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¿Trotsky o Deutscher?

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  • Con el paso del tiempo, las enseñanzas del propio Trotsky se han colocado en la mesa de operaciones revisionista, y la lucha por el programa revolucionario vuelve a tomar la forma de una defensa de principios ortodoxos. Por tercera vez en los cien años de historia del pensamiento marxista, se intenta revisar su esencia revolucionaria, mientras se profesa respeto por su forma exterior.

James P. Cannon

Desde la muerte de Stalin, algunos de los apologistas y pseudo críticos no oficiales del estalinismo han comenzado a cambiar de postura sin abandonar su posición de apologistas. Ayer describían al estalinismo como la ola del futuro. Ahora prometen un inminente final del estalinismo en la Unión Soviética; y – por si acaso – nos aseguran que el fin llegará fácil y pacíficamente. Lo que nos interesa es el hecho de que, al hacerlo, hacen referencia a Trotsky e intentan, de una forma u otra, invocar su autoridad en apoyo de sus nuevas revelaciones.

Ciertamente no cabe duda de que el estalinismo se encuentra en serios problemas en su propio dominio. Los acontecimientos en la Unión Soviética y en los países satélites desde la muerte de Stalin son una prueba convincente de ello. Las revueltas de los trabajadores en Alemania Oriental y otros países satélites, que sin duda reflejan los sentimientos de los trabajadores en la Unión Soviética, indican que la burocracia estalinista gobierna sin un apoyo real de las masas.

La crisis del estalinismo se refleja en las reacciones de la burocracia ante la nueva situación. La frenética alternancia entre concesiones y represiones, las fervientes promesas de reformas democráticas, unidas al inicio de nuevas purgas de sangre, son las reacciones características de un régimen en crisis terminal. Esto parece justificar la suposición de que estamos asistiendo al comienzo del fin del estalinismo.

Pero, ¿cómo se logrará este fin? ¿Acaso caerá por su propio peso la burocracia estalinista, principal pilar del capitalismo mundial, la fuerza conservadora y contrarrevolucionaria preeminente durante un cuarto de siglo? ¿Desaparecerá en un proceso gradual de autoreforma voluntaria? ¿O será derrocado por un levantamiento revolucionario de los trabajadores en la Unión Soviética y Europa del Este?

Estas son preguntas que están a la orden del día para los discípulos de Trotsky; porque distintas respuestas implican necesariamente líneas de acción política profundamente diferentes. Y es precisamente porque escuchamos respuestas contradictorias a estas preguntas que la actual lucha de facciones en la Cuarta Internacional ha estallado abiertamente y tomado una forma irreconciliable. Se trata de un intento de revisar la teoría de Trotsky – que hasta ahora ha sido la línea directriz de la estrategia política y táctica de nuestro movimiento – sin decirlo abiertamente.

Este tipo de cosas ha sucedido antes. Al proponer, en su panfleto sobre Estado y revolución, «resucitar la verdadera enseñanza de Marx sobre el Estado», Lenin señalaba:

“Lo que le está sucediendo ahora a la doctrina de Marx, ha sucedido a menudo a lo largo de la historia con las doctrinas de otros pensadores revolucionarios y líderes de clases oprimidas que luchan por la emancipación. . . Después de su muerte, se intenta convertirlos en íconos inofensivos, canonizarlos, y rodear sus nombres de un cierto halo para el ‘consuelo’ de las clases oprimidas y con el objeto de engañarlos, pero al mismo tiempo castrar y vulgarizar la esencia real de sus teorías revolucionarias y diluyendo su filo revolucionario. En la actualidad, la burguesía y los oportunistas dentro del movimiento obrero cooperan en esta obra de adulterar el marxismo. Omiten, borran y distorsionan el lado revolucionario de su enseñanza, su alma revolucionaria ”.

Lenin. Su nombre fue canonizado por el estalinismo, mientras sus verdaderas enseñanzas fueron profanadas.

La advertencia de Lenin no impidió que los estalinistas realizaran la misma operación de mutilación con sus propias enseñanzas después de su muerte. El nombre de Lenin fue «canonizado» mientras que sus verdaderas enseñanzas fueron profanadas. La batalla histórica de Trotsky contra el estalinismo, la mayor lucha teórica y política de todos los tiempos, fue en esencia una lucha por «resucitar» el «genuino leninismo». La Oposición de Izquierda asediada en la Unión Soviética luchó bajo el lema: «¡De vuelta a Lenin!»

Ahora, con el paso del tiempo, las enseñanzas del propio Trotsky se han colocado en la mesa de operaciones revisionista, y la lucha por el programa revolucionario vuelve a tomar la forma de una defensa de principios ortodoxos. Por tercera vez en los cien años de historia del pensamiento marxista, se intenta revisar su esencia revolucionaria, mientras se profesa respeto por su forma exterior.

Así como los socialdemócratas mutilaron las enseñanzas de Marx, y los estalinistas hicieron lo mismo con las de Lenin, los nuevos revisionistas intentan masacrar las enseñanzas de Trotsky, mientras pretenden, al mismo tiempo, ampararse en su autoridad. Esta pretensión les es impuesta por el hecho simple y obvio de que, de los desarrollos teóricos posteriores a Lenin en la Unión Soviética, la teoría de Trotsky es la única que tiene alguna posición entre los revolucionarios. Sería inútil referirse a otras «autoridades». No hay ninguna.

El nuevo revisionismo tiene muchos aspectos. Aquí me ocuparé de la piedra nodal del mismo: la revisión del análisis trotskista del estalinismo y sus perspectivas en la Unión Soviética. Ésta es la cuestión central por la sencilla razón de que tiene la implicación más profunda para la política de nuestro movimiento en todos los campos.

Desde su fundación, la Cuarta Internacional ha reconocido al estalinismo como el principal apoyo del capitalismo mundial y el principal obstáculo del movimiento obrero para la revolución emancipadora de los trabajadores. Trotsky nos enseñó eso y toda la experiencia lo ha confirmado abundantemente. La Cuarta Internacional se ha regido en su política con respecto al estalinismo en la Unión Soviética y a los partidos estalinistas en los demás países, por esta teoría básica de Trotsky.

La política no puede separarse del análisis teórico; una revisión de la teoría no podía dejar de imponer cambios profundos en la política. De hecho, las cuestiones de política, incluida la importante cuestión de la función histórica de la Cuarta Internacional y su derecho a existir, no pueden ser discutidas fructíferamente entre quienes discrepan sobre la naturaleza y las perspectivas  del estalinismo en la etapa actual de su evolución, y esto asociado a la actitud de nuestro movimiento respecto a ella. Diferentes respuestas ante las primeras cuestiones imponen inexorablemente diferentes propuestas para las segundas. La discusión se convierte en una lucha de inmediato. La experiencia ya lo ha demostrado.

La Fuente

El creador y la fuente del nuevo revisionismo, el sucesor moderno de Bernstein y Stalin en este juego sombrío, es un excomunista polaco, llamado Isaac Deutscher, que pasó por las afueras del movimiento trotskista en su camino hacia la ciudadanía en el Imperio Británico.

La burguesía británica está dando amplia publicidad a sus escritos; y no es descabellado decir que su actitud táctica hacia el régimen de Malenkov, algo diferente a la de Washington, está parcialmente influenciada por ellos. La burguesía británica está más desesperada que sus contrapartes estadounidenses, más consciente de las realidades de la nueva situación mundial y siente la necesidad de una teoría más sutil que la de McCarthy y Dulles. Los pensadores políticos de la clase dominante británica abandonaron hace mucho tiempo cualquier esperanza real de que regresaran las glorias anteriores; por no hablar de una nueva expansión de su prosperidad y poder. Su máxima esperanza es resistir, preservar una parte de su botín y posponer y posponer el día del juicio final tanto como sea posible. Esto determina su actual política exterior a corto plazo.

Sin duda, el programa a largo plazo de la burguesía británica es el mismo que el de sus primos estadounidenses. Su objetivo básico también es nada menos que una restauración capitalista mediante la acción militar, pero son menos optimistas sobre sus perspectivas de éxito en la actualidad. Mientras tanto, quieren «salir del paso» con una política provisional de acuerdo parcial, «coexistencia» y comercio con el régimen de Malenkov.

Churchill y aquellos a quienes representa, sienten que el derrocamiento del estalinismo por una revolución política obrera, reforzando el sistema económico soviético por los poderes creadores de la democracia obrera, sólo empeoraría las cosas para ellos, y para el capitalismo mundial como un todo, y no están a favor de él. Es por eso que no vieron nada positivo en el levantamiento en Alemania Oriental y se opusieron a cualquier acción para alentarlo. Lejos de querer provocar o ayudar a tal revolución, la burguesía británica estaría interesada, sin duda, en apoyar al régimen de Malenkov en su contra.

Incluso caben menos dudas de que, en última instancia, el sector principal de la burocracia soviética, preocupado sobre todo por sus privilegios, se aliaría con los imperialistas contra la revolución obrera. La burguesía británica también tiene eso en mente; y por eso están escuchando atentamente las nuevas revelaciones de Deutscher, quien promete que Malenkov evitaría una revolución de los trabajadores en suelo soviético mediante una serie de reformas progresivas y que seguirá una política de convivencia, paz y comercio con el mundo capitalista.

Churchill «siente que el derrocamiento del estalinismo por una revolución política obrera, reforzando el sistema económico soviético por los poderes creadores de la democracia obrera, sólo empeoraría las cosas para la burguesía británica”

 Lo que piensen los imperialistas británicos de la teoría de Deutscher es asunto suyo, y no es nuestro deber aconsejarlos. Nuestro interés por Deutscher deriva del hecho evidente de que su teoría de la autorreforma de la burocracia estalinista, que intenta hacer pasar como una versión modificada del pensamiento de Trotsky, se ha abierto camino en el movimiento de la Cuarta Internacional y ha encontrado simpatizantes camuflados allí en la facción encabezada por Pablo. Lejos de producir algo ellos mismos, la facción de Pablo simplemente ha tomado prestado de Deutscher.

Dado que no hay una forma más segura de desarmar la vanguardia obrera, particularmente en la Unión Soviética, y de alejar la pretensión de la Cuarta Internacional de cumplir cualquier rol histórico, este nuevo revisionismo se ha convertido en el problema número uno para nuestro movimiento internacional. La vida de la IV Internacional está en juego en la lucha entre facciones y la discusión que suscita. La forma correcta de comenzar el debate, en nuestra opinión, es rastrear la corriente revisionista en nuestro movimiento hasta su origen. Eso nos lleva directamente a Deutscher.

El nuevo revisionismo hizo su primera aparición hace unos años en la biografía de Deutscher sobre Stalin (1949). En este libro, toma de Trotsky la tesis de que la nacionalización de la industria y la economía planificada, tal como se desarrolló en la Unión Soviética después de la Revolución de Octubre, son desarrollos históricamente progresivos. Luego, habiéndose sacado el sombrero ante una parte de la teoría de Trotsky, procedió, al igual que sus predecesores revisionistas, a «omitir, borrar y distorsionar el lado revolucionario de su enseñanza, su alma revolucionaria».

Para ello identificó la nacionalización y la economía planificada, posibilitadas y necesarias para la Revolución de Octubre, con el estalinismo, traidor de la Revolución y asesino de los revolucionarios. Sin duda, deploró las maquinaciones y los asesinatos en masa de los viejos revolucionarios, pero tendió a descartarlos como incidentes desafortunados que no cambiaron el papel histórico básicamente progresista del estalinismo. En ese momento (1949) visualizó la expansión mundial del estalinismo, equiparandolo con la expansión de la revolución internacional.

Esta revelación de Deutscher fue una racionalización hecha a medida para los compañeros de viaje del estalinismo, que solían excusar los asesinatos en masa de revolucionarios con el comentario indolente: «No se puede hacer una tortilla sin romper algunos huevos». La teoría de Deutscher, enunciada en su biografía de Stalin, también encontró ecos levemente apagados en las filas de la Cuarta Internacional. Las improvisaciones estratégicas y tácticas de Pablo, incluida su previsión de «siglos» de «estados obreros deformados» comenzaron a partir de ahí.

Sin embargo, con la muerte de Stalin y la consiguiente sacudida que provocó, Deutscher cambió su primera estimación de las perspectivas del estalinismo. Y nuevamente se tomó una parte de la teoría trotskista, con el fin de distorsionar y tergiversar la enseñanza más fundamental de Trotsky, para referirse a la próxima etapa de desarrollo de la Unión Soviética.

Esto parecería ser una empresa bastante temeraria, porque las enseñanzas de Trotsky no son un secreto ni un misterio. Todas están escritas y son conocidas por sus discípulos. Además, como todas las obras de Trotsky, transmitían su pensamiento con tanta claridad y precisión que nadie podía malinterpretarlo. Al contrario de toda la tribu de los revisionistas de doble discurso, Trotsky siempre dijo lo que quería decir, y nuestro movimiento no tiene registro de ninguna disputa o controversia en cuanto a la «interpretación» de su significado mientras él estaba en vida.

La mejor y más eficaz manera de responder y refutar a los tergiversadores de la teoría del estalinismo de Trotsky, que han aparecido desde su muerte, es simplemente citar las propias palabras de Trotsky. Toda su obra se encuentra impresa y todas las citas son sujetas a verificación. Por lo tanto, antes de abordar las distorsiones de Deutscher sobre Trotsky, dejaré que Trotsky hable por sí mismo.

La Visión de Trotsky

A la burocracia soviética le tomó mucho tiempo completar su contrarrevolución política y consolidar su poder y privilegios, y Trotsky siguió su evolución a cada paso. Analizó el estalinismo en cada etapa de su desarrollo y prescribió las tareas de la lucha contra el mismo partiendo de la situación real y concreta en cada momento dado de dicho desarrollo. Estas tareas, como las prescribió Trotsky, cambiaban con cada giro en la situación y su motivación radicaba en estas transformaciones de la coyuntura. Para comprender la teoría de Trotsky es necesario seguir la evolución de su pensamiento desde una etapa del desarrollo soviético a otra.

Durante los diez primeros años de su histórica batalla contra la degeneración burocrática, sostuvo que la democracia soviética podría restaurarse mediante una lucha interna del partido en pos de la reforma pacífica del partido. Aún en 1931 decía:

“La vanguardia proletaria conserva la posibilidad de poner en su lugar a la burocracia, de subordinarla a su control, de asegurar la política correcta y, mediante reformas enérgicas y audaces, de regenerar el partido, los sindicatos y los soviets. » (Problemas del desarrollo de la URSS. Énfasis añadido).

En octubre de 1933, cuando la burocracia había «concentrado aún más todo el poder y todas los caminos hacia el poder en sus manos», hizo un llamamiento a un nuevo Partido Soviético de la Cuarta Internacional, para liderar «la reorganización del estado soviético» por métodos extraconstitucionales. Escribió en ese momento:

“En primer lugar debemos establecer como un axioma inmutable que esta tarea sólo puede ser resuelta por un partido revolucionario. La tarea histórica fundamental es crear el partido revolucionario en la URSS entre los elementos sanos del viejo partido y entre la juventud … No quedan vías «constitucionales» normales para eliminar la camarilla gobernante. La burocracia sólo puede verse obligada a ceder el poder a la vanguardia proletaria por la fuerza» (La Unión Soviética y la Cuarta Internacional).

Sin embargo, esta «fuerza», necesaria para provocar «la reorganización del Estado soviético», como él veía la situación en ese momento (1933), no tomaría la forma de revolución. El escribió:

“Cuando el proletariado entre en acción, el aparato estalinista permanecerá suspendido en el aire. Si todavía intenta resistir, entonces será necesario aplicar contra él, no las medidas de guerra civil, sino medidas de carácter policial” (La Unión Soviética y la Cuarta Internacional / # 8211; énfasis agregado).

Pero para 1935, Trotsky llegó a la conclusión de que ya era demasiado tarde para meras «medidas policiales» y que era necesaria una revolución política que dejara intactos los cimientos sociales de la Unión Soviética. Esa conclusión se mantuvo sin cambios.

 Para beneficio de aquellos que todavía alimentaban las ilusiones de reformar la burocracia – Trotsky nunca prometió que el monstruo estalinista se reformaría a sí mismo – escribió en 1936:

“No hay un resultado pacífico para esta crisis. Ningún diablo jamás se cortó voluntariamente sus propias garras. La burocracia soviética no renunciará a sus posiciones sin luchar. El desarrollo conduce obviamente al camino de la revolución”. (La revolución traicionada)

Añadió:

“Con la enérgica presión de las masas populares y la inevitable desintegración del aparato gubernamental en tales circunstancias, la resistencia de los que están en el poder puede resultar mucho más débil de lo que parece ahora. Pero respecto a esto, sólo podemos hipotetizar. En cualquier caso, la burocracia sólo puede eliminarse mediante una fuerza revolucionaria. Y, como siempre, habrá menos víctimas cuanto más audaz y decisivo sea el ataque. Preparar esto y colocarse a la cabeza de las masas en caso de darse una situación histórica favorable, esa es la tarea de la sección soviética de la Cuarta Internacional» (La revolución traicionada – Énfasis agregado).

Finalmente, la firme conclusión de Trotsky, excluyendo cualquier pensamiento de «reformar» la burocracia estalinista, y mucho menos la monstruosa sugerencia de su posible autoreforma, se convirtió en el programa básico de la lucha revolucionaria por la restauración de la democracia soviética. Este programa de revolución política se formalizó en el Programa de Transición del Congreso Fundador de la IV Internacional, escrito por Trotsky (1938), de la siguiente manera:

“Solo el victorioso levantamiento revolucionario de las masas oprimidas puede revivir el régimen soviético y garantizar su ulterior desarrollo hacia el socialismo. Sólo hay un partido capaz de llevar a las masas soviéticas a la insurrección: ¡el partido de la Cuarta Internacional! » (La agonía mortal del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional – Énfasis agregado).

Ese ha sido el programa de la Cuarta Internacional, y la fuente teórica de sus políticas y tácticas en relación con el estalinismo, desde su establecimiento formal como organización mundial en 1938. Hasta hace poco, nadie que tuviera una opinión diferente se ha atrevido a llamarse a sí mismo trotskista.

Tras los Pasos de Bernstein

Pero ahora Deutscher, en su último libro, Rusia – ¿Qué sigue?, ha mostrado a aquellos que quieren que se les muestre, cómo Trotsky, así como Marx y Lenin antes que él, puede convertirse en un «icono inofensivo». Primero, inclinándose ante la “visión profética del futuro” de Trotsky, Deutscher luego introduce una ligera revisión de la teoría de Trotsky del camino hacia este futuro, sorprendentemente similar a la revisión de Marx de Bernstein, hace casi 60 años, después de la muerte de Engels.

Marx y Engels, como todo el mundo sabe, habían predicho la transformación de la sociedad del capitalismo al socialismo mediante una revolución obrera. Bernstein dijo:

“La primera parte es correcta; el capitalismo será reemplazado por el socialismo. Pero esta transformación se llevará a cabo de manera gradual y pacífica, mediante un proceso de reforma paso a paso. El capitalismo se convertirá en socialismo. No es necesaria una revolución obrera».

Esta fue la teoría que desarmó a la Segunda Internacional. Condujo directamente a la traición de la socialdemocracia en la Primera Guerra Mundial y a la transformación del partido fundado por Marx y Engels en una fuerza contrarrevolucionaria. Deutscher realiza el mismo tipo de operación sobre las enseñanzas de Trotsky, «castrando y vulgarizando» su «esencia real» y «embotando su filo revolucionario». La democracia soviética, dice, será restaurada como predijo Trotsky, pero no mediante un levantamiento revolucionario del proletariado soviético, y no se necesita ningún partido de la Cuarta Internacional. El partido estalinista es lo suficientemente bueno y los herederos de Stalin abrirán el camino hacia la abolición del estalinismo.

Deutscher proclama, como la perspectiva más probable del desarrollo soviético bajo Malenkov, «Una evolución gradual del régimen hacia una democracia socialista». (Página 208.) Continúa: “Un análisis de estas condiciones lleva a la conclusión general de que el equilibrio de los factores internos favorece una regeneración democrática del régimen”. (Página 208.)

Eso suena atractivo para aquellos que esperan la victoria sin luchar, tal como sonaba la teoría de Bernstein de la auto-eliminación del capitalismo antes de 1914, y especialmente antes del fascismo. Pero eso es lo máximo que se puede decir de esto.

Lo que es especialmente monstruoso y deshonesto acerca de esta predicción complaciente es que Deutscher, para apoyar esta predicción, se refiere engañosamente a una formulación de Trotsky, hecha en 1931 (citada anteriormente) y deja sin mencionar la conclusión posterior de Trotsky de que la burocracia atrincherada podría ser derrocada y la democracia soviética restaurada, sólo mediante un levantamiento de masas del proletariado soviético dirigido por un nuevo partido de la Cuarta Internacional.

Deutscher escribe:

“En la década de 1930, Trotsky abogó por una ‘revolución política limitada’ contra el estalinismo. No lo vio como un levantamiento social en toda regla, sino como una ‘operación administrativa’ dirigida contra los jefes de la policía política y una pequeña camarilla que aterrorizaba a la nación». (Página 214.)

Deutscher va aún más lejos. Lanzando la precaución a los vientos, le da crédito al «gobierno de Malenkov» por llevar a cabo este programa de autoreforma. Él dice:

“Como sucede a menudo, Trotsky se adelantó trágicamente a su tiempo y fue profético en su visión del futuro, aunque no podía imaginar que los asociados más cercanos de Stalin actuarían de acuerdo con su plan. Lo que el gobierno de Malenkov está llevando a cabo ahora es precisamente la ‘revolución limitada’ prevista por Trotsky «. (Rusia – ¿Qué sigue ?, página 215)

De hecho, Trotsky “no podía imaginar eso”; y quien lo imagina, por no hablar de la afirmación de que ya está ocurriendo, no tiene derecho a referirse a la autoridad de Trotsky. Además de eso, la «revolución limitada» de Malenkov hasta ahora ha sido producto de la imaginación de Deutscher. Apenas se había secado la tinta de su nuevo libro cuando comenzó la nueva purga de sangre en la Unión Soviética y el ejército de Malenkov respondió a los rebeldes trabajadores de Alemania Oriental con tanques y ametralladoras y detenciones masivas de huelguistas.

El nuevo libro de Deutscher fue adecuadamente revisado por el camarada Breitman en El Militante del 22 y 29 de junio de 1953, y sus conclusiones fueron criticadas sin piedad desde el punto de vista del trotskismo ortodoxo. Si volvemos al tema ahora, es porque las fantásticas revelaciones de Deutscher no han quedado en una mera controversia entre trotskistas y un escritor fuera de las filas de los trabajadores revolucionarios. Una reseña de un libro sería suficiente para eso. Pero desde entonces hemos tenido que reconocer la evidencia acumulada de ecos de la teoría de Deutscher dentro de nuestro partido y la Cuarta Internacional. Se nos ofrece el deutscherismo como sustituto de la teoría de Trotsky; y, para facilitar el cambio, se disfraza nada más que de una versión modernizada de esta misma teoría.

La Pelea Faccional

Aquí me gustaría hacer una breve digresión entre paréntesis sobre un punto secundario.

Como saben nuestros lectores, una lucha entre facciones en la Cuarta Internacional ha salido a la luz; y, como en todas las luchas serias entre facciones, están involucradas algunas cuestiones de procedimiento organizativo. Algunos camaradas internacionales han expresado la opinión de que la lucha es  mera, o al menos principalmente, una lucha organizativa y desean trasladar el eje de la discusión a esta cuestión.

Como ya se indicó en contribuciones anteriores a El Militante, el SWP considera que este aspecto de la lucha también es importante. Me propongo volver a esta cuestión y discutirla en profundidad, como hice en 1940 en la gran batalla de facciones que, junto con Trotsky, libramos contra el programa revisionista de Burnham. Sin embargo, aún hoy pienso, como pensaba entonces, que la cuestión organizativa, con toda su importancia, es una cuestión derivada y no primaria.

Tales preguntas realmente tienen sentido solo cuando se consideran desde esta perspectiva. En cada lucha, revolucionarios y oportunistas se encuentran en desacuerdo sobre el tema de los «métodos de organización». Pero independientemente de cómo pueda surgir este problema en primer lugar, cualesquiera que sean los incidentes que lo provoquen, la disputa sobre la «organización» siempre conduce, en el análisis final, a la pregunta más decisiva: ¿Para qué son los métodos de organización en conflicto y a qué propósito político responden? Los discípulos de Trotsky en todo el mundo, si realmente quieren ser fieles a su método político, deberían plantearse esta pregunta y buscar la respuesta en el único lugar donde se puede encontrar: en el dominio de las teorías y políticas conflictivas de la economía. facciones contendientes.

Es bien sabido, o debería serlo, que los revisionistas siempre intentan esquivar y huir y esconderse de una discusión franca y abierta sobre estos temas primarios, y confundir la discusión con todo tipo de cuestiones de organización secundaria, cuentos de hadas y charla; mientras que los ortodoxos siempre insisten, a pesar de todas las provocaciones, en poner primero lo primero. El registro documental de la lucha de 1939-40 en el SWP ofrece una ilustración clásica de estas tácticas opuestas. (Véanse los dos libros: En defensa del marxismo y La lucha por un partido proletario).

Pensamos que Trotsky y nosotros teníamos razón en la forma en que condujimos esa gran lucha y la hemos tomado como modelo para nuestra conducta en la actual contienda. Por eso, en nuestra Carta a todos los Trotskistas, adoptada por nuestro Pleno del 25 Aniversario (El Militante, 16 de noviembre de 1953), colocamos las cuestiones teóricas y políticas en primer lugar y las cuestiones de organización en segundo lugar. Las mismas consideraciones han impulsado la presente contribución a la discusión, adelantándonos a un tratamiento más completo de las cuestiones derivadas de la organización internacional y las concepciones del internacionalismo.

¡Desechemos el viejo trotskismo!

En el Pleno de mayo del SWP las dos facciones del partido, que hasta ese momento habían estado luchando principalmente por cuestiones nacionales, concluyeron una tregua basada en el reconocimiento del derecho de la mayoría a liderar el partido según su política en los asuntos nacionales. También se acordó continuar la discusión sin lucha faccional. Esta tregua estalló muy pocas semanas después del Pleno por el estallido de una nueva controversia sobre cuestiones fundamentales de teoría que no habían sido planteadas directamente por la minoría antes del Pleno. Simultáneamente, la lucha de facciones en el SWP se extendió al campo internacional.

La primera señal para el nuevo estallido de la guerra entre facciones fue el anuncio por parte de la minoría del nuevo eslogan bajo el cual pretendían reanudar la lucha entre facciones: «¡Deseche el viejo trotskismo!» Este eslogan fue anunciado por Clarke como vocero de la minoría, en la reunión de miembros del Local de Nueva York el 11 de junio de 1953. Tanto los miembros del partido como los líderes, educados durante mucho tiempo en la escuela del trotskismo ortodoxo, reaccionaron bruscamente a este insolente lema y esperaron atentamente a ver qué se les ofrecería como sustituto de su antigua doctrina.

No tuvieron que esperar mucho. En el número de la Cuarta Internacional que salió en la prensa una semana más tarde, Clarke, como editor, contribuyó con un artículo sobre los nuevos eventos en la Unión Soviética. Este artículo, introducido de contrabando en la revista sin el conocimiento o la autorización del consejo de redacción, preveía la posibilidad de una autoreforma de la burocracia soviética en el siguiente idioma:

“¿El proceso tomará la forma de un levantamiento violento contra el gobierno burocrático en la URSS? ¿O las concesiones a las masas y el reparto del poder, como fue el largo curso de la revolución burguesa inglesa en la relación política entre la burguesía en ascenso y la nobleza en declive, socavarán gradualmente la base de la burocracia? ¿O será la evolución una combinación de ambas formas? Eso no podemos preverlo ahora «. (Cuarta Internacional, No 120).

Este descarado intento de hacer pasar este concepto de Deutscher en nuestra revista trotskista – llevar el ataque revisionista al público – agudizó enormemente la lucha entre facciones y dejó en claro, al mismo tiempo, que esta lucha ya no podía limitarse a cuestiones nacionales. La mayoría del partido, educada en la escuela de la ortodoxia trotskista, se levantó contra esta formulación reformista de las perspectivas soviéticas. Su protesta fue expresada por el camarada Stein.

En una carta a los editores, publicada en el siguiente número de la revista, señaló que Clarke «descarta la posición trotskista sobre la inevitabilidad de la revolución política de la clase trabajadora contra la casta gobernante soviética sin ninguna motivación sustancial». Añadió: «Si el camarada Clarke cree que las posiciones programáticas aceptadas del trotskismo sobre estos temas fundamentales ya no son válidas y requieren revisión, no debería haber introducido cambios tan serios de una manera tan brusca». (Cuarta Internacional, No 121).

Algunos camaradas de nuestro movimiento internacional, que protestan contra su propia «ortodoxia» mientras actúan como abogados de los revisionistas, han intentado minimizar la importancia de la formulación de Deutscheriana de Clarke en los posibles desarrollos soviéticos, que siguió tan de cerca el eslogan «¡desechar el viejo trotskismo! » Intentan hacerla pasar por “un malentendido”, una “mala oración que se puede enderezar fácilmente”, etc. Los desarrollos posteriores no apoyan esta certeza optimista.

La intervención del camarada Stein ofreció a Clarke y sus asociados faccionales en el SWP, así como en la Cuarta Internacional, una gran oportunidad para aclarar cualquier posible malentendido sobre esta cuestión fundamental. Lo invitó, en efecto, a «motivar» su revisión de las «posiciones programáticas aceptadas del trotskismo sobre estos temas fundamentales», o a retirarla.

Clarke no hizo ninguna de las dos. En el mismo número de la revista, afirmaba de forma anodina que la teoría de la autorreforma de la burocracia soviética, que había contemplado como una posibilidad definitiva, es verdadero trotskismo. En respuesta a las críticas de Stein, dijo:

“No descarto nada. Estoy intentando aplicar nuestro programa. Lo que está sucediendo es que el concepto de revolución política sostenido por el trotskismo mundial durante casi dos décadas ahora por primera vez es plausible de encontrar una aplicación en la vida real”.

Así cómo “el concepto de revolución política” puede “encontrar aplicación en la vida” mediante “concesiones a las masas y reparto del poder”, el concepto de reforma, quedó sin la explicación que Stein había exigido. En cambio, sus críticas pertinentes fueron ridiculizadas por «derivar aparentemente de la concepción de que las posiciones programáticas del trotskismo constituyen un dogma más que una guía para la acción».

Naturalmente, nadie está obligado a aceptar las formulaciones teóricas de Trotsky como dogma. Todas estas formulaciones en general, y la teoría de las perspectivas soviéticas en particular, están pensadas como una guía para la acción. Precisamente por eso, porque la revisión de la teoría tiene profundas implicaciones para la acción política de nuestro movimiento, si uno quiere desafiar esta teoría – que cualquiera tiene perfecto derecho a hacer – debe hacerlo abiertamente y declarar francamente lo que está mal en la vieja teoría, y en consecuencia, lo que está mal en la línea de acción para la que fue diseñada para «guiar».

Debería ofrecer una «motivación sustancial» para la nueva y diferente teoría de la autorreforma estalinista, y no, en el movimiento basado en la teoría de Trotsky, simplemente introducirla «de una manera tan despreocupada», como algo natural, por decirlo de alguna forma. Eso es todo lo que Stein exigió. Pero Clarke no respondió en estos términos. Su referencia gratuita al «dogma» – un mecanismo que hemos encontrado antes en conflictos con revisionistas “que juegan a las escondidas”- simplemente eludió cualquier explicación o motivación de su asombrosa declaración sin retirarla.

Sin embargo, compañeros de todo el país y co-pensadores de otros países, que leyeron este intercambio en la revista Fourth International, tomaron una visión más seria del asunto. Reconocieron que cuestiones fundamentales de la teoría estaban saliendo a la superficie en la lucha interna en el SWP, y las tendencias ortodoxas y revisionistas comenzaron a tomar partido en consecuencia.

La facción de Pablo en los británicos … [falta el texto en el original – MIA] perspectiva probable de desarrollo soviético que anteriormente había trabajado en secreto, hizo su primera aparición efectiva al calor de una demanda de que el artículo de Clarke se publicara en Inglaterra en lugar de otro artículo sobre el desarrollo soviético que había sido escrito desde un punto de vista ortodoxo. Burns y los demás trotskistas ortodoxos se opusieron a esto con el argumento de que el artículo de Clarke era contrario al programa de la Cuarta Internacional. La lucha abierta entre facciones en la sección británica comenzó a tomar forma a partir de ese momento.

