Los trotskistas en la URSS (1929-1938) – Pierre Broué: Primer balance

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Pierre Broué

Este breve ensayo histórico nos ha parecido necesario para presentar documentos de inmenso interés en este número y el siguiente. En esta documentación hemos encontrado un complemento necesario para nuestra recopilación documental preparada para la presentación de las Obras de Trotsky. Nuestro objetivo se vería en gran parte colmado si provocara en un futuro cercano trabajos sistemáticos sobre la Oposición de Izquierda en la URSS, especialmente a través de los papeles de exilio de Trotsky.

Pero nos parece que hemos aprendido a lo largo de este camino. Desde luego, el cineasta que emprendiera hoy la tarea de contar esta historia no podría concluirla más que mediante la secuencia descrita por María M Joffé sobre la muerte de Faina V Iablonskaia, ”bella y (quien) mantenía la cabeza alta a pesar de tener sus manos atadas detrás de la espalda”[137], debajo del vestido teñido de sangre de la antigua Komsomol Raia V Lukinova que yacía sin vida en la nieve.[138] Pero nuestra concepción de la historia va más lejos que tras la mera reconstrucción de una de las más espantosas tragedias de este siglo, rico, no obstante, en genocidios.

Era común, después de algunos años, durante los años treinta, particularmente en el caso de los historiadores norteamericanos, presentar a Trotsky como “completamente aislado” de la realidad soviética, hasta el punto de haber ignorado totalmente la crisis del aparato y la prehistoria del asesinato de Kirov. Los descubrimientos de los investigadores del Instituto León Trotsky sobre el “bloque de los oposicionistas” de 1932 demuestran lo incorrectas que eran semejantes interpretaciones.

Cabe añadir que, hasta el presente, los historiadores de la Unión Soviética y del movimiento comunista – incluido Isaac Deutscher[139] – se han interesado mucho más por Trotsky que por los trotskistas y, en cierto modo, han participado del mismo enfoque.

Recientemente, una escuela de pensamiento – que no tiene nada que ver, al menos con una cierta forma de análisis histórico – se ha esforzado, con resultados poco afortunados, en demostrar que el ”trotskismo” no era en realidad más que una simple variante del ”bolchevismo”, poco diferenciada en última instancia del ”estalinismo” que ha surgido igualmente de él, y, de este modo, condenado a desaparecer a partir del momento en que sus dirigentes se encontraban ”aislados” de ese ”poder” que era, en suma, su única razón de ser…

Ambas interpretaciones, nutridas ciertamente por orientaciones políticas y preocupaciones en principio muy distantes, plantean no obstante un tema infinitamente más viejo y más constante, alimentado por los adversarios de derecha del “trotskismo” – la socialdemocracia y el estalinismo – que explican la desaparición ”final” de los trotskistas de la URSS por su ”sectarismo”, o, dicho con otras palabras, por una actitud consistente en negar la realidad – convirtiéndoles así en una especie de desecho de la Historia.

Nos parece que los documentos, sobre los que se basa el presente estudio, hacen igualmente justicia contra estas últimas interpretaciones. Muestran en efecto que la corriente encarnada en la URSS por la Oposición de Izquierda constituyó, cuando menos, un fenómeno importante y permanente en la vida política de ese país hasta en el año 1940, por no decir un factor a menudo determinante. ¿Es preciso recordar a este fin el homenaje rendido a sus adversarios trotskistas de los años treinta por el jefe de la ”Orquesta Roja”, Leopold Trepper, estalinista desencantado – un homenaje valioso, sin duda, para muchas generaciones?

”Los trotskistas tienen el derecho de acusar a los que en otro tiempo bailaban al son de la comparsa. Que no olviden nunca que los trotskistas poseen, en comparación con nosotras, la ventaja inmensa de tener un sistema político coherente susceptible de reemplazar al estalinismo, y de aferrarse a una convicción profunda sobre la Revolución traicionada. Ellos no ‘confesaban’, porque sabían que sus confesiones no servirían ni al partido ni al Socialismo”.[140]

Aún hoy, en la URSS, no se ha dado ninguna explicación coherente que respete la realidad concreta sobre los crímenes estalinistas de los años treinta ni sobre la historia del propio estalinismo. Aún hoy la interpretación “trotskista” de este periodo de la historia soviética está proscrita en la URSS para los investigadores y para una generación de jóvenes historiadores que no han conocido a Stalin. ¿Es realmente posible creer que esto pudiera suceder si los trotskistas de los años treinta y las interpretaciones que éstos aportaban hubieran estado hasta tal punto alejadas de la realidad de la sociedad soviética de entonces… y de hoy?

No volveremos aquí sobre la permanencia de la corriente trotskista en la base, en las fabricas e incluso en los koljoses, incluso en el período posterior a la destrucción de su organización como tal, una permanencia que atestiguaron los descubrimientos de Merle Fainsod en los archivos de Smolensk[141], y que confirman hoy los hallazgos hechos en los papeles del exilio de Harvard. Quisiéramos solamente subrayar, a modo de conclusión, que las cándidas almas que tratan hoy hacer creer que el ”trotskismo” era una ”variante leninista” muy cercana al estalinismo tienen muchas dificultades para explicar hechos que pensamos que desde ahora quedan irrefutablemente establecidos. Creemos, en efecto, poder afirmar 1) que los trotskistas fueron, entre 1928 y 1940, los únicos adversarios consecuentes del estalinismo con apoyo popular, 2) fueron esos adversarios los que aterraron – incluso después de su exterminio – a Stalin y los suyos, 3) contra ellos fue necesario emplear los métodos más radicales, la ”solución final”, para poder liquidarlos.

Si los trotskistas hubieran sido sectarios sin esperanza, doctrinarios realmente desligados de la vida política y de la masa de la población soviética, seria de hecho imposible entender, por ejemplo, por qué Stalin lanzó toda la represión de masas desde fines de los años treinta – los procesos de Moscú, la gran Purga – bajo el signo de la lucha contra todos los que estaban comprometidos con el bloque de 1932 entre las diversas oposiciones del partido y los trotskistas. Krustchev, como buen cómplice, guardó cuidadosamente el secreto, ¿no dió involuntariamente la clave de la respuesta a esta cuestión revelando la existencia del famoso telegrama de septiembre de 1936 en el que Stalin acusaba a la GPU de tener un retraso de cuatro años? Sería del mismo modo absolutamente imposible comprender por qué fue para los bolcheviques leninistas Stalin el que diseñó el sistema de los ”campos de concentración”, encargados de suplir las prisiones atestadas. ¿Y, por qué, cuando las prisiones y los campos estuvieron superpoblados por centenares de miles de nuevos detenidos, fue a los trotskistas a los que el régimen decidió separar de las otros, creando para ellos esos campos y prisiones especiales que los aislaban – a ellos y sólo a ellos – de la masa de detenidos para quienes ellos eran evidentemente los únicos capaces de ofrecerles una interpretación y motivos para combatir?

Si los trotskistas hubieran sido “sectarios” impenitentes o “soñadores” utópicos, alejados de la realidad, ¿es posible creer que hubiera sido necesario, para acabar con su existencia – que era en sí misma una forma de resistencia – masacrarlos hasta el último en Vorkuta? Sobre los millones de detenidos liberados de los campos de concentración tras la muerte de Stalin, los testimonios dan cuenta de la supervivencia de mencheviques, socialistas revolucionarios, zinovievistas, derechistas, algunas decenas, sin duda, de cada categoría, mientras que los trotskistas sobrevivientes pueden contarse con los dedos de una sola mano.[142] ¿Fue esto verdaderamente por azar?

Los historiadores, incluso los no estalinistas y hasta los antiestalinistas, en su conjunto han dado una versión de los años treinta en el fondo paralela a la que nosotras criticamos aquí y en última instancia cercana a la que era evidentemente necesaria para el régimen estalinista. Negar la existencia de un bloque de oposiciones, negar, como algunos lo han hecho la existencia misma de grupos comunistas de oposición, no ver una realidad en la cual los trotskistas eran solicitados por todas las otras oposiciones comunistas para entrar en un ”bloque” con ellos, ¿no era ésta una forma particular de contribuir al aislamiento de los trotskistas, de minimizar su rol? Victor Serge, a su regreso a la Unión Soviética en 1936, critica vivamente el análisis de la prensa soviética hecho por Trotsky, donde éste creía poder evaluar en una decena de miles el número de sus partidarios – desorganizados – golpeados por la represión que comenzaba a gran escala. La opinión mundial, entre 1936 y 1938, fue golpeada por un número elevado de viejos bolcheviques que ”confesaban” bajo el látigo del procurador Vychinsky, renegaban de si mismos y cubrían a Trotsky de las injurias rituales. Un análisis más minucioso permite demostrar, no obstante, que incluso un IN Smirnov, quebrado por meses de interrogatorios, encontró la manera de escapar a las falacias del procurador y dar respuestas que eran en realidad una condena de las tesis de la acusación y una defensa del mismo Trotsky.[143]

¿Pero qué significa que no se haya pensado en nombrar junto a los que ”confesaron” a los que no ”confesaron”? El silencio final de los Lominadzé, de los Sten y de los Riutin, de los Preobrajensky, Smilga, Mdivani y aún de un Sosnovky ¿no es tan elocuente como el de los ”bolcheviques-leninistas” auténticos? ¿,Cuántos de estos ”capituladores” murieron sin dar a Stalin la ”confesión” que intentó extraerles por todos los medios de extorsión – brindando a la vez a Trotsky el supremo homenaje de rechazar la última capitulación? Los trotskistas, a quienes algunos quieren a todo precio presentar como ”aislados”, ¿no están, para la historia, ligados a esas decenas de miles de bolcheviques que, como ellos, prefirieron la muerte a la confesión, deshonrosa para ellos mismos y para la causa que servían?

La cuestión nos parece cada vez más comprensible. Los documentos que hasta el presente han dormido en la sección cerrada de los archivos de Trotsky habrán tenido al menos el mérito, desde que salieron a la luz del día, de barrer todas las interpretaciones de la historia soviética que hacen de ella un compartimento cerrado de la historia universal, regida por sus propias leyes, escapando a las leyes generales de la historia de las sociedades, y de la lucha de clases en particular. Tienen igualmente el mérito de reubicar la historia soviética en su contexto internacional, la historia mundial del siglo XX, y de darle a la victoria hitleriana de comienzos de 1933 con relación a la URSS la misma significación que se le reconocía hasta hoy con relación a la historia mundial. Les documentos que siguen y que fue necesario, no sin inconvenientes, seleccionar entre tantos otros tan abundantes, son el testimonio de una extraña cualidad humana, pero también una reflexión a la vez única e inestimable sobre los problemas de una sociedad en transición hacia el socialismo, todo lo cual justificaría una publicación más exhaustiva.

Permítannos, para terminar, mencionar las reflexiones que nos inspiran las observaciones de María M Joffé en relación a su compañero de presidio Andrei Konstantinov, llamado Kostia. Escribe:

“Las personas devienen héroes en los momentos de tensión particular, pero Kostia era siempre así, hiciere lo que hiciera, muy simplemente, muy naturalmente (…) Sus palabras y sus actos eran parte integrante de su persona y no hubieran podido ser diferentes – era simplemente él mismo (…). La vida de Kostia se funda con su objetivo. Él no lo abandonaría nunca”.[144]

Al término de este trabajo nos ha parecido que la más sangrienta utopia que pueda atribuírsele a Stalin es la de haber creído que se podía eliminar a todos los Kostia de la faz de la tierra. Mientras que es la humanidad misma, en el curso de su combate para dirigir su propio destino, la que produce los Kostia de todos los países.

 


[137] Ibídem, p. 34.

[138] Ibidem, p. 41

[139] Isaac Deutscher (1907-1967), miembro del PC en Polonia en 1926, tras haber sido excluído en 1932 del partido se unió a la Oposición de Izquierda donde rápidamente se convirtió en uno de sus más brillantes periodistas. Emigrado a Gran Bretaña en 1939, fue primero biógrafo de Stalin, y tras la muerte de éste, fue el autor de una biografía de Trotsky en tres volúmenes.

[140] Leopold Trepper, El Gran Juego, p. 64.

[141] Los archivos de Smolensk, tanto del Partido como de la GPU, cayeron en 1941 en manos de la Wehrmacht durante su ofensiva-relámpago. Debieron caer en 1945 en manos del ejército norteamericano. Un repertorio de los documentos que contienen fue publicado en la obra de Merle Fainsod, ”Smolensk Under Soviet Pule”.

[142] Entre los invencibles que han sobrevivido a Stalin, aparte de María M Joffé misma, se puede mencionar al ”profesor rojo” N. Palatnikov y al antiguo redactor de Trud, D Vorjblovsky, ambos corresponsales de Trotsky en el exilio, a quienes el alemán Claudius volvió a encontrar en Vorkuta después de 1953. Entre los capituladores que finalmente salvaron su vida pueden mencionarse a dos: Boris S Livshitz (1896-1949), antiguo profesor rojo, que capituló después de IN Smirnov y retomó junto a él una actividad clandestina que le valió un nuevo arresto en diciembre de 1932. Ignoramos la fecha en la que fue liberado; fue corresponsal de guerra durante la segunda guerra mundial. Sobre Sergei I Kavtaradzé, cf. N… 34. Fue arrestado en enero de 1930 y durante algún tiempo estuvo detenido en Verkhneuralsk. Fue liberado sin “confesión” previa en 1932, rehabilitado en 1940 y devino inmediatamente Vice-Comisario del Pueblo para relaciones exteriores. Ley Z Kopelev (nacido en 1912) cuenta en su relato autobiográfico, ”No Jail for Thought”, que había pertenecido durante algunas semanas en 1929 a la Oposición de Izquierda clandestina en Kharkov y estuvo, por esa razón, algunos días en prisión en la primavera de ese año: este episodio debió perseguirle algunos años más tarde, especialmente en el curso de su ”affaire” al finalizar la guerra. En la obra aquí abajo mencionada, Kopelev indica de paso que en 1929 la ligazón entre el ”centro” trotskista de Moscú y los bolcheviques-leninistas” de Kharkov estaba garantizada, bajo el seudónimo de “Volodia”, por Kazakievitch, en ese momento estudiante del Instituto de construcción de máquinas de Kharkov. Emmanuil G. Kazakievitch (1913-1962), conocido como escritor judío antes de consagrarse como escritor ruso, obtuvo dos veces el premio Stalin de literatura. Entré al partido en 1944. ”La Tarjeta Azul”, uno de sus últimos libros, escrito tras la muerte de Stalin, incluía alusiones favorables a la Oposición. Kopelev escribe que el episodio de la actividad oposicionista de Kazakievitch no fue probablemente conocida más que por sus amigos cercanos; en efecto no parece haber sido arrestado nunca. Otro sobreviviente, IK Dachkovsky, se pronunció en 1967 sobre Trotsky, en una carta a la Pravda reproducida en el ”samizdat”, Polititchesky Dnevnik 1964 1970, pp. 258-260.

[143] En una carta a Trotsky, la secretaria de la comisión Dewey, Suzanne La Follette, revela que IN Smirnov, en su última declaración en su proceso, destruyó la estructura misma de la acusación proclamando que Trotsky era un enemigo porque consideraba al Estado soviético como un Estado fascista – lo que evidentemente dejaba entender que Trotsky no era una aliado del fascismo, como pretendía la acusación, (S. La Follette a Trotsky, 3 de septiembre de 1937, Biblioteca del Colegio de Harvard, 2611).

[144] MM Joffé, op. cit., p. 90 y 94.

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