Crítica a “Combatiendo al capital” de Sasha Lilley (segunda Parte)

¿Qué estrategia anticapitalista para el siglo XXI?

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Seguimos con la segunda parte de “Combatiendo al Capital” de Lilley[1], este libro que recopila una serie de entrevistas a intelectuales de izquierda que analizan la nueva situación mundial. En la primera parte vimos que el eje era la crisis de 2008 y el rol del Estado; en esta segunda parte se tocan otros temas que buscan una alternativa o una renovación de las ideas de la izquierda para salir a dar la pelea.

En general los autores siguen sin mostrar una salida clara, aunque el libro tiene el mérito de sostener ideas clásicas muy discutidas en las últimas décadas. Se defiende la organización (algunos le ponen nombre, hablan de sindicatos o partidos, pero otros prefieren solo la idea en general). John Sambonmatsu[2] frente a la pregunta de Lilley “…el simple salir y hacer, digamos, un teatro político o cosas que pueden ser estéticamente innovadoras y atrayentes, pero no convierte a nadie, salvo los que ya están de acuerdo…” el autor contesta: “si, no lo podría haber dicho mejor”[3]. Sambonmatsu nos lleva a una discusión no menor, hacer cosas que sean simplemente atrayentes, impactantes, nuevas, que para el autor privilegian la expresión por sobre la estrategia, importa el ahora y el desahogo por sobre los objetivos. Problema que vemos en muchas expresiones nuevas, que critican lo “viejo” de las protestas, pero su salida termina siendo algo efímero.

Chomsky y Grubacic desde una perspectiva anarquista atacan el posmodernismo y defienden una vuelta al sujeto obrero. Frente a las nuevas teorías, de las cuales un sector del anarquismo se hizo eco[4], de que la clase obrera “murió”, estos dos intelectuales llaman a volver a poner en el centro de todo la lucha de clases. Chomsky nos dice, en este punto podemos estar de acuerdo, de que las luchas parciales son buenas y necesarias, pero sin resolver los problemas de fondo, todo queda en poco, y toma el ejemplo del Apartheid que fue abolido pero la opresión a los negros siguió[5].

Pero quizás las entrevistas a Foster y Moore dejan más jugo, su tema es la ecología y el marxismo, quizás la lucha que más ha crecido.

Foster introduce dos conceptos de Marx para discutir una idea bastante recurrente: el marxismo desprecia la naturaleza, plantea el dominio del hombre sobre ella, y esto significa destrucción. Foster al analizar la obra de Marx encuentra un concepto, tomado de la química y la biología, el metabolismo. Esto significa que el hombre vive en una relación metabólica con el suelo, y a partir de este concepto Marx criticó el uso del suelo que promovía el capitalismo en siglo XIX (básicamente lo empobrecía de nutrientes) lo cual traería problemas a futuro (que la ciencia solucionó con el abono), por lo que había que ser cuidadosos con la naturaleza pensando en las generaciones futuras. Nunca en sus textos plantea que el ser humano tiene el derecho a destruir todo, quizás el marxismo stalinista si ha tenido esa postura en la práctica.

El otro concepto que retoma, y sirve para explicar la actual relación del hombre y la naturaleza, es alienación[6]. El capitalismo logra que no solamente que el trabajo sea alienado, también se ve a la naturaleza como algo separado de la vida del hombre, y por lo tanto no importa que pase con ella. Marx planteaba la superación de cualquier alienación.

El marxismo siempre tuvo un costado ecologista, Marx era positivista y creía en la razón, no hay nada razonable en destruir el planeta. Estos dos conceptos pueden ayudar a desarrollar una teoría marxista sobre la ecología, porque es verdad que ha quedado olvidado. En esto los Estados stalinistas o maoístas no ayudan, en honor al desarrollo industrial han protagonizado desastres ambientales (hay ciudades en China que la contaminación del aire impide la circulación). Realmente es un punto a superar, y más cuando las nuevas generaciones ven en este tema uno de los más importantes.

Siguiendo con el tema, Moore[7] arranca planteando una idea interesante, cualquier sociedad de clases es anti ecológica, en su afán de acumular las clases dominantes no piensan en nada. Solo que el capitalismo llevo esto a su máxima expresión y a una velocidad nunca vista. Por lo que el autor no ve una crisis social y otra ecológica, separadas, sino una misma crisis, que se retroalimenta. Pero, además, al pensar los desastres ambientales como anteriores al capitalismo, también rompe el mito de que la industria per se es antiecológica, dejando la puerta abierta a un sistema industrial más “verde” y discutiendo con aquellos que solo ven una salida en la vuelta a épocas pre industriales.

De esta forma, le da un contexto a la crisis ambiental, que además abre perspectivas que no sean retrogradas. La izquierda debe tomar en serio y tener un programa para la crisis ambiental, y para ello debemos generar opciones que si bien puede incluir algún tipo de “anti industrialismo” (Harvey lo decía mejor al decir que hay que cambiar los tipos de consumo), de retroceso, dejar alguna comodidad en el camino para preservar la naturaleza, pero nunca debemos plantear que la única salida en volver 200 años atrás como si antes los seres humanos no hacíamos desastres. Basta recordar la tala de árboles que hubo en Europa anterior al siglo XIX, el uso del mercurio en la minería, etc.

Moore es optimista al ver que desde 1968 hay una separación entre la ecología y lo social, que hoy se estaría superando[8]. La izquierda debe ser parte de esta superación, no puede quedar por fuera, porque como dice Moore, hay una unión intrínseca entre la explotación capitalista a los trabajadores y la expoliación que sufre la naturaleza constante para saciar la sed de ganancias. Y es muy importante que la izquierda aparezca a la cabeza, porque es la que puede (retomando lo que decía Chomsky) poner en pie la lucha de la clase obrera y la defensa de la naturaleza, porque no habrá clase obrera si el mundo se vuelve inhabitable porque estamos condenando a las generaciones futuras como decía Marx.

Un programa que tome tanto las luchas económica y políticas con la lucha por la ecología, como dice Moore, ya que hay una unidad entre ambas, y no se podrá ser ecologista sin ser socialista, no hay margen para defender el capitalismo y pelear por la naturaleza. Parafraseando a Rosa Luxemburgo: el ecologista que no es socialista carece de estrategia, y el socialista que no es ecologista carece de profundidad.


[1]La primera parte salió en este mismo portal el 21/3 con el título “Critica a Combatiendo el Capital de SashaLilley”.

[2] Profesor de filosofía en el Instituto Politécnico de Worcester

[3]Lilley, Sasha: “Combatiendo al capital”, editorial Eduvim, BSAS, 2016. Página 328

[4]¿Quizás por esto mismoMilei se puede decir anarquista?

[5]Opcit, página 354

[6]Opcit, página 200

[7]Profesor de Historia, profesor asistente de historia ambiental en la Universidad de Umea, Suecia.

[8]Opcit, página 214.

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