Sobre la dinámica de la guerra en Ucrania

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  • Análisis de los elementos dinámicos puestos en juego cuando nos acercamos a cumplir un mes del inicio del conflicto,así como volveremos sobre algunos de los elementos más estructurales puestos en juego acerca del carácter de esta guerra.

Roberto Saenz

Ilustración: «Familia ucraniana» (1942), Marc Chagall

“Estamos en una situación peor que durante la guerra fría. En relación a la guerra fría, existe una importante diferencia entre las elites del mundo. La guerra fría y la política de detente estaban influenciadas por aquello que Max Weber llamaba una ‘ética de la responsabilidad’. Los dos campos pensaban de la misma forma durante el curso de la guerra fría (…) ‘Debemos evitar una guerra nuclear a todo precio’. Esta era la lógica de políticos como LeonidBrejnev o Richard Nixon. Eran insensibles y cínicos en sus políticas, pero querían realmente impedir el lanzamiento de misiles con cabezas nucleares. Toda la construcción de la guerra fría se basaba en la previsión de la destrucción del mundo por las armas nucleares. Las elites de Rusia, Estados Unidos y probablemente Europa no funcionan más según los principios de una tal ética de la responsabilidad”

Entrevista de ErvinHladnikMilharcic a IlyaBoudraitskis, “Noussommesdans une situación pire que durant la guerra froide”, inprecor[1]

 

Aunque el carácter del conflicto en Ucrania entraña enorme complejidad –se trata de una guerra doble, un doble conflicto-, precisar su dinámica es, si se quiere,aun más complejo. Estamos lejos del terreno y la información cierta es fragmentaria y tendenciosa razón por la cual llevar adelante un análisis de la dinámica es difícil.

Por lo demás, muchos análisis incluso marxistas mezclan de manera informe elementos de análisis sobre el carácter de la contienda y elementos de análisis sobre la dinámica,que, en todo caso, antes de combinarlos (es imposible escindirlos completamente, claro está), es esencial abordarlos por separado -para luego volver a unirlos (las influencias recíprocas de uno y otro elemento pueden confundir las definiciones básicas).

De momento, la situación del conflicto tiene varias caras: expresa tanto un agravamiento guerrero como se ha insinuado, también, un “borrador”, que podría contener un dibujo de un eventual acuerdo… No nos dedicaremos en esta nota a esta eventualidad aunque la dejamos apuntada para futuros análisis en la medida que esa dinámica, por encima de las otras dominantes hasta hoy, cobre fuerza real (como se sabe, en toda guerra, conviven los elementos políticos, los militares y los diplomáticos. Si la guerra es la continuidad de la política por otros medios, la diplomacia es la forma acabada de las relaciones políticas entre Estados).

Dicho esto, y aun con todos los cuidados, intentaremos abordar los elementos dinámicos puestos en juego cuando nos acercamos a cumplir un mes del inicio del conflicto,así como volveremos sobre algunos de los elementos más estructurales puestos en juego acerca del carácter de esta guerra.

 

  1. El frente político

Veamos primero la dinámica estrictamente política del conflicto. Se puede decir sin temor a equivocarse que en el frente político –es decir, de ganar anuencia para su acción-Putin estácperdiendo la guerra, Zelensky prestigiándose frente a la población ucraniana y el mundo en general y Biden y la OTAN llevándose las palmas del imperialismo “bueno” y “democrático”…

No se trata, simplemente, que Putin es el claro agresor militar en Ucrania (la población de a pié del mundo entero ha repudiando esto amén de la cínica campaña del imperialismo occidental). Está el hecho que Ucrania es el país más pequeño, con una historia trágicaca cuestas de sojuzgamiento -más allá del mosaico contradictorio quees-, y que su autodefensa es percibida internacionalmente como una lucha justa.

En el norte del mundo varios analistas marxistasccreen que en el llamado“sur global” dominan las apreciaciones que Biden es malo y Putin bueno (StathiscKouvelakis comete este error[2]). Sin embargo, no es así: en términos generales, y más allá de cierta militancia de centroizquierda o “progresista” que considera a Putin como “progresivo” (su mirada es estrictamente campista, lo veremos abajo), domina la sensibilidad por la situación del pueblo ucraniano (una parte de esto por la inequívoca campaña de los medios del imperialismo occidental, pero otra parte –legítima- por una apreciación correcta de quién es el opresor (el Estado Ruso) y quien es el oprimido (el pueblo ucraniano).

Ocurre que, simplemente, Putin invadió militarmente pero no le dio una cobertura convincente a sus pretensiones[3]. Siquiera en Rusia está claro que la población apoye mayoritariamente su invasión (el incidente con la valiente periodista que lo denunció públicamente en un canal oficial es una muestra significativa de esto por no hablar de las movilizaciones de vanguardia en Rusia contra la guerra y los cientos de detenidos). Más bien, quizás lo real es que esté equilibrado el apoyo y el rechazo o, quizás su agresión tenga un sostenimiento minoritario en la media que, en última instancia, los pueblos ruso y ucraniano son –como tales pueblos, no sus Estados- pueblos hermanos unidos por uno y mil vínculos[4].

Lógicamente que al aparecer –y ser- Putin y el Estado ruso el agresor, al menos en suelo ucraniano (otra historia son los países de la OTAN y el aprovechamiento que están haciendo para rearmarse aceleradamente -ver el caso de Alemania, entre otros), el gobierno ruso le ha dado un argumento inmenso al imperialismo occidental para lavarse la cara con el habitual -¡pero desflecado en las últimas décadas!- argumento del “mundo libre”. Argumento que vienen de la retórica de la Guerra Fría y que,hasta donde recordamos, no había podido ser ejercitado de idéntica manera en las últimas décadas de intervenciones imperialistas occidentales en Medio Oriente (pretendían tener la bandera de la “democracia” contra el dictador Saddam Hussein y cosas así. Pero la idea misma del “mundo libre” peleando con el “totalitarismo soviético” o, en este caso, “la autocracia putinista”,no tenía la cínica legitimidad que parece haber recobrado ahora[5]).

En este contexto, se está argumentando que habríamos ingresado en una “segunda guerra fría”; un segundo momento de la misma (Gilbert Achcar, “L’anti-imperialismeaujourd’hui et la guerre en Ucraine. Résponse a StathisKouvélakis”, www.contretemps.eu). Efectivamente, las relaciones geopolíticas entraron en una zona abiertamente conflictiva, pero dadas las actuales circunstancias no pactadas del conflicto en que se está involucrando el mundo, nos parece que esta definición es escasa:no abarca los desarrollos cualitativosy, eventualmente, incontrolables, que están ocurriendo bajo nuestros ojos. Repetimos:al no estar pautado –es decir, sometido a reglas acordadas en común- este conflicto como sí lo estuvo el de la segunda posguerra entre el Occidente capitalista y la ex URSS (y de ahí el concepto de una Guerra Fría que difícilmente se transformara en “caliente” aunque hubo momentossumamente calientes como el bloqueo “soviético” a Berlín en 1949, la guerra en Corea 1950/3 con la intervención de Estados Unidos y China y la crisis de los misiles en Cuba en 1962), en estos momentos, más bien, estamos viviendo una inédita escalada interimperialista cuyos contornos no están definidos del todo y que amenaza con transformarse -a cada paso- en una guerra caliente propiamente dicha[6]

Sin embargo, también es verdad que esto todavía no ha ocurrido. Y aun así las conversaciones entre Biden y Xi Jinping, como por ejemplo la de ayer, resultó compleja sencillamente porque el primero le exigió al segundo un compromiso de no apoyar materialmente en estos momentos a Rusia, pero China no se ha comprometido a ello aunque sus declaraciones públicas viene siendo por el arreglo pacifico de los diferendos internacionales e, incluso, en la propia declaración de la Casa Blanca se habla que ambos presidentes acordaron que se deben buscar pautas para el encaminamiento pacífico de la competencia entre ambos Estados. Pero de cualquier manera ya solamente el hecho que se esté hablando del tema, que incluso Biden vuelva a alertar sobre Taiwán, etc., muestra la increíble complejidad del momento donde no puede excluirse, realistamente, una conflagración en regla entre grandes potencias.

Esta dinámica podría desencadenarse por toda una serie de cuestión que en los golpes y contragolpes por ejemplo de las sanciones y el envió de armas –cuestiones criticadas por Xi Jinping a Biden- amén de la adscripción de nuevos países a la OTAN o la UE, se salgan de control.Y de ahí, también, que se esté colocando el peligro de una guerra atómica, algo que parece salido de la ciencia ficción pero que nos reenvía a la inédita circunstancia de un conflicto militar que no solamente por primera vez se sustancia en un país con centrales atómicas operativas sino que, por lo demás, podría desencadenar una guerra inter-imperialista abierta que difícilmente pueda excluir los recelos de que la otra parte utilice armas nucleares, al menos, armas nucleares tácticas…

Las amenazas atómicas formaron parte del “paquete” de la guerra fría de posguerra. De ahí, por ejemplo, los grandes movimientos sociales y pacifistas por la desnuclearización que se desarrollaron en Europa occidental, movimientos progresivos. Otra diferencia con la guerra fría clásica es que hoy estamos más inermes –al menos, en estos momentos- frente a una eventualidad de este tipo, con la sociedad explotada y oprimida recién empezando a tomar conciencia que el problema ecológico y el problema atómico deben ser integrados en un solo programa –un único programa- reivindicativo.

Por lo demás, la diferencia con la segunda posguerra es fundamental aquí. La Segunda Guerra Mundial dejó claros ganadores y perdedores, las relaciones de fuerzas relativas se expresaron en el terreno y terminada la guerra caliente con la derrota del nazismo y Japón, nadie quería –no podía- desencadenar un nuevo conflicto general. El mapa geopolítico quedó dibujado. Hoy ocurre todo lo contrario: no se viene de un conflicto militar general y el mapa geopolítico está cuestionado, recién comenzando una prueba de fuerzas que independientemente de cómo termine lo de Ucrania nos coloca en un nuevo mundo en este terreno también.

