La Dialéctica de la Naturaleza de Engels en el Antropoceno

Dos siglos después de su nacimiento, la profundidad del pensamiento de Engels sobre la naturaleza sistemática de la destrucción capitalista de la naturaleza y el medioambiente social, junto con el desarrollo de una perspectiva dialéctica naturalista, hacen que sea, junto a los trabajos de Marx, un punto de partida para una crítica ecosocialista revolucionaria de hoy en día.

0
158

Artículo de Monthly Review

Traducción para Izquierda Web: Florencia Alegría

En “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, de Dialéctica de la Naturaleza, Frederick Engels afirmó: “Todo afecta y es afectado por todo” [1]. Hoy, 200 años después de su nacimiento, puede verse a Engels como uno de los pensadores ecológicos fundacionales de los tiempos modernos. Si hoy en día la teoría de Karl Marx de la fractura metabólica está en el corazón de la ecología materialista histórica, no deja de ser cierto también que la contribución de Engels al entendimiento del problema ecológico en su totalidad sigue siendo indispensable, arraigada en sus profunda investigación sobre el metabolismo universal de la naturaleza que reforzó y extendió el análisis de Marx. Tal como estableció Paul Blackledge en un estudio reciente sobre el pensamiento de Engels, “La concepción de la dialéctica de la naturaleza de Engels abre la puerta para que las crisis ecológicas” puedan entenderse como resultado de “la naturaleza alienada de las relaciones sociales capitalistas” [2]. Es debido al gran alcance que posee su enfoque sobre la dialéctica de la naturaleza y la sociedad que el trabajo de Engels puede ayudar a esclarecer los desafíos decisivos que encaran a la humanidad en la época del Antropoceno y la era actual de planetaria crisis ecológica.

La carrera hacia la ruina

Para comenzar a dar cuenta de la importancia actual que tiene la crítica ecológica de Engels, podemos empezar por el célebre comentario de 1940 de Walter Benjamin, comúnmente citado por los ecosocialistas, de la “Paralipómena” (o anotaciones complementarias) a su “Sobre el Concepto de Historia”. Allí, Benjamín afirmó: “Marx dice que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Sin embargo, puede que sea de otra manera. Puede que las revoluciones sean un intento de los pasajeros en este tren (es decir, la raza humana) para activar el freno de emergencia”. Según la conocida interpretación que hace Michael Lowy a la afirmación de Benjamin: “La imagen sugiere implícitamente que si la humanidad permitiese que el tren siguiera con su curso (ya trazado por la estructura de acero de los rieles) y si nada detuviera su precipitada carrera, estaríamos dirigiéndonos directo al desastre, para estrellarnos o dar un salto al abismo”[3].

La dramática imagen de una locomotora desbocada y, por lo tanto, la necesidad de la revolución como freno de emergencia, trae a colación un pasaje similar del Anti-Dühringde Engels, escrito a fines de la década de 1870, un trabajo con el que estaban familiarizados tanto Benjamin como todos los socialistas de su época. Aquí, Engels había señalado que la clase capitalista era “una clase bajo cuya dirección la sociedad emprende una carrera hacia la ruina, como una locomotora cuyo maquinista está demasiado débil para abrir las bloqueadas válvulas de seguridad”. Era precisamente la incapacidad del capital para controlar “las fuerzas productivas, que crecieron más allá de su poder”, incluyendo los efectos destructivos impuestos sobre su “ambiente” natural y social, lo que estaba “conduciendo a la sociedad burguesa entera hacia la ruina, o la revolución”. Por lo tanto, “si la entera sociedad moderna no ha de perecer,” Engels discute “debe darse una revolución en el modo de producción y distribución”[4].

La anterior metáfora de Engels difiere un poco con respecto a la de Benjamin, en esta el objetivo era abrir la válvula de seguridad para evitar la explosión de la caldera y un estallido, una causa bastante común de los descarrilamientos de trenes de mediados a fines del siglo XIX[5]. Si puede verse el sistema como una “carrera hacia la ruina”, aquí la revolución no se trata tanto de simplemente detener el impulso hacia adelante, sino más bien de ejercer control sobre las descontroladas fuerzas de producción. De hecho, el pensamiento ecológico y económico de Engels no se basaba, como es hoy en día, en la noción de que había demasiada producción en relación con la capacidad general que la tierra podía soportar, una perspectiva poco presente en el tiempo en que él escribía. En su lugar, su principal preocupación ecológica era en relación con la destrucción sin sentido de los medioambientes locales y regionales causada por el capitalismo, aunque fuera de forma creciente a un nivel global. Los visibles efectos de esto se evidenciaban en la contaminación industrial, la deforestación, la degradación del suelo, y el deterioro general de las condiciones ambientales (incluyendo las pandemias periódicas) en que se hallaba la clase trabajadora. A su vez, Engels señaló la devastación de ambientes enteros (y sus climas), como en la destrucción ecológica que tuvo un rol muy importante en la caída de las civilización antiguas, en gran medida por la desertificación, y el daño al medioambiente impuesto por el colonialismo sobre las culturas tradicionales y los modos de producción[6]. Como Marx, estaba profundamente preocupado por el “Holocausto Victoriano” del colonialismo británico, que incluía la emergencia de hambrunas en la India mediante la destrucción de su ecología e infraestructura hidrológica, y la ruinosa expropiación y exterminación sobre la ecología y la población de Irlanda[7].

Es cierto que también podemos encontrar en estas mismas páginas, en las que emerge la cuestión de “ruina o revolución”, el pasaje más productivista (y en ese sentido, aparentemente prometeico) que pueda encontrarse en los trabajos de Marx y Engels[8]. Así, afirmó Engels en Anti-Dühringque el advenimiento del socialismo haría posible el “constante desarrollo acelerado de las fuerzas productivas, y… un prácticamente ilimitado crecimiento de la producción en sí misma”[9]. Sin embargo, en el contexto en que escribía Engels, esto no presenta ninguna contradicción en particular. Que una sociedad futura, librada de la irracionalidad de la producción capitalista, permitiría lo que, para los estándares del siglo XIX, se veía como un casi ilimitado desarrollo de la producción, por supuesto, era prácticamente un punto de vista universal entre los pensadores radicales de la época. Este era un reflejo natural del todavía bajo nivel de desarrollo material en la mayor parte del mundo al tiempo de la Revolución Industrial, si lo comparamos a la todavía inmensurable vasta escala de la tierra. La producción manufacturera del mundo habría de crecer “unas 1.730 veces” en los 150 años entre 1820, cuando nació Engels, en la época de la Revolución Industrial a principio del siglo XIX, y 1970, cuando nació el movimiento ecologista moderno, en la época del primer Día de la Tierra[10]. Es más, en los análisis de Engels (como en los de Marx), la producción no se veía como un fin en sí mismo, sino más bien como un siempre medio para la creación de una sociedad más libre e igualitaria, dedicada a un proceso de desarrollo humano sustentable[11].

Dos siglos después de su nacimiento, la profundidad del pensamiento de Engels sobre la naturaleza sistemática de la destrucción capitalista de la naturaleza y el medioambiente social, junto con el desarrollo de una perspectiva dialéctica naturalista, hacen que sea, junto a los trabajos de Marx, un punto de partida para una crítica ecosocialista revolucionaria de hoy en día. Como señaló la antropóloga marxista Eleanor Leacock, Engels en Dialéctica de la Naturaleza, buscaba elaborar la base conceptual para el entendimiento de “la interdependencia completa entre las relaciones sociales humanas y las relaciones humanas hacia la naturaleza”[12].

