Tormenta perfecta para las “high tech”

Las Big Tech transitan una tormenta perfecta: la incipiente inflación global, la guerra en Ucrania y el retorno a la normalidad post-pandémica están produciendo una caída estrepitosa del valor de las acciones de las principales firmas tecnológicas del mundo.

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Si se observa las principales firmas de tecnología que conforman el índice S&P 500 o el Nasdaq, las caídas son estrepitosas, y afectan tanto a los gigantes como a las «grandes». Apple, Microsoft y Alphabet (Google), el «tridente ofensivo» de las tecnológicas a nivel mundial, vienen acumulando en lo que va del año caídas en torno al 20% en el valor de sus acciones.

Pero la situación es todavía peor para otros gigantes como Tesla (-39,6%), Meta (-36,5%) o Amazon (-35%). La crisis no conoce de fronteras ni de rivalidades: también la empresa china Alibaba está siendo arrastrada por la caída (-28,2%). La japonesa Samsung (-14,1%) es una de las que más ha amortiguado el golpe.

Si se mira apenas un escalón por debajo, el hundimiento es todavía más pronunciado. Las acciones de Netflix acumulan un 68% de caída. Las de Spotify un 58% y las de PayPal superan el 60%. En algunos casos los números son prácticamente de quiebra, como el caso de Coinbase, uno de los principales exchanges de criptomonedas del mundo. Afectada especialmente por la caída en el mercado cripto, sus acciones ya valen un 75% menos que el 31 de diciembre pasado.

¿El estallido de una burbuja?

Esta fuerte caída de las bigtech cuenta con múltiples razones que se han combinado para producir una «tormenta perfecta». Algunas son coyunturales, otras no tanto, y de otras directamente no se conoce cuál será su alcance. Lo que hace aparecer en los análisis la palabra más vilipendiada por los capitalistas, en especial los que hacen negocios en la montaña rusa del mercado financiero: incertidumbre.

Uno de los lugares más visitados por los analistas tiene que ver con el «retorno» a la «normalidad» (nótese las comillas) postpandémica. Lo cierto es que,con la pandemia, las cuarentenas y las restricciones, las acciones de las principales empresas tecnológicas (en particular las relacionadas con internet y redes sociales, por obvias razones) se fueron por las nubes.

Por eso, muchos creen que lo que estamos viviendo es la «corrección» de una burbuja de sobrevaluación de estas empresas, que vienen de alcanzar picos históricos en su valor bursátil tras la crisis global del Coronavirus.

Pero, como indicábamos, la post-pandemia no fue sencillamente el regreso de la «normalidad». Más bien al contrario, parece haber sido la apertura de nuevas crisis de otros tipos.

Una de ellas es, sin dudas, el estallido de la guerra en Ucrania. Por un lado, porque puso en cuestión la estabilidad geopolítica global, lo que pone un signo de interrogación a los planes de negocios e inversiones de los capitalistas. Claro que la guerra tuvo sus ganadores, principalmente las compañías que producen hidrocarburos y las que comercializan materias primas. Así es que, por otro lado, la valorización de bienes más «tradicionales» como el petróleo o el gas parece estar siendo en detrimento de las empresas tecnológicas que ya de por sí gozaban de valores bursátiles sobreestimados.

La combinación de guerra con la reactivación de la economía mundial luego de la pandemia abrió otro fenómeno que se creía olvidado en los países del centro capitalista: la inflación. Y aquí también es donde las Big Tech están sufriendo. Y esto tanto por razones financieras como productivas y comerciales.

Desde lo financiero, la política de subida de tasas de interés que aplica la Reserva Federal alimenta el fenómeno de «vuelo a la calidad». En un contexto de inflación e incertidumbre política global por la guerra, los inversores prefieren correrse de los activos que consideran de riesgo frente a otros muchos más seguros y ahora también más rendidores, como son los bonos del tesoro de los EE.UU. ¿Quiénes son los principales perjudicados? Por supuesto, las «sobrevaluadas» y por lo tanto riesgosas tecnológicas.

Además, el encarecimiento del crédito que conlleva la suba de tasas afecta especialmente a estas empresas, cuyo ascenso meteórico en unos pocos lustros funcionó con el combustible del «dinero barato» que imperó en el mundo luego de la Gran Recesión de 2008 y del que ahora estamos viendo su final.

Desde el punto de vista comercial, la inflación sumada al efecto recesivo de la subida de tasas acrecienta los temores de que Estados Unidos esté conduciéndose a una «estanflación» o incluso a una lisa y llana recesión. Según estimaciones, el salario real promedio del estadounidense viene en caída por decimocuarto mes consecutivo. Esto está empezando a tener efectos en el consumo, y, por lo tanto, en las ventas de las empresas.

Es probable que los inversores consideren que la caída del consumo vendrá primero por el lado de los servicios que ofrecen estas empresas -como las compras por internet, las plataformas de videollamadas o los servicios de streaming-mucho más prescindibles que otros ahora que el mundo es -un poco- menos «virtual» y más «presencial» después de la pandemia.

Las viejas recetas de la «nueva economía»

La caída en los valores bursátiles está comenzando a tener efecto en la «economía real» de estas empresas. Netflix ha anunciado un plan de despidos, y más de 200 trabajadores de la empresa ya fueron despedidos en los Estados Unidos, pero se preparan más. Por su parte, el relanzamiento de Facebook bajo el nombre de Meta no ha empezado para nada bien. La empresa liderada por Mark Zuckerberg ha admitido que necesita de unos 10.000 trabajadores nuevos para cumplir los planes de lanzamiento de su anunciado Metaverso, pero aseguran no poder contratarlos. Los números en rojo de los últimos meses están frenando planes de inversión, y en algunos casos lisa y llanamente achicando presupuesto y despidiendo a parte de su personal.

Párrafo aparte para el mercado de criptomonedas, al que le llegó su tan temido «criptoinvierno». En estos primeros seis meses del año, Bitcoin ya perdió más del 53% de su valor. Su caída arrastró hacia abajo a todo el mercado cripto.

En algunos casos, el criptocrash produjo catástrofes financieras, como el del sistema Terra. La criptomoneda LUNA llegó a valer casi 120 dólares en abril pasado, siendo la decimocuarta de mayor capitalización en todo el mercado cripto. En sólo cuestión de días su valor prácticamente desapareció y hoy vale menos de un dólar. Para los inversores, las pérdidas fueron millonarias.

Bien lejos de la blockchain y mucho más acá en la vida real, las principales empresas relacionadas a las criptomonedas están siendo arrastradas por la crisis. Coinbase, el principal exchange de criptomonedas de los EE.UU anunció una reducción del 18% de su personal de tiempo completo. Esto significa el despido de unas 1100 personas. Además, su plan de contrataciones quedó suspendido por tiempo indeterminado.

Los ingentes avances tecnológicos han cambiado nuestra vida de muchas maneras. Sin embargo, ciertos hábitos de la clase capitalista se mantienen intactos con el correr de los siglos. Cuando se trata de descargar la crisis sobre los trabajadores, para los gurúes del «capitalismo de plataformas» no hay «innovación» a la vista. A menos que sea para exprimir aún más la rueda de la explotación del trabajo.

Autos eléctricos, dispositivos inteligentes, metaverso, blockchain… la «nueva economía» que se autopostula como la cabeza de una nueva era del capitalismo del Siglo XXI se parece bastante a la vieja.

Como si de una revancha de la más tosca materialidad se tratara, el mes pasado la empresa mejor valuada a nivel mundial dejó de ser Apple y pasó a ser Saudi Aramco, la principal petrolera de Arabia Saudita. A contramano de las bigtech, los grandes ganadores de lo que va de 2022 son la industria petrolera y la armamentista. Los algoritmos perdiendo terreno contra los combustibles fósiles y el plomo. Toda una foto del capitalismo pospandémico.

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