Breves notas sobre los trabajos históricos de Marx

Las revoluciones de 1848, el marxismo y la organización del partido político del proletariado.

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Estas breves apostillas[1]tienen la intención de dar cuenta,en relación a los trabajos históricos de Marx[2] (con colaboración de Engels) la existencia de dos hilos conductores que se mantienen en forma constante: uno, es el señalamiento en cuanto a que los trabajadores buscan, no siempre conscientemente, autodeterminarse y eso, generalmente, favorece el éxito de sus acciones (esto presupone una estrategia: la independencia de clase, pero a la vez es más profundo, ya que puede haber ésta sin aquella) y el otro, ineluctablemente unido a la anterior, es que, a la vez, la clase requiere de cierta organización (“el partido del caos o de la anarquía”, como lo llaman)  y de dirigentes que surgen “naturalmente”, producto del propio “devenir objetivo”.En resumen, como escribirá en el Manifiesto inaugural de la I Internacional (precisamente una organización): “la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”

Los trabajos sobre la revolución de 1848 en Francia, que en verdad fue continental, encuentra a un Marx que ya había conocido al movimiento obrero francés (ver tercer capítulo de los Manuscritos de 1844) como así también la rebelión de los trabajadores de Silesia del mismo año, que lo alejan del rol pasivo, que les adjudicaba a los trabajadores en sus primeros trabajos, siendo la parte activa, la filosofía. El fracaso de la revolución burguesa en la aún no unificada Alemania, confirma la necesidad de las acciones independientes de la clase,por el rol timorato y contrarrevolucionario de la burguesía teutona, le brindaba,decíamos, evidencia empírica a dicha caracterización (y estrategia política).

Repasemos sumariamente. Los sucesos de febrero del 48 en el país galo, conforman una especie de “unidad nacional” que logra la huida del rey burgués Luis Felipe de Orleans, pero que tres meses más tarde culmina con la masacre de la burguesía contra los sectores obreros, lo que le reafirma aún más lo señalado más arriba: sin independencia política, lxs trabajadorxs están condenados a callejones sin salida y estafas políticas. La clase en dicho proceso, se da casi en forma “natural”, “objetiva”, sus propios dirigentes que sintetizan o intentan hacerlo, sus experiencias de lucha. Auguste Blanqui es la máxima expresión de lo que decimos en cuanto al cuarenta y ocho refiere, como serán, fundamentalmente, tendencias anarquistas en la posterior Comuna de 1871. Pero, asimismo, las luchas de calles, barricadas incluidas, tienen un alto grado de autodeterminación. Hay discusiones apasionadas y presencia masiva en ellas, donde todos parecen estar de acuerdo en “tomar el destino en sus manos” y las discusiones políticas son constantes. Algo que los sucesos de París de 1871 también reafirmarán, expresión de ello es la creación, precisamente, de la Comuna: un gobierno propio o como dirán, los propios Marx y Engels: “es la forma recién descubierta de la dictadura del proletariado”.

Todos estos trabajos históricos, son análisis de situaciones concretas con la idea de ir afinando la estrategia política. Marx permeable como es a la realidad (la teoría se retroalimenta de ella) nunca cae en embellecimiento alguno de la clase: las carencias de los comuneros como, en otro contexto, la política de lxs trabajadorxs ingleses hacia la independencia de Irlanda, son buenos ejemplos de ello; pero a la vez aprecia el “instinto” que poseen y cómo en sus luchas, es donde la firmeza y la autodeterminación afloran con más claridad (luego, sufren un reflujo que puede llevar años).

En la revolución española, “de independencia” como la llama, ante la invasión napoleónica; aún sin una clase obrera conformada como tal, las acciones independientes, del pueblo, rompiendo amarras contra la hipocresía de la endeble burguesía española, timorata también, están a la orden del día y Marx las celebra, viendo que cuando esta marea baja, o no se vuelve “permanente”; los triunfos coyunturales logrados les son arrebatados por su enemigo de clase.

Dentro del hilo conductor mencionado, los escritos poseen un “deber ser”, una tarea para los revolucionarios: convencer a la clase para que se autodetermine (hasta allí algo instintivo), que eleve su conciencia y que sea capaz de convertirse en “dirigente” de sus posibles y necesarios aliados. Allí la función del partido, la organización es la de actuar como una “gran base de datos”, como un “reservorio” de las acciones llevadas a cabo para ir realizando un balance de las mismas y sacar las lecciones pertinentes. De esa manera, teniendo en claro ese principio, a la vez se deberá luchar contra otras organizaciones y dirigentes que no realizan el mismo balance y actúan de otra manera, a modo de “educadores”, “socialistas de cátedra”, dirigentes que controlan y encorsetan a la clase, y en el peor de los casos, “sustituidores” de aquella a la que dicen representar.

Como los textos y los procesos son anteriores a la irrupción del imperialismo, de la aparición de más tendencias obreras y de maniobras de partidos burgueses y pequeños burgueses en general (algo que Lenin sí presenciará y por eso, la construcción obsesiva del partido, fue uno de sus tareas claves); Marx tiene, como ya mencionamos, una visión optimista en cuanto a que esa existencia de luchas económicas y también políticas que lleva a cabo la clase, junto al avance del capitalismo y el desarrollo de las fuerzas productivas, “darán a luz” sus propias organizaciones y dirigentes, de una manera mucho más lineal y menos disruptiva, que lo que finalmente sucederá.

Retomamos lo del principio. El par dialéctico está presente: la clase se fortalece y cobra confianza en la medida que aprende de su experiencia, pero a la vez, esta última es condensada en la organización que la procesa, orientando su estrategia y convenciéndola de su potencialidad. O para completar la cita del epígrafe: Se trata de lo que el proletariado es y lo que debe hacer históricamente a su ser.Los trabajos históricos de Marx (además de otros señalamientos importantes) tiene ese norte preciso: dotar a los “sepultureros” del capitalismo de una estrategia política y una organización que las resuma, a la vez que acentúa los rasgos de autodeterminación que éstos realizan en sus acciones.

 


[1]  No recordamos quién sostenía (y no es importante ahora) que había dos formas de escribir un artículo en las que el autor pareciera pedante: una de ellas, era abrumar con citas al lector y la otra, por el contrario, era la de no utilizar ninguna. Sin querer ni por asomo, caer en pedantismo alguno, optamos por la segunda de las posibilidades, para que no resulte un trabajo extenso y (pensamos) de esa manera sea de más accesible lectura.

[2]  Los mismos son: La lucha de clases en Francia 1848-1850, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, La guerra civil en Francia y La revolución española.

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