La venganza de la naturaleza

Los problemas ecológicos son producto de la interrelación entre el sistema y la escala. En el análisis de Engels, se enfatiza el sistema sobre todo. En su gran obra, La situación de la clase obrera en Inglaterra, escrita cuando estaba a comienzos de sus 20 años, se centró en las destructivas condiciones ambientales y epidemiológicas de la Revolución Industrial en las grandes ciudades industriales, particularmente Manchester. Remarcó las horrendas condiciones ecológicas que se imponían a los trabajadores mediante el nuevo sistema de factoría industrial, evidente en la polución, la contaminación tóxica, el deterioro físico, las epidemias periódicas, la pobre nutrición y la alta mortalidad entre la clase trabajadora, todos asociados con la extrema explotación económica. La situación de la clase obrera en Inglaterra sigue siendo única en su poderosa denuncia del «asesinato social» perpetrado por el capitalismo a la población subyacente en el momento de la Revolución Industrial[13]. Marx, para quien el libro de Engels fue el punto de partida de sus propios estudios epidemiológicos en El Capital, se basó en esto para señalar que las «epidemias periódicas», junto con la destrucción del suelo, eran evidencia de la fractura metabólica del capitalismo. En Alemania, el tratamiento de Engels de la etiología de la enfermedad en La situación de la clase obrera en Inglaterra ejerció una influencia que se extendió mucho más allá de los círculos socialistas. Rudolf Virchow, médico y patólogo alemán, famoso por ser el autor de Patología Celular, se refirió favorablemente al libro de Engels en su propio trabajo pionero en epidemiología social[14].

Este entendimiento de que las condiciones materiales de la sociedad de clases capitalista eran ambientales, así como económicas, fue evidente en todo el trabajo de Engels. Además, en su constante búsqueda de fusionar las perspectivas materialistas y dialécticas de la naturaleza y la sociedad, Engels llegó finalmente a la tesis de que la «naturaleza», de la que los seres humanos eran una parte emergente, era la «prueba de la dialéctica», una afirmación que hoy en día se entiende mejor si decimos que la ecología es la prueba de la dialéctica[15].

En la perspectiva evolutiva-ecológica desarrollada por Engels, evidente en sus obras maduras como La dialéctica de la naturaleza Anti-Dühring, lo que distinguía a los seres humanos de los animales no humanos era el papel del trabajo en la transformación y el dominio del medio ambiente, haciendo posible que el «hombre» se convirtiera en el «verdadero, consciente, señor de la naturaleza, porque ahora (en una sociedad futura) se convierte en dueño de su propia organización social»[16]. Sin embargo, junto con esta tendencia a un mayor dominio de la naturaleza en algunos aspectos, ya exhibida bajo el capitalismo, se ocultaba una tendencia sistemática a la expansión de las crisis ecológicas, ya que todo intento de conquista de la naturaleza en desafío a las leyes naturales de los límites sólo podía conducir, al final, a catástrofes ecológicas. Esto se pudo ver en primer lugar a mediados del siglo XIX en la devastación ecológica desatada por el colonialismo. Como exclamó:

Qué les importaba a los plantadores españoles en Cuba, que quemaron los bosques en las laderas de las montañas y obtuvieron de las cenizas suficiente fertilizante para una generación de cafetos muy rentables, ¡qué les importaba que la fuerte lluvia tropical arrastrara después el estrato superior desprotegido del suelo, dejando sólo roca desnuda! En relación con la naturaleza, como en relación con la sociedad, el actual modo de producción se ocupa predominantemente solo del resultado inmediato, el más tangible; y entonces se expresa la sorpresa de que los efectos a menudo remotos de las acciones para este fin resultan ser bastante diferentes, son en su mayoría de carácter opuesto[17].

Para Engels, el punto de partida para un enfoque racional del medio ambiente se encontraba en la famosa máxima de Francis Bacon de que «la naturaleza solo se supera obedeciéndola», es decir, descubriendo y acomodándose a sus leyes[18]. Sin embargo, en opinión de Marx y Engels, el principio de Bacon, en la medida en que se aplicaba en la sociedad burguesa, se trataba principalmente de una «treta» para conquistar la naturaleza a fin de someterla a las leyes de acumulación y competencia del capital[19]. La ciencia se convirtió en un mero apéndice de la obtención de beneficios, viendo los límites de la naturaleza como meras barreras a superar.  En cambio, la aplicación racional de la ciencia en la sociedad en su conjunto solo era posible en un sistema en el que los productores asociados regularan la relación metabólica del ser humano con la naturaleza de manera no alienada, de acuerdo con las necesidades y potenciales humanos genuinos y los requisitos de la reproducción a largo plazo. Esto apuntaba a la contradicción entre, por un lado, la propia dialéctica de la ciencia, que reconocía cada vez más nuestra «unidad con la naturaleza» y la necesidad asociada de control social, y, por otro lado, el impulso miope del capitalismo a la acumulación ad infinitum, con su incontrolabilidad innata y el descuido de las consecuencias ambientales[20].

Fue esta perspectiva profunda y materialista crítica la que llevó a Engels a subrayar el sinsentido de la noción imperante de la conquista de la naturaleza, como si la naturaleza fuera un territorio extraño al que someter a voluntad, y como si la humanidad no existiera en medio del metabolismo de la tierra. Tal intento de conquista de la tierra solo podía conducir a lo que él denominaba, metafóricamente, la «venganza» de la naturaleza, ya que se cruzaban varios umbrales críticos (o puntos de inflexión):

No nos alegremos, sin embargo, en demasía por nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Pues por cada victoria de éstas la naturaleza se venga de nosotros. Cada victoria, es verdad, al principio alcanza los resultados esperados, pero en un segunda o tercera instancia tiene efectos bastantes diferentes, imprevistos, que con demasiada frecuencia anulan los primeros.Las gentes que, en Mesopotamia, Grecia, Asia Menor y otros lugares, destruyeron los bosques para obtener tierras de cultivo, nunca soñaron que al eliminar, junto con los bosques, los centros colectores y reservorios de humedad, estaban sentando las bases para el desolado estadoactual de esos países. Cuando los italianos de los Alpes utilizaronlos bosques de pinos de las laderas meridionales, cuidadoscon tanto esmero en las laderas septentrionales, no tenían niideade que, al hacerlo, estaban arrancando las raíces de la industrialáctea de la región. Y aún menos sospechaban que de ese modoestaban privando de agua, durante la mayor parte del año, a susmanantiales de montaña, y haciendo posible que sus torrentesinundaran con mayor furia los llanos en la estación de las lluvias…Así, a cada paso, se nos recuerda que nosotros no gobernamos la naturaleza como un conquistador gobierna un pueblo extranjero, como alguien colocado fuera de la naturaleza, sino que nosotros, con carne, sangre y cerebro, pertenecemos a la naturaleza y existimos en su medio, y que todo nuestro dominio consiste en el hecho de que estamos en ventaja en relación con todas las demás criaturas porque podemos aprender sus leyes y aplicarlas correctamente[21].

