El mundo de Rosa Luxemburgo

El 15 de enero de 1919, en medio de la reacción contra la revolución alemana, agentes de los Freicorps (bandas de matones proto-fascistas que funcionaban con el aval del gobierno socialdemócrata) asesinaron a Rosa Luxemburgo, principal dirigente de la izquierda revolucionaria en Alemania.

0
97

Aunque no es nuestro interés hacer un trabajo biográfico de Rosa (tarea que nos excede y para la cual hay muchos libros valiosos que utilizamos en nuestra investigación), para comprender su vasta elaboración es necesario remitirse a episodios de su vida y de la época en que le correspondió militar, pues, como afirmó Tony Cliff, ella personificó “la unidad entre la teoría y la práctica, la vida y la obra de Rosa Luxemburg requieren una descripción tanto de sus actividades como de su pensamiento: ellos son inseparables”.[1]

Esta sección consta de dos capítulos. El primero es un esbozo biográfico sobre sus primeros años de vida, el entorno familiar, su ingreso a la militancia en el movimiento socialista y la formación de su personalidad. Nos concentraremos en el período 1871-1898, etapa que abarca desde su nacimiento hasta su ingreso al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD en adelante).

En el segundo capítulo analizaremos el universo socialista de la II Internacional, en particular de la socialdemocracia alemana, epicentro del movimiento socialista internacional de ese entonces. Esto es fundamental para comprender la arena de lucha donde Rosa libró sus debates teóricos y políticos, dando cuenta de los adversarios e inercias que enfrentó, lo cual explica la riqueza de sus enfoques, así como sus unilateralidades en materia de organización.

I CAPÍTULO

ROSA, LA PERSONA (ESBOZO BIOGRÁFICO 1871-1898) 

Primeros años

Rosa Luxemburgo nació el 5 de marzo de 1871 en Zamosc, una pequeña ciudad del “Reino de Polonia” cercana a la frontera rusa, la cual estaba bajo el asfixiante dominio de la autocracia zarista. Para ese entonces, los territorios que comprendía la nación polaca estaban bajo dominio de tres potencias: Rusia, Prusia y Austria.

Tras la derrota de la rebelión encabezada por la nobleza polaca en 1863, el zarismo realizó algunas concesiones de tierras al campesinado para debilitar el poder de los terratenientes, pero esto no representó un alivio para la mayoría de la población explotada, la cual resintió las relaciones de servidumbre y otras formas de opresión típicas del imperio ruso.

La comunidad judía, particularmente, fue víctima de los ataques del zarismo, pues se encontraba en lo más bajo de la pirámide social; confinados en guettos, excluidos de ejercer profesiones y privados de derechos civiles básicos, los judíos eran doblemente explotados y oprimidos. De ahí que, la juventud judía del siglo XIX e inicios del XX, representará un importante contingente de todos los movimientos de emancipación nacional y socialistas en el imperio ruso.

La familia Luxemburgo era judía, pero formaba parte de un pequeño grupo que sorteó muchas de las penurias producidas por el anti-semitismo zarista; de hecho, constituía uno de los focos de cultura dentro de su comunidad. El abuelo paterno era propietario de un negocio de maderas, por lo que constantemente realizaba viajes de negocios a Alemania, algo que contribuyó para que ampliara su visión del mundo. Por este motivo, envió a sus hijos (incluido el padre de Rosa) a estudiar a Berlín, haciéndolos receptivos a las ideas liberales que eran más accesibles en la sociedad germana.

De acuerdo a Paul Frölich, camarada de Rosa y uno de sus biógrafos más reconocidos, su padre Elías Luksenburg, estaba culturalmente distante de la fe ortodoxa judía y de la rigurosidad del guetto, pero profesaba una enemistad contra el régimen zarista y defendía ideas democráticas. Esto lo impulsó a ayudar a su comunidad a través de actividades culturales; era un miembro típico del sector social que dio origen a la intelectualidad judía que nutrió las vanguardias artísticas, culturales y revolucionarias en la Europa decimonónica.[2] Con respecto a su madre, Lina Löwenstein, jugó un papel muy importante en el desarrollo intelectual de Rosa, pues sus intereses culturales estaban muy por encima del promedio de una mujer judía de la época, dado que era lectora asidua de los poetas clásicos alemanes y polacos.