Volviendo a Putin y la marcha del conflicto en Ucrania, está claro que viene perdiendo el combate en el plano político,aunque la ronda de negociaciones y los cuidados que ha tenido para no arrasar –de momento- a las grandes ciudades –otra historia es Mariupol, y, además, en estos momentos podría estar cambiando de táctica-, la caravana larguísima de blindados que nunca llega a Kiev, etc., muestran que habiéndose venido abajo el plan de una Blitzkrieg(guerra relámpago) donde el gobierno ucraniano se derrumbaría cual castillo de naipes, el mandamás ruso se está viendo obligado a cuidar el flanco político[7].

Putin ha sido torpe en el plano político. Arrancar la agresión afirmando que el Estado ucraniano “no tiene derecho a la existencia” cuando Ucrania es un Estado independiente desde hace treinta años (una independencia capitalista neoliberal,pero que expresadeseos reales de su población); no tirar ningún puente a la población civil de dicho país por fuera del Donbass; señalar, abusivamente, a la población ucraniana como “fascista”, etc., han sido aspectos detorpeza política –un comportamiento de autócrata que difícilmente compre la opinión pública mundial- que le han facilitado legitimarse a Zelensky, y, sobre todo, configuran un regalo inesperado para el imperialismo occidental que, efectivamente, sigue siendo el dominante; el más fuertes entre los imperialismos. (Está claro que Estados Unidos y los países del G-7 son el imperialismo tradicional mientras que China y Rusia son imperialismos emergentes. En ascensión o reconstrucción según sea el caso, marcados pordesigualdades que no son propias de los imperialismos tradicionales.)

 

  1. El frente militar

Ya sobre el frente militar los análisis son más especulativos. Tenemos poca confianza en la campaña de propaganda de Zelensky. Nadie tiene claro, en realidad, los objetivos militares de Putin.Sus errores políticos,y también militares,de cálculo, la guerra relámpago fracasó, son un hecho. Pero la invasión continua -con toda su materialidad-. Por lo demás, es difícil suponer que Putin no haya supuesto que, eventualmente, mantener una ocupación militar en Ucrania, un país con50 millones de almas a pesar de los emigrados, sería una tarea sencilla. Putin ha repetido varias veces que “no desea ocupar Ucrania”…

En realidad, ninguna ocupación militar de un país extranjero es sencilla. Lo sabe Estados Unidos por experiencia propia en Irak y Afganistán, y lo supo también el nazismo en la Segunda Guerra Mundial (en Europa occidental, pero, sobre todo, en Europa orientaldonde cometieron genocidios insignes). Y también lo vivió la URSS en Afganistán en los años 1980(por no olvidarnos de las invasiones en Berlín 1953, Hungría 1956, Checoslovaquia 1968), o Francia en Argelia y el listado podría continuar hasta el infinito. Ocurre que tras la ocupación, de una u otra manera,comienza la resistencia popular(y es complejo mantenerla a raya). TheEconomist presenta un dato estadístico estilizado señalando que -según una doctrina militar estadounidense-para mantener a raya a una población recalcitrante hacen falta de 20 a 25 soldados por cada 1000 habitante y que Rusia solamente podría poner en el terrenoa4(“TheStalinisation of Russia”, March 12TH-18TH 2022).

Otro cantar son las operaciones militares propiamente dichas: van lentas o rápidas segúncómo se las evalué. Los analistas militares más serios señalan que la operación militarestá resultando más lenta y costosa que lo esperado y que la idea de guerra relámpago fracasó –la ocupación eventualmente relámpago de Ucrania-. Pero tomando el terreno estrictamente militar sin otros aditamentos (lo que sólo puede hacerse analíticamente porque la guerra siempre es continuidad de la política, aunque, al mismo tiempo, también es verdad que reactúa sobre la política con toda su materialidad), la disparidad entre ambos ejércitos significa que el ruso podría ir aprendiendo sobre el terreno cómo manejarse y que, en definitiva, en el sentido estrictamente militar,aprenderá eventualmente a hacerse valer –siempre conforme, claro está, a cuales sean los objetivos militares reales de Putin, los que, hasta el momento,no estánclaros.

Conociendo algo de las guerras y sus enseñanzas, el propio ejército ruso en su historia –pasando entremedio por el Ejército Rojo revolucionario a comienzos de los años 1920 y el Ejército Rojo burocratizado en la segunda guerra, sin olvidarnos del ejército zarista, todos ejércitos con motivaciones políticasdiversas[8]-, su historia es una suma de victorias pero también derrotas, estas últimas incluso humillantes como fue el caso de la derrota del Ejército Rojo burocratizado en Finlandia en la segunda mitad de 1939 o el desastre en los años 1980 en Afganistán, uno de los elementos centrales en el derrumbe final de la URSS[9].

¿Qué queremos decir con esto?Es extremadamente difícil sino imposible a la distancia –amen de las campañas de propaganda de uno y otro lado- hacerse una composición de lugar ajustada de los desarrollos en el terreno militar, aunque si sumamos las dificultades de Putin en el frente político, que el Estado ucraniano no se derrumbó, y que la guerra de bombardeos“clínicos” no alcanza, agregándole que Putin, evidentemente, no puede salir de Ucrania con el rabo entre las piernas porque, entonces, se le derrumbaría el frente interno, lo más probable es que al menos en lo inmediatola guerra se intensifique y se haga más sangrienta…

Es verdad que un rasgo de esta guerra –en realidad, de toda guerra- es que los desarrollos militares en el terreno están acompañados por una continua ronda de gestiones diplomáticas incluso directas entre Rusia y Ucrania. Esto avizora que se está buscando un terreno común para parar la guerra en algún momento. Sin embargo, aunque Putin reivindique algunas concesiones territoriales de parte de Zelensky que puedan ser satisfechas –hay algunos elementos de hecho ya consagrados como la región del Donbass o Crimea-,lo que aparece como una piedra durísima de roer es la exigencia de una Ucrania desmilitarizada. Porque un país desmilitarizado no logra constituirse en Estado (la famosa definición de Max Weber vincula al Estado al monopolio de la violencia). Y aunque Zelensky acaba de dar como un hecho que “Ucrania no ingresará a la OTAN porque la OTAN no lo quiere”,a Putin eso no le alcanzaría: “Ucrania no es seria al querer alcanzar una solución mutuamente aceptable” acaba de declarar. Esto parece indicar que pretende un resultado categórico –visible- del conflicto: él triunfando y Ucrania saliendo derrotada

Política y económicamente –por las sanciones- Rusia está bajo presión y eso evidentemente actúa sobre el terreno militar. Pero en el terreno estrictamente militar no está claro que a Putin le esté yendo tan mal como lo pintan los medios occidentales. Ucrania es un país más grande que Francia e incluso cuando el desembarco de los Aliados en Normandía, a finales de junio de 1944, les llevó dos largos meses llegar a París… Putinpuede ser una “bestia política”, pero difícilmente sea un tarado.Encontrándose con un factor inesperado, la heroica resistencia ucraniana, es factible que esté haciendo modificaciones sobre el terreno decidiéndose por una estrategia mássangrienta (es sabido que todo plan estratégico militar se modifica sobre el terreno[10]): “La situación es muy complicada. Durante los primeros días parecía que las fuerzas militares rusas intentaban no atacar a los civiles. Intentaban destruir la infraestructura militar del país suponiendo que el gobierno y la sociedad se rendirían, pero no funcionó. Me pregunto hasta qué punto fueron estúpidos los servicios de inteligencia rusos; su cálculo fue un error total. Su plan no funcionó porque el ejército ucraniano reaccionó y la gente sobre el terreno también. Eso da algo de esperanza, pero los rusos cambiaron de táctica también. Ahora atacan a los civiles. Hoy [2 de marzo de 2022] han bombardeado intensamente la ciudad de Karkov apuntando específicamente a los barrios residenciales y al centro de la ciudad. No sabemos cómo seguirá a partir de ahora. Este cambio de táctica significa, por una parte, que han comprendido que cuando empezaron cometieron un gran error de cálculo y, por otra, que la situación se ha vuelto muy peligrosa para la población civil (…) Ahora mismo la población se ha vuelto muy antirusa. Al tratar de convertir Ucrania en un país bajo su total influencia, están haciendo lo contrario, porque ahora la mayoría de la población está muy en contra de Rusia. Hay gente que no es radicalmente antirusa. Pero es difícil no serlo cuando ves lo que está sucediendo, como el bombardeo en Karkov, que es una de las ciudades más grandes de Ucrania y una ciudad predominante de habla rusa. Ahora mismo, el nivel de odio es muy grande. Y es explicable. En estas circunstancias, es difícil percibir a Rusia de manera diferente (…) Tengo amigos que se quedaron en ciudades atacadas y familiares que no pudieron salir o no quisieron hacerlo. Muchos de ellos se están preparando para la guerrilla (…) vemos imágenes de civiles desarmados que simplemente detienen a los tanques en su camino. Probablemente sea también una de las razones por las que cambiaron de táctica y decidieron iniciar los ataques aéreos contra los civiles; para desmoralizarlos, porque no se puede detener a los aviones bloqueando las carreteras sin armas (…) también hay casos en los que la gente ataca los tanques con cocteles molotov (…)” (OksanaDutchak, investigadora afincada en Ucrania, “La guerra en Ucrania vista sobre el terreno”, viento sur, 12/03/22).

 

  1. La guerra económica

Veamos ahora la guerra económica interimperialista que se ha abierto con la guerra en Ucrania. No recuerdo una circunstancia tan aguda de retaliaciones económicas en las últimas décadas (más allá de la “guerra comercial” de Trump con China, pero que fue de menor intensidad). Lo concreto es que aunque el grueso de las retaliaciones –de las sanciones y castigos económicos- vengan desde Estados Unidos y el imperialismo occidental –también, hay que decirlo, con matices entre ellos porque Alemania depende energéticamente del gas ruso-, se trata de un “juego” en el que todos pierden porque, guste o no, este conflicto interimperialista es el primero que se sustancia en las condiciones de una globalización económica tan acentuada, o, al menos, de la segunda gran etapa “liberal” que vive la economía capitalista mundial en su historia. (La primera gran etapa liberal -ya con el formato imperialista clásico-se desarrolló en el período inmediatamente anterior a la Primera Guerra Mundial, la que luego dio lugar, Gran Depresión mediante, a dos décadas-los años 1930 y 1940- donde dominó el proteccionismo económico para luego ir liberalizándosenuevamente el comercio internacional, dinámica que dio un respingo ascendente hacia el formato económico neoliberal todavía dominante a partir de finales de la década del ’70.)

Tal es la cantidad de sanciones a priori unilaterales y últimamente en algunos casos cruzadas, que excede el alcance de este texto especificarlas (ver el texto de Marcelo Yunes “La guerra en Rusia-Ucrania: viejos y nuevos problemas para la economía global”, izquierdaweb). Sin embargo, es evidente que pegan en cierto talón de Aquiles económico de la formación social rusa. Es que más allá de la caracterización sobre el tipo de imperialismo -o imperio- en reconstrucción que es Rusia,está claro que la base económica propiamente dicha no es su punto fuerte. Comparado con el PBI de los Estados Unidos, y aun si la medición en producto bruto interno no llega a reflejar–eventualmente- la fuerza económica de Rusia, el producto ruso está ubicado entre un 12 y un 7% del PBI estadounidense… Un producto que es menor al de Texas, o, incluso, menor que el de Italia, un imperialismo históricamente débil y en decadencia, no puede hablar de una gran potencialidad económica (este es un límitepara las ambiciones imperiales de Putin;incluso para sostener una guerra larga en Ucrania[11]): “(…) el paquete de sanciones de la OTAN tiene excepciones sustanciales. En particular, si bien sanciona a las principales instituciones financieras rusas, exime ciertas transacciones con estas instituciones relacionadas con la energía y los productos agrícolas básicos, que representan casi dos tercios de las exportaciones totales (…) Las prohibiciones de exportación y comercio, la suspensión de tratos con bancos seleccionados y el retiro de algunos privilegios para los oligarcas rusos tendrán poco efecto en Rusia. El comercio de energía continuará, proporcionando el 25/30% de los suministros de energía europeos (…) [Sin embargo] la medida más grave es la propuesta de congelar los activos en dólares del banco central ruso. Esto nunca le había sucedido antes a un estado miembro del G 20 (…) Si es efectivo, significará que las reservas de divisas rusas en dólares no podrán usarse en absoluto para respaldar el rublo en los mercados internacionales de divisas o sostener el financiamiento en dólares de los bancos comerciales nacionales (…) La mayor parte de las reservas de divisas de Rusia se mantienen en los bancos comerciales occidentales. Rusia tiene alrededor del 23% de sus reservas en oro, pero no está claro dónde se encuentran físicamente. Si se aplica la sanción, podría dañar seriamente los flujos monetarios y al rublo ruso, provocando una inflación acelerada e incluso corridas bancarias.

“Luego están las sanciones de ‘combustión lenta’ sobre el acceso de Rusia a tecnologías clave. Estados Unidos tiene como objetivo excluir a Rusia de los suministros globales de chips. La medida corta el suministro de los principales grupos estadounidenses como Intel y Nvidia. Taiwán Semiconductor ManufacturinCompany, el fabricante de chips por contrato más grande del mundo, que controla más de la mitad del mercado mundial de chips hechos a pedido, también se comprometió a cumplir plenamente con estos nuevos controles de exportación. A Rusia ahora se le niega efectivamente el acceso a semiconductores de alta gama y otras importaciones tecnológicas esenciales para su avance militar. Sin embargo, es posible que las empresas chinas, especialmente aquellas que han sido objeto de sanciones estadounidenses, puedan ayudar a Rusia a eludir los controles de exportación. Huawei podría intervenir para desarrollar el mercado ruso de telecomunicaciones” (Michael Roberts, “Rusia: ¿de las sanciones a la recesión?”, sin permiso, 04/03/22). Como se aprecia, Rusia tiene un talón de Aquiles en su economía, como una China afectada por las sanciones comerciales estadounidenses podría, a pesar de las palabras, ir en su ayuda… (se apilan así datos y más datos de una desatada y por ahora imparable dinámica de conflicto interimperialista).

Esta debilidad económica relativa no quita que la economía rusa actual, sometida a las reglas del mercado y globalizada, sea un capitalismo de Estado, lo que podría atenuar en algo las cosas: “En contraste con Alemania y Japón, Rusia es una superpotencia en el terreno militar no en el económico. Es la segunda más grande potencia militar –sólo detrás de Estados Unidos. Su inventario total en cabezas nucleares es 6225 (Estados Unidos tiene 5550)[12], y su participación en las exportaciones globales de armamentos es del 20% (sólo detrás de Estados Unidos, que tiene el 37%) (…) Sin embargo, el carácter imperialista de Rusia puede derivarse no solamente de su poderío militar sino también de logros económicos (…) La economía rusa está dominada primariamente por capital monopolista ruso. Un libro académico recientemente publicado señala que ‘la proporción de inversión en Rusia [de origen] nativo, extranjera y en jointventures, es la misma que cinco años atrás: 86.3%, 7.3% y 6.4%, respectivamente” (Michael Pröbsting, “RussianImperialism and itsmonopolies”, New Politics). Es decir: no se trata de una economía dominada por multinacionales occidentales, un dato que refuerza el carácter imperialista de Rusia a pesar de su debilidad económica relativa.

Por lo demás, la economía rusa está –o estaba hasta antes de la guerra ucraniana- abierta, y las grandes cadenas de comercialización y consumo al detalle occidentales y atractivas para la población y/o la juventud rusa, están ahora cerrando sus puertas (al menos, temporalmente). Más allá de los trabajadores y trabajadoras que quedan en la calle, y con la memoria histórica colectiva de la escasez de bienes de consumo bajo la Unión Soviética burocratizada, la grisura de su panorama consumidor y la baja calidad de los productos de consumo –a la burocracia jamás le importó el nivel de vida de la población laboriosa, ¡vaya “Estado obrero”!-, es evidente que las sanciones económicas -que repercuten indiscriminadamente no solamente sobre la clase de los oligarcas ladrones de la ex propiedad “pública” sino, sobre todo, sobre la población en general-, no pueden hacer otra cosa que caer mal y malquistar a la población con la guerra ucraniana (aunque tambiénpueden significar que una porción de la población rusasea más pasible del discurso antioccidental putinista[13]).

Pero también es verdad que la guerra económica afecta al capitalismo global y, entre ellos,a los propios países imperialistas tradicionales –¡ni hablar de los países dependientes como la Argentina!-: las tendencias inflacionarias se están multiplicando a niveles nunca vistos en los últimos 40 años, se dispara el precio de las commodities (alimentos y combustibles. Tenemos el dato de conflictos entre los repartidores en California por el aumento del combustible sin el consecuente aumento de la tarifa), aumentan las tasas de interés, cae el producto mundial,etc., problemas que amenazan una economía mundial que no llegó a superar del todo las consecuencias de la crisis del 2008 agravándose el cuadro por la reciente pandemia: “(…) ni los resultados de la guerra específicamente económica que lanzó EE.UU. contra Rusia, ni el impacto internacional de la guerra sobre la economía dejarán beneficiarios. Todos perderán (…) Con el nuevo escenario global, sólo los fabricantes de armas tienen ganancias garantizadas” (Marcelo Yunes).

 

  1. Una primera aproximación a las sanciones y al envió de armamento

En el contexto señalado, se vienen desarrollando una serie de discusiones en la izquierda mundial en relación a la guerra en Ucrania. En este punto nos referiremos específicamente a la discusión en relación a las sanciones –económicas, política y hasta culturales- a Rusia y al envió de armamento a Ucrania de parte de países de la OTAN.

Comencemos por repetir que estamos ante un conflicto cuya naturaleza es doble: una guerra legítima de defensa nacional –de autodeterminación nacional- frente al invasor ruso en Ucrania, que está superpuesta a un conflicto –y, eventualmente, una guerra abierta pero que todavía no se ha desencadenado- entre potencias imperialistas, que más allá de su envergadura desigual, en nada atañe al carácter reaccionario de este enfrentamiento interimperialista el cual sería un crimen de leso marxismo revolucionario abordarlo de manera “campista”(sin perder de vista nunca, claro está, el derecho a la defensa ucraniana[14]).

Algunos de estos debates se ha ventilado en portales de la izquierda sobre todo europeos, por ejemplo entre Gilbert Achcar y StathisKouvelakis alrededor del carácter del conflicto ucraniano. En realidad,no nos interesa detenernos en ellos de manera pormenorizada -no creemos que aporten elementos de análisis tan sustantivos-. Su interésreside, sobre todo, en que ponen sobre la mesa una discusión algo más pormenorizada sobre como abordar desde la izquierda las sanciones económicas y el eventual envió de armas a la resistencia ucraniana (es decir, qué posicionamiento tomar al respecto de estas dos cuestiones), que es útilpara ser concretos en el abordaje del conflicto.

Sobre las sanciones a Rusia, nuestra posición es quelas tomamos con muchísimo cuidado. Es decir: que se lleven adelante sanciones cruzadas entre oligarcas rusos y capitalistas occidentales es algo que no nos interesa directamente y no tienenque ver con nuestra clase (aunque las consecuencias las pagan siempre los de abajo). Pero si nos preocupa que desde la izquierda se habilite la idea de dejar correr sanciones que afectan al pueblo ruso sea en el plano económico o en el cultural. Es que el criterio socialista e internacionalista elemental, de clase, es unificar a la clase obrera mundial –incluyendo en esto la rusa, por supuesto- en defensa del derecho a la autodeterminación del pueblo ucraniano y contra el conflicto imperialista como tal (real y potencial). Si la consigna “guerra a la guerra” significa algo, si, en este sentido, tomamos la idea leninista de transformar la guerra -o el conflicto imperialista- en guerra civil, si, por lo demás, de manera justa sectores de la población rusa están en contra de la invasión a Ucrania e, incluso, arriesgando su libertad -o su vida- se movilizan contra Putin, si tenemos un criterio internacionalista de unidad de la clase obrera mundial, queda por evidente que es un crimen apoyar –muchas- de las sanciones que cínicamente Biden y el imperialismo occidental están aplicando a Rusia, y viceversa (es decir, las sanciones que afectan a los pueblos, no a los oligarcas o capitalistas).

Es difícil diferenciar entre unas y otras, y no podemos hacerlo aquí porque son una maraña. Sin embargo, es fundamental -como criterio de principios- oponernos a las sanciones del capitalismo occidental a Rusia y viceversa, que, sobre todo, afecten al pueblo ruso amén de ser una lavada de cara del principal imperialismo, o emponzoñen a los pueblos unos contra otros, cuando la división no tiene que ser contra el “campo enemigo” sino al común enemigo de clase. (Es decir: una de las mejores manera de ayudar al pueblo Ucraniano no es afectando con sanciones al pueblo ruso, sanciones que, eventualmente, lo entreguen en bandeja a Putin, sino empujar la movilización contra la guerra del propio pueblo ruso.)Y todo esto por no hablar de las “sanciones culturales” aberrantes en Occidente con todo lo que suene ruso: desde el vodka, o los/as directores de orquestas, autores como Dostoievski, ¡e incluso en algunos casos ridículamente Marx!, y aberraciones por el estilo del cual el Occidente capitalista- imperialista y sus medios de comunicación y redes sociales, son campeones hoy(cuestiones que evidentemente hay que rechazar de plano).

Más delicadoes el problema de la provisión de armas a la resistencia ucraniana. No coincidimos conAchcarque promueve el envió de “armas defensivas” a Ucrania (salvo, quizás, cosas muy “caseras” para la defensa auto-organizada que se está desarrollando por abajo, pero no así para el ejército ucraniano). Estamos por el legítimo derecho a la autodefensa de su pueblo y nos solidarizamos con su lucha. Pero no puede perderse de vista que cuanto más armas se envíen desde el Occidente capitalista a Ucrania (la izquierda independiente no tiene armas ni envergadura para enviarlas), más por interpósito imperialismo se hace la guerra;menos independiente es la misma. (En esto último creemos coincidir con Kouvelakis, aunque ninguna de las dos posiciones, la de Achcar y la de Kouvelakis, nos parecen equilibradas. La primera porque pierde el trasfondo interimperialista del conflicto y el segundo porque trasunta una idea de que el imperialismo ruso sería, de alguna manera,“menos malo”…).

Otro cantar sería si la izquierda revolucionaria pudiera estar en el terreno de manera independiente, o, por ejemplo, la puesta en pié de ayudas obreras a Ucrania como dos décadas atrás se hicieron a Bosnia. Pero otra cosa distinta es apoyar el envió de armas imperialistas occidentales a Ucrania. Lógico que simultáneamente a esto hay que defenderse militarmente en el terreno ucraniano, así como pelear en Rusia contra la invasión de Putin exigiendo la retirada incondicional de sus tropas.

Precisamente: esa es la formaprincipal de promover el apoyo al pueblo ucraniano impulsando la movilización independiente en todo por su autodeterminación. Formas que no están vinculadas al envió de un armamento que, eventualmente, les permita defenderse en el campo militar pero que transforman la causa ucraniana un apósito del imperialismo occidental (lo decisivo para frenar a Putin es el factor político). Desde ya que, menos que menos, respaldamos pedidos irresponsables como una zona de exclusión aérea sobre Ucrania de la OTAN que llevaría, directamente, a una tercera guerra mundial.

Desarrollemos algo más las posiciones de Achcar y Kouvelakis. Como hemos señalado, ambas nos parecen unilaterales. Achcar porque, de una forma o la otra termina perdiendo de vista que estamos frente a una guerra o conflicto doble: aprecia la pelea por la autodeterminación ucraniana,pero se le pierde el conflicto inter-imperialista que está en su trasfondo: “Una guerra inter-imperialista (…) es una guerra directa y no por procuración, entre dos potencias donde cada una tiende a invadir el dominio territorial y (neo) colonial de la otra, como fue claramente la Primera Guerra Mundial” (Achcar, ídem). Una definición que nos parece unilateral pero supongamos que vale. Es verdad que el conflicto inter-imperialista en curso todavía no es una guerra abierta en el sentido militar del término, y que Biden y China están tratando de evitar quese transforme en eso(aunque su última conversación fue ríspida y peligrosa…). Pero, de todas maneras, relativizar ese trasfondo, está dinámica potencial,puede desequilibrar el abordaje, perdiendo de vista que el solapamiento del conflicto nacional legítimo con el interimperialista reaccionario, podría amenazarel carácter de los desarrollos[15].

Por lo demás, tampoco nos simpatiza la posición de Kouvelakis y por la razón exactamente opuesta: aunque reconoce que hay una pelea por la autodeterminación nacional en Ucrania, Kouvelakistermina relativizando esta lucha y le sobreimprime a todos los desarrollos la pelea interimperialista. Hace esto con un equivocado tufillo “campista” donde como Putin sería –es, fácticamente- el imperialismo más débil, de alguna manera, en algún punto, por la ofensiva de la OTAN sobre sus fronteras, tendría algún gramo de legitimidad: “Estados Unidos sigue siendo el imperialismo archidominante, e incluso dominante de forma asimétrica respecto a otros imperialismos (…) Todo esto pesa sobre la forma ‘campista’ en que se percibe a la Rusia de Putin, una potencia imperialista secundaria y regresiva, en la escena mundial (…) Es esta percepción distorsionada, subproducto de la abrumadora dominación de Estados Unidos, la que, mediante una especie de ilusión óptica, le atribuye algunas de las características de la URSS de antaño, a pesar de que su régimen se enorgullece de su anticomunismo y apoya a las fuerzas radicales de derecha y extrema derecha en todo el mundo (…)” (Kouvelakis, ídem). Una definición en sí perfectamente cierta y que suscribimos pero al introducir Kouvelakis demasiadas veces el argumento de la archidominación de los Estados Unidos, tiene el peligro de inclinarse para el lado que no explícitamente quiere ir: el abordaje campista. (Un abordaje que atañe a la naturaleza social de los contendientes, y no a su peso relativo como erróneamente tiende a deslizar Kouvelakis.)

 

  1. Los peligros de la deriva campista

Volvamosahora sobre el carácter del conflicto. Efectivamente, uno de sus problemas es el campismo que se esboza en ciertas posiciones y/o la pérdida de vista del carácter justo de la resistencia ucraniana (independientemente de su dirección procapitalista[16]). Sectores de la izquierda reformista internacional, del chavismo, Cuba, ex estalinistas, populistas, etc., incluso sectores “trotskistas” en la Argentina,ven o tienden a ver en la Rusia de Putin una suerte de “mal menor”… Otros sectores incluso, sin llegar a esto, consideran a Rusia un “país independiente” y, por lo tanto, podrían caer también en unaposición campista a depender de los desarrollos.

En la izquierda argentina el Partido Obrero es campeón de ver a la Rusia de Putin como algo a defender y el PTS, aunque defiende en lo inmediato el derecho a la autodeterminación de Ucrania, no considera a China ni Rusia como imperialismos en construcción o reconstrucción. Exagera los peligros de su semicolonización por parte de Estados Unidos, algo que nos parece por encima de sus fuerzas (sobre todo en el caso chino): “(…) tal vez la definición provisoria más adecuada de la China actual sea la de ‘Estado capitalista dependiente, con rasgos imperialistas’. Esta fórmula descriptiva tiene (…) el mérito de no dar por sentado el enorme salto que implica la transformación de China en potencia imperialista (…) Estados Unidos busca derrocar el régimen del Partido Comunista y fragmentar China, devolviéndole la condición de total inconsistencia geopolítica experimentada durante el siglo de la deshonra” (“La ubicación global de China en la jerarquía del capitalismo global”, Juan Chingo, izquierda diario, 24/01/21), una definición cuyas unilateralidades saltan a la vista inmediatamente. No sólo que los Estados Unidos de ninguna manera están en condiciones hoy de “buscar derrocar al régimen del Partido Comunista [que de comunista no tiene nada, agregamos nosotros, pero no se le puede pedir al PTS sensibilidad antiburocrática], y, además, la dinámica actual del país lejos de la “fragmentación” acaba de suponer la dominación total de Hong Kong y la derrota de su movimiento de resistencia, sino que, además, considerar a China hoy una nación “dependiente” es un abuso total cualesquiera que sean las tareas nacionales que un tiene pendiente este imperialismo en construcción (Au LoongYu). Chingo nos cuenta un cuento chino que solamente puede embellecer a su Estado hoy.

Por lo demás, el PTS considera de manera economicista –es decir, reduccionista- el carácter de un país como imperialista desestimado los planos territorial y militar que contribuyen también a este estatus (de ahí que en su opinión tampoco Rusia sea un imperialismo, o un imperio en reconstrucción, sino, según ellos, una nación independiente “asexuada” por así decirlo –que no genera “ni frío ni calor”; que no oprime a nadie sino que es más bien oprimida…[17]).

El campismo, como ya señalamos, es una oposición binaria que se ata a una forma determinada de Estados contra otra forma de los mismos por fuera de una posición anclada en la lucha de clases y en la unidad internacional de la clase obrera; opone un país o conjunto de países capitalistas y / o de potencias imperialistas contra otras atando como furgón de cola a sus clases explotadas y oprimidas detrás de cada Estado[18].