A través de la acción consciente de acuerdo con la ciencia racional, los seres humanos fueron capaces de elevarse en gran medida por encima de «la influencia de los efectos imprevistos y las fuerzas descontroladas», percatándose de «las consecuencias más remotas de nuestra interferencia en el curso tradicional de la naturaleza». Sin embargo, incluso al referirse a «los pueblos más desarrollados de la actualidad», podía verse «una desproporción colosal entre los objetivos propuestos y los resultados alcanzados», de manera que «predominan los efectos imprevistos y… las fuerzas sin control son más poderosas que las puestas en marcha según un plan». Las economías de productos básicos basadas en la claselograron «el fin deseado solo por vía de excepción», produciendo más a menudo «exactamente lo contrario». Por lo tanto, un enfoque racional, científico y sostenible de la relación humana con la naturaleza y la sociedad bajo el capitalismo era imposible[22].

Es significativo que este mismo punto de vista general sobre el capitalismo y la ecología elaborado por Engels se hiciera eco unas décadas más tarde por parte de Ray Lankester, que era el protegido de Charles Darwin y Thomas Huxley, amigo íntimo de Marx (y conocido de Engel), y el principal biólogo británico de la generación posterior a Darwin. Lankester era un socialista al estilo fabiano que había leído y había sido influenciado por El Capital de Marx. En su libro de 1911, The Kingdom of Man[El Reino del Hombre] (que reunió su Romanes Lecture[1]de 1905 en Oxford, «Nature’s Insurgent Son» [El hijo insurgente de la naturaleza], su discurso presidencial de 1906 a la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia y su artículo «Nature’s Revenges» [Las venganzas de la naturaleza]que se centraba en la enfermedad del sueño africana),Lankester insistió en que el creciente dominio humano sobre la tierra estaba dando lugar, de manera contradictoria, a un mayor potencial de desastres ecológicos a escala planetaria. Así, en su capítulo sobre «Las venganzas de la naturaleza», se refirió a la humanidad como el «perturbador de la naturaleza» y, por lo tanto, como el creador de enfermedades epidémicas periódicas que amenazaban a la humanidad y a otras especies. «Parece ser una opinión legítima», escribió Lankester, «que toda enfermedad a la que los animales [incluido el animal humano] (y probablemente también las plantas) están expuestos, salvo sucesos transitorios y muy excepcionales, se debe a la interferencia del hombre»[23]. Es más, esto podría atribuirse a un sistema dominado por los «mercados» y los «comerciantes de finanzascosmopolitas» que socavaban cualquier enfoque racional y científico para reconciliar la naturaleza y la producción humana[24]. Lankester iba a desarrollar este argumento más adelante, escribiendo sistemáticamente sobre “The Effacement of Nature by Man” [La eliminación de la naturaleza por el hombre][25].

Al igual que los Marx y Engels maduros, Lankester vio el «Reino del Hombre» como el ingreso de la humanidad a un estado de riesgo ecológico permanente, engendrado por el capitalismo, que, si las condiciones naturales eran pisoteadas por larapaz acumulación de capital, conduciría a un catastrófico declive ambiental humano. Por lo tanto, si no llegaba a destruir las bases mismas de su existencia, la humanidad no tenía más remedio que controlar su producción, superando los estrechos dictados de la acumulación de capital y adoptando los dictados de una ciencia racional en consonancia con el desarrollo coevolutivo.

La Dialéctica de la Naturaleza y de la Historia

Los conocimientos ecológicos de Engels son inseparables de sus investigaciones sobre la dialéctica de la naturaleza de la que surgieron. Sin embargo, el primer principio de lo que se conocería como la tradición filosófica del marxismo occidental era que no se podía decir que la dialéctica se aplicara a la naturaleza externa, es decir, que no existía lo que Engels denominó «la llamada dialéctica objetiva» más allá del ámbito activo del sujeto humano[26]. Las relaciones dialécticas, e incluso los objetos del razonamiento dialéctico, se limitaban, pues, a la esfera histórico-humana, en la que podía decirse que se aplicaba el mismo sujeto-objeto, ya que toda la realidad no reflexiva (transfactual) fuera de la conciencia y la acción humanas quedaba excluida del análisis[27]. Pero con el completo rechazo de la dialéctica de la naturaleza dentro de la tradición marxista occidental, se perdió el extraordinario poder de los estudios de Engels en este ámbito y la enorme influencia que ejercieron en el pensamiento evolutivo y ecológico dentro de las ciencias naturales y el marxismo, excepto para un número relativamente pequeño de científicos de izquierda y materialistas dialécticos. Incapaz de ver la dialéctica como algo relacionado con la naturaleza material, la tradición filosófica marxista occidental tendió a relegar tanto las ciencias naturales como la propia naturaleza externa al ámbito del mecanicismo y el positivismo. El resultado fue crear un profundo abismo entre la concepción dominante de la filosofía marxista posterior a la Segunda Guerra Mundial en Occidente y las ciencias naturales (y entre el marxismo occidental y la concepción materialista de la naturaleza) en el mismo momento, irónicamente, en que el movimiento ecológico estaba emergiendo como una fuerza política importante[28].

Por lo tanto, para restablecer las ideas del materialismo histórico clásico en esta esfera es necesario recuperar, hasta cierto punto, la concepción de Engels de la dialéctica de la naturaleza[29]. A su vez, esto requiere, rechazar el superficial,y a menudo pobremente fundamentado, despreciogeneral hacia el enfoque de Engels de la dialéctica de la naturaleza, que suele polemizar contra sus tres amplias «leyes» dialécticas que derivó de G. W. F. Hegel y a las que dio un nuevo significado materialista: 1) la transformación de la cantidad en calidad y viceversa, 2) la identidad o unidad de los opuestos y 3) la negación de la negación[30]. En un escrito sobre la “Engel’s Philosophy of Science” [La Filosofía de la Ciencia de Engels], Peter T. Manicas, por ejemplo, se ha quejado de la naturaleza «casi vacía» de estas leyes[31]. Sin embargo, en el análisis de Engels, no se trataba de leyes estrechas y fijas en el sentido positivista, sino más bien, en la terminología actual, de «principios ontológicos» amplios, concebidos dialécticamente, equivalentes a proposiciones básicas como el principio de la uniformidad de la naturaleza, el principio de la perpetuidad de la sustancia y el principio de la causalidad. De hecho, el enfoque de Engels sobre la dialéctica desafió de diversas maneras la comprensión de estos mismos principios tal y como fueron desarrollados por la ciencia de su época[32].

Tal vez la evaluación más sucinta y penetrante de las contribuciones de Engels a la dialéctica de la naturaleza proporcionada por un científico naturalista se puede encontrar en un folleto de 1936 titulado Engels as a Scientist[Engels como Científico] del célebre científico marxista J. D. Bernal, profesor de física y cristalografía de rayos X en el Birkbeck College de la Universidad de Londres. Bernal describió a Engels como un filósofo e historiador de la ciencia que no podía «decirse que fuera un aficionado» dada la variedad de contactos científicos que había desarrollado en Manchester y que había alcanzado un nivel de análisis que superaba con creces el de los filósofos profesionales de la ciencia de su época, como Herbert Spencer y William Whewell en Inglaterra y Friedrich Lange en Alemania[33]. Detrás de la profunda comprensión de Engels del desarrollo histórico de la ciencia en su época, según Bernal, había una percepción dialéctica en la que el «concepto de naturaleza siempre fue como un todo y como un proceso»[34]. En este punto, Engels había tomado prestado críticamente de Hegel, reconociendo que detrás de la presentación idealista de este último del cambio dialéctico en su Lógica había procesos de los que se podía decir que eran inherentes a la naturaleza de manera objetiva, tal como se capturaban en la cognición humana.

Al abordar la primera de las tres «leyes» dialécticas o principios ontológicos que Engels había extraído de Hegel(cómo los cambios en la cantidad pueden conducir a transformaciones cualitativas y su opuesto), Bernal subrayó su carácter esencial para el pensamiento científico natural. «Con notable perspicacia, Engels dice: ‘Las llamadas constantes de la física no son en su mayor parte nada más que designaciones de puntos nodales donde la adición o extracción cuantitativa de movimiento provoca un cambio cualitativo en el estado del cuerpo en cuestión’… Sólo ahora estamos empezando a apreciar la justicia esencial de estas observaciones y el significado de tales puntos nodales». A este respecto, Bernal destacó la referencia de Engels a la tabla periódica de Dmitri Mendeleev como ejemplo de las transformaciones cualitativas que surgen de los continuos cambios cuantitativos, así como la relación de las nociones básicas de Engels con los descubrimientos asociados al auge de la teoría cuántica[34]. El enfoque de Engels, como indicó el matemático marxista británico Hyman Levy, apuntaba al concepto de «cambio de fase» tal como se emplea en la física moderna[36].

Hoy en día, sabemos que este principio dialéctico se aplica también a la biología. Por ejemplo, el aumento de la densidad de población de microorganismos (un aumento cuantitativo) puede causar un cambio en la expresión genética, que lleve a la formación de algo nuevo (un cambio cualitativo). A medida que aumentan las poblaciones de bacterias, las señales (químicas) emitidas por cada organismo se acumulan hasta un nivel que activa los genes, lo que conduce a la producción de una fase de biopelícula mucilaginosa en la que los organismos se incrustan. Las biopelículas pueden estar compuestas por varios organismos y se adhieren a casi cualquier superficie, desde los tubos de agua hasta las rocas de los arroyos, pasando por los dientes y las raíces del suelo[37].

La segunda ley de Engels, la interpenetración de los opuestos, era más difícil de definir en un sentido operacional, pero seguía siendo de suprema importancia para la investigación científica. En la explicación de Bernal,representaba dos principios relacionados: 1) “todo implica su opuesto” y 2) no había “líneas duras y rápidas en la naturaleza”. Engels ilustró este último punto refiriéndose al famoso descubrimiento de Lankester de que el cangrejo herradura (Limulus) era un arácnido, parte de la familia de las arañas y los escorpiones, una revelación que había sorprendido al mundo científico y desarmó las clasificaciones biológicas anteriores[38]. En su aplicación de este principio dialéctico a la física y a la cuestión de la materia y el movimiento (o la energía), Bernal sostuvo que “Engels se acercó mucho a las ideas modernas de la relatividad”[39]. La noción de Engels de la unidad de los opuestos se ve a menudo en la dialéctica marxista actual en términos del papel de las relaciones internas, en las que al menos una de los términos depende del otro[40]. Como el propio Engels observó, el reconocimiento de que las relaciones mecánicas con «su imaginaria rigidez y validez absoluta han sido introducidas en la naturaleza solo por nuestras mentes reflexivas… es el núcleo de la concepción dialéctica de la naturaleza»[41].

La negación de la negación, la tercera ley dialéctica informal de Engel, que, como señaló Bernal, parecía tan paradójica en meras palabras, tenía por objeto transmitir que, en el curso de su desarrollo histórico o de su evolución a lo largo del tiempo, cualquier cosa dentro del mundo objetivo está destinada a generar algo diferente, una nueva realidad emergente, que representa nuevas relaciones materiales y niveles emergentes, a menudo mediante la acción de factores recesivos o elementos residuales, previamente superados, que todavía existen en el presente. Podría considerarse que la existencia material en su conjunto conduce a una jerarquía de niveles de organización, mientras que el cambio transformador suele significar el paso de un nivel de organización a otro, como en el caso de la semilla a la planta[42].

El desarrollo de las llamadas «propiedades emergentes» se considera ahora un concepto biológico y ecológico básico. En un contexto ecológico, se produce cuando las comunidades de especies interactúan de manera que producen nuevas características, en su mayoría impredecibles, que surgen del comportamiento de las especies individuales de la comunidad[43]. Un campo agrícola de cuatro acres con una mezcla de cuatro especies diferentes (un policultivo) puede dar lugar a un rendimiento total más alto que cuatro acres dedicados a cultivar solamente cada una de las especies individuales por separado. Esto puede ocurrir por diversas razones: por ejemplo, un mejor aprovechamiento de la luz solar y el agua y la disminución de los daños causados por los insectos en el campo de policultivo.

La coevolución de los organismos también produce nuevas propiedades. Por ejemplo, a lo largo del tiempo evolutivo, los insectos que se alimentan de las hojas de las plantas llevan al desarrollo de numerosos mecanismos de defensa en las plantas. Estos incluyen la producción de sustancias químicas que inhiben la alimentación del insecto y la emisión de sustancias químicas que reclutan organismos (frecuentemente pequeñas avispas) que ponen sus huevos en el insecto, que luego mueren a medida que los huevos se desarrollan. Pero el ir y venir continúa. En al menos un caso, el de la oruga del gusano cornudo del tomate, la avispa también tiene que inyectar un virus que desactive el sistema inmunológico de la oruga para permitir que los huevos de la avispa se desarrollen. La evolución está constantemente creando algo diferente, a veces dramáticamente, a medida que los organismos interactúan. En algunos casos, esto lleva a cambios fundamentales en ecosistemas enteros y al surgimiento de nuevas especies dominantes en ambientes particulares. Como escribió Engels, la emergencia, en el sentido de «la negación de la negación, realmente tiene lugar en ambos reinos [vegetal y animal] del mundo natural»[44].

Como historiador de la ciencia, según Bernal, Engels era destacablepor su visión de las tres grandes revoluciones científicas del siglo XIX: 1) la termodinámica (las leyes de la conservación e intercambiabilidad de las formas de energía y de la entropía); 2) el análisis de la célula orgánica y el desarrollo de la fisiología; y 3) la teoría de la evolución de Darwin basada en la selección natural por variación innata[45]. Como observaría más tarde Ilya Prigogine, ganador del Premio Nobel de Química en 1977, la gran observación de Engels fue reconocer que estas tres revoluciones de la ciencia física «rechazaron la visión mecanicista del mundo» y se acercaron «a la idea de un desarrollo histórico de la naturaleza»[46].

En la explicación de Bernal, entre las preocupaciones de Engels estaba la búsqueda de «la síntesis de todos los procesos que afectan a la vida, la ecología animal y la distribución [biológica]»[47]. Lo que hizo posible esta síntesis fue su concepción del movimiento y el cambio dialéctico, haciendo hincapié en la complejidad de las interacciones materiales y la introducción de nuevas potencias emergentes, en un proceso de origen, desarrollo y declive. «La idea central del materialismo dialéctico», declaró Bernal, «es la de la transformación… La tarea esencial de la dialéctica materialista es la explicación de lo cualitativamente nuevo», descubriendo las condiciones que rigen el surgimiento de una nueva “jerarquía organizativa”[48].

En este sentido, el logro pionero de Engels fue utilizar su concepción dialéctica de la naturaleza para arrojar luz sobre los cuatro problemas materialistas sobre el «origen» que prevalecieron después de Darwin: 1) el origen del universo (donde Engels insistió en que se trataba de un auto-origen tal como consideraba en la hipótesis nebular de Immanuel Kant y Pierre-Simon Laplace); 2) el origen de la vida (donde Engels refutó la noción de Justus von Liebig y Hermann Helmholtz de la eternidad de la vida y señaló en cambio un origen químico centrado en el complejo de productos químicos subyacentes al protoplasma, en particular las proteínas); 3) el origen de la sociedad humana (donde Engels fue más lejos que cualquier otro pensador de su tiempo al explicar la evolución de la mano y las herramientas a través del trabajo, y con ellas el cerebro y el lenguaje, anticipando descubrimientos posteriores en la paleoantropología); y 4) el origen de la familia (donde explicó la base matrilineal original de la familia y el surgimiento de la familia patriarcal con propiedad privada)[49].

De esta manera, insistía Bernal, Engels había anticipado o prefigurado muchos de los desarrollos de la ciencia materialista. «Engels, que acogió con satisfacción el principio de la conversión de una forma de energía en otra, también habría acogido con satisfacción la transformación de la materia en energía. El movimiento como modo de existencia de la materia [el gran postulado de Engels] adquiriría aquí su verdad final»[50]. Como Bernal señaló en otra parte, Engels «vio más claramente que la mayoría de los distinguidos físicos de su tiempo la importancia de la energía y su inseparabilidad de la materia. Ningún cambio en la materia, declaró, podría ocurrir sin un cambio en la energía, y viceversa… [La] sustitución del movimiento por la fuerza por la que Engels lucha todo el tiempo fue el punto de partida de la propia crítica de Einstein a la mecánica»[51].

Sin embargo, fue la amplia perspectiva sobre la ecología que emanaba de la dialéctica de Engels la que constituyó la visión más crítica de la Dialéctica de la Naturaleza y es la razón por la que el retorno al modo de razonamiento de Engels sigue siendo tan importante. Como argumentó Bernal, una de las contribuciones cruciales de Engels fue su crítica a las nociones de la absoluta conquista humana sobre la naturaleza. Engels había indicadoenérgicamente el fracaso de la sociedad humana, y en particular del modo de producción capitalista, para prever las consecuencias ecológicas de sus acciones, marcando «los efectos de las consecuencias físicas no deseadas de la interferencia humana en la naturaleza, como la tala de bosques y la propagación de los desiertos»[52].

Otros destacados científicos socialistas británicos de los años 30 y 40 quedaron igualmente impresionados por las advertencias ecológicas de Engels. Para el gran bioquímico e historiador de la ciencia Joseph Needham, Engels podría ser descrito como alguien “a quien nada se le escapó”. Engels señaló así que, en palabras de Needham, «puede llegar un día en que la lucha de la humanidad contra las condiciones adversas de la vida en nuestro planeta se haya vuelto tan severa que la evolución social ulterior sea imposible», refiriéndose a la eventual extinción de la especie humana[53]. Para Needham, ese punto de vista crítico, que rechazaba la cruda hipótesis del progreso lineal, también sirvió para evidenciar el extraordinario despilfarro y la destrucción ecológica de la sociedad capitalista, donde se cultivaba café para alimentar las cajas de fuego de las locomotoras. Esto planteó la cuestión de una «interpretación termodinámica de la justicia», ya que la alienación de la naturaleza (incluida la alienación de la energía), como había insinuado Engels, estaba «despilfarrando» las posibilidades humanas reales en el presente y el futuro[54].

El biólogo J. B. S. Haldane, una de las dos figuras británicas más importantes (junto con R. A. Fisher) de la síntesis neo-darwiniana, reconciliando la biología darwiniana con la revolución en la genética, vio a Engels como «la fuente principal» de la dialéctica materialista. Comparando a Engels con Charles Dickens en relación con la Revolución Industrial, Haldane enfatizó que Engels tenía una visión más profunda y que iba más allá. “Dickens tenía un conocimiento de primera mano de estas condiciones [de pobreza y contaminación]. Las describió con ardiente indignación y con gran detalle. Pero su actitud era más de lástima que de esperanza. Engels vio la miseria y la degradación de los trabajadores, pero vio a través de ella. Dickens nunca sugirió que si querían ser salvados debían salvarse a sí mismos. Engels vio que esto no solo era deseable sino inevitable»[55].

El reconocimiento de la importancia de la dialéctica de la naturaleza de Engels se ha extendido a nuestros tiempos. Los biólogos de Harvard Richard Levins y Richard Lewontin dedicaron su ya clásico trabajo The Dialectical Biologist [El Biólogo Dialéctico] a Engels, recurriendo en gran medida, aunque de manera algo crítica en algunos puntos, a su análisis[56]. El colega de Levins y Lewontin en Harvard, el paleontólogo y teórico de la evolución Stephen Jay Gould, observaría que Engels proporcionó el mejor modelode coevolución de la cultura y la genética del siglo XIX, es decir, la mejor explicación de la evolución humana en vida del mismo Darwin, dado que la coevolución de la cultura y la genética es la forma que deben adoptar todas las teorías coherentes de la evolución humana[57].

Fue el desarrollo de Engels de una dialéctica de la emergencia lo que finalmente resultó ser más revolucionario. El significado de esta perspectiva (ontológica, epistemológica, metodológica) fue captada por Needham en su propio análisis pionero de los «niveles integradores» (o de emergencia) en Time, the Refreshing River (un título que se remontaba al gran materialista de la antigüedad, Heráclito):

Marx y Engels fueron lo suficientemente audaces como para afirmar que [el proceso dialéctico] ocurre en realidad en la propia naturaleza en evolución, y que el hecho indudable de que ocurre en nuestro pensamiento sobre la naturaleza es porque nosotros y nuestro pensamiento son parte de la naturaleza. No podemos considerar la naturaleza más que como una serie de niveles de organización, una serie de síntesis dialécticas. Desde la última partícula hasta el átomo, desde el átomo hasta la molécula, desde la molécula hasta el agregado coloidal, desde el agregado hasta la célula viva, desde la célula hasta el órgano, desde el órgano hasta el cuerpo, desde el cuerpo animal hasta la asociación social, la serie de niveles de organización es completa. Nada más que la energía (como ahora llamamosa la materia y al movimiento) y los niveles de organización (o las síntesis dialécticas estabilizadas) en diferentes niveles han sido necesarios para la construcción de nuestro mundo[58].

Engels en el Antropoceno

Es ampliamente reconocido en la ciencia contemporánea (aunque todavía no es oficial) que la época del Holoceno en el tiempo geológico, que se remonta a casi doce mil años, ha llegado a su fin, a partir de la década de 1950, desplazada por la actual época del Antropoceno. El inicio del Antropoceno se produjo por una gran aceleración de los impactos antropogénicos en el medio ambiente, de tal manera que la escala de la economía humana ha llegado a rivalizar con los principales ciclos biogeoquímicos del propio planeta, lo que ha dado lugar a fracturas en los límites planetarios que definen el sistema terrestre como un hogar seguro para la humanidad[59]. Por lo que el Antropoceno representa lo que Lankester había llamado anteriormente el «Reino del Hombre», en el sentido crítico en que esto se entendía: es decir, que la humanidad era cada vez más el «perturbador» del medio ambiente natural a escala planetaria. Por lo tanto, la sociedad no tenía más remedio que buscar la aplicación racional de la ciencia y, por lo tanto, la anulación de un orden social en el que la ciencia ha quedado relegada a un mero medio por el cual «el tesoro y el lujo se abren a los capitalistas»[60]. Lo que esto significaba, en los términos más enérgicos de Engels (y Marx), era que la condición para la regulación racional del metabolismo entre la humanidad y la naturaleza, y por lo tanto la aplicación racional de la ciencia, era la transformación del modo de producción y distribución. Cualquier otro curso invitaba a la acumulación de catástrofes[61].

Es en el Antropoceno donde puede verse el verdadero valor dela dialéctica de la ecología de Engels. Es aquí donde su énfasis en la interdependencia de todo lo existente, la unidad de los opuestos, las relaciones internas, el cambio discontinuo, la evolución emergente, la realidad de la destrucción de los ecosistemas y el clima y la crítica de las nociones lineales de progreso pueden considerarse esenciales para el futuro mismo de la humanidad y de la Tierra tal como la conocemos. Engels era muy consciente de que en las concepciones científicas modernas «la totalidad de la naturaleza también está ahora fusionada en la historia, y la historia solo se diferencia de la historia natural como proceso evolutivo de los organismos conscientes de sí mismos«[62]. En la medida en que la humanidad estuviera alienada de su propio trabajo y proceso de producción, y por lo tanto de su metabolismo con la naturaleza, esto solo significaría la destrucción de la naturaleza así como de la sociedad. El crecimiento cuantitativo del capital condujo a una transformación cualitativa de la relación humana con la tierra misma, que solo una sociedad de productores asociados podría abordar racionalmente. Esto se relacionaba con el hecho de que un determinado modo de producción cualitativo (como el capitalismo) estaba asociado a una matriz específica de demandas cuantitativas, mientras que un modo de producción cualitativamente transformado (como el socialismo) podía conducir a una matriz cuantitativa muy diferente.

Engels sostuvo que el capitalismo estaba «despilfarrando» los recursos naturales del mundo, incluidos los combustibles fósiles[63]. Indicó que la contaminación urbana, la desertificación, la deforestación, el agotamiento del suelo y el cambio climático (regional) eran todos ellos el resultado de formas de producción no planificadas, descontroladas y destructivas, más evidentes en la economía capitalista de mercancías. En consonancia con Marx y Liebig, señaló el enorme problema de las aguas residuales de Londres como una manifestación de la ruptura metabólica, que eliminaba los nutrientes del suelo y los transportaba en un solo sentido a las ciudades superpobladas, donde se convertían en una fuente de contaminación[64]. Subrayó la base de clase de la propagación de las epidemias periódicas de viruela, cólera, tifus, tuberculosis, fiebre escarlata, tos ferina y otras enfermedades contagiosas que afectaban a las condiciones ambientales de la clase trabajadora, junto con la mala nutrición, el exceso de trabajo, la exposición a tóxicos y las lesiones de todo tipo en el lugar de trabajo. Destacó, basándose en la nueva ciencia de la termodinámica, que el cambio ecológico histórico era irreversible y que la propia supervivencia de la humanidad estaba en definitiva en entredicho[65]. En cuanto a las relaciones de producción actuales y el medioambiente, escribió acerca de una sociedad que estaba entre la ruina o la revolución. El asesinato social de trabajadores en entornos urbanos y las hambrunas en la Irlanda y la India coloniales se consideraban indicios de la explotación extrema, la degradación ecológica e incluso el exterminio masivo de poblaciones que se encontraban justo debajo de la superficie de la sociedad capitalista[66].

Sobre todas estas bases, al igual que Marx, Engels sostenía que el metabolismo humano con la naturaleza debía ser regulado por los productores asociados de acuerdo con las leyes de la naturaleza (o en coevolución con ellas) tal como las entendía la ciencia, satisfaciendo al mismo tiempo las necesidades individuales y colectivas. Sin embargo, esa aplicación racional de la ciencia era imposible en el capitalismo. Tampoco era controlable el desarrollo en sí mismo bajo el capitalismo, ya que se basaba en el beneficio inmediato e individual. La aplicación de un enfoque científico racional y amplio, acorde con las necesidades humanas y las condiciones ambientales sostenibles, requería una sociedad en la que se pudiera poner en marcha un sistema de planificación a largo plazo en interés de la serie de generaciones humanas[67].

Desde el principio, estaba implícita en el análisis de Engels una noción de lo que podemos llamar el proletariado ambiental. Así, mientras que el capitalismo se ocupaba de la «economía política del capital», la clase obrera en sus fases más oprimidas y también en las más radicales se ocupaba de la totalidad de la existencia, siempre a partir de las necesidades elementales. Llamar a los objetivos de los trabajadores «economía política de la clase obrera», como hizo Marx en su día, puede que no sea erróneo, pero sería más correcto en la terminología actual decir que los trabajadores, en sus luchas más revolucionarias, se esfuerzan principalmente por crear una nueva ecología política de la clase obrera, preocupada por todo su entorno y las condiciones de vida básicas, que solo puede lograrse sobre una base comunal[68]. Esto fue lo que se captó tan bien en la obra de Engels La Situación de la Clase Obrera en Inglaterra, donde expuso sistemáticamente la contaminación del aire y el agua, las alcantarillas contaminadas, la comida adulterada, la falta de nutrición, los tóxicos en el trabajo, las frecuentes lesiones y la alta morbilidad y mortalidad de la clase obrera, y vio la lucha por el socialismo como la única forma genuina de avanzar.

De hecho, La Situación de la Clase Obrera en Inglaterra planteó cuestiones que ahora están volviendo a salir a la luz en el Antropoceno. Para Marx, el trabajo de juventud de Engels fue ejercer una influencia duradera que le llevó a designar las «epidemias periódicas» como una manifestación de la fractura metabólica junto con la destrucción del suelo. Muchas páginas de El Capital se dedicaron simplemente a tratar de actualizar el análisis epidemiológico de Engels décadas más tarde[69]. Hoy en día, en el contexto de la pandemia representada por el COVID-19, estas ideas adquieren una importancia renovada como lugar desde el que comenzar en la larga revolución para un mundo ecosocialista[70]. Sin embargo, para sacar adelante esos análisis, es necesario explorar una ciencia (y un arte) dialécticos arraigados en una concepción de la compleja «unidad» de la humanidad y la naturaleza.

Todas las cosas se venden

Engels admiraba la poesía de Percy Bysshe Shelley, a quien consideraba un «genio». En su juventud, escribió acerca de «una ternura y originalidad en la representación de la naturaleza como solo Shelley puede lograr»[71]. En las estrofas iniciales del Mont Blanc de Shelley, encontramos una dialéctica materialista de la naturaleza y la mente no muy diferente a la del propio Engels:

The everlasting universe of things

Flows through the mind, and rolls its rapid waves,

Now dark—now glittering—now reflecting gloom—

Now lending splendour, where from secret springs

The source of human thought its tribute brings

Of waters—with a sound but half its own[2][72].

Como Shelley, que en Queen Mab [La Reina Mab] escribió sobre la alienación de la naturaleza y el amoren la sociedad burguesa(“All things are sold: the very light of Heaven / Is venal; earth’s unsparing gifts of love[3]),Engels vio la profunda necesidad de la reconciliación de la humanidad con la naturaleza, que solo una revolución podría traer[73].


Notas

  1. Karl Marx and Frederick Engels, Collected Works, vol. 25 (New York: International Publishers, 1975), 459.
  2. Paul Blackledge, Friedrich Engels and Modern Social and Political Theory (Albany: State University of New York Press, 2019), 16.
  3. Walter Benjamin, Selected Writings, vol. 4, 1938–1940 (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2003), 402; Michael Löwy, Fire Alarm: Reading Walter Benjamin’s “On the Concept of History” (London: Verso, 2001), 66–67.
  4. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 145–46, 153, 270; Karl Marx and Frederick Engels, Ireland and the Irish Question (Moscow: Progress Publishers, 1971), 142.
  5. Locomotive boiler explosions due to defective and maladjusted safety valves were common in the mid–nineteenth century. Locomotive engineers under time pressures often wedged or fastened down the safety valves, thereby jamming the safety valves on the train, which did not open, or which they were unable physically to open in time. See Christian H. Hewison, Locomotive Boiler Explosions (Newton Abbot: David & Charles, 1983), 11, 18–19, 36, 49, 54–56, 82, 85, 110.
  6. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 459; John Bellamy Foster, “Capitalism and the Accumulation of Catastrophe,” Monthly Review 63, no. 7 (December 2011): 5–7; Karl Marx and Friedrich Engels, Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA) IV/31 (Amsterdam: Akadamie Verlag, 1999), 512–15.
  7. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 167; Karl Marx and Friedrich Engels, Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA) IV/18 (Berlin: Walter de Gruyter, 2019), 670–74, 731 (excerpts by Marx); Mike Davis, Late Victorian Holocausts: El Niño Famines and the Making of the Third World (London: Verso, 2001); Marx and Engels, Ireland and the Irish Question.
  8. On the notion of extreme productivism and, in this sense, Prometheanism, as well as its almost complete absence in Marx and Engels’s thought, see John Bellamy Foster, The Ecological Revolution (New York: Monthly Review Press, 2009), 226–29.
  9. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 269. For Marx and Engels, it should be noted, productive forces refer to more than simply technology. Thus, Marx insisted that the most important instrument or force of production was human beings themselves. Hence, expansion of the forces of production meant the expansion of human productive skills and powers. See Marx and Engels, Collected Works, vol. 6, 211; Paul A. Baran, The Longer View (New York: Monthly Review Press, 1969), 59.
  10. Walt Rostow, The World Economy (Austin: University of Texas Press, 1978), 47-48, 659–62.
  11. On sustainable human development as a framework governing both Marx’s and Engels’s thought, see Paul Burkett, “Marx’s Vision of Sustainable Human Development,” Monthly Review 57, no. 5 (October 2005): 34–62.
  12. Eleanor Leacock, introduction to The Origin of the Family, Private Property and the State, by Frederick Engels (New York: International Publishers, 1972), 245.
  13. Marx and Engels, Collected Works, vol. 4, 394, 407; Ian Angus, “Cesspools, Sewage, and Social Murder,” Monthly Review 70, no. 3 (July–August 2018): 38; John Bellamy Foster, The Return of Nature (New York: Monthly Review Press, 2020), 182–95.
  14. Howard Waitzkin, The Second Sickness (New York: Free Press, 1983), 71–72.
  15. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 23; Foster, The Return of Nature, 254.
  16. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 270.
  17. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 463–64.
  18. Francis Bacon, Novum Organum (Chicago: Open Court, 1994), 29, 43.
  19. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 461; Karl Marx, Grundrisse (London: Penguin, 1973), 409–10.
  20. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 461.
  21. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 460–61.
  22. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 330–31, 461.
  23. Ray Lankester, The Kingdom of Man (New York: Henry Holt and Co., 1911), 1–4, 26, 31–33; Foster, The Return of Nature, 61–64.
  24. Lankester, The Kingdom of Man, 31; Joseph Lester, Ray Lankester and the Making of Modern British Biology (Oxford: British Society for the History of Science, 1995), 163–64.
  25. Ray Lankester, Science from an Easy Chair (New York: Henry Holt and Co., 1913), 365–69.
  26. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 492. The criticism of Engels on the dialectics of nature had its origins in footnote 6 of Georg Lukács’s History and Class Consciousness, though Lukács, as he later explained, never fully abandoned the notion of a “merely objective dialectics” and was to promote such a naturalistic dialectic, based on Marx more than Engels, in his later thought. Nevertheless, the rejection of the dialectics of nature became axiomatic for Western Marxism beginning in the 1920s, taking a stronger hold in the post-Second World War period. Georg Lukács, History and Class Consciousness (Cambridge, MA: MIT Press, 1971), 24, 207. See also Russell Jacoby, “Western Marxism,” in A Dictionary of Marxist Thought, ed. Tom Bottomore (Oxford: Blackwell, 1983), 523–26; Foster, The Return of Nature, 11–22. On the general conflict regarding Engels within contemporary Marxism, see Blackledge, Frederick Engels and Modern Social and Political Theory, 1–20.
  27. As Roy Bhaskar has argued, the necessity to consider the intransitive or the realm of transfactuality establishes the distinction between the epistemological and the ontological, against the tendency within much of contemporary philosophy, including the Western Marxist philosophical tradition, to promote the epistemological fallacy, characteristic of idealism, in which ontology is subsumed within epistemology. Adherence to the epistemological fallacy would make any consistent materialism or natural science impossible. Roy Bhaskar, Dialectic: The Pulse of Freedom (London: Verso, 1993), 397, 399–400, 405.
  28. This can be seen in Alfred Schmidt’s The Concept of Nature in Marx, published in 1962, the same year as Rachel Carson’s Silent Spring. Schmidt’s work, a product of the Frankfurt School (influenced particularly by his mentors Max Horkheimer and Theodor Adorno) for the most part denied the dialectics of nature and any reconciliation of humanity with nature on the very cusp of the emergence of the modern environmental movement. Alfred Schmidt, The Concept of Nature in Marx (London: Verso, 1970).
  29. This and the following six paragraphs are adapted from Foster, The Return of Nature, 379–81.
  30. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 356.
  31. Peter T. Manicas, “Engels’s Philosophy of Science,” in Engels After Marx, ed. Manfred B. Steger and Terrell Carver (University Park: Pennsylvania University Press, 1999), 77.
  32. Craig Dilworth, “Principles, Laws, Theories, and the Metaphysics of Science,” Synthese 101, no. 2 (1994): 223–47. The principle of uniformity (or uniformitarianism), most closely associated with Charles Lyell, was challenged by Darwin’s concept of evolution, though Darwin’s gradualism downplayed the conflict. Stephen Jay Gould and paleontologist Niles Eldredge were to challenge uniformitarianism much more radically in their theory of punctuated equilibrium in the 1980s. See Richard York and Brett Clark, The Science and Humanism of Stephen Jay Gould (New York: Monthly Review Press, 2011), 28, 40–42. The traditional notion of the perpetuation of substance was challenged in Engels’s day by the development of the concept of energy in physics. In relation to both of these ontological principles and the principle of causality, where he addressed the complex interchange of cause and effect, Engels’s dialectical “laws” or ontological principles not only captured the revolutionary changes taking place in the science of his day, but in various ways prefigured later discoveries. On Engels’s views of causality, see Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 510.
  33.  Bernal, Engels and Science(London: Labour Monthly Pamphlets, 1936), 1–2.
  34. Bernal, Engels and Science, 5.
  35. Bernal, Engels and Science, 5–7; Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 359 (translation follows Bernal).
  36. Hyman Levy, A Philosophy for a Modern Man (New York: Alfred A. Knopf, 1938), 30–32, 117, 227–28.
  37. This paragraph was written by Fred Magdoff. See also Fred Magdoff and Chris Williams, Creating an Ecological Society (New York: Monthly Review Press, 2017), 215.
  38. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 326, 507; E. Ray Lankester, “Limulus an Arachnid,” Quarterly Journal of Microscopical Science 2 (1881): 504–48, 609–49; Foster, The Return of Nature, 56, 249.
  39. Bernal, Engels and Science, 7–8, J. D. Bernal, “Dialectical Materialism,” in Aspects of Dialectical Materialism, by Hyman Levy et al. (London: Watts and Co., 1934), 107–8.
  40. Bernal, Engels and Science, 7; Foster, The Return of Nature, 242.
  41. Bernal, Engels and Science, 7; Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 14.
  42. All three of Engels’s informal laws of dialectics can be seen as related to emergence, particularly the first and the third. Engels’s third informal law, negation of the negation, as Roy Bhaskar argued in Dialectics: Pulse of Freedom, “raises the issue of absenting absences and the reassertion of lost or negated elements of reality. Bernal developed an analysis of the negation of the negation in terms of the role of residuals that reemerge and transform relations through complex evolutionary processes.” Roy Bhaskar, Dialectic: The Pulse of Freedom (London: Verso, 1993), 150–52, 377–78; Bernal, “Dialectical Materialism,” 103–4.
  43. This and the following paragraph were drafted nearly in their entirety by Fred Magdoff.
  44. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 126.
  45. Bernal, Engels and Science, 8–10; Friedrich Engels, Ludwig Feuerbach and the Outcome of Classical German Philosophy (New York: International Publishers, 1941), 65–69.
  46. Ilya Prigogine and Isabelle Stengers, Order Out of Chaos (New York: Bantam, 1984), 252–53.
  47. Bernal, Engels and Science, 4.
  48. Bernal, “Dialectical Materialism,” 90, 102, 107, 112–17.
  49. Bernal, Engels and Science, 10–12. With respect to Engels on the origins of life, Richard Levins and Richard Lewontin wrote that “dialectical materialism has focused [necessarily] mostly on some selected aspects of realty. At times we have emphasized the materiality of life against vitalism, as when Engels said that life was the motion of ‘albuminous bodies’ (i.e. proteins; now we might say macro-molecules). This seems to be in contradiction to our rejection of molecular reductionism, but simply reflects different moments in an ongoing debate where the main adversaries were first the vitalist emphasis on the discontinuity between the inorganic and living realms, and then the reductionist erasure of the real leaps of levels.” Richard Lewontin and Richard Levins, Biology Under the Influence (New York: Monthly Review Press, 2007), 103.
  50. Bernal, Engels and Science, 13–14.
  51.  Bernal, The Freedom of Necessity(London: Routledge and Kegan Paul, 1949), 362.
  52. Bernal, The Freedom of Necessity, 364–65.
  53. Joseph Needham, Time, the Refreshing River (London: George Allen, and Unwin, 1943), 214–15; Engels, Ludwig Feuerbach, 12.
  54. Needham, Time, the Refreshing River, 214–15; Marx and Engels, Collected Works, vol. 46, 411.
  55.  S. Haldane, The Marxist Philosophy and the Sciences(New York: Random House, 1939), 199–200; Foster, The Return of Nature, 391.
  56. Richard Levins and Richard Lewontin, The Dialectical Biologist (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1985).
  57. Stephen Jay Gould, An Urchin in the Storm (New York: W. W. Norton, 1987), 111–12.
  58. Needham, Time, the Refreshing River, 14–15. Engels wrote: “It is precisely the alteration of nature by men, not solely nature as such, which is the most essential and immediate basis of human thought.” Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 511.
  59. See John Bellamy Foster, Brett Clark, and Richard York, The Ecological Rift (New York: Monthly Review Press, 2010), 13–18; Ian Angus, Facing the Anthropocene (New York: Monthly Review Press, 2016); Clive Hamilton,Defiant Earth (Cambridge: Polity, 2017).
  60. Lester, Ray Lankester, 164.
  61. John Bellamy Foster, “Capitalism and the Accumulation of Catastrophe,” 1–2, 15–16. Foster, The Return of Nature, 64, 286–87.
  62. Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 516.
  63. Marx and Engels, Collected Works, vol. 46, 411.
  64. Frederick Engels, The Housing Question (Moscow: Progress Publishers. 1975), 92.
  65. On Engels’s approach to thermodynamics, see John Bellamy Foster and Paul Burkett, Marx and the Earth (Chicago: Haymarket, 2016), 137–203.
  66. On Marx and Engels on ecological degradation and extermination in colonial Ireland, see John Bellamy Foster and Brett Clark, The Robbery of Nature (New York: Monthly Review Press, 2020), 64–77.
  67. Engels made it clear that the rational regulation of the human relation to nature, and thus a rational application of science, was only possible with “a complete revolution in our hitherto existing mode of production.” Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 462. On the alienation of science under capitalism, see István Mészáros, Marx’s Theory of Alienation (London: Merlin, 1975), 101–2. The role of science under capitalism is further clarified in Richard Levins’s notion of the “dual nature of science.” Richard Levins, “Ten Propositions on Science and Antiscience,” Social Text 46–47 (1996): 103–4. The uncontrollability of capital is theorized in István Mészáros, Beyond Capital (New York: Monthly Review Press, 1995), 713.
  68. Karl Marx, On the First International, ed. Saul Padover (New York: McGraw-Hill, 1973), 10.
  69. See Foster, The Return of Nature, 197–204.
  70. John Bellamy Foster and Istvan Suwandi, “COVID-19 and Catastrophe Capitalism,” Monthly Review 72, no. 2 (June 2020): 3–4.
  71. Marx and Engels, Collected Works, vol. 2, 95–101, 497; vol. 4, 528. Engels’s admiration for Shelley led him to attempt to translate Queen Mab, along with The Sensitive Plant, into German. See John Green, Engels: A Revolutionary Life (London: Artery, 2008) 28–29, 59. For a fascinating treatment of Shelley’s revolutionary poetry and politics, see Annette Rubinstein, The Great Tradition in English Literature (New York: Monthly Review Press, 1953), 516–64.
  72. Percy Bysshe Shelley, The Complete Poetical Works (Oxford: Oxford University Press, 1914), 528.
  73. Shelley, Complete Poetical Works, 773. Marx depicted Shelley as “essentially a revolutionist,” a view that Engels shared. Edward Aveling and Eleanor Marx Aveling, Shelley’s Socialism (London: The Journeyman, 1975), 4.

[1]Romans Lecture: clase gratuita que se da anualmente en la Universidad de Oxford desde 1892. Se invita a referentes del arte y la ciencia.

[2] Decidimos dejar la versión del inglés para una comprensión más cabal del poema en su idioma original y su relación con la dialéctica de la naturaleza. Una traducción literal para comprender el contenido del poema en español podría ser: “El eterno universo de las cosas/ fluye a través de la mente, y hace rodar sus rápidas olas,/ ahora oscuras, ahora brillantes, ahora reflejando la oscuridad/ ahora brindando esplendor, a donde de los manantiales secretos/ la fuente del pensamiento humano su tributo trae/ de las aguas, con un sonido que no es más que a medias suyo”.

[3]Todas las cosas se venden: la misma luz del Cielo / es venal; los incansables regalos de amor de la tierra.

Sumate a la discusión dejando un comentario:

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí