Sigue la guerra por las vacunas: Patentes restringidas y acuerdos pirata

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  • Si las vacunas fuesen “un bien común verdaderamente global”, un hecho tan devastador como la pandemia se debería enfrentar con la mayor cantidad de vacunas disponibles en el menor tiempo posible a escala mundial: para eso hay que liberar las patentes y sus secretos para producirlas en todo el planeta.

Marcelo Buitrago

“Además que a los fabricantes de los medicamentos se les garantiza que gran parte de los acuerdos no se divulgarán, los contratos multimillonarios les brindan cláusulas de protección de responsabilidad, la propiedad de las patentes y margen de maniobra de las fechas de entrega y los precios”. (N Y Times, 01/02/2021)

“Las farmacéuticas parecen a punto de salirse con la suya”. (Diario El País, 02/02/2021)

“No hay patente. ¿Acaso se puede patentar el sol?”. (Jonas Salk, sobre su negativa a patentar la vacuna contra la polio)

De lo que a principios de año se presentaba como “el  principio del fin de la pandemia” con la aprobación de las primeras vacunas y campañas de vacunación masivas, Europa pasó a un récord casi diario de muertes, hospitalizaciones o contagios por Covid-19 en cualquier lugar de la Unión Europea, sin solución de continuidad. El número de muertes en el continente se acerca ya al medio millón y el de contagios a 20 millones.

La guerra por las vacunas tuvo su primer episodio en su acaparamiento por parte de los principales países capitalistas, como para vacunar varias veces su población, sabiendo que no todas se aprobarían con la misma velocidad, y que algunas, incluso, tal vez nunca se aprueben.

El siguiente episodio se fue gestando con la lentitud de los planes de vacunación debido a dificultades de implementación y de falta de la infraestructura necesaria para hacerlo, además de las condiciones de conservación especial que requieren y de la falta de provisión de dosis prometidas por los fabricantes.

Así llegamos al 15 de enero, cuando Pfizer advirtió de un retraso «a partir de la próxima semana en la entrega de sus vacunas en toda Europa debido a que necesitaba prepararse para aumentar su capacidad de producción”, a lo que la Presidenta de la Comisión Europea, la alemana ex ministra de Merkel, Von der Leyen, les respondió con un canto a la impotencia: “deben mantener sus promesas y honrar sus obligaciones”.

Pero en los siguientes días estalló el conflicto con la anglo-sueca AstraZeneca que, a su vez, informó de atrasos en la entrega de millones de dosis comprometidas.

Ante la sospecha que desde sus  fábricas en  Bélgica y Países Bajos, AstraZenenca estaba proveyendo al Reino Unido y luego de patalear sobre “un bien común verdaderamente global” y que “Europa invirtió  miles de millones de dólares para desarrollar las primeras vacunas”, la Comisión Europea informó sobre su resolución de prohibir la exportación de vacunas fuera de su territorio, frente a propuestas más audaces, como la planteada por el presidente del Consejo Europeo[1], Charles Michel, “que llegó a esgrimir la posibilidad de activar los poderes extraordinarios previstos en el Tratado de la UE para imponer a las farmacéuticas la cesión obligatoria de la licencia de fabricación de las vacunas.”

En simultáneo, horas antes que la Agencia Europea de Medicamentos le otorgaba la autorización condicional a la vacuna, Von der Leyen dio a publicidad el contrato de 41 páginas con AstraZeneca para presionarla, pero no tanto: párrafos y hasta páginas enteras  aparecieron tachados, en particular las referencias a los precios, modalidad de pago y calendario de las entregas de las vacunas.

Mientras tanto, las autoridades de AstraZeneca y de la Comisión Europea discutían como abogados que significaba el “mejor esfuerzo razonable” a que la farmacéutica se comprometió en el contrato para producir 300 millones de dosis más 100 millones de dosis adicionales, y si las fábricas que tiene en el Reino Unido debían servir para proveer a la UE o no.

Pero la prohibición de exportación duró lo  que un suspiro: es que  bloquear la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte, para verificar la entrada de vacunas al Reino Unido, suponía volver a una situación de las más conflictivas en la discusión del Brexit, y que había sido superada en el acuerdo final.

Así que a los pocos días, von der Leyen ofreció “desplegar todos los medios necesarios” para cubrir las necesidades de vacunación del continente en una carta dirigida a los 27 gobiernos de la Unión, reconociendo que “el desafío más inmediato es la entrega de las vacunas a tiempo y de manera predecible”. Pero ahora sin prohibición de exportación ni amenazas de liberación de las patentes, abogando  por “combinar todos nuestros esfuerzos junto a la industria para aumentar el suministro de vacunas y la capacidad de producción en la UE”. En concreto,  la Comisión se muestra ahora dispuesta a facilitar nuevos fondos para aumentar la producción, “sea mediante inversión adicional en la mejora o adaptación de las plantas existentes o de otras nuevas, la facilitación de acuerdos entre fabricantes a lo largo de las cadenas de suministro o cualquier otra solución que logre nueva producción de manera segura y expeditiva”: o sea, lo que  les pidan, una vez más.

La Unión Europea para reservar vacunas, firmó contratos con 6 laboratorios, (Pfizer, Moderna, AstraZeneca, Sanofi, Johnson Johnson y CureVac) destinando 2.700 millones para esos contratos, una inversión que las farmacéuticas debían invertir en preparar las cadenas de producción y en cubrir el posible riesgo de que la vacuna no llegase a ser autorizada.

A ello se añaden los cientos o miles de millones de euros pagados por los Estados miembros por el número de dosis que reciben de cada farmacéutica. La cantidad total no se sabe, oficialmente, porque las compañías se niegan a revelarlas, pero Von der Leyen aseguraba en una entrevista en El País que se trata de “una ingente cantidad de dinero”.

Contratos Unión Europea Millones de dosis Estado Sede
Pfizer 600 Autorizada Estados Unidos
Moderna 160 Autorizada Estados Unidos
AstraZeneca 400 Autorizada Inglaterra-Suecia
Johnson&Johnson 400 En desarrollo Estados Unidos
CureVac 405 En desarrollo Alemania
Sanofi 300 En desarrollo Francia

 

Lo llamativo del caso, es que supuestamente AstraZeneca realiza el contrato “sin ganancias ni pérdidas” para lo que detalla el “costo de los bienes” en  dos hojas que aparecen convenientemente tachadas en la versión difundida. ¿A qué tanto secreto si son tan altruistas? Por filtraciones aparecida en los medios, la Comisión Europea pagó 2,19 dólares cada dosis, mientras que a Sudáfrica le costaron 5,25 dólares, por lo que la fórmula “sin ganancias ni pérdidas” varía según el comprador.

Este episodio vino a exponer que todas las farmacéuticas tienen contratos secretos: el último, celebrado entre la Comisión Europea y la alemana CureVac, el primer (y único) contrato al que pudo acceder el Parlamento Europeo, tenía tachado el precio de las dosis, el calendario de entrega, y el monto de dinero adelantado. Y este contrato es el presentado como “el más transparente” de todos. Es que mientras los precios no se conozcan, los fabricantes corren con ventaja sobre los gobiernos, que no saben cuándo están pagando los otros países.

Según el citado NY Times, “los gobiernos han invertido miles de millones para ayudar a las farmacéuticas a desarrollar las vacunas, y están gastando miles de millones para comprar las dosis. Pero la mayoría de los detalles siguen siendo secretos.”

Otras características de los contratos, que salen a la luz con la publicación parcial de los contratos de AstraZeneca y el de CureVac, es que los plazos de entrega son estimados e información confidencial, se prohíben la reventa o donación sin autorización de la empresa (CureVac), las empresas están protegidas por responsabilidad si sus vacunas no funcionan o causan efectos secundarios graves y lo más importante, las empresas se quedan con las patentes: deciden cómo y dónde se fabrican las vacunas y cuánto cuestan. A pesar que una coalición de países liderados por India y Sudáfrica han solicitado que cedan los derechos de propiedad intelectual para ser fabricadas en gran escala, han tenido la oposición de Estados Unidos y la Unión Europea: después de todo, son “sus” capitalistas,  y para las farmacéuticas las patentes (y sus ganancias) son “el sustento de la innovación”.

Si las vacunas fuesen “un bien común verdaderamente global” como dice Von der Leyen, un hecho tan devastador como la pandemia se debería enfrentar con la mayor cantidad de vacunas disponibles en el menor tiempo posible, y a escala mundial: para eso hay que liberar las patentes y sus secretos para producirlas en todo el planeta. Está demostrado que la “libertad de mercado” hoy no lo permite: como en cualquier chantaje, la segunda cuota que ahora cede la Unión Europea  estará lejos de ser la última, ante nuevas dificultades. Y qué decir del mapa global de distribución de las vacunas, para los que ni siquiera están en condiciones de discutir con estos verdaderos modernos piratas.

La irracionalidad capitalista además se expresa aquí en su mayor esplendor: mientras el virus se siga propagando, por más vacunados que estén Europa y Estados Unidos, a fines de 2021, tendrá más posibilidades de nuevas mutaciones, que tal vez puedan hacer menos eficaces y hasta inservibles las vacunas, que a su vez, requerirán posiblemente el desarrollo de nuevas vacunas. Nada esto les importa a las farmacéuticas, ocupadas únicamente en sus beneficios, pero muestra también el servilismo criminal de los gobiernos capitalistas centrales, incapaces de poner el más mínimo límite a la sed de ganancias de las farmacéuticas en defensa de la humanidad.

Enfrentar hoy la pandemia requiere la producción a escala mundial de las vacunas: para ello se impone la liberación de las patentes. No es siquiera una medida anticapitalista, sino un reparto de beneficios entre socios: los gobiernos financiaron su desarrollo, la ampliación de su producción en forma anticipada y cubrieron su posible fracaso. Después de todo, Salk y Sabin se negaron a patentar sus vacunas para la polio, para que realmente fuese “un bien común verdaderamente global”, sin que por eso las farmacéuticas dejasen de ganar.

 


 

[1] La Unión Europea tiene una compleja arquitectura burocrática, con siete instituciones: el Parlamento, la Comisión Europea (que hace de Poder Ejecutivo), el Consejo Europeo (integrado por los 27 jefes de Estado) y el Banco Central Europeo son las más importantes.

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