Rosa era la menor de cinco hijos y, desde pequeña, tuvo mucha atención de la familia producto de su padecimiento en la cadera, por la cual tuvo que guardar reposo durante todo un año (y le dejó una leve cojera de por vida). Además, desde temprana edad, resultó claro que ostentaba una inteligencia superior al promedio y despertó el orgullo de sus padres; a los cinco años ya sabía leer y escribir, por lo que convirtió a las trabajadoras domésticas en sus “alumnas”.

Rosa creció en un ambiente familiar cálido, amoroso y multicultural, con una fuerte influencia de la cultura alemana y polaca que marcó su posterior desarrollo personal e intelectual. Se identificó plenamente con los valores civilizatorios de la Belle Époque; era una mujer cosmopolita e internacionalista que, con el pasar de los años, se distanció de sus raíces judías debido a su formación cultural y por no poseer convicciones religiosas, aunque siempre recordaba el pánico que le generaban los pogromos (linchamientos multitudinarios contra los judíos) en su ciudad natal.[3]

Los Luxemburgo se trasladaron a Varsovia cuando Rosa tenía tres años, en procura de mejores oportunidades educativas para sus hijos. En esta ciudad comenzó su politización, pues en la secundaria entró en contacto con un mundo juvenil opositor al zarismo, dada la tendencia del régimen de rusificar los territorios polacos bajo su control, a grado tal que excluía a la población judía y la gran mayoría de polacos de asistir a los mejores centros educativos, los cuales se tornaron exclusivos para los rusos y las prestigiosas familias polacas rusófilas.

En esta ciudad ingresó al Liceo Femenino, donde el polaco estaba prohibido (incluso entre estudiantes), lo cual alimentó la rebeldía contra el profesorado. A causa de esto, la secundaria era un centro de la oposición nacionalista polaca que, al cabo de un tiempo, se convirtió en un semillero del movimiento socialista revolucionario, conformado mayoritariamente por jóvenes intelectuales.

No hay certeza de que Rosa tuviese contacto en secundaria con alguna organización ilegal, pero está fuera de duda que hizo parte de la oposición estudiantil a las autoridades que representaban el dominio zarista en la institución: le negaron la medalla de oro al recibirse del Liceo pues, a pesar de sus excelentes calificaciones, la dirección rehusó darle el reconocimiento debido a “su actitud de oposición a las autoridades”.[4]

Al poco tiempo de salir de secundaria se vinculó con el Partido Revolucionario Socialista (Proletariat en adelante), donde tomó contacto con obreros politizados, accedió a la literatura clandestina comunista y, probablemente, participó del resurgimiento del movimiento obrero polaco. Debido a la persecución de la policía tuvo que emigrar en 1889 a Zúrich para evitar ser deportada a Siberia, pero cuando estaba a punto de cruzar la frontera el plan se frustró. Ante esto, un compañero militante reorganizó el escape con una treta impensable: pidió ayuda a un cura alegando que una joven judía ansiaba convertirse al catolicismo, para lo cual tenía que huir de su familia en el país. Rosa actuó muy bien y convenció al cura para que le ayudara pasar la frontera escondida entre la paja de una carreta campesina…con la inestimable bendición de Dios.

Una joven revolucionaria en Zúrich

La vida política en Suiza era totalmente diferente a lo que ofrecía el asfixiante absolutismo ruso; por eso Zúrich se convirtió en un foco de la juventud revolucionaria debido a la alta presencia de emigrados rusos y polacos.

Esto se reflejaba particularmente en la universidad, la cual se convirtió en un punto de encuentro de los emigrados que, a pesar de su juventud, acumulaban una experiencia de vida significativa por su estadía en los calabozos zaristas, conocer el destierro siberiano y por dejar atrás abruptamente a sus familiares y amigos. Frölich retrató el ambiente que prevalecía entre esa juventud de la siguiente manera:

“Se mantenían apartados de los jóvenes burgueses cuyas metas eran los cargos públicos y un porvenir seguro. Estos jóvenes emigrados trabajaban duramente en sus disciplinas universitarias, pero pensaban menos en su porvenir personal que en el porvenir de la humanidad. En su colonia hombre o mujer eran respetados por igual. Entre ellos imperaba una gran libertad de pensamiento, unida a un severo ascetismo moral. Había muchas necesidades y una solidaridad natural, sin grandilocuencias (…) Estos estudiantes no perdían su tiempo en los bares. Discutían incansablemente sobre filosofía, sobre darwinismo, sobre la emancipación de la mujer, sobre Marx, sobre Tolstoi…”[5]

Cuando Rosa ingresó a la Universidad de Zúrich se anotó en la Facultad de Ciencias, dado que era una amante de la naturaleza, pasión que la acompañaría por el resto de su vida (patente en hermosos pasajes de sus cartas desde la cárcel). Pero, al poco tiempo, se pasó a Ciencias Políticas, donde se orientó hacia la Economía Política, campo donde más tarde realizaría su principal obra teórica, La acumulación del capital (escrita en 1913).

En la ciudad también residían las principales personalidades de la socialdemocracia rusa del momento, como Gueorgui Pléjanov, Vera Zasulich y Pavel Axelrod, veteranos de la lucha revolucionaria con las que Rosa entabló relación. Este nuevo universo militante resultó muy enriquecedor, pues le permitió nutrirse de una atmósfera estimulante para consolidar sus ideales, construir relaciones políticas que perduraron por el resto de su vida y, hecho importante, fue clave para afirmar su carácter debido al choque de personalidades consustancial a la lucha de tendencias en la vanguardia.[6]

En 1890 conoció al lituano Leo Jogiches (1867-1919) en el marco de los círculos de emigrados. Entablaron una colaboración política que dio paso a una relación sentimental, la cual se extendería por casi quince años (1893-1907).[7] Ambos constituyeron un equipo de trabajo muy dinámico y eficiente, donde Rosa era la figura pública y Jogiches se desempeñó como un extraordinario organizador; debido a esto su papel se diluyó mucho en la lupa de los historiadores, pero sus contemporáneos socialistas tenían claro el rol que desempeñó en la socialdemocracia polaca, en quien reconocían al coautor de muchas de las ideas que Rosa posteriormente formuló por escrito, aunque sin duda ella era mucho más sólida desde el punto de vista teórico.[8]

En esta ciudad también conoció a Julian Marchlewski y Adolf Warzawski, quienes, junto con Jogiches, constituirían el equipo de trabajo de Rosa en adelante, conformando un núcleo con mucha identidad política, algo con lo cual no contaban el resto de emigrados polacos. Eran un grupo de pares intelectuales, con edades similares y rebosantes de confianza en sí mismos, por lo que, al cabo de unos años, se convirtieron en el equipo de dirección de la Social Democracia del Reino de Polonia (SDKP), partido que tuvo un funcionamiento tan conspirativo y centralizado como los bolcheviques de Lenin.

La relación de Rosa con sus miembros es digna de mencionar, pues se rigió por una severa crítica en torno a sus concepciones políticas y hasta por temas personales, pero sin que esto fuera en menoscabo de su cohesión e identidad grupal. Por este motivo, Nettl los caracterizó como un grupo de compañeros en todo el sentido de la palabra: “En la medida en que el antiguo vocablo ´compañero` tiene algún significado político en un contexto moderno, es aplicable a esta relación: más que un aliado pero menos que un amigo, una vinculación más firme que la simpatía personal, pero al mismo tiempo con más colorido que cualquier relación política puramente funcional.”[9]

El comienzo de este equipo de trabajo coincidió con la apertura de una nueva etapa de desarrollo para el movimiento socialista europeo que, tras la derrota histórica de la Comuna de París en 1871, retomó fuerza en la última década del siglo XIX. La fundación de la II Internacional en 1889 expresó el fortalecimiento de los partidos obreros en el continente, lo cual dio paso a una revisión de la herencia teórica del socialismo hasta entonces.