Kouvelakis señala bien que por una suerte de “pase de magia” que incluye, por ejemplo, suponer que Rusia o China mantienen alguna traza “progresiva” de “Estados obreros”, o que serían países en “proceso de restauración capitalista”, pero como el capitalismo no habría sido del todo restaurado mantendrían algún elemento “anticapitalista” (sic, el caso del Partido Obrero en la argentina es arquetípico de esto), Putin sería menos malo que Biden, o cosa así.

Incluso están aquellos que equivocadamente sostienen que un elemento central del actual conflicto (un elemento, entre otros, ¡para no defender a Ucrania de Rusia!), es que Rusia es más débil que los Estados Unidos. Esto como para sostener una “carambola geopolítica” señalando que si Putin se impone y Biden queda debilitado, entonces la cosa tendría “consecuencias progresivas”…

Sin embargo, los abordajes campistas, precisamente, tienen el gravísimo problema de abandonar el abordaje internacionalista de los asuntos[19]. La división principal en el mundo sería entre Estados y no entre clases y, entonces, habría que elegir entre ellos para ver cuál es más “progresivo”(sic), esto, evidentemente, independientemente que en esta elección por Estados y no por clases sociales se abandone el criterio, precisamente, de clase: la oposición entre explotados y explotadores, entre opresores y oprimidos, y en vez de unir a los explotados y oprimidos contra los explotadores y opresores, se oponga a un conjunto de explotados y oprimidos subordinados a explotadores y opresores contra otro conjunto de explotados y oprimidos subordinados a otro conjunto de explotadores y opresores…

En el camino, evidentemente, lo que queda es la divisa elemental de Marx y la Primera Internacional que rezaba “Proletarios de todos los países, uníos”, u otra afirmación en el mismo sentido –que necesita ser bien entendida, claro está, sin denegar la cuestión nacional- de que “la clase obrera no tiene patria”. Este criterio elemental fue el de Lenin y todos los internacionalistas en la Primera Guerra Mundial cuando se opusieron a la Unión Sagrada (unión nacional) que mandó a la juventud obrera a la carnicería de la guerra imperialista haciéndolo bajo la divisa de la derrota del propio imperialismo y de la unidad internacional de clase obrera contra la guerra y por la revolución social.

La complejidad aquí, ya lo hemos señalado arriba y en nuestro texto anterior (“Sobre el carácter de la guerra en Ucrania”, izquierdaweb), proviene que junto con el conflicto inter-imperialista (que aun no es una guerra militar abierta, pero puede serlo mañana), con este trasfondo, se está librando -en primera plana-una guerra justa por la autodeterminación nacional contra el invasor ruso. De ahí que debamos profundizara continuación en dos aspectos de nuestro artículo anterior: las especificidades del imperialismo ruso y el problema del derecho a la autodeterminación ucraniana.

 

  1. Especificidades del imperialismo ruso

Sobre Rusia, efectivamentees un imperialismo más débil que los Estados Unidos-sin duda esto es así-. Debido a esto, algunas tendencias de la izquierda señalan que como no tiene monopolios –marcas- reconocidas internacionalmente, no sería un país de carácter imperialista…

Pero este es un abordaje demasiado reduccionista para apreciar un Estado. Ocurre que formaciones hibridas distintas a los “tipos ideales” se dan tanto en la naturaleza como en la sociedad. En el tipo ideal de imperialismo desarrollado por Lenin, el imperialismo, las naciones o Estados imperialistas, se consagran como una forma económica y política expresión del dominio mundial de los grandes capitales y los grandes trust o monopolios. El imperialismo es una forma que consagra el dominio del capital financiero que es una fusión del capital industrial y el capital bancario y que extiende tentáculos internacionalmente monopolizando unas pocas empresaslas grandes ramas de la producción a nivel internacional.

En el análisis de Lenin entraban varios elementos,elementos que no podemos desarrollar pormenorizadamente aquí pero que, a diferencia de los viejos imperios, el régimen propiamente imperialista-capitalista lo que “recubre” (por decirlo de alguna manera), esuna forma específica de explotación que es la explotación capitalista propiamente dicha. Es más: dicha forma particular de explotación que en sus inicios había tomado la forma del libre mercado, ahora tomaba la forma del monopolio, es decir: el Estado venía al auxilio de los capitalistas, capitalistas que, por lo demás, se agrupaban en grandes trust y dominaban el mercado mundial con su exportación de capitales y colonias (el análisis de Lenin estaba, de cualquier modo, circunstanciado en ciertos aspectos: durante la Primera Guerra Mundial el peso de los Estados en la economía era mayor que normalmente[20]).

Por lo demás, dentro de este análisis, Estados Unidos venía a ser -por antonomasia- la forma moderna del imperialismo, en el sentido que no necesitaba siquiera tener bajo su cargo directamente colonias (una colonia significa sometimiento simultaneo político y económico e incluso militar), sino que, en muchos casos, con el sometimiento semicolonial alcanzaba –alcanza-. Es decir: se trata de países que sondependientes económicamente y a todos los efectos prácticos pero que, sin embargo, políticamente son formalmente independientes (claro que concretamente, y más allá de la “forma ideal”,se dan distinto tipo de formaciones sociales intermedias).

Ahora bien: Lenin definía a la Rusia zarista como unimperialismo bárbaro. No se le ocurría afirmar que no fuera un país imperialista incluso a pesar que la Rusia de comienzos del siglo XX era, simultáneamente, una semicolonia financiera de Francia (este análisis se encuentra también en primer capítulo de laHistoria de la Revolución Rusadonde Trotsky formula su famosa “ley del desarrollo desigual y combinado” –Lenin solía hablar de la “ley del desarrollo desigual” a la que Trotsky le dio una vuelta –dialéctica- de tuerca agregándole la palabra“combinado”[21]).

En todo caso, el imperialismo ruso en reconstrucción –algo lógico porque dados determinados parámetros se desanda un camino histórico por la vía anti capitalista y socialista… yluego se vuelve a recorrer el camino inverso por la vía capitalista[22]– tiene similares bases –groso modo- a las que clásicamente Lenin definiera como “bárbaro” en el sentido de ser una suerte de “modelo” opuesto al de Estados Unidos (¡aunque este último tiene 300 bases en todo el mundo!):ser un imperialismo de base territorial. El intento putinista de reconstrucción de la “cárcel de pueblos”-amén del componente militar de tener el primer o segundo arsenal nuclear mundial- va en este sentido: “Cuando ‘el moderno capitalismo imperialista’ emergió, Lenin escribió que el Imperio zarista estaba ‘envuelto, por así decirlo, en una red particularmente ajustada de relaciones pre-capitalistas –tan ajustada que lo que domina en general en Rusia es un imperialismo militar-feudal’. Como resultado, escribía, ‘En Rusia el monopolio de la fuerza militar, de un inmenso territorio o condiciones particulares favorables para someter a la población originaria no Rusa (…) parcial e incompletamente reemplaza el monopolio de las modernas finanzas capitalista” (“RussianImperialism. FromtheTsartoToday, via Stalin, theimperialismwillmarksthehistory of Russia”, ZbigniewMarcinKowalewki, marzo 4, 2022, Google). Se trata este de un ensayo erudito donde Kowalewki, un reconocido marxista polaco, desarrolla lo que se podrían llamar las “tres formas de imperialismo” en Rusia sin perder de vista la especificidad de la forma capitalista de imperialismo.

Es decir: para caracterizar a Rusia como un imperialismo tal, siguiendo su “huella histórica”,no hace falta que tenga grandes marcas mundiales(abordaje economicista).Y sin embargo lo anterior es sólo una media verdad: “Rusia es una potencia imperialista. Esto es evidente no solamente desde el punto de vista político o militar,sino incluso desde el ángulo económico. No esta dominado por corporaciones extranjeras y no es dependiente de las instituciones financieras imperialistas [occidentales]. Es una relativamente fuerte potencia económica [es el 11>PBI internacional] dominado por monopolios domésticos, con un bajo nivel de deuda externa y una enorme cantidad de reservas internacionales [aquí, el talón de Aquiles, hay que decirlo, es que de sus 600.000 millones de dólares de reservas, groso modo, la quinta tenencia mundial, la mitad de ellas se encuentran en bancos en el exterior inhibidas por las sanciones; es evidente que Rusia tiene la debilidad de cualquier –o casi cualquier, no de todos atención- país hoy en el contexto del capitalismo globalizado; la interdependencia que significa globalización para todos o casi todos los Estados, aunque esta debilidad y/o exposición es relativa, la de Estados Unidos o mismo China es mucho menor, R.S.]. Los capitalistas monopolistas rusos –los así llamado ‘oligarcas’- están estrechamente vinculados con el aparato de Estado, Estado que cumple un fuerte papel regulador” (Michael Pröbstin, ídem).

Nuestro autor, muy documentado, continúa señalando que el formato de Rusia es el de un capitalismo de Estado donde sus principales empresas –que tienen porte internacional, atención- son de participación público-privada: Lukoil, petróleo y gas; Gazprom, petróleo y gas; Hosnett, petróleo y gas; Sovkomflot, transporte; Severgroup, conglomerado; En (mas), conglomerado; Atomenergoprom, energía nuclear; Evraz, acero; RussianRailways, transporte; TMK, acero; Eurochen, química; Sistema, conglomerado; NLMK, acero; Zarubezhneft, petróleo y gas; Polymetal, metales no ferrosos; etc. Como se ve, no serán grandes marcas de consumo y, además, nos falta el listado del complejo militar-industrial, pero tampoco se trata de empresas de un país dependiente. (Y tampoco podremos hablar de un imperialismo meramente regional porque dada la envergadura del país y su poderío militar y nuclear, es un jugador internacional aunque, efectivamente, se trata de una formación social capitalista-imperialista extremadamente desigual que no excluye formas de dependencia. Comparado con China, Rusia tiene sólo dos grandes ciudades cosmopolitas, Moscú y San Petesburgo, mientras que China posee 10 o 12 de ellas y Estados Unidos otro tanto).

Como se aprecia, el contenido social de su “imperio en reconstrucción”, es, inequívocamente, de bases capitalistas: la explotación capitalista, la valorización de los capitales, la valorización de la renta de la tierra y las materias primas, etc. Y esto es así incluso si los criterios de acumulación capitalista clásicos propiamente dichos –es decir, puramente económicos- se siguen combinandoen Rusia con criterios políticos y militares de una acumulación primitiva capitalista, por ejemplo, el hecho que la gran mayoría de la oligarquía esté constituida por oligarcas millonarios que amasaron su fortuna apropiándose -cual ladrones de “guantes blancos” o sin guantes y con las manos manchadas de sangre y lodo-de la ex propiedad estatal (no decimos pública porque, verdaderamente, la propiedad estatal había dejado de ser pública: no estaba bajo el control de la población trabajadora, sino de la burocracia).

Ver en la formación social rusa algún elemento “progresivo”esun análisis forzado. Por lo demás, la idea que Rusia podría ser hoy semicolonizada parece llevar las cosas demasiado lejos. Rusia acaba de aparecer como un actor mundial en el sistema de Estados; un oponente sumamente peligroso para el imperialismo tradicional y ni hablar si, aun sutilmente, se suma China a su cruzada o viceversa.

Es un hecho que bajo Yeltsin la semi-colonización erauna de las dinámicas posibles. También que Estados Unidos y la OTAN tienen la responsabilidad de haber pretendido acorralar Rusia rompiendo con los acuerdos de la era Gorbachov en materia de relaciones geopolíticas, entre ellashaber reforzado en vez de disuelto la OTAN[23]

También que la principal preocupación geopolítica del Estado yanqui es la ascensión de China a potencia mundial y que –aun con fuertes matices hoy eclipsados por la remilitarización general y la reafirmación de la propia OTAN- dentro del conjunto de potencias imperialista tradicionales, todas más o menos subordinadas a EE.UU., pretenden limitarla ascensión de China y los desarrollos en Rusia dentro de determinados parámetros que no afecten su hegemonía tradicional; el status quo largo que viene de la posguerra reforzado por el derrumbe de la ex URSS (por no hablar del lugar de otras potencias ascendentes como India y otras más, imposible de abordar en este texto).

Por otra parte (y más allá que sea realista o no), debilitar y /o semicolonizar el imperialismo rival, atarle las piernas, dejarlo sin fuentes de aprovisionamiento de materias primas, etc., ¿no ha sido siempre la lógica material última de la competencia entre Estados imperialistas y fuente, por lo tanto, de enfrentamientos en última instancia militares que nunca hay que descartar por esto mismo, por la materialidad de lo que está en juego? (las cuestiones de las relaciones de fuerzas siempre se resuelven, en última instancia, a los “tiros”, militar o físicamente[24]).

Es un  hecho que el proyecto del imperialismo occidental era –es- hasta ahora –y quizás lo siga siendo mañana, se verá el resultado en Ucrania- cercar y subordinar Rusia(y contener a China). Pero esto en nada modifica la naturaleza de imperialismo en reconstrucción de Rusia que tiene, precisamente, otro proyecto: volver a elevarse como potencia regional e internacional en primer lugar territorial y militarmente (es decir, haciendo uso –o mal uso, se verá cómo le sale la jugada a Putin- de sus ventajas comparativas en el terreno directo de un evento guerrero), amén que no carece –atención- de elementos de chantaje económico en materia de petróleo y gas y quizás también de granos, sobre todo respecto de Europa y Medio Oriente (el todos pierden en materia económica y las consecuencias insondables que esto puede tener para todo el mundo es algo que recién comienza a procesarse y no puede perderse de vista aun si el bloque occidental es más fuerte que Rusia más allá que las advertencias de Biden a China reflejan la enorme preocupación de que está salga en asistencia de Putin).

  1. Ucrania y el estalinismo

Volvamos, finalmente, a la cuestión nacional ucraniana. Lo concreto es que Ucrania ha sido desde tiempos antiguos un mosaico de una complejidad extrema pero no por ello carente deelementos deidentidad nacional diferenciada (religión, lengua, tradiciones específicas, etc.). Sin que podamos hacer acá una historia erudita desde la colonización vikinga del Rus de Kiev(alrededor del año 1000 Kiev era la capital del área que formaría posteriormente la Gran Rusia[25]), parece evidente que la unidad diferenciada que es Ucrania se remonta a varios siglos.

En todo caso, alrededor de la revolución de 1848 y la primavera de los pueblos europeos en Ucrania (Tino Brugos, “Tambores de guerra se oyen por el Este”, un texto bastante erudito sobre la historia ucraniana),se comenzó a expresar un sentimiento nacional en la voz del poeta Taras Shevchenko (AnneApplebaum, FomeVermelha. A guerra de Stalin naUcränia, Editora Record, Rio de Janeiro, Sao Paulo, 2019) y otros poetas o literatos ucranianos, amén de irse constituyendo sobre todo entre el campesinado,un cierto sentimiento nacional diferenciado. En realidad, en esto también hubo –y hay- un mosaico que escapa a los reduccionismos[26]. Promediando los años 1500 se establecieron dos iglesias cristianas ortodoxas en Ucrania, una de las cuales dependía de Moscú, pero la otra llamada Uniata (o Unida) mantuvo el rito ortodoxo reportando a Roma. La religión Uniata fue sobre todo la del campesinado del occidente de Ucrania –ruteno- que la tenía como un elemento de resistencia frente a la iglesia ortodoxa oficial proveniente de Moscú (Brugos, ídem).

Claro que, además, el flanco occidental de Ucrania, la Galitzia colindando con Polonia, era disputado por la aristocracia polaca, mientras que Trotsky había señaladoque, en general, las ciudades de Ucrania estaban más bien rusificadas, lo mismo que el poblamiento oriental minero e industrial (aunque hoy mayormente desindustrializado y casi dejado al abandono con el consiguiente costo incluso ecológico). Atención que Trotsky también señalaba que las ciudades eran simultáneamente los centros colonizadores del país…[27].

Los pequeños rusos eran bajo el zarismo considerados parte indiscutible del imperio Gran Ruso (no es casual que Putin reivindique la tradición de los zares),y los elementos religiosos pero sobre todo el idioma, entre otros, elementos de subordinación: si se pretendía subir por la escalera social –puestos en el Estado y demás- había que dominar el ruso. Los campesinos que no lo hablaban, que les causaba rechazo el ruso, se mantenían fuera de la educación y de las posibilidades de progreso (Applebaum, ídem).

Con estos “tironeos” y muchos más se llegó a 1917 donde en un principio la Rada de Kiev, es decir, el gobierno en Kiev y su parlamento, estuvo dominado por elementos no bolcheviques (socialistas revolucionarios y mencheviques), es decir, no revolucionariossostenedores del gobierno provisional. Los dos primeros intentos de gobierno soviético fueron un desastre (1918 y primera mitad de 1919); no encontraron base social porque no reconocieron los derechos nacionales e impusieron requisiciones de grano a mansalva y granjas colectivas artificiales mayormente debido a las duras condiciones de la guerra civil y de la supervivencia de la revolución (Broue, Rakovskyou la Revolutiondanstouts les pays, FAYARD, France; Kowalewski, “Forthe Independence of Soviet Ucranie”, ídem[28]).

Sin embargo, el tercer gobierno bolchevique (¡el segundo intento de Rakovsky al frente del mismo!) volvió con una política diferente: el reconocimiento de los derechos nacionales, el derecho a la autodeterminación, el idioma ucraniano, la disolución de las granjas colectivas, la NEP (es decir, la posibilidad que los campesinos comercialicen una parte de su producción), etc., todo lo cual dio lugar a un período de relativa estabilidad durante los años 1920 una vez que, por lo demás, fueron desbandadas las diversas guerrillas (entre ellas, la histórica guerrilla anarquista de Makhno[29]): “La ucranización tuvo férreos defensores. Después de la experiencia del levantamiento campesino, el propio Lenin dijo, en 1919, que sería ‘un error profundo y peligroso’ ignorar el sentimiento nacionalista en Ucrania. En febrero de 1920, en cuanto ocurría la tercera y última ocupación bolchevique en Ucrania, él envió un telegrama a Stalin, diciéndole que contratase intérpretes para el Ejército Rojo en Ucrania y ‘obligase incondicionalmente a todos los oficiales a aceptar los requerimientos y otros documentos en lengua ucraniana” (Applebaum, ídem, 109).

Bajo el bolchevismo revolucionario Ucrania también padeció hambrunas –como toda Rusia- en el fatídico año 1921, por no recordar aquí los padecimientos de la Primera Guerra Mundial. Y también la historia de Ucrania es una historia de progromos anti-judíos alentados por el zarismo (la población judía, como el proletariado, fueron mayoritariamente pro-bolcheviques) y el atraso campesino. Pero, sin embargo, dicha hambruna y dichos problemas de los primerosgobiernos bolcheviques fueron, en todo caso, problemas de un gobierno revolucionario;algo completamente distinto a lo que vino después bajo el estalinismo (el libro de AnneApplebaum,por lo demás muy documentado, es, sin embargo, deshonesto intelectualmente en lo que hace al bolchevismo revolucionario de Lenin y Trotsky y sus sanas aspiraciones de permitir la autodeterminación nacional ucraniana, algo que Putin se encarga paradójicamente de confirmar…[30]).

Ya lo del estalinismo fueun crimen contrarrevolucionario anti socialista. Ocurre que la colectivización forzosa no fue una política que fortaleciera las bases del Estado obrero, sino un elemento clave en la burocratización de la revolución(en la puesta en pie de un Estado burocrático con restos proletarios y comunistas como lo definiera el propio Christian Rakovsky, ex presidente bolchevique de Ucrania soviética revolucionaria).

Lo que vino a partir de la colectivización forzosa fue una hambruna histórica conocida como el Holodomor, exterminio por hambre, que, claro está, colocó a la inmensa mayoría de la población ucraniana contra el “comunismo” dándoles a las formaciones burguesas nacionalistas en el exilio enorme legitimidad: “El resultado fue catastrófico: por lo menos 5 millones de personas perecieron de hambre entre 1931 y 1934 en toda la Unión Soviética. Entre ellas, había más de 3.9 millones de ucranianos (…) Pero el hambre fue la mitad de la historia. Mientras los campesinos morían en el interior, la policía secreta soviética lanzaba simultáneamente un ataque contras las elites intelectuales y políticas ucranianas (…) No pudiendo soportar lo que ocurría, MykolaSkrypnyk, uno de los más conocidos líderes del Partido Comunista ucraniano, se suicidó en 1933. Y no fue el único” (Applebaum; ídem; 23).

Y en el mismo sentido –aun cuando se trata de otro autor unilateralmente anticomunista: “Para Stalin, Ucrania era vulnerable, pero no a causa de la hambruna inminente que amenazaba de muerte a millones de ucranianos. Ella era vulnerable políticamente, aparecía como el eslabona débil de la cadena. Stalin no se olvidaba que diez años atrás el régimen soviético había perdido el control, durante semanas, de toda una serie de distritos fronterizos, limítrofes con Polonia, ganados por una ola enorme de levantamientos campesinos subproducto de una colectivización forzosa del campo (…) había que subordinar –someter- el campesinado ucraniano a los imperativos del desarrollo global de la URSS, esto es, en lo inmediato, a los imperativos del primer plan quinquenal (…) la campaña anual de colecta agrícola (…) era la piedra de toque de ‘nuestra fuerza o de nuestra debilidad, de la fuerza o la debilidad de nuestros enemigos” (NicolasWerth, La terreur et le désarroi. Stalin et son systeme, PERRIN, France, 2007).

A la tragedia del Holodomor-que Trotsky se terminó tomando tan en serio como para plantear una Ucrania soviética pero independiente de la URSS en los años previos a la Segunda Guerra Mundial-, le sucederían los horrores de la ocupación Nazi, horrores “contradictorios” por cuenta del apoyo y/o el rechazo de distintos sectores de la población a dicha ocupación (las formaciones nacionalistas de extrema derecha soñaban que Hitler le daría la independencia a Ucrania, mientras que Hitler sólo la concebía como “espacio vital” de colonización y repoblamiento alemán, y a los eslavos como una población destinada a ser esclavizada), con sectores masivos de la población ucraniana pasándose a la oposición a la ocupación alemana y formaciones de extrema derecha -como la de Stepán Bandera- ora participando de progromos tremendos como Babi Yar (norte de Kiev, septiembre de 1941) y colaborando con el invasor, y ora oponiéndose a los nazis en otros momentos aunque siempre en contra de la ex URSS[31]

Esta claro que el abordaje nacionalista de Stalin, aún a pesar de la tragedia de la segunda guerra y del odio al fascismo, en nada colaboró evidentemente para una perspectiva socialista en Ucrania, otro de los legados trágicos de la burocratización de la Revolución Rusa.

Cuando se analiza el mosaico ucraniano, cuando se estudia su heterogeneidad nacional y social, cuando se aprecia el sentimiento nacional y lo contradictorio que de todas maneras es, cuando se analiza el mix de sentimientos, la vinculación entre las familias de Ucrania y Rusia, el mayor apego a Occidente de parte del campesinado y las clases medias y poseedoras del occidente del país y a Rusia de sectores importantes de la clase obrera del Donbas (hoy de todos modos degradados industrialmente –en seguida lo veremos) y del oriente ucraniano en general, etc., se tiene que tener presente estos elementos históricos; el balance del estalinismo (amén de la presión capitalista-imperialista también, lógicamente[32]): “El Kremlin acusó a las autoridades ucranianas de preparar una ofensiva militar en el Donbass, pero esto es falso. La política de Zelensky (…) abandonó su planes para cambiar las cosas en el Donbass. Nosotros condenamos la política neoliberal y nacionalista de las autoridades ucranianas (…) [Sin embargo], contrariamente a los mitos populares de ciertos partidos de la izquierda occidental, los regímenes de la ‘república popular de Donetsk’ y de la ‘república popular de Lougansk’ no son el resultado de la voluntad popular. Los dirigentes de dichas ‘repúblicas’ han sido integrados en los rangos de la elite dirigente rusa y han devenido los representantes de los oligarcas moscovitas más agresivos del Kremlin. En las ‘repúblicas populares’ toda actividad política de oposición, mismo la más leal a las autoridades rusas, es reprimida.

“En estos momentos, los territorios de dichas ‘repúblicas’ están en tren de desindustrializarse rápidamente. Las infraestructuras se están derrumbando, las redes de transporte publico desmanteladas en las villas. Mismo en las empresas cuyos productos son exportados vía la Federación Rusa, el enorme atraso salarial es la norma. Las manifestaciones obreras son terminadas por la expulsión de los militantes y la introducción de dispositivos militarizados. Por lo demás, el Donbass es ya una zona de catástrofe ecológica. Numerosas minas han cerrado sin las medidas de conservación adecuadas, lo que significa la contaminación del agua potable. Según la estimación de las Naciones Unidas, el Donbass, que es la parte más poblada de Ucrania, es el territorio más sacrificado del mundo” (“Ucrania. L’ heureest a la solidariteinternationalecontre la guerre”, Par SotsyalnyïRoukh –Mouvement social-, nueva organización política de los trabajadores de Ucrania, Inprecor).

Porque es imposible ubicarse en la cuestión ucraniana, entender la dinámica del país, e, incluso, aspectos del actual conflicto, sin dicho balance. Un abordaje abstracto de su formación económico-social y de la cuestión nacional ucraniana,desencarnado de dicha trama histórica, de dicho espesor histórico; lo que significa la “conciencia dividida” de su población (la falta de un relato unitario sobre su experiencia que es una traza en todo el Este europeo y en Rusia, Traverso), no solamente sería –es- una abstracción, sino que no podría avanzar un paso en una apreciación materialista de los acontecimientos; haría imposible “meternos” así“en la cabeza” de las personas de carne y hueso que están sufriendo la guerra, dialogar con su experiencia para relanzar una alternativa auténticamente socialista.

Y sin embargo, esa es la tarea estratégica en medio de la actual contienda. Tarea estratégica que aun si es dificilísima en las actuales condiciones plantea la –única- salida de fondo para Ucrania: una Ucrania socialista independiente obrera, campesina y popular a comenzar por la defensa incondicional de su derecho a la autodeterminación –es decir a poseer su Estado independiente-.

 


[1] Lo importante aquí es la descripción de la circunstancia, con la que coincidimos en gran medida, esto más allá de las apelaciones al concepto de una “ética” que no apreciamos por ningún lado, en todo caso sí temor a la destrucción mutua.

[2]“La guerra en Ucrania y el antiimperialismo hoy. Una respuesta a Gilbert Achcar”, jacobinlat, 09/03/22.

[3]El histórico discurso de Putin del 24 de febrero pidiendo el “reconocimiento” de Lugansk y Donestk como parte de Rusia y en el cual le echó la culpa a Lenin de “haber puesto una bomba de tiempo debajo de Rusia para que estalle”, fue la pieza oratoria de un autócrata zarista Gran Ruso del siglo XXI que no parece haber convencido a la mayoría de la población rusa (aunque atención que hay gente que defiende a Putin; que compra su discurso nacional-chovinista contra los “valores decadentes de Occidente”…

[4]Muchísimas familias rusas y ucranianas son comunes con madres, padres, abuelos y hermanas de uno u otro lado de la frontera. A esta altura del siglo veintiuno, con las migraciones a lo largo de los siglos entre uno y otro país, es evidente que no podría ser de otra manera, de ahí también el carácter eventualmente bilingüe de Ucrania (es verdad, a este respecto, que los últimos gobiernos de Kiev sólo reconocen el ucraniano, lo que es un avasallamiento de los que prefieren hablar ruso)

[5]Esto podría cambiar rápidamente si pasamos de una guerra interimperialista abierta, la que todavía no se ha desatado.

[6]Es interesante a este respecto la última tapa de la TheEconomist donde presenta una foto de Xi Jinping y Putin como representantes de “un orden mundial alternativo” y señala una cita de ellos señalando que “la amistad entre nuestros dos Estados no tiene límites” (TE semana de marzo 19/25 del 2022).

[7]Claro que la materialidad de las cosas tiene su valor y si Putin se impusiera militarmente las cosas podrían cambiar. Pero incluso en este terreno difícil hoy de apreciar debido a los desarrollos la cuestión sería el control de un inmenso país con millones de almas que desarrollaría una dura resistencia al invasor. Volveremos sobre esto.

[8]Atención que Clausewitz insistía que el factor moral era decisivo en todo ejército (el factor legitimador frente a los propios soldados del involucramiento en la guerra). Y hay información creíble de que los conscriptos rusos que están sobre el terreno en Ucrania no cuentan con una gran moral (un gran convencimiento de la legitimidad de la invasión).

[9]Las Revolución Finlandesa fue derrotada en 1918 por la traición de la socialdemocracia en el poder y Finlandia giró a partir de ahí hacia la derecha. Un país con una importante pequeño burguesía agraria que se embanderó férreamente antibolchevique (pasó acuerdos con el nazismo) y que incluso resistió los embates del Ejercito Rojo en la Segunda Guerra Mundial (el mariscal Carl Gustaf Emil Mannerheim es una eminencia histórica en Finlandia por haber logrado esto).

[10]Los objetivos en una guerra son, clásicamente, políticos y militares. Ambos se van redefiniendo en su transcurso y unos dependen de otros: los objetivos militares dependen de los políticos pero, a su vez, reactúan sobre los primeros dependiendo de la marcha de la contienda.

[11]“(…) Rusia está cometiendo un ejemplo típico de ‘sobre-extensión imperial’ (…) Actúa militarmente mucho más allá de su capacidad económica, con un PBI inferior al de Canadá e incluso el de Corea del Sur, equivalente a poco más del 7% del PBI de EE.UU.” (Gilbert Achcar, “La guerra de Putin en Ucrania: tras los pasos de Sadam Hussein”, viento sur, 24/02/22).

[12]Con mayor detalle Rusia tendría 1900 armas nucleares tácticas y 1600 estratégicas desplegadas. Del lado de la OTAN, Francia tendría 280 armas nucleares –sin especificar tácticas o estratégicas- desplegadas y Reino Unido 120 en iguales condiciones. Simultáneamente, Estados Unidos tendría 1000 bombas tácticas B-61 desplegadas en bases de la OTAN en Bélgica, Alemania, Italia, Países Bajos y Turquía, y unas 1650 ojivas estratégicas adicionales desplegadas (“Ucrania y la amenaza de una guerra nuclear”, Ira Helfand, Sin permiso, 09/02/22).

[13]Un dato a tener en cuenta, en este caso en relación a la juventud ucraniana, es que esta franja poblacional es más proclive que otras al ingreso a la Unión Europea por las “posibilidades de progreso” y “modernidad” que la misma parece ofrecer…

[14]El campismo es una forma binaria mecánica de ver los conflictos sociales y/o militares donde se elije un campo enemigo y un campo aliado o “progresivo” independientemente de cualquier valoración sobre el contenido social real que expresa la contienda –un desplazamiento del centro del análisis de las clases a la pugna entre Estados-. Por ejemplo, como el imperialismo dominante sigue siendo Estados Unidos y como, por lo demás, no se tiene un criterio independiente que apele a las masas y la lucha de clases y no los estados y los conflictos entre Estados como cuadrante principal del análisis, entonces se elige embellecer el imperialismo más débil como si tuviera algún atributo progresivo (en este caso Rusia y podría ser, también, lógicamente, y lo ocurre entre muchos “marxistas”, China –la revista norteamericana MonthlyReview con tantos aportes en otros campos como la ecología, es un pésimo ejemplo de esto. De ahí que no sea casual que algunas organizaciones de la izquierda que embellecen a Rusia se nutran de sus análisis).

[15]Las noticias se suceden unas tras otras, y como existen varios frentes de batalla: militar, político, económico y diplomático los contornos del enfrentamiento real y potencial varían a depender de los escenarios.

[16]A este respecto un argumento muy bueno en un antiguo artículo de Kowalewsky es que si la opresión de un sector de la población es un hecho objetivo, no necesitamos que estén luchando o depender de quién es su dirección, para defender sus derechos a la autodeterminación (“Forthe Independence of Soviet Ukraine”, 1989, contretemps).

[17]En la misma veta economicista izquierda diario publica una nota de “opinión” “¿Es Rusia un país imperialista? que no recoge para nada la elaboración histórica del marxismo revolucionario sobre el carácter de Rusia previo a la revolución ni otras elaboraciones de conocedores profundos del Este europeo y la propia Rusia como ZbigniewMarcinKowalewski, entre otros.

[18]En la tradición de la Cuarta Internacional este era el caso, por ejemplo, de Michael Pablo, que planteó que el mundo de dividía de manera binaria entre “el campo capitalista y el mundo estalinista” y que había que subordinarse a este último rehuyendo a una apreciación de clase de los eventos. En el mismo sentido, pero en otro contexto, Lenin denunció en 1914 los criterios de Unión Sagrada que ataban cada clase obrera al carro de su imperialismo en guerra.

[19]La ocupación del Este europeo por parte del estalinismo en la posguerra se sustanció, precisamente, de manera nacionalista y no internacionalista: “El  primer punto a tomar nota en esta política [la política de la burocracia en el Este europeo en la inmediata posguerra] es la ausencia total de internacionalismo. Las autoridades soviéticas refuerzan y cultivan con gran cuidado el chauvinismo ciego, el espíritu de revancha. El internacionalismo o incluso una elemental compasión humana están fuera de agenda. Este hecho por sí solo debería ser suficiente para condenar la política estalinista en Europa (…)” (Daniel Logan, Jean van Heijenoort, “Theeruption of burocraticimperialism. A contributiontothediscussionontherussianquestion, diciembre 1945, New International, MIA).

[20]Esto fue variando aunque, en general, la intervención del Estado en la economía es mayor que en la época liberal clásica. De todos modos, los imperialismos occidentales de ninguna manera son capitalismos de Estado como sí los son Rusia y China.

[21]En realidad, toda formación social concreta es expresión de alguna forma de desarrollo desigual y combinado, de elementos eventualmente de progreso y de regresión. Estados Unidos mismo fue a lo largo del último siglo el país imperialista más avanzado y, al mismo tiempo, lastrado en cierta forma por la herencia de la esclavitud, por ejemplo, y así de seguido con todos los demás países más allá de su grado global de desarrollo relativo.

[22]La “huella histórica” dejada es un hecho más allá que Trotsky insistiera que la contrarrevolución burocrática no era la película en reversa de la revolución en lo que tenía completamente razón (y de ahí que nosotros identificáramos no solamente una regresión burocrática del Estado obrero –el Estado obrero burocrático-, sino la emergencia bajo el estalinismo de una nueva formación social que identificamos como Estado burocrático. Pero esta es otra discusión que aquí no podemos desarrollar).

[23]La disolución de la OTAN y de todos los pactos militares imperialistas así como el desarme nuclear son consignas que, nuevamente, se han colocado urgentemente sobre la mesa.

[24]Romper un status quo establecido, una relación inercial, nunca puede ser “pacífico” en ningún plano que se trate: requiere siempre alguna prueba de fuerzas que va más allá de lo institucionalizado.

[25]Al parecer Kiev es una ciudad hermosa y cosmopolita (Elizabeth Piqué); no la conocemos. Y se sobreentiende porque además de tener una historia que se remonta a más de mil años, eventualmente, no deja de ser la capital de un territorio al menos desde el punto de vista agrícola, muy rico.

[26]Parece como que Ucrania fuera el punto de encuentro de tendencias contrapuestas culturales, religiosas, una suerte de último confín europeo y también asiático, y cuestiones así que aparecen como una “mezcla” difícil de sintetizar nacionalmente.

[27]La cuestión nacional ucraniana esta repleta de contradicciones dramáticas y dificilísimas de resolver: una encrucijada increíble de problemáticas.

[28]Kowalewski sostiene que incluso Lenin cometió graves errores respecto de la revolución nacional ucraniana, que fue gravísima la decisión –apoyada entusiastamente por él, pero no por Trotsky- de invadir Polonia a mediados de 1920, y que recién hacia el final de su días saco conclusiones consecuentes acerca del problema nacional ucraniano, la necesidad de despejarlo otorgándole, incluso, la independencia a Ucrania y el problema del “imperialismo Gran Ruso” entra las filas emergentes de la burocracia nucleada alrededor de Stalin. Sugiere también, de manera convincente, que Trotsky de alguna manera fue un continuador de esta línea política en sus artículos sobre Ucrania en los años 1930: “Trotsky se colocó [en dichos artículos] en contra de la ‘tendencia del economicismo imperialista’ [es decir, sectaria respecto de los derechos a la autodeterminación nacional], una tendencia que era activa en las filas del bolchevismo así como en la extrema izquierda internacional [Rosa Luxemburgo]. Debería estar claro que el adjetivo ‘imperialista’ que Lenin atribuía a esta forma de economicismo en el movimiento revolucionario en relación a la cuestión nacional, estaba justificada por razones teóricas (…)” (“Forthe Independence of Soviet Ukraine”, 1989).

[29]Es interesante que parte del campesinado ucraniano -como de otras partes de Rusia- señalara que era “bolchevique pero no comunista”… Es decir: reconocía al bolchevismo porque le había garantizado la tierra, pero de ninguna manera tenía aspiraciones colectivistas (tensiones que se expresaron, también, cuando el levantamiento de los marinos de Kronstadt a comienzos de 1921). Por lo demás, a diferencia del campesinado ruso que tenia tradiciones comunitarias –de explotación comunal de la tierra; la comuna rural rusa- el campesinado ucraniano básicamente explotaba de la tierra de manera individual (Applebaum).

[30]Como digresión, un dato interesante sobre la contrarrevolución estalinista es que la misma mató los “tres motores” -por así llamarlos- de la Revolución Rusa: sacó del poder a la clase obrera, rompió la alianza obrero-campesina con la colectivización forzosa, y liquidó la revolución nacional aplastando los derechos de los pueblos no rusos a la autodeterminación…

[31]Hay que señalar que el anterior régimen de Poroshenko elevó a Bandera a “Héroe nacional” de la independencia ucraniana lo que no niega que, al mismo tiempo, Zelensky sea de origen judío y que la valoración de los hechos seguramente esté muy dividida entre la población ucraniana en general.

[32] “Desde finales del siglo XVIII, el núcleo del territorio ucraniano se había transformado en una provincia del imperio zarista, conocida como ‘pequeña Rusia’. En el momento de la Revolución Rusa, era una colonia de tipo ‘europeo’. Comparada con el nivel general de desarrollo socio-económico del imperio, esta región era una de las más industrializada y caracterizada por una fuerte penetración de las relaciones capitalistas en la agricultura” (Kowalewski, 1989, ídem. Recomendamos la lectura íntegra de este texto porque pasa un balance convincente, muy solido, de lo actuado por los bolcheviques en Ucrania, de sus aciertos tardíos y sus gravísimos errores iniciales –Broue de manera menos sistemática pasa un balance similar de lo actuado por los bolcheviques en Ucrania en su obra sobre Rakovsky).

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