El primer impacto de la marcha por el FEES

Con la marcha logramos amortiguar el duro golpe que pretendían darle a la educación pública, más no resolverlo.

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Recientemente la ministra de Educación Katharina Muller y el director del CONARE Rodrigo Arias anunciaron un primer acuerdo para el presupuesto universitario, la base de negociación será como mínimo el mismo monto del 2022. Queda por negociar el día de mañana (miércoles 16 de agosto 2022) cuánto se reconocerá por la inflación acumulada hasta julio que alcanza un 11,4%.

Este pre-acuerdo surge gracias a la presión política ejercida por una marcha masiva de más de 30 mil personas, la primera en casi 3 años de pandemia que desmovilizó al estudiantado y la clase trabajadora universitarios.

 

La primera marcha masiva además, contra el gobierno neoliberal y autoritario de Rodrigo Chaves, que propuso reducir en un 23% el presupuesto de la educación superior pública, pero también la primera movilización que hace retroceder al gobierno más confrontativo y beligerante de las últimas décadas, en una de sus políticas más draconianas y amenazantes contra un derecho conquistado.

No hay que olvidar que esto aún no ha terminado y que la negociación en la Comisión de Enlace continúa en los términos del ajuste fiscal que quiere imponer el gobierno con la excusa de la crisis y de los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional.

 

A pesar de este aspecto positivo, como un logro de la movilización social, hay que alertar que ya el FEES de 2022 es de ajuste, pues no alcanza para suplir todas las necesidades educativas, cómo el mejoramiento de las becas respecto al costo de la vida, la resolución del problema de interinazgo, o la apertura de cursos y contrucción de infraestructura (sobre todo en sedes y recintos).

Asimismo, el FEES desde el año 2018 viene decreciendo con respecto al PIB alejándose de la meta constitucional del 8% PIB/educación y 1,5% PIB/FEES, por lo que, en términos reales viene decreciendo con respecto al conjunto de la economía nacional. Si a esto le sumamos la agobiante inflación actual, tenemos universidades con presupuestos cada vez menores en términos reales y con menor capacidad adquisitiva.

De esta manera con la marcha logramos amortiguar el duro golpe que pretendían darle a la educación pública, más no resolverlo.

Por último, queremos señalar que es necesario que el movimiento estudiantil mantenga su presencia en las calles pues la negociación no ha terminado y solo el hecho de aceptar sumar la inflación es un FEES recortado por lo anteriormente explicado.

Además, debemos diferenciarnos de los privilegios que gozan las burocracias universitarias, por lo cual hay que convocar asambleas de estudiantes abiertas y democráticas para involucrar al estudiantado y construir posiciones propias, independientes y críticas tanto del gobierno como las rectorías.

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