Apuntes sobre el voto a Chaves

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  • Un sector de la población optó por apoyar a Chaves con la expectativa de lograr un cambio y evitar el triunfo de Figueres y el PLN; pero con la problemática de que relegó a un segundo plano la violencia contra las mujeres.
  • Otro sector votó por Figueres para evitar el triunfo del depredador sexual de Chaves, obviando la violencia estructural, corrupción y la política de ajuste encarnada por el PLN.

Victor Artavia

  1. Las raíces del voto rabioso. El voto por Chaves se alimentó de las ansias de cambios de la población, particularmente de los sectores históricamente explotados por el capitalismo neoliberal en Costa Rica que, con su modelo de exportaciones concentrado en zonas francas en la GAM, condenó a la exclusión social a millones de personas, particularmente en las zonas costeras, rurales y urbano-populares. En ese contexto, la figura de “hombre fuerte” que proyectó Chaves durante la campaña (sintetizado en el eslogan “Me como la bronca”), así como su discurso contra las “argollas” de la política tradicional, cautivó a cientos de miles de personas desesperadas por un cambio; buena parte del apoyo que recibió fue un voto de rabia contra un modelo de país donde no tienen cabida, del cual Figueres y Liberación Nacional son artífices directos. Por eso, no sorprende que Chaves arrasara en todas las provincias costeras, ganase holgadamente en Heredia y Alajuela, y quedara muy cerca de Figueres en San José y Cartago (ver cuadro n°1).

 

CUADRO N°1. DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE VOTOS A NIVEL PROVINCIAL Y NACIONAL

 

Provincia Rodrigo Chaves (%) José María Figueres (%)
Limón 62,8 37,2
Puntarenas 60,6 39,4
Guanacaste 55,5 44,5
Alajuela 56,5 43,5
Heredia 51,4 48,6
Cartago 52,1 48,0
San José 51,2 48,8
Total nacional 52,8 47,2

 

  1. La esperanza frustrada de un cambio. En el caso de las costas, es importante observar que, a lo largo de los últimos procesos electorales, varió su apoyo hacia los partidos que se presentaron como las alternativas de cambio más viables: en 2010 al Movimiento Libertario, en 2014 a Frente Amplio y en 2018 a Restauración Nacional. La oscilación del voto entre partidos con agendas programáticas tan diferentes, da cuentas de la volatilidad electoral en esas zonas que, según la coyuntura, fluctuó entre la derecha y la izquierda, aunque siempre contra el bipartidismo encarnado por el PLN y el PUSC. En esta ocasión Chaves capitalizó ese malestar, el cual se amplificó por el desprestigio de la figura de Figueres por las denuncias de corrupción en su contra.

 

  1. El fracaso del progresismo potenció a la derecha. El PAC contribuyó directamente al giro a la derecha que se expresó en estas elecciones; prometió un cambio ante el bipartidismo neoliberal, pero se convirtió en un agente de la burguesía y el imperialismo en Casa Presidencial, particularmente durante la administración de Carlos Alvarado. Asimismo, implementó una serie de medidas represivas, como apoyar la “ley anti-huelgas” que, en los hechos, cercenó el derecho a huelga en el sector público; también, destacó por reprimir fuertemente las protestas populares (como sucedió en las movilizaciones contra el FMI), muchas de las cuales se realizaron en las zonas rurales y costeras. La suma de contrarreformas neoliberales y represión contra la protesta social –aunado a la desmovilización que propiciaron las direcciones sindicales traidoras-, fortaleció a los sectores de derecha y conservadores, pues facilitó asociar la crisis económica y social del país con la supuesta agenda “progresista” del PAC.

  1. El Frente Amplio traicionó a la izquierda. A eso se sumó el rol desempeñado por el FA durante los ocho años de gobiernos PAC, a los cuales embelleció por la “izquierda”: a la administración Solís la calificaron como un gobierno de transición hacia la izquierda –palabras del ex diputado Gerardo Vargas- y, peor aún, formaron parte del gabinete de Carlos Alvarado con la designación de Patricia Mora como ministra de la Condición de la Mujer. Por si fuera poco, durante la pandemia el diputado José María Villalta votó a favor de la reducción de las jornadas de trabajo, una medida que condenó al hambre a cientos de miles de personas trabajadoras en el sector privado; además, no apoyó la lucha contra el acuerdo con el FMI y llamó a desmovilizar para sumarse al diálogo traicionero del gobierno, convocado días después de que desató una feroz represión en las comunidades rurales y zonas costeras. Por este motivo, el FA no consolidó su ascenso electoral en las costas del país en 2014, pues demostró que no era una alternativa confiable para las poblaciones explotadas y oprimidas de esa zona.

 

  1. Una falsa polarización. Lo anterior es importante de tener presente para no incurrir en enfoques unilaterales con relación a los sectores que votaron a Chaves; por ejemplo, en redes sociales se difundió el calificativo de “chavernícolas” para referirse al millón de personas que lo votaron en segunda ronda, en alusión al supuesto “atraso cultural” por apoyar un candidato misógino y con una sanción por acoso sexual en el Banco Mundial. Además de sectaria y pedante, esta definición reduce todo el balance electoral a que el país es machista, un relato donde las desigualdades sociales se subordinan a los valores culturales asociados al “progresismo” (similar a la que aconteció en 2018 contra los “ramashekos”, calificativo despectivo para las personas que votaron a Nueva República). Es innegable que, dentro de amplios segmentos de la población, predominan criterios misóginos y se naturalizan formas de violencia contras las mujeres, pero es errado asumir que los conflictos sociales son una pugna “cultural” desvinculada de las condiciones de explotación y opresión materiales. Eso conlleva a caer en una falsa polarización, donde la complejidad social se reduce al choque entre “progres” y conservadores; una lógica binaria cuyo desenlace es apoyar candidaturas burguesas “progresistas” (o la menos mala) sin importar la agenda reaccionaria que sostengan en materia económica. Eso ya se expresó en la “revolución de las crayolas” que permitió el triunfo de Carlos Alvarado en 2018, cuyo resultado fue profundizar la distancia entre las reivindicaciones socio-económicas de los sectores populares con las demandas de derechos humanos para las mujeres y la población LGBTIQ+.

 

  1. El callejón sin salida del voto útil. En la segunda ronda se masificó el voto útil –elegir por el “menos malo”- en dos sentidos. Por un lado, un sector de la población optó por apoyar a Chaves con la expectativa de lograr un cambio y evitar el triunfo de Figueres y el PLN; un sentimiento que se origina en el justo malestar acumulado por décadas de exclusión social y por el repudio a la corrupción sistémica asociada a dicho partido, pero con la problemática de que relegó a un segundo plano la violencia contra las mujeres. Por otra parte, un sector votó por Figueres para evitar el triunfo del depredador sexual de Chaves y, aunque muchas personas expresaron que lo hicieron con “asco”, en los hechos expresó una decisión política donde la justa defensa de los derechos de las mujeres se jerarquizó por encima de la violencia estructural que encarna el PLN y su política de ajuste orientada contra los sectores más vulnerables de la población. Visto así, ambas votaciones expresaron un fenómeno similar: priorizaron sus agendas reivindicativas por sobre el malestar/sensibilidades reales de otros sectores explotados y oprimidos, lo cual les indujo a votar por uno u otro de los candidatos, o, mejor dicho, se pelearon en cuál verdugo escoger.

 

  1. No hay que escoger verdugos, la pelea es por la emancipación social. Por todo lo anterior, desde el Nuevo Partido Socialista (NPS) llamamos a votar nulo en la segunda ronda, pues ninguno de los candidatos eran una alternativa real para la clase trabajadora, las mujeres y la juventud. Es preciso extraer las lecciones del “voto útil”, el cual representa un callejón sin salida para los sectores explotados y oprimidos; divide a los de abajo en beneficio de los partidos de los de arriba. La salida del PAC y la elección de Chaves presagian un cambio en la situación del país, pues el nuevo gobierno arrancará con fuertes cuestionamientos y, como todo parece indicar, no va tardar en defraudar las expectativas de cambio depositadas en él por amplios sectores de la población; en este marco, es muy posible que se reposicione la lucha en las calles, terreno sobre el cual es factible reconstruir la unidad de las luchas y reivindicaciones de los movimientos sociales.

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