Crítica marxista a la producción capitalista de alimentos

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En las últimas décadas surgió una importante producción desde el marxismo ante la crisis ecológica internacional (que también se expresa en una crisis alimentaria global), lo cual permite comprender el problema y plantear soluciones, así también poner a dialogar el marxismo con otras corrientes políticas críticas. En este breve artículo explicaremos la crítica del materialismo histórico a la producción de alimentos en el sistema del capital y realizaremos una discusión a partir de esta perspectiva con la propuesta de la soberanía alimentaria.

Crítica marxista a la agricultura capitalista

En tiempos de Marx durante la revolución industrial y la segunda revolución agrícola una de las principales preocupaciones fue la disminución de la fertilidad de los suelos tanto en Europa como América del Norte, epicentros de la concentración capitalista en ese momento. Esto provocó un aumento de la demanda de fertilizantes que temporalmente se resolvió con la importación de huesos y de guano (excremento de aves) encontrados en islas marinas conquistadas por las potencias, lo que condujo a una dinámica de “imperialismo ecológico”.

Los fundadores del socialismo científico conocieron los aportes de Henry Carey (economista político norteamericano) y de George Waring (joven agrónomo y agricultor norteamericano) quienes señalaban el problema de la pérdida de nutrientes del suelo por el envío de alimentos y fibras vegetales a grandes distancias en una sola dirección: del campo a la ciudad. (1) Esto explica que hay un flujo de materiales ecológicos y económicos desde donde se alimenta la concentración de capital, razón por la cual las ciudades burguesas casi siempre concentran los sectores más dinámicos de la producción, circulación y acumulación capitalistas.

Por otra parte, para 1840 el científico Justus Von Liebig publicó un libro conocido como su “Química Agrícola” donde descubrió los tres componentes de la fertilidad del suelo para el crecimiento de las plantas: nitrógeno, fósforo y potasio. Marx y Engels conocían esta y otras obras científicas del momento, lo que les permitió plantear su crítica ecológica a la degradación de la fertilidad del suelo por la agricultura capitalista.

Según Liebig, siguiendo la explicación de Foster, el empobrecimiento de la fertilidad de la tierra tenía relación con la contaminación de las ciudades, pues los desechos orgánicos terminaban en los ríos o basureros y no se restituían a las tierras de cultivos. Esta crítica junto con la de los autores norteamericanos permitió a Marx y Engels construir una crítica más aguda, vinculando esto con el desarrollo del sistema capitalista.

Acá es importante también rescatar el concepto de metabolismo, que en ciencias naturales hace referencia a los intercambios de materia y energía con el medio, proceso que se da en las células, en la digestión o en la fotosíntesis, por mencionar tres ejemplos. Marx aprovechó este concepto para explicar que entre la humanidad y la naturaleza también se da un “metabolismo social” mediado por el trabajo y el proceso de producción para satisfacer las necesidades humanas.

El trabajo es, antes que nada, un proceso que tiene lugar entre el hombre y la naturaleza, un proceso por el que el hombre, por medio de sus propias acciones, media, regula y controla el metabolismo que se produce entre él y la naturaleza. (…) A través de este movimiento actúa sobre la naturaleza exterior y la cambia, y de este modo cambia simultáneamente su propia naturaleza. El proceso de trabajo es la condición universal para la interacción metabólica entre el hombre y la naturaleza, la perenne condición de la existencia humana impuesta por la naturaleza”. (2)

Sin embargo, este metabolismo social es fracturado constantemente por la dinámica del sistema capitalista, pues separa a la humanidad de sus medios indispensables de vida concentrando a la población en grandes ciudades y privatizando y acumulando los recursos y la tierra en manos privadas de la burguesía. De esta manera, la naturaleza es privatizada en función de la acumulación de capital, lo que se vuelve en contra de la mayoría de los seres humanos despojados del ambiente natural. Esto es lo que Bellamy Foster a partir de Marx denomina “la fractura del metabolismo social”.

Más recientemente, Kohei Saito descubrió importantes anotaciones sobre la obra de Carl Fraas en los llamados “cuadernos científico-naturales de Marx” (escritos posterior a la publicación de la primera edición de El Capital), quien fue un agrónomo alemán al que Marx estudió. En una carta a Engels, Marx le escribe que el libro de Fraas es muy interesante porque prueba que el clima y la flora cambian históricamente, y demostró que las civilizaciones de Persia, Mesopotamia y Grecia “colapsaron después de que la deforestación desregulada causara cambios insostenibles en el ambiente local” (3).