El camarada Burns nos escribió con fecha del 10 de agosto de la siguiente manera:

“Los editoriales de Clarke abren una etapa decisiva de la lucha política. Estas no son cuestiones de formulaciones accidentales. Esta es la política real de la Minoría y sus partidarios».

Anteriormente, antes de que aparecieran las críticas de Stein en la revista, escribí a Nueva York desde Los Ángeles con fecha del 9 de julio:

“¿Vamos a avalar la posibilidad, como parece dar a entender Clarke al final de su artículo en la última revista, de que la burocracia estalinista se enderezará sin una revolución política? Bajo este encabezado, me gustaría saber el nombre y la dirección de cualquier grupo social privilegiado previo en la historia que haya derrocado voluntariamente sus propios privilegios”.

 Trotsky “No hay mayor honor a la memoria de Trotsky que continuar su labor “En Defensa del Marxismo” y completarlo sobre el título de “En Defensa del Trotskismo”.

El camarada Tom, un “viejo trotskista” de la escuela ortodoxa, que vio la nueva corriente revisionista en la Internacional y dio la alarma contra ella antes y con más claridad que nosotros, nos escribió desde el extranjero con fecha del 23 de agosto:

 

“No podemos hacer mayor honor a su memoria (de Trotsky), trece años después de su asesinato, que continuar su obra En defensa del marxismo, y completarla bajo el título ‘En defensa del trotskismo’ contra los nuevos revisionistas que están intentando profanarlo y – en este movimiento – desdibujan la culpa y el papel reaccionario de sus asesinos en la historia”.

Reconociendo el origen de Deutscheriano de la fórmula de Clarke, Tom continuó:

«¿Todos han leído el nuevo libro de Deutscher? Debería ser una lectura obligatoria para la lucha actual. Este hombre, como es bien sabido, ha pasado por nuestro movimiento internacional en su camino hacia las mazmorras de Fleet Street. No es alguien que se acerca a nosotros, sino alguien que se ha alejado de nosotros. Y la dirección, como nos enseñó Trotsky, es un elemento muy importante para juzgar la posición específica que toma el animal político en un momento dado. Es aclamado no solo por Clarke y sus amigos, sino también por la prensa burguesa británica (que, por sus propias razones, como creo que Jim dijo una vez de Churchill, se dedica a muchas ilusiones en estos días de predicamentos insolubles).

 “Pablo, me dice Burns, le comentó recientemente que Deutscher ha hecho más que nadie por popularizar ‘nuestras’ ideas ante una amplia audiencia. Deutscher ciertamente es un popular divulgador, pero no de nuestras ideas, es decir, las ideas trotskistas, aunque la mayor parte de la sustancia y la verdad de su presentación se toma prestado de esta fuente. Su nuevo libro, que pretende analizar el estalinismo y presentar pronósticos desde un punto de vista vagamente «marxista», tiene algunas fallas a este respecto: omite por completo una evaluación sociológica e histórica de la burocracia soviética; describe al estalinismo como una continuación del leninismo (es su fusión con la bárbara herencia rusa, según su descripción); hace pasar la destrucción física del partido de Lenin como algo de importancia moral más que política; justifica al estalinismo como históricamente necesario y, en su resultado final, progresista. Y, sobre esa base, proyecta la teoría del movimiento de «autorreforma» de Malenkov. Es decir, sobre la base de una distorsión del análisis trotskista, presenta una completa negación de la línea de lucha trotskista contra el estalinismo.

“Hasta ahora, nuestros nuevos revisionistas sólo han tomado prestado la mitad de sus conclusiones y han tratado de pasarlas de contrabando poco a poco como nuestra línea. Sin embargo, no debe olvidarse que las opiniones de Pablo sobre la realidad de la época de transición, en la que necesariamente las revoluciones deformadas y los estados obreros se convierten en la norma que se desvía del ideal de los clásicos marxistas, también tocan algunos puntos en el análisis de Deutscher. Últimamente no se ha oído hablar de estos puntos de vista, y por una buena razón: necesitan algún ajuste a la nueva realidad, por así decirlo. Pero, ¿se ha abandonado el concepto, la tendencia del pensamiento, detrás de ellos? Toda la evidencia es contraria «.

El camarada Peng, veterano líder y representante internacional de la sección china de la Cuarta Internacional, nos escribió lo siguiente, con fecha del 6 de octubre: 

“Aunque sabemos poco sobre la mayoría y la minoría en Estados Unidos, después de leer las dos posturas diferentes recientemente en La IV Internacional, nos queda claro. (Las cartas de S. y C. y la declaración del Editor se publican al final de la IV Internacional que leímos ayer). La Minoría ha comenzado a disociarse de la tradición trotskista que defiende la Mayoría. No es casualidad que la Internacional (el Secretariado Internacional pablista) apoye a la Minoría. De hecho, la idea de la minoría ha evolucionado a partir de algunos de los prejuicios en la Internacional, pero de manera más clara y distintiva «.

Peng ciertamente dio en el clavo cuando dijo que el Secretariado Internacional pablista «apoya a la minoría», aunque hasta ese momento habían estado fingiendo «neutralidad». La apertura de un debate público sobre las perspectivas de desarrollo en la Unión Soviética, precipitado por el artículo de Clarke, puso fin a esta postura. Pablo comentó sobre este número de la revista, no para condenar las formulaciones revisionistas de Clarke, sino la objeción a ellas. En una carta que nos envió el 3 de septiembre, escribió:

“… el último número de la CI, así como una serie de artículos recientemente publicados en El Militante, trazan un rumbo cuyo significado no es difícil de discernir. Nos parece que ahora estás en el proceso de desarrollar una línea diferente a la nuestra en dos planos fundamentales: la concepción y el funcionamiento de la Internacional; y la manera de entender y explicar los acontecimientos que se están desarrollando en la Unión Soviética y los países amortiguadores desde la muerte de Stalin».

Tenía toda la razón sobre eso. Ciertamente estábamos «desarrollando una línea diferente» a la de la facción de Pablo, no solo, como él dice, sobre «la manera de entender y explicar» los acontecimientos en la Unión Soviética y los estados satélites, sino también sobre los acontecimientos en Francia – diferente análisis teóricos del papel del estalinismo. Y, más concretamente, sobre qué decir y hacer sobre estos eventos: diferentes líneas de acción política «guiadas» por diferentes teorías.

La formación de facciones en la Cuarta Internacional comenzó a desarrollarse rápidamente desde la primera publicación de esta controversia teórica en la revista Cuarta Internacional y diferentes acciones de las facciones contendientes siguieron de diferentes. teorías con la velocidad del rayo. El repentino y violento estallido de la lucha abierta ha tomado por sorpresa a algunos camaradas internacionales, pero no tenemos la culpa de eso. Los acontecimientos pusieron a prueba las teorías en conflicto sin ningún lapso de tiempo, y ambas partes tuvieron que mostrar realmente sus posiciones en el terreno de la acción.

Hemos acusado a los revisionistas concretamente por sus acciones vergonzosas en relación con estos hechos, en la Carta a todos los Trotskistas del Pleno del 25º Aniversario del SWP. El movimiento todavía está esperando su respuesta a esta acusación.

“Simplemente Hazlo”

Si me he explayado en esta secuencia cronológica de acontecimientos desde la publicación del artículo de Clarke, no fue para exagerar el papel de Clarke en la precipitación de la discusión pública. Su importancia en la controversia deriva de su afirmación de ser el verdadero portavoz y representante de la posición real de Pablo, afirmación que se ha demostrado en vida que es 100 por ciento correcta. Si sus propias contribuciones a la discusión han parecido adquirir una importancia exagerada en esta presentación, es simplemente porque habló con más franqueza y sin rodeos; o, como escribió Peng, “más clara y distintamente” que su protector y reveló su posición real demasiado pronto.

Pablo prefiere el doble discurso, el disimulo y la duplicidad. Sabe que los cuadros formados en la escuela de Trotsky nunca podrán ser llevados al rechazo directo de su doctrina. Su método consiste en llevar a la Cuarta Internacional a una posición revisionista, no mediante la confesión franca y abierta de tal programa, sino mediante la imposición paso a paso de una política que, en la práctica, socavaría su rol histórico como movimiento político independiente, convirtiéndolo en una tapadera de izquierda del estalinismo y preparando su ulterior liquidación.

Si Pablo criticara a Clarke, dentro de los círculos de su facción común, no sería por el contenido de su artículo, sino por su imprudencia al estropear la estrategia por revelar prematuramente su significado real. Auer explicó una vez esta estrategia de los revisionistas en la práctica de la socialdemocracia alemana. En una famosa carta a Bernstein dijo: “Mi querido Ede, tú no apruebas tales resoluciones. No hablas de eso, simplemente lo haces«. (Citado en El dilema del socialismo democrático: El desafío de Eduard Bernstein a Marx, por Peter Gay. Página 267.)

En cuanto a los engañosos argumentos de los abogados de Pablo de que ha habido un «malentendido»; que la «frase desafortunada» de Clarke será repudiada; y todo el resto del galimatías diseñado para enturbiar la discusión de cuestiones fundamentales; la respuesta ya ha sido proporcionada por acciones que hablan más que las palabras.

La minoría del SWP, por la que habló Clarke, ha recibido, mientras tanto, el respaldo público de la facción de Pablo. Eso, en sí mismo, dice todo lo que una persona política necesita saber sobre su afinidad política. Trotsky solía decir que la indicación más segura de la posición real de un grupo son sus asociaciones y alianzas internacionales. «Dime quiénes son tus amigos y te diré quién eres». No hay ningún «malentendido» sobre esta alianza. Esto queda probado, si acaso se necesitan más pruebas, por el hecho de que en ninguna parte la facción de Pablo ha encontrado tiempo o espacio para repudiar las formulaciones deutscheristas de la minoría sobre la autorreforma de la burocracia soviética, ni su lema, «¡Deseche el viejo trotskismo!»

Al mismo tiempo, para demostrar que no hubo “malentendidos” de su parte, la minoría organizó un boicot a la celebración del 25 Aniversario del SWP, como manifestación pública contra la ortodoxia trotskista que representa nuestra lucha de 25 años. Este boicot precipitó su separación del SWP, que exigió declaraciones públicas de su posición en órganos distintos de la prensa del SWP. Pero ni en la primera carta de Cochran al periódico shachtmanita, ni en sus propias publicaciones independientes, han hecho la más mínima retractación, corrección o enmienda de sus formulaciones originales sobre la potencial autorreforma de la burocracia soviética y todo lo que dicho posicionamiento implica en términos de política práctica.

Esa es su posición real y la posición real de sus patrocinadores y aliados de facciones en la lucha internacional. Si queremos rastrear  la fuente teórica básica de todas las innumerables diferencias en cuestiones derivadas sobre tácticas y organización, encontramos que es su intento de revisar el análisis trotskista de la burocracia estalinista y desechar el programa derivado de este análisis. Es de esto de lo que realmente se trata la lucha de facciones en el movimiento trotskista internacional.

Los Ángeles, 27 de enero de 1954.

Traducción por Delfina Castellú para Izquierda Web

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