El relanzamiento del socialismo polaco y su ingreso al SPD

El socialismo polaco experimentó dificultades para consolidar una estructura organizativa debido al constante acecho y represión de la policía zarista. Aunado a esto, la fragmentación territorial de Polonia entre Austria, Rusia y Alemania repercutió entre sus filas, pues hubo animadversión por rivalidades nacionales: lo polacos de Galitzia eran anti-rusos; en la Polonia rusa estaban divididos entre un grupo anti-ruso que cooperaba con los de Austria y otro que planteaba la unidad con los revolucionarios rusos para derrotar al zarismo. Para hacer más compleja la situación, en los territorios polacos había una fuerte presencia de población judía, lo cual también fragmentó al movimiento socialista por el anti-semitismo y la formación de organizaciones políticas exclusivas para judíos.[10]

Esto explica que, hasta 1881, fuera posible fundar el primer partido socialista polaco, Proletariat, liderado por Ludwing Warinski (1856-89), pero fue detenido en 1883 y, desde entonces, permaneció en la cárcel hasta su muerte. A pesar de que su protagonismo al frente del partido fue corto, dejó una importante huella dentro de sus seguidores, principalmente por concentrarse en las cuestiones económicas y por su rechazo a levantar la consigna de la independencia nacional del país, alegando que la burguesía polaca no tenía atributos revolucionarios y, por ende, no existían puntos de apoyo reales para consumar esa tarea democrático-burguesa.

Además de Proletariat, se originó otra agrupación socialista denominada Pueblo Polaco, dirigida por Boleslaw Limanowski, para quien el socialismo y el patriotismo no eran excluyentes. Desde su perspectiva, no se podía desarrollar un movimiento socialista mientras una nación oprimiera a otra, por lo que era prioritario que la clase obrera polaca se uniera con el campesinado y los intelectuales para luchar por su independencia.

Esta disputa alrededor de la independencia nacional marcó al socialismo polaco en adelante, dando paso a las dos tendencias principales en las que se dividió el movimiento hasta después de la primera guerra mundial.

Rosa inició su militancia en las filas de Proletariat en 1886, cuando apenas era una adolescente de 16 años; en el momento que se sumó la organización estaba en decadencia por los embates de la policía y la degeneración populista de la agrupación, particularmente por su acercamiento a Narodnaia Volya, la histórica organización populista-terrorista rusa.

Pero desde 1888 inició un proceso de reorganización del movimiento obrero polaco, lo cual abrió nuevas posibilidades de desarrollo para los movimientos socialistas, permitiendo la renovación de Proletariat y la fundación de la Federación de Trabajadores Polacos, organización cuyo eje era la lucha sindical, aunque reticente de impulsar la acción política (similar a los economicistas rusos con los que polemizaría Lenin más tarde).

En 1892 se produjo una jornada histórica el 1° de mayo (impulsada por la recientemente fundada II Internacional), pues se fueron a huelga 8 mil obreros en Varsovia y otros 60 mil en Lodz; en esta última ciudad el zarismo desató una feroz represión por medio de los cosacos, con un saldo de 46 muertos y más de 200 heridos. Esto propició la unificación de Proletariat, la Federación de Trabajadores Polacos y otras agrupaciones socialistas, para conformar el Partido Socialista Polaco (PPS).[11] 

Este proceso de unidad propició una revisión crítica de las bases teóricas y tácticas del socialismo polaco, tarea que Rosa asumió a fondo y, producto de la cual, sentó los cimientos de algunos de sus posicionamientos más importantes de las próximas décadas. Por ejemplo, se plantó contra las desviaciones blanquistas (heredadas por el acuerdo de Proletariat con el populismo ruso) y defendió que sólo la acción del movimiento de masas bajo la dirección de la socialdemocracia podría derrotar al zarismo. También retomó la postura clásica de Proletariat yse opuso a que el movimiento obrero asumiera como tarea central la lucha por la independencia de Polonia (aunque profundizó la política con sus propios análisis marxistas), postura que ulteriormente generalizó a nivel internacional y sustentó su oposición a la política bolchevique de defensa de la autodeterminación de las naciones (esto lo veremos en un capítulo específico). Asimismo, abordó la relación entre la lucha cotidiana y los objetivos finales que, visto en retrospectiva, fue un anticipo de su análisis dialéctico de reforma y revolución como parte de la pelea contra el revisionismo de Bernstein en el SPD y en las filas de la II Internacional.

La unidad del PPS duró muy poco, pues en París se conformó una “Asociación de los socialistas polacos en el exilio” en 1892, compuesta por los antiguos dirigentes de Proletariat, los cuales retomaron la consigna de la independencia de Polonia. Esto abrió una pugna por los mandatos polacos para el congreso de la II Internacional en Zúrich (1893), donde los opositores de Rosa lanzaron una campaña de provocaciones y calumnias contra ella, acusándole de ser agente de la policía o tachándola de “mujer histérica”; incluso el veterano Wilhelm Liebknecht envió una carta donde insinuó que era una agente de la Ojrana (policía zarista), de lo cual posteriormente se retractó.[12]

Al final Rosa perdió la votación de los mandatos por la oposición de dos pesos pesados, aunque por motivos diferentes: Plejanov, porque desconfiaba del grupo de Rosa por su anterior vinculación a los populistas rusos y, además, previamente tuvo un fuerte choque con Jogiches alrededor de una propuesta editorial; Engels, debido a que tomaba en cuenta las opiniones de Plejanov sobre la socialdemocracia rusa y porque era un defensor de la independencia de Polonia, la cual Rosa adversaba fuertemente.

Esta derrota internacional contrajo dificultades constructivas en Polonia al provocar la división del PPS. Rosa y su equipo de trabajo fundaron el Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia (SDKP), pero al poco tiempo resintieron los embates de la policía contra las organizaciones ilegales, producto de las detenciones sistemáticas contra las organizaciones ilegales y, para 1896, la existencia del partido se redujo al mínimo y tuvieron que suspender la publicación del periódico. Sería hasta 1899 cuando reorganizarían el SDKP de la mano de un nuevo cuadro, Felix Dzierzynski (posteriormente se hizo bolchevique y director de la Cheka en los primeros años de la revolución rusa), cuando sumaron a los socialistas lituanos y fundaron el Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia y de Lituania (SDKPiL). 

Durante estos años, marcados por la reacción y el retroceso de la socialdemocracia, Rosa se concentró en culminar sus estudios universitarios (se doctoró en Ciencia Políticas), escribió muchos artículos para las principales revistas alemanas y realizó un viaje de varios meses a Francia, donde conoció a los principales referentes del socialismo galo.

En 1898 decidió trasladarse a Alemania, donde el movimiento obrero estaba en ascenso, se encontraba el principal partido socialdemócrata del mundo y, por lo mismo, se procesaban los principales debates de teoría y táctica de la II Internacional. Por otra parte, su inserción en el SPD era funcional para la construcción del SDKPiL, pues en Alemania podía establecer relaciones políticas con los altos dirigentes del partido y de la Internacional, algo vital en el marco de sus luchas con las otras tendencias socialistas polacas para acceder a recursos y ubicarse en el marco de la Internacional.

A las pocas semanas de su arribo a Berlín, se ofreció para colaborar en la campaña electoral del partido en la región de la Alta Silesia, zona donde había una alta cantidad de obreros polacos. Sus discursos causaron sensación entre los obreros mineros y metalúrgicos, quienes llegaron al extremo de llevarle flores y pedirle que no se fuera de la zona.

Cuando regresó a Berlín se concentró en el estudio y la escritura de artículos para los periódicos socialdemócratas y, como fue normal en sus campos de intervención militante, desde un inicio destacó como una excelente escritora, pues sus textos resultaban políticamente cautivadores, algo novedoso con relación al estilo burocrático y rutinario del resto de periodistas socialdemócratas. Rosa expuso su malestar con la forma de escribir en los diarios del partido en una carta de junio de 1898:

“No estoy nada satisfecha con la forma en que se escriben en el Partido la mayoría de los artículos. Todo es tan convencional, tan acartonado, tan rutinario (…) Creo que cada vez, cada día, en cada artículo hay que sentir y revivir la causa, entonces surgirían con facilidad palabras frescas, palabras salidas del corazón y que alcanzarían al corazón para la vieja causa. Pero uno se acostumbra a la verdad y recita las cosas más grandes y más profundas como un padre nuestro. Me propongo no olvidar jamás que cuando escriba debo entusiasmarme y abandonarme en lo escrito.”[13]

Estos atributos facilitaron su acceso a los principales cuadros socialdemócratas del partido, muchos de los cuales ya la reconocían por su participación en los congresos de la Internacional y por sus colaboraciones periodísticas sobre Polonia. Así, entabló relaciones políticas con Bebel, Kautsky, Franz Mehring, Clara Zetkin y Parvus.

Este último fue quien la promovió para que asumiera la dirección del periódico que dirigía en Sajonia, luego de que fuera desterrado abruptamente por el gobierno. Rosa asumió la tarea y luchó por introducir cambios en el periódico; intentó centralizar el periódico y presionó para que los periodistas cubrieran con regularidad la situación económica. Esto generó un choque con los periodistas a su cargo y una discusión con Georg Gradnauer de Vorwärts, ante lo cual Rosa replicó de forma objetiva pero incisiva, fiel a su estilo de polemista nata. El comité del partido intervino en el conflicto y la censuró, al extremo que le impidió utilizar su nombre para firmar los artículos para defenderse. Como era de esperar, Rosa no aceptó el castigo y renunció de la dirección del periódico, lo cual constituyó su primera derrota en el SPD y dio paso para que la atacaran por huir de sus responsabilidades.

Esta fue su primer choque con el aparato burocrático de la socialdemocracia alemana, algo que sería recurrente en los años venideros y que analizaremos en los próximos capítulos.


 

[1] Tony Cliff, Rosa Luxemburg (Marxists Internet Archive: 2001),  https://www.marxists.org/espanol/cliff/luxemburg/index.htm, Introducción.

[2] Paul Frölich, Rosa Luxemburg (Buenos Aires: Ediciones IPS, 2013), 37-45. La reconstrucción biográfica en esta sección lo hicimos con base al relato de Frölich.

[3] Rodrigo Quesada, Rosa Luxemburgo. Utopía y vida cotidiana. (Heredia: EUNA y Nadar Ediciones, 2018), 95.

[4] Frölich, Rosa Luxemburg, 42.

[5] Ibíd. 47.

[6] J.P. Nettl, Rosa Luxemburgo (México: Ediciones Era, 1974), 67.

[7] Esta relación fue muy desgastante para Rosa, pues durante mucho tiempo exigió más gestos amorosos a Jogiches, cuya personalidad era la de un conspirador obsesionado por la organización y poco expresivo ante la vida. Por otra parte, cuando éste se enteró del amorío entre Rosa y Kostia Zetkin (hijo de su amiga Clara Zetkin), se tornó agresivo y la amenazó de muerte por medio de cartas, además de protagonizar escenas de acoso en la vía pública.  Esta dinámica de agresión afectó a Rosa durante mucho tiempo.

[8] Nettl, Rosa Luxemburgo, 81.

[9] Ibíd. 37.

[10] G.D.H. Cole, Historia del pensamiento socialista (tomo III) (México: Fondo de Cultura Económica, 1959), 449-450.

[11] Frölich, Rosa Luxemburg, 55-56.

[12] Ibíd. 71. Los ataques machistas contra Rosa prosiguieron en el SPD y en la II Internacional, ante lo cual demostró cierta “inmunidad”, pues ni siquiera dedicó fragmentos de sus obras o artículos para rebatirlas.

[13] Ibíd. 74.

Sumate a la discusión dejando un comentario:

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí