Se filtró la plataforma electoral de Milei: capitalismo esclavista, autoritario y conservador

La supuesta libertad que "avanza" se parece más bien a una dictadura capitalista con trabajadores esclavos, extrema desigualdad entre ricos y pobres y nulos derechos.

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La periodista Natalia Volosin publicó en exclusiva la plataforma electoral que el partido de Javier Milei presentó a la justicia electoral para requerir su legalización como partido para las próximas elecciones.

Aunque muchos de los puntos del programa no son sorpresivos sino que expresan lo que el candidato viene propugnando hace tiempo en los debates económicos («recorte del gasto», «achicamiento del Estado», «eliminación progresiva de planes sociales») la plataforma es interesante porque ofrece un panorama más integral del modelo no sólo de país sino de sociedad que se imaginan los supuestos defensores de la «libertad».

Sin embargo, como veremos enseguida y a modo de resumen, adelantemos que se trata de un programa en donde el carácter fuertemente autoritario y políticamente conservador tiene tanta o más preemineencia que el «liberalismo» económico, lo cual tiene sentido si se observa que las condiciones de cuasi esclavitud laboral y libertad empresarial que propone solo es realizable en un contexto altamente represivo contra la clase trabajadora. Un modelo de sociedad extremadamente contrario a cualquier persona que postule de manera honesta la libertad como un valor rector.

Una bocanada de aire fétido

Pero antes de meternos de lleno a los puntos del programa, resaltemos algunos datos de interés que brinda el documento presentado a la justicia, en relación con los partidos y las personas involucradas.

Para ser un figura nueva en la política Argentina, Milei se ha rodeado de una estructura política más bien putrefacta. Basta ver algunos de los sellos que le otorgan la legalidad nacional como partido. Entre ellos el «Partido Democrático», que es nada menos que la continuidad histórica bajo otro nombre del oligárquico Partido Autonomista Nacional (PAN) que gobernó el país a fines del Siglo XIX y principios del XX, de la mano, entre otros, de Julio Argentino Roca. De hecho, el documento habla de recuperar «el país pujante que éramos a principios de 1900», es decir, cuando la gente no podía votar y en las fábricas te estrujaban con jornadas de trabajo de 16 horas, y al que protestaba le pegaban un tiro. ¡Esta sí que es una «renovación» de la política Argentina!

Luego están algunos nombres que tampoco expresan nada nuevo, y todos invariablemente rancios. Entre los firmantes en la constitución de la alianza se encuentran Ricardo Bussi (candidato en Tucumán e hijo del infame Bussi, el genocida, para el que Milei trabajó como asesor en la década de los ’90), Martín Menem (candidato en La Rioja y sobrino del expresidente Carlos Saúl, del que Milei reivindica su plan económico de desocupación de masas), y como apoderado Santiago Viola (ex abogado de los hijos de Lázaro Báez, que fue investigado por armar una causa con testigos truchos).

«Libertad» de que los ricos esclavicen trabajadores

No nos detendremos mucho en algunos puntos que ya son casi lugares comunes del «liberalismo» y que han repetido hasta el cansancio, cuando no directamente ejercido -como en la década de los ’90- con nefastas consecuencias. Nos referimos al programa económico de ajuste feroz: achicamiento del Estado, reducción fuerte del gasto, eliminación de los planes sociales y subsidios, así como la reprivatización del sistema previsional bajo el modelo de las AFJP.

En relación a este aspecto económico, se trata de un plan de desguace de los derechos más básicos. Por ejemplo, se habla de «eliminar los gastos improductivos del Estado». ¿qué sería un gasto «improductivo»? Para quienes miran el Estado desde un Excel, seguramente una salita de salud en un barrio sea un «gasto» y una escuela sea «improductiva».

También se propone, como era de esperar, la privatización de las empresas públicas deficitarias (como Aerolíneas o Trenes Argentinos), dejar la obra pública en manos de inversiones privadas (es decir que sólo se hará la obra que el mercado considere «rentable», olvídense de asfaltar un barrio popular) y eliminar por completo las retenciones a las exportaciones, es decir, una gigantesca transferencia de ingresos desde las grandes mayorías (que verán encarecer de manera brutal el precio de los alimentos) hacia el sector más concentrado de la economía, los grandes agroexportadores y patronales del campo.

Se habla, como era de esperar, de la tan mentada dolarización, del fin de todo control de cambios y de la eliminación del Banco Central. Lo que equivaldría a que en la política monetaria pase a gobernarnos sin intermediaciones la Reserva Federal yanqui.

 

Los puntos más reveladores del plan económico llegan cuando se trata de las relaciones de trabajo: se eliminarán las cargas patronales a los empresarios mientras que a los trabajadores se les eliminará el derecho a una indemnización por despido. También se habla de ponerle fin a la «industria del juicio», eufemismo con el que se dice que los trabajadores serán utilizados como material descartable sin derecho a reclamarle nada al empleador, por ejemplo, por problemas de salud o enfermedades causadas por el trabajo.

Un detalle casi risueño puede encontrarse cuando el programa habla del sistema energético: se propone «invertir» en el «mantenimiento del sistema energético actual», es decir que justo una de las cosas que peor funciona en el país, como es el desastre que dejó el sistema privatizado de distribución de energía, proponen no cambiarlo. Recordemos que Milei salió a defender a los vaciadores de Edesur luego de la vergonzosa oleada de cortes de luz del último verano.

En salud y educación, ya pueden imaginarse. Se propone privatizar estos dos derechos elementales. En el caso de la salud, se habla de arancelar todas las prestaciones, así que si no podes pagar por un tratamiento, simplemente te morís. No sólo arancelarlas, sino que el profesional y el paciente puedan «pactar» libremente sus honorarios (ellos realmente creen que el «mercado» funciona así), es decir que los precios estén completamente desregulados. Así funciona la «libertad» de la selva donde solo sobrevive el más apto.

Capitalismo autoritario y conservador

¿Cuál es el modelo de sociedad que se condice con este plan económico y esta concepción donde no hay derechos sino sólo mercancías? Una fuertemente represiva y autoritaria para contener por la fuerza la enorme desigualdad y superexplotación que se propone como modelo.

Por eso, los puntos del programa de corte conservador y autoritario tienen tanta importancia como los meramente «económicos». De entrada se nos habla de «defender los derechos del niño por nacer» y «la vida desde la concepción»,  es decir, se busca volver a obligar a las mujeres a transitar embarazos no deseados. No sólo eso, también se pretende eliminar la ESI obligatoria (porque, para seguir despuntando el vicio esclavista, recordemos que ellos creen que son literalmente dueños de sus hijos y que el Estado no debe entrometerse en su crianza, por ejemplo garantizándoles derechos).

 

Y por último, la frutilla del postre del conservadurismo más rancio: la reafirmación sobre los «estilos tradicionales de vida». O sea que el Estado promueve un estilo de vida por sobre otros, cuando se nos quiso hacer creer todo este tiempo que el liberalismo iba a permitir la meritocracia y el desarrollo individual. Aquí toda la perorata berreta sobre la «libertad» termina de hacer agua por todos lados y se revela como lo que realmente es: el conservadurismo eclesiástico más chato posible. Esta es la gente que dice querer «modernizar» el país proponiendo volver al estilo de vida del Siglo XIX, en el mejor de los casos.

La plataforma contiene todavía algo más grave, que es lo que termina de cerrar el círculo de todo lo anterior: ¿cómo se sostiene todo este modelo ferozmente desigual, explotador y patriarcal? Justamente, no con «libertad» sino con un régimen político fuertemente autoritario. Así se desprende de su propuesta de crear un «Sistema de Seguridad Nacional» que integraría a los Ministerio de Defensa (Fuerzas Armadas) con el de Seguridad y los servicios de inteligencia, lo que en los hechos significa otorgar a los militares y las Fuerzas Armadas tareas en la seguridad interior, integrándolas a un sistema común con la policía. No hay mucha vuelta que darle: proponen sacar los milicos a la calle, como en las épocas más oscuras del país, y todo esto con la firma al pie de un Bussi.

En el mismo sentido, se propone privatizar el sistema carcelario, militarizar los institutos de menores, bajar la edad de imputabilidad, la libre portación de armas y eliminar las leyes que «dificultan el accionar policial y otorgan excesivas concesiones a los delincuentes», es decir, legalizar el gatillo fácil. La supuesta libertad que «avanza» se parece más bien a una dictadura capitalista con trabajadores esclavos, extrema desigualdad entre ricos y pobres, sin derechos elementales, y cultural y socialmente conservadora-eclesiástica. Algo así como la paz de los cementerios.

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