De esta manera, sigue explicando Saito, Fraas le dio importancia al clima para el crecimiento de las plantas, pues no alcanza solamente con analizar los componentes químicos del suelo, sino que la agricultura depende de factores climáticos como la temperatura, la humedad y la precipitación. Fraas mostró que en la antigua Grecia las plantas se trasladaban de las planicies a las montañas, producto de que los climas estaban cambiando, haciéndose más calurosos y secos. Este cambio climático fue consecuencia de la excesiva deforestación de las antiguas civilizaciones, toda una reflexión que pareciera escrita hoy, y de la que Marx y Engels fueron plenamente conscientes.

Una cita de El Capital que sintetiza bastante bien los elementos anteriormente mencionados:

La producción capitalista congrega a la población en grandes centros, y hace que la población urbana alcance una preponderancia siempre creciente. Esto tiene dos consecuencias. Por una parte, concentra la fuerza motriz histórica de la sociedad; por otra, perturba la interacción metabólica entre el hombre y la tierra, es decir, impide que se devuelvan a la tierra los elementos constituyentes consumidos por el hombre en forma de alimentos y ropa, e impide por lo tanto el funcionamiento del eterno estado natural para la fertilidad permanente del suelo. (…) Todo progreso alcanzado por la agricultura capitalista consiste simplemente en un avance del arte de desfalcar al trabajador, desfalcando al mismo tiempo a la tierra. (…) De ahí que, la producción capitalista solo sepa desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción minando al mismo tiempo las fuentes de que emana toda riqueza: la tierra y el trabajador. (El Capital, pág. 450-452). (5)

Aquí es colocada la explotación a la clase trabajadora como una de las fuentes de la riqueza, elemento central que no debemos olvidar a la hora de hacer la crítica ecológica al capitalismo. Somos una especie que cumple un rol en el ecosistema, hacemos parte de la naturaleza y establecemos relaciones ecológicas con nuestro medio, sin el cual es imposible nuestra vida. Pero somos también una especie diferente, que trabaja, que modifica la naturaleza para crear sus propios medios de vida, con la agricultura, por ejemplo, pero que también crear relaciones humanas, sociales y culturales.

Dentro de esas relaciones sociales, una bien conocida en la producción marxista y que impacta en cómo nos relacionamos con la naturaleza exterior, es que creamos clases sociales y en el capitalismo esas clases fundamentales son dos: la burguesía, que se apropia de la naturaleza y del trabajo ajeno en función de acumular mayor capital, y el proletariado, despojado de los bienes naturales privatizados por los primeros y explotados por el trabajo no pagado. Nuestro interés como socialistas no es hacer una crítica “ambientalista” aislada de esta contradicción humana central para resolver nuestros problemas, por el contrario, nuestra crítica ecológica debe hacerse desde la mirada y los intereses de la clase trabajadora internacional, así como en diálogo y discusión con otros sectores sociales explotados, oprimidos y excluidos de los medios básicos de vida, como es el campesinado, las mujeres, la población indígena, las personas afrodescendientes, migrantes, entre otros, muchos que incluso hacen parte de la clase que trabaja.

Hasta aquí hemos mencionado brevemente ocho elementos fundamentales sobre los que Marx basa su crítica a la agricultura capitalista: 1) la dinámica de despojo y colonización del llamado “imperialismo ecológico; 2) el robo de nutrientes al suelo; 3) la extracción de alimentos y fibras en una sola dirección, del campo a la ciudad; 4) la oposición campo/ciudad; 5) la fractura del metabolismo social; 6) la contaminación de la ciudades con residuos orgánicos que no se restituyen al ciclo natural; 7) los cambios en el clima producto de la deforestación; 8) la explotación a la clase trabajadora y el despojo de los bienes naturales a la mayoría del pueblo oprimido.

Contrario a lo que varios intelectuales, marxistas y anti-marxistas plantean, en Marx y Engels existe una profunda reflexión sobre el problema ecológico que provoca el sistema capitalista, por un lado al privatizar los medios naturales de vida en manos de la burguesía, y por otro con toda su dinámica expoliadora de producción, lo que ha dado como resultado la actual crisis ecológica internacional y que afecta la producción alimentaria global, por lo que se auguran nuevas crisis alimentarias ante la incapacidad del sistema de organizar racionalmente el metabolismo humano con la naturaleza.

La discusión con la propuesta de la soberanía alimentaria

Esta propuesta fue creada por la Vía Campesina en ocasión de la Cumbre Mundial de la Alimentación en 1996 y se plantea como una alternativa contraria a las políticas neoliberales. En su declaración definen: “Soberanía Alimentaria es el derecho de cada nación para mantener y desarrollar su propia capacidad para producir los alimentos básicos de los pueblos respetando la diversidad productiva y cultural. Tenemos el derecho a producir nuestros propios alimentos en nuestro propio territorio. La Soberanía Alimentaria es una precondición para la seguridad alimentaria genuina. (6)

Algunos aspectos incluidos en la soberanía alimentaria son: priorizar la producción local para la alimentación por encima de la exportación; el acceso del campesinado a la tierra, agua, semillas y crédito; el derecho del campesinado de producir alimentos y del consumidor de decidir que consumir, como se produce y quien se lo produce; el derecho de los países a protegerse de las importaciones demasiado baratas que comprometen la producción local y genera dependencia de insumos internacionales; la participación de los pueblos a definir las políticas agrarias; el derecho de las mujeres campesinas que fungen un papel fundamental en la producción agrícola y la alimentación; el cuidado y uso sostenible de los recursos naturales, especialmente la tierra, el agua y las semillas. (7)

La Vía Campesina señala a las instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio como las impulsoras de las políticas neoliberales en el agro, que benefician a las poderosas transnacionales y a los países potencia.

Como vemos la propuesta de la Vía Campesina tiene elementos progresivos con los cuales compartimos criterios. Sin embargo, también tiene el límite de señalar al neoliberalismo y sus políticas en el agro, cuando este es solamente uno de los modelos de desarrollo del sistema capitalista que buscar arrebatar los derechos conquistados en el siglo XX por las luchas de la clase trabajadora y los sectores populares, así como también desregular el mercado y poder explotar sin mayores trabas a la clase trabajadora y la naturaleza. Es decir, no solamente debemos quedarnos en la crítica del neoliberalismo como modelo, sino del capitalismo como sistema.

Sumado a esto, la soberanía alimentaria es una propuesta que se hace desde la mirada del campesinado, un sector que sin duda es constantemente despojado de los bienes naturales por la dinámica de acumulación de capital, que tiende a arrebatar las tierras a los pequeños propietarios para ser privatizadas por grandes empresas de la agroindustria monocultivista, un proceso de proletarización del campesinado que les convierte de pequeños productores agrícolas a trabajadores asalariados de grandes fincas para la exportación.

Compartimos esta crítica, pues, así como se extraen nutrientes de la tierra en una sola dirección, así se proletariza al campesinado para generar mano de obra explotable, y así se explota a la clase obrera para la acumulación de capital. Así también se privatizan las tierras, se mercantiliza el agua, se extraen los metales del planeta y se obtiene la energía para mover todo, bajo los criterios del capital no del metabolismo humano natural.

Sin embargo, también somos críticos de la propuesta de la soberanía alimentaria en el tanto apela a la subsistencia de la pequeña propiedad privada. No solamente el campesinado debe tener acceso a la tierra, el agua y las semillas, toda la clase trabajadora debe poder controlar, regular, mediar, conocer y compartir nuestro metabolismo humano con la naturaleza. Sin duda el campesinado actual juega un papel importante en este proceso, pero, ¿qué hay de los miles de proletarios agrícolas que hay en inmensas fincas de monocultivos por todo el mundo?

Reorganizar la producción de alimentos desde la clase trabajadora y los sectores oprimidos

Nótese la diferencia con la propuesta de la soberanía alimentaria, nuestro horizonte es abolir la propiedad privada, el de la Vía Campesina la subsistencia de la pequeña propiedad. Sin embargo, somos materialistas y no todo se puede hacer de un “plumazo” por lo que de forma temporal nos colocamos con el campesinado que lucha por el acceso a tierras pues han sido arrebatadas por las grandes empresas. De hecho, fue Lenin uno de los que propuso la reforma agraria en Rusia en época de la revolución, ya que existía un enorme campesinado de millones de personas que habían sido despojados por los grandes terratenientes.

En un plano más estratégico hay que colectivizar la tierra, que no es de nadie ni debería serlo, y aquí el proletariado tiene una enorme posibilidad, la de expropiar todas las tierras de grandes monocultivos para ponerlas al servicio de la sociedad y la naturaleza, donde toda persona que trabaje y contribuya a la riqueza socialmente producida pueda decidir sobre la producción social, y la alimentación y nuestra relación con el medio natural en particular. En cada caso hay que analizar que hay que proponer, en algunos casos con mucha presencia de campesinado puede ser mejor la reforma agraria, en otros casos donde hay mucha presencia de monocultivos y proletariado agrícola, la colectivización de la producción bajo control obrero.

Hay que aclarar también que, durante el periodo de transición al destruir este sistema capitalista hacia una sociedad socialista, conviviremos con formas de pequeña propiedad en manos campesinas, no estamos por realizar la “colectivización forzosa” del campo como hizo el estalinismo a finales de los 1920, un giro ultra-izquierdista que burocráticamente le quitó las tierras a 20 millones de familias campesinas y provocó una hambruna conocida como el Holodomor, que cobró la vida de 6 millones de habitantes de la URSS y de los cuales la mitad eran de Ucrania. (8)

Por otra parte, es también conocida la propuesta de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista de una mayor armonía entre el campo y la ciudad, así también la integración de la industria y la agricultura. Hay que recalcar que no estamos en contra del comercio internacional, una dinámica humana incluso anterior al capitalismo, que no necesariamente es problemática. Lo que sí es problemático como veíamos, es que se priorice la producción de alimentos para el mercado mundial, abandonando la necesidad de alimentar a la población local para acumular riquezas en pocas manos y perdiendo los nutrientes de la tierra por ser transportados a enormes distancias.

Esto no solo genera una pérdida de la fertilidad de los suelos, como explicamos siguiendo a Marx y Liebig, sino también atenta contra los ecosistemas locales por la deforestación intensiva para abrir nuevos campos de cultivos, como mencionamos con Fraas y Marx, sino que también genera dependencia de importación de insumos agroquímicos, muchos demostrados como tóxicos tanto para la salud humana, animal y medio ambiental.

Además de esto, se conoce más recientemente que la agricultura del monocultivo en el capitalismo atenta contra la diversidad genética de las semillas, y el uso de patentes en manos de empresas transnacionales limita el acceso a las semillas para el pueblo trabajador, todo bajo la misma dinámica del capital, que provoca dependencia económica y acumulación de riquezas.

Para volver a regular nuestro metabolismo humano con la naturaleza necesitamos abolir la propiedad privada sobre los principales medios de producción, la tierra y la industria incluida, producir alimentos bajo criterios científico-ecológicos, como el ciclo de nutrientes de la tierra, el cuidado y la preservación de las fuentes de agua, bosques y la diversidad genética. También hacer uso del reciclaje de nutrientes y de materiales, lo cual, desde el punto de vista del proyecto comunista, se relaciona a la perfección con el equilibrio entre el campo y la ciudad.

Además, hay que impulsar la diversidad genética en la producción alimentaria, así como la rotación de cultivos, los métodos agroecológicos, la agricultura orgánica y/o sustentable, la eliminación de los insumos agrotóxicos y los organismos genéticamente modificados, así también una reforma agraria que reparta las tierras cultivables para todo el campesinado sin tierra. Algunos de estas propuestas las hemos incorporado desde nuestra corriente internacional Socialismo o Barbarie en nuestra declaración política. (9)

Por último, la democracia socialista implica el control de toda la clase trabajadora y los sectores populares sobre el Estado y sus políticas mediante sus propios espacios de organización, controlando el monopolio del comercio exterior bajo criterios humano-naturales, nunca más bajo los criterios del capital.


Referencias:

Foster, John Bellamy. (2000). La Ecología de Marx.

Marx, Karl. El Capital. Citado por Foster (2000).

Saito, Kohei. Los Cuadernos Ecológicos de Marx. En: https://izquierdaweb.com/los-cuadernos-ecologicos-de-marx/

Marx, Karl y Engels, Friedrich. Manifiesto del Partido Comunista.

Marx, Karl. (2014). El Capital. Fondo de Cultura Económica.

Vía Campesina. (1996). Declaración de Roma, Italia. En: https://viacampesina.org/es/1996-declaracion-de-roma-de-la-via-campesina-que-define-por-primera-vez-la-soberania-alimentaria/

Vía Campesina. (2003). ¿Qué significa soberanía alimentaria? En: https://viacampesina.org/es/quignifica-soberanalimentaria/

Sáenz, Roberto. Apuntes metodológicos a propósito de la colectivización forzosa estalinista. En: Apuntes metodológicos a propósito de la colectivización forzosa estalinista – Izquierda Web

Sáenz, Roberto. Socialismo o barbarie ecológica. En: https://izquierdaweb.com/cumbre-cambio-climatico-socialismo-o-barbarie-ecologica/

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