Uruguay: ¿Un nuevo avance reaccionario en la región?

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Por Ana Vazquez

Luis Lacalle Pou ganó el ballotage el pasado domingo (50,5% contra 49,3%) a Daniel Martínez, aunque debe confirmarse su triunfo porque, al considerar los votos observados, según la Corte Electoral, puede haber una mínima variación en el resultado porque la diferencia es demasiado ínfima. Si se confirma el triunfo de Lacalle Pou, así se termina un ciclo de gobiernos del Frente Amplio (dos períodos presidenciales de Tabaré Vázquez y uno de José “Pepe” Mujica).

Perteneciente al Partido Blanco y apoyado por el resto de los partidos de la derecha del régimen (Colorado, Cabildo Abierto, Partido de la Gente y Partido Independiente), Lacalle Pou recibió un espaldarazo, pero menor a lo esperado. Mayoritario pero no hegemónico, ya que la diferencia con la votación del Frente Amplio muestra a las claras un electorado partido al medio.

Algunos analistas explican el cambio de muchos votantes a último momento a favor de Daniel Martínez, a las declaraciones profundamente reaccionarias y pro intervención de las FFAA del líder de Cabildo Abierto, el ex general Manini Ríos el pasado viernes. Ese discurso habría desestabilizado la balanza.

La sociedad uruguaya también tiene presente la represión de la dictadura y el continuo ataque a sus derechos democráticos.

La última manifestación pública de ese repudio fue la nutrida movilización el 23 de octubre pasado que se opuso a la nueva ley de seguridad que intentaron implementar. “Vivir sin miedo” era su nombre y se la plebiscitó en la primera ronda electoral y ahí se la terminó de derribar. Ese proyecto que tuvieron que tirar a la basura era un engendro reaccionario que autorizaba a los militares a intervenir en la seguridad pública. El “Nunca más” recorrió las calles y el rechazo en las urnas. (Ver nota en izquierdaweb.com, 23/10/19)

Según lo manifestado por ambos candidatos durante la campaña, uno de los temas agudos que afecta a la sociedad uruguaya, es el tema de la lucha contra la delincuencia y la inseguridad que provoca.

Para atacar este flagelo, producto de la pobreza y la falta de empleo, el presidente electo tiene una propuesta lista bajo la gorra: “Seguridad: Plantea sobre funcionarios policiales introducir la presunción simple de legítima defensa a favor de estos, sumando «cuerpo de Prefectura Nacional Naval, y guardias privados de seguridad armados, mediante la modificación del art. 26 del Código Penal, sin perjuicio de las eventuales responsabilidades por el exceso en el empleo de la fuerza”.(Infobae, 24/11/19)  Cualquier parecido con la doctrina Chocobar es pura coincidencia.

Sobre educación, opina que lo mejor es ir contra los que trabajan en esa área. Los docentes, que tienen voz y voto en los cons

Sobre Trabajo, nos llamó la atención este ítem: “A esto agrega la creación de un Sistema Nacional de Formación Profesional Continua, e incentivar la contratación por parte de las empresas de adultos de más de 50 años y jefas o jefes de hogar desocupados, entre otros, mediante reducciones de aportes patronales.” (Íd)Ya lo escuchamos en algún lado esto de reducción de aportes patronales, ¿no?

Pero lo que más nos llamó la atención (o no) fue la decisión ya tomada de que la cartera de Economía va a ser ocupada por “Azucena Arbeleche, ex directora de la Unidad de Gestión de Deuda del Ministerio de Economía durante el gobierno de José Mujica.” (Íd)

 

Un terror recorre a los gobernantes latinoamericanos: el de las rebeliones sudamericanas

«Esperemos que este incendio generalizado del continente no contagie al sur del sur. Argentina y Uruguay son los dos países más estables de Sudamérica». (Lucía Topolansky, Página 12, 24/11/19)

Palabras emblemáticas si las hay. La actual vicepresidenta de Uruguay y recientemente electa senadora, Lucía Topolansky, en la misma jornada en que se llevaba adelante el ballotage y donde ya se preanunciaba (como efectivamente ocurrió, aunque con menos diferencia de la esperada) la pérdida del gobierno en manos del Frente Amplio, hacía estas declaraciones. Su mayor temor y preocupación no era que recuperara la centro-derecha (con el apoyo del resto de los partidos opositores) los cargos ejecutivos en su país, sino “el incendio sudamericano”.

Cuando estaba a punto de perder la presidencia el gobierno más a la “izquierda”, populista, con pocas medidas progresistas y muchos recuerdos de pasado combativo, su obsesión no era frenar ningún giro a la derecha, ni ver cómo articular la solidaridad con los luchadores y el pueblo de Bolivia contra el golpe, ni con los antiPiñera de Chile, ni los antiDuque de Colombia. No. Era cómo hacer un  muro del Plata para que los aires de rebelión no lleguen al país.

Hay que reconocerle, sí, su agudeza. Uruguay (y Argentina), por ahora, son la mosca en la leche. Pero no sabemos por cuánto tiempo. Ellos tampoco. Con partidos capituladores como el MAS de Bolivia (y nos referimos a sus máximos referentes como Evo Morales y García Linera y sus lacayos en el Parlamento), con temerosos del pueblo en las calles como la señora vicepresidenta, con presidente electos como Alberto Fernández que saluda afectuosamente al presidente Piñera cuando era cuestionado en las calles, ¿no les dan margen a la confusión nacional y popular para que el electorado se incline hacia la derecha? Las trayectorias progresistas (y sus discursos) se caen al abismo cuando los oprimidos son los protagonistas e imponen su agenda.

ejos educativos, estaría bueno sacarles el derecho a voto. Un derecho menos.

Sobre vivienda, uno de los problemas graves que afectan a los trabajadores y la población pobre, “regularización de asentamientos y de la creación de Unidades Barriales Sostenibles, (…)” (Íd). Desde ya que esa regularización promete que será con todas las comodidades: agua, luz, gas… verdaderas suites. Si alguien pensó en desmantelamientos de barrios pobres… es un “mal pensado”.

El saldo de miseria y una desocupación del 9,5% que dejan 15 años de gobierno del Frente Amplio dejaron huellas profundas en sus seguidores y nos dejan también algunas enseñanzas y pistas hacia el presente y el futuro.

Este giro a la derecha, atenuado, con una semi complicidad que ya estaba esbozada, como mínimo, en el último período de Tabaré Vázquez. Por eso él fue categórico en declaraciones, antes de conocerse el resultado definitivo, de: “confirmó que el proceso de transición ‘ya está definido’ por parte del Ejecutivo y que ‘quien gane define cuándo empieza’”. (Íd)

 

Los primeros pasos serán el 1ro de marzo de 2020

Esta larga transición nos habla de un país acostumbrado a la estabilidad. Esa que espera la actual vicepresidenta (y todo el régimen uruguayo) que continúe.

En atención a haberla mantenido el Frente Amplio durante más de una década, el actual presidente recibió unas merecidas felicitaciones la semana pasada del ex presidente Julio María Sanguinetti, del Partido Colorado: “Me estableció que era un orgullo para el país en una región convulsionada que estuviéramos transitando esta campaña electoral y, eventualmente un cambio de Gobierno, con la paz, la tranquilidad, el respeto, la tolerancia con que lo estamos haciendo y que eso hablaba muy bien de todo el Uruguay y se lo reconocía al Gobierno”.

La unidad de los defensores del régimen funciona a toda máquina, resguardados por las sacrosantas fuerzas de seguridad.

De acá a marzo, en este mundo convulsionado, puede ser una eternidad. Y el elegido presidente hoy, volar por los aires el año próximo. No porque no consideramos que haya que respetar el resultado de las urnas, sino porque la desigualdad extrema y la fuerza de los trabajadores, pueblos originarios, jóvenes y mujeres pueden traspasar los poros y llegar a los países más estables, como nuestro país hermano Uruguay. Porque el “cambio” uruguayo va a profundizar la ronda de sacrificios y esfuerzos que le van a pedir los nuevos gobernantes a todos/as los/as explotados/as y oprimidos/as.

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