Un debate sobre los 100 días de conciliación liberal-social: el horizonte político infranqueable del lulismo

Ante la nueva situación, superar el oportunismo y el sectarismo para terminar de transformar la correlación de fuerzas.

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Los 100 días de gobierno de Lula suscitaron, como es común cuando un gobierno cumple cerca de 3 meses de mandato, balances de todos los sectores, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. En esta nota nos interesa hacer una comparación de las valoraciones de los 100 días de gobierno con posiciones políticas que consideramos representan importantes matices de izquierda, en sentido amplio. La derrota electoral de Bolsonaro plantea una situación política de transición que cambió parcialmente la correlación de fuerzas entre las clases, pero una política correcta ante la nueva situación y el nuevo gobierno de conciliación de clases puede contribuir a que el péndulo político gire definitivamente más hacia la izquierda o gire a la derecha. Por eso, la polémica entre organizaciones tiene el papel fundamental de encontrar los medios para promover la lucha directa de los explotados y oprimidos, todo lo demás es ilusión.

La derrota de Bolsonaro en las elecciones de octubre pasado fue un hito decisivo para el escenario político nacional, una derrota del neofascismo en términos electorales. En esta disputa electoral, por un lado, importantes sectores de la clase dominante y de las fuerzas armadas jugaron fuerte, institucional y extrainstitucionalmente, para reelegir a Bolsonaro y, por otro lado, la boleta que tenía condiciones electorales para derrotar a la extrema derecha reaccionaria hizo una campaña totalmente dentro de los marcos del régimen, con un programa que hablaba poco de las necesidades concretas de las masas trabajadoras.

De esta forma, la derrota del neofascismo fue, de alguna manera, una especie de autoconquista política de los sectores más explotados y oprimidos de la clase obrera. A pesar de la desmovilización política impuesta por el PT -papel que también asumió la dirección del PSOL- y su amplia alianza electoral con sectores de la burguesía, la clase trabajadora tomó conciencia del peligro que representaba Bolsonaro para todos sus derechos. Así, derrotó en las elecciones a una maquinaria política reaccionaria nunca vista en Brasil, repetimos, a pesar del desarme político para la lucha directa que significó la boleta Lula-Alckmin.

La derrota electoral de Bolsonaro fue un hito histórico. La elección de Lula no alteró ni podría alterar por completo la correlación de fuerzas entre las clases, pero creó una situación política diferente, más favorable para la movilización de los trabajadores y los oprimidos. Esta victoria electoral de las masas abrió las puertas a un cambio significativo en la correlación de fuerzas, sin embargo, esto sólo se concretará si la clase obrera y los oprimidos logran superar los obstáculos, maniobras y traiciones que plantean las direcciones burocráticas, logra imponer su agenda con la autoorganización en las calles, condición ineludible para transformaciones efectivas.

Si bien la derrota de Bolsonaro fue una victoria electoral de las masas, en su lugar se eligió un gobierno burgués de conciliación de clases, cuyo objetivo es normalizar el régimen político, recuperando el pacto de 1988, en un escenario de crisis estructural que dificulta esta ardua tarea. Por eso, en este período de 100 días del gobierno de Lula, hemos tenido hechos decisivos que demuestran que Lula y su partido (el PT) no han cambiado ni un milímetro en su línea –desde la construcción de la fórmula Lula-Alckmin, pasando por la campaña, la transición a los primeros tres meses de gobierno – guiada por la estrategia de conciliación de clases con la burguesía y sus representantes de todos los colores.

Lo cierto es que en los 100 días de gobierno prevalecieron políticas encaminadas a normalizar la democracia burguesa, la explotación y la opresión, es decir, un intento de conciliación en todos los frentes. Sin embargo, este intento enfrenta una serie de resistencias de los sectores más reaccionarios que quieren vetar cualquier medida progresista e intensificar las contrarreformas presentadas por el gobierno. Ha habido un giro en la correlación de fuerzas hacia la derecha en los últimos años, lo que ha generado enormes beneficios para los empresarios brasileños y, por eso mismo, las iniciativas compensatorias enfrentan una fuerte oposición de los partidos de derecha, incluidos los que se oponen al bolsonarismo. Eso es exactamente lo que pasó con la política sobre las fuerzas armadas después del 8 de enero, con el nuevo marco fiscal y con los viajes internacionales de Lula.

Así, en este curso de 100 días, se confirma la caracterización de que se trata de un gobierno burgués de conciliación de clases, liberal-social, con pretensiones de normalizar el régimen político. En otras palabras, es enemigo de la clase obrera, a pesar de que esta última siempre ha tenido enormes expectativas con este tipo de formación político-gubernamental. Pero la experiencia con ese gobierno, como indican las encuestas de opinión pública[1], con su recalentadas e insuficientes medidas de compensación social y las contrarreformas que empiezan a aparecer pueden hacer que la experiencia con este gobierno sea más rápida de lo esperado, lo que colocará aún más polarización en el escenario político.

