a un alto precio en el presupuesto, en el sector público y presencia en el escalón más alto del gobierno.

[3] PIB, inflación, crisis hídrica y climática, aumento de la violencia, caída de la popularidad del gobierno, continuidad del IPC y sus revelaciones de un esquema de corrupción en el Ministerio de Salud y dentro del clan Bolsonaro, revelado por el Ministerio Público de Río de Janeiro, el derrocamiento de la mini reforma laboral en el Senado, la carta de Febraban en defensa de la “democracia” y el mantenimiento de las investigaciones del STF contra noticias falsas y ataques al STF.

[4] El nivel de regresismo que quiere imponer – apoyado por sectores de la clase dominante – en todos los ámbitos es de tal destructividad que es incompatible con la actual estructura político-institucional, y sólo puede ser impuesto por gobiernos burgueses reaccionarios y / o procesos de cierre del régimen desde dentro de sí mismo, como hemos presenciado desde el juicio político de 2016.

[5] Reducción de las expectativas de crecimiento económico, inflación galopante, la crisis del agua, el impacto indeleble de la pandemia en la vida de las personas y la deshidratación político-electoral del gobierno – señalando una posible derrota electoral en 2022 para Lula.

Sumate a la discusión dejando un comentario:

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí