Ucrania: ¿A quién debe beneficiar la recuperación?

Una crítica de la política antiobrera y neoliberal del gobierno de Zelensky.

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Artículo aparecido en Viento Sur. Este artículo tiene una sólida crítica de la orientación económica anti obrera y antipopular del gobierno de Zelensky, alineado incondicionalmente con el imperialismo occidental. Sin embargo, no acordamos con su «salida» económica a la crisis de la guerra como alternativa al gobierno. Como mucho, el programa planteado es de paliativos dentro de la explotación capitalista. Los socialistas revolucionarios sostenemos que la emancipación nacional de los pueblos, incluido el ucraniano, solamente puede concretarse de manera definitiva con radicales medidas anticapitalistas. 

Esta semana se reúnen en Suiza altos funcionarios ucranianos y occidentales para hablar de la reconstrucción del país. La Conferencia por la Recuperación de Ucrania, que tiene lugar en Lugano, está destinada a juntar a gobiernos y empresas privadas para hablar de inversiones y de las reformas necesarias para apoyarlas.

La guerra de Rusia contra Ucrania no solo ha causado miles de muertes y de desplazamientos, sino que también ha supuesto un desafío extremo para el bienestar económico de Ucrania. Y es su clase trabajadora la que paga los platos rotos. Mientras que las empresas ucranianas sufren la destrucción de inmuebles e infraestructuras, más del 80 % de las muertes en el lugar de trabajo las ha causado el ejército ruso desde el 24 de febrero. Cada día muere una persona en su lugar de trabajo en Ucrania. De acuerdo con los datos oficiales, esto incluye al personal ferroviario y sanitario y a los trabajadores y trabajadoras de otros sectores públicos . Se prevé que Ucrania pierda este año alrededor del 50 % de su PIB a causa de la invasión rusa. Cientos de empresas han quedado destruidas y debido a ello se han perdido un 30 % de los puestos de trabajo. Según el Financial Times, a finales de año la tasa de desempleo en Ucrania será del 25 %, la más alta de Europa.

Hasta ahora, las empresas ucranianas han tenido mano libre para afrontar los retos de la invasión rusa. Las agencias estatales han aflojado el control sobre el mercado laboral, mientras que el parlamento y el gobierno impulsan reformas radicales de este mercado que de materializarse privarán a la clase trabajadora ucraniana de sus derechos. Sin embargo, mientras millones de personas tratan de imaginar cómo sobrevivir al colapso económico ucraniano, hay otra cuestión que asoma en el horizonte: ¿qué ocurrirá cuando termine la guerra? Probablemente, el futuro equilibrio de poder económico y prosperidad en el país vendrá determinado por los cambios que se introducen ahora en Ucrania.

El cambio económico en cierne

La guerra de Rusia ha reducido, como era de prever, los costes laborales en Ucrania. En mayo, los salarios cayeron un 10 % con respecto al periodo de preguerra. Los salarios ofrecidos para puestos de trabajo en sectores como la extracción de materias primas, la seguridad y los trabajos manuales casi se han reducido a la mitad. Existe una percepción creciente de que los efectos negativos de la crisis del mercado de trabajo afectan más a la clase trabajadora que a las empresas. El pueblo ucraniano estaba dispuesto a asumir cualquier dificultad inmediatamente después de la invasión rusa, pero a medida que se ha ido prolongando la guerra, no todo el mundo piensa que la situación actual –en la que las empresas obtienen ventajas frente a la clase trabajadora– es justa.

Estas ventajas se han puesto de manifiesto en la decisión del parlamento ucraniano de revocar partes importantes de la legislación laboral a favor de las empresas. Sobre todo, las empresas pueden ahora suspender contratos de trabajo: en este caso, el trabajador no percibe el salario, pero se sigue considerando ocupado. En efecto, miles de trabajadores de empresas privadas han estado desempleados durante meses sin ninguna justificación oficial debido a la falta de control legal. A primeros de abril de 2022, unos cinco millones de ciudadanos solicitaron prestaciones por falta de ingresos, pero a finales de mayo el número registrado de personas en paro era de 308.000, es decir, 16 veces menos.

Ucrania se ha convertido así, más que antes, en el paraíso de los empleadores en la sombra, que no emplean a nadie oficialmente. Desde la invasión rusa, el Estado ha cancelado todas las inspecciones laborales en tiempo de guerra y ha dejado de controlar las deudas salariales, un problema endémico de la clase trabajadora ucraniana. Miles de personas contratadas por empresas privadas han estado efectivamente desempleadas durante meses sin ninguna justificación oficial. Al mismo tiempo, Ucrania se enfrenta al hecho de que seis millones de personas, en su mayoría mujeres, han abandonado el país. En Europa, algunas de ellas –aunque no todas, ni mucho menos– han encontrado trabajo en países en que los salarios son más altos, se cumplen las leyes y la vivienda y las guarderías son asequibles. El retorno de las madres jóvenes para trabajar en ciudades relativamente pacificadas es improbable.

Hay sociólogos que prevén que tras el levantamiento de la ley marcial, que prohíbe actualmente a los hombres de menos de 60 años salir del país, Ucrania experimentará una nueva ola de emigración, en que los hombres irán al extranjero en busca de trabajo, a reunirse con sus familias o buscar un refugio seguro frente a un conflicto que perdurará. Para tratar de evitar que este cambio demográfico se vuelva permanente, Ucrania tendrá que replantearse su política socioeconómica, para animar a la gente a permanecer en el país y no irse al extranjero.

¿Reconstrucción o antiutopía?

Tareas como la reconstrucción de infraestructuras, el relanzamiento de la producción industrial y la satisfacción de las necesidades humanas pueden abordarse dentro del amplio contexto sociohumanitario de la reconstrucción. Sin embargo, aunque existen ejemplos de mejores prácticas, incluso de la Organización Internacional del Trabajo, es improbable que la reconstrucción de Ucrania vaya a tener en cuenta los puntos de vista de la población y sus intereses a largo plazo. Hasta ahora, los planes de reconstrucción se han ajustado en gran medida a las tradiciones neoliberales. Un plan, elaborado por funcionarios del gobierno, expertos reconocidos y asociaciones empresariales, se inspira ampliamente en los principios de desregulación y liberalización. No cabe duda de que estos principios formarán la base del llamado análogo del Plan Marshall que propondrán a los socios europeos.

Sin embargo, mientras tanto, el gobierno ucraniano ya está poniendo en práctica algunas medidas. Por ejemplo, después de que Rusia destruyera grandes empresas industriales, el Estado quiere concentrarse en el desarrollo de microempresas para relanzar la economía. Las propuestas del gobierno para la reconstrucción se reducen a asegurar los préstamos a pequeños empresarios o a la formación en tecnologías de la información y las comunicaciones. Estas medidas pudieron funcionar en tiempo de paz, pero hoy el desarrollo del trabajo autónomo se verá obstaculizado por la destrucción de la infraestructura del país, el escaso poder adquisitivo de la población y la inestabilidad general. Estos factores estructurales pueden impedir que pequeñas empresas establezcan cadenas de suministro y encuentren a sus consumidores.

Es probable que el plan más amplio que se presenta en Lugano esta semana se basará, al menos en parte, en ideas desarrolladas en A Blueprint for the Reconstruction of Ukraine, publicado por un grupo de economistas internacionales en abril. Este boceto propone: 1) introducir contratos de trabajo más flexibles y eliminar la legislación laboral que dificulte el desarrollo de una política económica liberal; 2) ofrecer subsidios públicos para atraer a empresas extranjeras; 3) un amplio programa de privatizaciones, incluidos los principales bancos de Ucrania; 4) apoyo crediticio prioritario al sector exportador; 5) lanzamiento de obras públicas con un uso intensivo de mano de obra no cualificada para restablecer la infraestructura; 6) crear una agencia tecnocrática que canalice la ayuda extranjera.

El riesgo principal es que la privatización y la reducción del empleo público destruyan puestos de trabajo protegidos y que los de nueva creación sean precarios. También existe la amenaza de que los proyectos de infraestructura enriquezcan nada más que a empresas extranjeras. El ninguneo del papel de las organizaciones sindicales en el proceso de reconstrucción intensificará los problemas del empleo en negro, del desempleo y de la desigualdad. No obstante, hay alternativas que tener en cuenta de cara a la reconstrucción de Ucrania. En última instancia, el objetivo no debería la reconstrucción de un capitalismo periférico, sino introducir elementos de economía social y solidaria en el país:

  1. Base económica sostenible. Hay que dar prioridad a la construcción de plantas de producción e infraestructuras que permitan crear puestos de trabajo protegidos a escala, mejorar el nivel tecnológico de la economía y fomentar la demanda interior y no la exportación. El principal inversor debe ser el Estado, que es capaz de movilizar los recursos necesarios.
  2. Aumento de la confianza del público. Para orientar el dinero en la dirección adecuada, es preciso que toda la sociedad ucraniana se implique en el proceso de decisión. Hacen falta sindicatos para apoyar los proyectos de infraestructura y las prioridades de inversión.
  3. Empleo asegurado. Abolición de las leyes de guerra que otorgan a las empresas ucranianas el derechos a suspender sus obligaciones derivadas de los contratos individuales y los convenios colectivos. La inspección de trabajo debe disponer de los medios y poderes necesarios para supervisar los puestos de trabajo. Las obras públicas de gran envergadura deben incluir la cualificación de la mano de obra a fin de mejorar sus perspectivas profesionales. Deben establecerse subsidios para las empresas que empleen a grupos vulnerables, aumenten los salarios o impliquen e los sindicatos en la toma de decisiones.

La empresa privada ha demostrado ser extremadamente irresponsable durante la crisis. La sociedad ucraniana de posguerra necesita integración, que deberá asegurarse mediante el desarrollo de empresas públicas y cooperativas que no generen beneficios en detrimento de la sociedad y el medio ambiente. Ucrania se enfrenta a una tarea colosal ante la enorme destrucción y la necesidad de relanzar la industria, pero las políticas neoliberales no aportan nada en este sentido. Hace falta una estrategia basada en la intervención del gobierno en la economía y la financiación de programas de empleo. Esto requiere a su vez una política de redistribución mediante impuestos y la confiscación de la riqueza excedentaria de la gente más rica del país. Esto sería una manifestación concreta de la política hace tiempo prometida de desmantelamiento de la oligarquía, que por lo visto ha desaparecido de la agenda política desde el comienzo de la guerra.

A corto plazo, la guerra de Rusia ha debilitado el poder de la clase trabajadora ucraniana. Pero a largo plazo, el movimiento obrero ucraniano puede intensificar su movilización y mejorar las condiciones de trabajo. A pesar del pesimismo, la sociedad ucraniana cree en un modelo de reconstrucción más justo.

04/07/2022

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