Turquía: Erdogan se enfrentará por primera vez a un ballotage

Un gobierno golpeado por la inflación y las catástrofes humanitarias, una oposición tímida y una ultraderecha que crece con votos en disputa. El primer ballotage de la historia turca, en épocas de crisis.

0
9

Las elecciones turcas del último domingo fueron seguidas por el mundo entero. Tras 20 años de hegemonía indiscutida, el gobierno de Erdogan enfrentaba una posible derrota. La amplia oposición encabeza por Kemal Kilicdaroglu llevaba una ligera ventaja en todas las encuestas. Y una derrota de Erdogan en el sufragio no habría sido una sorpresa tras la enorme crisis inflacionaria que llevó el aumento del IPC a un 84% el año pasado y el desastre humanitario de los terremotos que dejaron más de 30.000 muertes.

Pero una vez más los votos desmintieron las encuestas. Con el 49,5% de los votos, Erdogan volvió a ganar la primera vuelta. Pero unas pocas centésimas bastaron para obligarlo a enfrentar el primer ballotage de la historia turcaKemal Kilicdaroglu alcanzó un nada despreciable 45% y en tercer lugar, lejos pero dentro de la foto, quedó el nacionalista de ultraderecha Sinan Ogan con un 5% que podría decidir la segunda vuelta.

El desenlace de la elección es esperado con expectación por todo el globo. Una eventual caída de Erdogan podría modificar el escenario geopolítico de formas inesperadas. Turquía es un aliado primordial de la OTAN. Tuvo un papel nada secundario alrededor de ingreso de Finlandia y Suecia a la alianza militar. Y el alineamiento internacional de la potencia asiática tiene una importancia ineludible para el control de una región convulsionada (limita con Siria e Irán y es un enclave estratégico para el control comercial de los mares Negro y Mediterráneo).

Entre la inflación y el nacionalismo turco

No hacía falta ser un genio político para dimensionar que la campaña de la oposición turca estaría centrada en las turbulencias económicas. El año pasado, el IPC interanual alcanzó el pico del 84% y puso a Turquía en el cuarto lugar de la tabla inflacionaria mundial. Y, con el desastre de los terremotos, la desastrosa gestión urbanística de dos décadas de era Erdogan dejaron un saldo catastrófico, con decenas de miles de muertos y barrios enteros devastados.

En vista de ese panorama, el oficialismo tomó una decisión de campaña nada sorprendente: echar mano del discurso nacionalista que caracteriza a Erdogan. El principal componente fue el guerrerismo anti sirio: amenazas de una nueva invasión sobre el territorio kurdo y desfiles militares en las ciudades turcas. En las últimas semanas, un barco de guerra atracó en el puerto de Ankara para que los ciudadanos lo visiten y vean el esplendor del militarismo turco.

Tras los primeros resultados, los analistas internacionales leyeron la elección como una victoria del discurso nacionalista sobre el descontento económico de la población empobrecida. Pero este ángulo queda trunco por varias razones.

En primer lugar, Erdogan acompañó la exaltación nacionalista con paliativos económicos. Se sancionaron una serie de medidas asistencialistas inmediatas (desde asistencia monetaria para los sectores más vulnerables hasta un incremento por decreto de los salarios estatales). Junto a esto hay que señalar que la crisis inflacionaria, aunque no terminada, está progresivamente bajo control. Del pico de 84 puntos a mediados del año pasado se descendió hacia un 60% para fines del 2022. Y se espera que para fines del 2023 la variación interanual del IPC caiga hasta el 42% (la mitad del guarismo del 2022).

En segundo lugar, es cierto que Erdogan pudo mantener el primer lugar a pesar de la inflación, pero también es cierto que la oposición alcanzó el 45% de los sufragios y por primera vez en la historia turca (y en la historia del erdoganismo) habrá ballotage. La mera existencia de una segunda vuelta expresa que el cuestionamiento hacia la figura de Erdogan existe e involucra a un sector masivo de la sociedad.