Un partido obrero-burgués defendiendo a su gobierno

Veamos la posición del PT y otras organizaciones de izquierda con respecto al balance de los 100 días del gobierno de Lula. Ciertamente, la apreciación del PT sobre su propio gobierno está totalmente marcada por el horizonte estratégico de ese partido, que desde principios de la década de 1990 abandonó por completo toda perspectiva reformas estructurales y el proyecto socialista, realizó acuerdos políticos y recibió financiamiento electoral de las grandes empresas, asumió la conciliación de clases y el social-liberalismo como paradigmas inquebrantables.

De partido obrero-reformista en su fundación en la década de 1980, en un proceso de transformación regresiva, pasó a ser partido obrero-burgués en la década de 1990. Hoy, tras las diversas experiencias realizadas con el PT en los más diversos cargos ejecutivos de gobierno burgués estatal para defender los intereses de la clase dominante, podemos decir que por el carácter de su dirección, programa y prácticas políticas asumió un carácter burgués-obrero; lo que encierra a este partido en la perspectiva de la política pequeñoburguesa, en la que el horizonte máximo es la cada vez más escasa compensación social. En otras palabras, el reformismo desmovilizador sin reformas del lulismo no resuelve ningún problema estructural de nuestra clase, solo prepara nuevos embates y retrocesos reaccionarios, como los vividos en los últimos cuatro años.

Así, el balance que la dirección del PT hace de los 100 días de Lula 3, en su nota “100 días de reconstrucción de Brasil” [2], no puede ser otro que el de, según ellos: “avances notables”, el “combate a la desigualdad” y la “promoción de la justicia”. Y, como prueba de esos “compromisos”, estarían las políticas como Bolsa Família, Minha Casa Minha Vida y la recomposición del salario mínimo. Sin embargo, hay que considerar que estas políticas gubernamentales están lejos de atender el hambre endémica que azota a 33 millones de personas, la falta de 6 millones de viviendas y la necesidad de un salario mínimo de al menos R$ 6.388,55 según el DIEESE. Ciertamente, son soluciones que requieren principios, estrategias y tácticas independientes de la gran burguesía nacional y del imperialismo, es decir, toda una línea política que nada tiene que ver con el PT y sus aliados en el gobierno y fuera de él.

En cuanto a la política económica, la nota del PT dice que el «país» (sería mejor decir, el «empleador») conoce el «compromiso» del PT con la «estabilidad, el combate a la inflación y la salud de las cuentas públicas» y la «urgencia de reanudar el crecimiento económico del país”. Y cita como ejemplos la lucha de Lula contra la política monetaria del Banco Central y el fin de la Ley de Techo de Gastos. A pesar de todos los gritos de Lula y el PT sobre las tasas de interés, el gobierno no redujo la meta de inflación, que podría tener un fuerte impacto en la política de altas tasas del Banco Central. El gobierno se ocupa precisamente de mantener intactos todos los puentes con el capital financiero, otro hecho más que cristaliza el carácter político de clase de este gobierno. Pero el alineamiento del gobierno con la tropa neoliberal no ocurre sólo en relación a la política monetaria, con el nuevo marco fiscal de Lula, que fue enviado al Congreso, y que puede acentuarse aún más en su curso; se flexibilizó ligeramente el techo de gasto (con un crecimiento del 50% al 70% de los ingresos y del 0,6% al 2,5% de estos) pero se mantiene con el objetivo de hacer caja para seguir pagando la insoportable deuda pública que consume cerca del 50% de los ingresos del gobierno.

Todo esto para que se pueda ahorrar para gastos no primarios (intereses y amortización de la deuda pública con megainversores), que anualmente consumen cerca del 50% del presupuesto federal cada año. Es decir, el gobierno, para satisfacer el hambre de lucro del capital financiero y, por tanto, intensificar la exención del capital especulativo para que pueda aumentar su competitividad, seguirá restringiendo el presupuesto para gastos primarios, es decir, salud, educación, saneamiento, vivienda, etc. Esta es la primera contrarreforma directa del gobierno de Lula que, junto con las demás medidas que ha venido adoptando, además de confirmar su carácter burgués, invierte la lógica demanda-denuncia en relación con este gobierno en el sentido de que la denuncia de su carácter y medidas burguesas debe ganar más peso.

En la parte final de su balance de 100 días, en relación a los oprimidos y excluidos, la nota del PT afirma que estos “nuevamente están siendo reconocidos como ciudadanos de derecho”. A pesar de que Lula ha creado ministerios dirigidos a estos sectores de la clase trabajadora, su incorporación igualitaria a la sociedad pasa necesariamente por reformas profundas en la estructura económica, política y cultural de la sociedad. Pasa por la imposición de salarios iguales para hombres y mujeres, por la reforma agraria y urbana bajo control obrero, por la derogación del nuevo liceo y por el fin del examen de ingreso, por la legalización del aborto, por la legalización de las drogas y por el fin de la Policía Militar. Medidas éstas democrático-modernizadoras que un gobierno burgués normalizador de conciliación de clases como este está lejos de desarrollar, pues requiere enfrentar al gran capital ya toda la reacción que campea en el país.

Sobre el tema del intento de golpe de Estado del 8 de enero de este año, el documento señala que en el futuro se reconocerá al gobierno por “enfrentar y superar el intento de golpe de Estado” y que, para ello, “los agentes, simpatizantes y los financiadores del intento de golpe, militares o civiles, responderán por sus crímenes”. El tema es que el gobierno, por su carácter estructuralmente conciliador con la burguesía y con los reaccionarios, perdió una oportunidad única de enfrentarse al bolsonarismo. El objetivo de la invasión de las instituciones federales en Brasilia fue crear una crisis institucional para que el gobierno promulgara una GLO (Garantía de la Ley y el Orden) que convertiría a Lula en rehén de los militares desde el comienzo de su gobierno. Este intento de maniobra fue identificado y el gobierno terminó decretando una intervención federal en materia de seguridad pública en el Distrito Federal. Por eso, por pura confianza en la conciliación de clases de clase, la institucionalidad y en los acuerdos con el Centrão, que ahora le cuestan caro, el gobierno ya acumula dos derrotas en el Congreso, Lula perdió poco después del 8 de enero una situación favorable para ir hasta el final contra los sectores más reaccionarios.

Luego del intento de golpe de principios de año, hubo importantes movilizaciones masivas y un repudio generalizado al intento de giro reaccionario del régimen, era la hora de que el gobierno tomara medidas concretas contra los golpistas a través de proyectos de ley que enterraran cualquier remanente de la política de intervención de las fuerzas armadas sobre los poderes de la república, así como con los tribunales federales, con la militarización de la policía y con la amnistía para torturadores y asesinos de la dictadura militar. Pero, en cambio, el gobierno dejó toda iniciativa para castigar a los golpistas al poder judicial, lo que resultó en un proceso de investigación, que podría castigar incluso a algunos empresarios y militares y, como mucho, la inhabilitación de Bolsonaro, que sigue libre, ligero y suelto recorre el país para reorganizar la tropa neofascista, hacer una dura oposición al gobierno por la extrema derecha y volver con fuerza a disputar el poder central. Como parte del conservadurismo institucional, que gobierna al margen de la lucha y organización directa de los trabajadores, por si fuera poco, está el acuerdo con Arthur Lira para Presidente de la Cámara. Además, el gobierno y el PT mantuvieron y designaron a líderes burgueses y bolsonaristas en todos los niveles de gobierno.

No âmbito internacional, o balanço do PT reivindica o retorno do Brasil “ao projeto de integração regional da América do Sul, à CELAC, aos BRICS, à cooperação com os países da África, aos grandes fóruns internacionais, promovendo a paz, o diálogo e o desenvolvimento.”

En el ámbito internacional, el balance del PT reivindica el retorno de Brasil “al proyectode integración regional de América del sur, a la CELAC, a los BRICS, a la coopración con los países de África, a los grandes foros internacionales, promoviendo la paz, el diálogo y el desarrollo”. Pero lo que hemos visto hasta ahora en los viajes de Lula y en sus discursos ha sido un zigzag entre posiciones, a veces alineadas con el imperialismo estadounidense, a veces alineadas con el nuevo imperialismo chino. En cuanto al hecho principal de la política mundial actual, que es la guerra en Ucrania, un conflicto de poder interimperialista combinado con una guerra de defensa nacional, fue particularmente erróneo, pasó de una posición abiertamente prorrusa, a decir que “Ucrania no puede tenerlo todo…”, a una posición más “equidistante” entre los imperialismos.

Sectores de la clase trabajadora tenían expectativas de que Lula llevaría a cabo una “revocación” de las contrarreformas de gobiernos anteriores, desarrollaría una política económica diferente a la tropa neoliberal o un aumento significativo del salario mínimo. Sin embargo, aún frente a una situación favorable después del 8 de enero, las posibilidades de avanzar efectivamente contra las fuerzas más reaccionarias se desperdiciaron debido a la estrategia permanente de conciliación de clases del gobierno. De esta manera, lo que sucedió en estos 100 días fue la aplicación de medidas parciales con miras a normalizar la gestión democrático-burguesa del Estado luego de cuatro años de reacción y ultraliberalismo, pero que están muy lejos de garantizar a los trabajadores y oprimidos las mínimas condiciones de existencia, movilización, trabajo, remuneración, formación y vivienda.

El campismo tardío se apodera de sectores de la izquierda

El PSOL es un partido que surgió de la expulsión de los parlamentarios del PT que se posicionaron en contra de la reforma de las pensiones de Lula en 2003 y de un sector de sus funcionarios que rompió con el lulismo en ese período. Se presenta como un partido con tendencias centristas y radicales, independiente de los gobiernos, pero que iba ganando un carácter reformista hasta el año pasado, con la federación de partidos con La Rede. Uniéndose a la fórmula Lula-Alckmin y al gobierno, su dirección liquidó su carácter independiente, tirando a la basura una experiencia, a pesar de sus límites y de su carácter mayoritariamente reformista, de independencia de clase. Por eso, nuestra corriente Socialismo o Barbarie, junto a un grupo de militantes, rompimos con ese partido, iniciando un proceso de construcción de una nueva alternativa política socialista, independiente de patrones y gobiernos.

Así, con su liquidación como partido independiente, que adopta el campismo como estrategia permanente[3] -aunque esta estrategia de conciliación con la burguesía ha sido sistemáticamente derrotada por los hechos históricos-, el balance del PSOL en relación a los 100 días de Lula no podía ser muy diferente de la realizada por el PT.

En su valoración de las 100 jornadas, “PSOL en la lucha por garantizar el programa de cambios”[4], el PSOL y sus corrientes mayoritarias (Primavera Socialista, Revolución Solidaria, Resistencia y otras) presentan un diagnóstico totalmente equivocado de que el actual gobierno sería representante legítimo de la clase obrera y los oprimidos y, en consecuencia, estrategias y tácticas que desarmen para las luchas que hay que dar.

El balance de la dirección del PSOL es equivocado de principio a fin. Según él, la mayor victoria de este gobierno fue contra el intento de golpe de Estado del 8 de enero, porque según el PSOL, lo cual se confirma con “la firmeza del gobierno al anunciar la intervención en la seguridad pública del Distrito Federal, la destitución del comandante de la Ejército y un llamado a la unidad nacional contra el golpe de Estado fueron fundamentales”. Ya hemos mencionado la capitulación que significó la respuesta de Lula al intento de golpe, que deja las manos libres a la extrema derecha para otros intentos de golpe y para volver al poder en las próximas elecciones…

La dirección del PSOL afirma que la extrema derecha sigue siendo “la principal fuerza de oposición al gobierno de Lula”, lo que en general es correcto, pero no se acerca a diagnosticar la insuficiencia y capitulación del gobierno ante el golpe de Estado que, y que por eso mantiene la extrema derecha las condiciones para poder fortalecerse. Esto significa que no se toma en serio el peligro que representa el bolsonarismo, como una oposición de extrema derecha que se opone a cualquier medida mínimamente progresista, cuando y si la hay, y los derechos democráticos de los trabajadores. No dejemos de subrayar que el gobierno, con la conciliación con la burguesía y los jefes de las fuerzas armadas, perdió una tremenda oportunidad de derrotar definitivamente al bolsonarismo. Despreciar este aspecto de la realidad tiene el efecto de desarmar la lucha independiente por la unidad de acción contra el bolsonarismo, no en un frente único o participando directamente en un gobierno burgués, como lo hace el PSOL y todas sus corrientes internas, sino a través de la unidad de acción independiente en las calles.

Haciendo malabarismos para no reconocer que este es un gobierno burgués de conciliación de clases, incapaz de atacar los intereses de la clase dominante de una manera mínimamente estructural, terminan en un miserable intento de justificar su apoyo y participación diciendo que están en a favor de las medidas gubernamentales progresistas que serían la «derogación», la «reforma fiscal progresiva», la «deforestación cero», la «lucha contra las privatizaciones» y «aunque la propuesta en debate tiene como centro la simplificación y no la desgravación fiscal para los más pobres, seguiremos reclamando elementos de progresividad”. Pero, como debe ser, en medio de la crisis que estamos viviendo, ninguna de estas medidas está en la lista de prioridades de un gobierno normalizador de conciliación de clases.

Hasta el momento –aparte de la derogación de los decretos que facilitan la compra y portación de armas– no hemos tenido otros cambios significativos, ni siquiera la reforma de la Educación Secundaria; la reforma tributaria del gobierno no tocará la regresión del sistema tributario brasileño, solo unifica impuestos que tienden a centrarse en el consumo y afectan aún más a los trabajadores; la deforestación al 17 de febrero fue de 209 kilómetros cuadrados, esta es la marca más alta en la serie histórica iniciada en 2015[5]; el gobierno no revirtió ninguna de las privatizaciones de gobiernos anteriores y no enfrentó la privatización del Metro de Belo Horizonte. Todo esto, por no hablar del nuevo tope de gasto.

El PSOL, en un intento de justificar la ausencia de medidas progresistas, afirma que Lula no tiene mayoría legislativa, “sabemos que el gobierno aún no tiene una mayoría sólida en el Congreso Nacional y no parece que vaya a ser fácil de construir”, y ensayan una tímida crítica a la postura del gobierno de apoyar a Arthur Lira para Presidente de la Cámara. Ha habido un reequilibrio en el gobierno burgués en los últimos años que ha llevado el poder al Congreso, que controla más el presupuesto federal y la agenda política. De esta manera, no se pueden tener medidas progresivas sin un gran proceso la movilización popular en las calles, que sólo puede hacerse con independencia del gobierno, sobre eso calla el balance de la dirección del PSOL.

Respecto a las medidas “de verdad” del gobierno de Lula, como la nueva ley fiscal, la resolución señala que tienen “aspectos positivos”, ya que es “menos rígida”, se puede “cambiar más fácilmente”, pero el problema es “limitar la inversión pública, más aún cuando existen incertidumbres sobre el ritmo de crecimiento económico de Brasil ante la caída del crecimiento mundial”. De hecho, la propuesta de regulación fiscal de Lula viene a llenar un vacío dejado por una contrarreforma que no pudo llevarse a cabo en la práctica en su totalidad: el tope de gastos de Temer.

En lugar de una contrarreforma fallida, Lula plantea otra contrarreforma más flexible y con pleno apoyo de la clase dominante, que restringe las inversiones públicas con dos mecanismos restrictivos y que tiende a acentuarse aún más en su curso en el Congreso Nacional. El texto no completa la caracterización de cuál es el verdadero contenido de la nueva regulación fiscal, porque oculta que se trata de una contrarreforma que reemplaza el techo de gastos de Temer. Sin embargo, como siempre, esta duda en el análisis del PSOL está al servicio de llevar a cabo una política de derecha. La federación de partidos del PSOL con Rede ya decidió, con los votos favorables de PSOL, que votará la propuesta y “luchará por cambios estructurales”.

El PSOL trata de salvar un barniz progresista diciendo que no se puede confiar sólo en acuerdos con el Congreso porque “hoy, con una gran mayoría conservadora, habrá riesgo de retrocesos”, que es necesaria la movilización “para lograr medidas concretas de avances para el pueblo brasileño y para evitar cualquier ataque a sus derechos”. Lo mismo ocurre con la lucha contra el bolsonarismo, que el juicio por los crímenes de Bolsonaro podría significar la «intensificación de la polarización política»; y que los ataques de la extrema derecha a las escuelas y otros delitos, «exige unidad para la movilización permanente de las fuerzas de izquierda».

En este discurso de la dirección del PSOL, es necesario separar lo que es una constatación de la realidad de la conciliación de clases con sus estrategias y tácticas. De hecho, la gran mayoría del Congreso es reaccionario y se enfrentará a cualquier medida progresista que venga del actual gobierno conservador: legislará directamente en contra de la trabajadores y oprimidos. La polarización política es inevitable y tiende a ser más violenta -hecho agravado por la política del gobierno frente al fallido golpe de Estado del 8 de enero-, lo que sólo puede ser afrontado con la movilización directa en las calles; la unidad de la izquierda para impulsar la movilización no puede confundirse como un frente único con el gobierno ni con una política de subordinación a Lula como lo hace el PSOL, que llama no a la unidad antifascista, sino a un frente con un gobierno burgués y su programa. Debemos tener como estrategia central y permanente la organización de la lucha desde las bases, lo que requiere total independencia política, tanto de la patronal como del gobierno y la burocracia que lo sustenta en el movimiento de masas.

Así, este partido trata de justificar su participación orgánica en un gobierno burgués de conciliación de clases. Es una cosa completamente diferente luchar por los intereses de los trabajadores y los oprimidos enfrentando de forma independiente al bolsonarismo, haciendo demandas al gobierno, denunciando cuando no se cumplen y exigiendo más cuando se cumplen, todo sin crear ilusiones de que un gobierno burgués puede solucionar los problemas estructurales del pueblo trabajador. Sin embargo, sectores de la izquierda del partido (MES, Fortalecer, COMUNA y APS), que están en contra del nuevo marco fiscal, siguen defendiendo “medidas progresistas” y no plantean una ruptura entre el PSOL y el gobierno[6].

Dada la naturaleza de clase del gobierno, mantener el apoyo político, los ministros y otros cargos, la codirección y la base de apoyo en el Congreso es una desmoralización que afectará profundamente la militancia del PSOL en los próximos años. Las corrientes internas más a la izquierda, al no romper con el liquidacionismo total de la independencia de clase, pasarán al campo del orden burgués. Así como las corrientes internas del PT, que sistemáticamente capitularon ante el proceso de cambio de la naturaleza política y social del PT a través de un entrismo de largo plazo, esta adaptación de la izquierda del PSOL tiende a transformar a sus grupos en pocos años, a burocratizarse totalmente, implosionar en varias partes o disiparse. Es decir, tendrán el mismo fin que varias corrientes de izquierda en el PT.

La unilateralidad y el sectarismo dificultan la lucha

La posición del PSTU frente al nuevo gobierno es diferente a las dos primeras presentadas aquí. A pesar de su inercia teórica en relación al balance de las revoluciones del siglo XX –que no les permite sacar conclusiones histórico-teóricas fundamentales sobre el papel de la clase obrera en las revoluciones socialistas-, su concepción objetivista de la lucha de clases -que muchas veces los ciega y los hace errar gravemente en relación con los procesos reales de la lucha de clases- y su aparato sindical -que los aleja de los procesos más dinámicos de la clase obrera y de la juventud-, el PSTU es una organización que se mantiene en el campo de la independencia de clase.

Su balance de los 100 días, en “Editorial: los 100 días del gobierno de Lula”[7], parte de la crítica a la consigna “Brasil ha vuelto” y al discurso de Lula sobre los 100 días de su gobierno. Retrocediendo a la cadena de hechos de las últimas décadas que llevaron a la victoria de Bolsonaro, afirman “que fueron los gobiernos del PSDB y del PT los que construyeron las bases sociales y las decepciones políticas que permitieron el surgimiento del bolsonarismo”. Aquí tenemos un problema explícito de unilateralidad -elemento común en el análisis de los compañeros- que no contribuye en nada a una apreciación más justa de la realidad ni a la creación de políticas para impulsar la lucha de los trabajadores.

Los gobiernos del PT tuvieron políticas en todos los sentidos que formaron parte de la creación de las condiciones que permitieron el surgimiento del bolsonarismo, pero el PSTU comete el error contrario al del PSOL y muchas de sus corrientes: pierde de vista la combinación entre condiciones objetivas y subjetivas. La crisis del capitalismo, la ofensiva reaccionaria y las políticas del PT en los últimos años fueron parte de una combinación que permitió la ofensiva reaccionaria que condujo al juicio político, al gobierno de Temer y a la consolidación de una situación reaccionaria con la elección de Bolsonaro en 2018.

Los gobiernos de Lula, por ser gobiernos de conciliación de clases, conllevan la contradicción de ser gobiernos que manejan el estado burgués para garantizar la explotación y la opresión sin la plena confianza de la burguesía. Así, cuando se pretendía una mayor dosis de explotación y opresión, el cálculo de la clase dominante fue que los gobiernos del PT no darían a basto. Pero, ciertamente, la ofensiva reaccionaria también fue posible gracias a las políticas de los gobiernos del PT que reprimieron las huelgas obreras de 2012 en las mega obras, las manifestaciones de junio de 2013 y las luchas contra la Copa del Mundo, además de apoyar las mentiras electorales en el segundo mandato de Dilma, sus duras medidas neoliberales y la ley antiterrorista. Es decir, un conjunto de medidas que le hicieron perder base social a sus gobiernos, lo que fue plato lleno para el ultrarreaccionario golpe jurídico-parlamentario llevado a cabo por la mayoría de la burguesía de ahí en adelante.

Por eso, fue un error brutal del PSTU no haber caracterizado todo el movimiento previo al juicio político como parte de una ofensiva reaccionaria, que llevaría a gobiernos burgueses ultrarreaccionarios, como los de Temer y Bolsonaro, y que, sin defender políticamente al gobierno del PT, requería una fuerte oposición de la clase obrera en su conjunto. En cambio, tuvo una política de intentar disputar los movimientos callejeros encabezados por la derecha con la infame posición política del “Fora Todos” frente a una ola reaccionaria que quería poner al frente del poder a un gobierno de derecha.

Esta apreciación parcial de la realidad hace que el PSTU cometa más errores de análisis y caracterización en su balance, dando poco peso a lo que significó la derrota de Bolsonaro en octubre del año pasado. “La derrota electoral de Bolsonaro y el fracaso de su intentona golpista fueron sentidos con un alivio por gran parte de la clase trabajadora y los sectores más oprimidos”. Mire, nosotros pensamos que ver este proceso solo como un “desahogo” que “genera ilusiones” es un error, porque sacar, aunque sea electoralmente, del poder a un neofascista, con todo el peso que pusieron en él sectores de la burguesía y las fuerzas armadas, no es algo trivial y generó un cambio en la situación política nacional con impacto en toda América Latina.

La elección, como no podía dejar de ser con un mero un proceso electoral, aún no ha cambiado significativamente la correlación de fuerzas, pues puso en su lugar la fórmula Lula-Alckmin, una alianza de partidos del orden y un gobierno burgués de conciliación de clases que no tienen la menor intención de apoyarse en la lucha para hacer cambios estructurales. Sin embargo, sectores de la clase obrera vieron en esta derrota del neofascismo una victoria -parcial y electoral, obviamente- de su propia política, lo que los hizo más dispuestos a movilizarse. Esto es lo que estamos viendo en varias categorías en diferentes regiones del país: repartidores por app, los sin tierra, trabajadores del transporte, estatales, docentes y estudiantes. Hay varios sectores más proclives a la lucha y que empiezan a hacer la experiencia con el nuevo gobierno liberal-social de conciliación de clases.

Como parte de un análisis unilateral que conduce a una línea política parcial y sectaria, para el PSTU la tarea que se le plantea a la clase “es la de construir un campo de clase, que pueda fortalecer su proyecto de país, que enfrente a los capitalistas y los imperialismos y también que también pueda derrotar efectivamente al bolsonarismo”. En principio, estos objetivos son correctos. Sin embargo, para luchar contra el campismo con los sectores “democráticos” de la burguesía [8] –como el del PSOL apoyando y componiendo el gobierno de Lula– es necesario combinar tácticas de demanda y denuncia, de unidad de acción, de ponerse de pie para luchar y por un frente político de izquierda. En cuanto a las tácticas de exigencia y denuncia, deben hacerse siempre apelando a la movilización de la clase obrera, la juventud y los oprimidos, no con exigencias desconectadas con Lula –como ha hecho el PSTU en relación a la derogación de la reforma de la educación secundaria- ya que estas solo generan más ilusiones en el gobierno.

Es necesario aunar demanda y denuncia -que se hacen más claras con las contrarreformas en curso- en torno a la derogación de todas las contrarreformas con prioridad en la educación secundaria, la reducción de la jornada laboral sin reducción de salarios, el salario mínimo DIEESE, la reforma agraria y urbana bajo control obrero, la reversión de todas las privatizaciones y la detención de Bolsonaro y todos los golpistas. En la medida en que el gobierno no cumpla con estas demandas o presente contrarreformas, como el nuevo techo de gastos, el campo de denuncias se amplía. Hoy, por ejemplo, tenemos que poner en el centro de nuestro sistema de consignas la denuncia contra el nuevo tope de gastos y el llamado a la unidad de acción contra esta medida.

La unidad de acción -no el llamado al frente único con el gobierno, como hacen muchas corrientes, que nos colocaría a todos en el campismo oportunista- contra el neofascismo se vuelve central en la lucha de clases. Así, el llamado permanente a luchar en las calles en defensa de la detención de Bolsonaro y de todos los golpistas tiene un peso político fundamental. El cambio parcial que tuvimos en la correlación de fuerzas con la derrota electoral de Bolsonaro solo será efectivo y definitivamente a nuestro favor si le imponemos una derrota profunda al bolsonarismo, y hoy eso pasa por la detención del neofascista.

Los trabajadores no van a alcanzar solos la independencia política de clase, necesitan el apoyo político de las organizaciones revolucionarias con sus principios, estrategias y tácticas, siendo estas últimas las que actúan en contacto más directo con la realidad inmediata. Con el alineamiento de la mayor parte de la dirección de los movimientos sociales al gobierno, y las decepciones que esto provocará, tenemos una gran oportunidad de construir CSP-Conlutas y otros instrumentos de independencia de clase y movilización autónoma de los trabajadores y los oprimidos. Así, además de la independencia de clase en abstracto, es necesario combinar el llamado a la unidad de acción frente a las diversas demandas concretas con políticas de frente independiente de lucha, llamando a la unificación con todos los sectores del movimiento independiente – ​como la Intersindical.

Pensamos que construir la CSP-Conlutas o cualquier otra organización sindical no es suficiente, este es un instrumento que no reemplaza la construcción de un partido/organización revolucionaria. Es necesario entender que la nueva coyuntura política, con la quiebra política del PSOL, plantea la posibilidad y necesidad de una reorganización política de la izquierda socialista, que hoy pasa por construir un frente nacional de izquierda revolucionaria que reúna a todas las corrientes políticas independiente de los patrones y de los gobiernos – de los que, evidentemente, no son parte los partidos estalinistas/oportunistas. En ese sentido, fue un grave error del PSTU liquidar la construcción del Polo Socialista Revolucionario. Hoy, por la inmadurez que tenemos en la lucha de clases y la experiencia con las direcciones en el campo de la revolución, esta reorganización no se hará simplemente con la adhesión de individuos o grupos al PSTU o a cualquier otra organización: tenemos que construir un frente político de todas las corrientes para crear un espacio común de discusión y organización para intervenir de manera común en la realidad y construir los acuerdos necesarios para un proceso de unificación.

Finalmente, al final de su texto, los compañeros hacen una serie de correctas propuestas de consignas para enfrentar la realidad, pero nos parece que su sistema de consignas carece de una mínima jerarquía programática que les permita aprovechar esta nueva coyuntura política abierta con la derrota electoral de Bolsonaro. Mientras cerramos la edición de esta nota, se reporta otro escándalo en torno a Bolsonaro sobre el fraude en la emisión de vales de vacunas para que el presidente, familiares y asesores pudieran viajar a Estados Unidos a finales de diciembre del año pasado, así como el intercambios de mensajes entre el ayudante de Bolsonaro, Mauro Cid, y Airton Barros, abogado, ex militar y amigo de Bolsonaro, sobre la conspiración golpista antes de la asunción de Lula. Todos estos son hechos que reavivan una situación favorable a la lucha por la detención de Bolsonaro.

Estos hechos solo prueban la necesidad de colocar en el centro de la política la demanda y la lucha por la detención de Bolsonaro y todos los golpistas. Necesitamos un sistema de consignación orientado a esta coyuntura que podría abrir un contexto de más luchas políticas: la detención de Bolsonaro, suspensión del tratamiento del nuevo techo de gastos, la derogación de la reforma de la Educación Secundaria, trabajo y seguridad social, derechos laborales para todos, aumento del salario mínimo del DIEESE, reducción de la jornada laboral a 30 horas semanales, reforma agraria y urbana bajo control obrero y el no de la deuda pública. En esta nueva coyuntura política que se abrió con las nuevas denuncias y la detención de Cid, es necesario poner en el centro de la agenda la lucha por la detención de Bolsonaro, exigir a la dirección de las organizaciones del movimiento de masas que convoque de inmediato una jornada nacional de lucha por la detención de Bolsonaro. ¡Salgamos a las calles para que Lula determine ya la detención de Bolsonaro!

 


[1] Según Datafolha, en una encuesta realizada entre el 29 y el 30 de marzo, Lula tiene la aprobación del 38% de los brasileños y es desaprobado por el 29%, el 30% considera al gobierno regular y el 3% dijo que no sabía. Para el 51% de los participantes en la encuesta de Datafolha, Lula hizo menos de lo esperado en los primeros tres meses de su gestión. Otro 25% respondió que el presidente hizo lo esperado, mientras que un 18% cree que el presidente superó las expectativas.

[2] Ver en (https://pt.org.br/nota-do-diretorio-nacional-do-pt-100-dias-de-reconstrucao-do-brasil/)

[3] El campismo es la estrategia que fue adoptada, notablemente, por el estalinismo para construir frentes con sectores burgueses “democráticos” que llevaron al apoyo y participación en frentes, alianzas y gobiernos burgueses. Una táctica que terminó en derrotas históricas, como la revolución china a fines de la década de 1920, y la desmoralización de varias organizaciones políticas a lo largo del siglo XX. El giro que vemos en el PSOL y sus corrientes políticas que fueron revolucionarias en participar y apoyar al gobierno de Lula no tendrá otro fin que entorpecer la organización independiente de los trabajadores y el pueblo oprimido y desmoralizar a miles de compañeros de política y estrategia revolucionaria.

[4] Ver en https://psol50.org.br/psol-reafirma-luta-para-garantir-implementacao-de-programa-de-mudancas-que-venceu-nas-urnas/

[5] Verlo en https://oglobo.globo.com/mundo/noticia/2023/02/desmatamento-recorde-na-amazonia-e-acao-criminosa-contra-governo-lula-diz-marina-silva

[6] Ver http://cstpsol.com/home/index.php/2023/04/30/carta-aberta-a-direcao-e-a-militancia-do-psol/

[7] Ver en https://www.pstu.org.br/editorial-os-100-dias-do-governo-lula/

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