La oposición “bolchevique leninista” y la clase obrera

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Красная Площадь, Троцкий Лев Давидович 1918 год

 

  • El principal enemigo de la burocracia a fines de la década de 1920 era la oposición comunista de izquierda que se había formado al interior del mismo partido dominante. Su ala mayoritaria era la de los “bolecheviques leninistas” encabezados por Trotsky; mientras que un grupo menor, pero más radical, eran los “decistas” (Centralistas Democráticos), dirigidos por Timofei Sapronov y Vladimir Smirnov.

Aleksei Gusev

Aleksei Gusev es un historiador ruso, especialista en el trotskismo y la oposición política a Stalin en la URSS en los años ‘20 y ‘30.


 

Los últimos años de la década de 1920 han pasado a la historia soviética como el momento de la “gran ruptura”. Económicamente, esta ruptura implicó el fin de la Nueva Política Económica (NEP) y el tránsito a una “colectivización total” de la agricultura, así como a una industrialización forzada. Políticamente, significó que el régimen de poder personal de Stalin se estableciera de modo firme y que se completara la transformación del Partido Comunista en un dócil instrumento del régimen. Socialmente, o en términos de clase, estos eventos implicaron la consolidación del dominio total de la burocracia del partido-Estado sobre todas las esferas de la vida social. El resultado fue la formación de un sistema cuya esencia se mantuvo prácticamente inalterada por más de seis décadas.

Naturalmente, este gran cambio social, que convirtió a la Rusia de la NEP en la tierra del “socialismo” estalinista, no podía suceder sin una agudización de los conflictos sociales y políticos, de los cuales participaban las tres fuerzas sociales principales: la burocracia, los pequeños propietarios y los obreros. Para implementar la estrategia de la “gran ruptura”, la burocracia debió someter a la clase obrera del campo y de la ciudad a las exigencias de la “acumulación primitiva” de capital estatal y, por consiguiente, despojarlos de la posibilidad de defender sus intereses ante el Estado. Al hacerlo, el objetivo principal de la burocracia era prevenir cualquier tipo de articulación política de la protesta social. En otras palabras, el régimen necesitaba sobre todo destruir aquellos grupos que pudieran ser portavoces del descontento social.

El principal enemigo de la dirigencia comunista a fines de la década de 1920 era la oposición comunista de izquierda que se había formado al interior del mismo partido dominante. Su ala mayoritaria era la de los “bolecheviques leninistas” encabezados por Trotsky; mientras que un grupo menor, pero más radical, eran los “decistas” (Centralistas Democráticos), dirigidos por Timofei Sapronov y Vladimir Smirnov. En 1927-1928, cerca de 8.000 opositores fueron expulsados y sus líderes exiliados por decisión del décimoquinto congreso. Ambos grupos de oposición pasaron a la clandestinidad convirtiéndose, en esencia, en organizaciones políticas independientes, con sus propios centros y redes de células locales.

Esta separación del partido gobernante, que coincidió con la crisis de la NEP y el comienzo de la “gran ruptura”, trajo consigo cambios fundamentales en la composición de la oposición comunista y en la naturaleza de su actividad. Un grupo significativo de viejos cuadros, negándose a quebrar con el Partido Comunista e interpretando el nuevo curso de la dirigencia como el cumplimiento de sus principales demandas (aceleración de la industrialización, lucha contra los kulaks), argumentó a favor de la reconciliación con la “línea general” del partido y por un fin a la actividad “fraccional”. Por otro lado, en la clandestinidad, estaban los elementos “irreconciliables” que no consideraban la industrialización y la colectivización como fines en sí mismos: para ellos tenía una importancia mucho mayor el problema de la la “democracia proletaria” y la posición de la clase obrera en el “Estado proletario”. Y fueron precisamente estos problemas los que pasaron a un primer plano en la actividad de los grupos de oposición entre 1928-1929.

Durante estos años, las condiciones de vida de los obreros soviéticos fueron deteriorándose cada vez más. A fines de 1927, se implementó una reforma de la escala salarial y muchas habilidades y calificaciones fueron degradadas administrativamente, mientras que los salarios recortados. [1] Al mismo tiempo, se realizó una revisión general de las normas de productividad y de pago por pieza, elevándose las normas y reduciéndose el pago. Una directiva partidaria ordenó que las normas debían basarse en la máxima productividad “técnicamente posible”, lo que significaba la intensificación del trabajo hasta sus límites, sin compensación material alguna. [2] Objetivos similares se buscaron con la introducción de la jornada laboral de siete horas en distintas ramas de la industria. Esta medida, ampliamente proclamada por los cuerpos partidarios como una gran victoria para la clase obrera, en realidad trajo consigo un pronunciado incremento en la carga física sobre los obreros: a aquellos que manejaban tres tornos se les haría trabajar con cuatro o cinco, además de contar ahora con turnos nocturnos. El aumento de los precios, a pesar de una mayor escasez de alimentos; el aumento de las rentas implementado en 1928; y la retención de una parte de los salarios de los obreros en un fondo estatal para “préstamos industriales”: todas estas medidas significaron un ajuste de los salarios reales.

A comienzos de 1928, durante la negociación de acuerdos colectivos, desde el Politburo emanó una directiva según la cual las normas y el pago por piezas no debían fijarse para todo el año, sino ser revisadas de acuerdo al “trabajo diario”. [3] Así, los cuerpos administrativos de las industrias tuvieron el derecho de recortar los salarios obreros cuando creyeran conveniente. Los acuerdos colectivos, cuya importancia ya había sido significativamente socavada por la arbitración estatal forzada, finalmente perdieron todo contenido y se convirtieron en formalidades vacías. Al mismo tiempo, el empuje por una intensificación del trabajo aumentó, sin un correspondiente aumento de los salarios. Se fijó la meta de aumentar la productividad en un 17,5% en el año financiero 1928-1929, mientras que un 5% de aumento en los salarios nominales para el mismo periodo. El esfuerzo excesivo en el cumplimiento de estas nuevas normas causó agotamiento y enfermedad entre los obreros. [4]

Naturalmente, las políticas del partido-Estado dieron origen a protestas obreras, bajo la forma de resistencia tanto pasiva como activa. En enero de 1929, Pravda (el periódico del comité Central del partido (CC)) sostuvo en un artículo principal que “la caída en la disciplina laboral” en las fábricas se había convertido en un “fenómeno de masas” en el cual estaban involucradas capas enteras de la clase obrera; también reclamaba que los obreros no entendían “los objetivos de la racionalización socialista”. [5] Llamados como este a fortalecer la disciplina laboral fueron respondidos por los obreros (en notas anónimas entregadas en asambleas de masas): “Nosotros, la clase obrera, mantendremos disciplina en la producción cuando dejemos de estar presionados por una clase ajena, esto es, la administración, o, en otras palabras, el Partido Comunista”. [6]

Numerosos informes de un creciente disenso entre los trabajadores fueron enviados al centro desde los cuerpos partidarios locales. Por ejemplo, el comité distrital del partido en Vyborg, Leningrado, apuntó: “Como resultado de su ánimo deteriorado, los trabajadores asumen una actitud crítica hacia los cuerpos administrativos de la industria, los sindicatos, las cooperativas […], acompañada de pesimismo, protesta pasiva (expresada en ausencias en las asambleas, indiferencia hacia organizaciones obreras [i.e., sindicatos y comités de fábrica]), y en algunos lugares de protesta activa, bajo la forma de italianki [paros en que los trabajadores asistían a su lugar de trabajo, pero no trabajaban o bien reducían el ritmo basicamente a cero]. [7] De hecho, la “disminución de la disciplina laboral” y la extensión de un ánimo de protesta entre los trabajadores fue de la mano en muchos lugares con huelgas, de las cuales la OGPU [8] contó un total de 1.569 entre 1928-1929. [9] Aunque la mayoría de estas acciones ocurrieron espontáneamente, una tendencia hacia la auto- organización era evidente: en toda una serie de casos, las huelgas fueron precedidas por actividad preparatoria. Los huelguistas intentaron unirse con compañeros de otras empresas e incluso coordinar sus actividades entre distintos sectores industriales. El ocho de julio de 1929, por ejemplo, la OGPU arrestó a participantes de una reunión ilegal de trabajadores ferroviarios. [10]

Las protestas contra la explotación intensificada, los ajustes salariales, el aumento de los precios de los bienes de consumo, y la escasez de productos llevó a algunos trabajadores a sacar conclusiones políticas que no podían sino que causar ansiedad en los organismos del partido-Estado. Un informe secreto hecho por el Departamento de Información del CC registró acusaciones contra el poder estatal que incluían: “nos hacen trabajar como en Ford, pero nos pagan como en China […] todo lo que hemos ganado nos ha sido arrebatado”, “sólo esperen a que los trabajadores agarren del cuello a quienes se lo merecen”, entre otros comentarios. [11] En la región industrial de Ivanovo, al noreste de Moscú, funcionarios del partido notaron una multiplicación de los ánimos “anti-soviéticos” entre los trabajadores, expresados de una manera particular: “los comunistas no pueden pilotear la nave del Estado. Están manejando el país hacia la ruina con su política. La revolución ha fracasado. Es hora de derrocar el régimen bolchevique”. [12]

De este modo, cuando la oposición comunista centró su atención en la “cuestión obrera” – que previamente no había figurado entre sus principales prioridades- [13] esto fue bajo condiciones que aseguraban que la agitación contra el gobierno por los salarios, condiciones laborales y el régimen de trabajo en las fábricas tendría recepción entre la clase obrera. Si hasta 1927 la oposición había preferido presentar sus planteamientos ante la dirigencia partidaria, fundamentalmente sobre “grandes problemas políticos” y sólo en foros partidarios, ahora decidía dirigirse directamente a esa clase a nombre de cuyos intereses declaraba estar actuando. Para el decimoquinto congreso del partido, en diciembre, panfletos de oposición ya habían aparecido en las fábricas de Moscú, en los cuales la “revisión general de las normas de productividad y el recorte indiscriminado del pago por piezas” fueron sometidos a aguda crítica, y se plantearon demandas por el fin del “poder arbitrario de los capataces y de los administradores industriales”. [14]

En otoño de 1928, la oposición publicó una plataforma de dieciocho puntos dirigida especialmente a la “cuestión obrera”. “A lo largo de todo el periodo de la NEP, los intereses de los obreros soviéticos jamás han estado sujetos al tipo de ataques desenfrenados llevados a cabo este año por la burocracia sindical, partidaria e industrial”, escribían los bolcheviques leninistas. Los opositores llamaban a una lucha resuelta contra el intento del Estado por desechar los acuerdos colectivos y con ello “abiertamente afirmar la abolición de los derechos de los trabajadores”. Exigían que los salarios se aumentaran en estricta correspondencia con los aumentos en productividad laboral y que no se permitiera su rezago. La plataforma proponía incluir en los acuerdos colectivos una cláusula sobre los aumentos salariales del año siguiente, de modo que se compensara el aumento de los precios de los bienes de consumo (10%), y que se aumentaran los salarios en un 5% adicional. “La oposición rechaza categóricamente la objeción de los burócratas de que no hay fondos para pagar un aumento salarial de los trabajadores”, planteaba la plataforma. “Los fondos pueden recolectarse mediante recortes decisivos en el hinchado aparato de soviets, sindicatos y del partido, con una correspondiente redirección de los fondos públicos”. [15] Los opositores declaraban que la burocracia dominante, mientras “economizaba” a costillas de los trabajadores, era sin embargo generosa en dinero para ella misma: “El gasto en el aparato partidario es de 120 millones de rublos, y en el aparato sindical es de 250-300 millones. […] Al promover un activismo genuino entre las masas, estos gastos pueden ser reducidos por mucho. El trabajo partidario y sindical debe estar enraizado en las masas, no entre funcionarios pagados. […] El aparato de la OGPU cuesta más de 100 millones de rublos. […] La fracción que se emplea contra la oposición y para “vigilar” a los trabajadores y a los desempleados debe terminar”. [16]

En sus proclamaciones, artículos y discursos en reuniones de fábrica y también clandestinas, los bolcheviques leninistas sostuvieron que el aumento en la presión económica y administrativa sobre la clase obrera se debía al deseo de la burocracia dominante de hacerlos pagar las consecuencias de una crisis política causada por la dirigencia política. Los estándares de vida de los obreros industriales y de los funcionarios de las categorías más bajas disminuyeron, pero no podía decirse lo mismo de los grupos privilegiados. Por ejemplo, en otoño de 1928, un aumento significativo de las rentas se aplicó a los sectores de bajos ingresos, mientras que se omitió casi completamente a aquellos de altos ingresos. [17] Al mismo tiempo, el Politburó ordenó un aumento del 20% en los salarios de los miembros partidarios que tuvieran cargos superiores. [18] “¡Cuán completamente deben estar comprometidos con los intereses del aparato burocrático, y ajenos a los intereses obreros, para tomar tales decisiones!” concluía el boletín de la organización bolchevique leninista de Moscú. [19]

El giro de los opositores hacia la agitación activa en las fábricas, su fuerte crítica de las políticas sociales y económicas del gobierno, junto con sus denuncias del privilegio burocrático y de la desigualdad, todas sirvieron para fotalecer su posición entre los trabajadores. Si antes los trabajadores habían sido indiferentes a los conflictos partidarios internos, considerando que no les afectaban, ahora comenzaron a expresar simpatía por la oposición. En informes secretos sobre el ánimo en las fábricas, las organizaciones partidarias notaron que obreros planteaban cosas como: “la oposición tenía razón al decir que están estrujando a los trabajadores”; “han expulsado [del partido] a todos quienes defendían la clase obrera; y “la GPU ha mandado a Trotsky y a otros opositores a Siberia. […] Esto a uno lo hace recordar los viejos tiempos. Lo hicieron bajo [el Zar] Nicolás [II], ahora hacen lo mismo bajo Stalin, para así mantener a la clase obrera bajo presión.” [20] En octubre de 1928, un trabajador de Ivanovo-Voznesensk le escribía a un opositor conocido suyo que había sido exiliado: “Ahora entiendo que lo que decías era totalmente correcto. Tus palabras –cuando dijiste que no hay pan, que lo están racionando, que hay filas para todo y escasez en todas partes- se han hecho realidad. Se está poniendo malo. A los trabajadores se los encierra, haciendo el trabajo de tres. Ahora maldigo porque antes estaba ciego, no podía ver, no podía darme centa, de que estabas diciendo la verdad. Y no pudimos defenderte, no pudimos entender”. [21] Hubo muchos obreros apartidistas que colaboraron con los opositores distribuyendo proclamas y que los ayuderon a esconderse de los agentes de la OGPU. El comité partidario de Moscú recibió informes de resistencia obrera ante la confiscación de panfletos de oposición. [22]

El periódico del CC, Bolchevique, planteaba que la oposición en las fábricas era “no sólo incapaz de llevar sus resoluciones a una sola asamblea de masas, sino que incapaz de recibir un puñado de votos a su favor”. [23] Pero la realidad era bastante diferente. En un informe secreto sobre los resultados de la campaña por los acuerdos colectivos de 1927- 1928, el departamento de información del Comité Central notó que: “en diversos lugares de trabajo [la oposición] fue exitosa, movilizando a un grupo significativo de obreros. En algunos lugares dirigieron asambleas en fábricas, donde sus representantes asumieron la presidencia. Hubo instancias en que las asambleas aceptaron resoluciones opositoras, mientras que las de las células partidarias fueron derrotadas. [24] Durante una campaña pra renovar los acuerdos colectivos esto sucedió de nuevo. En distintas fábricas y talleres individuales los obreros votaron una vez más –y en algunos casos unánimemente- por las resoluciones de la oposición dirigidas contra la política de la administración industrial y del gobierno. El departamento de informaciones del CC informó, por ejemplo: “En una asamblea general de obreros en Moskovshvei, a miembros partidarios que hablaron contra los opositores se les negó hablar, con gritos como “¡basta de mentiras!”. La asamblea votó por un addendum al acuerdo coletivo que había sido propuesto por la oposición. [25] La OGPU informó al Politburó que, en distintos lugres de trabajo, grupos de empleados que habían entrado en conflicto con la administración expresaron apoyo por la “línea general de la oposición”, considerándolos “los únicos defensores de los trabajadores”. [26]

Una vez que los opositores comenzaron un trabajo sistématico entre el proletariado industrial, descubrieron que su propaganda suscitaba una respuesta considerable. “Hay amplias posibilidades para nosotros entre la clase obrera, pese al temor y a la represión”, planteó el centro pan-ruso de los bolcheviques leninistas en un informe de abril de 1929. “Aun no atraemos a todos los que podrían involucrarse”. El mismo documento planteaba que casi no había simpatizantes de la política estalinista entre los trabajadores, mientras que por otro lado había fuertes ánimos “izquierdistas” y “derechistas”. También mencionaba a grupos organizados con una “ideología nebulosa”, cuyos miembros estaban convencidos de cooperar con la oposición. En vista de su falta de propagandistas, fondos y literatura, la dirigencia de la oposición clandestina le solicitó a sus camaradas que vivían en el exilio  que prepararan panfletos para obreros y material para grupos de lectura. [27]

El éxito de la actividad de la oposición en torno a la “cuestión obrera” le dio la oportunidad de organizar a un número significativo de trabajadores. Al dirigir el movimiento espontáneo de trabajadores bajo condiciones de una profunda crisis social, levantamientos campesinos, preocupaciones por la escasez de alimentos en las ciudades y una insatisfacción general respecto al regimen, los bolcheviques leninistas, quienes en 1928- 1929 habían mantenido una red relativamente extensa de células clandestinas, podían haberse convertido en una fuerza política seria. Pero las masas sólo podían haber sido movilizadas sobre la base de una plataforma concreta con claras indicaciones sobre como podía materializarse. La principal debilidad de los bolcheviques leninistas era la falta de un programa de acción claro y convincente. Aunque plantearon una vez más la demanda por la expansión de la “democracia obrera” en el partido, los sindicatos y soviets, los opositores no pudieron explicar como esto se realizaría, dado que, como ellos mismos reconocían, la burocracia ejercía una completa dominación sobre estas instituciones y reprimía fuertemente toda manifestación de iniciativa independiente. Los llamados a la democratización de la vida pública y las propuestas para su implementación plasmadas en el documento principal de los bolcheviques leninistas -su plataforma para el decimoquinto congreso- estaban dirigidos a esa misma burocracia. Una situación análoga predominaba respecto a su agitación sobre la “cuestión obrera”: habiendo expuesto la presión administrativa y económica sobre la clase obrera y presentando una serie de medidas para mejorar la situación, la oposición se limitó a llamados generales de lucha contra los ataques sobre los derechos obreros, sin especificar los métodos que podían emplearse. Personas que leyeran los panfletos de oposición y compartieran las visiones críticas expuestas en ellos, bien podrían haber concluido que les correspondía sólo una actividad: apoyar a los representantes de la oposición en las asambleas, así como la inserción de enmiendas a los acuerdos colectivos y otras resoluciones. Pero incluso si las asambleas de fábrica hubieran aceptado resoluciones esbozadas por los opositores, o reclamado contra las políticas sociales y económicas del gobierno, esto no podia producir ningún resultado práctico, puesto que el poder real estaba totalmente concentrado en otra esfera: en las manos de los cuerpos partidarios y estatales, la administración de fábrica y la OGPU.

Los trabajadores reconocían este hecho y no tenían ilusiones sobre la efectividad de participar en los distintos tipos de encuentros oficiales. Los “sondeos de la situación en la URSS” hechos mes a mes por la OGPU para la dirigencia soviética, una y otra vez referían a la “actitud pasiva” de los obreros en éstos, que a menudo eran suspendidos debido a la baja asistencia. Un comentario registrado fue: “¿Cuál es el punto de que vayamos a estas reuniones y nos quejemos? Las cosas no se harán de nuestra manera, en todo caso.” [28] Muchos trabajadores veían las tácticas de la oposición, que ponía mucha fe en estas reuniones, bajo un punto de vista similar. En el informe del centro intersindical de los bolcheviques leninistas se anotó que: “entre los trabajadores que simpatizan con nosotros, a menudo hay un ánimo de: “son buenas personas, pero es inutil hacerse problemas. No serán capaces de hacer nada’”. [29]

Los líderes de oposición explicaban esta paradoja –la dependencia de la oposición clandestina en métodos exclusivamente legales y reformistas de la clase obrera –en términos del “carácter proletario” del Estado soviético. Trotsky admitía: “un trabajador, razonando de acuerdo a su experiencia, bien podría llegar a la conclusión de que el poder  ya está fuera de las manos de la clase obrera, que el ‘tríangulo’ [30] domina en el lugar de trabajo, que la crítica está prohibida, que el aparato es todopoderoso en el partido, y que tras las organizaciones soviéticas son los burócratas quienes dan las órdenes, etc.” [31] Tales conclusiones, según Trotsky, estarían equivocadas –puesto que el poder sólo se había escapado de las manos de la clase obrera “en cierta medida: en una medida muy limitada, muy lejos de ser algo definitivo”. [32] Trotsky ni por un segundo admitió que las funciones de la clase dominante podían pasar a la burocracia del partido-Estado: esto no era posible en su esquemática concepción de la lucha de clases y su estricta dicotomía “proletariado/burguesía”. Si el poder no pertenecía a los propietarios privados, razonaba, esto significaba que pertenecia a la clase obrera. Los líderes de la oposición trotskista no tenían problemas con la obvia contradicción entre el hecho probado de que la clase obrera no tenía derechos y sus propias afirmaciones de que la “dictadura proletaria” había sido preservada en la URSS. Para ellos la cuestión clave para definir el carácter de clase del régimen era la concentración de los medios de producción en el Estado y la existencia de un monopolio del comercio exterior. [33]

De la concepción del Estado Soviético como “proletario” se derivaba la convicción de que los trabajadores debían luchar por sus derechos e intereses sólo en el marco de las estructuras oficiales, que no necesitaban ser rechazadas o destruidas sino cambiadas desde dentro. Los líderes trotskistas estaban asustados de la posibilidad de que las protestas obreras se convirtieran en una confrontación política abierta con el poder estatal y el partido gobernante. En una carta de mayo de 1928, Trotsky enfatizó que las reacciones de los trabajadores a la política burocrática de la dirigencia estatal podían “sobrepasar los límites aceptables, i.e., los límites del partido bolchevique y la dictadura proletaria”. Bajo estas condiciones, sostuvo, el deber de la oposición debia consistir en ayudar al partido resistiendo de la manera más enérgica a tales tendencias entre la clase obrera.[34]

Los líderes bolcheviques leninistas, preocupados por una radicalización del movimiento obrero tan profunda que pudiera socavar el régimen del partido comunista –entendida por ellos como la única forma que la dictadura proletaria podía asumir- veían con gran cautela tácticas proletarias como la acción huelguística.. Admitían la posibilidad, bajo circunstancias extremas, de huelgas con demandas económicas, pero se oponían categóricamente a huelgas políticas dirigidas contra el Estado “obrero”. La posición de principios sobre este problema fue formulada por Mikhail Okudzhava, Vasilii Kosiior y Khristian Rakovskii de esta manera: “El deber de la oposición es canalizar las demandas de la clase obrera hacia la legalidad sindical y partidaria, y alejar a la clase de métodos de lucha como, por ejemplo, las huelgas, que dañan a la industria y al Estado y, por tanto, a los trabajadores mismos”. [35]

Los líderes trotskistas rechazaron categóricamente la perspectiva de organizar a los trabajadores descontentos en un nuevo partido político en oposición al Partido Comunista. Del mismo modo, estaban alarmados por cualquier manifestación de insatisfacción con el sistema unipartidista de gobierno. En la primavera de 1928, en una carta a Lev Sosnovskii sobre una discusión en torno a los ajustes salariales en una empresa industrial en Kremenchug, al este de Ucrania, un opositor de la ciudad escribió: “Muchas tendencias nocivas han surgido en relación a este problema. Por ejemplo, cuando se lanzó una campaña contra la oposición […] comenzaron a circular rumores de que la oposición organizaría un nuevo partido. Y los trabajadores respondían: “OK, déjenlos organizarlo y luego veremos cuál partido realmente defiende a la clase obrera. Porque ciertamente este partido [comunista] no está tomando nuestro lado’. Notas molestas como éstas se oyen bastante a menudo entre trabajadores”. [36] Ciertamente, la expresión de ánimos como este, “molestos” para los trotskistas, no era poco común; expresiones de opiniones similares, aprobando la idea de formar un partido obrero de oposición, también fueron registradas por los cuerpos partidarios en Moscú. [37] Pero, a pesar de que la oposición misma se había convertido, en los hechos, en una organización política independiente, los bolcheviques leninistas seguían considerándose como una “fracción del partido comunista”, esperando su inminente regreso a un partido gobernante de alguna manera “reformado” , y rechazaban firmemente la idea “burguesa” del multi-partidismo.

Esta orientación estrictamente reformista ni siquiera fue alterada por el reconocimiento de las actitudes negativas de los trabajadores hacia las células del partido. Así, en una carta a uno de sus compañeros en el exilio, Sosovnoskii explicó que las organizaciones partidarias en los lugares de trabajo eran objeto de desconfianza y de ninguna manera eran consideradas como una vanguardia. “Al contrario, un comunista, a los ojos de un obrero apartidista, es el jefe o el secuaz del jefe”. Sosnovskii describía un incidente, en el momento del decimoquinto congreso, cuando se le acercó un obrero no partidario, simpatizante de la oposición, quien era tenido en alta estima por sus compañeros en una fábrica grande de Moscú donde trabajaba. Este trabajador le pidió consejos a Sosnovksii y a otros opositores en relación a la invitación que había recibido para uirse al partido durante el masivo “reclutamiento de octubre”. El trabajador planteó el siguiente problema: “Si se une ahora al partido, entonces arriesga perder la confianza de las masas trabajadoras, pues esas masas miran a quienes hoy se unen y piensan: ‘Así que se aburrieron de ser un torno, prefieren caminar por todas partes con una maleta.’ ¿Le serviría de algo a la oposición si se uniera al partido y perdiera la confianza las masas trabajadoras?” Los opositores respondieron afirmativamente –y, de acuerdo a Sosnovkii, tenían todo el derecho a hacerlo, puesto que el enfoque general de la oposición era trabajar sólo dentro de las estructuras partidarias. [38]

Esta posición también se basaba en la actitud ambigua de los líderes de la oposición a hacer trabajo político fuera del partido. Por un lado, consideraban necesario ganar apoyo entre trabajadores no partidarios, pero, por otro, le advertían a los líderes de los grupos clandestinos de oposición a no priorizar esta tarea – aunque al mismo tiemp oadmitían que tales esfuerzos eran  más productivos que los intentos de influenciar las células partidarias.

  • El mismo concepto de “democracia obrera”, bajo cuya bandera la oposición comunista convocaba a la clase, era bastante ambiguo y poco definido. Trotsky abiertamente aclaraba que no significaba el regreso de “todos los derechos” a la clase obrera, puesto que ello significaría la restauración de la democracia burguesa, i.e., el capitalismo. Consideraba la democracia aceptable sólo si no violaba “la sistematización de todas la relaciones sociales” en el marco de la dictadura del Partido Comunista. La libertad de las organizaciones obreras bajo “su  propio Estado” era, de acuerdo a Trotsky, innecesaria e incluso dañina.
  • En otras palabars, a los obreros se les llamaba no a luchar por la emancipación de la dictadura que los gobernaba, sino solo por el reemplazo de malos dictadores por otros buenos.

En la estrategia de los bolcheviques leninistas, las luchas obreras tenían un rol auxiliar para influenciar al partido, dirigidas a reformarlo. Pero a la luz de la transformación del partido, a fines de la década de 1920, en una estructura verticalmente organizada del aparato estatal burocrático, totalmente subordinada a un pequeño grupo de líderes, las esperanzas de “auto- reforma” eran completamnete utópicas. Igualmente ingenua era la dependencia de la oposición de las formas legales de lucha: bajo condiciones en que el totalitarismo estaba tomando forma y todas las organiaciones sociales eran convertidas en apéndices del Estado, canalizar las luchas obreras “hacia la legalidad” –esto es, constreñirlas en el marco de las estructuras oficiales burocratizadas- sólo podían deliberadamente llevarlos a la derrota. El temor de la oposición de levantarse contra el sistema del partido-Estado como un todo limitó a sus activistas, desorientó a su potenciales simpatizantes, y bloqueó el desarrollo efectivo de su lucha.

Una sección de los bolcheviques leninistas reconoció los problemas causados por el carácter ambiguo y contradictorio del programa y tácticas de oposición ya en la segunda mitad de 1928. Esto sucedió, entre otras razones, porque nuevas personas con ideas frescas se estaban uniendo a los grupos de oposición. En la primavera de 1929, la dirigencia clandestina de los trotskistas observó: “Desde el año pasado hemos experimentado un aumento significativo de miembros del partido, con quienes previamente no tenían lazos con nosotros e incluso nos combatían. Una parte significativa del trabajo de oposición debería transferirse a los hombros de estos compañeros, puesto que quedan pocos de los viejos cuadros expulsados [del partido]”.[41] Los nuevos activistas clandestinos eran sobre todo obreros, atraídos hacia la oposición por su acciones en los lugares de trabajo donde antes del decimoquinto congreso sus células eran débiles o inexistentes.[42] Entre los expulsados del partido por actividad opositora a fines de 1927 y comienzos de  1928, 46,9% eran obreros, en comparación a los campesinos que constituian el 8,8% , mientras que los funcionarios (sluzhashchie) constituían el 39.7%. [43] Pero ya en 1929 la situación había cambiado: los obreros industriales ahora eran la inmensa mayoría de los bolcheviques leninistas en Moscú. [44] Una tendencia similar fue evidente en 1929 en Chel’iabinsk al sur de los Urales, en una lista de presonas arrestadas por ser miembros de un “grupo trotskista”: el 90% eran obreros. [45]

Representantes de esta generación más joven de opositores –personas que se habían unido a la oposición durante una oleada de agitación obrera- expresaban, con cada vez mayor claridad, dudas sobre las ideas políticas de Trotsky, así como sobre su base teórica. En septiembre de 1928, Karl Radek, quien mantenía una amplía correspondencia con los exiliados y recibía información de los que estaban “libres” –y por lo tanto estaba bien consciente de los ánimos políticos en cículos de oposición- notó en una carta que a “una sección significativa de los obreros y de la juventud” en las filas de oposición les era dificil de entender el rechazo de los líderes bolcheviques leninistas a considerar la fundación de  un nuevo partido como alternativa al Partido Comunista. [46]

En los grupos clandestinos de bolcheviques leninistas y en las colonias de exiliados, comenzó un intenso proceso de revaluación de la teoría y práctica del movimiento. Como resultado de esta discusión, por ejemplo, los opositores en el pueblo de Kolpashevo, en la provincia de Tomsk, Siberia occidental, llegaron a la conclusión de que el Estado soviético tenía un carácter no-proletario. [47] La mayoría de la colonia de exiliados en Achinsk, en la provincia de Krasnoiarsk, al sur de Siberia, llamaron a la oposición a abandonar sus esperanzas en la reforma del aparato de un partido-Estado que era hostil a la clase obrera, y a tomar posición por su destrucción y reemplazo por la “organización autónoma de las masas populares”. En la colonia de exiliados en Tashkent, Uzbekistán, un grupo se formó que llamaba a la oposición a reorientarse principalmente al movimiento huelguístico de la clase obrera; caracterizaron la posición de Trotsky sobre las huelgas como una “traición a  la clase obrera”. [48]

La radicalización de las colonias de exiliados en Sibera y Asia Central –que estaban siendo constantemente reavivadas por oleadas frescas de arrestos- directamente reflejaba la evolución política de los que estaban “libres”. Los nuevos exiliados eran predominantemente obreros jóvenes, que, en contraste con los opositores veteranos, no estaban inclinados a considerar el poder del partido-Estado como “propio”. Un trotskista “moderado” escribía en la primavera de de 1929: las nuevas personas que llegan al exilio me llenan de horror. Estas son personas ajenas absolutamente al Partido Comunista, que han estado involucrados sólo incidentalmente con el Komsomol (Unión Comunista de la Juventud), que se regocijan con cada fracaso del poder soviético – elementos absolutamente anti-soviéticos. [49]

Radek, en una carta a su compañero exiliado Eleazar Solntsev, en referencia a “la capa de obreros que simpatizan con la oposición”, escribió: “Hemos luchado por la reforma del partido. A ellos les importa un carajo el partido”. [50] En directa contradicción con los líderes de oposición, el ala más radical de los bolcheviques leninistas no quería seguir limitándose a una lucha propagandística por la reforma interna del partido, y abogaban por un conflicto más activo con el régimen. A fines de 1929 un grupo de activistas bolcheviques leninistas clandestinos hizo circular un documento en que rechazaban la tesis sobre el carácter “obrero” del Estado soviético y- en oposición al reformismo (trotskista) que “no había estado a la altura”- llamaban a los obreros soviéticos a emanciparse mediante métodos revolucionarios. [51]

Hay más evidencia del ánimo de los “radicales” en una carta del 6 de julio de 1929 de Radek a la opositora Mariia Sakhnovskaia. Radek describió la conversación que había tenido en Tomsk en marzo del mismo año con un obrero moscovita enviado al exilio:

Ante mi pregunta, “¿qué actitud debiera la oposición adoptar ante las huelgas por pan en las ciudades?”, recibí la respuesta: “la oposición debiera dirigirlas”. Ante mi pregunta, “¿bajo qué consignas?”, la respuesta: “¡abajo con este gobierno!” A la pregunta, “¿y qué actitud respecto al movimiento campesino?”, se me dijo: “debemos apoyarlo.” Y cuando grité, “¡estás dispuesto a derrocar un gobierno obrero!”, otro obrero de Moscú, que había venido a visitarme durante sus vacaciones, dijo pensativamente: “Ahí está el problema. No hay manera que ése sea un gobierno obrero”. Un abismo literalmente se abrió frente a mí. Estos planteamientos hechos por dos obreros opositores –ninguno seleccionado por mi, uno una persona simple, sin mayor experiencia política, la otra con una educación política estándar- no podían ser concidencia. Tres días después de esta conversación conocí a un estudiante opositor en la calle; estaba en camino a su lugar de exilio. Definió los objetivos de la oposición exactamente de la misma manera.[52]

Sin embargo, los grupos clandestinos de bolcheviques leninistas no lograron avanzar hacia una acción firme como la planteada. Ya en otoño de 1928, el Politburó del Partido Comunista, preocupado por el nivel de agitación opositora en los lugares de trabajo, tomó la decisión de redoblar sus esfuerzos por extirpar los grupos clandestinos. En una carta dirigida a todos los comités partidarios de tipo provinciano y republicano, el secretario del CC, Viacheslav Molotov, se refirió a los “nuevos intentos por revitalizar” la oposición, y enfatizó: “grupos clandestinos anti-partido y anti-soviéticos, especialmente los que introducen desmoralización en la clase obrera, deben estar sujetos a las más firmes medidas de represión revolucionaria”. [53] La GPU, habiendo recibido las instrucciones correspondientes, desató todo su arsenal de métodos represivos: una masiva oleada de allanamientos de casas de sospechosos de simpatizar con la oposición; de vigilancia; de despliegue de agentes provocadores. El número de arrestos aumentó bruscamente. Y aunque en algunos lugares de trabajo los obreros intentaron obstruir el arresto de los bolcheviques leninistas o demandaron su liberación, [54] la serie de operaciones llevada a cabo por la Cheka en 1929 contra la oposición clandestina significó su casi completa aniquilación. Khristian Rakovskii, en una carta en que comparaba la situación de la oposición soviética con las condiciones bajo las cuales trabajaban lo opositores de la autocracia zarista, escribió: “El bolchevique, sindicalista u obrero perseguido por el viejo régmen podía descansar en distintas garantías contra su poder arbitrario: en primer lugar legales, en segundo lugar en fenómenos cotidianos de la economía privada capitalista. Los que eran expulsados de una fábrica u otro lugar de trabajo por sus convicciones políticas podían encontrar trabajo en otra parte. Pero ahora, acusado de tener una posición independiente, bajo las condiciones de una economía socialista en que está presente la tendencia de la dirigencia a emplear mal el poder, un bolchvique o un obrero no partidario, enfrenta un destino para nada envidiable”. [55] Entre 1928-1929, los bolcheviques leninistas enfrentaron a un enemigo mucho más formidable que el que los bolcheviques debieron enfrentarse antes de la revolución. El regimen autoritario zarista había sido reemplazado por un estado totalitario que pretendía un control ilimitado sobre todas las esferas de la vida. Las garantía para los disidentes, fueran “legales” o “cotidianas”, ya no existían.

En la lucha de la oposición comunista de la década de 1920, la historia soviética fue testigo del último intento de organizar resistencia política ante los inicios del totalitarismo. Esta lucha tuvo lugar bajo condiciones en que las contradicciones sociales estaban agudizándose; en particular, había un antagonismo entre la clase obrera y el Estado que buscaba hacer de los trabajadores objetos de super-explotación, despojados de todo derecho. La fusión de la oposición con secciones activas de la clase obrera, sobre la base de la agitación de problemas de importancia vital y cotidiana para los trabajadores, abrió la posibilidad de unidad entre la lucha opositora y las protestas espontáneas de la clase. Pero los bolcheviques leninistas no fueron capaces de aprovechar totalmente esta posibilidad. Los dirigentes de la oposición, históricamente vinculados con la burocracia dominante, no pudieron romper con ella. Y la generación más jóvenes de opositores –quienes en principio estaban dispuestos a tomar partido por la clase obrera contra el “Estado obrero”- no tuvieron el tiempo suficiente para completar en la práctica el quiebre.


 

NOTAS

  1. Los trabajadores estaban asignados a una de las diecisiete categorías tarifarias, las cuales se usaban para fijar niveles salariales. Bajo la reforma muchos trabajadores fueron unilateralmente – sin negociación- puestos en categorías

 

  1. Departamento de información del Comité Central del VKP(b), ), “O khode iitogakh kampanii po zakliucheniiu kollektivnykh dogovorov”, septiembre 1928, Archivo Estatal Ruso de Historia Socio- Política, Moscú [Rossiiskii gosudarstvennyi arkhivsotsial’no-politicheskoi istorii, en adelante RGASPI], fond 17, opis’ 32, delo 154, list

 

  1. Decisión del Politburo del 19 de enero. 1928, RGASPI, f.17, op.3, d.669, l. 18

 

  1. Subdepartamento del departamento de organización y distribución del comité de Moscú del VKP(b), “O nastroeniiakh rabochikh”, abril 1929, Archivo Central de los Movimientos Sociales de

 

Moscú [Tsentral’nyi arkhiv obschestvennykh dvizhenii goroda Moskovy, en adelante TSAODM], f. 3, op. 11, d. 737, l., 27.

  1. Pravda, 31 de enero de

 

  1. Subdepartamento de información del departamento de organización y distribución del comité de Moscú del VKP(b), “O politicheskikh nastroeniiakh rabochikh i sluzhashchikh”, mayo-junio, 1929, TSAODM, f. 3, op. 11, d. 737, l.,

 

  1. Citado en Cherniaev, Piterskie Rabochie, p.

 

  1. El acrónimo mediante el cual era conocido el servicio de seguridad soviético desde 1922 a 1934. También era referido con su nombre anterior, la Cheka, o el acrónimo previo, la

 

  1. Extrapolado de informes en “Sovershenno sekretno”, volúmenes VI y

 

  1. Departamento de información del Comité Central del VKP(b), “O khode koldogovornoi kampanii”,17 de diciembre de 1928, RGASPI, f. 17, op. 32, d.154, ll. 71-72; subdepartamento de información del departamento de organización y distribución del comité de Moscú del VKP(b), “O nastroeniiakh rabochikh i sluzhashchikh”, julio de 1929, TSAODM, f.3., op.11, d.737, l., 12; Cherniaev, Piterskie rabochie, 380.

 

  1. Departamento de información del Comité Central del VKP(b), ), “O khode i itogakh

kampanii po zakliucheniiu kollektivnykh dogovorov”, septiembre 1928, RGASPI, f. 17, op. 32, d. 154, l. 25.

 

  1. Citado en Rossman, Resistencia Obrera Bajo Stalin, p.

 

  1. En 1928, Karl Radek admitió que anteriormente la oposición habia pasado por “indecisión sobre si plantear la cuestión obrera, indecisión sobre si dirigirnos a las fábricas. […] Nuestra indecisión se basaba en parte en nuestra reticencia en quebrar con los zinovievistas, pero también en parte por nuestra propia vacilación y fracaso en comprender la situación”: “Nado dodumat’ do kontsa. (Iz pis’ma k odnomu moskovskomu tovarishchu)”, RGASPI, f.326, op. 1, d. 24, l.

 

  1. “Odno iz nashikh raznoglasii v rabochem voprose. O blizhaishei kampanii perezakliucheniia koldogovorov”, 1927, TSAODM, f. 3, op. 11, d. 4040, ll. 72-80; departamento de información del VKP(b), “O khode koldogovornoi kampanii”,17 de diciembre de 1928, RGASPI, f. 17, op. 32, d. 154, l. 72; f. 326, op. 1, d. 133, 44.

 

  1. Volante titulado “Tovarischchi rabochie!”, noviembre 1928, RGASPI, f. 326, op. 1, d. 133, ll. 43, 46; ver también volante titulado “Ko vsem chlenam partii, ko vsem rabochim”, diciembre 1928, f. 17, op. 71, d. 106, l.

 

  1. Biulleten’ oppozitsii (Moscow), septiembre de 1928, RGASPI, f.326, op.1, d. 133, l.

 

  1. , l. 26

.

  1. Resolución del Politburó del Comité Central del VKP(b), “O partmaksimume”, RGASPI, f. 17, op. 3, d. 705, ll. 3-4.

 

  1. Biulleten’ oppozitsii (Moscow), octubre de 1928, RGASPI, f.326, op. 1, d. 133, l.

 

  1. Departamento de información del Comité Central del VKP(b), ), “O khode i itogakh

kampanii po zakliucheniiu kollektivnykh dogovorov”, septiembre de 1928, RGASPI, f. 17, op. 32,

  1. 154, l. 25; resumen de notas entregadas en reuniones para desempleados pdurante el periodo de diciembre 1927- abril 1928, ibid., l. 88.

 

  1. Biulleten’ oppozitsii (Moscú), octubre de 1928, RGASPI, f.326, op. 1, d. 133, l.

 

  1. Información del subdepartamento del departamento de organización y distribución del comité de Moscú del VKP(b), “Otdel’nye nastroeniia sredi rabochikh”, 22 de septiembre de 1928, TSAODM, f.3, op. 11, d. 658, l.

 

  1. Bolshevik, 1928, número 5, p.

 

  1. Departamento de información del Comité Central del VKP(b), “O khode i itogakh

kampanii po zakliucheniiu kollektivnykh dogovorov”, septiembre de 1928, RGASPI, f. 17, op. 32, d. 154, l. 25.

 

  1. Departamento de información del Comité Central del VKP(b), ), “O khode koldogovornoi kampanii”, 17 de diciembre de 1928, ibid., ll. 72-73.

 

  1. “Sovershenno sekretno”, vol. V: p. 665.

 

  1. Centro de intersindical de los bolcheviques leninistas, “Informatsionnaia svodka”, 25 de abril de 1929, Archivo Central del Servicio de Seguridad Federal de la Federación Rusa, Moscú [Tsentral’nyi arkhiv federal’noi sluzhby bezopasnosti Rossiiskoi federatsii, en adelante TSA FSB RF], f.2, op.7, d. 350, ll. 235-237.

 

  1. “Sovershenno sekretno”, vol. VI: p. 610

 

  1. Centro intersindical de bolcheviques leninistas, “Informatsionnaia svodka”, 25 de abril de 1929, TSA FSB RF, f. 2, op. 7, d. 350, ll.

 

  1. El “triángulo” era el nombre que se le dio al cuerpo informal de administración que existía en todo lugar de trabajo, abarcando al director, el presidente del comité de fábrica (sindicato) y el secretario de la célula partidaria. En genreal, los tres actuaban y hablaban completamente unánimes.

 

  1. D. Trotsky, “Na novom etape”, diciembre de 1927, RGASPI, f. 326, op. 1, d. 369, l. 1.

 

  1. Trotsky, Pis’ma iz ssylki, 225.

 

  1. Biulleten’ oppozitsii (bol’shevikov-lenintsev), 1929, número 5, pp. 10-11.

 

  1. Cita de carta de V. Smirnov a T. Khorechko, 6 de octubre de 1928, RGASPI, f. 326, op. 1, d.112, l. 226; declaración de L.D. Trtosky al sexto congreso de la Internacional Comunista, 12 de julio de 1928, f. 325, op. 1, d. 175, l.

 

  1. Biulleten’ oppozitsii (bol’shevikov-lenintsev), 1929, número 6, p. 3. Ver también carta de L. Sosnovskii a Abramskii, 5 de octubre de 1928, RGASPI, f. 326, op. 1, d. 112, ll. 317-320.

 

  1. Fel’shtinskii, “Razgrom levoi oppozitsii v, p.

 

  1. Subdepartamento de información del departamento de organización y distribución del comité de Moscú de VKP(b), “O nastroeniiakh bespartiinykh rabochikh v sviazis resheniiami XV parts’’ezda”, TSAODM, f. 3, op. 11, d. 440, l.

 

  1. Carta de L. Sosnovskii a Abramskii, 5 de octubre de 1928, RGASPI, f. 326, op.1, d. 112, ll. 317-318

 

  1. “Pis’mo k tovarishcham rabochim-kommunistam”, marzo de 1929, RGASPI, f. 326, op. 1, d. 146, ll. 3-4.

 

  1. Biulleten’ oppozitsii (bol’shevikov-lenintsev), 1929, número 5, pp. 12-13.

 

  1. Centro intersindical de bolcheviques leninistas, “Informatsionnaia svodka”, 25 de abril de 1929, TSA FSB RF, f.2, op. 7, d. 35, ll. 236-237.

 

  1. “Svodka oppozitsionnogo tsentra o deiatel’nosti oppozitsii za iiul’-oktiabr’ 1928 g.”, RGASPI, f. 326, op. 1, d. 133, ll. 60-62.

 

  1. Iaroslavskii, “Soobshchenie ob oppozitsii na plenume TsKK VKP(b), abril de 1928, RGASPI, f. 89, op. 3, d. 88, ll. 14-15.

 

  1. Listas de opositores, identificados por los miembros del Instituto Marx-Engels-Lenin en los archivos del Instituto y del comité de Moscú del VKP(b), 1937, RGASPI, f. 89, op. 3, d. 88, ll. 14- 15.

 

  1. Lista de personas que formaron parte del grupo de trotskistas en Cheliabinsk, 1929, Centro de Documentación para la Historia Moderna de Chel’iabinsk oblast’ [Tsentr dokumentatsii

noveishei istorii Cheliabinskoi oblasti, TSDNICHO], f. 75, op. 1, d. 562, ll. 75-85.

 

  1. Carta de K. Radek a la colonia de exiliados Kolpashevo, septiembre de 1928, RGASPI, f. 326, op. 1, d. 79, l.

 

  1. Carta de M. Golodets a K. Radek, 31 de marzo de 1929, RGASPI, f. 326, op. 1, d. 100, l.

 

  1. Carta de L. Brut a K. Radek, primavera de 1929, RGASPI, f. 326, op. 1, d. 98, l. 71; carta de A. Akopov a K. Radek, primavera de 1929, RGASPI, f. 326, op. 1, d. 123, l.

 

  1. Carta de I. Karpel a K. Radek, primavera de 1929, RGASPI, f. 326, op. 1, d. 149, l.

 

  1. Carta de K. Radek a E. Solntsev, 8 de agosto de 1929, RGASPI, f. 326, op. 1, d. 68, l.

 

  1. “K organizatsionnoi postanovke voprosa. Chto dal’she?”, diciembre de 1929, TSA FSB RF, f.2, op. 7, d. 353, ll. 97-102.

 

  1. Carta de K. Radek a M. Sakhnovskaia, 6 de julio de 1929, RGASPI, f. 326, op.1, d. 65, l.

 

  1. “Vsem kraikomam, oblastkomam, TsK natskompartii, gubkomam VKP(b), 24 de septiembre de 1928, RGASPI, f. 17, op.3, d. 706, l.

 

  1. Biulleten’ oppozitsii (Moscú)septiembre de 1928, RGASPI, f. 17, op. 3, d. 133, l. 29; 10 de octubre de de 1928, l. 37; “Informatsionnoe pis’mo oppozitsionnogo tsentra”, marzo de 1929, l. 97;

 

subdepartamento de información del departamento de organización y distribución del comité de Moscú del VKP(b), “O nastroeniiakh rabochikh i sluzhashchikh”, julio de 1929, TSAODM, f.3, op.11, d. 737, l. 25.

 

  1. Carta de Kh. Rakovskii a E. Preobrazhenskii, 14 de mayo de 1928, RGASPI, f. 326, op.1, d. 135, l.

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