Es cierto que el fuerte voto castigo quedó matizado por la victoria de Erdogan y, especialmente, por el mantenimiento de la mayoría absoluta dentro del parlamento. Pero sería demasiado apresurado dar la elección por ganada para Erdogan.

Un ballotage histórico en momentos de crisis y polarización

El tercero en discordia de cara a la segunda vuelta es indudablemente Sinan Ogan. El candidato de la Alianza Ancestral fue diputado entre 2011 y 2015 por el Partido de Acción Nacionalista (MHP). Durante la actual campaña, dedicó sus recursos a exaltar los prejuicios de la población turca respecto de las minorías kurdas oprimidas con discursos de tinte nacionalista.

¿A quién irán los votos de Ogan? En principio, lo más natural sería que Erdogan pueda acapararlos debido a su filiación derechista y anti – kurda. Pero también es cierto que el voto a Ogan (que incluyó a 3 millones de electores) es seguramente parte del descontento general con la gestión Erdogan. Y la plataforma de Alianza Ancestral es laica, mientras que el partido de Erdogan es abiertamente islamista.

En todo caso, es indudable que a la oposición se le hará muy difícil ganar esa franja de votantes. Ogan ya puso sus condiciones para discutir cualquier apoyo a Kilicdaroglu: expulsar a 4 millones de refugiados kurdo – sirios y poner en la ilegalidad al partido del nacionalismo kurdo (HDP – Partido Democrático de los Kurdos). Esta formación fue llevada al borde de la proscripción por Erdogan y actualmente forma parte de la coalición de Kilicdaroglu. Aceptar las condiciones de Ogan sería un suicidio político para la oposición.

Habrá que esperar y ver. Aún quedan 10 días para el ballotage fijado para el día 28 de mayo. En todo caso, lo seguro es que la primera vuelta expresó una fuerte polarización.

Los dos principales candidatos acapararon el 95% de los sufragios. Por primera vez, apareció un voto castigo contra Erdogan suficientemente grande para establecer un bloque opositor con el 45% de los votos. La principal característica del bloque opositor es, justamente, el rechazo general a Erdogan, pero recoge tanto descontentos económicos como sensibilidades de la población kurda.

Por otro lado, Erdogan optó por endurecer los elementos más derechistas de su discurso: belicismo anti – kurdo y colonialista, nacionalismo reaccionario e islamista. En vísperas de la elección, el mandatario fue a rezar a la mezquita de Santa Sofía, como hacían los sultanes antes de ir a la guerra.

Y aún más a la derecha surgió Ogan. Su única función dentro de la escena electoral fue agitar los ánimos sociales desde la extrema derecha para torcer todo debate público. Para estos exponentes del nacionalismo turco, los únicos culpables de los problemas actuales son los kurdos, una población oprimida y masacrada durante años por Erdogan. Fue el propio Erdogan quien acusó de «terrorista» a la oposición por su alianza con el Partido Democrático Kurdo.

A esto hay que sumar un constante enrarecimiento de la elección. Todos los analistas del planeta señalan ya la manipulación mediática de Erdogan a través del Estado. Sumado a eso, el ministro del Interior, Suleyman Soylu, dijo hace poco que una victoria de la oposición sería considerada «un golpe de Estado». Erdogan mismo había dicho que había un complot estadounidense para «derrocarlo» en las presentes elecciones. El alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu (del partido oposicionista al que pertenece Kilicdaroglu) fue atacado a piedrazos durante un acto de campaña.

Lo que expresa la histeria oficialista durante las últimas semanas es que la elección no fue de ninguna forma una elección normal o rutinaria. Erdogan podrá ganar (o no) la elección, pero los días de su hegemonía indiscutida y absoluta parecen haber terminado.

Sumate a la discusión dejando un comentario:

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí