Obreros y burócratas

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  • La asimilación estructural estalinista de las periferias de Europa Oriental.

Zbigniew Marcin Kowalewski

Capítulo V de «Cómo se formaron y funcionaron las relaciones de explotación en el bloque soviético». Publicado originalmente en Inprecor N°685-686 mayo-junio 2021. Traducción del francés por Luz Licht

Antes de que los partidos comunistas asumieran el poder del Estado en Europa del Este que, a raíz de la división del mundo entre las potencias victoriosas, se encontraba en la “esfera de influencia” soviética, ellos sufrieron la primera de una serie de mutaciones políticas sucesivas, consistentes en la ruptura de su propia continuidad política. Esto fue necesario para la transformación de esos partidos obreros en partidos de la burocracia en el poder. En el caso extremo de Polonia, la ruptura tuvo lugar muy tempranamente y de manera radical, incluso antes de la guerra.A finales de los años 1930, la dirección de la Internacional Comunista disolvió, por ordenes de Stalin, el Partido Comunista polaco (KPP) y, sus numerosos cuadros exiliados en la URSS fueron exterminados casi por completo. El nuevo Partido Obrero polaco (PPR), creado a principios del año 1942, presentaba una profunda discontinuidad en relación al viejo KPP. No ocurrió lo mismo con los partidos comunistas de los otros países que pertenecían a la “esfera de influencia” soviética [1]. Los procesos de ruptura de la continuidad han sido escalonados, progresivos y, aunque que no es difícil de demostrar analíticamente, ocultados con mucho éxito.

En el periodo de entreguerras, la estalinización desigual e incompleta del movimiento comunista fuera de la URSS, combinado con su subordinación creciente a los aparatos del Estado soviético, no había erradicado aun completamente su internacionalismo. Justo antes de que se desatara la guerra germano-soviética, Stalin impuso un nuevo curso al movimiento. Georgi Dmitrov, secretario general del Komintern, registro en su diario el siguiente mensaje de su jefe soviético, transmitido a él y a sus colegas por Andrei Jdanov: “Habrá que desarrollar la idea de la combinación de un nacionalismo sano y bien entendido con el internacionalismo proletario.En los diferentes países, el internacionalismo proletario debe enraizarse en tal nacionalismo. (El camarada Stalin explicó que no puede haber contradicción entre el nacionalismo, correctamente entendido, y el internacionalismo proletario. Un cosmopolitismo sin raíces que niegue el sentimiento nacional y el concepto de patria no tiene nada en común con el internacionalismo proletario. Tal cosmopolitismo abre la vía al reclutamiento de espías, de agentes enemigos).” [2]

Durante la guerra, todos los partidos comunistas que operaban en la futura “esfera de influencia” soviética han sido obligados a sufrir una mutación que consistió en “enraizar definitivamente el internacionalismo” -que significaba en adelante una subordinación absoluta a los intereses estatales de la URSS- en un “nacionalismo sano y bien entendido”. El estalinismo, inculcando a sus partidos un nacionalismo contrario a su naturaleza, los sometió a una “modificación genética”. Después de la guerra, la transformación del capitalismo en los países de Europa central y oriental resulto de la necesidad de un ajuste y de una asimilación estructural de los sistemas políticos y socio-económicos de esos países al sistema soviético. Así, la caída del capitalismo no tuvo lugar mediante revoluciones -Moscú las había inexorablemente excluido del horizonte.

Los partidos comunistas no fueron llevados al poder por los movimientos de masas. Esos partidos no buscaron hacerlo aún allí donde el sentimiento popular anticapitalista estaba largamente extendido. Si los consejos de fabrica establecían un control obrero en las empresas y aspiraban a dirigirlas, los comunistas estalinistas les pusieron fin inmediatamente. Ellos buscaron, en cambio, penetrar en los aparatos del Estado, comenzando lo antes posible por el aparato de seguridad (policía política secreta). Ellos tomaron el poder bajo el amparo o la sombra del ejército, de los servicios especiales o de otros aparatos del Estado soviético. En algunos países, esto se produjo rápidamente, en otros estos tomo muchos años, lo que dependía de numerosos factores: las relaciones de fuerza internas y las combinaciones políticas posibles, las consideraciones internacionales de la política soviética, la importancia estratégica primaria, secundaria o terciaria de un país determinado para el Kremlin, etc.

Las nuevas autoridades decretaron la expropiación del capital y de las clases poseedoras en general por la nacionalización generalizada de la economía y la reforma agraria[3]. Los partidos comunistas “genéticamente modificados” legitimaron por el nacionalismo su monopolio del poder progresivamente establecido. Nacionalismo que se materializo en las limpiezas étnicas, en la opresión de las minorías nacionales y su asimilación forzada, así como en la reproducción de los modelos políticos, ideológicos y culturales del Estado uninacional elaborados en el curso de la entreguerra por los regímenes y los movimientos radicales de derecha. Antes de la “modificación genética” esos partidos no tenían modelos nacionalistas propios, ellos, por lo tanto, los tomaron prestados de quienes los tenían[4].

El carácter satélite de esos partidos era debido igualmente al hecho de que ellos eran minoritarios no solamente en las sociedades sino entre los movimientos obreros de sus países. Sin embargo, una vez que ellos se integraron a los aparatos del Estado y, sobre todo, cuando ellos tomaron el poder, pudieron aumentar de manera fenomenal el número de sus adherentes y devenir instantáneamente partidos de masas. En los lugares de trabajo, “se obligaba a los asalariados a unirse al partido contando para tales efectos con la participación generalizada de los departamentos de personal y con otras presiones administrativas”[5]. Según los datos de la historiografía de la época de la Polonia popular, hasta julio de 1944, es decir, aún bajo la ocupación alemana, el número de miembros del PPR se elevaba a 20.000. En enero de 1945, las filas de ese partido no contaban oficialmente más que 30.000 personas, pero, en febrero el PPR contaba ya 176.000 miembros y, en abril 302.000. Este crecimiento real o solamente en el papel provoco entre la dirección del partido ansiedad o, un reflejo de buen sentido, de suerte que luego de una “verificación” el numero de miembros se redujo a 189.000 desde julio. Hasta mediados de 1948, según datos del partido, las filas del PPR aumentaron nuevamente en relación a julio de 1944 hasta 50 veces; sin embargo, la gran mayoría de los miembros formales no cotizaban[6].

Las investigaciones de Jędrzej Chumiński muestran que los obreros miembros del PPR -contrariamente a los obreros del Partido Socialista- constituían en las fábricas el sector de asalariados menos educado y sin experiencia profesional [7]. Su adhesión al PPR “era el resultado de una intensificación significativa de las actitudes conformistas-oportunistas y un alto nivel de autoritarismo” y, por lo tanto, también el resultado de una tendencia de sumisión a “un Estado no democrático del cual todas las esferas de la vida social estaban subordinadas a la burocracia centralizada del partido”.La carencia de cultura política entre la masa de los miembros del partido era una de las principales razones de “la influencia relativamente débil del partido comunista entre los círculos obreros” [8]. Esto se hizo visible durante las grandes huelgas de los trabajadores textiles de Łódź en 1947 y de Żyrardów en 1951. En los dos casos, “si una obrera tenía una experiencia [previa a la guerra] de los métodos de resistencia y que conocía la tradición huelguista detenía su máquina, el resto la seguía” [9], independientemente de su filiación partidista.

En las otras sociedades del bloque emergente, los partidos de masas estalinistas se formaron de manera igualmente milagrosa. Parecía que, proporcionalmente a la población del país, el Partido Comunista checoslovaco devino en los años de la postguerra el partido comunista mas grande del mundo. Legal, masivo y parlamentario antes de la guerra, este debía aún su gran apoyo popular principalmente a dos factores. De una parte, se debía a la radicalización anticapitalista del proletariado de las grandes industrias (que no fue alterado por el hecho del que el PC checo paralizó tenazmente el movimiento autogestivo de los consejos de fábrica). De otra parte, se debía al rol jugado por ese partido después de la guerra en la campaña chovinista de limpieza étnica generalizada, contra las minorías alemana y húngara. Las dos minorías fueron expulsadas con la participación activa de los comunistas[10].

Como en otros países de Europa del Este, en Checoslovaquia la limpieza étnica ha sido, además de la asimilación estructural, una de las bases de la construcción del Estado satélite, en ese caso no sólo uni- sino binacional. Los comunistas checoslovacos estaban ya sólidamente implantados en los principales aparatos del Estado, en particular el aparato de seguridad pública, cuando la coalición gubernamental nacionalista a la cual ellos pertenecían se derrumbó en febrero de 1948.  En esas circunstancias, ellos organizaron un golpe de estado apoyado en una huelga general muy simbólica -de una hora solamente- y tomaron completamente el poder.

Ni ellos mismos llegaron a calificar a ese golpe como una revolución. Jon Bloomfield retomando el concepto desarrollado por Antonio Gramsci -o al menos el termino forjado por él- calificó al golpe de estado en Checoslovaquia de “revolución pasiva”, resaltando que su impulso “vino desde arriba y del extranjero, lo que tuvo enormes implicancias”[11]. Si se trataba de una “revolución pasiva”, se vio inmediatamente cuál era la principal diferencia entre ella y una “revolución activa” como la yugoslava: el hecho de que, contrariamente a esta última, esta fue estructuralmente asimilable por el régimen estalinista.

En la Europa ocupada por Alemania, los comunistas yugoslavos fueron los únicos en no adoptar la línea de “resistencia antifascista” impuesta por Moscú, sino en realizar una guerra revolucionaria y, el pujante Ejército Popular de Liberación que formaron liberó el país esencialmente por sus propios medios. Ellos rechazaron el acuerdo de influencias en Yugoslavia convenido entre Wiston Churchill y Stalin -se trató de un reparto “mitad-mitad”[12]. Después de la ruptura con Stalin en 1948, Josip Broz Tito declaró que desde el pacto Molotov-Ribbentrop y, sobre todo desde la conferencia de los “Tres grandes” en Teherán, la Unión Soviética participó de un “acuerdo sobre la división de esferas de influencia – un acuerdo imperialista” y “siguió conscientemente la vieja vía zarista del expansionismo imperialista”[13].

Los comunistas yugoslavos comprendían bien porqué el Kremlin les declaro una guerra ideológica increíblemente agresiva, destinada a aplastar su revolución. “Es sabido que la Segunda Guerra Mundial creo condiciones extremadamente favorables para que todo partido comunista pueda organizar una lucha revolucionaria”, escribió Svetozar Vukmanović-Tempo, uno de los principales dirigentes comunistas yugoslavos, para explicar porqué Stalin condujo a la derrota la revolución en Grecia. Estas condiciones, constataba él, se perdieron porque “para llevar a cabo su política hegemónica, la dirección soviética era resueltamente hostil a los movimientos y a las luchas revolucionarias en todo país en el cual no tenía el control asegurado (ya sea por la geografía, o por la “falta de fiabilidad” de la dirección o, en fin, por cualquier otra razón) o que debía devenir en objeto de un intercambio con los imperialistas (dado sobre la base de la división de esferas de influencias). Es por esto que, cuando las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial llegaron a su fin, esta ordeno a los comunistas franceses e italianos desarmar al pueblo, disolver todos los comités populares que se habían formado durante la guerra como órganos potenciales y mismo parcialmente propios de un régimen revolucionario, para participar de coaliciones burguesas (lo que significaba en los hechos liquidar todas las conquistas de la lucha revolucionaria y renunciar a seguir con la misma), etc. Vukmanović-Tempo explicó que los dirigentes del Kremlin “no estaban interesados en el desarrollo del movimiento más que en los países que se encontraban en la ‘esfera de influencia’ de la URSS y sobre los cuales estaban seguros de poder extender el control del gobierno soviético. En cuanto a los movimientos revolucionarios en los otros países, en la práctica, el gobierno soviético busco impedir su victoria” [14].

Vsevolod Holubnytchy, entonces militante de la izquierda radical en la diáspora ucraniana escribió sobre ese tema en 1953: “Stalin tenia miedo de una revolución” que pudiera estallar en cualquier parte de Europa, o en el mundo, “porque una verdadera revolución, no controlada por el Ejército Ruso y el MGB (Ministerio de Seguridad del Estado), tenia 99 chances sobre 100 de tomar un rumbo diferente al de Stalin y donde el Estado revolucionario que surgiera sería independiente de la URSS. En otros términos, Stalin tenía miedo del “titismo”, sobre todo tal como era en 1948”[15]. Él tenía exactamente miedo, por lo tanto, de la misma cosa que temió durante la Guerra Civil Española y de lo que llamaba trotskismo.

Los países de Europa del Este que fueron parte del Bloque Soviético fueron llamados “democracias populares” por el Kremlin. Ese término engañoso, que no estaba basado en ningún concepto[16], fue inventado sobre el terreno teóricamente pantanoso del “marxismo transgénico” soviético, únicamente para señalar que los estados periféricos del Bloque del Este se encontraban en un nivel de desarrollo sistémico no especificado, pero, inferior al del centro soviético. Este último se presentaba como socialista y justificaba así su superioridad y su supremacía.

La condición previa para la asimilación de las “democracias populares” era la formación de una capa burocrática dirigente de tipo estalinista y la instalación del modo de explotación de la clase obrera inherente a su dominación. En la URSS, el proceso de formación de la burocracia estalinista duro más de diez años y tuvo un curso catastrófico: no se cristalizo sino luego del Gran Terror. Aquí, el proceso debía desarrollarse mucho más rápidamente, en un periodo de unos cuantos años y, de una manera diferente, sobre todo con muchas menos convulsiones. El punto de partida fue, en el mejor de los casos, la burocracia aun mal separada del movimiento obrero (“unificado” en los primeros años de la postguerra) así como los sectores captados de la intelligentsia y de la pequeña burguesía.

La construcción rápida de una nueva capa burocrática dirigente sobre esta baso no era posible más que trasplantando en las “democracias populares” los modelos de los aparatos estalinistas, las prácticas y doctrinas de dominación elaboradas en la URSS. Estas fueron instaladas y puestas en pie bajo la supervisión de la burocracia soviética, incluso, in situ, bajo la supervisión de las secciones periféricas de sus aparatos -y, como hecho significativo, no solamente de los aparatos ideológicos de Estado, sino sobre todo a los aparatos represivos[17]. Esto se produjo necesariamente en el curso de dramáticas – pero no catastróficas – crisis políticas y de luchas de fracciones, de intervenciones y de amplias represiones por parte de los órganos de seguridad publica y de los servicios secretos militares – que, aunque situándose por fuera de las direcciones de los partidos, se encontraban al mismo tiempo bajo un fuerte control soviético y, cuyo rol en ese proceso fue enorme – y mismo con tribunales políticos dignos de la “Santa-Vehme”[18], de procesos políticos de gran espectacularidad y de ejecuciones.

No solamente intentaron poner bajo tutela a los obreros según el modelo estalinista, privándolos del derecho a la autoorganización, a la huelga y a toda forma de autoactividad y, quebrando la resistencia a la explotación por una legislación del trabajo represiva y una fuerte presión de la “masa de maniobra” bajo la forma de diversas categorías de trabajo no libre[19]. Aprovechando el hecho de que la industrialización fortaleció ampliamente a los elementos obreros nuevos, desprovistos de lazos de clase, la experiencia soviética que fue particularmente eficaz para su reclutamiento masivo en los rangos de la burocracia fue igualmente utilizada. Como en la URSS, esto fue crucial para la introducción de un modo de explotación de los obreros de tipo estalinista.

En ninguna parte fue posible obtener copias fieles de la burocracia y del modo de explotación soviéticos originales, formados en condiciones históricas diferentes. La muerte de Stalin, “el caso Beria” y la “desestalinización” krucheviana hundieron a la burocracia del conjunto del bloque en una profunda crisis política. Esta crisis desencadenó en algunos segmentos de la burocracia periférica tendencias a la fragmentación. Una de ellas tomo la forma de un tímido “revisionismo” que, en contacto con los movimientos sociales generó la demanda de un “socialismo con rostro humano”. La otra, paradójicamente en el terreno creado por el estalinismo, tomo una forma radicalmente nacionalista -este fue el caso de Rumania (y también en la periferia extremo-oriental, de Corea del Norte).

Pero la muerte de Stalin y la rehabilitación de sus víctimas más recientes – los médicos del Kremlin- bastaron para que las protestas obreras sacudan las relaciones de explotación. El 1ro de junio de 1953, levantamientos obreros explotaron en la gran ciudad industrial de Pilsen, en Checoslovaquia. Las huelgas estallaron también en otros muchos centros industriales del país, en al menos 129 empresas e involucraron al menos a 32 mil trabajadores[20]. El 16 de junio una protesta de obreros del barrio de Berlín sobre el boulevard Stalinalle desencadenó un movimiento huelguístico en mas de un millar de fábricas (medio millón de trabajadores participaron) y manifestaciones y asambleas en más de 700 pueblos y ciudades de Alemania del Este. Por primera vez en la periferia del Bloque, el ejercito fue utilizado contra los trabajadores – en este caso, se trataba de las fuerzas de ocupación soviéticas[21].

Tres años más tarde, el levantamiento obrero de Poznan, igualmente aplastado por la armada, esta vez nacional y, los eventos del Octubre Polaco sacudieron también la periferia de Europa del Este a tal punto que la revolución húngara debió ser reprimida por el ejército soviético para evitar el derrumbe del Bloque. “Parecía que luego de un furioso giro de la historia, las semillas brotaban en forma de consejos de estudiantes, de obreros y de soldados – como soviets “antisoviéticos” – [22] escribía E.P. Thompson en octubre de 1956, por entonces aun miembro del partido comunista, impresionado por lo que pasaba en Budapest. Sabemos hoy que el rol de los destacamentos insurreccionales obreros, los consejos obreros, su coordinación a nivel de los distritos y de las regiones y de las huelgas de masas fue enorme en esta revolución[23].

En la Unión Soviética, “las huelgas y, aún las formas más inofensivas de acción de los trabajadores, eran extremadamente peligrosas: se las reprimía violentamente y los organizadores corrían un gran peligro de terminar en un campo de trabajo forzado o ser aun ejecutados – no solamente bajo Stalin, sino también bajo (Nikita) Kruschev y (Leonid) Brezhnev”[24]. Desde que la burocracia estalinista consolido su dominación hasta mediados de 1989, la más grande huelga de masas, combinada con manifestaciones callejeras, se desató en junio de 1962 en la fábrica de locomotoras de Novotcherkassk encendió a esta ciudad obrera. Los trabajadores que se manifestaban en las calles llevaban banderas rojas e imágenes de Lenin. La manifestación fue reprimida por las tropas de los Ministerios del Interior, de Seguridad del Estado y de Defensa. Todo se llevó a cabo bajo la supervisión de dos miembros del Politburó enviados al lugar. Siete de los participantes fueron condenados a muerte y ejecutados[25]. Esto se produjo durante el reinado de Kruschev -el más liberal antes de la Perestroika.

Luego de un largo periodo de estancamiento los obreros soviéticos no recuperaron su fuerza colectiva hasta julio de 1989, cuando una avalancha repentina de huelgas estalló en las grandes cuencas carboníferas del Kouzbass, de Donbass, de Vorkouta, de Ekibastouzy de Karaganda[26]. Como los movimientos independentistas de las naciones oprimidas que, fueron los primeros en utilizar el arma de las huelgas de masas durante la Perestroika, este movimiento obrero que resurgió sacudió a tal punto el Estado soviético que, sin guerra civil ni intervención militar extranjera, se derrumbó como un castillo de naipes. Este mismo había resistido anteriormente la prueba histórica de la Segunda Guerra Mundial. Algunas décadas más tarde, se desplomó de un día para el otro por el peso de sus contradicciones internas, exponiendo la fragilidad de su naturaleza.

En su obra “Marxismo e historia” S.H. Rigby escribió que en la “Revolución Traicionada” Trotsky ofreció “un clásico intento de caracterizar a la Unión Soviética a partir de posiciones marxistas”. Trotsky, explicaba Rigby, “consideraba la apropiación del poder por la burocracia como una forma transitoria antes que durable de organización social. La Unión Soviética podía progresar hacia el “verdadero” socialismo o, hacia el capitalismo y la propiedad privada de los medios de producción”.

Pero Rigby tenía dudas: “Por ahora parece que ni la toma del poder revolucionaria por el proletariado ni la restauración del capitalismo fueran una opción muy probable para la Unión Soviética. Al contrario, incluso los disidentes piensan que la sociedad soviética goza de una estabilidad deprimente. La Unión Soviética no es por lo tanto una forma de sociedad transitoria sino una nueva forma de sociedad”. Rigby estaba en lo cierto respecto a que eso no era el socialismo. Él por lo tanto concluyo que era “mejor conceptualizarla como una nueva forma de sociedad de clase”[27]. Rigby escribió eso en 1987, cuatro años antes de la caída de la URSS. Aunque en sus trabajos como historiador él haya sido generalmente infalible cuando se trataba de distinguir fenómenos de larga y corta duración, en este caso él careció de perspectiva histórica. En la época, muchos otros investigadores, intelectuales y teóricos de la izquierda radical cometieron errores similares. Rápidamente quedó en evidencia que la pretendida permanencia y estabilidad del régimen soviético, del Estado mismo y del conjunto del Bloque Soviético eran puras ilusiones.Ninguna “nueva forma de sociedad de clase” surgida en la historia duró demasiadas décadas. El carácter demasiado efímero y radicalmente inestable de esta “nueva forma” muestra el hecho de que en la URSS y, más tarde en el Bloque Soviético, un nuevo modo de producción (del género del enigmático “colectivismo burocrático”) no tuvo lugar, ni pudo renacer bajo ninguna forma un viejo modo de producción (como el quimérico “capitalismo de Estado” en sus diversas variantes teóricas). La Unión Soviética, escribió Flitzer, era “una formación social históricamente inestable que no era ni capitalista ni socialista y que, en cuanto tal no disponía de ningún regulador eficaz de la economía o de la reproducción de su estructura social”[28], “Ella funcionaba sobre un nivel de tal nivel de contradicción interna y de inestabilidad que no podía ser jamás otra cosa que una formación social efímera”[29].

Durante determinado tiempo después de la Revolución de 1917, la sociedad soviética era una sociedad de transición entre el capitalismo y el socialismo. “Entre” – lo que no significa pasar del capitalismo al socialismo” y “estar edificando el socialismo” (y mucho menos una sociedad que hubiera ‘construido el socialismo’ contrariamente a lo que Stalin ya había proclamado antes de la guerra. Ella podía evolucionar en un sentido o en otro -sea hacia el socialismo, sea hacia el capitalismo y, ella podía también quedar bloqueada en cualquier parte de esa ruta de doble vía y, degenerarse. No solamente debido al subdesarrollo sino sobre todo porque el socialismo en un país incluso en un grupo de países es imposible, la sociedad soviética dependía de las revoluciones en otras regiones del mundo, principalmente de las más desarrollados.La degeneración burocrática de la Revolución de Octubre, coronada por la contrarrevolución de Stalin, finalmente bloqueó la posibilidad de evolución hacia el socialismo. La vuelta hacia una sociedad de transición entre el capitalismo y el socialismo no era posible sin una nueva revolución obrera que derribara al régimen burocrático y estableciera su poder. Sin ella, la sociedad soviética no podía ser más que una sociedad de transición en el sentido de estar transitoriamente “desconectada” del sistema capitalista mundial.

[1]  Algunos historiadores piensan que con el ascenso de Stefan Foris, secretario general del Partido comunista rumano, por la llamada «facción de las prisiones» (que incluía a los militantes dirigidos por Gheorghe Gheorghiu-Dej que habían pasado la guerra en las prisiones rumanas, y no en la clandestinidad, como Foris, o en la URSS, como Anna Pauker) en 1944 y su asesinato dos años más tarde, hubo igualmente una ruptura completa en la continuidad histórica del partido. «El comunismo rumano de la prey de la postguerra son dos mundos completamente diferentes» y la ruptura que se produjo en 1944 «era tan completa como profunda que la ruptura separó el socialismo de los discípulos de Constantin Dobrogeanu-Gherei y al comunismo leninista en 1921». A. Cioroianu, Pe umerii lui Marx. O introducereînistoriacomunismuluiromânesc, CurteaVeche, București 2005, p. 50. Ver también P. Câmpeanu, Ceauşescu, aniinumărătorii inverse, Polirom, Iași 2002, pp. 106-151.

[2] I. Banac (bajo la dir. de), TheDiaryof Georgi Dimitrov, 1933-1949, Yale UniversityPress, New Haven-London 2003, p. 163.

[3]  B. Fowkes, TheRise and FallofCommunism in Eastern Europe, Macmillan Press, Houndmills, Basingstoke-London 1995, pp. 6-71; J. Rothschild, N.M. Wingfield, ReturntoDiversity. A PoliticalHistoryof East Central EuropeSinceWorldWar II, Oxford UniversityPress, New York-Oxford 2000, pp. 75-146.

[4]  K. Verdery, NationalIdeologyUnderSocialism. Identity and Cultural Politics in Ceauşescu’s Romania, Universityof California Press, Berkeley-Los Angeles-Oxford 1991; M. Savova-Mahon Borden, ThePoliticsofNationalismUnderCommunism in Bulgaria. Myths, Memories, and Minorities (Dissertation), Universityof London. UniversityCollege London. TheSchoolofSlavonic and East EuropeanStudies, London 2001; M. Mevius, AgentsofMoscow. TheHungarianCommunistParty and theOriginsofSocialistPatriotism 1941-1953, Oxford UniversityPress, Oxford-New York 2005; Y. Sygkelos, NationalismfromtheLeft. TheBulgarianCommunistPartyduringtheSecondWorldWar and theEarly Post-WarYears, Brill, Leiden-Boston 2011; J.C. Behrends, «TheStalinistvolontégénérale: LegitimizingCommunistStatehood (1935-1952). A Comparative Perspectiveonthe USSR, Poland, Czechoslovakia, and Germany», East Central Europe/La Europa del centro-este vol. 40 n° 1/2, 2013, pp. 37-73; S. Bottoni, Stalin’sLegacy in Romania. TheHungarianAutonomousRegion, 1952-1960, Lexington Books, Lanham-Boulder-New York-London 2018.

[5]  J. Chumiński, Robotnicypolscy 1945-1956. «Stary» i «nowy» ośrodekprzemysłowynaprzykładzieKrakowa i Wrocławia, WydawnictwoUniwersytetuEkonomicznegoweWrocławiu, Wrocław 2015, p. 155.

[6]  N. Kołomejczyk, M. Malinowski, PolskaPartiaRobotnicza 1942-1948, Książka i Wiedza, Warszawa 1986, pp. 51, 225, 262; M. Szumiło, RomanZambrowski 1909-1977. Studium z dziejówelitykomunistycznej w Polsce, InstytutPamięciNarodowej, Warszawa 2014, pp. 165, 183-184; P. Kenney, RebuildingPoland. Workers and Communists, 1945-1950, Cornell UniversityPress, Ithaca-London 1997, p. 219.

[7]  J. Chumiński, op. cit., pp. 163-168.

[8] Ídem, pp. 180, 163, 182.

[9] P. Kenney, op. cit., p. 128; M. Fidelis, Kobiety, komunizm i industrializacja w powojennejPolsce, W.A.B., Warszawa 2010, p. 110.

[10] M. Heimann, Czechoslovakia. TheStateThatFailed, Yale UniversityPress, New Haven-London 2011, pp. 150-176.

[11] J. Bloomfield, PassiveRevolution. Politics and theCzechoslovakWorkingClass, 1945-1948, Allison &Busby, London 1979, p. 11.

[12]  Churchill contó que, en octubre de 1944, luego de entrevistas con Stalin, «el momento era propicio para los negocios» y que él había declarado: «Pongámonos de acuerdo sobre nuestros asuntos en los Balcanes. Sus ejércitos están en Rumaniay en Bulgaria. Nosotros tenemos intereses, misiones y agentes allí. Pero no entremos en disputas por nimiedades. En lo que concierne a Gran Bretañay Rusia, ¿no le convendría tener un 90 % de su influencia en Rumania, con nuestro 90 % en Grecia y una repartición mitad y mitad en Yugoslavia?» Cuando su pregunta fue traducida a Stalin, él le escribió en un papel. Stalin «tomó su lapicera azul, puso una gran firma sobre la hoja de papel y la giró en nuestra dirección. Todo en menos tiempo de lo que llevaba decirlo.» W.S. Churchill, The Second World War vol. VI, Houghton Mifflin, Boston 1953, p. 198. Ver también la presentación de la discusión privada de los comunistas yugoslavos Milovan Ɖjilas, Vladimir Dedijery JožeBrilej con Churchill en 1951, en V. Dedijer, TheBattle Stalin Lost. Memoirsof Yugoslavia, 1948-1953, Spokesman, London 1978, p. 65.

[13] J. Broz Tito, «H kritikistalinizma», ČasopiszaKritikoZnanosti, Domišljijo in Novo Antropologijo vol. VIII n° 39/40, 1980, pp. 158, 161. Ver además Z.M. Kowalewski, «JugosławiamiędzyStalinem a rewolucją», Le Monde Diplomatique – edycjapolskan° 7, 2013, pp. 30-32.

[14] S. Vukmanović [-Tempo], How and WhythePeople’sLiberationStruggleofGreeceMetWithDefeat, TheMerlinPress, London 1950, pp. 2-3.

[15] V.H. [Holubnychy], «Stalin’sTheoryof “CapitalistEncirclement”», Labor Action vol. 17 n° 3, 1953, p.

[16] Un intento serio, pero, por la fuerza de los acontecimientos, infructuoso, de encontrar y reconstruir el concepto de democracia popular sobre la base de la «teoría soviética», ha sido emprendido por H.G. Skilling, «“People’sDemocracy” in Soviet Theory (I-II)», Soviet Studies vol. 3, n° 1, 1951, pp. 16-33, et n° 2, 1951, pp. 131-149.

[17] El rol jugado en ese proceso por los aparatos del Comisariado del Pueblo sobre Asuntos Interiores (NKVD) luego del Ministerio de Seguridad del Estado (MGB) de la URSS ha sido presentado sobre la base de una investigación profundizada a partir de los archivos por Н.В. Петров, По сценариюСталина. Рольорганов НКВД-МГБ СССР в советизациистранЦентральной и ВосточнойЕвропы. 1945-1953 гг. [N.V. Petrov, Selon le scénario de Staline. Le rôle des organes du NKVD-MGB soviétique dans la soviétisation de l’Europecentrale et orientale 1945-1953], РОССПЭН, Москва 2011.

[18] “Fehmgerichte” (el término viene de una palabra del bajo-alemán que significa «castigo») o “Santa-Vehme”era una sociedad secreta de inspiración religiosa creada en Westfalia en el siglo XIII y activa hasta su disolución en 1811. La “Santa-Vehme” impartía justicia de manera expeditiva, se reunían en secreto y no pronunciaban más que dos sentencias: la absolución o la condena a muerte. Sus jueces mantenían el secreto en cuanto al estatuto, al funcionamiento y a las deliberaciones de ese tribunal. La institución pretendía actuar en nombre de la Santa Sede. (ndt original)

[19] La creación y la utilización por el poder burocrático en formación de una tal«masa de maniobra» como medio de presión sobre la clase obrera era una de las condiciones de base para el establecimiento de relaciones de explotación. Ver P. Barton [J. Veltruský], A. Weil, Salariat et contrainte en Tchécoslovaquie, Marcel Rivière, Paris 1956, pp. 204-307.

[20] J. Smula, «TheParty and theProletariat: Škoda 1948-53», ColdWarHistory vol. 6 n° 2, 2006, pp. 153-175; K. McDermott, «Popular Resistance in CommunistCzechoslovakia: ThePlzeňUprising, June 1953», ContemporaryEuropeanHistory vol. 19 n° 4, 2010, pp. 287-307.

[21] B. Sarel [Sternberg], La classeouvrièred’Allemagneorientale. Essai de chronique (1945-1958), Les Éditionsouvrières, Paris 1958, pp. 54-170; G. Dale, Popular Protest in East Germany, 1945-1989, Routledge, London-New York 2005, pp. 9-56.

[22] E.P. Thompson, «ThroughtheSmokeof Budapest», en C. Winslow (bajo la dir. de), E.P. Thompson and theMakingofthe New Left. Essays&Polemics, MonthlyReviewPress, New York 2014, p. 37.

[23] B. Lomax (bajo la dir. de), HungarianWorkers’ Councils in 1956, Social ScienceMonographs-Atlantic Research and Publications, Boulder-Highland Lakes 1990; J.C. Sharman, Repression and Resistance in CommunistEurope, Routledge Curzon, New York 2003, pp. 72-92.

[24] D. Filtzer, Soviet Workers and Late Stalinism, p. 202.

[25] S.H. Baron, BloodySaturday in the Soviet Union. Novocherkassk, 1962, Stanford UniversityPress, Stanford 2001; V.A. Kozlov, MassUprisings in the USSR. Protest and Rebellion in the Post-Stalin Years, Routledge, Abingdon-New York 2015, pp. 224-287.

[26] D.R. Marples, UkraineUnder Perestroika. Ecology, Economics and theWorkers’ Revolt, Palgrave Macmillan, New York 1991, pp. 175-217; D. Filtzer, Soviet Workers and theCollapseof Perestroika. The Soviet Labor Process and Gorbachev’sReforms, Cambridge UniversityPress, Cambridge-New York 1994, pp. 94-108; S. Clarke, P. Fairbrother, V. Borisov, TheWorkers’ Movement in Russia, Edward Elgar, Aldershot-Brookfield 1995, pp. 18-82.

[27] S.H. Rigby, Marxism and History. A CriticalIntroduction, Manchester UniversityPress, Manchester 1987, pp. 242, 243-244.

[28] D. Filtzer, Soviet Workers and De-Stalinization. TheConsolidationofthe Modern Systemof Soviet ProductionRelations, 1953-1964, Cambridge UniversityPress, Cambridge-New York 1992, p. 122.

[29] D. Filtzer, «Labor Discipline, the Use ofWork Time, and the Decline ofthe Soviet System, 1928-1991», International Labor and Working-ClassHistory vol. 50, 1996, p. 24.

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